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Aborto
El Código Penal español, de 1995, en sus artículos 144 y 145, castiga tanto
a la madre que aborta como a todas aquellas personas que, de un modo u
otra, hancolaboran. Ahora bien, este nuevo Código mantiene en vigor el
célebre artículo 417bis del anterior Código Penal: es el artículo que, el 1985
y en pleno debate público sobre la conveniencia o no de despenalizar el
aborto, concretaba los tres circunstancias en las cuales se despenalizaba,
circunstancias o supuestos hoy vigentes.
3. Que se suponga que el feto tendrá que nacer con graves taras físicas
o psíquicas.
Problema de fondo
https://es.slideshare.net/PiaHurtadoBurgos/el-aborto-visin-bioetica
http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=87513725006
https://www.medigraphic.com/pdfs/actmed/am-2011/am111j.pdf
Ética y Adopción
Aunque la mayoría de los colectivos involucrados en los procesos de adopción
actúan bajo criterios éticos y morales indiscutibles, no es menos cierto que
también existen profesionales y funcionarios poco celosos en el cumplimiento
de su deber, ECAIs que ven en las adopciones internacionales la
posibilidad de lucro personal, familias en los países de origen, en
situaciones de vulnerabilidad, que renuncian a sus hijos por distintas
circunstancias, y familias en los países de acogida a las que no les
importa anteponer sus deseos de ser padres/madres frente al respeto al
derecho de los niños. Todas estas eventualidades pueden convertir la
adopción en un proceso que no sea honesto, limpio, y transparente, ni tenga
como fin último el bien superior del menor.
Necesidad del planteamiento
Aunque la mayoría de los colectivos involucrados en los procesos de adopción
(funcionarios y técnicos de la administración española y de los países de
origen, ECAIs, familias adoptantes y familias biológicas), actúan bajo criterios
éticos y morales indiscutibles, no es menos cierto que también existen
profesionales y funcionarios poco celosos en el cumplimiento de su deber,
ECAIs que ven en las adopciones internacionales la posibilidad de lucro
personal, familias en los países de origen, en situaciones de vulnerabilidad, que
renuncian a sus hijos por distintas circunstancias, y familias en los países de
acogida a las que no les importa anteponer sus deseos de ser padres/madres
frente al respeto al derecho de los niños. Todas estas eventualidades pueden
convertir la adopción en un proceso que no sea honesto, limpio, y transparente,
ni tenga como fin último el bien superior del menor.
Por este motivo, según señala UNICEF, el aumento espectacular que se
ha producido en los últimos años en la adopción internacional, ha
generado el crecimiento desafortunado de una “industria” alrededor de la
adopción.
En los países de destino, la presión de la demanda ha impulsado a
determinadas personas y entidades, a dirigir sus miras a países de pobreza
extrema en el Tercer Mundo, para que autoricen la salida de niños y niñas que
cumplan las expectativas de los solicitantes, sin importarles el incumplimiento
de las normas del Convenio de La Haya, que regula a nivel internacional las
adopciones. Curiosamente, aunque muchas aparezcan registradas como
asociaciones sin ánimo de lucro, reciben pingües beneficios por sus
actividades.
En los países de origen, la mayoría países del Tercer Mundo o en vías de
desarrollo, con estructuras políticas inestables y escasas y con poblaciones
que viven en condiciones de pobreza, esta situación fomenta prácticas ilícitas
por parte de quienes están en situaciones de privilegio, que van desde omitir
ciertas disposiciones legales, retribuir los servicios de manera
desproporcionada, falsificar documentos, sacar consentimientos con prácticas
engañosas, e incluso robar niños o amenazar a mujeres embarazadas para
que abandonen a sus bebés.
Todas estas circunstancias hacen necesario que se ponga luz en estas zonas
oscuras de la adopción y que se haga una reflexión sobre los planteamientos
éticos que deben presidir las conductas de las dos tríadas involucradas en todo
proceso de adopción: familia biológica-menor-familia adoptiva y país de origen-
menor-país de acogida.
En las dos tríadas, el menor es la figura central porque está unido a los otros
dos miembros de manera inherente. Esto significa que el interés superior del
menor no se puede alcanzar sin tener presentes los derechos de los otros
miembros de la tríada. Toda adopción en la que se dañe a cualquiera de los
miembros de la tríada, resultará, en una u otra forma, dañina para el menor.
