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EL CLUB DE LA LUCHA (DAVID FINCHER, 1999): La consciencia

como pantalla de proyección.

El club de la lucha se trata de una de las obras maestras de David Fincher (Alien 3, Seven, The game,
El curioso caso de Benjamin Button, The social network o la reciente Perdida son algunas de las
películas de este director). A pesar de unas valoraciones muy polarizadas desde su proyección en la
gran pantalla, y de un discreto éxito comercial, ha derivado en una película de culto desde su
lanzamiento en dvd. Basada en la novela de Chuck Palaniuk está protagonizada, en sus principales
papeles, por Edward Norton, Brad Pitt y Helena Bonham Carter. Con el estilo visual propio de
Fincher (quien proviene del campo publicitario y de los vídeos musicales) y las excelentes
interpretaciones de sus protagonistas, El club de la lucha está considerada en IMDB (Internet movie
database) entre las diez mejores películas de la historia. Dentro de las posibles lecturas que tiene esta
película, y dadas las características de este blog, nos ceñiremos a su lectura psicológica, y para ello
partiremos de una hipótesis inicial: que todos los personajes de El club son proyecciones de una
misma psique, en este caso del narrador de la historia (Edward Norton). ¿En qué me baso para lanzar
esta hipótesis? Si recordáis el inicio de la película habréis observado que, en algunos momentos,
aparecen breves flashes en los que aparece la imagen de distintos personajes, dando la impresión que
aquello que el protagonista nos narra estuviera proyectado en una pantalla que, en nuestro caso, lo
consideraremos como la pantalla que representa su consciencia donde se proyecta su propio mundo
interno tal y como ocurre con los sueños. Vamos a ver, a través del desarrollo de la película este
universo interno del narrador. Para nuestro análisis dividiremos la película en tres fases. La primera
que ira desde el inicio de la película hasta la aparición de Tyler Durden (Brad Pitt). La segunda fase de
la película irá desde esta aparición hasta el surgimiento del Proyecto Mechen y la tercera y última la
que va de éste al final de la película.

I. PRIMERA PARTE: EL PERSONAJE DEL NARRADOR (EDWARD NORTON).

Podemos observar el personaje del narrador interpretado por Edward Norton (y al que llamaremos
Norton) desde dos perspectivas. Por un lado, es durante toda la película el yo como centro de
consciencia o de darse cuenta, mientras que por otro lado es el personaje que representa en cada fase
de la película. Así, y en esta primera parte, se nos muestra desde el inicio de la película como una
personalidad esencialmente inmadura y determinada por la imagen. Trabajo y su apartamento, así
como su decoración IKEA, parecen ser todo su mundo:
Te despiertas en los aeropuertos de [...] Vas de la hora del pacífico a las Rocosas. Pierdes una hora,
ganas una hora. Esa es tu vida y se está acabando por minutos [...] Viaje a donde viaje la vida es
simple. Raciones individuales de azúcar, raciones individuales de leche, de mantequilla, bandeja de
pollo al cordon bleu para miroondas, champús y cremas suavizantes, muestras de enjuage bucal,
pastillas de jabón. Las personas que conozco en cada vuelo son mis raciones individuales de amigos.
Entre el despegue y el aterrizaje es el único tiempo que compartimos.

Aquejado de insomnio (no es de extrañar), y ante la negativa del médico para recetarle medicación
empieza a recurrir a un grupo de terapia de hombres aquejados de cáncer de testículos donde conoce a
Bob, un hombre enorme, ex-culturista, que debido al tratamiento hormonal ha desarrollado unos
grandes pechos, así como una voz chillona y una gran emocionalidad. Se trata, sin duda, de una imagen
del hombre que ha perdido su masculinidad dando paso a una feminidad hipertrofiada. Es sugerente la
imagen de Norton llorando abrazado, por no decir engullido, por los brazos y los pechos de Bob.

El narrador (Edward Norton) con Bob.

