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Capítulo Criminológico Vol.

34, Nº 3, Julio-Septiembre 2006, 323 - 337


ISSN: 0798-9598

ALCANCE DE LA FUNCIÓN JURISDICCIONAL


EN FASE DE EJECUCIÓN

Gladys Tinedo Fernández*

* Abogada. Doctora en Derecho. Profesora Titular e Investigadora del Instituto de Criminología


“Dra. Lolita Aniyar de Castro”. Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas de la Universidad del Zu-
lia. Maracaibo, Venezuela. E-mail: institutodecriminologia@yahoo.es
Alcance de la función jurisdiccional en fase de ejecución 325

RESUMEN
El Juez de Ejecución tiene amplísima discrecionalidad para to-
mar cualquier medida con fines de vigilancia y control. Esta am-
plitud permite al mencionado juez una serie de actividades rela-
cionadas con el control que representan diversidad de proble-
mas, que en ocasiones ha dado origen a conflictos con la admi-
nistración pero, en razón de que en la cárcel no hay nada que no
sea régimen y tratamiento, la competencia de Juez de Ejecución
debe abarcar todos estos aspectos y la administración peniten-
ciaria debe estar bajo la dirección del Juez. Se observa que la
ley coloca limitaciones a las facultades del Juez tal es el caso del
requisito del informe favorable de los técnicos para acordar
ciertas medidas que modifican la pena privativa de libertad, de-
jando en manos de la administración la decisión de otorgarla o
no, deslegitimando, así criterios del garantismo penal.
Palabras clave: Ejecución penal, función jurisdiccional, garantismo pe-
nal, sistema carcelario.

THE INFLUENCE OF THE JURISDICTIONAL FUNCTION


IN THE EXECUTIVE PHASE

ABSTRACT
The execution judge has ample discretion in taking whatever de-
cision with respect to vigilance and control. This amplitude al-
lows the judge to choose from a series of activities related with
control that represent diverse problems, and which on occasion
have originated conflicts within the administration, but since in
the prison there is nothing but regimen and treatment, the com-
petence of the Execution Judge must cover all these aspects and
the penitentiary administration must be under the direction of the
Judge. It is observed that the law places limits on the judges’
power, such as in the case of requiring a favourable technical re-
port in order to agree on certain measures that modify penal pri-
Recibido: 06-06-2006 • Aceptado: 28-07-2006
Gladys Tinedo Fernández
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vation of liberty, which places in the hands of the administration


the authorization of the decision, and this de-legitimizes the cri-
teria of penal guarantees.
Key words: Penal execution, jurisdictional function, penal guarantees,
-the prison system.

INTRODUCCIÓN

El control judicial de la ejecución de la pena privativa de libertad es


un logro, político criminal, contemporáneo con la formación del Poder Judi-
cial desde cuando el Estado se hace tripartito, ya que a ese poder se le asig-
na competencia para juzgar y ejecutar lo juzgado, lo que permite afirmar
que el control judicial de la ejecución de la pena, se incluye dentro de un
proyecto más amplio como lo es la juridización de todo lo que es la ejecu-
ción de la pena. No obstante, los beneficios penitenciarios que se han con-
centrado en la fase de ejecución de la pena privativa de libertad, han sido
administrando desde hace mucho tiempo por los órganos administrativos
penitenciarios quienes han producido la configuración exacta de la pena pri-
vativa de libertad dejando a los jueces la decisión del tiempo de duración de
la pena, pero, alejando de ellos la posibilidad de decidir la intensidad con
que se debe aplicar la privación de libertad. Tal situación obedece, en un
Estado de Derecho, a que las garantías otorgadas por el Estado no tiene la
misma exigencia que en otra fase dentro de la administración de justicia pe-
nal, además, lo que hacen los funcionarios de las presiones está revestido de
cierto hermetismo y opacidad que contrasta con la transparencia de la acti-
vidad de los jueces.
Por otro lado, la complejidad que ha ido adquiriendo el problema de la
ejecución de la pena privativa de libertad, exige, igualmente, que no existan
espacios de intervención de la administración que no estén jurídicamente re-
gulados y supervisando, en consecuencia, es lógico pensar en acentuar la ins-
titucionalización de esta fase a través del Juez de Ejecución con competencia
para ejercer el control judicial de la ejecución de la pena privativa de libertad.
El presente artículo esta dirigido a analizar el alcance de la función ju-
risdiccional.
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COMPETENCIA JURISDICCIONAL

