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), pintor y retratista:
Una aproximación a la
Historia del Retrato en Chile”
Tales retratos fueron elaborados probablemente entre los años de 1892 y 1900 (no se
registra la fecha de creación), época en la que Lucares cursó estudios de dibujo y pintura en
la Escuela de Bellas Artes de Santiago, primeramente con el maestro y pintor chileno Pedro
Lira (1845-1912)1, y luego, con el pintor español Fernando Alvarez de Sotomayor (1875-
1960)2.
2
2. Hipótesis
3. Objetivos
De esta manera, este ensayo tiene por objetivo principal intentar una aproximación a la
historia del retrato en Chile mediante el análisis y el estudio de casos, asociados a la
construcción de cánones al servicio de un discurso de poder.
Entre los objetivos secundarios se encuentran: 1. Analizar la evolución del retrato en Chile
desde los primeros años del proyecto político independentista hasta mediados del siglo XX,
pasando por el ensayo de las vanguardias; 2. Estudiar y rescatar la obra del pintor y cultor
del retrato, el artista chileno Oscar Lucares, una figura poco conocida y estudiada por la
historiografía nacional en el campo del arte, pero que personifica de manera notable la
transición y evolución del arte academicista decimonónico hacia movimientos artísticos en
búsqueda de una mayor libertad formal y donde el cambio plástico sería determinado por
hechos económicos, políticos, sociales y culturales en una sociedad en pleno proceso de
cambios, a comienzos del siglo XX.
4. Metodología
3
• Revisión de archivos, catálogos y artículos
• Lectura de cartas biográficas
• Análisis de Contenido
• Análisis de Contexto
• Análisis Comparativo
• Entrevistas
• Revisión de Bibliografía, Estudios y Tesis
• Búsqueda y Revisión de obras
Cabe agregar también que en este estudio, desde un punto de vista teórico, se ha tomado la
decisión de incorporar el método iconográfico-iconológico desarrollado por el historiador
del arte alemán nacionalizado americano, Erwin Panofsky (1892-1968), en su obra de 1955,
El significado en las artes visuales, en la cual presenta los siguientes niveles (3) de
significación aplicados a la obra de arte: descripción pre-iconográfica (formal), análisis
iconográfico e interpretación iconológica.
Considero que dichas categorías se pueden aplicar de manera muy adecuada, toda vez que
se tratan de objetos de arte producidos bajo determinadas reglas y condiciones adquiridas
por técnicas formales y académicas, en el caso de la obra del artista chileno Oscar Lucares.
Y que se inscriben al mismo tiempo en la tradición iconográfica imperante de una república
latinoamericana en pleno proceso de expansión-consolidación y bajo condicionantes
sociales, políticos, económicos y culturales de una nación que desplegaba diversas acciones
dirigidas a crear una identidad nacional mediante la producción de obras y la formación de
artistas que adscribieron a ciertos postulados al servicio del propio arte, pero también del
poder y su simbología. Sobre esto último, cobra actualidad lo indicado por Panofsky en el
sentido que “el descubrimiento y la interpretación de estos valores simbólicos (que con
frecuencia ignora el propio artista y que incluso puede ser que difieran de los que
deliberadamente intentaba éste expresar) constituye el objeto de lo que podemos llamar
iconología en contraposición a iconografía.” 3
Panofsky,
Erwin.
El
significado
en
las
artes
visuales.
Alianza
Editorial,
Madrid,
1979.
Pág.
50.
3
4
5. Estado de la cuestión
4
Junto
a
los
artistas
chilenos
Adolfo
Quinteros
y
José
Perotti,
Oscar
Lucares
partió
pensionado
por
el
Estado
de
Chile
en
1920
a
Europa
conforme
referencias
encontradas
en
los
catálogos
de
los
Salones
Oficiales
de
1927
y
1928.
También
se
deben
agregar
las
referencias
realizadas
por
los
artistas
del
denominado
Grupo
Montparnasse
en
cartas
intercambiadas
entre
ellos,
publicadas
en
la
obra
de
Wenceslao
Díaz,
Bohemios
en
París,
epistolario
de
artistas
chilenos
en
Europa
1900-‐1940.
RIL
editores,
Santiago,
2007.