Norton llora y llora y empieza a frecuentar otros grupos de terapia para enfermos de distintas dolencias,
a cual más extraña, donde sigue llorando. Si bien esta actividad le permite conciliar el sueño, Norton no
parece identificar la fuente de su sufrimiento. Se conforma con calmarlo en estas reuniones en las que
él mismo se describe como "un centro pequeño y cálido alrededor del cual se agrupaba la vida de ese
mundo". Dice en un momento dado: "Si yo no decía nada, la gente siempre presuponía lo peor, Cuanto
más lloraban ellos más lloraba yo". Se trata de un comportamiento esencialmente confluente. Norton
encuentra refugio en grupos de terapia que potencian esencialmente elementos característicos de lo
femenino: vulnerabilidad, intimidad, expresión de las emociones, abrazos y lloros y, esencialmente, el
sufrimiento compartido. Pero en ellos está ausente toda traza del elemento masculino que va a
representar el Club de la lucha. En palabras de Jung, Norton representa el hombre identificado con el
arquetipo del ánima, y Bob es una de las proyecciones en la que es representado. La hipertrofia de lo
femenino en Bob tiene su opuesto en Cloe, un enferma terminal que a pesar de manifestar no temer a la
muerte dice lo siguiente: "si embargo, desgraciadamente, me encuentro sola. Nadie quiere acostarse
conmigo. Estoy tan cerca del fin y lo último que quiero echar es un último polvo". Una imagen de que
lo femenino sin lo masculino, o a la inversa, implica una hipertrofia de uno de los polos, con la
consecuente hipotrofia del otro, que es la enfermedad, el sufrimiento del alma en sí mismo. Norton
representa un tipo de hombre que se ajusta a un modelo de nuestra sociedad: hombres que han crecido
con madres y con la ausencia de los padres. Dice Norton en un momento dado: "No puedo casarme.
Soy un niño de treinta años", a lo que el personaje de Tyler representado por Brad Pitt (al que
llamaremos Tyler-Pitt) le responde: "Somos una generación de hombres criados por mujeres. Me
pregunto si otra mujer será la respuesta que realmente necesitamos". Y, en realidad, la pregunta de
Tyler-Pitt tiene mucho sentido si se transforma en ¿necesitamos a otra mujer que siga haciendo de
madre? Esa búsqueda de refugio materno lo observamos en Norton cuando dice de sus abrazos con
Bob: "Bob me quería porque creía que a mi también me habían extirpado los testículos. Encontrarme
allí, apretado contra sus tetas, dispuesto a llorar, eran mis vacaciones".

Es entonces cuando aparece Marla Singer (Helena Bonham Carter). Surge como una proyección de
Norton que refleja su autoengaño (su mentira reflejaba la mía, dice) a la vez que representa el "otro
lado", el lado más destructivo de la condición de lo femenino que le habita y que su consciencia
rechaza reconocerla. Marla representa la condición de "parche" de los apoyos buscados por Norton.
Ella es su realidad, la realidad que se expresa en las palabras que Norton dice de ella: "La filosofía de
la vida que tenía Marla era que en cualquier momento podría morir. Y la tragedia, según ella, era que
no ocurriera". No es de extrañar que, desde su aparición, Norton vuelva a sufrir de insomnio.

El rechazo que experimenta por Marla no es más que el rechazo que experimenta por que su imagen le
fuerza a contemplarse a sí mismo y a su falsedad: "¡¡Marla maldita embustera, grandísima turista. yo
no te necesito, lárgate!!", le grita desesperado. Como ocurre en los sueños, Marla es la sombra de la
identificación con la parte femenina de Norton (la identificación con el arquetipo del ánima).
Marla es provocadora y descarada, desagradable y seca, y muestra el abuso que Norton hace del
sufrimiento y del dolor ajeno en beneficio propio, de centro pequeño y cálido nada. Ese primer
encuentro con su sombra femenina llevará a Norton a ser lanzado a profundizar en sí mismo, dando
paso así a un nuevo encuentro, a una nueva dimensión de su sombra: la masculinidad reprimida.