De conformidad con el artículo 479 al tribunal de ejecución le corres-


ponde la ejecución de las penas y medidas de seguridad impuestas mediante
sentencia firme. En consecuencia conoce de:
1. Todo lo concerniente a la libertad del penado, las fórmulas alternativas
de cumplimiento de pena, redención de la pena por el trabajo y el estu-
dio, conversión, conmutación y extinción de la pena.
2. La acumulación de las penas en caso de varias sentencias condenatorias
dictadas en procesos distintos contra la misma persona.
3. El cumplimiento adecuado del régimen penitenciario. A tales fines, en-
tre medidas, dispondrá las inspecciones de establecimientos penitencia-
rios que sea necesarias, y podrá hacer comparecer ante si a los penados
con fines de vigilancia y control…
Cuando el Juez realice las visitas a los establecimientos penitenciarios,
dictará los pronunciamientos que juzgue convenientes para prevenir o co-
rregir las irregularidades que observe. Exhortará y de ser necesario, ordena-
rá, a la autoridad competente que las subsane de inmediato, y le rinda cuen-
ta dentro del lapso que se fije.
Se observa que la jurisdicción no se limita a contar el tiempo que el
penado debe permanecer en prisión. Una vez definidas las funciones admi-
nistrativas que rigen el régimen penitenciario los tribunales de ejecución
pueden confirmar o modificar las disposiciones de la administración, sin
que esto signifique sustituirla. La jurisdicción, está legitimada para conocer
las modalidades del tratamiento y demás condiciones de cumplimiento de
pena o medida de seguridad, así, el artículo 483 establece que “los inciden-
tes relativos a la ejecución o a la extinción de la pena, a las fórmulas alter-
nativas de cumplimiento de la misma y todos aquellos en los cuales, por su
importancia, el tribunal lo estime necesario, serán resueltos en audiencia
oral y pública…”. Esta disposición ampara contra acciones que puedan
afectar los intereses del detenido por parte de la administración un el ejerci-
cio de sus funciones y atribuciones. El Juez para formarse un mejor criterio,
podrá, también, ordenar una investigación, recabar pruebas, convocar ex-
pertos, realizar una audiencia oral y pública, para resolver la controversia.
Gladys Tinedo Fernández
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Las medidas que pueden tomarse en el ámbito penitenciario pueden