Por tanto, una adopción ética, que es la que busca el bien superior del menor,
es aquella que respeta la dignidad y los derechos de todos los miembros de las
tríadas.
La reflexión sobre esta y otras cuestiones es fundamental y necesaria
tanto para las familias, como para las Administraciones, como para los
profesionales involucrados en los procesos de adopción, un marco ético
de referencia que permita a cada uno de los agentes implicados el
alcanzar el objetivo último de toda adopción, que es el bien superior del
menor.
Marco ético del menor adoptado
Tanto las familias como los profesionales que intervienen en todo
proceso de adopción, deben tomar las medidas necesarias para
asegurarse de que la situación de desamparo del niño/a no se deba a
abusos, tráfico, venta o secuestro.
Cuando la adoptabilidad del menor es consecuencia del consentimiento de sus
padres, hay que verificar que los padres hayan dado su consentimiento
libremente, sin presión y sin contrapartida material o de otra índole.
Dicho consentimiento (especialmente el de la madre) no se debe dar antes del
nacimiento o en las primeras semanas de vida del niño/a.
Por tanto, la adopción es un proyecto de vida que sólo podrá decidirse a partir
de la constatación de que la familia de origen no puede hacerse cargo del
menor y de una evaluación de la aptitud del niño para insertarse en un entorno
familiar de sustitución. Esto determinará su adaptabilidad psicosocial, que
vendrá completada por su adaptabilidad jurídica que establece la ruptura
definitiva de los lazos de filiación con los padres de origen y que tendrá que ser
determinada antes de iniciarse el proceso de adopción.
En ocasiones, los ejemplos de malas prácticas en este sentido son conocidos y
consentidos por una o varias de las partes involucradas, como veremos más
adelante, por lo que hacen falta más mecanismos de control por parte de la
Administración para evitar estas circunstancias.
Marco ético de la familia adoptante
La adopción es un derecho del menor que necesita una atención parental
de sustitución permanente. Tiene como objetivo principal brindar a un niño
que ha experimentado situaciones traumáticas (entre ellas el hecho de que su
familia biológica no haya podido cuidar de él) la familia más adecuada para
suplir esas necesidades. No es un derecho de los adultos a conseguir que se
les confíe un niño o niña porque así lo desean.
El menor que necesita ser adoptado es un niño/a que ha padecido graves
carencias; su historia, su situación de adoptado y a veces sus rasgos físicos,
en caso de adopciones interétnicas, lo hacen diferente. La familia que lo prohije
no debe aumentar sus diferencias o sus carencias, sino ofrecer o revalorizar las
referencias maternas y paternas que le han faltado o lo han perjudicado,
cumpliendo una función reparadora y asegurándole un entorno que pueda
facilitar su integración social. Es indispensable, por tanto, que las personas a
las que se les confíe el menor sean capaces de asumir estas
responsabilidades, teniendo la habilidad de hacer frente a las dificultades
específicas de la relación familiar adoptiva. Por tanto, es preciso reconocer
previamente la idoneidad de la familia adoptiva para confirmar o descartar la
elegibilidad de dicha familia para adoptar, elegibilidad que es el objetivo del
Certificado de Idoneidad y que es un requisito previo a la adopción del menor.
La detección de certificados de idoneidad y estudios psicosociales fraudulentos
por parte de la Junta de Andalucía en otoño de 2008 puso de manifiesto que
algunas familias pretenden usar atajos ilegales, pero los menores tienen
derecho a que sus procesos cumplan con todas las garantías, incluida la de
que sus futuros padres sean una familia adecuada para acogerlos en su seno.
En este sentido es también fundamental que las familias solicitantes no oculten
o maquillen parte de su realidad a los profesionales encargados de hacer el
informe psicosocial, previo a la concesión del Certificado de Idoneidad. El
número de adopciones truncadas o fallidas, que están en torno al 1%, lo cual
significan unos 500 niños, indica que los CI no se dieron con las suficientes
garantías o que otros mecanismos de control no funcionaron adecuadamente.
