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Maria, Toda de Dios
Maria, Toda de Dios
MARIA, TODA
DE DIOS
Y TAN
HUMANA
ASESORES:
D. ManuelJoáo Francisco, obispo de Chapecó, Brasil.
Mons. Javier Salinas Viñals, obispo de Tortosa, España.
Joáo Batista Libanio, S.J., Belo Horizonte, Brasil.
Siquem
Ediciones Catequéticas y Litúrgicas
PLAN GENERAL DE LA COLECCIÓN
TEOLOGÍA FUNDAMENTAL
1. Una fe cristiana y liberadora entre muchas creencias Joáo Batista Libanio
TEOLOGÍA BÍBLICA
2. La historia de la palabra I
A. Flora Anderson, Gilberto Gorgulho, Pedro I. Vasconcellos, Rafael R. da Silva
3. La historia de la palabra II
A. Flora Anderson, Gilberto Gorgulho, Pedro I. Vasconcellos, Rafael R. da Silva
TEOLOGÍA SISTEMÁTICA
4. Una esperanza más allá de toda esperanza (Antropología y Escatología)
M. Angela Vilhena y Renold Blank
5. La creación de Dios (Dios y creación) Luiz Carlos Susin
6. Dios Trinidad: la vida en el corazón del mundo (Trinidad y Gracia I)
María Clara L. Bingemer y Vitor Galdino Feller
7. Dios es amor, gracia que habita en nosotros (Trinidad y Gracia II)
María Clara L. Bingemer y Vitor Galdino Feller
8. Jesucristo: Cordero, Siervo e Hijo de Dios (Cristología - Pneumatología)
Ma. Clara L. Bingemer
9. Un solo Cuerpo y un solo Espíritu (Eclesiología)
Antonio José de Almeida
10. María, toda de Dios y tan humana (Mariología)
Alfonso Murad
TEOLOGÍA LITÚRGICA
11. El misterio celebrado. Memoria y compromiso I
lone Buyst y Ariovaldo da Silva
12. El misterio celebrado. Memoria y compromiso II
lone Buyst y Manoel Joáo Francisco
TEOLOGÍA MORAL
13. Aprender a vivir. Elementos de teología moral cristiana
Márcio Fabri dos Anjos
DERECHO CANÓNICO
14. Derecho eclesial: instrumento de la justicia del Reino
Roberto Natali Starlino
HISTORIA DE LA IGLESIA
15. Yo estaré siempre con ustedes
Henrique Cristiano Mato
TEOLOGÍA ESPIRITUAL
16. EspirItuLIdad, un camino de transformación.
Jesús Castellano
TEOLOGÍA PASTORAL
17. Vayan y proclamen la Buena Noticia de salvación
Agenor Brighenti
PRESENTACIÓN
La formación teológica es un clamor que brota de las comunidades, movimientos y
organizaciones de la Iglesia. Ante la complejidad de la realidad local y mundial, en este
tiempo histórico marcado por agudos problemas, señales de esperanza y profundas
contradicciones, la búsqueda de Dios se intensifica y recorre caminos diferenciados. En los
ambientes cristianos y en nuestras Iglesias y comunidades, preguntas y cuestiones de todo
tipo se multiplican y los desafíos de la evangelización crecen también en complejidad y
urgencia. En este contexto, se vuelve comprensible qué se pidan clamorosamente cursos y
obras de teología que, con sólida y clara fundamentación en la Tradición de la Iglesia, al
mismo tiempo, acojan y traduzcan en palabras la acción y el soplo de vida nueva que el
Espíritu Santo derrama sobre toda América Latina.
Pues bien, atentas a este verdadero "signo de los tiempos", Siquen Ediciones y Ediciones
Dabar unieron esfuerzos para prestar un servicio específico a la Iglesia Católica, al diálogo
ecuménico e inter-religioso y a todo el pueblo latinoamericano y caribeño.
Es necesario hacer que el único programa del Evangelio siga penetrando, como ha
sucedido siempre, en la historia de cada realidad eclesial. En las Iglesias locales se pueden
establecer las líneas programáticas concretas -objetivos y métodos de trabajo, formación y
valoración de los agentes, búsqueda de los medios necesarios- que permitan que el anun-
cio de Cristo llegue a las personas, modele las comunidades e incida profundamente en la
sociedad y en la cultura mediante el testimonio de los valores evangélicos (...). Nos espera, por
tanto, una apasionante tarea de renacimiento pastoral. Una obra que nos toca a todos" (n. 29).
Con la bendición de Dios, ciertamente esta colección cruzará nuevas fronteras. Estará al
servicio y dialogará con un sinnúmero de personas y comunidades eclesiales de América Latina
y del Caribe. Estrecharemos nuestros lazos y podremos ampliar y profundizar nuevas
perspectivas evangelizadoras en nuestro continente, respondiendo al fuerte clamor de capacitar
formadores y ministros de las comunidades eclesiales.
He escrito estas páginas sobre María con esmero teológico, con amor y constancia. Aunque
soy teólogo por pasión y profesión, estaba dedicado a otra misión muy diferente, como
acompañante y animador de una provincia religiosa de Hermanos Maristas. He elaborado esta
mariología en mis "horas libres", de madrugada, e incluso durante mis viajes. Cada hora
dedicada al libro ha sido preciosa. He vivido algo de aquella viuda que depositaba la monedita
en el tesoro del templo (Mc 12,42).
Dirijo esta obra a laicos(as) y religiosos(as) que buscan una introducción a la mariología
sintética, actual y útil a la evangelización. He tratado de organizar las informaciones de manera
clara y fluida. He optado por no hacer citas bibliográficas. Presento una síntesis de cuestiones
consensuadas y polémicas sobre María, sin entrar en detalles. He ido más allá de una
compilación, porque creo que el teólogo o la teóloga deben reelaborar el conocimiento.
,
Este .estudio tiene un enfoque determinado, que quiero comunicarte. En primer lugar, se
centra en (apersona de Jesucristo. Pienso en María por su relación con Jesús como madre
educadora y discípula. Por eso mismo, no hago una mariología de ¨privilegios¨ ni de exaltación.
En segundo lugar, su perspectiva es eclesial y eclesiologica. Porque quiero una reflexión sobre
María que ayude a la Iglesia a vivir la fe en el mundo de hoy y relacione su persona con la
comunidad de los seguidores de Jesús. En tercer lugar, se incorporan algunas tendencias
contemporáneas en la mariología, como la cuestión de género, la sensibilidad social y la
conciencia ecológica. Finalmente, espero que esta reflexión ayude a crecer en la
espiritualidad.
Para estimular la oración del lector(a), he escrito algunas preces. Creo que la teología es un
discurso sobre Dios, que termina en el silencio reverente de la adoración y del servicio al Reino.
La obra se divide en tres partes: la madre de Jesús en la Biblia, María en los dogmas y el
culto a María. En su elaboración, he aprovechado un material que tuvo efecto muy positivo en la
formación de laicos en Brasil y conoce el público de lengua española. Se trata del libro titulado
"Con María, rumbo al nuevo milenio", que escribí para la Conferencia Nacional de Obispos de
Brasil (CNBB). Pero he ampliado el contenido y redactado otros capítulos.
Dedico estas páginas al hermano Alejo Autran, marista, que me inspiró y ayudó a ser
mariólogo.
Si usted quiere compartir lo que ha significado este libro para usted, puede escribirme a esta
dirección electronicafamurad@ubee-marista.com.br.
Que María, nuestra compañera de camino, nos ayude a seguir a Jesús y a sembrar la Buena
Nueva del Reino con alegría y coraje.
1. DE MARÍA A LA MARIOLOGIA
_ La hermanan Julia se volvió a casa pensativa. ¿Cómo ayudar a las mujeres de la comunidad,
tan devotas de Nuestra Señora, a conocer a María de Nazaret?¿Cómo enseñar que "María del Cielo¨
es la misma María de Nazaret? Creo que éste es uno de los mayores desafíos, de la mariología
actual de persona glorificada. En realidad, estos aspectos parecen estar en conflicto, o aparecen como
meramente yuxtapuestos. Veamos otro caso real, contado por un agente de pastoral.
Clara era una mujer prostituida en un barrio cercano al centro de la ciudad. Teñía Una hija de
cuatro años, razón de su vida, por la que vivía y trabajaba. 'Una noche, mientras ella no estaba en
casa, el padre de la niña vino a raptarla. Clara lloró amargamente y comentó con sus compañeras
que su vida se estaba acabando sin la pequeña. En esos días, el grupo de "pastoral de la mujer
marginada" organizó en el barrio una novena a Nuestra Señora Aparecida, Patrona de Brasil.
Mientras la imagen de la Virgen estaba en un altar florido, Clara se acercó con lágrimas en los ojos.
Se arrodilló devotamente y entre sollozos pidió a María que le devolviese a su hija, la semana
siguiente, la niña estaba con ella. Las otras mujeres interpretaron que Nuestra Señora Aparecida
había hecho un milagro.
Un tiempo después, las hermanas que animaban la pastoral de la mujer marginada estaban
organizando la casa que las atendería durante el día. En la sala de espera, alguien puso una
pequeña imagen de la Aparecida. Una de las mujeres prostituidas llegó a pedir a la directora:
"Hermana, por favor, quite esa imagen de ahí. Me da vergüenza hablar de mi vida cerca de ella".
Y, después de escuchar también a otras mujeres, la religiosa sustituyó la imagen de María por otra
pequeña de santa María Magdalena.
Este hecho extremo muestra la ambigüedad de la figura de María en el catolicismo popular. Por un
lado, ella está muy cerca, porque escucha el clamor de sus hijos y viene en su Auxilio. Por otro, está
distinción como referencia humana. Se la ve como demasiado santa para que pueda inspirar ciertos
valores. Como la santa pareciera alguien que no pasó por las dificultades humanas. Se ha perdido
el camino espiritual de María que recorrió en la fe, en la esperanza y el amor.
A María le considera también Madre, en un doble sentido, como modelo de madre y mujer.
Actualmente este aspecto está muy cuestionado, por que el discurso tradicional sobre María ha
creado un estereotipo de mujer que ha favorecido el machismo. Es decir, que la mujer sólo se realiza
como madre. Y el lugar de la madre es el espacio privado del hogar, al cuidado de los hijos y obediente
al marido. Y como María es madre y virgen, parece que el placer sexual es algo prohibido a las
mujeres. Su realización vendría solamente
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del ejercicio de la maternidad, "padeciendo en el paraíso del hogar", o con la práctica de la
virginidad consagrada, en la vida religiosa. Por tanto, las mujeres que asumen tareas profesionales
liderazgos de movimientos sociales y ambientales, que ocupan el espacio público, que plantean
cuestionamientos sobre su cuerpo y la sexualidad, desentonan del modelo tradicional de María
madre y virgen.
En la pluralidad y diversidad del catolicismo actual, se hace un esfuerzo par
descubrir otras perspectivas de María. Los últimos veinte años, la Teología de
la Liberación, desde la práctica de las Comunidades Eclesiales de Base y de las
Pastorales Populares han valorado la figura humana y profética de María, como signo de la opción
preferencial por los pobres. Ha rescatado su condición de mujer que, oprimida en una sociedad
patriarcal, emerge como protagonista y mujer profética. María aparece como educadora y discípula
de Jesús, miembro importante de la comunidad de los que se empeñan en la construcción del
reino de Dios.
Un camino parecido ha trazado la teología feminista. Iniciando su trabajo con una visión crítica,
las feministas han mostrado como el discurso-católico sobre María ha fortalecido la cultura
androcentrica (centrada en el hombre), negando a la mujer su condición de agente histórico y
compañera del hombre. En un segundo momento, ha buscado rescatar la figura de María como
mujer fuerte y comprometida con el proyecto de Jesús y del Reino de Dios. Además, las feministas
propusieron que a María no se le considere más "modelo para las mujeres", sino una figura
inspiradora para todo ser humano, hombres y mujeres.
