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13.

LA IMPORTANCIA DE TU MIRADA AL PÚBLICO

El orador, mientras está hablando, debe buscar permanentemente en los


rostros, en los ojos y en la postura de cada uno de los miembros del
público, los gestos que están aflorando, al mismo tiempo que su oído debe
percibir cualquier expresión o murmullo proveniente del auditorio.

Si no es posible observar a todos y cada uno de los miembros del público,


por estar compuesto de muchas personas, deberá observar a los más que
pueda. Desde luego, no debe hacer un recorrido visual sistemático: uno a
uno de los miembros del público, conforme estén sentados, de izquierda a
derecha, de atrás para adelante. No. También en esto el orador debe ser
natural y espontáneo.

Más que desconcentrarlo, los gestos que hace el público cuando el orador
está hablando, le orientan para que pueda matizar y adaptar su discurso a
su auditorio y a las circunstancias concretas en las que está hablando. Sí,
se debe adaptar el discurso, aunque éste se haya preparado
minuciosamente.

En el teatro y en la declamación lo que se dice y lo que se hace, ya están


predeterminados. Se memorizan, se ensayan y luego se repiten y se
recitan, declamando o actuando. El discurso es muy diferente. No se debe
preparar un discurso con la intención de memorizarlo tal cual, para luego
recitarlo.

El discurso debe ser algo flexible, algo capaz de adaptarse al momento y a


la circunstancia concretos. Esto quiere decir que el orador debe ser capaz
de hablar en cualesquiera circunstancias que se le presenten.

Hay ocasiones en las que el orador se imagina que el público va a acoger


su mensaje receptivamente y por algo no resulta así (el clima, el orador
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que le antecedió, la mala organización del evento, etc.), debiendo actuar
en consecuencia.

La manera de conocer la actitud del público hacia la exposición, lo que


piensa de ella, o si ni siquiera está pensando en ella porque ya se distrajo,
es viendo sus rostros, sus ojos y sus posturas.

Así como el público interpreta los gestos y las posturas del orador, así
también, o mayormente aún, el orador debe escudriñar los gestos, las
miradas y las posturas de los que le oyen, e interpretar los mensajes que
sus constantes y discretos escrutinios le revelen, para adaptar
favorablemente el discurso a la situación dada.

El discurso es, en cierto sentido, un diálogo. Aparentemente el público no


habla, sólo escucha. Pero, como ya lo dijimos, si el orador observa con
atención a su público, al tiempo que está hablando, descubrirá que son
muchas las cosas que el público le dice y entonces puede entablar con su
audiencia una verdadera comunicación, que implica, desde luego, la
adaptación sobre la marcha del discurso.

Para la búsqueda de esos mensajes que sus ojos y sus oídos habrán de
percibir, debe el orador, con toda naturalidad mover la cabeza y aun el
cuerpo, en la medida en que esto sea necesario, según la distribución y
dimensiones del auditorio, cuidándose de no perder de vista a nadie.

© Tutorial de Oratoria basado en las obras de Alexei León.

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