Por otra parte, algunas cuestiones que las familias adoptantes deben tener
presentes para evitar situaciones de irregularidad es analizar, por ejemplo, las
exigencias financieras del orfanato de donde provienen los niños. ¿Cuánto
dinero piden? ¿Cómo está organizada esa institución? ¿Qué documentos
acompañan la adopción? ¿Es la declaración de renuncia a la paternidad
auténtica, o es una copia exacta a otras declaraciones, o sea un texto
estándar? En pocas palabras, la documentación y el procedimiento en el país
de origen pueden dar indicios de si se trata de una adopción irregular. Parece
razonable comprobar exhaustivamente todo el proceso porque
desgraciadamente hay un extendido tráfico infantil. No era éste el caso
cuando estos procesos de adopción se iniciaron en los años noventa en
España y en los setenta en otros países occidentales, pero la situación ha
cambiado en la actualidad.
También es importante comprobar las tarifas de la ECAI y el destino de las
distintas partidas, especialmente el dinero dedicado a cooperación con el país
de origen o con el orfanato donde se encuentra el menor.
Todos estos datos permitirán a la familia una primera criba o control para evitar
caer en manos de personas desaprensivas que, amparándose en el deseo de
ser padres, los haga partícipes, a veces sin ser conscientes de ello, del
engranaje que convierte un hecho feliz, como es la adopción, en un acto que
atenta contra el derecho de un menor y de su familia biológica.
Marco ético de la estructura adoptante
País de origen
La adopción internacional puede dar lugar a prácticas que vulneran los
derechos de la infancia reconocidos por la Convención sobre los
Derechos del Niño cuando las estructuras adoptantes, tanto en los países
de origen como en los de acogida, no se rigen por principios éticos que
protejan a los menores del riesgo de caer en manos de personas que, con
fines lucrativos o de otro tipo, permiten que la adopción se convierta en
un mercado donde el secuestro, la venta y el tráfico infantil son moneda
corriente, con el consentimiento tácito o implícito de las partes
interesadas.
Tenemos ejemplos en los que los países de origen han ejercido el control
necesario para evitar adopciones irregulares, que es nada más que un
eufemismo para encubrir términos más duros como los mencionados
anteriormente, pero es necesario ser conscientes de que tales prácticas existen
si queremos acabar con ellas. Veamos dos ejemplos en los que estos
mecanismos de control se han ejercido, aunque demasiado tarde para impedir
que algunos menores y sus familias, tanto biológicas como adoptivas, sufran
las consecuencias.
En el año 2003, la Autoridad Central en materia de adopciones internacionales
de Bolivia suspendió a una ECAI española, al conocerse siete casos de
procesos irregulares, mientras se procedía a la correspondiente investigación.
El punto principal que motivaba la suspensión estaba referido a los trámites de
adopción en los que hubo “entregas directas” de niños con el consentimiento
de los padres biológicos (Art. 29 de la Convención de la Haya sobre la
protección del niño y la cooperación en materia de adopciones internacionales).
En el 2006, el Gobierno de Bolivia decidió suspender la acreditación de otra
ECAI española, a la que acusaba de haber vulnerado el convenio de La Haya y
el Código del Niño, Niña y Adolescente boliviano.
La investigación del caso involucraba a una jueza de la ciudad de Sucre y a la
representante en Bolivia de la ECAI, así como al abogado de la misma.
Mientras las dos primeras negaron las acusaciones, el abogado admitió el
delito de haber sobornado a la jueza para obtener autorización de adopción sin
previo cumplimiento de los requisitos legales.
Las autoridades bolivianas señalaron que la ECAI española venía
intermediando adopciones internacionales en Bolivia desde 2002, teniendo
como antecedentes varias denuncias de irregularidades en su desempeño
institucional.
También se cita a su vez una resolución del Consejo de la Judicatura del 19 de
Agosto de 2005 en la que se declaraba probada una denuncia contra la jueza,
por haber favorecido adopciones promovidas por esta ECAI a cambio de dinero
y regalos. La Fiscalía imputó a la jueza por la comisión de cohecho pasivo
propio, uso indebido de influencias y beneficios en razón de cargo.
El documento concluye que esta ECAI española “no cuenta con la idoneidad
requerida para garantizar la transparencia en el proceso de adopción
internacional, puesto que éstas deben ser sustanciadas en función superior del
niño y no en función de lucro”.
