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Nehemías anima al pueblo a edificar los muros

y organiza el trabajo
Nehemías 2:17 - 3:4
En el día de hoy regresamos al segundo capítulo de Nehemías
y comenzaremos a leer el versículo 17. Pero antes permítanos
recordarle que cuando Nehemías se enteró que las cosas en
Jerusalén no estaban marchando muy bien; que la ciudad se
encontraba en una situación muy triste y la gente muy
desanimada, solicitó entonces un permiso para ausentarse de
su trabajo con el rey de Persia. Viajó hacia Jerusalén desde la
capital de Persia, Susa, y fue acompañado por una numerosa
escolta del ejército, como vimos en nuestro programa anterior.
Recordemos aquí que cuando Esdras le había pedido permiso
al rey para regresar a su tierra, quiso solicitarle protección,
pero como había sido tan elocuente en decirle al rey cómo Dios
le cuidaría y guiaría, le dio vergüenza pedirle una escolta.
Temió que el soberano le dijera: "¿Pero no estás confiando en
el Señor?" Sin embargo, Nehemías, pensó que, siendo un
funcionario del rey, tenía derecho a solicitar protección oficial.
Estimado oyente, Dios no nos guía a todos de la misma
manera, Él guió a Esdras de una forma y a Nehemías de otra.
Dios le guiará a usted de una manera y a mí de otra. Por ello,
nadie debe tratar de imitar a nadie, porque Dios tiene sus
propósitos para cada uno en particular y si se lo permitimos,
los llevará a cabo. En nuestro relato, Esdras regresó sin apoyo
logístico y Nehemías con una gran escolta armada y siervos.
Al llegar a su destino, Nehemías ya se enfrentó con oposición.
En el versículo 10 vimos a Sanbalat y a Tobías, dos personajes
que conoceremos más adelante. Después, conoceremos a un
tercero: a Gesem, el árabe. Estos tres eran enemigos de Dios
y de Su pueblo. Ellos habían tratado de estorbar la edificación
del templo, y en este momento intentaban impedir la
reedificación del muro de Jerusalén.
Después de llegar a Jerusalén, Nehemías no quiso provocar
ninguna alarma indebida, así que salió de noche, protegido por
la oscuridad, para efectuar una inspección y ver en qué
condiciones se encontraban las murallas. Evitó cualquier
ostentación y fue eminentemente práctico. Pero había tantos
escombros que su cabalgadura no podía pasar y tuvo que
bajarse del caballo y continuar a pie. Y así, Nehemías rodeó
toda la ciudad y finalizó con su inspección. Aquí podemos
apreciar que Nehemías estaba actuando con cautela y buen
criterio al realizar su trabajo para Dios. Así que, continuando
con el relato, leamos los versículos 17 y 18 del segundo
capítulo de Nehemías, que destacan
El estímulo de Nehemías para reedificar la muralla
"Les dije, pues: Vosotros veis la difícil situación en que
estamos: Jerusalén está en ruinas y sus puertas consumidas
por el fuego. Venid y reconstruyamos el muro de Jerusalén,
para que ya no seamos objeto de deshonra. Entonces les
declaré cómo la mano de mi Dios había sido buena conmigo, y
asimismo las palabras que el rey me había dicho. Ellos
respondieron: ¡Levantémonos y edifiquemos! Así esforzaron
sus manos para bien".
Habiendo efectuado un estudio completo y evaluado las obras
que debían realizarse, Nehemías convocó a los líderes de
Jerusalén a una importante reunión. Les informó cómo Dios lo
había guiado, y que él había solicitado un permiso para
ausentarse de su trabajo como copero del rey para ir a
Jerusalén. También les dijo que había realizado una inspección
y que había visto cómo era la situación; y por tanto les exhortó
a llevar a cabo la obra con estas palabras: "¡Dios está con
nosotros! ¡Reconstruyamos la muralla!" Y la respuesta
entusiasta de ellos fue: "Levantémonos y edifiquemos".
De modo que podemos apreciar que Nehemías era un
verdadero líder. Un líder inspirado por Dios. Y ¿qué fue lo que
sucedió? Pues, simplemente que ellos esforzaron sus manos
para bien, es decir, para realizar esa buena obra. Nehemías
nos podía haber dado aquí una elaborada descripción de todo
lo que estaba sucediendo, de cómo había llegado a un acuerdo
con los líderes y cómo ellos habían reaccionado. Pero no lo hizo
así. Era una persona muy modesta que prefirió ocupar un
segundo plano. Pero veamos ahora lo que dice el versículo 19,
de este capítulo 2 de Nehemías:
"Pero cuando lo oyeron Sanbalat el horonita, Tobías el siervo
amonita y Gesem, el árabe, se burlaron de nosotros y nos
despreciaron, diciendo: ¿Qué es lo que estáis haciendo? ¿Os
rebeláis contra el rey?"
Aquí tenemos a los enemigos. Tenemos a tres de ellos. Este
trío va a aparecer también más adelante en el relato. Y
suponemos que cada líder cristiano, cada siervo de Dios no solo
tiene personas excelentes a su alrededor que lo ayudan, como
Nehemías, sino que también tiene cerca a personas como los
que se mencionan aquí: Sanbalat el horonita, Tobías el siervo
amonita, y a Gesem el árabe. Y el enemigo utilizará diferentes
métodos para tratar de disuadir a los líderes, para que se
desanimen en el cumplimiento de su tarea. Y por lo general, la
primera actividad de ellos es la de burlarse, poniendo a alguien
en ridículo. Éste podría ser el primer paso de la lucha de su
enemigo espiritual contra usted, estimado oyente. Él puede
utilizar a los amigos que lo rodean, a sus vecinos y compañeros
de trabajo para que lo pongan en ridículo porque usted es un
creyente. Y usted se dará cuenta que ésta es una situación
difícil de soportar. Ahora, veamos que sucedió en nuestro
relato, ante el ataque de aquellos que intentaron disuadir al
pueblo de acometer la gigantesca tarea de reedificar las
murallas y puertas de la ciudad de Jerusalén. Nehemías
reaccionó de una manera que nosotros debemos destacar.
Leamos el versículo 20:
"Pero yo les respondí: El Dios de los cielos, él nos prosperará,
y nosotros, sus siervos, nos levantaremos y edificaremos,
porque vosotros no tenéis parte ni derecho ni memoria en
Jerusalén".
Aquí vemos lo que sucedió. Y fue admirable la manera en que
ante las primeras dificultades, Nehemías actuó como un gran
líder, haciendo frente al enemigo con la seguridad de la
aprobación, presencia y bendición de Dios. Su ejemplo
movilizaría a todos para seguirle y comenzar esa gran
empresa.
Llegamos ahora a
Nehemías 3:1-4
Y el tema en este capítulo es la reedificación de los muros y las
puertas de la ciudad. Y éste fue uno de los proyectos de
edificación más grandes de que hayamos oído. Y lo que logró
hacer Nehemías fue extraordinario, porque Dios estaba
actuando en aquella ocasión. Como ya hemos visto, Dios había
guiado a Esdras y a Zorobabel, para reedificar el templo. Su
tarea había sido diferente a la de Nehemías, que era un
funcionario civil, y que tendría bajo su responsabilidad la
reedificación de las murallas y puertas de Jerusalén. Y así fue
como Dios realizó Su obra de diferentes maneras y usando a
hombres diferentes.
Muchos de nosotros en nuestro ministerio, especialmente
cuando comenzamos, tratamos de imitar a alguna otra
persona. Pero eso, como ya hemos observado, no da buen
resultado. Cada uno tiene que ser él mismo. ¿Ha notado usted
alguna vez lo que Dios puede hacer? Utilizando elementos
comunes del rostro de una persona, Él ha hecho millones de
rostros diferentes, ha logrado una diversidad, de manera que
ninguno sea idéntico a otro. Y lo mismo ha hecho con otras
partes del cuerpo como, por ejemplo, un dedo, consiguiendo
un número caso infinito de dedos, con el resultado que no haya
dos idénticos. En otras palabras, Dios ha dispuesto las cosas
de esta forma, porque Él desea que cada uno de nosotros sea
él mismo, con una identidad propia y peculiar.
El relato de la reedificación de los muros de Jerusalén ha sido
presentado de una manera atractiva y didáctica. Las diez
puertas de la ciudad nos cuentan la historia de las obras
realizadas, comenzando por la puerta de las ovejas, y
finalizando con esa misma puerta. A veces ha surgido la
pregunta de si había otras puertas en la muralla de Jerusalén.
No lo creemos pero, puede que las hubiera. De todas formas,
estas diez puertas fueron seleccionadas para contar la historia
del Evangelio. Ellas exponen el plan de Dios para la salvación.
Leamos entonces el versículo 1, de este capítulo 3 de
Nehemías, que nos habla sobre
La puerta de las Ovejas
"Entonces se levantaron el sumo sacerdote Eliasib y sus
hermanos los sacerdotes y edificaron la puerta de las Ovejas.
Ellos arreglaron y levantaron sus puertas hasta la torre de
Hamea, y edificaron hasta la torre de Hananeel".
Todo comenzó en la puerta de las ovejas. Ésta es la puerta por
la que el Señor Jesucristo entró en Jerusalén. Tenemos el relato
que en cierta ocasión Él pasó a través de esta puerta y llegó al
estanque de Betesda (Juan 5:2). Pensamos francamente que
cada vez que Jesús entró en Jerusalén lo hizo por la puerta de
las ovejas, hasta Su entrada triunfal. Hablando de las puertas,
diremos que algunos se han equivocado al identificar la Puerta
del Este con la Puerta de Oro. La puerta del Este está cerrada,
bloqueada, en el día de hoy, y no será abierta hasta que
Jesucristo regrese y pase por esa puerta. La Puerta del Oro es
la que conduce al templo. Ésta es la puerta que será abierta
para Él y que le franqueará la entrada hasta el lugar santísimo.