5
Dicha
condición
la
encontré
en
el
Catálogo
del
Salón
Nacional
de
1948
de
la
Sociedad
Nacional
de
Bellas
Artes,
XV
Exposición
Anual
de
Bellas
Artes.
Pág.
7.
5
algunos ejercicios comparativos, relativos a figuras de nuestra historia, entender cómo la
representación iconográfica de determinadas personalidades públicas relacionadas con el
aparato estatal ha ido evolucionando a lo largo de los siglos XIX y XX en términos
formales y simbólicos.
Finalmente, también se ha realizado un análisis de la historia del retrato en Chile, desde los
albores de la vida independiente nacional con la figuración realizada por Gil de Castro,
como elemento fundante de esta tradición en nuestro país, pasando por los trabajos de
Monvoisin, Mandiola, grabados de artistas franceses de mediados del siglo XIX, y figuras
como Pedro Lira y Valenzuela Puelma, hasta pintores modernos como Exequiel Plaza y
otros. Todo ello, a fin de entender cómo ha ocurrido la construcción del canon y el contexto
en el cual dichos retratos fueron elaborados.
6. Desarrollo
Cualquier intento por elaborar una historia del retrato pictórico en Chile debe vincularse,
primeramente, con el concepto de producción de objetos de arte en el país. La realidad
colonial imperante hasta el siglo XVIII y proyectada a comienzos del siglo XIX
determinaba la forma en que se consumía arte para usos políticos, religiosos y/o
decorativos. La producción local era inexistente y su consumo estaba dado por piezas
provenientes desde el Ecuador, Perú y el Alto Perú (actual Bolivia) y el gusto imperante
determinaba el tipo de obra adquirida por la aristocracia nacional, fuera ésta española y/o
criolla. Durante la colonia, tal como lo señala el historiador del arte chileno Juan Manuel
Martínez, el retrato pictórico tuvo más bien una “función de asegurar un santo patrocinio,
perpetuando el ofrecimiento del alma y afianzando su cercanía con lo divino y las órdenes
religiosas, lo que motivó el recurso del retrato de donante”. 6
Posteriormente, el arribo a Chile del pintor limeño José Gil de Castro (1785-1837) sería
determinante en la instalación de este género en Chile. Se dinamizó “de manera notable el
6
Madrid,
A.,
Martínez,
J.M.
y
Zárate,
P.
Marzo
de
2014.
Arte
en
Chile:
3
miradas
colección
MNBA.
Catálogo,
Museo
Nacional
de
Bellas
Artes,
Santiago.
Pág.
14.
6
arte del retrato, plasmando, antes del quiebre del Imperio Español, la vera esfigies de los
súbditos más reputados del reino”. 7 El mismo autor afirma que la obra de Gil de Castro, no
fue solamente la colección de una galería de hombres y mujeres, sino la representación de
un intento de construir el sujeto del buen súbdito con una figuración social y económica,
resultado de una creciente autoconciencia de poder de este grupo social en Chile.
El ingreso del género pictórico del retrato en Chile está asociado fuertemente a la imagen
del poder. La necesidad de construir un relato nacional a comienzos del siglo XIX para el
proyecto independentista de la élite local requirió la formación de referentes visuales
destinados a inspirar autoridad y conducción. Ambos atributos fueron sintetizados bajo el
concepto del buen ciudadano (MARTINEZ 2014) e inaugura la nueva iconografía
republicana que comienza a construirse de acuerdo al sistema político elegido e impuesto
por el caudillaje local. Nace el nuevo imaginario político iconográfico que sustituye la
estructura colonial previa, operando como una herramienta eficaz para conseguir este
resultado. En la élite republicana, la representación del poder se ve reflejada en
condecoraciones, vestuario y entorno escenográfico (MARTINEZ 2014).
En ese camino, pintores europeos arribados a Chile a mediados del siglo XIX, sobretodo el
caso del francés Raymond Monvoisin (1790-1870), produjeron un profundo impacto en la
élite local que adoptaron sus retratos como modelo referente del gusto que nacía en ese
Ibid.
Pág.
15.