II. SEGUNDA PARTE: TYLER DURDEN Y LA MASCULINIDAD REPRIMIDA.

Tras la aparición de Marla, y en uno de sus habituales vuelos, Norton conoce a Tyler Durden (Brad
Pitt), un fabricante de jabones que muestra un peculiar carácter. Su aparición coincide con dos hechos
significativos para Norton: la pérdida de su maleta... "todas mis pertenencias estaban en mi maleta.
Mis camisas Kalvin Klein, mi zapatos Donna Karan, mis corbatas Giorgio Armani,,," y,
posteriormente, el incendio de su apartamento: "ese apartamento era mi vida. Amaba cada uno de esos
muebles. No se trataba sólo de un montón de objetos destrozados sin valor, me representaban". Ese es
el indicador, la pérdida de la falsa identidad, de que empieza el proceso que llevará a Norton a
convertirse en Tyler Durden. Pero ¿cómo es el Tyler Durden interpretado por Brad Pitt? Se trata de un
personaje característico de "la sombra" descrita por Jung, el alter ego que representa la personalidad
reprimida. En él se darán aspectos negativos y positivos, si bien, y en primer lugar, tratará de conectar a
Norton con el instinto de la agresividad y también con el de la sexualidad (que parece inexistente en
Norton). Así empezarán sus curiosas luchas que desembocarán en la creación de El club de la lucha,
un círculo de energía exclusivamente masculina que halla su lugar en el sótano de un bar- un buen
símbolo de lo insconsciente -. También Tyler-Pitt será importante en la capacidad de llevar a Norton a
cuestionarse sus ideales sociales, a profundizar en la aparente realidad. Se trata de la compensación
del eros femenino de Norton a través del logos masculino que Tyler-Pitt le propone. Es esa mezcla de
agresividad y logos la enseña del club donde, de tanto en tanto, Tyler-Pitt reflexiona con sus
compañeros:
Veo mucho potencial, pero está desperdiciado. Toda una generación trabajando en gasolineras,
sirviendo mesas o siendo esclavos oficinistas. La publicidad nos hace desear coches y ropas. Tenemos
empleos que odiamos para comprar mierda que no necesitamos. Somos los hijos malditos de la
historia, desarraigados y sin objetivos. No hemos sufrido una gran guerra ni una depresión. Nuestra
guerra es una guerra espiritual, nuestra gran depresión es nuestra vida. Crecimos con la televisión
que nos hizo creer que algún día seríamos millonarios, dioses del cine o estrellas del rock, pero no lo
seremos, y poco a poco lo entendemos, lo que hace que estemos muy cabreados...

Edward Norton con Tyler Durden (Brad Pitt).


Sin embargo, y en el lado de la negatividad, tenemos la violencia y la destructividad que cada vez irá a
más en Tyler-Pitt. Observaremos este aspecto de su personalidad en el paso que va de El club de la
lucha al proyecto Meihen. Dice al respecto Jung de estos niveles inferiores de la personalidad:

En ese nivel más profundo, con sus emociones apenas controladas o no controladas en absoluto, se
comporta uno más o menos como un primitivo, que no sólo es víctima de sus afectos, carente de
voluntad propia, sino que muestra además una notable incapacidad de juicio moral. [1]

De su apartamento de diseño situado en la decimoséptima planta de un gran edificio, Norton se va a


trasladar a la casa centenaria y semiderruida de Tyler. Situada a ras de suelo, con distintas habitaciones
y recovecos y un sótano, esta casa constituye el acercamiento al mundo inconsciente del que
Norton se ha mantenido siempre tan alejado. En ella se dará el encuentro con lo masculino
representado por Tyler que implicará la exclusión de lo femenino, con la única excepción de Marla,
que jugara el papel de simple mujer-objeto en el plano de lo sexual.
Marla en la casa de Tyler.
Como veremos se inicia también aquí la evolución de lo femenino en Norton, quien pasa de su relación
maternal (imago materna) a una relación más sexual (la mujer como objeto sexual) y de ésta, como
veremos en la última parte de la película, al amor, al reconocimiento de la mujer como sujeto.

La relación con Tyler y El club de la lucha desembocarán en el desarrollo en Norton de una energía
masculina muy distinta de la imagen que tenemos de él en la primera parte de la película, donde impera
su parte femenina, y que culminará en la confrontación con su Jefe y el abandono de su trabajo. La
imagen del Jefe se trata de una proyección de Norton que habla del futuro que le aguarda si las cosas
no cambian. Se trata del típico modelo de hombre que se refugia en el trabajo y evade así la esfera
doméstica, tanto en el papel de pareja como en la de padre. Como escribí en otro lugar, se trata de un
hombre a la fuga (ver entrada Steven Spielberg y la función paterna. Pulsar aquí). El sentido del
deber (en relación con el trabajo), suele ser uno de los refugios de la masculinidad desvalorizada. Con
su confrontación y abandono, Norton confirma que se dirige hacia una nueva concepción de la vida y
de su relación con lo masculino.

El Club de la lucha.

- Una reflexión sobre Tyler como Sombra.