Aunque China tiene fama de ser un país donde las adopciones son limpias y
transparentes, motivo por el cual muchos de nosotros optamos por ese país, la
tentación y su consecuencia, la corrupción, no conocen fronteras. En 2005
saltó a la prensa la noticia de que en Hunan y Guangdong se había
desmantelado una red que se dedicaba a la sustracción de bebés, que
después pasaban al sistema de adopción internacional.
En un reportaje publicado por The Washington Post en marzo de 2006, se
informaba de que la policía había arrestado a 27 miembros de una banda que
desde 2002 habían secuestrado o comprado unos 1.000 bebés en la provincia
de Guangdong y los habían vendido a orfanatos de Hunan por 400 ó 500
dólares. El periódico citaba informaciones aparecidas en la prensa estatal china
y entrevistas con fuentes cercanas al caso. La primera señal de alarma de que
algo no andaba bien fueron los signos de riqueza que empezaron a surgir en
las personas relacionadas con el orfanato.
El tribunal que juzgó el caso condenó a tres de los traficantes a 15 años de
prisión y a penas de tres a 13 años a otros seis. Veintitrés funcionarios del
gobierno local de Hengyang, la ciudad centro del caso, fueron despedidos.
Estos funcionarios confeccionaban los informes en los que se afirmaba que los
bebés habían sido abandonados. La mayoría de los bebés fueron secuestrados
a inmigrantes, pensando que estas personas, algunas de ellas sin papeles de
residencia, no acudirían a la policía o ésta no les haría caso.
El CCAA aseguró que el asunto estaba siendo manejado apropiadamente y
rechazó hacer ningún tipo de declaración al respecto.
En 2009 salió a la luz otro caso en la provincia de Guizhou, en el suroeste de
China. Se calcula que unos 80 bebés fueron confiscados por autoridades
locales de planificación familiar a familias que violaron la política del hijo único y
que no podían hacer frente a la multa impuesta por el gobierno, unos 10.000
yuanes, que representaba varias veces los ingresos anuales de esas familias.
Las autoridades locales de planificación familiar falsificaron la documentación
para presentar a las niñas como huérfanas e insertarlas en el sistema de
adopción internacional, repartiendo con el orfanato la parte del donativo
obligatorio que se da en China por cada niña adoptada.
Las sospechas surgieron cuando se descubrió un fuerte aumento de las
adopciones en el orfanato local entre 2003 y 2005, un descenso posterior
(cuando se inició una campaña policial contra el tráfico de niños a nivel
nacional) y un aumento nuevamente en 2007. Shi Guangying, uno de los
responsables de las confiscaciones, aseguró al diario South China Morning
Post, que se hizo eco de las denuncias, que la entrega de niñas al orfanato
como huérfanas pese a no serlo era “una política del distrito cuando los padres
no pagaban las multas”.
El tráfico de niños es un problema secular en China mucho antes de la llegada
de la adopción internacional. Algunos niños eran vendidos para la prostitución,
pero la mayoría eran comprados o secuestrados para venderlos a parejas sin
hijos. En el caso de los orfanatos el negocio es mucho más lucrativo, ya que el
donativo obligatorio de 3.000 dólares supone casi el doble del ingreso anual
promedio en China.
Si tenemos en cuenta que del país han salido más de 80.000 niñas, puede
pensarse que el porcentaje es mínimo, pero lo cierto es que un solo caso ya es
demasiado. Ninguna de las familias que hemos adoptado en China o en
cualquier otro país querríamos que nuestros hijos fueran uno de los casos de
ese porcentaje mínimo de adopciones irregulares. Nuestro deseo es
simplemente formar una familia, pero no a costa del sufrimiento de otra familia,
aunque esté al otro lado del mundo y nunca lleguemos a conocerla.
Es evidente que los mecanismos de control son necesarios porque en
cualquier sociedad, la avaricia y la corrupción están siempre a la puerta
esperando y si la demanda de adopciones supera el número de
abandonos en una zona determinada, la tentación es demasiado alta. Este
es uno de los fallos que se repiten en muchos lugares del mundo: ligar ayuda
humanitaria con adopciones. El riesgo es demasiado alto para obviarlo.
País receptor
La adopción es una medida social y legal para la protección de la infancia.