7
7
entonces. Hombres y mujeres comienzan a ser retratados en torno al salón, como espacio
social donde ambos aparecen retratados. El retrato ya es un género autónomo y “tenía como
funcionalidad que los hombres y mujeres representados buscaban mostrar una imagen muy
determinada de sí mismos, por lo que muchos de los personajes retratados aparecen
representados con refinación y elegancia, independientemente que la escena los sitúe en la
intimidad de su hogar, ya que su objetivo era mostrar el papel que cumplían o deseaban
cumplir en su sociedad”. 8
Se instala, entonces, el canon europeo que resultará determinante para la producción de arte
en Chile en la segunda mitad del siglo XIX. Dentro de esa perspectiva, diversos pintores
chilenos como Francisco Mandiola, José Manuel Ramírez Rosales, Pascual Ortega y
Manuel Antonio Caro, entre otros, que comenzaban a despuntar en dicha tradición
seguirían las directrices académicas de un arte destinado tanto al consumo público, pero
sobretodo privado.
Ibid.
Págs.
21-‐22.
8
8
Sociedad Artística del Museo de Bellas Artes de la Quinta Normal9, también conocido
como Partenon).
9
Cabe
señalar
que
el
Museo
de
Bellas
Artes
había
sido
creado
previamente
el
31
de
julio
de
1880
bajo
el
nombre
de
Museo
Nacional
de
Pintura
y
que
funcionó
hasta
1887
en
los
altos
del
ex
Congreso
Nacional,
ubicado
en
calle
Catedral.
10
Colección
Luis
Alvarez
Urquieta.
Julio
de
1928.
La
Pintura
en
Chile.
Imprenta
La
Ilustración,
Santiago
de
Chile.
Pág.
41.
11
Romera,
A.1951.
Historia
de
la
Pintura
Chilena.
Editorial
del
Pacífico
S.A.,
Santiago
de
Chile.
Pág.
71.
12
Ibid.
Pág.
78.
9
Convertido en maestro y también en crítico de arte13, luego de su experiencia como alumno
del italiano Alejandro Cicarelli (director) en la Academia de Pintura y su paso por Europa
entre 1873 y 1884, Pedro Lira adquirió un gran protagonismo en la escena artística e
institucional a fines del siglo XIX.
Siendo profesor del curso superior de pintura en la Escuela de Bellas Artes – una vez
instalada ésta en la calle Maturana 750, en 1892, desde los salones ubicados en los altos del
Congreso Nacional – su llegada no estuvo exenta de polémica debido a sus convicciones
políticas contrarias al Presidente Balmaceda. Luego de la guerra civil de 1891 y tras
desplazar a Alfredo Valenzuela Puelma (conocido Balmacedista) como postulante a
profesor de la cátedra de pintura de la Escuela y apoyado por los alumnos, Pedro Lira se
impone y se instala de lleno en el ambiente de formación para muchos jóvenes que tendrán
un destacado rol en las discusiones del arte del siglo XX14.
Es en ese entorno artístico y académico que a mediados de la década de 1890, inicia sus
estudios el joven santiaguino, Oscar Lucares Espinoza. Nacido en 1875 en el seno de una
familia de oficios de la capital chilena (su padre Fidel era tipógrafo, fotógrafo y dibujante),
comienza sus cursos de dibujo y pintura bajo las directrices establecidas por Pedro Lira,
artista ya consagrado en quien convergían las mejores tradiciones de la pintura de historia y
el género del retrato pictórico. Lira, por ejemplo, era un profundo admirador de los
franceses Delacroix y Meissonier.
Pedro Lira por aquellos años había logrado consolidar un sistema de exposiciones
periódicas y de salones permanentes, idea trasladada a Santiago luego de su estimulante
experiencia parisina. Los jóvenes alumnos que acudían a las clases de la Escuela de Bellas
Artes – institución donde Lira fue nombrado profesor de pintura y dibujo el 6 de octubre de
13
Un
notable
trabajo
en
esta
línea
lo
constituye
la
obra
de
su
autoría
Diccionario
Biográfico
de
Pintores.
Santiago
de
Chile,
Imprenta,
Encuadernación
y
Litografía
Esmeralda,
Santiago,
1902.
14
Berríos,
P.,
Cancino,
E,
Guerrero,
C.,
Parra,
I.,
Santibáñez,
K.
y
Vargas,
N.
2009.
Del
taller
a
las
aulas:
la
institución
moderna
del
arte
en
Chile
(1797-‐1910).
Estudios
de
Arte,
LOM
Ediciones
Ltda.,
Santiago.
Pág.
372-‐
373.