Sin lugar a dudas Tyler-Pitt se corresponde con lo que llamo "Sombra ideológica", por eso van con
ella de la mano la destructividad y el logos. En cierta manera nos recuerda al Coronel Kurtz de
Apocalypsis Now (pulsa aquí para ver entrada en el blog), uno de los iconos de la sombra ideológica
por excelencia. Hay en su discurso y en su acción, como en el caso de Kurtz, una clara coherencia con
el entorno en el que se desarrollan los hechos, si bien, y como decía Jung, carente de todo juicio moral.
Como suele ocurrir en los procesos de identificación con la sombra, estos se caracterizan como una
fuerte inyección de energía que se manifiesta como una determinación ciega que se dirige hacia la
consecución de sus objetivos. Esto es lo que observamos en algunas de las acciones de Tyler-Pitt, y lo
que finalmente se hará claro en el desarrollo del proyecto Meihen.

III. DEL CLUB DE LA LUCHA AL PROYECTO MEIHEN: la toma de consciencia.

A partir de cierto momento Tyler empieza a reclutar miembros de El club de la lucha (entre ellos esta
Bob) que actúan bajo sus órdenes. Poco a poco se van pareciendo cada vez más a autómatas que
ejecutan actos de sabotaje dirigidos hacia la sociedad de consumo. ¿Qué representan estos personajes
dentro de la psique de nuestro protagonista? No son más que una proyección de lo que le está
ocurriendo a Norton: la posesión por parte de la sombra (Tyler-Pitt) quien dirige sus actos
inconscientemente. Igualmente que la identificación con el arquetipo de la persona (autoconcepto de
la gestalt, ideal del yo del psicoanálisis) nos automatiza, lo mismo ocurre con la identificación con el
arquetipo de la sombra. Es en esta fase de la película que Norton descubrirá, poco a poco, que él es
Tyler Durden, que es él mismo quien ha incendiado su apartamento, quien también se ha acostado con
Marla, que él es el creador de El Club de la lucha y que, finalmente, es también quien dirige el
proyecto Meihen.

Norton con los "autómatas" de Tyler.

Será determinante, en el sentido de reconocer que él es Tyler Durden, la muerte de Bob, claro ejemplo
del riesgo que corre el propio Norton con la identificación absoluta con su sombra masculina a costa de
su polaridad femenina. Es impactante la escena en la que Norton, tras la muerte de Bob en una acción
de sabotaje, reclama el reconocimiento de su identidad al resto de autómatas: él es Robert Paulson. Un
Norton exaltado exclama, ante la voluntad del resto "¡Nuestro compañero no es una prueba, es una
persona! ¡Era mi amigo! ¡No dejaré que le enterréis en el jardín! ¡Es Bob!", y ante la respuesta de uno
de los autómatas de que en el proyecto Meihen nadie tiene nombre, sigue manifestando
vehementemente: "¡Escuchad, era nuestro amigo, y tenía nombre: Robert Paulson!", ante lo cual se
produce una curiosa respuesta de los autómatas: "En la muerte, un miembro del proyecto Meihen tiene
nombre". Y repiten el nombre de Bob como autómatas. Este momento será determinante en la toma de
consciencia del propio Norton. ¿Y qué implica esta toma de consciencia? Esencialmente dos aspectos:
capacidad autocrítica y, en consecuencia, la adquisición del propio juicio moral, y la
recuperación de lo femenino integrándose con lo masculino. Respecto al primer aspecto, lo
observamos en la relación que nuestro protagonista establece con el detective de la policía que
investiga el caso del incendio de su apartamento para confesarle que él es el responsable del proyecto
Meihen y, respeto al segundo, lo vemos cuando Norton, dándose cuenta de que él es Tyler Durden (a
partir de ahora Norton-Tyler), intenta primero proteger a Marla, a la vez que le declara su amor... Es
como si ahora reconociera la importancia de lo femenino para compensar el exceso destructivo que
representa su sombra como Tyler-Pitt.

Norton-Tyler protegiendo a Marla.


Como consecuencia de este reconocimiento, que es a su vez recuperación de su identidad, Norton-
Tyler adquiere su capacidad autocrítica y su propia capacidad para el juicio moral, y comprende el
significado del proyecto Meihen: la voladura de las oficinas centrales de unas compañías de tarjetas de
crédito con el objeto de crear una situación de caos económico y social. Es por ello que se presenta ante
el detective que sigue el caso de su apartamento incendiado, proyección en éste momento de la trama,
de esta capacidad crítica y de evaluación moral.