Pero la puerta de las Ovejas es la que fue utilizada para que
entrasen los animales que iban a ser sacrificados, y ésa es la
puerta por la cual entró el Señor Jesucristo. Pensamos que lo
que Él estaba haciendo era representar, por así decirlo, una
parábola viviente. Juan el Bautista lo había anunciado cuando,
en el relato de Juan 1:29, señaló al Señor Jesucristo y dijo: "He
aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo". Es que
Jesús es el Cordero de Dios en Su persona y en Su obra. Él
quita el pecado del mundo. De modo que la puerta de las
Ovejas simboliza la cruz de Cristo. Aquí es donde uno comienza
su relación con Dios, y ése es el único punto donde usted puede
comenzar esa relación, estimado oyente, en la cruz.
Dios no nos pide nada ni a usted ni a mí, hasta que lleguemos
a Cristo y le aceptemos como nuestro Salvador. Dios solo tiene
una cosa que decirle al mundo y es una pregunta: "¿Qué hará
usted con mi Hijo que murió por usted?" Y hasta que usted
responda a esa pregunta, estimado oyente, Dios no le dirá
nada sobre su vida y su servicio para Él. Si usted lo rechaza y
no quiere aceptar a Su Hijo, entonces, Dios no le pedirá nada.
Él no quiere sus buenas obras ni su dinero. No quiere nada de
usted. Pero Dios sí que tiene algo que darle. Su Hijo murió por
usted. Y la Puerta de las Ovejas nos presenta esa verdad. Por
ello resulta significativo que toda la obra comenzó en la Puerta
de las Ovejas.
Continuemos leyendo el versículo 2 de Nehemías 3:
"Junto a ella trabajaron los hombres de Jericó, y luego Zacur
hijo de Imri".
Ahora, Jericó era el lugar de la maldición y se menciona junto
a la puerta de las ovejas. Esto es algo interesante. Los hombres
de Jericó llegaron a Jerusalén desde el valle del Jordán; ellos
repararon este tramo de la muralla que estaba junto a la puerta
de las Ovejas. Cuando uno viene desde el monte de los Olivos,
en el camino de Jericó, llega justamente al lugar donde estos
hombres trabajaron. El pináculo del templo y el área del templo
estaban allí. Allí fue entonces donde ellos edificaron, al lado
mismo de la puerta de las Ovejas.
Jericó fue la ciudad sobre la que se pronunció una maldición.
Josué dijo en el capítulo 6, versículo 26, del libro de Josué:
"Maldito delante del Señor el hombre que se levante y
reedifique esta ciudad de Jericó". En los días de Acab hubo uno
que la reedificó y la maldición cayó sobre él y sus hijos. Era la
ciudad de la maldición.
Estimado oyente, usted y yo vivimos en un mundo que ha sido
maldecido a causa del pecado. No es necesario ampliar aquí
esta declaración. Todo lo que debemos hacer para darnos
cuenta de esta realidad es mirar a nuestro alrededor. El ser
humano ha transformado el orden creado en un gran desorden.
El hombre no parece capaz de resolver sus problemas,
derivados de esa situación. Y hay aquellas personas que están
situadas en la actualidad en posiciones de influencia, que no
son creyentes en Cristo, y que están diciendo que los
problemas de hoy en día superan las soluciones que el ser
humano puede ofrecer.
De modo que, usted y yo, estimado oyente, vivimos en un
mundo maldito. Y sólo la muerte de Cristo en la cruz puede
remover el juicio, el castigo del pecado de su vida y de la mía.
Cristo puede llevar esa carga por usted, debido a Su muerte en
la cruz. Si usted no le ha confiado su vida todavía, lo puede
hacer ahora mismo. Continuando ahora con nuestro estudio,
leemos en el versículo 3 de este capítulo 3 de Nehemías, donde
tenemos
La puerta del Pescado
"Los hijos de Senaa edificaron la puerta del Pescado; la
enmaderaron y levantaron sus puertas, con sus cerrojos y sus
barras".
Aquí tenemos la puerta del Pescado. Ésta era la puerta por la
cual los pescadores traían el pescado del Mediterráneo y del río
Jordán. A ellos les gustaba comer mucho pescado en esos días,
y esa puerta no resultaba muy difícil de localizar en aquellos
días por medio del sentido del olfato. Ahora, ¿qué simbolizaba
esta puerta del Pescado? Bien, el Señor Jesucristo les dijo a
aquellos que le seguían: "Os haré pescadores de hombres".
(Mateo 4:19).
Una vez que los discípulos de Jesús comprendieron todos los
hechos del evangelio, Él les dijo, según el relato de Lucas
24:49: "Quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que
seáis investidos de poder desde lo alto". Ellos necesitaban ser
bautizados por el Espíritu Santo, habitados por el Espíritu
Santo, regenerados por el Espíritu Santo, y después, llenos del
Espíritu Santo. Y en el día de Pentecostés ellos fueron llenos
del Espíritu Santo y se convirtieron en pescadores de hombres.
No pescando ya en el mar de Galilea, sino pescando en el
mundo entero. Hoy, eso es lo que Dios le está diciendo a los
Suyos, a los que le pertenecen. Dios no le está pidiendo al no
creyente, a la persona que aún no ha sido salva, que sea
pescadora de hombres. ¿Cómo podría serlo? Ni siquiera sabría
de qué está hablando Dios. Pero Él le está diciendo hoy a los
Suyos, a los que ha salvado: "Yo quiero que vosotros seáis
pescadores de hombres".
Creemos que en el día de hoy, debemos ser pescadores de
personas de diversas maneras. No estamos de acuerdo con
aquellas personas que insisten en que uno tiene que ir
llamando de puerta en puerta. No creemos que todos podamos
hacer eso. Pensamos que algunas personas pueden dar
testimonio de su fe de forma algo diferente. La evangelización
por medio de la oración, por ejemplo, es un medio efectivo para
alcanzar a la gente. Todos tenemos diferentes dones o
capacidades espirituales. Dios nos ha creado a todos diferentes
unos a otros. Y hay varios métodos para difundir el Evangelio.
Pero estamos seguros que, figurativamente hablando, todos
nosotros, de alguna forma u otra, debemos pasar por la puerta
del Pescado. Y usted puede tener una parte importante en la
propagación de la Palabra de Dios en el día de hoy. No
olvidemos que el Señor Jesucristo dijo: "Quiero que me sigáis,
y yo os haré pescadores de hombres".
Cuando llegamos al versículo 4, vemos que se menciona una
lista de varias personas que trabajaron en la obra de
reedificación de las murallas. Resulta hermoso pensar que sus
nombres han sido escritos en el Libro de la Vida. Algunos de
los nombres resultarán difíciles de pronunciar, y otros
parecerán extraños. Los vemos por primera y única vez, y
podría ser que sean desconocidos para nosotros, sin embargo,
lo importante es que esos nombres fueron conocidos por Dios.
Ellos ayudaron a reedificar las murallas de Jerusalén y en algún
día futuro, serán recompensados por su labor.
Para Dios, ningún ser humano es un individuo anónimo,
desconocido. Y aquellos que, reconociendo que están lejos de
Él, aceptan su oferta de gracia, el Evangelio, el mensaje de la
Salvación, personificado en el Señor Jesucristo, se convierten
en Sus hijos. No olvidemos que aquellas murallas, junto con la
ciudad, fueron destruidas como castigo por el pecado, por la
idolatría de un pueblo. Toda vida alejada de Dios, se encuentra
destruida por los efectos del pecado y la maldad humana. Hay
personas cuya existencia en este mundo se parece mucho a un
montón de escombros esparcidos por el suelo, que ningún
esfuerzo humano puede volver a reunir para formar una nueva
construcción, un todo coherente, un nuevo organismo. Esas
vidas necesitan ser restauradas a los propósitos originales de
Dios, el Creador. Aquella puerta de las ovejas, por la que Cristo
entró, siendo el Cordero de Dios que iba a ser sacrificado, nos
señala hoy al Salvador, al único que puede apartar el poder
destructivo del pecado de la vida de las personas. Estimado
oyente, la única manera en la que usted puede comenzar una
relación con Dios, es dirigiendo una mirada de fe a la cruz, en
la que Cristo murió por usted, aceptándole como su Salvador.
Entonces, se convertirá usted en un hijo de Dios y entonces,
por su Espíritu, Él comenzará la obra de reconstrucción de su
vida. Él reunirá los trozos rotos dispersos, apartará los
escombros inútiles, y reparará los daños que el pecado causó.
Porque, como dijo San Pablo, "el que está unido a Cristo es una
nueva persona. Las cosas viejas pasaron; han sido hechas
nuevas".

Reconstrucción de muros y puertas, cada


familia un tramo
Nehemías 3:5-26
En nuestro programa anterior, comenzamos un recorrido a
través de las puertas de los muros de Jerusalén que se relata
en el capítulo 3 del libro de Nehemías. El relato de la
reedificación de los muros de Jerusalén ha sido presentado de
una manera atractiva y didáctica. Las diez puertas de la ciudad
nos cuentan la historia de las obras realizadas, comenzando
por la puerta de las ovejas, y finalizando con esa misma puerta.
Estas diez puertas fueron seleccionadas para contar la historia
del Evangelio. Ellas exponen el plan de Dios para la salvación.
Comenzamos en nuestra última sesión con la puerta de las
Ovejas que simbolizaba la cruz de Cristo, y allí es donde
debemos comenzar nuestra relación con Dios. Tenemos que ir
a ese lugar, Él nos encuentra en la cruz. La Cruz es el único
lugar donde Dios puede reunirse con el mundo. El Señor
Jesucristo lo expresó con toda claridad cuando dijo: "Yo soy el
camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre sino por
mí". De modo que, usted, estimado oyente, debe ir a la puerta
de las Ovejas, a la cruz de Cristo. Cuando usted lo recibe y lo
acepta como su Salvador, entonces Él quiere hablarle acerca
de algunas otras cosas; y es así como llegamos entonces, a la
puerta del Pescado. Y allí Él nos dice que debemos seguirle y
convertirnos en pescadores de hombres. Ahora, hay diferentes
maneras por medio de las cuales uno puede llegar a ser
pescador de hombres, como hemos indicado ya en nuestro
programa anterior.