ser del director de la institución o de algún cuerpo asesor o técnico. La úni-
ca condición para que pueda darse las intervenciones jurisdiccionales por
esas decisiones es que las mismas sean interpretadas por el administrado
como susceptible de afectar derechos fundamentales, ésto significa que para
que la intervención jurisdiccional proceda, no es necesario que se hayan
agotado las instancias administrativas o los recursos que pudieran estar pre-
vistos en ese ámbito.
Prevé el artículo 483 el recurso de apelación contra la resolución del
tribunal confirmándose, así, la competencia jurisdiccional para conocer de
los incidentes en una primera instancia. No se trata de una verdadera apela-
ción, respecto de una decisión administrativa, sino, de una intervención ante
una decisión de la misma jurisdicción y contra la cual, como se dijo ante-
riormente, existe el recurso de apelación.
El artículo no establece expresamente que el tribunal de ejecución
pueda ordenar la suspensión provisional de las medidas acordadas por la ad-
ministración, objeto del incidente, hasta tomar una resolución definitiva, no
obstante, aquella es una acción independiente con efectos sobre las actua-
ciones de la administración, así, el tribunal de ejecución bien podría suspen-
der provisionalmente las medidas ordenadas por ella. No hay duda de que
tal facultad está insita en la función jurisdiccional para actuar por vía inci-
dental y la articulación de competencia del artículo 479 numeral primero,
ya citado, en concordancia con 494, 501, 503, 509, 511, 512 relativos a
acordar suspensión condicional de la ejecución de la pena, autorizar el tra-
bajo fuera del establecimiento penal, establecimiento abierto, libertad con-
dicional, fijar condiciones, redimir la pena, revocar cualquiera de las medi-
das otorgadas, todas esta atribuciones legitiman la posibilidad de que el
Juez de Ejecución intervenga a través de la vía incidental en las dediciones
de la administración. En este sentido y de igual manera, el artículo 479 nu-
meral tercero, con el fin de controlar el cumplimiento adecuado del régimen
penitenciario, dispone, inspecciones de establecimiento pudiendo, el Juez
de Ejecución, dictar “los pronunciamientos que juzgue convenientes para
prevenir o corregir las irregularidades que observe. Exhortará y de ser nece-
sario, ordenará a la autoridad competente que subsane de inmediato y le rin-
da cuenta”… “se trata de una intervención imperativa, al utilizarse formas
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verbales como “ordenará”, lo cual obliga a la administración a acatar lo dis-


puesto (Arroyo Gutiérrez, 2000), es evidente la amplia facultad del Juez de
Ejecución sobre el ámbito administrativo, el mismo artículo 483 reitera la
intervención jurisdiccional en “todos aquellos casos en los cuales, por su
importancia, el tribunal lo estime necesario…” a través del procedimiento
allí señalado, el Juez de Ejecución podrá resolver quejas que tengan que ver
con la afectación a derechos fundamentales, reclamos por sanciones disci-
plinarias, y/o tratamiento penitenciario violatorios de derechos, la disposi-
ción “es una autorización legislativa para que la jurisdicción ejerza un es-
tricto control de la legalidad de las actuaciones en el ámbito administrativo”
(Arroyo Gutiérrez, 2000:73). El Juez de Ejecución es un garante de que la
pena de privación de libertad se cumpla de conformidad con los fines cons-
titucionales y legales establecidos. Otra atribución según el artículo 482 es
fijar el cómputo definitivo de la pena y determinar con exactitud la fecha en
que se realizará la condena, así como la fecha en que podrá solicitar la sus-
pensión condicional de la ejecución de la pena, redención de la pena por el
trabajo y el estudio y cualquiera de las fórmulas de cumplimiento de penas.
Los jueces de ejecución deben controlar la legalidad de las medidas y el res-
peto de los derechos de las personas privadas de libertad entre éstos, el
tiempo que debe estar privado de su libertad y los beneficios a través de los
cuales puede ir ganando su libertad anticipada.
El artículo 503 otorga al Juez la posibilidad de definir la ejecución de
la pena privativa de libertad en caso de enfermedad grave o en fase termi-
nal, razones humanitarias privan en esta autorización legal a fin de que el
penado reciba los cuidados especiales de su familia hasta su muerte o recu-
peración, en este caso, continuará el cumplimiento de la condena.
El artículo 515 prevé una revisión periódica de las medidas de seguri-
dad por tiempo indeterminado, otorgándole la facultad al Juez de decidir,
después del examen, sobre la cesación o continuación de la medida, que-
dando, así, el Juez de Ejecución facultado para definir el destino de la medi-
da de seguridad.
Gladys Tinedo Fernández
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EJECUCIÓN Y JURISDICCIÓN DE LA PENA