10
1892 – eran sometidos, de acuerdo a referencias de la época, a una fuerte influencia
espiritual y técnica generando un ambiente de camaradería, amistad y condiscípulos.15 Allí
ejercería como profesor hasta su fallecimiento en 1912.
Según apunta Romera, Lira “no dejaba margen a las innovaciones, ni permitía que los que
seguían sus enseñanzas rompieran las normas o las fórmulas que prendían su docencia
(…) el maestro es en ese tiempo la primera figura artística, un pintor maduro, dueño de su
arte, dominador de los secretos que plantea la técnica (…) por todo ello, desde 1884 hasta
1912, se fue transformando en un ser casi apostólico. Durante cerca de 30 años la rectoría
del maestro se ejerce en forma casi absoluta, sin admitir interferencias. Aplica la
enseñanza directa, pero quiere también controlar los espíritus e insuflar a las gentes sus
propias ideas y teorías sobre el arte, sus manías, sus preferencias”. 16
Es bajo estos ideales, carácter y estilo figurativo que se da la formación primera de Lucares
en torno al arte. Es por ello, que pese a no estar fechados, el conjunto de siete retratos
localizados en el Museo Histórico Nacional corresponderían a esta época de formación
temprana en el arte del dibujo y de la representación histórica.
Cada uno de estos retratos presenta similar factura, técnica y composición. Se trata de las
siguientes figuras, a saber: 1. José Miguel Carrera, 2. Manuel Bulnes, 3. Miguel Luis
Amunátegui, 4. Antonio Varas, 5. Aníbal Pinto, 6. Domingo Santa María y 7. Domingo
Faustino Sarmiento. (Ver anexo 1).
15
Romera,
A.1951.
Historia
de
la
Pintura
Chilena.
Editorial
del
Pacífico
S.A.,
Santiago
de
Chile.
Pág.
73.
16
Ibid.
Pág.
73-‐74.
11
Amunátegui, Varas, Pinto, Santa María y Sarmiento), varones de aspecto y edad madura
(salvo Carrera), mirando al frente y en posición horizontal, unos, y semi-frontal otros, pero
todos en primer plano y medio torso. La firma del autor “O. Lucares” aparece únicamente
en el lado inferior derecho, sea en tinta negra, sea en tinta blanca, dependiendo del contraste
y fondo.
Desde un punto de vista del análisis iconográfico se tratan de imágenes que corresponden a
ex presidentes chilenos (Bulnes, Pinto y Santa María) y uno argentino (Sarmiento),
ministros de Estado (Amunátegui y Varas) y próceres de nuestra independencia (Carrera).
Por lo general, los retratos eran obras elaboradas bajo encargo y asociadas históricamente a
personas ricas y poderosas, tanto en las sociedades agrarias como urbanas, y posteriormente
burguesas e industriales. A su vez, dichos retratos terminaban transformándose en
documentos valiosos de familia pero también para el Estado. Permitían, dependiendo del
talento del artista, reflejar algunos elementos intrínsecos de la persona a la cual se retrataba,
tales como su carácter y/o su personalidad mediante la acentuación de determinadas
características físicas, gestos o simbologías asociadas externamente a su fisionomía.
12
fotografías o descripciones verbales constituirían también importantes elementos a la hora
de confeccionar y enfrentar un retrato.
En el caso de los retratos elaborados por Oscar Lucares y que motivan el presente estudio,
tenemos el caso de siete personalidades que no fueron contemporáneas a la vida del artista,
por lo que se supone haya existido un trabajo referencial previo, que es importante tener en
cuenta a la hora de analizar la manera en cómo el dibujante se enfrentó a dicha complejidad
y proceso de producción. En este sentido, se propone el siguiente ejercicio de análisis a fin
de entender la forma en cómo los aspectos formales e iconográficos van evolucionando en
términos del gusto de cada época.
Los retratos elaborados en torno a la imagen del General José Miguel Carrera son bastante
interesantes de estudiar debido a los antecedentes que se manejan sobre su origen,
evolución y proyección, tanto en los siglos XIX y XX (ver anexo 3).
Para ello, la información histórica disponible constituye una importante guía de referencia
para entender cómo los aspectos formales e iconográficos operan en la construcción de un
canon, que ha sido repetido a lo largo de diversas generaciones de pintores que
incursionaron en el retrato. Asimismo, cómo dichas imágenes se fueron adaptando a cada
contexto, al gusto y al tiempo histórico en el cual dichos artistas se desempeñaron y
ejercieron su praxis heredera de determinados conceptos teóricos y simbólicos.