Cuando llegamos al versículo 4, vimos que se menciona una
lista de varias personas que trabajaron en la obra de
reedificación de las murallas. Resulta hermoso pensar que sus
nombres han sido escritos en el Libro de la Vida. Algunos de
los nombres resultarán difíciles de pronunciar, y otros
parecerán extraños. Los vemos por primera y única vez, y
podría ser que sean desconocidos para nosotros, sin embargo,
lo importante es que esos nombres fueron conocidos por Dios.
Ellos ayudaron a reedificar las murallas de Jerusalén y en algún
día futuro, serán recompensados por su labor.
Leamos ahora el versículo 5, de este capítulo 3 de Nehemías:
"Y a su lado colaboraron los tecoítas; pero sus notables no se
prestaron a ayudar a la obra de su Señor".
Aquí tenemos una clase de personas que pensaron que eran
demasiado importantes como para ponerse a hacer un trabajo
como éste, de reedificar los muros, o quizás ellos tenían alguna
otra excusa, o no querían estropearse sus manos levantando
las rocas que formaban los muros de Jerusalén. Si usted
hubiera visto las piedras de las murallas de Jerusalén se
sorprendería al comprobar el trabajo que debió dar el
levantarlas para formar el muro, y quizás sentiría simpatía por
los personajes importantes de los tecoítas. Ellos simplemente
no quisieron doblegar sus espaldas ni jugarse el tipo en ese
arduo trabajo. Se requería mucha fuerza para poder levantar
esas rocas que eran necesarias para la edificación; y por tanto,
había muchos brazos, y piernas, y espaldas doloridas por todo
el esfuerzo que debía realizarse. Posiblemente no había una
sola parte del cuerpo que no les doliera a esos trabajadores.
Entonces, estos grandes personajes de mucha importancia e
influencia de los tecoítas, fallaron en su responsabilidad,
pensaban que esto era demasiado esfuerzo para ellos. De
cualquier manera, ellos no quisieron poner manos a la obra y
abandonaron la tarea.
Un detalle interesante observar que ellos estaban junto a la
puerta del Pescado, que simboliza el testimonio activo, así que
ellos no fueron testigos de Dios en absoluto. Estimado oyente,
yo no sé en cuanto a usted, pero a mí no me habría gustado
estar en un grupo como ese. No me hubiera agradado tener
que haber sido mencionado en la Palabra eterna de Dios como
una persona que no hizo lo que Él me pidió que hiciera. Nos
tememos, estimado oyente, que en la actualidad hay muchos
cristianos que no están haciendo lo que Dios les ha pedido que
hagan. Estamos hablando de personas creyentes, que son
salvas, no de personas no creyentes. El escritor del libro de los
Proverbios, en el capítulo 11, versículo 26 dijo: "Al que acapara
el grano, el pueblo lo maldecirá; pero bendición cubre la cabeza
del que lo vende". El grano aquí representa a la Palabra de
Dios. Es algo terrible acaparar, retener la Palabra de Dios ante
aquellos que tienen hambre espiritual. Estimado oyente, ¿se ha
detenido usted a pensar en ello? Volvamos a leer
detenidamente este versículo que mencionamos aquí en
Proverbios: "Al que acapara el grano, el pueblo lo maldecirá;
pero bendición será sobre la cabeza del que lo vende". Se nos
dice que habrá ciertas personas en la eternidad que se
levantarán y llamarán a algunos, bienaventurados. Y pensamos
que habrá gente que se levantará en el infierno y maldecirá a
algunos que han ido al cielo porque ellos no quisieron compartir
con ellos el grano, como se nos dice aquí. Hay gente hoy que
no están compartiendo el alimento espiritual que es la Palabra
de Dios con aquellos que desesperadamente la necesitan. El
Señor Jesucristo dijo: "Venid en pos de mí, y os haré
pescadores de hombres". Si vamos a hacer Su voluntad hoy,
en alguna parte tenemos que implicarnos activamente en un
movimiento que esté difundiendo la Palabra de Dios. Y como
se trata de un gran esfuerzo, ninguno de nosotros lo puede
hacer en forma individual, sino que debe realizarlo en equipo,
con la ayuda de otros. Leamos ahora el versículo 6 de este
capítulo 3, en el que llegamos a la tercera puerta que es
La puerta Vieja
"La puerta Vieja fue restaurada por Joiada hijo de Paseah y
Mesulam hijo de Besodías, quienes la enmaderaron y
levantaron sus puertas, con sus cerrojos y sus barras".
Hemos notado aquí que se menciona la puerta Vieja. Cuando
uno visita la ciudad de Jerusalén y observa las puertas, quizás
se pregunte ¿cuál de ellas es la puerta Vieja? porque todas
tienen el mismo aspecto de puertas antiguas. Pero esta fue
llamada la puerta Vieja, una de las que había estado allí desde
el mismo comienzo y este grupo de personas la repararon.
Jeremías, capítulo 6, versículo 16, nos comunica el mensaje
que esta puerta vieja tiene para nosotros: "Así dijo el Señor:
Paraos en los caminos, mirad y preguntad por las sendas
antiguas, cuál sea el buen camino. Andad por él, y hallaréis
descanso para vuestras almas".
Nosotros estamos viviendo en un día en que todos estamos
interesados por las cosas nuevas. La sociedad de consumo nos
arrastra a estar pendientes de lo último, lo que esté de moda
o que lleve el nombre de una marca famosa, lo que incorpore
las últimas innovaciones de la técnica, lo que tenga un aspecto
más novedoso y atractivo. Y todo ello, a veces, sin reparar en
gastos, aunque nos endeudemos cada día un poco más. En
nuestro tiempo todo cambia con gran rapidez,
vertiginosamente y no nos da realmente tiempo para
adaptarnos a los cambios. Y es esta búsqueda constante por
algo nuevo lo que frecuentemente conduce a muchos a la
frustración, a un callejón sin salida. En esta carrera incesante
nos estamos alejando, quizás sin darnos cuenta, de ciertas
realidades espirituales. Y necesitamos acercarnos a Aquel que
dijo, en Mateo 11:28-30: "Venid a mí todos los que estáis muy
cansados y cargados, y yo os haré descansar. Tomad mi yugo
sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de
corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi
yugo es fácil y mi carga ligera". Así que, en medio de este
torbellino ruidoso y espectacular, podemos encontrar un
reposo, un descanso en nuestra relación con el Señor
Jesucristo. El corazón humano necesita algo más que lo que
esta época materialista puede ofrecer. En ese sentido,
necesitamos volver a los senderos antiguos, es decir, a los
preceptos y normas de la Palabra de Dios para vivir en
conformidad, en paz y armonía con la voluntad de Dios. Porque
tales senderos antiguos, además de ser antiguos, son
atemporales.
Continuemos leyendo el versículo 8:
"Junto a ellos trabajó Uziel hijo de Harhaía, de los plateros"
Ahora, ¿le llama la atención esto como algo fuera de lo común?
Ya dijimos que las rocas y las piedras que se usaban en los
muros de Jerusalén eran bastante grandes y pesadas. Y aquí
tenemos a los plateros. Bueno, por lo general estas personas
trabajaban sentadas en bancos y con piezas de tamaño
reducido. Ellos no estaban acostumbrados a trabajar con
piedras grandes como éstas. Y aunque esta tarea era bastante
dura para los plateros, ellos lo hicieron, y Dios registró su labor
y lo señaló aquí, haciendo constar expresamente que los
plateros hicieron su trabajo. Hay personas que hoy están
haciendo verdaderos sacrificios por Dios y realizando tareas
difíciles. Dios, estimado oyente, toma nota de todo esto. Luego
notemos aquí al siguiente grupo que se menciona en este
mismo versículo 8, en su segunda parte, donde dice:
"con quien colaboró también Hananías, hijo de un perfumero.
Así terminaron la reparación de Jerusalén hasta el muro
ancho".
Podemos decir que esta persona era un farmacéutico, y como
usted ya sabe, esta gente está acostumbrada a trabajar con
píldoras, o sea, con elementos pequeños. Los encontramos
aquí trabajando con estas grandes y pesadas piedras. Y Dios
también tomó nota de ello y lo mencionó aquí en Su Palabra.
Es bueno poder apreciar a estas personas que se dedicaron
realmente a la obra del Señor Jesucristo, a pesar de tener que
realizar tareas tan diferentes a su profesión habitual, y para lo
cual quizás no estaban físicamente preparados. Continuemos
leyendo el versículo 12:
"Junto a ellos trabajó en la restauración Salum hijo de Halohes,
gobernador de la mitad de la región de Jerusalén, él con sus
hijas".
Aquí tenemos, como hoy, a mujeres que quisieron tener las
mismas oportunidades de trabajo. Aparentemente, Salum no
tenía hijos varones y sus hijas estuvieron dispuestas a ayudarle
a restaurar las murallas de Jerusalén. Vemos aquí que Dios no
pasó por alto estos detalles y los registró.
Continuemos leyendo el versículo 13, que nos habla sobre
La puerta del Valle
"La puerta del Valle la restauró Hanún con los habitantes de
Zanoa; ellos la reedificaron y levantaron sus puertas, con sus
cerrojos y sus barras, y cuatrocientos cincuenta metros del
muro, hasta la puerta del Muladar".
Ésa era la puerta que permitía la salida de la gente que estaba
en Jerusalén hacia abajo, en dirección al valle. Y podría haber
estado en cualquier lado de la ciudad, porque era necesario
descender al valle para salir de Jerusalén. Y, figurativamente
hablando, esa es la puerta a través de la cual muchos de
nosotros somos llamados a salir.