En razón de las atribuciones anteriores el Juez de Ejecución tiene am-


plísima discrecionalidad para tomar cualquier medida con fines de vigilan-
cia y control así como para corregir y prevenir los faltas que observe. Esta
amplitud de competencia permite al Juez una serie de actividades, relacio-
nadas con el control, las cuales representan diversidad de problemas de dis-
tintas índoles, tales como sanitarias, laborales, de tratamiento médico, edu-
cativo entre otros, que nada tiene que ver con lo que han sido las funciones
naturales del Poder Judicial y que en ocasiones han dado origen a conflictos
con la administración por la dificultad que implica distinguir entre activida-
des de organización, gestión e inspección que correspondería a la adminis-
tración penitenciaria, de las jurisdiccionales referidas a la ejecución y con-
trol de la ejecución de la pena privativa de libertad. Pero si se entiende que
la ejecución de la pena privativa de libertad es una fase más de la adminis-
tración de justicia penal y su determinación está sometida a la jurisdicción,
no hay nada que justificarle que su ejecución no lo esté también, en conse-
cuencia, y en razón de que en la cárcel no hay nada que no sea régimen y
tratamiento, la competencia del Juez de Ejecución debe abarcar todos estos
aspectos y en este sentido, la administración penitenciaria debe estar “bajo
la dirección del Juez y tiene como misión auxiliar la actividad del Juez en
cuanto que de él depende la organización, gestión e inspección de la ejecu-
ción de esta fase del sistema penal” (Mapelli Caffarena, 1998:40) de allí
que su intervención esté legitimada en todas las actividades que en el marco
de la ejecución de la pena privativa de libertad puedan originar lesiones a
los derechos de los penados.
Es importante hacer notar que la función jurisdiccional que ejerce el
Juez de Ejecución es ius puniendi en razón de que es imposible que el Esta-
do se despreocupe de la ejecución material de las penas “la fase ejecutiva de
la pena se integra dentro de la potestad que la sociedad otorga al Estado
para defender mediante el castigo un orden jurídico sin el cual la conviven-
cia no seria posible” (Mapelli Caffarena, 1998:41). En consecuencia los jue-
ces de ejecución no pueden delegar competencias jurisdiccionales en la ad-
ministración y menos someterse a las decisiones de la misma en el ejercicio
de sus funciones.
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LÍMITE JURISDICCIONAL: EVALUACIÓN INSTITUCIONAL

El artículo 479 pone en manos del Juez de Ejecución todo lo concer-


niente a la libertad del penado y el artículo 483 extiende la actividad juris-
diccional a todos los incidentes que por su importancia el tribunal lo estime
necesario lo que confiere al Juez una amplia potestad jurisdiccional. Sin
embargo la misma se ve coartada en el artículo 501 el cual establece como
requisito para otorgar el establecimiento abierto o la libertad condicional,
“que exista un pronóstico favorable sobre el comportamiento futuro del pe-
nado, expedido por un equipo multidisciplinario…” lo que significa que en
definitiva depende de ese equipo que la medida se acuerde o no.
Esta disposición deslegitima los criterios del garantismo penal en una
fase donde la determinación del castigo legal se corresponde con un juicio
sobre el hecho mientras que el informe técnico sigue una consideración va-
lorativa conexa a un juicio sobre el autor, es decir, la base las cuales se
constituyen los pronósticos que elabora el equipo técnico corresponden a
criterios de peligrosidad social “la exigencia de la ley del pronóstico favora-
ble basado en los resultados obtenidos por el tratamiento institucional opera
como un obstáculo para que el penado opte por la medida…. Pues tal eva-
luación está en manos de la administración del establecimiento, lo cual
constituye una desventaja para el penado, pues se sabe del alto grado de dis-
crecionalidad de este personal y las secuelas de degradación que ésto con-
lleva para los sujetos sometidos a privación de libertad” (Jiménez,
1990:136). Por consiguiente, la medida puede ser aprobada o no, por razo-
nes que no se refieren a aquello que se ha hecho, sino al presente y al futu-
ro, como se es y como se presume que será. “Los parámetros legales que
vinculan y fundan el poder discrecional en la fase ejecutiva al “proceso so-
bre el autor” y que por lo tanto constituyen los términos paradigmáticos so-
bre los cuales se debería determinar el “intercambio positivo” o “intercam-
bio penitenciario”, son genéricamente indicadores como aquellos sobre los
cuales puede fundarse el juicio-pronóstico de no reincidencia” (Pavarini,
1997:110)1. Por lo tanto, la justificación de la concesión de la medida nada