La escena final es genial como culminación de la integración que se da en Norton-Tyler. En su intento


de evitar las explosiones que volarán los edificios antes citados, Norton-Tyler se vuelve a encontrar con
Tyler-Pitt quien se enfrenta a él para que no lo haga. Es muy interesante el diálogo que se abre entre
ellos frente a las grandes ventanas desde las que contemplar la demolición de los edificios:

Norton-Tyler: Te lo suplico, no lo hagas.


Tyler-Pitt: No lo hago yo, lo hacemos nosotros, es lo que queremos.
Norton-Tyler: No, yo no quiero eso.
Tyler-Pitt: Ya! Sólo que tú careces de significado. Tenemos que olvidarnos de tí.
Norton Tyler: Solo eres una voz en mi cabeza.
Tyler-Pitt: Y tú lo eres en la mía.
Norton-Tyler: ¡Eres una maldita alucinación! ¿Por qué no logro deshacerme de tí?
Tyler-Pitt: Porque me necesitas...
Norton-Tyler: No, no es cierto, ya no, te lo aseguro.
Tyler-Pitt: ¡Tú me creaste! ¡Yo no creé un alter ego perdedor para sentirme mejor! ¡Asume tu
responsabilidad!
Norton Tyler: ¡Lo hago! Que soy responsable de todo, lo acepto, por favor, te lo suplico, tienes que
suspender todo esto.
Tyler-Pitt: ¡Alguna vez te he decepcionado! ¡Hasta donde has llegado gracias a mi! Vamos a salir
victoriosos, como siempre, aunque te lleve pataleando o chillando, porque al final me lo agradecerás.
Norton-Tyler: ¡Tyler, Tyler! Te lo aseguro, agradezco todo lo que has hecho por mi, pero esto es
demasiado. ¡Ya no lo quiero!
Tyler-Pitt: ¡Y que quieres, volver a tu mierda de empleo! ¡A tu asquerosa vida viendo telecomedias!
¡No lo haré!
Y es entonces cuando Norton-Tyler se convierte en Tyler Durden finalmente. Es entonces cuando
recupera el dominio de sí, y adquiere el control sobre su propia sombra. Por eso el acto de dispararse
sobre sí mismo no acaba con él, pero si con la imagen de Tyler-Pitt y la de Norton (su rostro queda
desfigurado): Tyler Durden ha recobrado finalmente su lado masculino sin renunciar a su lado
femenino. La imagen final de Tyler dándose la mano con Marla es significativo en éste sentido. Del
universo femenino inicial de la debilidad y la dependencia, del desconcierto histérico y el refugio en la
imagen establecida al universo masculino homoerótico caracterizado por la voluntad de poder y la
dominación, el carácter protofascista y el machismo excluyente, son desplazados por la fuerza del amor
que, sin renunciar a la fuerza de lo masculino, integra la polaridad femenina de la sensibilidad y el
cuidado, de la sutil penetración y del vacío creativo. Esa integración tiene su imagen cuando ambos,
Tyler y Marla, contemplan desde la ventana la demolición de la economía de mercado, pues,
finalmente, es eso de lo que se trata.

La demolición de la economía de mercado.

En términos psíquicos ¿cómo entender que, al final, el proyecto Meihen triunfe? Desde mi punto de
vista, se trata de que el Tyler Durden que ahora se recupera como tal no es, ni mucho menos, el mismo
que inició su trayecto recurriendo a los grupos de terapia para enfermos y así calmar su insomnio y su
ansiedad. La destrucción de estos grandes símbolos de la economía de mercado, que tan claramente
sabemos que nos determinan, implican por parte de Tyler el reconocimiento de las creencias que nos
han sido presentadas como verdades desde nuestra familia y desde la misma sociedad en la que
estamos inmersos, y bajo cuyo peso corremos el riesgo de perder toda identidad diluyéndonos en lo
colectivo. Inmersos en una sociedad de marcado carácter materialista y consumista, corremos el riesgo
de perder toda dimensión de cuestionamiento y de posicionamiento ante esa colección de creencias que
nos son impuestas y que no suponen más que una verdadera colección de miopías presentadas como
pseudoverdades al servicio del beneficio de unos cuantos. La destrucción de los edificios
representantes de la economía de mercado no ocurren en el mundo externo sino en el propio mundo
interno de Tyler, lo que le permite posicionarse de una manera distinta, ahora sí, en el mundo exterior,
una vez que él ha devenido más consciente de su propio mundo interno y de su singularidad

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