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➢ Ahab llamó a todo el pueblo de Israel y reunió a todos los profetas de Baal y
Astarté en el monte Carmelo.
➢ Elías se acercó al pueblo y le preguntó: ¿Por cuánto tiempo van a estar
cambiando de dios? Tienen que decidirse por el Dios de Israel o por Baal. Y si
Baal es el verdadero dios, síganlo a él. El pueblo no contestó nada.
➢ Entonces Elías agregó:
➢ —Yo soy el único profeta de Dios que ha quedado con vida, pero acá hay
cuatrocientos cincuenta profetas de Baal.
➢ Traigan dos toros, y que los profetas de Baal elijan uno. Que lo corten en
pedazos, lo pongan sobre la leña y no prendan el fuego. Yo voy a preparar el
otro toro, lo voy a poner sobre la leña y tampoco voy a prender el fuego.
➢ Pídanle a Baal y yo le pediré al Dios de Israel, y el Dios que responda con
fuego es el verdadero Dios.
Todo el pueblo contestó: —¡Nos parece buena idea!
➢ Entonces Elías le dijo a los profetas de Baal: —Elijan un toro para ustedes y
prepárenlo primero, porque ustedes son muchos. Pídanle a su dios que
mande fuego, pero no lo enciendan ustedes.
➢ Al mediodía, Elías se burlaba de ellos, y les decía: «¡Griten más fuerte! ¿No
ven que él es dios? A lo mejor está pensando, o salió de viaje; quizás fue al
baño. ¡Tal vez está dormido y tienen que despertarlo!»
➢ Pasó el mediodía, y ellos siguieron gritando y saltando como locos. Por fin
llegó la hora acordada para quemar el toro, pero no se oyó ninguna voz.
Nadie escuchó ni contestó nada.