Tras la muerte del político y general José Miguel Carrera Verdugo en 1821, fusilado a los
35 años en la ciudad argentina de Mendoza, existen fuentes históricas que dan cuenta de
retratos del prócer en la casa de su hija, Rosa Carrera de Aldunate. Un incendio en 1848
habría destruido todas estas obras propiciando a su vez, el encargo de nuevos retratos, como
el de Francisco Mandiola, elaborado en 1850. En aquellos años aún vivían su hermana
13
Javiera, su esposa Mercedes Fontecilla así como su hijo, José Miguel Carrera Fontecilla.17
Lo interesante de este retrato de Mandiola es que incorpora elementos formales a partir de
la fisionomía de su hijo varón (frente, color del cabello, forma de la cabeza, ver fotografía 1
– anexo 3). Esta obra se constituiría en una referencia para retratos elaborados años más
tarde.
Tal es el caso del grabado aparecido en 1857 en el libro escrito y editado por Benjamín
Vicuña Mackenna titulado “Ostracismo de los Carreras”, cuya imagen de Carrera se basa a
todas luces en la obra de Mandiola de 1850.
17
El
Mercurio.
29
de
abril
de
2007.
Las
mil
caras
de
José
Miguel
Carrera
por
Alexis
Jéldrez
y
Hernán
Rodríguez.
14
Dos variantes interesantes lo constituyen también el retrato de Carrera producido por la
pintora francesa Clara Filleul (1822-1878), discípula y ayudante de Monvoisin en Chile,
elaborado probablemente a mediados de la década de 1850; y el óleo del pintor uruguayo
Juan Manuel Blanes (1830-1901) de 1872, titulado Los últimos momentos de Carrera en
Mendoza y cuyo original se encuentra hoy en Uruguay (dos copias de esta obra fueron
realizadas por los artistas chilenos Juan Francisco González y Agustín Araya).
En el caso del primero, las referencias a la obra de Mandiola también son evidentes aunque
existe una mayor libertad en el uso de elementos fisionómicos y volúmenes perceptibles en
los labios, barbilla y ojos de Carrera. Ya en el caso de la obra de Blanes, ingresando al
género de la pintura de historia, la fisionomía pareciera inspirada en el grabado de Narciso
Desmadryl, pero con un grado de gran autonomía dada la presencia de otras figuras que
componen una escena en movimiento, tras la llegada de los soldados a la puerta del
pequeño hogar y la presencia de dos abates, una mujer que sostiene un crucifijo y un tercer
hombre sentado lamentando la situación, con su mano sobre el rostro.
A los retratos de Oscar Lucares hallados en el Museo Histórico Nacional se deben agregar
otros dos registros, de épocas más tardías, encontrados en SURDOC. Se trata de dos obras
pertenecientes a la colección del Museo Nacional de Bellas Artes, elaboradas por Lucares
15
en 1915 para el Salón Oficial de ese año, titulado “Irma” 18, y otro óleo titulado “Dama
pensativa” pintado probablemente en París, durante sus años de estudios en la Académie de
la Grand Chaumiere bajo la tutoría de su fundador, el pintor y profesor francés Lucien
Simon (1861-1945). 19 Ambas se encuentran en Chile, la primera en la Secretaría General
de la Presidencia y la segunda en el Museo O’Higginiano de Talca (ver anexo 4).
La condición de cultor del retrato de Oscar Lucares es mencionada por los investigadores
chilenos Nena Ossa y Pedro Labowitz en su obra Plástica Chilena de manera muy clara y
escueta. 20
Otras breves referencias también han sido encontradas en revistas de la época como es el
caso de Sucesos, en la cual se hace mención a Lucares en 1916 como Inspector General de
la Escuela de Bellas Artes y acreedor de varias medallas en los Salones 21 y el hallazgo de
una airada carta del escritor Joaquín Díaz Garcés, en la cual relata al rector de la
Universidad de Chile de ese entonces (en 1917), la situación de indisciplina y desorden en
la que se encontraba la Escuela a su arribo al cargo de director, lo que habría motivado
pedirle el cargo de inspector a Lucares y suspender la matrícula a varios alumnos. 22
Todos estos elementos encontrados en esta investigación dan cuenta de un momento muy
particular de la Escuela de Bellas Artes.
