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Las fases del cortejo

David Givens, antropólogo y Timothy Perper, biólogo, pasaron


cientos de horas en reuniones sociales en Estados Unidos observando
los procesos de seducción entre hombres y mujeres, llegando a
afirmar que existía un esquema general de conducta en el proceso de
flirtear. Y aunque no todo el mundo cumple con la totalidad de los
esquemas aportados por Givens y Peper, hay muchos datos que
indican que algunos de estos modelos son comunes a toda la
humanidad.

Según estos investigadores el cortejo se compone de diversos


estadios, cada uno formado por etapas progresivas. Así, podemos
distinguir en este proceso cinco fases:

–Llamar la atención. En esta primera fase tanto los hombres como


las mujeres utilizan técnicas diferentes. Al entrar en un establecimiento
lo primero que harán será marcar su territorio como un asiento, un
espacio para apoyarse, etc. y una vez instalados comenzarán a llamar
la atención hacia ellos. Los gestos más simples durante esta fase
serán sobreactuados.

Así los hombres tenderán a avanzar y mover los hombros, estirarse,


pasar el peso del cuerpo de un pie a otro de modo ondulante,
exagerando generalmente sus movimientos corporales. En los
hombres jóvenes el balanceo hacia delante y hacia atrás es muy
típico, mientras que los hombres de más edad presentaran recursos
diferentes como la visibilidad de ropas costosas u adornos que
indiquen éxito. Reduciéndose todas las señales a un mensaje básico:
“Aquí estoy; soy importante; soy inofensivo”.

Las mujeres en este caso utilizan maniobras o señales muy similares


a las de los hombres como sonreír, mirar fijamente, balancearse,
cambiar de pie, estirarse, etc. incorporando además una serie de
gestos femeninos como enredarse los dedos en el cabello, torcer la
cabeza, reír nerviosamente, levantar las cejas, alzar los ojos con
timidez, sonrojarse, humedecer los labios u ocultar la cara para enviar
la señal de “estoy aquí”. Incluso, utilizar una forma característica de
caminar arqueando la espalda, empujando hacia delante los pechos y
contoneado sus caderas.
–Reconocimiento. Esta fase comienza cuando se encuentran las
miradas, y uno de los dos amantes potenciales reconoce la maniobra
con una sonrisa o un pequeño cambio de postura corporal,
encontrándose la pareja en condiciones de iniciar una conversación,
pudiendo ser el comienzo de un idilio.
–Charla. La conversación implica mayor riesgo que el reconocimiento,
distinguiéndose porque casi siempre las voces se vuelven más
agudas, suaves y acariciantes.

La charla de enamorados comienza con comentarios inocentes, frases


para romper el hielo, cumplidos o preguntas. Importando muchas
veces en esta fase, no lo que se dice sino cómo se dice; ya que desde
el primer momento que uno de los dos abre la boca para hablar, delata
sus intenciones por medio de entonaciones e inflexiones.

Hablar resulta peligroso porque no solo desvelamos nuestras


intenciones, sino nuestro ambiente social, educación y las diferentes
idiosincrasias de nuestro carácter que pueden atraer o repeler al otro
en instantes. Así, si una pareja sobrevive a esta embestida y ambos
comienzan a escuchar activamente al otro, casi siempre pasan a la
etapa siguiente: el contacto físico.

–Contacto físico. Esta fase comienza con señales de intención,


pequeños gestos que a primera vista pueden parecer insignificantes
pero que guardar un significado muy importante como inclinarse hacia
adelante, apoyar un brazo o un pie próximo a la otra persona, rozar
ligeramente una parte del cuerpo socialmente aceptable del otro, etc.
Por regla general, la mujer toca primero, rozando con la mano el
cuerpo del otro de modo casual pero perfectamente calculado.

El tacto es el sentido que cobra mayor importancia en esta fase. De


modo que si la pareja continúa conversando y tocándose – mirando
fijamente, flirteando, sonriendo, balanceándose- suelen alcanzar en
general la última etapa del cortejo.

Helen Fisher se refiere a lo que acontece en esta fase así:


“La piel humana es como una pradera en la que cada hoja de hierba
equivale a una terminación nerviosa, sensible al más leve contacto, y
capaz de dibujar en la mente humana el recuerdo del instante. El
receptor percibe este mensaje de inmediato. Si vacila, la seducción se
terminó. Si retrocede, por poco que sea, la emisora puede no intentar
tocarlo nunca más. Si no se da por aludido, tal vez ella lo toque otra
vez. Pero si se inclina en su dirección y sonríe, o si retribuye el
contacto con un contacto deliberado, han superado una barrera
enorme, bien conocida en la comunidad animal.”
–Sincronía física total. Esta fase es la más enigmática del proceso
de seducción. En ella los enamorados en potencia comenzarán a
sentirse cómodos, sincronizando y desincronizando sus movimientos
continuamente, moviéndose con un ritmo perfecto mirándose
profundamente a los ojos.

Incluso dicen que cuanto mejor mantenga una pareja el ritmo, más
probable es que luego se lleven bien, constituyendo la sincronía
corporal un pilar fundamental en muchas interacciones sociales.

A medida que nos sentimos atraídos por otro, comenzamos a


compartir un ritmo.

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