El pensar en esta puerta nos recuerda el valle de la sombra de
la muerte, y creemos que todos estamos caminando en esa
dirección. Eso es lo que David quiso decir al mencionar ese
valle en su Salmo 23. En nuestra vida, es como si nosotros
estuviéramos caminando por un paso estrecho entre dos altas
montañas. A medida que uno va descendiendo por él, se va
haciendo cada vez más estrecho hasta que, si el Señor no viene
antes, uno cruzará esa puerta.
Pero esta Puerta del Valle también tiene su lado práctico. Es la
puerta de la humildad. Dios muchas veces nos tiene que guiar
por medio de problemas y dificultades para enseñarnos algunas
lecciones. Se nos dice que la fe desarrolla en nosotros
diferentes virtudes y una de ellas es la humildad de corazón.
En la carta a los Colosenses, Pablo les dijo que deberían
vestirse como escogidos de Dios, con humildad y
mansedumbre. Esto es algo que uno no puede cultivar, por su
propio esfuerzo humano. Tiene que venir de adentro, es decir,
es el fruto del Espíritu Santo.
Se cuenta la historia de cierto joven predicador que estaba
estudiando para entrar al ministerio, y a quien habían invitado
a predicar. Él nunca lo había hecho antes pero pensaba que,
ya que era el mejor de su clase, que no tenía necesidad de
mucha preparación para su sermón. Cuando subió al púlpito
con una actitud de suficiencia y observó a la congregación, todo
se tornó en confusión para él. Se dio cuenta que era mucho
más fácil escribir un sermón en un papel en su hogar, que el
presentarse ante el público y predicarlo. Y se asustó bastante
y se olvidó de todo lo que pensó que sabía. Cuando terminó su
sermón bajó del púlpito sintiéndose bastante avergonzado y
con un gesto de humildad. Entonces se le acercó una ancianita
que le había estado observando atentamente desde el
momento en que había subido al púlpito hasta que terminó de
hablar y le dijo: "Joven, si usted hubiera subido al púlpito en la
forma en que bajó de él, entonces, usted hubiera bajado en la
forma en que subió". Usted bien sabe, estimado oyente, que
Dios nos matricula con frecuencia en la escuela de la humildad.
Y ésa es la puerta por la cual muchos de nosotros debemos
pasar. Continuando ahora con la lectura del 14, vemos que se
nos habla de
La puerta del Muladar
"Reedificó la puerta del Muladar Malquías hijo de Recab,
gobernador de la provincia de Bet-haquerem; él la reedificó y
levantó sus puertas, sus cerrojos y sus barras".
Esta puerta del Muladar es una puerta muy importante para la
salubridad de la ciudad, pero no se dice mucho sobre ella. De
paso podemos decir que la puerta del Muladar es la que uno
debe utilizar hoy para llegar al muro de los lamentos en
Jerusalén. Pero en los días de Nehemías, estaba situada en el
ángulo suroeste del Monte de Sión. Por la puerta del muladar
se sacaban los desperdicios y la basura. Pero, como ya hemos
dicho, no se encuentra allí en el día de hoy. Ahora, en nuestras
vidas cristianas se puede acumular la basura y el apóstol Pablo
nos dijo en su Segunda carta a los Corintios, capítulo 7,
versículo 1: "Por tanto, amados, teniendo estas promesas,
limpiémonos de toda inmundicia del cuerpo y del espíritu,
perfeccionando la santidad en el temor de Dios". Pablo trató
este tema de la vida cristiana, tanto como cualquier otro.
Tenemos que reconocer que necesitamos confesar nuestros
pecados a Dios. Una confesión honesta es el medio por el cual
eliminamos la basura. Recordemos las palabras de 1 Juan 1:9
"Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para
perdonar nuestros pecados y para limpiarnos de toda maldad".
Ahora, en el versículo 15 de este capítulo 3 de Nehemías,
tenemos
La puerta de la Fuente
"Salum hijo de Colhoze, gobernador de la región de Mizpa,
restauró la puerta de la Fuente; él la reedificó, la enmaderó y
levantó sus puertas, sus cerrojos y sus barras; también el muro
del estanque de Siloé junto al huerto del rey, hasta las gradas
que descienden de la ciudad de David".
La puerta de la Fuente, creemos que se refiere a aquella que
el Señor mencionó cuando le dijo a la mujer samaritana junto
al pozo: "pero el que beba del agua que yo le daré, no tendrá
sed jamás, sino que el agua que yo le daré se convertirá en él
una fuente de agua que brote para vida eterna". (Juan 4:14) Y
también más adelante, en la fiesta de los tabernáculos, Él se
puso en pie y dijo: "El que cree en mí, como ha dicho la
Escritura, de lo más profundo de su ser brotarán ríos de agua
viva". (Juan 7:38) Y luego, en el versículo siguiente, el apóstol
Juan, explicó lo que Jesús dijo: "Pero Él decía esto del Espíritu
que los que habían creído en Él habían de recibir; porque el
Espíritu no había sido dado todavía, pues Jesús aún no había
sido glorificado". Y el apóstol Pablo pudo decir en su carta a los
Romanos, capítulo 8, versículo 9: "Sin embargo, vosotros no
estáis en los deseos de la débil condición humana sino en el
Espíritu, si en verdad el Espíritu de Dios habita en vosotros.
Pero si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, el tal no es de él".
Por lo tanto, la puerta de la Fuente nos enseña que cada
creyente tiene en sí mismo el Espíritu de Dios y necesita ser
llenado, es decir, controlado por el Espíritu de Dios. Y cuando
él está controlado por el Espíritu, no es simplemente un pozo,
sino una fuente de agua viva que brotará de él para bendecir a
otras personas. Y todos nosotros deberíamos ser una bendición
para otros en los días que vivimos.
Cuando uno continúa leyendo todo el capítulo 3 de Nehemías,
algo que nosotros no vamos a hacer ahora, llega al versículo
26, que nos habla de la séptima puerta que es
La puerta de las Aguas
"Los sirvientes del Templo que habitaban en Ofel trabajaron en
la restauración hasta frente a la puerta de las Aguas al oriente
y la torre que sobresalía".
Ahora, la puerta de las Aguas se utilizaba para introducir agua
en la ciudad. Había un acueducto que traía algo de agua, pero
no toda provenía de allí. El resto del agua era traída por la
puerta de las Aguas.
Ahora, ¿de qué nos habla esta puerta de las Aguas? Bueno,
pensamos que la puerta de las Aguas nos habla de la Palabra
de Dios. Aquí es donde Esdras instaló un púlpito, y eso lo
veremos más adelante en este Libro. Cuando él colocó ese
púlpito en la Puerta de las Aguas, desde allí leyó la Palabra de
Dios. El lugar que él utilizó, junto a esta puerta, fue simbólico,
no fue elegido accidentalmente. El Nuevo Testamento deja esto
bien claro cuando habla de ser lavados en agua por la Palabra.
El Señor Jesucristo dijo a los Suyos en el aposento alto, según
Juan 15:3, "Vosotros ya estáis limpios por la palabra que os he
hablado". Y luego en este mismo evangelio, capítulo 17,
versículo 17, en su oración a favor de los discípulos, Jesús dijo:
"Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad.2 De modo
que, la puerta de las Aguas es un símbolo de la Palabra de Dios.
Y nosotros somos purificados por el agua de esa Palabra. Y es
a través de esa puerta que estamos tratando de difundir la
Palabra.
El Salmista, en el Salmo 119:9, hizo una pregunta y presentó
la respuesta: "¿Cómo puede el joven guardar puro su camino?
Guardando tu palabra". El hecho sorprendente fue que la
puerta de las Aguas no fue reparada. Aparentemente, cuando
las otras puertas y murallas fueron derribadas, la puerta de las
Aguas permaneció intacta. Este fue un hecho extraño. No
necesitó ningún trabajo de reparación. ¿Acaso no nos dice nada
esto? Es que la Palabra de Dios no necesita ninguna reparación.
Permanece intacta.
Algunas personas hoy consideran importante probar que la
Biblia es la Palabra de Dios. Y también hay otros que se dedican
a probar que la Biblia no es la Palabra de Dios. En un principio,
nos hemos dedicado a un ministerio apologético que exponía
las pruebas de que la Biblia es la Palabra de Dios. Sin embargo,
hemos aprendido que no necesitamos probar que la Biblia es
la Palabra de Dios. Nuestro deber es proclamarla, difundirla, y
el Espíritu de Dios se ocupará de ello. Hemos llegado a la
conclusión de que la Biblia es, en efecto, la Palabra de Dios. No
es que razonamos o pensamos que lo sea, sino que sabemos
que lo es. Y sabemos lo que ella puede hacer por usted hoy,
estimado oyente. Esa Palabra no necesita de nuestro débil
apoyo. Ella se cuida, se protege a sí misma.
Un predicador dijo en una ocasión: "Yo no necesito defender a
la Palabra de Dios; ella sola se defiende a sí misma. Es como
tener un león en una jaula en el jardín trasero de tu casa. Usted
no necesita guardianes para proteger al león de los gatos del
vecindario. Simplemente, abra usted la puerta de la jaula y el
león ya se cuidará de sí mismo. Y también se ocupará de los
gatos". Así ha sido y es la Palabra de Dios a través de los siglos.
Necesita ser entregada, divulgada. Y como aquella puerta de
las Aguas, no necesita ninguna reparación y, por supuesto, no
necesita que la apuntalemos con nuestros esfuerzos humanos.
Todo lo que el Señor nos pide, es que difundamos la Palabra
de Dios.