En América Latina y el Caribe, donde el catolicismo se debate con muchas Iglesias
evangélicas, especialmente las de carácter proselitista y pentecostal, María se convierte cada
vez más en un símbolo de identidad católica. Esto no es problemático, con tal que se mantengan
abiertas las puertas al diálogo con otras Iglesias cristianas que estén dispuestas a hacer un
camino conjunto.
Hoy, en varias partes algunos católicos han puesto la figura de Maria al servicio de un
cuestionable proyecto evangelizador. Se vuelven a exaltar los privilegios de Maria, se predica
la obligatoriedad del rezo del rosario se utiliza equivocadamente el dogma de la virginidad para
justificar preceptos de moral sexual, se divulgan pretendidas apariciones de María y sus
mensajes, como si fuese el quinto evangelio. Se exagera en la promoción del culto a María, que,
asociado a la adoración del Santísimo Sacramento y al culto personalista al papa, se consideran
las únicas características legítimas del cristianismo católico.
En este contexto, un estudio sobre María debe ayudarnos a conocer "quién/ es esta mujer" e
iluminar una práctica pastoral humanizadora, que sea Buena Nueva para los hombres y mujeres
de nuestro tiempo.
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2. BREVE HISTORIA DE LA MARIOLOGÍA
A grandes rasgos, podemos decir que el primer milenio del cristianismo gestó una reflexión
sobre María en el conjunto de la fe cristiana y de la teología. Es decir, no existía una mariología como
tratado separado. En los primeros siglos, durante la patrística, encontramos homilías sobre Jesús
en las que hay referencias a María. Surgen historias piadosas de María, como el
"Protoevangelio de Santiago" (probablemente del comienzo del siglo III) y la "Vida de María",
del monje Epifanio, que se propagan fácilmente. La preocupación central está en Jesús, en su
humanidad y divinidad. Y precisamente de las polémicas cristológicas brotan los dogmas de la
maternidad y de la virginidad de María.
La Edad Media asiste al crecimiento de la piedad mariana, que culmina con el Tratado de la
Santísima Virgen, de san Bernardo de Claraval (+ I 153). Es interesante observar que en el gran
teólogo, santo Tomás de Aquino, no hay un tratado de mariología, ni en la Sumo Teológica, ni
en otros escritos. En esa misma época, en Oriente, encontramos una rica iconografía mariana
e himnos litúrgicos. El culto va delante de la teología. Se habla de María más simbólica que
dogmáticamente. En Occidente, muchas pinturas y esculturas marianas se multiplican a partir
del Renacimiento.
La mariología sistemática surge en la Edad Moderna. En el siglo XVI, la reforma protestante,
al centrarse en la salvación en Cristo, promueve un corte radical en la devoción a los santos y,
sobre todo a María. Como reacción, la contra-reforma católica retoma con más vigor la figura
de María, en un contexto polémico. Fortalece el culto a María separada de la persona de Jesús.
El primer tratado mariano es elaborado por Francisco Suarez (1584). Y el término
"mariología" fue acuñado por Plácido Nígido el año 1602. Desde entonces se creó una
mariología de los "privilegios". Se trata de mostrar lo que Dios concedió a María que la hace ser
mejor que los demás seres humanos. Según la escolática, se usa el método deductivo y del
silogismo, a los que se añaden argumentos de conveniencia: Dios podía; convenía que lo hiciese;
luego, lo hizo. Por ejemplo: Dios, que es todo-poderoso, podía crear una hija que no estuviese
manchada por el pecado original. Ahora bien, convenía que él hiciera eso en vista de la obra
redentora de Cristo. Luego, Dios concedió a María el privilegio de la Inmaculada Concepción.
Contra el luminismo y el imperio de la razón moderna, autónoma, antirreligiosa y anti
eclesiástica, crece, en los siglos XVIII y XIX, una mariología devocional, de cuño afectivo, en la
que se mezclan elementos simbólicos y racionales. En esta línea, san Luis María Grignion de
Monfort (+ 1716), en el Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen (n. 76), recuerda que
María es la reina del Cielo y de la Tierra. Citando a Anselmo, a Bernardo y Buena-
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ventura, llega a decir que "al poder de Dios todo está sometido, hasta la Virgen; al poder de la
Virgen todo está sometido, hasta Dios". Ésta es la tendencia dominante: una mariología
triunfalista y maximalista, que afirma que para María no hay límites y nunca está demás
exaltarla: De María nunquam satis. La proclamación de los dogmas de la Inmaculada Concepción
(1854) y de la Asunción (1950) aumentó más todavía la "euforia mariana". Y se preparaba ya un
nuevo dogma, probablemente el de María corredentora.
Esta marea empezó a bajar en los años 60 del siglo XX. Los movimientos de renovación de
la Iglesia, que culminaron en el Concilio Vaticano II, van en dirección contraria a la mariología de
la época. El movimiento bíblico y patrístico, con su "vuelta a las fuentes", piden una mayor
centralidad en la persona de Jesús y cuestionan una visión de María desvinculada de la
cristología. El movimiento ecuménico propone una relativización de algunos elementos católicos,
a favor del núcleo común a las Iglesias cristianas. La renovación dogmática comienza una
relectura de los dogmas desde la Biblia y desmonta la mariología cimentada únicamente sobre
argumentos de la tradición. La mentalidad antropocéntrica, que sitúa al ser humano en el centro
del pensamiento, cuestiona una María endiosada, sin historia y sin contexto.
El Concilio Vaticano II incluyó a María en el capítulo VIII de la Lumen gentium. La ubicó en el
misterio de Cristo y de la Iglesia, no en un tratado a parte, como querían los grupos
conservadores. En la década del 1970, la devoción y la teología marianas entraron en una crisis
sin precedentes. Se llegó al extremo de un "minimalismo mariano" al afirmar: "Ya se ha hablado
demasiado de María. Ahora es tiempo de callar". Con la entrada del pensamiento moderno en la
teología, vienen también las sospechas sobre la figura de María, de naturaleza sicológica,
sociocultural, religiosa y política. Después de esta crisis, se retoma la mariología.
Actualmente, la reflexión sobre María, que llamamos mariología, expresa la pluralidad del
mundo y de sus culturas. Por un lado, hay trabajos recientes, bien fundamentados, sobre María
en la Biblia, que constituyen un importante campo de diálogo con otras Iglesias cristianas.
Personas y grupos investigan sobre María en el diálogo interreligioso, como el islamismo, el
judaísmo, los cultos afro-americanos y la religiosidad esotérica postmoderna. Se suman a la
contribución de la teología de la liberación, de la teología feminista y de la eco-teología. Se busca
un paradigma englobante, un modelo de comprensión capaz de organizar, con sentido, los datos
de la Biblia, del culto y del dogma respecto a María. Crece también una teología mística mariana,
centrada en Jesús y en la Trinidad, que se propone acompañar la peregrinación de hombres y
mujeres. Por otro lado, se reaviva la mariología de privilegios, el maximalismo mariano, la
devoción proselitista, moralista, de carácter dogmatista. En este
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una reflexión rellenada con citas de los Padres de la Iglesia, de los concilios y de los papas.
Tiene que ser consistente y englobante.
Finalmente, la reflexión actual sobre María se hace con la mirada y el corazón sintonizados
con la peregrinación existencial y espiritual de los hombres y de las mujeres de hoy. Esto
requiere del teólogo y de la teóloga una aguda sensibilidad histórica y dialogante. Han de estar
atentos(as) no sólo a los libros publicados, sino también a los hechos significativos y a sus
interpretaciones. De esta manera, actualizan y reinterpretan los datos bíblico-teológicos sobre
María a la luz de los signos de los tiempos y de las prácticas eclesiales. Y buscan también
conocer las prácticas litúrgicas y devocionales marianas, para purificarlas y rescatar su sentido
espiritual.
La mariología contemporánea enfrenta algunos desafíos y tareas urgentes, que resumimos
a continuación:
a) Descubrir el lugar propio de María. En muchas manifestaciones devocionales, parece que
María ha ocupado el lugar de Jesús. Si proclamamos que sólo él es "el Señor", tenemos que
compaginar con esto el lugar y la contribución de María y de los santos en el proyecto salvífico
de la Trinidad, y en el culto cristiano. La mariología debe, cada vez más, apuntar a Jesús y al
Reino de Dios. Como María, ella es "sierva del Señor".
b) Colaborar en el diálogo ecuménico e interreligioso. Durante mucho tiempo, se ha utilizado a María
como un escudo contra las otras Iglesias cristianas. Después del Vaticano II, la mariología bíblica
ha crecido mucho y se han establecido puntos de consenso entre católicos, ortodoxos y
protestantes de las Iglesias históricas. Hay que seguir este camino, tocando los delicados
puntos del culto y del dogma, en la perspectiva del dialogo ecuménico. Respetar las diferencias y
favorecer un aprendizaje recíproco. Además, la fe cristiana está llamada a dialogar con las otras
religiones, cultos y religiosidad, desde el budismo clásico hasta los esoterismos modernos.
Algunas formas de religiosidad pos-moderna se apropian la figura de María, a partir de la figura
mitológica de la diosa Tierra y de la dioso madre, revistiéndola con un "manto católico". La teo-
logía tiene que hacer una lectura crítica de este fenómeno.
c) Reinterpretar los dogmas. Sabemos que algunos dogmas marianos son de difícil
comprensión y cuestionable aceptación. ¿Cuál es el significado humano y espiritual de la
virginidad perpetua de María? ¿Qué decir de la "Inmaculada Concepción", en una visión
actualizada de la gracia y del pecado original? No basta repetir lo que dijeron los concilios y los
papas. Es preciso proclamar estas "verdades" de forma coherente con el avance de los estudios
teológicos. Y más todavía, que tengan algún sentido para la vida cristiana.
d) Enfrentar la cuestión de las apariciones. Es impresionante cómo el paso del siglo XX, con una
crisis de época en su seno, ha suscitado tantas supuestas
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Resumen
María es una figura importante en el imaginario popular católico. Su imagen se presenta, sobre todo,
como la "santa poderosa y bondadosa", la "madre del cielo". El estudio sobre María, que llamamos
mariología, ha de ayudarnos a los cristianos a descubrir otras dimensiones de la persona de María,
especialmente a partir de la Biblia; a hacer una reflexión más articulada con Jesucristo, con la Iglesia y con
el ser humano a la luz de la fe. Con este espíritu de humildad y de diálogo con el mundo, haremos una
mariología que supere los equívocos del maximalismo y nos ayude a seguir a Jesucristo con más entusiasmo.
Fe y vida
Bibliografía
DE FlORES, S., "Mariología-mariología", en Nuevo Diccionario de Mariología, San Pablo, Madrid, 1993.
____, María en la teología contemporánea, Sígueme, Salamanca, pp. 11-363.
KOEHLER, Th., "Historia de la mariología", en Nuevo Diccionario de Mariología, San Pablo, Madrid,
1993.
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Capítulo I
"Jesús, el Cristo", es el mensaje central del Nuevo Testamento. Los evangelios recuerdan
los principales hechos y palabras de Jesús a la luz de su resurrección y de la actuación de su
Espíritu en la comunidad. Los evangelistas pretenden dejar vivos los hechos, para animar el
hoy y dar fuerza para preparar el futuro. Quieren ayudar a individuos y a grupos a rehacer la
experiencia que los discípulos vivieron con Jesús en Palestina. Por eso, después de tantos
siglos, leemos el Evangelio y sentimos la actualidad palpitante de la palabra de Dios.