1 Mathiern citado por Pavarini Máximo.


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tiene que ver con derechos, los cuales solo nacen después que se cumplan
los requisitos exigidos por la ley, sino mas bien con la recompensa por ha-
ber sido un “buen preso”.

FICCIÓN DE LA EVALUACIÓN INSTITUCIONAL

EL concepto de progreso en el proceso de resocialización encubre un


juicio de prognosis fundado sobre una presunción de fidelidad, cuando el
penado reconoce el mal social causado como consecuencia de su conducta o
de su modo de ser, cuando se emite alguna declaración de querer cambiar
de vida o de aceptar las reglas del juego se está admitiendo, por un lado, la
disponibilidad de aceptar la “normalidad” realizándose, por otra parte una
función expresiva igualmente importante: “se renuncia en parte a la pena a
cambio de fidelidad” (Pavarini, 1995:90). El sistema progresivo se apoya en
el modelo punitivo primordial, el objetivo manifiesto es resocializar, el ob-
jetivo latente es el mantenimiento del orden interior. La estrategia de la ins-
titución es modificar las pautas de comportamiento de los internos, forzan-
do una adaptación mediante una combinación de castigo persuasión. En este
proceso se acaba produciendo una selección a través de la cual los más pro-
clives a exhibir un cambio de actitud son recompensados. Los internos res-
ponden manteniendo sus hábitos y su moral en forma clandestina “Esa re-
sistencia a la influencia es lo que se llama “conformidad simulada” que
consiste en aceptar de forma pública un comportamiento o un sistema de
valores sin adherirse a ellos de forma privada (conversión o internaliza-
ción)”2 La fidelidad, el aceptar las reglas es lo que conduce al premio de un
informe favorable que le permitirá, sin lugar a dudas, acceder a los benefi-
cios con mayor facilidad “El llamar a estas modalidades de tratamiento car-
celario de extramuros, medidas alternativas a la pena privativa de libertad
es falso: siguen siendo penas carcelarias, aunque se sufran, en parte, fuera
de “sus muros”. Su espacio de funcionalidad es el de insertarse en una lógi-

2 Adelantado Gimeno citado por Iñaki Rivera Beiras “Secuestro Institucionales y Sistema
punitivo/ premiales. Alter”. Revista Internacional de teoría y sociología del derecho.
Ob.Cit. P. 165.
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ca de premios por motivos “internos” a la cárcel” (Pavarini, 1995:94). La


