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Mamá siempre estuvo allí.

No recuerdo un solo momento de mi infancia y juventud en


donde hubiese necesitado de ella y no estuviese con su voz suave, sus cariños, abrazos y
besos. Aun en la época de la Universidad, buscaba la forma de enterarse de todo, sin
entrometerse, para ofrecerme su consejo y consuelo. Ya cuando me casé y yo también me
convertí en madre, ella siguió ahí a mi lado, porque ante todo ella entendió desde siempre
– y me lo fue enseñando toda la vida- que la labor de madre no termina nunca. Eso me da
tranquilidad, porque sé que aun cuando a partir de ahora no estará en nuestras vidas
presente físicamente, ella –como madre que es- buscará la forma de seguir con nosotros,
de estar ahí cuando la necesitemos, de darnos consuelo como siempre, porque esté donde
esté siempre seguirá siendo nuestra madre.

Por eso esta reunión no debe ser motivo sólo de tristeza, sino que debe conllevar un poco
de esperanza, e incluso de alegría, porque aun cuando en la tierra ha muerto una mujer,
una excelente mujer, que fue madre, hermana, hija, esposa, compañera y amiga de muchos
de los presentes, en el cielo ha nacido un ángel, que nos cuidará e intercederá por
nosotros. Porque como ella misma decía: el trabajo de una madre no termina nunca. Hasta
pronto, mamá.

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