Todo conocimiento o información es también interpretación. Veamos un ejemplo cotidiano
muy sencillo. ¿Ha visto usted los telediarios en canales diferentes, uno después de otro, la misma
noche? Podrá observar que difícilmente transmiten los hechos de la misma manera. Unos dan
más tiempo que otros a determinada noticia. Uno destaca hechos que para otros son
secundarios, e incluso los ignora.
Cuando pase por un kiosco de periódicos, fíjese en los titulares de varios periódicos del
mismo día. Uno destaca la política, otro un accidente automovilístico, otro un asalto o algún
hecho violento. En realidad, no existen solamente los hechos. Éstos aparecen ya interpretados,
según el enfoque del periodista y la línea de la editorial. Un periódico cuenta los hechos
interpretándolos. Con las conclusiones de la ciencia moderna descubrimos el valor de los
paradigmas y de los presupuestos, que sustentan cada área de conocimiento. No existe ciencia
neutra. Basta cambiar el paradigma o introducir una variante, para que conclusiones tenidas
como ciertas se pongan en duda.
En la ciencia bíblica descubrimos todavía más la importancia de la interpretación o
hermenéutica. Los evangelios son mucho más que una historia de fe sobre Jesús. Se
escribieron más de cuarenta años después de haber vivido en Palestina. Los gestos y palabras
de Jesús, recogidos y transmitidos en el transcurso de todos esos años, se reinterpretaron según
el contexto y la experiencia de fe de las comunidades. Esto nos ayuda a entender por qué
existen cuatro evangelios, cuando todos hablan del mismo y único Jesús. El evangelista,
inspirado por el Espíritu Santo y reflexionando sobre la vivencia de sus comunidades, anuncia
los rasgos de la persona de Jesús y de su mensaje.
Cada evangelio es como una bonita colcha de retazos coloridos, tejidos, bordados y unidos
por Mateo, Marcos, Lucas y Juan. Los hechos y palabras de Jesús, que cada uno recibió de la
tradición oral y de probables fragmentos de relatos, son como los retazos. Sólo descubriremos
su verdadero valor y belleza si nos acercamos a ellos con una visión integradora, si los
vinculamos y relacionamos con los hilos de la visión teológica del evangelista. Cada uno cose
los retazos de distinta manera.
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Marcos, el primer evangelista, tiene menos retazos que los otros. Destaca más la actuación
de Jesús, que inaugura el Reino de Dios y combate las fuerzas del mal. Mateo y Lucas recibieron
también fragmentos de textos sobre la infancia de Jesús y algunas de sus predicaciones. Mateo
muestra cómo Jesús realiza plenamente las promesas de Dios hechas al pueblo judío. Lucas
pone de relieve la misericordia y la salvación encarnadas en la persona de Jesús. Juan, el cuarto
evangelista, hace un bello bordado. Reelabora lo que recibió de los otros. Escribe de otra
manera el Evangelio, como una costurera o bordadora habilidosa y creativa. A veces, hace un
nuevo bordado.
Los evangelios son el conjunto de unas bellas y coloridas colchas, tejidas con el hilo de la
creatividad humana y de la acción del Espíritu Santo. Embellecen nuestra vida, nos dan calor,
nos cubren con la luz de Dios y caldean nuestro corazón. Los evangelios se escribieron para
hablar de Jesucristo. María aparece siempre en referencia a él y a la comunidad de sus
seguidores. Los textos sobre María han de entenderse en el contexto de cada Evangelio.
Un bolsillo, un alfiler o un doblez en el vestido imprimen una belleza armónica al conjunto.
Los textos sobre María en los evangelios son como partes o detalles bordados en su debido
lugar. Si entendemos cómo están tejidos y el lugar que ocupan, nos quedaremos maravillados.
Podemos resumir lo que hemos dicho hasta ahora con ejemplos, identificando las "siete
claves" para encontrar a María en la Biblia:
• El primer paso para un estudio serio sobre María (mariología) consiste en conocer
bien lo que dice la Escritura sobre ella. Se trata de la base sólida que fundamenta
el culto y el dogma.
• Hacer una lectura teológica del texto bíblico exige abandonar una visión ingenua,
ir más allá de la concepción literal o devocional. Es una tarea interpretativa,
hermenéutica.
• Ha de tenerse en cuenta el género literario del relato.
• Es necesario entender cada cita bíblica sobre María en el contexto del libro donde
está situada.
• Los textos del Nuevo Testamento sobre María se escribieron con los ojos
centrados en Jesús y en la comunidad de sus seguidores. Una mariología bíblica
coherente seguirá la perspectiva cristocéntrica y eclesial.
• Cada libro de la Sagrada Escritura forma parte de un gran libro. De ahí que textos
que expresan conflicto y contradicción se integran de manera que uno completa el
sentido del otro. Esto es lo que llamamos la intratextualidad. Así, la visión de
Marcos, Mateo, Lucas, Juan y Apocalipsis, aunque sean tan diferentes, se
complementan.
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• El evangelio es Buena Noticia para la actualidad. Sólo encontramos el sentido de los textos
cuando nos dan luz para comprender nuestra existencia y para vivir la fe con más intensidad. Por
eso la relectura y la actualización son parte de la lectura bíblica. Buscamos lo que el autor escribió
sobre María, relacionándolo con la experiencia cristiana contemporánea. La búsqueda del
sentido actual del texto bíblico no es un segundo momento del proceso de interpretación. Está
en la mente y en el corazón de quien lee, medita y estudia la Escritura. La comunidad cristiana
de los comienzos fue descubriendo, paso a paso, la] importancia de María. En los escritos más
antiguos, en las cartas de Pablo, sólo i se habla de paso sobre María: "Cuando llegó la plenitud
de los tiempos, Dios J envió a su propio Hijo, nacido de una mujer..." (Gal 4,4).
Marcos ubica a María en medio de los familiares de Jesús, sin decir nada de ella (Me 3,31
-35 y 6,1 -6). Mateo ya la presenta como la madre virginal del Mesías, muy unida a su Hijo (Mt
1,18-23; 2,1 1.13.14.20). Pero tampoco cita ninguna actitud especial de ella. Son Lucas y Juan
quienes muestran las cualidades humanas y espirituales de María, como expondremos en los
capítulos siguientes. Finalmente, en el libro del Apocalipsis aparece María como imagen de
la comunidad cristiana, que experimenta en este mundo el sufrimiento y la persecución, pero
también la gloria y la victoria del Resucitado (Ap. 12). Recorramos este camino.
madre, tus hermanos y tus hermanas están afuera y te buscan. Jesús les respondió: ¿Quiénes son mi
madre y mis hermanos? Y mirando entonces a los que estaban sentados a su alrededor, añadió: Estos
son mi madre y mis hermanos. El que cumple la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y
mi madre" (Mc 3,31-35).
Observemos la posición de las personas y de los grupos. Este relato se encuentra en el
capítulo 3 de Marcos. En los capítulos anteriores, el evangelista muestra cómo Jesús viene con
vigor a inaugurar el Reino de Dios (Me 1, 15). Se trata de una novedad radical, que llama a
hombres y mujeres a revisar sus valores. Ya no sirven para nada los remiendos. El vino nuevo
del Reino exige un corazón abierto, una nueva mentalidad (Me 2,22). Jesús proclama que el
Reino está ya presente: cura al leproso (Me 1,40-45), perdona los pecados y libera al paralítico
(Mc 2,1 -12), convive con los marginados (Me 2,13-17), rompe con la tiranía de la ley del sábado
(Mc 2,27s). Pero su acción comienza a suscitar reacciones. Personas y grupos no lo
comprenden.
Después de curar al hombre de la mano atrofiada, fariseos y herodianos empiezan a
conspirar para eliminarlo (Mc 3,5s). Escribas de Jerusalén lo acusan de expulsar a los demonios
con el poder del Mal, y no del Bien (Mc 3,22-24). Jesús está tan ocupado en atender a la multitud
que no tiene tiempo ni para alimentarse. Sus parientes no entienden lo que está pasando con
él. Lo buscan para llevárselo y dicen que está trastornado (Mc 3,20s).
Marcos crea un escenario en el que hay dos grupos contrapuestos. Por un lado, los que no
lo comprenden (los familiares) o los que manifiestan una clara reacción contra Jesús (fariseos,
escribas, herodianos). Y, por el otro, están los que lo buscan, lo acogen y siguen: la multitud y
los discípulos (Mc 3,7.13-15.20).
El hecho se produce en la casa (Mc 3,20), el lugar donde la comunidad de los seguidores de
Jesús se reúne para oírlo (Mc 2,1 -3). Según la narración de Marcos, hay una clara oposición.
Fuera de la casa están los familiares de Jesús: su madre y sus hermanos. Ellos lo buscan y lo
mandan llamar. Pero no entran en la casa (Mc 3,31 s). Dentro de la casa está la gente y los
discípulos, sentados a su alrededor. Jesús hace una pregunta para provocar la reflexión y él
mismo responde: condiciona el parentesco al cumplimiento de la voluntad de Dios (Mc 3,35).
Este gesto puede parecemos extraño, como si Jesús hubiera tratado mal a su madre y a sus
hermanos. Pero tendrá todo su sentido si comprendemos el contexto cultural en que vivió. En la
Palestina de los tiempos de Jesús, el parentesco es la institución social central. Las personas
sienten la obligación de conservar y fortalecer el grupo de parentesco y mantener su honra. La
gran fa-
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mina, multinuclear, con abuelos, tíos, primos, hijos y pariente cercanos es una unidad por sí
misma, autosuficiente y absoluta. La relación de extrema cercanía con la madre y la ausencia
del padre en la casa favorecen lazos simbióticos entre la madre y los hijos. La gran dependencia
con relación a la familia da poco margen a la autonomía. La persona no es considerada, en primer
lugar, como un individuo con historia y personalidad propias, sino como un miembro de la
familia. Por eso los parientes de Jesús lo buscan. Parece que él está poniendo en crisis el
nombre de la familia. Sus posturas y actitudes no concuerdan con la tradición cultural y religiosa
de su núcleo familiar, del interior de Galilea.
A pesar de haber evolucionado la humanidad después de dos milenios, todavía hoy
persisten algunas características semejantes a las de las sociedades mediterráneas del tiempo
de Jesús. Algo parecido podemos experimentar en los países de América Latina, donde a un
muchacho se le conoce como "el hijo de doña fulana" o el "hijo de tal familia". Él se siente
obligado a defender y garantizar la honra de la familia. En el caso de las mujeres, esa obligación
es todavía mayor. Si ella no respeta la tradición de la familia, pueden expulsarla de casa.
Jesús rompe los lazos de dependencia respecto de la familia y de su tradición. Es un gesto
de suma libertad, difícilmente comprensible en una sociedad patriarcal, fundamentada en la
tradición. Jesús propone la pertenencia a una nueva familia, la de sus seguidores, la de
hombres y mujeres que hacen la voluntad del Padre. De esta manera, relativiza la familia
basada en los vínculos sanguíneos y sienta las bases para nuevas formas de relación.
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tiza que los coterráneos desprecian a Jesús: ejerce una profesión común y corriente, hay dudas
sobre quién es su padre, y sus parientes son gente sencilla, que conoce toda la población.
(...) hermano de Santiago, de José, de Judas y de Simón? ¿No viven sus hermanas aquí entre nosotros?