18
Este
óleo
fue
presentado
por
Oscar
Lucares
al
Salón
Oficial
de
1915,
recibiendo
la
primera
medalla
de
la
exposición
y
el
premio
de
retrato
(Certámen
Edwards).
Al
año
siguiente,
esta
obra
participó
representando
a
Chile
en
la
Panama-‐Pacific
International
Exposition
de
San
Francisco
(EE.UU.),
entre
el
1
de
enero
al
1
de
mayo
de
1916.
Luego
de
pertenecer
al
propio
artista,
pasó
a
formar
parte
de
la
Colección
Luis
Álvarez
Urquieta
y
desde
1939
al
Museo
Nacional
de
Bellas
Artes
de
Santiago.
19
Díaz
Navarrete,
W.
Noviembre
de
2010.
Carta
de
Henriette
Petit
a
Luis
Vargas
Rosas
26.03.1922.
En
Bohemios
en
París,
epistolario
de
artistas
chilenos
en
Europa
1900-‐1940.
RIL
editores,
Santiago.
Pág
231.
20
Ossa,
N.
y
Labowitz,
P.
1986.
Plástica
chilena.
Colección
Museo
Nacional
de
Bellas
Artes.
Ministerio
de
Educación
Pública,
Dirección
de
Bibliotecas,
Archivos
y
Museos,
Valdivia.
Web.
4
nov.
2015
21
Sucesos
(Revista),
N°
723.
1916.
Chile,
3
de
agosto.
Una
visita
a
la
Escuela
de
Bellas
Artes
por
J.
E.
22
Díaz
Garcés,
J.
Carta
al
Rector
de
la
U.
de
Chile.
Santiago,
12
de
abril
de
1917.
Págs.
101-‐104.
En
Boletín
de
Instrucción
Pública,
Anales
de
la
Universidad
de
Chile
[En
línea],
0
(1917):
Pág.
3-‐209.
Web.
4
nov.
2015
16
Dicha institución arrastraba desde fines de la década de 1890 una serie de dificultades
presupuestarias y académicas originadas por la salida de profesores de la talla de Nicanor
Plaza (Escultura), Manuel Aldunate (Arquitectura) y Otto Lebe (Grabado en madera). 23
Hacia 1900, tal como es mencionado en la investigación Del taller a las aulas: la
institución moderna del arte en Chile (1797-1910), en la Escuela de Bellas Artes sólo se
habrían dictado las cátedras de Pintura y de Dibujo al Natural. También se menciona un
clima de conflicto que reinaba en una institución en que los profesores “se hallaban en
completo desacuerdo, i siguiendo su mal ejemplo, los alumnos i hasta los sirvientes,
formaban en dos bandos que se hacían continuamente los mayores agravios i se vejaban
mutuamente y sin miramiento alguno.” (ARIAS 1900).
Polémicas a parte, lo cierto es que la Escuela de Bellas Artes fue un terreno donde las
distintas visiones sobre el arte que necesitaba el país y la sociedad fueron originando
debates encarnizados sobre las directrices plásticas. A su vez, en ese ambiente de
pensamiento crítico comienza a despuntar una nueva generación de artistas influidos por
nuevos factores, tales como el costumbrismo impartido por el pintor español Fernando
Alvarez de Sotomayor (1975-1960). Pero persistían las resistencias y Pedro Lira fue una de
ellas. Reformas introducidas a la malla curricular en 1902 por el nuevo director, el escultor
Virginio Arias, fueron atacadas constantemente por Lira. 24
23
Berríos,
P.,
Cancino,
E,
Guerrero,
C.,
Parra,
I.,
Santibáñez,
K.
y
Vargas,
N.
2009.
Del
taller
a
las
aulas:
la
institución
moderna
del
arte
en
Chile
(1797-‐1910).
Estudios
de
Arte,
LOM
Ediciones
Ltda.,
Santiago.
Pág.
377.
24
Ibid.
Pág.
378.