Continuaremos, Dios mediante, en nuestro próximo programa
con la octava, novena y la décima puerta, y luego
regresaremos a la Puerta de las Ovejas. Mientras tanto,
estimado oyente, le rogamos que permita que ante el mensaje
del evangelio que estas antiguas puertas de Jerusalén
proclaman, el Espíritu de Dios sensibilice su corazón para mirar
por la fe al Señor Jesucristo y para aceptar que Él murió en su
lugar en la cruz. Allí, el castigo de Dios cayó sobre Él, para que
usted pueda recibir hoy el perdón de sus pecados y la vida
eterna.

Reconstrucción por familias y oficios


Nehemías 3:28-32
Estimado oyente, en estos días estamos recorriendo los muros
de Jerusalén y pasando a través de las puertas que estaban en
esos muros, como si entráramos y saliéramos a través de cada
una de ellas. Recordemos que había diez puertas en esos
muros, y hoy vamos a leer en el versículo 28 de este capítulo
3 de Nehemías, donde se menciona la octava de las puertas.
Pero antes diremos que en nuestro programa anterior,
mencionamos la puerta de las Aguas. Ahora, ¿De qué nos habla
esta puerta de las Aguas? Bueno, pensamos que la puerta de
las Aguas nos habla de la Palabra de Dios. Aquí es donde Esdras
instaló un púlpito, y eso lo veremos más adelante en este Libro.
Cuando él colocó ese púlpito en la Puerta de las Aguas, desde
allí leyó la Palabra de Dios. El lugar que él utilizó, junto a esta
puerta, fue simbólico, no fue elegido accidentalmente. El Nuevo
Testamento deja esto bien claro cuando habla de ser lavados
en agua por la Palabra. El Señor Jesucristo dijo a los Suyos en
el aposento alto, según Juan 15:3, "Vosotros ya estáis limpios
por la palabra que os he hablado". Y luego en este mismo
evangelio, capítulo 17, versículo 17, en su oración a favor de
los discípulos, Jesús dijo: "Santifícalos en tu verdad; tu palabra
es verdad". De modo que, la puerta de las Aguas es un símbolo
de la Palabra de Dios. Y nosotros somos purificados por el agua
de esa Palabra. Y es a través de esa puerta que estamos
tratando de difundir la Palabra.
El Salmista, en el Salmo 119:9, hizo una pregunta y presentó
la respuesta: "¿Cómo puede el joven guardar puro su camino?
Guardando tu palabra". El hecho sorprendente fue que la
puerta de las Aguas no fue reparada. Aparentemente, cuando
las otras puertas y murallas fueron derribadas, la puerta de las
Aguas permaneció intacta. Éste fue un hecho extraño. No
necesitó ningún trabajo de reparación. ¿Acaso no nos dice nada
esto? Es que la Palabra de Dios no necesita ninguna reparación.
Permanece intacta.
Algunas personas hoy consideran importante probar que la
Biblia es la Palabra de Dios. Y también hay otros que se dedican
a probar que la Biblia no es la Palabra de Dios. En un principio,
nos hemos dedicado a un ministerio apologético que exponía
las pruebas de que la Biblia es la Palabra de Dios. Sin embargo,
hemos aprendido que no necesitamos probar que la Biblia es
la Palabra de Dios. Nuestro deber es proclamarla, difundirla, y
el Espíritu de Dios se ocupará de ello. Hemos llegado a la
conclusión de que la Biblia es, en efecto, la Palabra de Dios. No
es que razonamos o pensamos que lo sea, sino que sabemos
que lo es. Y sabemos lo que ella puede hacer por usted hoy,
estimado oyente. Esa Palabra no necesita de nuestro débil
apoyo. Ella se cuida, se protege a sí misma.
Un predicador dijo en una ocasión: "Yo no necesito defender a
la Palabra de Dios; ella sola se defiende a sí misma. Es como
tener un león en una jaula en el jardín trasero de tu casa. Usted
no necesita guardianes para proteger al león de los gatos del
vecindario. Simplemente, abra usted la puerta de la jaula y el
león ya se cuidará de sí mismo. Y también se ocupará de los
gatos". Así ha sido y es la Palabra de Dios a través de los siglos.
Necesita ser entregada, divulgada. Y como aquella puerta de
las Aguas, no necesita ninguna reparación y, por supuesto, no
necesita que la apuntalemos con nuestros esfuerzos humanos.
Todo lo que el Señor de la Palabra nos pide, es que la
difundamos.
Iniciemos nuestra lectura de hoy leyendo el versículo 28, de
este capítulo 3 de Nehemías, que nos habla de la octava puerta,
que era
La puerta de los Caballos
"Desde la puerta de los Caballos trabajaron en la restauración
los sacerdotes, cada uno frente a su casa".
¿De qué nos habla entonces la puerta de los Caballos? Bueno,
el caballo era el animal que utilizaban los guerreros. Nos
preguntamos, si usted, amigo oyente, ha notado esto cuando
lee las Escrituras. Zacarías 1:8 menciona a un hombre que iba
montado en un caballo rojo. Detrás de él iban caballos rojos,
castaños y blancos. En el Libro de Apocalipsis 6:4 dice:
"Entonces salió otro caballo rojo, y al que estaba montado en
él se le concedió quitar la paz de la tierra y que los hombres se
mataran unos a otros; y se le dio una gran espada". Estos son
caballos simbólicos y son poderes haciendo la guerra.
Ahora, el Señor Jesucristo entró a la ciudad de Jerusalén
montado en un pequeño asno. Él no estaba demostrando que
era humilde al montar en un pollino, como creemos nosotros.
Ése era el animal sobre el cual montaban los reyes. En aquellos
días no era considerado un animal humilde. Los hombres sólo
montaban en caballos en tiempos de guerra. Los caballos eran
un símbolo de la guerra.
La puerta de los caballos nos habla del servicio de soldado que
tiene el creyente en el día de hoy. Recordemos lo que dijo el
apóstol Pablo en su epístola a los Efesios 2:6, "y con Él nos
resucitó, y con Él nos sentó en los lugares celestiales, con
Cristo Jesús". Esa gran verdad se encuentra expuesta en la
primera parte de Efesios, pero en la segunda parte, el apóstol
Pablo nos dijo en 4:1, "Os ruego que viváis de una manera
digna de la vocación con que habéis sido llamados". De modo
que, por decirlo así, tenemos nuestra cabeza en los lugares
celestiales, pero nuestros pies están aquí en la tierra firme,
donde debemos vivir. Y no sólo eso, sino que en el capítulo
6:11 de Efesios, el apóstol Pablo nos dijo: "revestíos con toda
la armadura de Dios para que podáis estar firmes contra las
insidias del diablo". Hay una batalla en la cual luchar y es una
gran batalla espiritual. Nosotros no estamos luchando contra
gente de carne y hueso sino contra fuerzas espirituales
malignas que tienen mando, autoridad y dominio sobre un
mundo lleno de oscuridad. Y hoy, en algunos círculos, existe
un interés creciente en la Palabra de Dios pero también hay
muchos adversarios. El apóstol Pablo, en su día, dijo
precisamente esto en 1 Corintios 16:9, donde leemos lo
siguiente: "Se me ha abierto puerta grande para el servicio
eficaz, y hay muchos adversarios".
Debemos decir que hay muchos adversarios en el día de hoy y
que necesitamos protegernos con los recursos espirituales,
como dijo el apóstol Pablo, con la llamada armadura provista
por Dios. Se nos dijo que debíamos tomar la espada del
Espíritu, que es la Palabra de Dios. Y ésa es el único arma que
queremos usar.
Pero el apóstol Pablo también le dijo a un joven predicador, en
su Segunda carta a Timoteo, capítulo 2, versículo 3: "Sufre
penalidades conmigo, como buen soldado de Jesucristo". Eso
nos habla estimado oyente, de que usted y yo hoy, vamos a
enfrentarnos con batallas espirituales en las tendremos que
luchar. Y si usted no está en esa clase de lucha en el día de
hoy, aparentemente no está ocupando su posición a favor del
Señor. Porque la batalla está teniendo lugar en muchos
lugares. Y si usted adopta una posición firme por el Señor en
el día de hoy, alguien tratará de derribarlo. Muchos de los
creyentes en Dios, en la actualidad, están pasando por grandes
dificultades a causa de esta lucha espiritual.
Bien, llegamos ahora a la novena puerta. Leamos entonces el
versículo 29, que nos presenta
La puerta Oriental
"Después de ellos, Sadoc hijo de Imer restauró frente a su
casa; y después de él Semaías hijo de Secanías, guarda de la
puerta Oriental".
Esta Puerta Oriental nos llena de expectativa y entusiasmo.
Obviamente, estaba situada en la parte oriental de la ciudad.
Era la primera puerta que se abría por la mañana. En la
actualidad está cerrada. Muchos piensan que ésta es la puerta
por la cual pasará el Señor Jesucristo cuando regrese a la
tierra. Quizá lo haga, no lo sabemos, pero la Escritura no lo
dice. Pero sí dice que pasará por la puerta de Oro, que no se
encuentra en la muralla de la ciudad, sino en el templo. Ahora,
la puerta de Oro está en el templo, no en el muro de la ciudad.
Aunque está puerta está cerrada hoy, era la primera que se
abría por la mañana porque estaba orientada en dirección a la
salida del sol. Durante toda la noche el centinela estaba
patrullando el muro, caminando de un lugar a otro. Pero muy
temprano por la mañana llegaba a la puerta Oriental y se ponía
a observar el horizonte, esperando la primera señal del
amanecer. Quizá en la ciudad había personas inquietas que no
podían conciliar el sueño, por temor a que hubiera enemigos
en la oscuridad. Quizás se encontraban paseando de un lugar
para otro durante las horas de la noche. Finalmente, uno de
ellos se levantaría y preguntaría al centinela: "¿Cuándo se
acabará esta noche?" Y el centinela contestaría: "Bueno,
todavía está oscuro afuera, pero ya se acerca la mañana". Y
luego de un rato, comenzaba a aparecer un brillo de luz en el
horizonte oriental. Finalmente el centinela al observarlo decía:
"Ya comienza a amanecer y puedo ver que afuera no hay
ningún enemigo y que ya sale el sol". Y nos podemos imaginar
el suspiro de alivio que salía de los pechos de las personas
inquietas y preocupadas por toda la ciudad.