(v.3): El texto de Marcos crea un problema para los católicos.. Si creemos que Jesús es el único
hijo de María, ¿cómo es que tiene tantos hermanos y hermanas? Si interpretamos literalmente la
lista de Marcos, María fue madre, por lo menos, de siete hijos: Jesús, los cuatro hombres
anteriormente citados y, al menos, dos mujeres (hermanas, en plural). Intentaremos responder
a esta cuestión cuando hablemos del dogma de la virginidad de María. Pero el mismo
evangelista nos da ya una ayuda en los relatos sobre la muerte y la resurrección.
Para Marcos, el fin de la vida de Jesús está marcado por el total abandono y la soledad. Sus
discípulos lo dejan y huyen (Mc 14,50). La multitud prefiere que Pilatos ponga en libertad a
Barrabás (Me 15,9-15). En la cruz, el último grito de Jesús, antes de su muerte, recuerda al justo
que se siente solo y clama a Yavé: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? (Salmo
22,1 -9). La muerte es la coronación de la fe de Jesús, la prueba radical de su confianza en el
Padre, cuando las fuerzas del Mal parecen vencer a la fuerza del Bien, del Reino de Dios.
Un grupo de mujeres, que seguía a Jesús, está a distancia, observando los acontecimientos.
Marcos cita a tres de ellas: María Magdalena, María, madre de Santiago el Menor y de José, y
Salomé (Mc I5,40s). Ellas vieron dónde puso José de Arimatea el cuerpo de Jesús (Mc 15,47)
y en la mañana del domingo van al sepulcro, con aromas para embalsamarlo (Mc 16,1). Son las
primeras en dar testimonio de la resurrección, aunque sienten miedo (Mc 16,8) porque no han
entendido todavía el sentido de algo tan radicalmente nuevo.
Marcos (como también Mateo y Lucas) no incluye a María, la madre de Jesús, en la escena
de la cruz. Pero cita a otra María, que es la madre de Santiago y de José. Conclusión importante
para la mariología: al menos dos "hermanos" de Jesús, Santiago y José, son hijos de otra mujer,
que también se llama María y no es la madre de Jesús. Portante, la expresión "hermanos y
hermanas de Jesús" no puede tomarse literalmente. Pero permanece la duda: ¿y los otros?
Si la narración sobre Jesús se hubiese detenido en el evangelio de Marcos, no tendríamos
nada que decir sobre María. Tal vez no existiría la mariología. Por eso, es preciso analizar los
otros evangelistas. Del evangelio de Marcos guardamos algo esencial: para Jesús, lo importante
no es la familia biológica, los
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lazos sanguíneos o cualquier relación que configure privilegios, sino estar asociado a la causa
del Reino de Dios, que él inaugura. Se trata de una nueva familia, la de sus seguidores.
Oración
Danos la gracia de ser de tu familia, Señor.
¿Qué te importa que seamos
tus parientes consanguíneos, miembros canónicos de tus Iglesias,
de movimientos o de conocidos institutos religiosos?
¿Qué importa que llevemos tu nombre en nuestro nombre,
la imagen de tu rostro estampada en camisas o colgada en el pecho?
Somos tus hermanos porque profesamos, con la voz del corazón: "Padre Nuestro..."
Formamos parte de tu gran familia, de hombres y mujeres,
cuando estamos sintonizados en el bien, comprometidos en sembrar el Reino.
Danos, Señor, la gracia de ser de tu familia.
Queremos estar con los que están dentro de la casa, reunidos junto a ti,
con los otros discípulos y las multitudes.
Señor, deseamos que cualquier pertenencia jurídica o formal
sea solamente expresión de la pertenencia del corazón,
de los vínculos alimentados cada día,
en la oración, en la vida comunitaria y en el servicio humilde. Amén.
El evangelista pone por adelantado la infancia de Jesús una de las experiencias más
desafiantes para la fe de su comunidad. Se pregunta: si Jesús es judío y representa las grandes
esperanzas de Israel, ¿por qué fue rechazado por su pueblo y condenado a muerte? Mientras
el rey Heredes intenta matarlo, reyes de otros pueblos lo buscan para rendirle homenaje (Mt
2,1-12)
Lea el final del evangelio de Mateo (Mt 28,16-20). Observe que hay varios puntos comunes
con los capítulos I y 2. Jesús es el Emmanuel, Señor- Compañero, Dios con nosotros (Mt 1,23 y
28,20). Tanto los discípulos como los reyes magos reconocen a Jesús como Señor, postrándose
ante él (Mt 2,11 y 28,17). Jesús ya no pertenece al judaísmo. Su persona y su mensaje se
destinan a todas las naciones (Mt 2,1 -12 y 28,19). Veamos ahora lo que nos dice Mateo sobre
María.
La lista de los orígenes de Jesús termina con una ruptura: "Jacob engendró a José, el esposo
de María, de la cual nació Jesús, llamado Mesías" (Mt 1,17). El mensaje es claro: José no es el
padre biológico de Jesús, sino que asume el aspecto legal de pertenencia al pueblo de Israel,
como se dirá a continuación.
La narración del anuncio a José produce cierto malestar en muchas personas, imbuidas de
una mentalidad científica. ¿Cómo es posible un nacimiento humano de un ser masculino, sin
participación del espermatozoide? Hay también reacciones de quienes valoran la sexualidad
como camino de realización humana y se preguntan: ¿no sería más normal e igualmente digno
que Jesús naciera como fruto de una relación sexual amorosa entre José y María? Y algunos
biblistas y teólogos llegan a preguntarse por el núcleo histórico de este relato. ¿No sería la
concepción virginal una narración mitológica, influenciada por las culturas orientales? ¿Una
imagen plástica, simbólica, sin fondo histórico? Volveremos a esta cuestión cuando tratemos del
dogma de la virginidad de María.
que es obvio, el evangelista debe estar llamando nuestra atención hacia una participación
intensa de María en los comienzos de la vida de Jesús, aunque no ponga ninguna palabra en
sus labios, ni destaque sus actitudes. El principal protagonista es José.
Recuerde la relación conflictiva de Jesús con sus familiares, según el evangelio de Marcos.
Mateo tendrá una posición un poco diferente. Ya conoce algo de María. Y en su comunidad, de
origen judío, hay un gran respeto para la figura de Santiago, el "hermano del Señor". Sabemos
que Santiago ejerció una gran influencia en las comunidades cristianas de origen judío. Desde
esta óptica, Mateo atenuará el probable conflicto y la incomprensión de los familiares de Jesús.
Lea los textos en su Biblia.
Oración
San José, amigo mío.
Tú eres un hombre privilegiado, que recibió un gran regalo de Dios:
convivir con su amada María y educar al hijo adoptivo. Jesús.
¿A quién no le gustaría formar parte de una familia así?
¡Cuántas veces rieron juntos, contaron historias, rezaron salmos,
compartieron el pan...!
Fuiste un 'compañero de verdad para María.
Jesús aprendió a ser hombre y a ser hijo contigo.
Cuando fue adulto, con mucha libertad y confianza,
Jesús pudo llamar a Dios "Padre ".
Pudo parecerle poco, pero esto es lo esencial.
Tú eres, en verdad, el icono de lo esencial. De lo sencillo y cotidiano, sin alardes.
Tú, consciente de tu lugar e identidad,
acoges y reverencias el misterio con humildad.
Nosotros, seres humanos, tenemos mucho que aprender de ti. Amén.
Resumen
• En el evangelio de Marcos, no se dice nada explícitamente sobre las cualidades humanas y espirituales
de María. Aparece entre los familiares de Jesús. Y, según el primer evangelista, Jesús rompe con los lazos
familiares y locales para poder anunciar, con mayor libertad, el Reino de Dios. Esto provoca un conflicto
con sus familiares y coterráneos. Más aún. Jesús constituye, con el grupo de sus seguidores, una "nueva
familia", ya no centrada en los lazos biológicos. En el evangelio de Marcos, se plantea la cuestión de los
"hermanos de Jesús". Y, para Marcos, al menos Santiago y José, llamados hermanos de Jesús, son hijos
de otra María.
• Moteo da un paso más con relación a Marcos: presenta a María como la madre virginal del Mesías. En
los relatos de la infancia, muestra a María como madre asociada al destino de su hijo. Probablemente, en
virtud de esta visión positiva sobre María y de la participación importante de Santiago (el "hermano del
Señor") en las comunidades cristianas de origen judío, Mateo reduce el conflicto de Jesús con su familia.
Pero María no aparece todavía como protagonista de una historia. No pronuncia ninguna palabra, ni
demuestra gesto alguno que revele su persona.
Fe y vida
I. Presente, brevemente, sus descubrimientos acerca de la figura de María en
los evangelios de Marcos y Mateo. Muestre las semejanzas y diferencias
entre ambos.
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2. ¿Ha experimentado usted, personalmente, conflictos con la familia o con su círculo de amigos
debido a una opción más radical por Jesús y su Reino?
3. Vuelva a leer la genealogía de Jesús según Mateo, y preste atención a las mujeres que
aparecen en el texto (Mt 1,3.5-6,16). ¿Qué nos inspira esto sobre la encarnación de Jesús en
medio de la ambigüedad de nuestra historia?
Bibliografía
BROWN, R. (coord)., María en el Nuevo Testamento, Sigúeme, Salamanca, 1994.
__, The birth of the messiah, Image Books, New York, 1979, pp. 21-38, 66-74,
133-143, 231 s.
DE LA POTTERIE, I., María en el misterio de la alianza, BAC, Madrid, 1993. pp. 67-97. LAURENTIN, R., Les
évangiles de I 'enfance du Christ, Desclée, París, 1982, pp. 358-391.
McHUGH, J., La madre de Jesús en el NT, Desclée, Bilbao, 1979, pp. 218-235,266-325.
NAVARRO PUERTO, M., "María-madre, el paso de una a otra fe", en Ephemerides mario-logicae, 1994/1, pp.
67-95.
SERRA, A., "Biblia: Marcos y Mateo", Nuevo Diccionario de Mariología, San Pablo, Madrid, 1993..
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Capítulo II
Lucas es un hábil artesano de la palabra de Dios. Borda su evangelio sobre el tejido del
evangelio de Marcos. Lo une con muchos retazos de la predicación de Jesús, como el sermón
de la montaña (Le 6). Añade varias parábolas, especialmente sobre la misericordia de Dios (Lc
15). Destaca la preferencia de Dios por los pobres y la necesidad de cultivar la justicia. Exalta la
alegría como el gran signo de la presencia del Reino de Dios. Relaciona las esperanzas judías
y la salvación cristiana, destinada a todos los pueblos. Muestra la bondad infinita del Padre en la
acción de Jesús, animada por el Espíritu. Y, especialmente, describe los rasgos de María.
Normalmente, los católicos dicen que María es importante porque fue la madre de Jesús.
Lucas muestra que no es precisamente ésta su principal cualidad. Incursionemos en el evangelio
de Lucas para observar su tejido en detalle y percibir lo que dice sobre María.
Jesús es el Mesías y el Salvador (Lc 2,1 I). Inaugura el Reino de Dios, nuevo tiempo de
felicidad y alegría para todos, especialmente para los pobres (Me 1, 15; Le 4,18; 5,20s; 8,1).
Presenta a Dios como Padre bueno que acoge y perdona a los pecadores (Lc 7,36-49). Pero
Jesús no realiza solo esta misión. Desde el comienzo, llama a algunas personas a seguirlo de
cerca. Hace lo mismo con Simón y Leví (Lc 5,11.27), que renuncian a todo para irse con él.
Después de intensa oración, Jesús escoge a los doce (Lc 6,12-16), que están más cerca de
él, día y noche, aprendiendo a vivir de otra manera la relación con Dios y con los demás.
Además de los doce apóstoles, algunas mujeres acompañan a Jesús (Le 8,2s). Y hay todavía
un grupo de 72 discípulos (Lc IO, I). A todos los llama y envía a la misión (Lc 9,1 -6; Lc IO, I -1 I),
para que den testimonio de la misericordia de Dios y anuncien su Reino.