Sin embargo, en las dos últimas décadas los fines de la adopción se han ido
desviando de forma que, en muchos casos, la prioridad no es tanto proteger al
menor sino ofrecer un niño o niña a una familia que no tiene descendencia. En
este caso, el derecho a tener un hijo puede sustituir a los derechos de los
niños, creando una fuerte demanda en los países de origen, donde ya no se
busca una familia para los niños que están institucionalizados, sino que se trata
de buscar niños con un determinado perfil que cumplan las expectativas de las
familias adoptantes, niños que no necesitan una familia, sino que la presión
ejercida sobre madres vulnerables en situaciones extremas los convierten,
muchas veces a través de engaños y fraudes, en niños adoptables. En otros
casos, aún más graves, se llega incluso al secuestro de menores. Quizás se
pueda pensar que estos casos no serán muchos, pero uno es demasiado y el
país receptor tiene su cuota de responsabilidad al no haber funcionado
adecuadamente los mecanismos de control sobre los procedimientos que usan
las ECAIs o los intermediarios o facilitadores en los países de origen.
A comienzos de 2007 un informe presentado al Ministerio holandés de Justicia
demostró que una agencia de adopción habría antepuesto los intereses de los
padres adoptivos al de los niños y habría dado en adopción a niños raptados
en la India.
Según la policía, unos cincuenta niños procedentes de India habrían sido
dados en adopción en Holanda sin que los padres biológicos los hubieran
entregado voluntariamente. Existe un caso documentado de un niño reclamado
por su familia. La policía india quería que se solicitara una prueba de ADN y
que el niño se reuniera con su madre biológica, La complejidad de la situación
la explicaba el profesor Rene Hoksbergen, catedrático emérito en temas de
adopción de la Universidad Estatal de Utrecht en una entrevista al respecto.
Según este experto, es difícil saber qué situación sería mejor para el niño. Si
hubiese sido más o menos feliz en India, nadie lo puede decir. Ya hacía seis
años que la criatura vivía en Holanda. Quizás devolviéndolo a India se le
hiciera más mal que bien. Si es necesario estipular un régimen de visitas con
los padres biológicos, o algo similar para paliar el sufrimiento de la familia
biológica. Además, si los padres adoptivos pueden mostrar que se han
esforzado por aliviar el sufrimiento de los padres biológicos, el proceso sería
menos doloroso para el niño adoptado cuando conociera la historia.
Es evidente que el gobierno de Holanda tiene su cuota de responsabilidad en
este incidente y que los mecanismos de control deben intensificarse por parte
de los países receptores para que no ocurran estos hechos.
En España tenemos un caso similar con niños de Nepal. La noticia fue
publicada por los periódicos. El País tituló: “Un drama lejano: los niños
vendidos de Nepal”. En el artículo, la periodista relata el caso de una madre
adoptante, que después de contar su caso, termina afirmando: “si tuviera que
volver a empezar me aseguraría otra vez de qué niño adopto, es decir,
huérfano o abandonado, y de que las personas implicadas no buscan a un niño
debajo de las piedras para cubrir mi necesidad”.
En el artículo también se relata cómo a otra adoptante española, cuando fue a
recoger a su hijo al orfanato, le dijeron que el niño estaba en su aldea natal.
Acudió allí y se encontró con que el niño se estaba despidiendo de sus padres
biológicos, cuya existencia ella ignoraba.
En total hay una decena de niños cuyos padres reclaman su vuelta a través de
ONGs o a través de sentencias judiciales de su país de origen.
En un informe, “Adopción: ¿a qué precio?”, elaborado por Marlène Hofstetter
para la Fundación Tierra de Hombres Internacional, se hace un estudio
comparativo entre las leyes de regularización y las prácticas de adopción de
seis países receptores (Alemania, España, Francia, Italia, Noruega y Suiza). En
todas se observa la carencia de responsabilidades de dichos países receptores
frente al rapto de menores, a la corrupción, a la presión sobre los padres
biológicos o sobre autoridades locales y a la falsificación de documentos, todo
lo cual favorece la proliferación de estos hechos en los países de origen. Es
evidente, no obstante, que la inexistencia de una regulación al respecto no los
exime de la cuota de responsabilidad que les corresponde en la comisión de
dichos delitos.
El caso más reciente de falta de transparencia en los procesos de adopción es
Vietnam. Mientras Estados Unidos cerraba las adopciones con ese país,
debido a las irregularidades de los procesos, ese mismo año España ratificaba
el convenio para que se iniciaran las adopciones por parte de familias
españolas.