importancia de ese aspecto se recoge en los requisitos del artículos 501, el
cual establece para optar al trabajo fuera del establecimiento, régimen abier-
to, y libertad condicional que el interno haya observado buena conducta y
ésta conducirá a que se otorgue también, un informe favorable con respecto
al comportamiento futuro, puesto que si en un medio tan hostil como la cár-
cel donde el interno se ve implicado en una serie de acontecimientos la ma-
yoría de las veces no buscada ni perseguidas por él, la conducta es buena, es
un indicio suficiente para suponer que el interno no tendrá ninguna dificul-
tad de adaptación al medio exterior y de aceptar las reglas, ficción de la
evaluación que ha sido demostrada a través del fracaso de las distintas tec-
nologías punitivas que en dos siglos de historia de sufrimiento legal han ido
implementando, afectando necesidades básicas del penado.
La elección que se hace a través de la evaluación, es importante para
la gobernabilidad de la institución “permite utilizar vías alternativas en una
lógica de premios para finalidades disciplinarias internas de la cárcel. Poder
disfrutar de medidas alternativas es en consecuencia “un premio”, tal como
su no disfrute representa un castigo” (Pavarini, 1995:101) esta posición se
reafirma si se toma en cuenta que la mayoría de los penados cumple su
condena sin que le haya sido otorgada ninguna medida alternativa, y la cau-
sa es el informe negativo el gran obstáculo que como se dijo, está en manos
de la administración. Otro aspecto que condiciona tal evaluación e impide
un pronóstico favorable son las condiciones de vida de las cárceles refleja-
das en todas las investigaciones como lugares, de violencia constante y con-
diciones de vida inhumanas, que la convierten en altamente criminógenas.
Condiciones de hacinamiento, infraestructura inadecuada, dilación procesal,
ausencia de clasificación y agrupación de los internos, hechos de sangre,
humillaciones y vejámenes así como deficiencia legal y médica, “conforma
un trato no acorde con los principios mas elementales de justicia y, por otro,
un ambiente social en el cual es de esperar que florezca el envelecimiento”
y la degradación “de los individuos sometidos al él” (Suárez, 2000:96). No
obstante el informe no toma en consideración las reales condiciones de
existencia de los penados centrándose en el análisis de la personalidad rasgo
de positivismo que buscaba en el estudio del delincuente la explicación
“científica” de la criminalidad partiendo del carácter distinto del comporta-
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miento considerado delito, con relación al comportamiento adaptado a las