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Jesús acoge a personas muy diferentes. A todas les ofrece la posibilidad de hacerse
discípulos suyos, aprendices en el arte de vivir el amor de Dios. No importa la vida pasada, la
fama, la riqueza o la instrucción. Puede ser un pescador, un cobrador de impuestos o una
prostituta. En la explicación de la parábola de la tierra y de las semillas, Jesús deja claro que su
seguidor necesita cultivar algunas actitudes básicas:
"La semilla que cayó en tierra buena se refiere a los que, después de escuchar el mensaje con
corazón noble y generoso, lo retienen y dan fruto por su constancia" (Le 8,15).
Tres palabras-clave resumen la condición de ser discípulo de Jesús: oír, guardar, fructificar.
Con este molde en las manos, Lucas va a dibujar los rasgos de la figura de María. Muestra que
ella tiene exactamente las cualidades que caracterizan al seguidor de Jesús. María oye la
palabra de Dios con fe, la guarda en su corazón y la pone en práctica.
pide a la persona no tener miedo, confiar en Dios y comprometerse. Es el mismo caso de María.
Portante, las expresiones iníciales puestas en labios del enviado de Dios están llenas de
sentido y nos hablan de María y de su misión:
• Alégrate: María, ha de participar de la alegría del tiempo del Mesías, que llega.
• Llena de gracia: tú eres alguien muy especial, agraciada por Dios, contemplada por él.
• El Señor está contigo: tendrás una misión exigente, pero el Señor estará a tu lado, dándote
fuerza para realizar lo que te pide. Según el género literario del anuncio, en el que aparece una
dificultad para realizar la promesa de Dios, María pone una objeción: "¿Cómo será esto, pues no
conozco a ningún hombre"? (v. 34). La palabra bíblica "conocer" se refiere aquí a la relación
sexual. La frase expresa una situación existencia!, no un propósito. Es decir, no se puede
afirmar, a la luz del texto de Lucas, que María habría hecho un voto de castidad antes de recibir
la propuesta de Dios para ser madre de Jesús. Esta idea no aparece en el evangelio de Lucas.
Aparecerá más tarde en el proto evangelio apócrifo de Santiago, escrito probablemente a finales
del siglo II. Y será defendida por muchos, en épocas posteriores, como Gregorio de Nisa,
Agustín y Jerónimo.
A la propuesta de Dios, María responde prontamente. Su "sí" es plenamente generoso.
Disponible para Dios, María une la libertad con la voluntad: "Aquí está la esclava del Señor, que
me suceda como tú dices" (Le 1,37) Esta entrega del corazón a Dios tiene un nombre muy
sencillo: fe. Significa arriesgarse y arrojarse confiadamente en las manos del Señor. En la visita
a Isabel, ésta le dice:
"¡Dichosa tú, que has creído! Porque lo que ha dicho el Señor se cumplirá" (Le 1,45).
María no sólo oyó, sino escuchó la palabra y la acogió en su corazón. Abrió su espacio interior,
dejó entrar a Dios. Salió de sí misma y entregó su vida a un gran proyecto al que se sintió llamada.
Lucas nos presenta a María como la primera discípula cristiana. Con la anunciación, comienza
un largo camino de peregrinación en la fe y de acogimiento de la llamada de Dios. Acepta la
propuesta del Señor con el corazón abierto, en un gran gesto de generosidad y de fe.
Como María, también nosotros hemos recibido una llamada divina. Guardamos en el
recuerdo algún momento de nuestra vida en el que Dios nos ha tocado de manera especial: un
retiro, un encuentro, el conocimiento de una persona, una victoria anhelada, la superación de un
sufrimiento. Situaciones en
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las que hemos sentido que Dios nos ha comunicado algo nuevo, original, fuerte, que cambió
para mejor el camino de nuestra vida. La anunciación de María nos recuerda que también
nosotros somos agraciados por Dios, que él está con nosotros, que nos llama a una misión y su
presencia produce alegría en nosotros. La vocación de María es como un espejo de la vocación
cristiana. Mirándola, nos vemos mejor, como discípulos y seguidores de Jesús.
Oración
Señor, me alegro en tu presencio,
como un niño ante su juguete deseado.
Tú juegas conmigo y yo contigo.
En ti me alegro, pues tú eres la gran Buena Noticia.
Gracias por recibir tantos dones.
Siento muchos signos de tu amor y de tu misericordia en mi vida.
Por eso, vengo agradecido a alegrarme en tu presencia
y, como María, te digo que puedes contar conmigo.
Quiero ayudarte a realizar tu sueño sobre la humanidad.
Aquí me tienes, soy tu servidor.
Quiero que se cumpla en mí tu voluntad.
Tú estás conmigo, tu Espíritu reposa sobre mí. Tú estás en mí.
Escucho tu voz: Alégrate, agraciado, el Señor está contigo.
¡Aquí estoy!
Escritura judía hace constantemente memoria del pasado para revivir las maravillas que Dios
hizo con su pueblo, al que escogió para una misión sublime (Dt 4,32-40).
Para ser fiel a Dios y servirle generosamente, el pueblo tiene que recordar siempre que fue
liberado de Egipto, de la casa de la esclavitud (Dt 6,12s), que anduvo muchos años por el
desierto, pasando enormes dificultades y siendo educado por Dios (Dt 8,2-5); que el Señor hizo
con él una alianza, válida en el pasado y en el presente (Dt 5,1 -4). La infidelidad y el pecado
comienzan con el olvido. Se borra de la memoria de la mente y de la memoria del corazón la
misericordia de Dios con su pueblo. Los profetas reavivan la conciencia perdida, denuncian el
olvido, rescatan la actualidad de la alianza. Por eso, claman con tanta insistencia: "Escuchen
esto" (Is 48,1), "recuerden" (Is 46,9). El hecho de recordar no es volver nostálgicamente al
pasado. Se trata de recordar para despertar, tomar conciencia, volverse al Dios de la vida.
A diferencia de otros pueblos, que hacían del culto religioso predominantemente un rescate
simbólico del ciclo de la naturaleza, el pueblo de Israel rinde culto a Dios acordándose de su
acción creadora y liberadora y renovando el compromiso con la alianza. Muchos salmos son
oraciones de memoria, la actualizan en el presente en forma de súplica, de alabanza o de acción
de gracias. (Salmos 44,48, 78,80, 85,95, 98, 105, 135, 136,). El recuerdo tiene un efecto
estimulante. En momentos de persecución, de sufrimiento y fracaso, pone de manifiesto que la
situación actual no es definitiva. De la misma manera que Dios actuó en el pasado, creando a
partir del caos y liberando de la esclavitud, seguirá conduciendo a su pueblo a un momento
nuevo (Is 43,5-9).
Al descubrir la personalidad espiritual de María como discípula del Señor, que oye y medita
los acontecimientos, Lucas toca una característica básica de la espiritualidad bíblica. Más aún,
en una lectura contemporánea, diríamos que ese rasgo de María es característico de todo ser
humano maduro y equilibrado.
Vivimos en una sociedad donde los acontecimientos se suceden a un ritmo vertiginoso. El
ritmo de vida de la ciudad es acelerado. Levantarse temprano, comer deprisa, enfrentar el tráfico
pesado, trabajar y estudiar, volver tarde a casa constituyen la rutina de muchas personas. Y ni
siquiera el hogar es lugar de sosiego. Estamos cercados de sonidos estridentes y de imágenes
televisivas. En medio de esa agitación y barullo, sentimos dificultad para detenernos a escuchar
la voz interior. Los acontecimientos pasan por nosotros, pero no entran. Son como agua de
tormenta sobre la tierra, que produce correntada y erosión, pero no penetra.
Somos parte de un mundo con poca memoria. Hechos importantes, ocurridos hace uno o
dos años, se borran de nuestro recuerdo, como si fuesen un
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pasado remoto. A esto se suma la sobrecarga de información, que no tenemos tiempo de asimilar.
Vivimos un fenómeno personal y social, íntimamente relacionados. Somos una generación que
alimenta cada vez menos la conciencia histórica. Los medios de comunicación crean nuevos
hechos que fácilmente desaparecen de la escena, dando paso a otros. No hay tiempo para
detenerse, reflexionar, pensar, elaborar. La sociedad moderna genera jóvenes y adultos que
viven como barcos sin rumbo, a merced del viento y la marea, pues no asumen su historia
individual y colectiva. Son conducidos por otros y no encuentran tiempo para preguntarse por
su misión en la vida. No tienen tiempo para pensar ni están en disposición de crearlo.
Ahora bien, las personas y los pueblos solamente nutren la conciencia histórica cuando
reflexionan sobre los hechos, dándoles sentido y relacionando unos con otros. Y una existencia
equilibrada y saludable exige la creación de un espacio interior, en el que la persona conecta
los acontecimientos y busca su sentido. Percibe que su vida no es una mera sucesión de hechos,
de experiencias agradables y tristes, de victorias y fracasos. Toma conciencia de los procesos y
de las metas. Evalúa los pasos dados. Saborea las experiencias afectivas y amorosas
significativas, hace una "memoria del corazón", que la alienta en las horas difíciles. Así, puede
mantener vínculos afectivos duraderos y profundos. El amor necesita la memoria para no
perderse ante las crisis.
A medida que la persona ejercita esta actitud de "guardar en el corazón" y "buscar el sentido
de los hechos", se transforma en aprendiz y discípula. Cuando acontece alguna experiencia
fuerte, va siempre más allá del nivel inmediato, de la satisfacción o del dolor. Procura descubrir
lo aprendido con la experiencia. Cada nuevo desafío se transforma en aprendizaje existencial.
Por eso, esa persona no envejece, porque aunque tenga una edad avanzada, está siempre
aprendiendo de la vida. Va conquistando la sabiduría, que es conocimiento con sabor y sentido,
el saber que alimenta y unifica la existencia.
El hombre y la mujer espirituales no se caracterizan por las oraciones y devociones exteriores
que practican. Son más bien seres humanos capaces de interpretar su historia a la luz de Dios
y aprender de ella. Perciben los signos de su presencia en la existencia personal y social.
Cultivan la interioridad como capacidad de dar sentido y unidad a las múltiples experiencias de
la vida. Después del ruido de muchas palabras, entran en el silencio de quien reverencia el
misterio de Dios. En él descansan y de él sacan fuerzas, pues en la meditación avanzada se
llega a un punto en que escasean las palabras y los raciocinios. Es entrega y presencia,
recuerdo orante, silencio, acción de gracias, adoración y alabanza.
Si entendiéramos así el cultivo de la meditación, como una dimensión humana indispensable,
como el camino para el auto-equilibrio y para ser aprendí-
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Oración
Señor, dame memoria.
¡Cuántas veces me has visitado, en cuántos momentos fuertes he sentido tu presencia!
Como vivos colores de un día de primavera, o el aroma único de la persona amada.
Pero me he olvidado! Palidecieron los vivos colores y el suave olor se mezcló con otros.
¿He perdido acaso la memoria? ¿La tengo escondida en un rincón de mi cuarto?
Señor, dame la memoria de la fe.
Para que los acontecimientos no sean sólo hechos, sino signos de tu amor.
Crea en mi, Señor, la actitud de María, de meditar y guardar en el corazón.
Quiero crecer en tu amor y mantenerme siempre encantado con la vida. Amén.
Lucas nos cuenta que, después de la anunciación, María se puso en camino y fue de prisa a
visitar a su prima Isabel. Sale de Nazaret, en Galilea, hacia la región de Judá, a unos 50
kilómetros. Lea el relato de Lucas 1,39-45, que tiene muchos elementos simbólicos.