En un informe publicado el 25 de Abril de 2008 por la embajada americana en
Hanoi, se denunciaban los métodos utilizados por los orfanatos, ávidos de
recibir donaciones por parte de las agencias de adopción extranjeras, que son
obligatorias según la ley del país. Estos métodos incluían falsificación de
documentos, pagos a las madres biológicas, coerción o engaño para inducir a
que enviaran a sus hijos al orfanato para darlos después en adopción sin su
consentimiento, etc.
Las explicaciones que se dieron desde la Administración fueron que la
corrupción procedía de la forma en la que operaban las agencias de adopción
americanas, pero que nuestro sistema de ECAIs garantizaba la transparencia
del proceso. La realidad es que una de estas entidades ya ha decidido no
continuar tramitando adopciones en este país por la falta de transparencia del
sistema. Además, a Estados Unidos, el país que más adopciones llevaba a
cabo en Vietnam, se han unido ahora Irlanda, Canadá, Noruega y Suecia, en el
cierre de los procesos de adopción en Vietnam, por no poderse garantizar la
legalidad de los mismos. Y es que los datos hablan por sí solos. Uno de los
orfanatos que recibía fondos de Estados Unidos vio aumentar el número de
niños disponibles para la adopción internacional en un 2.000 por ciento en un
año y volvió a sus cifras habituales cuando el país decidió interrumpir las
adopciones y, por tanto, dejaron de llegar fondos al orfanato.
Según funcionarios de la embajada española en Vietnam, ellos carecen de
medios para comprobar que los documentos de los niños son legales y que no
han sido obtenidos a través de prácticas fraudulentas. Por su parte, en
palabras de funcionarios del organismo vietnamita que tramita las adopciones,
el sistema es incapaz de garantizar la adoptabilidad de los menores en todas
las etapas por falta de una infraestructura adecuada. Sí puede hacerlo desde
que el menor entra en el orfanato, pero no en la etapa anterior, es decir, en la
forma en la que el menor llega al orfanato, ya que se han encontrado
declaraciones de orfandad fraudulentas, niños que salían del país sin el
consentimiento de los padres, etc. En estas condiciones, ¿qué impulsa a la
Administración española a embarcarse en la firma de un convenio que abre las
expectativas y las ilusiones de muchas familias a las que no se les puede
garantizar la transparencia y legalidad del proceso? ¿Qué impulsa a las ECAIs
a trabajar en un país, donde la imposibilidad del sistema para garantizar la
adaptabilidad de los menores es reconocida por el mismo organismo
encargado de velar por la legalidad y transparencia de los procesos de
adopción?
Es significativo que sean las propias familias adoptivas a través de CORA
(Coordinadora de Asociaciones en Defensa de la Adopción y el Acogimiento),
quienes pidan a las autoridades competentes que se ponga freno a estas
situaciones. Reproducimos a continuación el texto remitido a las distintas
administraciones del estado.
Para los británicos, los lazos de sangre eran los importantes, allí la adopción no
fue aceptada hasta el año 1926, lo que complicaba las necesidades
emocionales y deseos de las parejas sin hijos, esto llevó a una especie de
adopción informal, bajo la forma de” aprendices”, la que no perpetuaba la
herencia ni la línea familiar.
Por una parte, la necesidad del niño que ha sufrido la pérdida o el abandono
de los padres de tener una familia que responda por su educación y amparo.
Por otro lado la necesidad de satisfacer los roles de paternidad de las
parejas que por diversas razones no han concebido hijos.
OBJETIVOS
DESARROLLO
FACTORES PSICOLÓGICOS
Los padres tratando de seguir los patrones de la familia biológica esperan que
el hijo desarrolle intereses, actitudes, habilidades, comportamientos e inclusive
rasgos físicos como los de ellos, de hecho es de alta satisfacción para los
padres adoptivos que el hijo se les parezca físicamente y es fuente de
preocupación que su fenotipo sea muy diferente.
Las parejas que se proponen adoptar a un niño deben ser preparadas para ello
y responder a sus inquietudes, las cuales giran fundamentalmente alrededor de
cual es la mejor edad para adoptar a un niño, si debe preferirse un niño con
parecido físico a los padres adoptivos, qué posibilidades hay de enfrentar
problemas de conducta o de enfermedad en el futuro, debe revelarse la
identidad al adoptado, cómo, cuándo y quien debe hacerlo.