17
Oscar Lucares contaba ya con 35 años en 1910, época en que se inaugura el Palacio de
Bellas Artes diseñado por Emile Jéquier (1866-1949) en Santiago y que pasó a albergar la
Escuela y el Museo de Bellas Artes. La exposición del Centenario de 1910 representó a su
vez, una oportunidad inmejorable para medir producción y recepción, y para el Estado una
ventana internacional para situarse en la ruta del arte en una América Latina que vivía
tiempos de cambio.
Pero el país convivía con la extrema pobreza y seguía dominado por un sistema político
parlamentario – salido victorioso de la guerra civil de 1891 en Chile – que aseguraba a la
oligarquía terrateniente y minera el control absoluto sobre los destinos nacionales y sobre la
acción del Estado.
Los retratos seguían representando a la élite local mediante una figuración asociada a su
actividad económica, política, social e incluso en torno a sus momentos de ocio. Dicha
representación comienza gradualmente a ser desplazada por una burguesía comercial en
ascenso y por clases medias y populares que demandaban una mayor preocupación de las
autoridades a sus problemáticas, concepto denominado tradicional y eufemísticamente en
nuestro país como la “cuestión social”.
Pese a haber vivido solo seis años en Chile, entre 1908 y 1915, el pintor español y futuro
director del Museo del Prado (1939-1960) Fernando Alvarez de Sotomayor favoreció a
través de un realismo depurado, la introducción de temas populares y costumbristas en la
pintura chilena y una valorización de la huella hispánica en contraposición al avasallador
modelo y gusto francés imperante hasta ese momento. (ver anexo 5)
Las clases populares y situaciones de la vida cotidiana como el trabajo, las labores
domésticas, entre otros, comienzan a aparecer en las obras de sus discípulos y bajo esta
huella Oscar Lucares se incorpora junto a otros alumnos más jóvenes a esta nueva corriente
que se introducía en la pintura chilena. Nace la Generación del Trece aglutinando pintores
de clases populares en Chile y que logran romper con el romanticismo francés planteando
nuevos ejes en la pintura e incorporando principalmente un contenido social.
18
Retratando en las Vanguardias
También importante fue el Grupo de los Diez, fundado en 1916 por pintores que se reunían
en una vivienda de la calle Santa Rosa de Santiago, donde proclamaban que “somos
hombres de nuestro tiempo; vivimos con las ideas y los sentimientos de la época, nos
movemos en el ambiente actual de una renovación de tendencias artísticas; no podemos
25
abandonar el contacto con este momento de la vida, en que nos ha tocado actuar”.
Además de connotados escritores de la época participaron de este grupo los pintores Juan
Francisco González, Julio Ortiz de Zárate y Ernesto Guzmán.
Si bien estos intentos fueron registrados por la historiografía local, en la opinión de algunos
autores chilenos como Guadalupe Álvarez de Araya26, Pablo Berríos, Eva Cancino y
Kallisuka Santibáñez27, se trataron más bien de grupos articulados sin propuestas estéticas
25
APCh,
Artistas
Plásticos
Chilenos.
Web:
www.artistasplasticoschilenos.cl
26
Alvarez
de
Araya
C.,
G.
Junio
de
2005.
Originalidad
y
vanguardia
en
la
crítica
en
prensa
de
los
años
veinte.
Artículo
en
Citica.cl,
Santiago.
27
Berríos,
P.;
Cancino,
E.
y
Santibáñez,
K.
2010.
La
construcción
de
lo
contemporáneo,
la
institución
moderna
del
arte
en
Chile
(1910-‐1947).
Estudios
de
Arte,
Departamento
de
Teoría
de
las
Artes,
Facultad
de
Artes,
Universidad
de
Chile.
19
definidas e imbuidos más bien de tendencias anti-academicistas. A fines de los años veinte
sería el turno de algunos artistas partir becados a Europa y sumarse a otros que ya vivían en
París (como el caso de Manuel Ortiz de Zárate residente en esa ciudad desde 1904; su
hermano Julio Ortiz de Zárate y Luis Vargas Rosas en 1919; Camilo Mori, Henriette Petit,
Isaías Cabezón, Oscar Lucares y Adolfo Quinteros en 1920; y José Perotti en 1921). 28
20
7. Conclusiones
A lo largo de este ensayo, se ha intentado trazar una línea muy general a casi 100 años
de la pintura chilena, tomando como elemento de análisis el desarrollo del género del
retrato en Chile. En este sentido, la evolución misma de la enseñanza del arte en nuestro
país está íntimamente relacionada con los cambios políticos, económicos y culturales que
fue experimentando la sociedad chilena a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX y la
primera mitad del siglo XX. Desde Gil de Castro al Grupo Montparnasse vemos una
producción local que se desarrolla en un entorno de precariedad y orfandad conceptual que
debe a su vez, asumir los encargos de un proyecto político nacional, de carácter republicano
y elitista primero, que en la búsqueda de una identidad, se va desplazando lentamente hacia
una esfera burguesa y urbana, para desembocar a partir de los años veinte en un proyecto
político nacional-desarrollista y marcado por la ascensión de las capas medias.