Tal vez, Lucas no tuvo clara esa intención, pero el pueblo sencillo, al leer el texto de la
visitación, descubre que María es misionera. Llena de la gracia de Dios, no quiere retenerla para
sí. Va a compartirla con su prima, de edad avanzada, que está embarazada y necesita cuidados.
Discretamente, ella lleva a Jesús a los demás. Isabel siente enseguida el efecto. El niño salta de
alegría en su seno. Cuando se saludan y abrazan, el Espíritu Santo inunda el ambiente y las
dos desbordan de gozo. María está llena de Dios, e Isabel también. En estas dos mujeres
embarazadas se encuentran, germinalmente, sus hijos Juan el Bautista y Jesús. Ya están juntos
el precursor y el Mesías, el que prepara y el que realiza la Buena Nueva, el profeta de Dios y el
Hijo de Dios. Un bello encuentro, como proclama Isabel:
"¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!" (Lc 1,42).
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¿Qué significa la frase: "Bendita tú entre las mujeres? Lucas pone en boca de Isabel una
alabanza que es eco de dos pasajes de las Escrituras judías, en las que se reconoce la
participación de mujeres especiales en la lucha y en la victoria del pueblo de Dios. En jueces 5,24,
se bendice a Jéber por participar en la lucha contra la opresión de los cananeos, golpeando a
Sisara. En el libro de Judit 13,18-20, se alaba a esta mujer que, con gran coraje e inteligente
estrategia, eliminó al general del ejército de Asiría, Holofernes. A María se la presenta en el marco
de la historia de las mujeres fuertes del pueblo de Israel, que contribuyeron a cambiar la suerte
de su nación.
"Bendita" es una alabanza para la persona y un reconocimiento de que ella es destinataria de
la bendición y del favor de Dios. Refuerza el sentido de las expresiones "llena de gracia" o
agraciada (Lc 1,28) y "Dios te ha concedido su favor" (Lc 1,30), del relato de la anunciación.
"Bendita tú entre las mujeres" quiere decir: la bendita por excelencia. Pero eso no significa un
mero privilegio, sino una gracia que posibilita una respuesta más intensa a la llamada de Dios.
En María se encuentran la gratuidad del amor sobreabundante de Dios y la entrega generosa
del ser humano, o sea, la gracia de la fe.
"Bendito es el fruto de tu vientre" significa que la fe hace a María fértil de cuerpo y alma. Por
su adhesión a Dios y por su compromiso con el proyecto divino, María realiza la bendición de
fertilidad prometida al pueblo de Dios en el libro del Deuteronomio:
"Sí escuchas atentamente la voz del Señor tu Dios, procurando poner en práctica todos sus
mandamientos que yo te prescribo hoy, entonces el Señor tu Dios te encumbrará por encima de todas
las naciones de la tierra. Si obedeces al Señor tu Dios, vendrán sobre ti y te alcanzarán todas estas
bendiciones: Bendito serás en la ciudad y bendito en el campo. Bendito el fruto de tus entrañas, el
producto de tu suelo, el parto de tus vacas y las crías de tus ovejas. Bendita tu canasta y el lugar donde
amasas tu pan. Bendito serás en tus idas y venidas. El Señor bendecirá tus graneros y todos tus
trabajos. Te bendecirá en la tierra que el Señor tu Dios te da" (Dt 28,1 -4.6.8).
Conociendo la fe de María, sembrada, cultivada y madurada con bellos frutos, podemos
entender las reacciones y expresiones de Jesús, narradas por Lucas en los relatos de la vida
pública de Jesús. Lejos de ser una ofensa a la madre, las palabras del Hijo revelan el secreto
de la Madre. Su mérito principal es ser una persona de fe, que acoge la palabra de Dios y la
pone en práctica. Ser madre es una consecuencia de su fe y una forma de hacer la voluntad de
Dios. Cuando los familiares de Jesús van a buscarlo, pero no pueden llegar hasta él por causa
del gentío, él dice: "Mi madre y mis hermanos son los que escuchan la palabrada Dios y la ponen en
práctica" (Lc 8,21).
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Otra vez, Jesús está hablando a la gente, cuando una mujer grita repentinamente: "Dichoso
el seno que te llevó y los pechos que te amamantaron". Las imágenes del "seno y de los pechos"
aluden claramente a la maternidad biológica. En la cultura judía de aquella época, la madre era
reconocida por el mérito de tener un hijo tan importante. La frase de Jesús, según la mentalidad
de Lucas, rompe el esquema del privilegio familiar y destaca nuevamente que la importancia
de María radica, en primer lugar, en su fe activa, que escucha la palabra de Jesús y la convierte
en hechos concretos.
Jesús responde: "Más bien, dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la ponen en
práctica" (Lc I 1,27ss).
Unos siglos después, san Agustín dirá que María concibió a Jesús primero en su corazón y
después en su cuerpo. Antes de ser su madre carnal, lo concibió en la fe. Sin la fe, de nada
hubiera servido ser madre de Cristo. Agustín captó bien el mensaje del evangelista.
En resumen, ¿cuál es la característica principal de María según Lucas? Ella encarna con fe
la palabra de Dios. La guarda en el corazón y la pone en práctica, dando muchos frutos. Éstos
son también los rasgos de todo discípulo de Jesús. Por su fe, María es el ejemplo del cristiano,
seguidor y aprendiz del Señor. En María, la fe se traduce en ser madre, educadora y discípula
del Señor. En María, la fe no reside, primordialmente, en la maternidad, sino en la fe y en el
compromiso radical y entero con Dios y con su proyecto.
Oración
Gracias, Señor, porque nos has dado a María como perfecta discípula tuya.
Enséñanos a acoger tu palabra en la fe.
Ayúdanos a cultivar la interioridad.
Haznos "cumplidores de la palabra"
Multiplica en nosotros las semillas del bien y los frutos de tu Reino. Amén.
2. MARÍA. PEREGRINA EN LA FE
El evangelio de Lucas nos muestra una imagen visual que tiene un sentido profundo: Jesús
camina delante de sus discípulos hacia Jerusalén. Se trata de un largo camino, narrado por Lucas (9,51
a 19,28). A lo largo de él, Jesús enseña a sus discípulos una nueva manera de ver el mundo y a
los demás, de relacionarse con los otros y con el Padre. Por el camino, Jesús se encuentra con
personas que no soportan las exigencias del seguimiento (Le 9,57-61). Envía en misión a los
setenta y dos discípulos (Le I O, I -17). Estando en camino, entra en una aldea, donde lo reciben
Marta y María (Le 10,38-41). Por donde pasa, cura a enfermos (Le 14,1 -5), reintegra a pobres y
excluidos a la convivencia social. Cada encuentro o acontecimiento es motivo de un nuevo
aprendizaje para los discí-
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pulos. Jesús habla del Reino en parábolas (Lc 12,16-48; 13,18-21), revela al padre
misericordioso (Le 15) y alerta contra el peligro del apego a las riquezas (Lc 16,13). En estos
diez capítulos de Lucas, se alternan hechos y palabras, expresiones y gestos.
Jesús llama a la conversión (Lc 13,5), movimiento de cambio del mal al bien, o del bien a un
bien mayor. Muchas veces, el seguidor de Jesús tiene que cambiar de rumbo para mantenerse
en el verdadero camino. Otras veces, tendrá que corregir algo. Pero ha de estar siempre atento,
con espíritu de aprendiz y corazón de niño. La travesía de la fe y del seguimiento es tan nueva
y original que a los discípulos les resulta a veces difícil entender el sentido de muchas palabras
de Jesús, que les parecen oscuras:
"Ellos no entendieron nada de esto; aquel lenguaje les resultaba totalmente oscuro. Y no
podían comprender el sentido de sus palabras" (Le 18,34).
Con María, la perfecta discípula de Jesús, sucede algo parecido. Ella dio un "sí" decidido a
Dios, cuando era muy joven. Comenzó una travesía, cuyo fin desconocía detalladamente. Es
parte de la experiencia de la fe arriesgar, abrirse a lo nuevo, pasar por la incertidumbre de la
noche oscura. Tuvo que renovar muchas veces su compromiso con Dios. Como nosotros, podía
desviarse de la ruta o detenerse en el camino.
Muchos imaginan que María nació ya como una "santa perfecta". Piensan que ya lo sabía
todo, que conocía al detalle lo que le pasaría a ella y a su hijo. Algunos llegan a afirmar que ella
habría sido dispensada de recorrer el camino de la fe y desde el comienzo habría tenido todas
las certezas. Pero a la luz del evangelio de Lucas, ésta es una idea equivocada. En la escena
de la presentación de Jesús, Simeón dirige la palabra a María:
"Mira, este niño hará que muchos caigan o se levanten en Israel. Será signo de contradicción,
y a ti misma una espada te atravesará el corazón; así quedarán al descubierto las intensiones de
muchos" (Lc 2,34ss).
Normalmente, se interpreta que la "espada" de la que habla Simeón sería el sufrimiento de la
cruz. Podemos imaginar que María haya experimentado una gran tristeza en el momento de la
muerte de Jesús. Naturalmente, la imagen de una espada cortando el alma evoca tristeza. Es
común usar la expresión "eso me partió el corazón" para manifestar un sentimiento de sufrimiento
y de dolor. Y la piedad cristiana, especialmente a partir de la Edad Media, moldeó con mucha
fuerza la imagen de María como "Madre de los dolores" (Meter doloroso), sufriente y llorosa al
pie de la cruz. No es este el mensaje que nos transmite Lucas. El evangelista parece
desconocer la participación de María
42
en la pasión de Jesús. En la escena de la muerte en la cruz, no cita a la madre de Jesús:
"Todos los que conocían a Jesús, y también las mujeres que lo habían
seguido desde Galilea, estaban allí presenciando todo esto desde lejos"
(Lc 23,49).1
El sentido de la expresión "espada que traspasa el alma" debe venir de otra analogía. Vea
estas citas del profeta Isaías, en el Canto del Siervo de Yavé y de la Carta a los Hebreos:
"(El Señor) convirtió mi lengua en espada afilada" (Is 49,2).
"La palabra de Dios es viva, eficaz y más cortante que una espada de dos filos (...) discierne los
pensamientos y las intenciones del corazón. Así que no hay criatura que esté oculta a Dios" (Heb
4,12s).
A la luz de este texto, entendemos que la espada significa el desafío del mismo Jesús, Palabra
viva de Dios. María fue desafiada por las palabras y actitudes de Jesús, que eran tan diferentes
de las personas de su tiempo. A medida que Jesús dice o hace algo nuevo, María se siente
llamada a dar un paso más en la fe. Vive la experiencia original del seguidor de Jesús, de
aprendiz del maestro. Esta interpretación, que puede parecemos tan diferente, se confirma con
la lectura del relato de la pérdida y reencuentro de Jesús en el templo. Lea Le 2,41 -50).
Al ver a Jesús adolescente, en medio de los maestros, María y José "se quedaron
asombrados" (Lc 2,48). Lucas anticipa aquí la conciencia filial de Jesús con relación al Padre,
que en realidad sólo madurará más tarde: "¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que yo debo
ocuparme de los asuntos de mi Padre? La reacción de María y de José es la misma que la de
los discípulos (Le 18,34): "Pero ellos no comprendieron lo que les decía" (Lc 2,50).
María no entiende todavía el sentido pleno de las palabras de Jesús. Son parte de la
peregrinación de la fe los momentos de oscuridad, de comprensión limitada. Entonces, la razón
se calla y el alma se entrega a Dios, buscando un sentido más profundo.