Hay profesionales que han recomendado esperar a que el niño se interese por
su origen o dé a entender que tiene dudas, sin embargo en la actualidad se
reconoce lo beneficioso de propiciar la situación. En este aspecto la Lic. Beatriz
Gelman, Directora de la Fundación Adoptare recomienda aprovechar cuando
se mira el álbum familiar, espacio para el que los padres adoptivos deben
prepararse y manejar con sinceridad y naturalidad la situación. También
sugiere eliminar el trato de “pobrecito” porque esto obstaculiza el normal
desarrollo del niño.
Durante este tiempo se hace necesario también ir abriendo un espacio para las
preguntas de los padres, para reconocer los propios temores. Todo esto
posibilita que la situación pierda el carácter de amenazante que con frecuencia
se le atribuye y se pueda transformar en una experiencia enriquecedora para
toda la familia.
Como señalamos en otras partes de este trabajo las personas que deciden
adoptar un niño como hijo tienen diversas inquietudes, unas relacionadas con
la herencia intelectual y física que aportan los padres biológicos y otras
relacionadas con el estatus legal de ellos como adoptantes y de los padres
reales al ceder a sus hijos y esto último tiene mucho que ver con el
ocultamiento al niño y a la sociedad del origen de los padres biológicos, estas
inquietudes también aparecen en las familias de los padres adoptivos. Así hay
un grupo de profesionales que se ven incluidos en el manejo y orientación de
esta problemática.
Entonces cumplirá el médico con su deber moral de no revelar nada que pueda
afectar la integridad moral y psíquica del paciente.(11, 12). Por supuesto que
aquí hay que considerar la edad del niño, pues cuando éste ya es consciente
de su procedencia esto no es importante a menos que el propio menor esté
interesado en que se guarde silencio ante los demás.
En relación a las inquietudes legales que puedan adoptar los padres biológicos,
los adoptantes y su familia y hasta el propio adoptado, todo está establecido en
nuestro Código de Familia y corresponde a los profesionales cumplir con las
disposiciones éticas establecidas para el ejercicio de su profesión.
Como sabemos, la ética ha estado ligada a la moral desde su surgimiento y
existen algunas condiciones y características en las personas que la sociedad
ha considerado de cierto modo amorales, tal es el caso de la homosexualidad
que ha sido considerada como enfermedad, psicopatía, conducta sexual
contraria a las normas establecidas etc, pero que hoy en día se considera una
variante de la sexualidad y se está tratando de despojar de todo prejuicio social
y moral. Sin embargo sabemos que las creencias, juicios, opiniones y
esquemas cognitivos en general no cambian de un día para otro. Así pudiera
incurrirse en el error de considerar que los homosexuales no cumplen con la
condición moral que exige la adopción, cuando el artículo 100 del Código de
familia plantea en su disposición cuarta que: para adoptar se debe tener
condiciones morales y haber observado una conducta que permita presumir,
razonablemente, que cumplirá respecto al adoptado los deberes. No
encontramos referencias cubanas en este aspecto pero sí de una autora
española que ofrece sus criterios al respecto. Ana B. Gómez refiere que en
estudios longitudinales, por 2 años, en 14 hogares de lesbianas en Manchester,
Reino Unido, se asegura que hay más similitudes que diferencias entre los
niños criados en familias gay y lesbianas y los hijos de la familia nuclear
tradicional. Esta autora considera que todas las familias, del tipo que sean
tienen riesgo, esto es real y se demuestra fácilmente en la práctica asistencial.
Señala la autora que en dependencia del tipo de familia los niños adoptados
pueden afectarse al descubrir que los padres son gays o lesbianas, claro está
que esto se establece porque consideramos como normal solo a la pareja
heterosexual. Podría esta situación tener un difícil manejo desde el punto de
vista ético. Ana B. Gómez considera que la presencia de un rol materno
adicional e implicado en la crianza siempre es positivo para el niño, las
lesbianas además establecen relaciones más equitativas que la pareja
heterosexual, lo que puede influir positivamente en el aprendizaje de roles
igualitarios. Las parejas de gays por su parte establecen claros límites, son
sensibles, responsables y perceptivos con sus hijos, en comparación a los
heterosexuales trabajan menos y dedican mayor tiempo a sus hijos.
CONCLUSIONES