Otro elemento encontrado y que circula en torno a la evolución del retrato pictórico en
Chile corresponde a la noción del gusto imperante. Los artistas debieron adecuar – en la
gran mayoría de los casos – su producción conforme el desarrollo de las preferencias de
una determinada clase social que reunía las condiciones para poder adquirir y encargar
obras, por un lado, y que por el otro, ejercía su influencia política y económica en un
Estado Nacional que demandaba trabajos. Este gusto correspondió a las preferencias
manifestadas por las elites durante los años de la República Presidencialista, primero, y los
años de la llamada República Parlamentarista, después.
Los artistas debieron ajustarse a las preferencias de este grupo social que determinaba
su ingreso a los nacientes salones y exposiciones que comenzaban a tomar lugar en la
capital. Finalmente, es en este contexto, que muchos artistas como Oscar Lucares iniciaron
su formación y desarrollaron sus carreras. Los retratos aquí analizados – para el caso de los
encontrados en el Museo Histórico Nacional – constituyeron ejercicios de preparación para
este mercado que adquiría para si y para el propio Estado chileno, dicha producción, pero
que exigía ciertos patrones estéticos y formales que podemos ver reflejados, claramente, en
el ejercicio efectuado con la retratística del General José Miguel Carrera.
21
8. Bibliografía General y Fuentes de Información
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1921, 1922, 1923, 1924, 1925, 1926, 1927, 1928, 1929, 1930, 1938, 1939, 1940, 1941, 1942, 1943 y 1948.
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23
Anexo 1
Serie de Retratos elaborados a lápiz por Oscar Lucares Espinoza (1875-1943?)
Colección Fotografía Patrimonial
Museo Histórico Nacional de Santiago de Chile
24
3. Miguel Luis Amunátegui Aldunate (1828-1888)
25
5. Aníbal Pinto Garmendia (1825-1884)
26
7. Domingo Faustino Sarmiento (1811-1888)
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Anexo 2
Retratos realizados por Pedro Lira Rencoret (1845-1912)
1. Retrato del pintor Pablo Burchard, 1901. Museo Nacional de Bellas Artes.
28
3. Retrato del General Marcos II Maturana, 1898. Museo Nacional de Bellas Artes.
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Anexo 3
Evolución de la Retratística de José Miguel Carrera (1785-1821)
30
3. Retrato-litografía de Carrera de 1854 por Narciso Desmadryl (1820-1900),
contenido en la publicación Colección de Biografías y Retratos de Hombres
Célebres de Chile (2 V.).
4. Grabado de Carrera de 1857, inspirado en la obra de Mandiola de 1850, reproducido
por Benjamín Vicuña Mackenna en su libro Ostracismo de los Carrera.
31
5. Retrato de Carrera de 1850-1860 por Clara Filleul (1822-1878).
6. Los últimos momentos de Carrera en Mendoza de 1872 por Juan Manuel Blanes
(1830-1901).
32
7. Grabado de Carrera de 1873 por Hans Meyer.
33
9. Retrato de Carrera de 1915 por Ezequiel Plaza (1892-1947).
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Anexo 4
Retratos de Oscar Lucares (1875-1943?)
2. Dama pensativa – óleo sobre tela de Oscar Lucares pintado a mediados de 1920.
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Anexo 5
Retratos de Fernando Álvarez de Sotomayor (1875-1960)
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Anexo 6
Retratos elaborados por los miembros iniciales del Grupo Montparnasse
2. Retrato de Chela Aranís – óleo sobre tela de Manuel Ortiz de Zárate (1887-1946).
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3. Cabeza de mujer – óleo de Henriette Petit (1894-1983).
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5. Retrato – óleo de José Perotti (1898-1956).
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