Estimado oyente, figurativamente hablando, todos los
creyentes deberían estar reunidos en la puerta Oriental porque
se puede observar en estos momentos un poco de luz en el
horizonte, y el sol puede aparecer muy pronto. Pero antes que
aparezca el sol, la estrella de la mañana se hará visible. ¿Por
qué? Bueno, en la Primera carta del apóstol Pablo a los
Tesalonicenses, capítulo 4, versículos 16 al 18, leemos:
"Porque el Señor mismo descenderá del cielo con voz de
mando, con voz de arcángel, y con la trompeta de Dios, y los
muertos en Cristo se levantarán primero. Entonces nosotros,
los que estemos vivos y que permanezcamos, seremos
arrebatados juntamente con ellos en las nubes al encuentro del
Señor en el aire, y así estaremos con el Señor siempre. Por
tanto, confortaos unos a otros con estas palabras". Estimado
oyente, esto nos habla del arrebatamiento de la Iglesia. La
Escritura dice que Él llegará y arrebatará a los Suyos,
sacándolos de este mundo antes de que salga el sol. Y en estos
momentos ya tenemos un cierto resplandor de luz en el
horizonte. Las Sagradas Escrituras no autorizan a establecer
ninguna fecha para tal evento. Desafortunadamente en todas
las épocas ha habido personas que han tratado de fijar fechas
para el retorno del Señor. Pero sí creemos que la venida del
Señor está próxima y que el próximo gran evento será el
arrebatamiento de la Iglesia. Y nosotros, amigo oyente,
deberíamos estar viviendo aquella expectativa y la esperanza
que tenían los ciudadanos de Jerusalén en la antigüedad,
cuando en medio de la oscuridad de la noche comenzaba a
vislumbrarse la claridad que precedía a la salida del sol. Y éste
es el día cuando aunque nos parezca que es muy oscuro allá
afuera, ya se observa un poquito de luz, lo que nos da una
esperanza.
Pero antes de llegar a la próxima puerta leamos el versículo 30
de este capítulo 3 de Nehemías, dice:
"Tras él, Hananías hijo de Selemías y Hanún hijo sexto de Salaf
restauraron otro tramo; después de ellos, Mesulam hijo de
Berequías restauró, frente a su vivienda"
La razón por la cual leímos este versículo es que nos llamó la
atención un detalle. Todo lo que este hombre Mesulam hizo fue
reparar la parte de la muralla que se encontraba frente a su
casa. Y esto nos lleva a aplicar la siguiente lección. Estimado
oyente, quizá usted no sea capaz de ser testigo ante todo el
mundo, en lejanas tierras, o quizá no lo pueda hacer frente a
sus propios vecinos, pero sí puede dar testimonio de su fe a su
propia familia. Es hermoso en nuestros días tener a una familia
que es salva y es suya la responsabilidad de presentarles la
Palabra de Dios. De modo que, este hombre Mesulam reparó
el muro enfrente de su casa. Y pensamos que eso era todo lo
que Dios le pidió que hiciera. Y ahora sí llegamos al versículo
31, de este capítulo 3 de Nehemías, que nos habla de décima
puerta que es
La puerta del Juicio
"y después de él Malquías hijo del platero restauró hasta la
casa de los sirvientes del Templo y de los comerciantes, frente
a la puerta del Juicio, y hasta la sala de la esquina".
Ésta era la puerta de la revisión o de registro. Cuando un
extranjero llegaba a la ciudad, tenía que tener una visa. Bueno,
no como las que conocemos en el día de hoy, pero él debía
detenerse en la puerta para inscribirse. Y también era la puerta
de la inspección, de pasar revista. Cuando llegaba de regreso
el ejército que había salido a luchar en alguna batalla, los
soldados al regresar pasaban por esta puerta. Aquí fue donde
el rey David pasó revista a sus tropas cuando regresaban.
¡Cómo los amaba él! y ¡cómo lo amaban ellos! La mayoría de
ellos gustosamente hubiera entregado su vida por su rey.
Cuando ellos llegaban cansados y heridos de la lucha,
encontraban a su rey en la puerta para darles la bienvenida y
agradecerles por su lealtad y valor.
Como hemos leído en 1 Tesalonicenses 4, en el momento del
arrebatamiento de la Iglesia, seremos recogidos para
encontrarnos con el Señor en el aire. Hay personas que dicen
que eso va a ser ¡algo maravilloso! ¡Pues, sí, lo es! Pero, ¿sabe
usted que después de dicho arrebatamiento vamos a
presentarnos ante el tribunal de Cristo?
Escuchemos lo que dijo el apóstol Pablo en su Segunda carta a
los Corintios, capítulo 5, versículo 10: "Porque todos nosotros
debemos comparecer ante el tribunal de Cristo, para que cada
uno sea recompensado por sus hechos estando en el cuerpo,
de acuerdo con lo que hizo, sea bueno o sea malo".
Pues bien, éste no es el mismo juicio que el del Gran Trono
Blanco, mencionado en Apocalipsis 20:11-15. Solo los
creyentes comparecerán ante el tribunal de Cristo. Porque este
juicio no está relacionado con la salvación, sino con la
recompensa. Los creyentes, entonces, recibirán lo que les
corresponda, según lo bueno o lo malo que hayan hecho
mientras estaban en esta tierra. En base a ello, el apóstol Pablo
dijo en 2 Corintios 5:11, "Por eso, sabiendo que hay que tener
reverencia al Señor, procuramos convencer a los hombres".
Pablo estaba diciendo: "Yo quiero estar ocupado porque tendré
que presentar un informe sobre si estoy trabajando 8 horas por
día, o si le estoy dando al Señor 60 segundos de cada minuto;
60 minutos en cada hora; o 24 horas en cada día, y los 7 días
de la semana". Bajo la ley, los judíos deberían dar a Dios
solamente un día; pero el Señor dijo que, indiferentemente de
lo que hagamos, nuestra motivación debe ser la de hacerlo
para Él. Y Él va a examinar esas obras en ese día. Él va a
examinar de cerca cómo hemos vivido nuestra vida aquí en la
tierra. Este es, pues, el simbolismo de esta puerta. Como ya
hemos dicho, cuando los soldados regresaban a través de esta
puerta, el rey David estaba allí. Y él conocía al soldado cubierto
de cicatrices, que había luchado con denuedo, y él sabía lo que
había hecho. Entonces, de vez en cuando, él llamaba a uno de
los que estaban formados en filas y le decía: "Yo tengo un
premio, una recompensa para usted". Y habrá muchos
creyentes desconocidos para nosotros, y otros más conocidos,
que serán llamados aparte de las filas en ese día del tribunal
de Cristo, para ser recompensados. Esta puerta del Juicio
podría ser, algún día, una puerta maravillosa para usted y para
mí. Ahora veamos lo que dice el versículo 32:
"Entre la sala de la esquina y la puerta de las Ovejas,
trabajaron en la restauración los plateros y los comerciantes".
Ahora que ya hemos pasado por las diez puertas, regresamos
a la puerta de las ovejas. Hemos recorrido todo el camino
alrededor de las murallas de Jerusalén, porque ya estamos de
regreso en el punto de partida. Recordemos que la puerta de
las Ovejas simbolizaba la cruz de Cristo. O sea, que
comenzamos en la cruz de Cristo y finalizamos nuestra
caminata en la cruz de Cristo. Y esto es suma importancia y
valor, la cruz de Cristo.
Estimado oyente, comenzamos en la puerta de las Ovejas y
salimos por la misma puerta. Y creemos que a través de la
eternidad vamos a hablar sobre esta puerta de las Ovejas,
donde el Señor Jesucristo murió hace más de dos mil años en
el Gólgota, en el lugar de la Calavera; por sus pecados y los
míos. Y esta puerta nos recuerda el conocido pasaje Bíblico de
Isaías 53:5 y 6, que dice: "Mas él herido fue por nuestras
transgresiones, molido por nuestras iniquidades. El castigo, por
nuestra paz, cayó sobre Él, y por sus heridas hemos sido
sanados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, nos
apartamos cada cual por su camino; pero el Señor hizo que
cayera sobre Él la iniquidad de todos nosotros".
Este versículo comienza diciendo "todos". Todos somos iguales
en esto. No hemos ido todos en la misma dirección, ni hemos
recorrido la misma distancia. Pero todos nos hemos alejado de
Dios, nos hemos extraviado. Se dice que si las ovejas tienen
ocasión de perderse, seguramente se perderán. No hay otro
animal que sea tan impotente, que se encuentre tan indefenso,
vulnerable y sin esperanza de encontrar su rumbo que una
oveja que ha salido del corral. Otros animales conocen a sus
dueños, y encontrarán el camino de regreso al hogar. Pero no
así la oveja, vagará desorientada y perdida hasta que sea
atacada por los lobos o yazca herido o atrapada entre las rocas.
Así somos los seres humanos, en nuestro vagar sin Dios. La
esencia del pecado se revela en la expresión que destaca que
cada cual se apartó "por su camino", en vez de recorrer el
camino de Dios. Y la maldad tenía que ser castigada. Y el
apóstol Pedro resumió la obra de la gracia y misericordia de
Dios en la salvación en su primera carta, 2:24, citando también
al profeta Isaías, afirmó que el Señor Jesucristo llevó nuestros
pecados en Su cuerpo sobre la cruz, añadiendo también que
por Sus heridas, fuimos sanados de las heridas mortales del
pecado y la maldad. Por lo tanto, estimado oyente, la salvación
que Dios ha provisto, se encuentra disponible para usted y para
todo aquel que confíe en Él como su Salvador.