Después de esta escena, aparentemente desconcertante para María, Lucas dice que Jesús
vuelve a Nazaret, es un hijo obediente y pasa por las etapas de crecimiento humano y espiritual:
"Y Jesús iba creciendo en sabiduría, en esta-
43
1
Si María no está allí, ¿quiénes son esas mujeres y qué hacen? Según Lucas, "María Magdalena, Juana y María la de
Santiago" (Lc 24,10) son discípulas de Jesús, que van al sepulcro para ungirlo con aromas y perfumes; encuentran el
sepulcro vacío y se convierten en las primeras que dan testimonio de la resurrección (Lc 24,1 -10). En el relato de la
resurrección, tampoco aparece la madre de Jesús. Comparado con Marcos 15,40 y 16,1, Lucas sustituye a Salomé por
Juana.
tura y en aprecio ante Dios y ante los hombres" (Lc 2,51 s). ¿Cómo afronta María esa crisis de
crecimiento? Haciendo memoria, siendo aprendiz. "Su madre conservaba cuidadosamente
todas estas cosas en su corazón" (Lc 2,51).
Tal vez, el desafío más duro enfrentado por María, con relación a Jesús, haya sido aceptar
la actitud de libertad que él adoptó con relación a la familia. Como ya henos dicho, las relaciones
familiares eran muy fuertes. La persona se sentía, durante toda la vida, dependiente de sus
padres, hermanos y parientes cercanos. De ellos recibía muchos favores y gracias y sentía la
obligación de corresponder a ellos. Debía mantener la fama y el buen nombre de la familia. En
ella, la madre trabajaba duramente, pero tenía también algunos privilegios. Controlaba la vida de
los hijos y era muy honrada por ellos.
A medida que se desarrolla su misión, Jesús percibe que necesita estar libre para anunciar el
Reino y hablar de la misericordia del Padre. Hace una ruptura difícil, que produjo incomprensión
entre sus parientes. Corta los lazos de dependencia con la familia y dice claramente que los
miembros de su nueva familia son los que hacen la voluntad de Dios (Lc 8,19-21). Jesús también
invita a sus discípulos a romper las relaciones familiares de dependencia y a renunciar a sus
privilegios, para seguirlo más de cerca (Le 18,28-30). Podemos, por tanto, entender la extraña
frase de Jesús: "Si alguno quiere venir conmigo y no está dispuesto a renunciar a su padre y a
su madre, a su mujer y a sus hijos, hermanos y hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser
mis discípulo" (Lc 14,26). Es evidente que Jesús no condena a la familia, sino que denuncia un
tipo de relación familiar que hace mal a las personas, porque les quita libertad para servir al
Padre y al Reino.
¿Cómo enfrentó María todo esto? Tuvo que ser para ella difícil renunciar a los privilegios de
madre, perder el control de Jesús, no tenerlo dentro de casa. Jesús no pertenece ya a su familia.
Y esto para María es como una espada cortante. Pero ella da un salto de fe. Acepta el desafío y
corrige su ruta. Entra humildemente en el grupo de los seguidores, de Ios aprendices de Jesús.
La que educó a su hijo en la infancia y juventud, ahora tiene que aprender. No ocupa un lugar
preferencial. Se despoja de su poder de madre para hacerse discípula de Jesús. ¡Qué
impresionante travesía en la fe!
Tenemos que aprender mucho de la actitud de María. Al mirarla, nos sentimos más animados,
porque entendemos que la vida es un camino. Descubrimos que hasta las mismas crisis de fe
son oportunidades de crecimiento. Reconocemos que somos peregrinos en la fe y nos ponemos,
con alegría y humildad, en el camino del Señor.
Oración
María, fortalécenos en nuestro camino.
Tú que fuiste peregrina en la fe, arriesgándote en Dios,
44
renovando tu opción ante los nuevos desafíos,
ayúdanos a no quedarnos a medio camino.
¡Cuántas veces, María, la oscuridad nos invade el alma!
El desaliento se apodera de nosotros y no queremos caminar más.
Muéstranos que merece la pena, danos tu mano. ¡Jesús está con nosotros!
Enséñanos, sobre todo, a descubrir, como tú, que también la travesía es bella. Amén.
Usted conoce el cántico de María (Lc 1,46-55). Se conoce como el Magníficat, primera palabra
en la versión latina de este himno, que significa engrandecer o exaltar. La mayoría de los biblistas
está de acuerdo en que este himno no es una composición literaria hecha por María. Es decir,
ella no es autora del Magníficat. Se trata de una construcción literaria de Lucas, que pone en
boca de María expresiones que contienen la visión del evangelista sobre la madre de Jesús.
Los relatos de la infancia de Jesús, en el evangelio de Lucas, están hilados con varios himnos
que retratan el perfil de los personajes y de sus esperanzas. Así se presentan los cánticos de
María (Lc 1,46-55), de Zacarías (Lc 1,67-69) y de Simeón (Lc 2,29-32). Los himnos tienen en
común la presencia del Espíritu Santo, el anuncio de la salvación realizada en Jesús, la promesa
que se extenderá a toda la humanidad, un clima de esperanza, una certeza de la victoria del
Bien, de la Luz. Los tres personajes forman parte del pueblo de Israel, que espera al Salvador y
saludan su venida con alegría contagiosa.
Vamos a hacer una lectura teológico-pastoral del Magníficat, procurando diseñar los rasgos
de un perfil psico-espiritual de María.
Se supone que el cántico de María fue tejido teniendo como base uno o más cánticos de
alabanza judío-cristianos. Véanse, por ejemplo, algunas semejanzas con el himno de Ana,
madre de Samuel (I Sam 2,1 -10). El Magníficat puede dividirse en tres partes. En cada una de
ella, Lucas destaca un aspecto de la identidad de María.
• María, la mujer de fe, humilde sierva, alaba a Dios por la salvación recibida,
mostrando su interioridad (Le 1,46-50).
• Lo profetisa y miembro de la nueva comunidad proclama la venida del Reino de Dios
mediante su acción transformadora de las relaciones sociales (Le 1,51 -53).
• Una mujer de Israel recuerda la acción de Dios y su fidelidad en la historia,
partiendo de la promesa de Abrahám (Le 1,54-55).
Si tuviéramos la libertad de retocar el Magníficat, probablemente invertiríamos el orden, de la
segunda por la tercera parte. Porque parece más lógico partir de la persona, enraizaría en su
pueblo, y ampliar la visión a toda la humanidad. Pero Lucas tuvo sus motivos. El evangelista
elabora su relato de la infan-
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cia (capítulos I y 2) y el anuncio de Juan Bautista (3,1-20) como el tiempo preparatorio a la
venida de Jesús. El pueblo fiel de la antigua alianza, especialmente los pobres y humildes, acoge
con alegría al Mesías que viene. Esto justificaría terminar el Magníficat con la referencia a
Abrahán y a su descendencia. De cualquier manera, con la venida de Jesús, los hijos de Abrahán
no serán ya los de una etnia concreta, sino todos los hombres y todas las mujeres que adopten
la actitud de acoger con fe la Buena Nueva del Reino de Dios.
b) La humildad
Muchas veces, en la devoción católica, se presenta a María como modelo de humildad.
Pero, ¿qué significa ser humilde? ¿Cómo nos presenta el Magníficat esta cualidad de la madre
de Jesús?
Hay una manera equivocada de entender la humildad. Despectivamente, se dice que una
persona es humilde cuando no tiene sentido crítico, cuando es ingenua, poco inteligente y pobre
de raciocinio, o cuando es callada y tímida. Sin embargo, en la perspectiva de los valores
humanos contemporáneos, la persona humilde es aquella que tiene una percepción real de sí
misma. No es orgullosa ni vanidosa, no es arrogante ni prepotente. Se alegra de sus cualidades
y virtudes y aprende a lidiar con sus limitaciones. Está abierta a las críticas y sugerencias, pues
es consciente de que se está construyendo en la historia.
Por su origen latino, la palabra humildad evoca el humus de la tierra. La persona humilde tiene
los pies en el suelo, conoce su fuerza y su flaqueza. Como el humus es rico en nutrientes,
esenciales para las plantas, la humildad sitúa al ser humano ante aquello que lo nutre, a sí mismo
y a los demás: sus valores. La persona humilde no tiene miedo de sí misma y cultiva el auto-
conocimiento. Se comprende como tierra al servicio de la vida, como el humus para la planta.
Muy diferente de la persona orgullosa y arrogante, que concentra su existencia en sí misma y
cultiva el narcisismo.
Desde el punto de vista espiritual, humilde es quien reconoce que todo lo recibe de Dios. Se
siente servidor de una causa que sobrepasa su individualidad. Desarrolla sus dotes personales,
poniéndose al servicio del Bien. Conoce su lugar en las relaciones humanas, sin invadir el
espacio de los demás y actúa; siempre con discreción.
La humildad no es una cualidad típica de los débiles, sino de todo ser humano en camino a la
madurez. Y cuanto más ejerce una persona cargos com-
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plejos de autoridad, en la Iglesia y en la sociedad, más necesita cultivar la humildad, para que el
poder no degenere en dominación y autoritarismo. La gran tentación del poder es la prepotencia
y el orgullo: el ser humano se engrandece a sí mismo y no a Dios, todo lo contrario de lo que
María proclama en el Magníficat. De su silla de ejecutivo o de autoridad hace un trono, desde el
cual reina. Su versión de los hechos se transforma en verdad incuestionable. Sólo se escucha a
sí mismo y se rodea de un cortejo de aduladores para reforzar su ego enfermizo. Sustituye el
diálogo por la fuerza. Al elevarse demasiado, empieza a humillar a los otros.
El Manifícat permite una doble interpretación de la palabra: "humillación" y "humildad".
Compárela en diferentes traducciones de la Biblia.
"(...) porque ha mirado la humildad (o humillación) de su siervo, desde ahora me llamarán dichosa
todas las generaciones" (Lc 1,48s).
En la Escritura, "humillación" tiene muchos sentidos. Se llama humillación a la esclavitud de
Egipto, a la derrota de la monarquía y a la destrucción del templo, especialmente en el tiempo del
destierro. El fracaso de un proyecto histórico implica humillación. En esas situaciones, el pueblo
de Dios es humillado cuando no tiene la dignidad de ser libre, pierde su identidad y se le
cuestiona en su fe: "¿Dónde está el Dios de ustedes, si no hay signos de su poder?
En el mismo pueblo elegido, el pobre y el "pequeño" son humillados por el rico y poderoso
(Eclo 12,23; Prov 30,14; Am 8,6), o por el malvado (impío). Durante el destierro se desarrolla un
sentido ético y espiritual del término. El humilde no cede ante la humillación, sino que resiste en
la fe. Persiste en creer que Dios es justo y hará valer su causa. Así se desarrolla la espiritualidad
de los "pobres de corazón", en hebreo anawim. Se obliga a los pobres a doblegarse ante la fuerza
del poder de quienes los dominan. Al empeñarse en defender su dignidad, ejercitan la fe en la
grandeza de Dios, en sus proyectos aveces incomprensibles, y se reconocen pequeños. Yavé es
el defensor de los pobres y humildes (Dt 10,17; Sal 103,6; 140,13).
María resume este doble sentido de "humildad". Es una mujer, pobre, de Nazaret de Galilea,
con todo lo que esto significaba en la Palestina de su tiempo. Forma parte de la multitud
anónima, no pertenece a la familia sacerdotal, no es rica ni poderosa. Su actitud fundamental es
la fe perseverante y su entrega en las manos de Dios.