normas sociales y jurídicas, suponiendo que en el origen de tal comporta-
miento distinto, existe una base patológica del individuo que lo realiza. Con
esta concepción puede entenderse que el positivismo encontrará en la cárcel
un laboratorio donde probar sus hipótesis e integrarlas, avanzado el siglo
XIX, “en un nuevo sistema penitenciario “el progresivo” consistente en la
posibilidad del recluso de mejorar su situación penitenciaria (e incluso) ob-
tener anticipadamente su libertad (condicional) si su conducta era juzgada
favorablemente por las autoridades penitenciarias” (Rivera Beiras,
1995:40). Es precisamente en este momento cuando nace otra función que
se atribuirá a la cárcel: la resocialización de los reclusos (Sandoval Huerta,
1982:98).
El desarrollo del positivismo criminológico, al querer aplicar en las
ciencias sociales los métodos propios de la ciencias naturales propició la
creación de un saber científico en torno a la resocialización; su carácter
científico dio lugar al surgimiento del tratamiento penitenciario con el apo-
yo de la medicina, la psiquiatría y la psicología “con el influjo de las cien-
cias del hombre, a principios del siglo XX, surgió el modelo clínico; el ob-
jetivo era terapéutico; el sistema penitenciario, debería ser una suerte de
hospital que tendría la función de curar al delincuente mediante un trata-
miento adecuado”(Sandoval Huerta, 1982:105). La influencia del positivis-
mo continua presente hoy. El concepto que se tiene del tratamiento y la
preocupación científica sigue centrada en los sujetos que delinquen a fin de
corregirlo. En el sistema penitenciario progresivo se somete al penado a “un
tratamiento en que sucesiva o simultáneamente actúe sobre su espíritu la ac-
ción del aislamiento, de trabajo, de la enseñanza primaria, religiosa e indus-
trial, el rigor saludable de prudenciales castigos y el estimulo bien hecho de
merecidas recompensas a fin de que vayan poco a poco despertando en su
conciencia el arrepentimiento de la culpa y en su corazón el propósito de
formar a la honradez preparándoles para la vida libre a medida que se acer-
que el fin de su condena” (Rivera Beiras, 1997:148).
La consecuencia inmediata del sistema es la creación de equipos de ob-
servación y tratamiento que la Ley de Reforma Parcial del Régimen Peniten-
ciario en su artículo 65 denomina Unidad Técnica de Apoyo al Sistema Peni-
tenciario, compuesta por psicólogo y un trabajador social o un sociólogo.
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Los juicios que emitan son decisiones para que los internos puedan
progresar. La personalidad y la peligrosidad de los penados, su carácter
adaptado o su conducta anormal son definitivamente evaluados, sin revi-
sión, en el informe en el cual permitirá o no se otorgue las medidas sustitu-
tivas de cumplimiento de pena.
Estas mediadas o fórmulas de cumplimiento de pena forman partes del
sistema progresivo que acoge el Sistema Penitenciario Venezolano, el cual
según el marco conceptual del “Instructivo para la tramitación de las formu-
las de cumplimiento de pena pautada el la Ley de Régimen Penitenciario y
el Indulto Presidencial”, está constituido por tres fases: el ingreso del tras-
gresor al establecimiento penal; su permanencia en el mismo, donde se debe
suministrar el tratamiento adecuado a objeto de hacer nacer en él la autocrí-
tica (toma de conciencia del ilícito cometido) y por ende, la decisión inequí-
voca de utilizar el tiempo de reclusión en actividades productivas; y por ul-
timo, la fase preparatoria para su futura integración a la sociedad. Etapa
ésta, donde se inserta las medidas alternativas y a las cuales como se dijo,
anteriormente, no se accede sólo por el tiempo cumplido en reclusión, sino,
además, por haber mantenido buena conducta carcelaria lo que deberá refle-
jarse en los estudios técnicos favorables, así, las medidas, entre las que se
encuentra la libertad anticipada, quedan configuradas como ya se mencionó,
en una recompensa y no como derecho subjetivo de los penados. En rela-
ción con la libertad condicional se observa que “se ha llevado al régimen de
las prisiones el freno moral mas suave a la vez que el mas riguroso para
mantener el orden, porque al despertar en el penado la esperanza de abre-
viar su reclusión con una buena conducta y el temor de prolongarla si es
malo su proceder, sobre él actúan dos fuerzas mayores que puedan mover su
espíritu, ya por sincero arrepentimiento de la culpa, ya por reflexivo cálculo
y por propia conveniencia, se hace ordenado sumiso y laborioso”3.

3 Cadalso, F. Citado por Riviera Beira Yñaqui. Ob. cit. P.156.


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CONCLUSIÓN

Uno de los rasgos más resaltantes de el Código Procesal Penal radica


en la etapa de ejecución penal y el nuevo papel asignado a los tribunales de
ejecución cuya normativa confiere la vigilancia y control jurisdiccional so-
bre la administración, especialmente, frente a decisiones arbitrarias, incons-
titucionales, ilegitimas o antirreglamentarias.
El Juez de Ejecución como garante de que la pena de prisión o la me-
dida de seguridad se cumpla de acuerdo a la constitución y las leyes, debe
controlar la legalidad de las medidas adoptadas, el respeto de los derechos
constitucionales de las personas privadas de libertad y vigilar el cumpli-
miento de los derechos humanos en los centros de detención.
Con respecto a los aspectos de la ejecución de la pena propiamente di-
cha, las autoridades administrativas están supeditadas a lo que decidan los
Jueces de Ejecución y no puedan oponerse a tales decisiones.
En razón de la prioridad que actualmente tiene en la legislación proce-
sal penal el informe técnico, el Juez de Ejecución está obligado a conocer
en profundidad los criterios técnicos y los efectos que ellos producen cuan-
do deben tomarse una decisión que afecta las condiciones de la persona pri-
vada de libertad. Solo si el conocimiento de los jueces es sólido, podrá esta-
blecerse, al analizarse el caso planteado, si se ha actuado conforme a la nor-
mativa vigente o si se está en presencia de una decisión discriminatoria o
arbitraria.

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