Respuesta de Nehemías a la oposición y


precauciones contra los enemigos
Nehemías 4:1-23
En el día de hoy, amigo oyente, llegamos al capítulo 4 de este
libro de Nehemías. El tema general es la respuesta de
Nehemías a la oposición exterior. Vimos en nuestro último
programa que Nehemías, que era un hombre ingenioso, usó
una estrategia especial para reconstruir la muralla alrededor
de la ciudad. Y mientras nosotros avanzábamos alrededor del
muro, vimos que diferentes grupos de personas habían sido
designadas para reedificar las correspondientes secciones,
para que estas secciones fueran reparadas a lo largo de todo
el recorrido, todas al mismo tiempo. En este capítulo se nos
dice que reedificaron hasta la mitad de la altura del muro. Los
enemigos descubrieron que reírse de ellos no había logrado
detener los trabajos, así que iban a emplear una nueva forma
para intentar interrumpir las obras de reedificación. Veamos
pues, ahora, lo que nos dice el primer versículo de este capítulo
4, de Nehemías:
"Cuando oyó Sanbalat que nosotros edificábamos el muro, se
enojó y enfureció mucho, y burlándose de los judíos",
Así que vemos que la risa no había conseguido detenerles,
porque, por el contrario, el trabajo había progresado. Así es
que, entonces utilizaría el arma de burlarse de ellos ante los
demás. Lo importante que debemos notar aquí es que él se
estaba burlando de aquello que era precioso para Dios, pero
que era despreciado por Sanbalat. Notemos entonces lo que
hizo el enemigo, leyendo el versículo 2:
"dijo delante de sus hermanos y del ejército de Samaria: ¿Qué
hacen estos débiles judíos? ¿Se les permitirá volver a ofrecer
sus sacrificios? ¿Acabarán en un día? ¿Resucitarán de los
montones del polvo las piedras que fueron quemadas?"
Estas preguntas que él estaba haciendo eran pertinentes. Eran
preguntas que incluso los del pueblo de Israel se estaban
haciendo a sí mismos. Ellos mismos se preguntaban si serían
capaces de completar la tarea. El poner en ridículo, el
avergonzar, es un método que el enemigo puede utilizar.
Continuemos leyendo el versículo 3:
"Y estaba junto a él Tobías, el amonita, el cual dijo: Lo que
ellos edifican del muro de piedra, si sube una zorra lo
derribará".
Tobías el amonita, que es una de esas personas que siempre
estaban tratando de contar chistes u ocurrencias, entró en
acción haciendo unas declaraciones sarcásticas y que, por
cierto, tenían un cierto sentido del humor.
Ahora, la zorra es un animal que camina de una manera muy
ágil, ligera. Puede caminar sobre la tierra y no dejar una huella
muy profunda. Puede subirse a una pared y no dejar ninguna
marca en ella. Él estaba diciendo que aquellos débiles judíos
estaban edificando un muro que hasta una zorra podría
derribar. Después de todo, algunos de los que edificaban eran
plateros, farmacéuticos y las mujeres. Así que podemos
imaginar cómo los pusieron en ridículo públicamente. Aquella
burla debió resultar desalentadora para esta gente que había
trabajado tan duramente. ¿Qué iba a hacer entonces
Nehemías? Bueno, el recurso de aquel hombre era la oración.
Observemos lo que hizo. Leamos los versículos 4 y 5, de este
capítulo 4 de Nehemías:
"¡Oye, Dios nuestro, cómo somos objeto de su desprecio! Haz
que su ofensa caiga sobre su cabeza y entrégalos por despojo
en la tierra de su cautiverio. No cubras su iniquidad ni su
pecado sea borrado delante de ti, porque se han airado contra
los que edificaban".
Es importante notar aquí que estas personas que trataron de
estorbar la edificación eran los enemigos de Dios, así como lo
eran de los judíos. Y la oración que Nehemías hizo fue una
oración bajo la ley. Bajo la ley ellos tenían el derecho de pedir
justicia. Ellos estaban en lo correcto al pedir que un juicio justo
cayese sobre sus enemigos, y Dios tiene interés en hacer
justicia. Esa opción no ha cambiado.
Sin embargo, el Señor Jesucristo ha establecido una conducta
inversa para aquellos que son creyentes en Él en el día de hoy.
Así que en la actualidad se nos dice que no debemos orar por
venganza. Sin lugar a dudas se nos dice en Efesios 4:32: "sed
más bien amables unos con otros, misericordiosos,
perdonándoos unos a otros, así como también Dios os perdonó
en Cristo". También vimos en la epístola a los Romanos 12.19,
hace algún tiempo, que el apóstol Pablo dijo: "Nunca os
venguéis vosotros mismos, sino dad lugar a la ira de Dios,
porque escrito está: mía es la venganza, yo pagaré, dice el
Señor". Hay ciertos temas que debemos poner en las manos
del Señor para que él se ocupe de ellos. Si intentamos
resolverlos nosotros por nuestra cuenta, significa que no
estamos viviendo por la fe.
Hay ciertas cosas de las que sí debiéramos ocuparnos. Y es
evidente también desde el punto de vista de las Escrituras, que
debiera efectuarse una censura o una reprensión. Vemos que
el apóstol Pablo, por ejemplo, les dijo a los Corintios que ellos
debían hacer frente a las cosa que andaban mal en la iglesia.
Y Pablo al escribirle a un joven predicador, a Timoteo, en su
segunda carta 4:2, lo último que le dijo fue: "Predica la
palabra; insiste a tiempo y fuera de tiempo; redarguye,
reprende, exhorta con mucha paciencia e instrucción". Él dice
"redarguye" que quiere decir, convencer de culpa o delito.
"Reprende" que quiere decir, amenazar o advertir. Y también
dice "exhorta", y esto quiere decir consolar. Y el hijo de Dios
tiene que usar la espada del Señor que es la Palabra de Dios.
Esa espada necesita ser clavada en las cosas que son corruptas
y malas en nuestras vidas. Pero también necesitamos aplicar
el bálsamo a un corazón herido. Hay veces cuando nosotros
debemos reprochar o redargüir como nos indicó Pablo. Que
Dios ayude al predicador o al maestro que en estos días
presentes no están siendo fieles en cuanto a estos asuntos.
Estamos viviendo en días en que la gente no quiere escuchar
nada que produzca escozor o que la enfrente con la realidad.
Las personas sólo desean escuchar mensajes elocuentes y
entretenidos, cuyo contenido o significado práctico se disuelve
o se esfuma en la nada. No quieren escuchar un mensaje que
trate directamente sobre su indiferencia y del pecado que hay
en sus vidas. Como resultado de eso, algunos sectores del
cristianismo no tienen nada que ofrecer, a menos que sea algo
agradable a los oídos y que no resulte molesto para la
conciencia. Hay muchas porciones de las Escrituras que son
dulces, pero hay también hay otras que son amargas, agrias.
Y hay muchas personas que no desean escuchar esas partes
correctivas, que reprochan cierto modo de vida, y que
produzcan esa convicción que resulta en una renovación
interior y en un compromiso firme con el Señor.
Pero bajo la ley, estimado oyente, esta gente que vemos en el
relato Bíblico, podía orar pidiendo que la justicia se ejecutase
sobre sus enemigos. Tenemos que recordar que estos hombres
que eran los enemigos del pueblo de Dios, también eran los
enemigos de Dios.
Sin embargo, la vida del pueblo de Dios no es simplemente una
vida de oración; también es un caminar y una lucha. Entonces,
¿qué hizo aquel pueblo? Leamos el versículo 6:
"Edificamos, pues, el muro, y toda la muralla fue terminada
hasta la mitad de su altura, porque el pueblo tuvo ánimo para
trabajar".
Nehemías ignoró el sarcasmo del enemigo, oró a Dios, y
continuó edificando. Así que la oposición realizada poniéndolos
en ridículo fue vencida por la determinación de la gente.
Leamos el versículo 7:
"Pero aconteció que oyeron Sanbalat, Tobías, los árabes, los
amonitas y los de Asdod que los muros de Jerusalén eran
reparados, pues ya las brechas comenzaban a ser cerradas, y
se enojaron mucho".
Ahora, cuando el enemigo vio que el reírse de ellos, y el
ponerles en ridículo públicamente no iba a detener la
edificación de las murallas, comenzaron a moverse en otra
dirección. Estaban realmente enfadados. Leamos los versículos
8 y 9:
"Conspiraron luego todos a una para venir a atacar a Jerusalén
y hacerle daño. Entonces oramos a nuestro Dios, y por culpa
de ellos montamos guardia contra ellos de día y de noche".
Y aquí nuevamente vemos que la oración era el recurso y la
fuente de ayuda de Nehemías. Su lema era "vigilar y orar".
Observemos su reacción: "Entonces oramos a nuestro Dios".
Es maravilloso en nuestros días utilizar estos tópicos santos,
que parecen muy espirituales, siempre y cuando los
respaldemos con algo más. Conocemos a muchas personas que
al enfrentarse con un problema suelen decir: "Oremos en
cuanto a esto". Pero lo que a mí me agradaría saber es qué van
a hacer esas personas después de orar. Usted les pide que
hagan algo, y ellos le dicen que van a orar sobre el asunto.
En cierta ocasión un pastor le pidió a un miembro de su iglesia,
que hiciera algo y el señor este contestó: "Bueno, voy a orar
sobre el asunto". Y el pastor le dijo: "Un momento, si esa es su
manera de decirme que no, entonces dígamelo directamente y
así podré buscar a otra persona que lo haga. Pues no creo que
sea necesario orar sobre un asunto como este. Usted lo puede
hacer o no lo puede hacer; lo quiere hacer o no lo quiere hacer,
¿cuál de los dos es?" Bueno, él no lo quería hacer, para decir
la verdad, estaba tratando de buscar una excusa y al darse
cuenta el pastor, buscó a otra persona que lo hiciera. Y hay
muchas personas, estimado oyente, que en nuestros días están
expresando estos tópicos que suenan bien desde una
perspectiva espiritual.
Nehemías podía también haberse expresado con tópicos que
sonaran muy bien desde un punto de vista espiritual. Podría
haber dicho, por ejemplo, "Estamos confiando en el Señor, así
que esperaremos y no haremos nada". Ésa hubiera sido una
salida fácil y es lo que muchos hacen en la actualidad. Es decir,
que dicen confiar en el Señor, pero no hacen nada al respecto.
Si usted realmente confía en el Señor, usted hará algo, pasará
a la acción. Nehemías supo que el enemigo estaba conspirando
para enfrentarse con él, así que estableció un sistema de
vigilancia. Por supuesto, esto fue lo que Dios esperaba que él
hiciera. Ahora, escuchemos algunas de las reacciones que se
produjeron. Leamos el versículo 10:
"Y decía Judá: Las fuerzas de los acarreadores se han debilitado
y el escombro es mucho; no podremos reconstruir el muro".
En un momento como éste hay que ser cuidadosos porque el
diablo puede causarle a usted mucho daño desde dentro. Una
de las armas más efectivas de Satanás contra el pueblo de Dios
es el desaliento.
En cierta ocasión unos misioneros que estaban en un pueblo
en la selva, en un país de la América del Sur, trabajando entre
los miembros de una tribu indígena, escribieron indicando que
estaban muy desanimados. Y decían: "Nosotros estamos muy
desanimados aquí y usted no sabe cuánto nos ayuda el poder
escuchar su programa de radio durante las horas de la noche,
especialmente cuando nos vemos aquí en un país extranjero.
Nosotros todavía no entendemos a la gente del lugar, no
podemos comprender su idioma. Lo estamos aprendiendo".
Aparentemente, ellos estaban listos para abandonar la tarea,
para dejar todo y regresar a sus hogares. El diablo por
supuesto, estaba usando este problema para desanimarlos. Les
escribimos animándoles para que continuaran con su
importante labor misionera.
Aquí en nuestro relato, vemos que la gente también estaba
desanimada y el enemigo trató de aprovecharse de esa
situación. Leamos los versículos 11 y 12, de este capítulo 4 de
Nehemías:
"Nuestros enemigos dijeron: Que no sepan ni vean hasta que
entremos en medio de ellos, los matemos y hagamos cesar la
obra. Pero sucedió que cuando venían los judíos que vivían
entre ellos, nos decían una y otra vez: De todos los lugares
donde habitan, ellos caerán sobre vosotros".
El enemigo tomó ventaja del desaliento de los judíos y planeó
un ataque por sorpresa. ¿Cuál sería entonces la estrategia de
Nehemías ante ese ataque por sorpresa? Leamos el versículo
13:
"Entonces puse al pueblo por familias, con sus espadas, con
sus lanzas y con sus arcos, por las partes bajas del lugar,
detrás del muro y en los sitios abiertos".
Él puso a cada uno de los hombres en una posición donde
pudiera defender a su propia familia; esto, por supuesto, le
permitía estar en una situación mucho más cómoda cuando
estaba edificando. Si hubiera tenido que edificar el muro
estando su familia lejos, no podría saber si los suyos estaban
seguros o en peligro. Por lo tanto, Nehemías colocó a cada uno
junto a su familia, y les armó adecuadamente, con sus
espadas, lanzas arcos y flechas. Y luego les dijo lo que leemos
en este versículo 14, del capítulo 4 de Nehemías:
"Después miré, me levanté y dije a los nobles, a los oficiales y
al resto del pueblo: No temáis delante de ellos; acordaos del
Señor, grande y temible, y pelead por vuestros hermanos, por
vuestros hijos y por vuestras hijas, por vuestras mujeres y por
vuestras casas".
La frase "acordaos del Señor" sería su lema y su señal para
reunirse. Eso es lo que utilizaban ellos para la lucha, y es algo
maravilloso. Napoleón siempre utilizaba el nombre de alguna
victoria para animar a sus soldados a luchar. Siempre usaba el
nombre de alguna victoria memorable. El apóstol Pablo en la
segunda carta que escribió al joven predicador Timoteo, utilizó
también un lema para darle ánimo. Lo podemos leer en la
Segunda carta a Timoteo, 2:8, donde dijo: "Acuérdate de
Jesucristo". Éste es el lema de reunión que tienen los creyentes
en el día de hoy. En los días de Nehemías, el lema de reunión
de los judíos fue acordaos del Señor. Y el versículo 15, continúa
diciendo:
"Cuando supieron nuestros enemigos que estábamos sobre
aviso, y que Dios había desbaratado sus planes, nos volvimos
todos al muro, cada uno a su tarea".
Aquí vemos que los judíos pudieron volver a trabajar. El
enemigo se había retirado, habiendo descubierto que no podía
sorprender a los edificadores de la muralla.
Realmente, Nehemías era un líder ingenioso. Tenía grandes
recursos estratégicos. Su presencia sería muy útil en la
actualidad. Continuemos con los versículos 16 y 17, de este
capítulo 4 de Nehemías, en el cual explicó su estrategia de
prevención de ataques sorpresivos:
"Desde aquel día la mitad de mis siervos trabajaba en la obra,
y la otra mitad se mantenía armada con lanzas, escudos, arcos
y corazas. Y detrás de ellos estaban los jefes de toda la casa
de Judá. Los que edificaban en el muro, los que acarreaban y
los que cargaban, con una mano trabajaban en la obra y con
la otra sostenían la espada".
Esta medida nos agrada. En una mano tenían una paleta de
albañil para edificar, mientras que en la otra tenían la espada
para defenderse del enemigo. Y estas son las dos armas o
instrumentos que tendrían que estar en las manos de los
creyentes en la actualidad. La paleta, representa el hecho de
que los creyentes deberían edificarse a sí mismos en la santa
fe, es decir, lo que hacemos para la parte interior, para
edificarnos, es decir, para crecer y fortalecernos
espiritualmente. No estamos de acuerdo con las personas que
dicen que cuando uno recién se convierte tiene que entrar a la
lucha espiritual y comenzar a dar testimonio de su fe. Pero
creemos que primero, el recién convertido necesita aprender
de la experiencia que Jesús salva, protege y satisface y así, ir
creciendo en su fe. Por eso decimos que hoy tenemos que
sostener esa paleta simbólica en nuestra mano. Pero También
tenemos que empuñar la espada del Espíritu. Y esto es también
importante. La espada del Espíritu es la Palabra de Dios, con la
cual podemos defendernos. Así que por todo ello, necesitamos
tener la paleta en una mano y la espada en la otra. Ahora, los
versículos 18 al 20 de este capítulo 4, dicen:
"Porque los que edificaban, cada uno tenía su espada ceñida a
la cintura, y así edificaban; y el que tocaba la trompeta estaba
junto a mí, pues yo había dicho a los nobles, a los oficiales y al
resto del pueblo: La obra es grande y extensa, y nosotros
estamos apartados en el muro, lejos los unos de los otros. En
el lugar donde oigáis el sonido de la trompeta, reuníos allí con
nosotros; nuestro Dios peleará por nosotros".
Así que Nehemías les dijo: "Yo vigilaré. Cuando oigáis la
trompeta, id a ese lugar y allí nos enfrentaremos al enemigo".
¡Maravilloso! ¿Verdad? Luego dijo Nehemías en el versículo 21:
"Así pues, mientras trabajábamos en la obra desde el
despuntar del alba hasta que salían las estrellas, la mitad de
ellos montaba guardia con la lanza en la mano".
No conocemos las exigencias laborales de la época, pero
aquellos hombres, como podemos ver, trabajaban más de ocho
horas diarias. Desde el amanecer hasta la noche. Realmente,
trabajaron para el Señor hasta el límite de sus fuerzas, hasta
agotar su resistencia física. Ahora, en el versículo 22, Nehemías
continuó diciendo:
"También dije entonces al pueblo: Cada uno con su criado
permanezca dentro de Jerusalén, y de noche sirvan de
centinela y de día en la obra".
Y a aquellos que habían llegado de lugares alejados, como los
hombres de Jericó, Nehemías les dijo que debían pasar la noche
dentro de Jerusalén, para que pudieran protegerles, como
centinelas de guardia por la noche. Y en el versículo 23 leemos:
"Y ni yo ni mis hermanos, ni mis jóvenes ni la gente de guardia
que me seguía, nos quitamos nuestra ropa; cada uno se
desnudaba solamente para bañarse".
Aquí vemos que Nehemías indicó que después de todo se daban
un baño y era la única ocasión en que se quitaban la ropa. Es
decir, que estaban de guardia todo el tiempo, de día y de
noche, Estaban siempre listos para reaccionar ante un ataque.
El relato nos hará ver que les esperaban tiempos de prueba.
Surgirían verdaderas dificultades que harían enfadar a
Nehemías, y que estuvieron a punto de interrumpir el trabajo
que realizaban para el Señor.
¡Qué conveniente es estar hoy siempre vestidos con toda la
armadura de Dios! Cuando el apóstol Pablo les hizo esta
advertencia a los Efesios, les dio el motivo por el cual revestirse
de todos los recursos defensivos provistos por Dios. Les dijo
entonces que el propósito era que pudieran resistir al enemigo
en el día malo, es decir en el día del ataque, para que en esos
momentos críticos, pudieran permanecer firmes. Estimado
oyente, si usted aún no ha recibido al Señor Jesucristo como
Salvador, permanece aún bajo el dominio total del enemigo de
Dios que, no sólo le esclaviza, sino que, además, sea
consciente de ello o no, le está destruyendo. Si usted establece
hoy una relación con Dios, convirtiéndose en un hijo de Dios,
además de la salvación y la vida eterna, Él le rescatará del
dominio del enemigo y le proveerá los recursos espirituales
necesarios para sobrellevar las luchas de la vida, y para
enfrentarse a toda fuerza destructiva que le aceche. Podrá
usted utilizar la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios.

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