María se reconoce como una mujer especial, agraciada por Dios. Dice claramente que "(...)
desde ahora la llamarán dichosa todas las generaciones" (Le 1,48). No se esconde bajo una
falsa modestia. Aquí está el secreto de su humildad: conoce su valor, su potencialidad, pero no
la utiliza para fortalecer un ego enfermizo, volcado sobre sí mismo. María reconoce que todo es
don
51
de Dios. No se alaba ni se honra a sí misma, sino que está abierta a Dios, con un gesto de
reconocimiento y acción de gracias: "(...) porque el Poderoso ha hecho en mí cosas grandes.
Su nombre es santo, (Lc 1,49).
Oración
María, recito contigo el Magníficat:
"Mi alma engrandece al Señor,
exulta de alegría en Dios, mi Salvador".
Líbrame de la prepotencia, de la arrogancia, del orgullo y de la auto-suficiencia.
Enséñame la humildad.
Ante los sucesos y realizaciones, no quiero reservarme nada para mí.
Si todo viene de Dios, a él se lo devuelvo,
como acción de gracias, ofrenda, reconocimiento y alabanza.
Contigo y con mis hermanos, quiero cantar:
El Señor ha hecho en nosotros maravillas, santo es su nombre. Amén.
a) Derriba del trono a los poderosos y engrandece a los humildes (Lc 1,52).
En la Biblia, la palabra "trono" simboliza el poder político (2Sam 3,10), con toda su fuerza
jurídica (Sal 122,5). Quien se sienta en el trono ejerce autoridad sobre la nación y también juzga.
La segunda ruptura toca el poder en las micro y macro estructuras. Incluye la política y la ley, el
juego institucional de la autoridad jurídica y política. En la monarquía, los profetas denuncian que
los poderosos usan el poder en beneficio propio y lo arrebatan de las manos al pueblo. Los
reyes, ancianos-jueces, los sacerdotes y profetas oficiales, que deberían respetar a Dios y
defender "el derecho y la justicia", abandonan al Señor y practican la corrupción, la mentira, la
rapiña (Jer 5,23-31). Entonces irrumpe un grito de indignación, en nombre de Dios:
"¡Ay de los que dictan leyes opresoras, de los que publican decretos injustos: no hacen justicia a los
indefensos, despojan de sus derechos a los pobres de mi pueblo, hacen de las viudas su presa, y
despojan a los huérfanos!" (Is lO.ls).
Con este espíritu profético, María afirma que Dios arrebata el poder a quienes lo utilizan para
el mal y lo da a los desposeídos. Dios rehace su proyecto salvífico desde los humildes y
desprovistos de fuerza. El Dios poderoso, que hace maravillas en María (Le 1,49), es
radicalmente diferente de los poderosos de este mundo (Le 1,52). Con su misericordia, restituye
la dignidad robada, promueve y eleva al ser humano. En un lenguaje actual, diríamos que rescata
la ciudadanía de la persona, sus derechos básicos como ser político, miembro de la sociedad
(en griego, "polis"), cuya ciudadanía es cada vez más planetaria.
El anuncio profético de María se realiza en la predicación y en la práctica liberadora de Jesús.
El desautoriza el poder de los fariseos, mostrando que el formalismo religioso y sus tradiciones
los apartan del Dios de la vida y crean una separación en el pueblo elegido. Crea otros criterios
de juicio (Mc 7,1 -23). Jesús escoge entre sus discípulos a pescadores, cobradores de
impuestos, hombres de Galilea, llenos de limitaciones y pecados (Lc 5,8-10.27-29), a personas
sencillas y sin instrucción (He 4,13). Asocia a mujeres al grupo de sus seguidores, creando una
situación inusitada en la sociedad patriarcal. Algunas de ellas ayudan incluso a sostener
materialmente al grupo itinerante de Jesús (Lc 8,1-3).
En Jerusalén, sede del poder político y religioso, Jesús percibe que toda la belleza y
ostentación del templo no servirán de nada, porque será destruido (Le 21,5-7). Jesús se
enfrenta al poder dominante del representante romano, de los escribas, saduceos y sumos
sacerdotes (Le 23,1-25). Sufre las consecuencias de este enfrentamiento y es condenado a
muerte de cruz. Y después
55
del fracaso de la muerte, prueba la victoria de la resurrección. Se convierte en i "el viviente" (Le
24,5b). La resurrección es el signo supremo de Dios, que derriba del trono a los poderosos y
ensalza a los humildes.
c) Colma de bienes a los hambrientos y despide a los ricos sin nada (Le 1,53)
La tercera ruptura se refiere al ámbito económico, se relaciona con la producción y distribución
de los bienes, empezando por el nivel básico de la alimentación. Quien no tiene lo suficiente
para alimentarse bien compromete toda su existencia: presenta problemas de salud, tiene
dificultades de aprendizaje, sufre consecuencias psicosomáticas y emocionales. Jesús anuncia
que: con la venida del Reino de Dios, las carencias humanas básicas serán supera das. Las
tres primeras bienaventuranzas de Lucas nos recuerdan que hay una] carencia material, con
manifestaciones íntimamente relacionadas: ser pobre, hambriento y afligido (Lc 6,20s). No se
trata de tres situaciones diferentes, sino de la misma, puesto que quien no tiene acceso a los
bienes es pobre, pasa] hambre y está afligido.
La promesa de Dios es el acceso de todos a los bienes, comenzando por los que nada tienen.
Por eso, a Jesús le gusta tanto reunirse en torno a la mesa con Jesús amigos, comer con ellos,
celebrar, y recibir a quien quiera participar del banquete de la vida (Lc 5,29ss). Lucas presenta
a la comunidad cristiana de los orígenes como la concreción idealizada del sueño de Jesús. Los
cristianos; "partían el pan en las casas y compartían los alimentos con alegría y sencillez del
corazón" (He 2,46). "No había entre ellos necesitados" (He 4,34). El secreto?; no es la
abundancia de cosas, sino el hecho de compartir. Cuando se dividen los bienes, se multiplican.
Podemos hacer también una relectura ecológica del Magníficat. La creciente conciencia
ambiental nos está llevando a revisar nuestros conceptos y la manera de relacionarnos con las
cosas. Cada vez es más evidente que la humanidad tiene que cambiar su concepto de progreso,
de riqueza, de producción y consumo. Crece el clamor por un desarrollo sustentable y equitativo.
Exige un patrón diferente del consumo, un estilo de vida más sobrio asociado a nuevas técnicas
y a actitudes existenciales que respeten y recreen el ciclo de la naturaleza. Un cambio en la
producción y en el consumo de le alimentos, del agua, de las distintas formas de energía, del
papel, de los productos industrializados etc.
La actitud preconizada en el Magníficat, de alegría, humildad, conciencia y bienes
compartidos, es necesaria para crear una ciudadanía planetaria, en I que todos nos
relacionemos en red, íntimamente interconectados e interde
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pendientes. Esta actitud pide conversión, superación de las actitudes de omnipotencia, soberbia,
autosuficiencia y explotación de otros seres humanos y de la naturaleza. Además, la figura
materna de María tiene un vínculo simbólico con la "cultura del cuidado" con relación a todas
las manifestaciones de la vida Finalmente, el aura mística que envuelve a la figura de la madre
de Jesús alude al reencantamiento, al redescubrimiento de que todas las cosas tienen su misterio.
El Magníficat presenta a María como una mujer toda de Dios y con conciencia de la historia,
de la lucha y de la esperanza de su pueblo. El corazón abierto a Dios hace de ella una persona
alegre, llena de vida y solidaria con el pueblo que sufre. María nos inspira un nuevo estilo de vivir
el cristianismo y la ciudadanía planetaria. Nos abre un nuevo y desafiante camino, que integra
mística y conciencia histórica, espiritualidad y compromiso ecológico-social.
Oración
Cantaré siempre la misericordia del Señor,
su amor materno y paterno, su compasión por todas criaturas.
Sí, el Señor es bueno. Es eterno y siempre nuevo su amor.
Tú, que creas de la nada y recreas a partir del caos,
ten piedad de nosotros.
Mira este planeta: aire, agua, tierra, plantas, animales, humanos.
Haznos jardineros de los canteros de la Creación.
Dispersa, Señor, a los de corazón soberbio,
derriba a los poderosos de sus tronos,
ensalza a los humildes de toda la tierra,
colma de bienes a todos los necesitados,
enséñanos a vivir con mayor sobriedad,
a cuidar de los seres humanos y de nuestra hermana naturaleza. Amén.
Lucas organiza su obra, que comprende el Evangelio y los Hechos de los Apóstoles, en tres
tiempos. El primero (Lc 1,5-3,20), narrado con más brevedad, es el tiempo del antiguo Israel, que
prepara la venida del Mesías. Este ciclo termina con Juan Bautista. Lucas acentúa con claridad
esta ruptura y narra el bautismo de Jesús, comienzo del segundo tiempo, sin mencionar ya al
Bautista (Lc 3,2ls). El segundo tiempo, que corresponde a la gran parte del evangelio de Lucas
(Lc 3,21-24,49), nos presenta el tiempo de Jesús de Nazaret, que inaugura el Reino de Dios y
anuncia al Padre misericordioso, hace el camino hasta Jerusalén, donde muere ajusticiado y
resucita. En el tercer tiempo, el de los Hechos de los Apóstoles, se sitúa la comunidad de la
Iglesia, que expande la salvación de Cristo hasta los confines de la Tierra, animada por la fuerza
del Espíritu del Señor resucitado.
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María es la única persona presente en los tres ciclos. Con Zacarías, Isabel y Juan Bautista,
Simeón y Ana, abre camino al Salvador, como madre del Mesías. En el tiempo de Jesús, forma
parte del grupo de sus seguidores, como ejemplo de discípula, que escucha, medita y pone en
práctica la palabra de Jesús. Finalmente, como miembro de la comunidad cristiana, inaugura el
tiempo de la Iglesia, en Pentecostés. Allí encontramos la última referencia a María en la obra de
Lucas.
Es interesante observar que en este momento está superada la oposición entre la familia
biológica de Jesús y sus seguidores, pues forman parte del grupo que en oración esperan la
venida del Espíritu Santo. Es una sola comunidad, que comprende a los once apóstoles, las
mujeres-discípulas, los "hermanos de Jesús" y María, a quien se cita más como miembro
destacado del grupo de las mujeres que como madre de Jesús.
"Cuando llegaron (a Jerusalén) subieron al piso superior donde se alojaban; eran Pedro y Juan,
Santiago y Andrés, Felipe y Tomás, Bartolomé y Mateo, Santiago el hijo de A/feo, Simón el Zelotas y
Judas el hijo de Santiago. Solían reunirse de común acuerdo para orar en compañía de algunas
mujeres, de María la madre de Jesús y de los hermanos de éste" (He I,l3s).
"Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos juntos en el mismo lugar. De repente vino del cielo
un ruido, semejante a una ráfaga de viento impetuoso, y llenó toda la casa donde se encontraban"
(He 2,1).
El Espíritu Santo actúa en cada ciclo y hace de eslabón en los tres tiempos de esta "historia
de salvación". En el tiempo de preparación, el Espíritu es el poder de Dios que conduce a las
personas a Jesús. Por la acción del Espíritu, personajes de los relatos de la infancia preanuncian
la acción futura del Mesías. Isabel, al recibir a María grávida, queda llena del Espíritu Santo (Lc
1,41) y profetiza sobre María. Simeón, que representa al pueblo de Israel, va al templo movido
por el mismo Espíritu (Lc 2,25.27). Juan Bautista anuncia que Jesús bautizará con el Espíritu y
con el fuego de la conversión (Lc 3,16). En este contexto, María es especialmente contemplada
por el Espíritu Santo. Se convierte en madre del Salvador por su acción creadora. Además, hay
una relación clara de la acción del Espíritu en la Anunciación con dos momentos claves en la
misión de Jesús: el bautismo (Lc 3,21) y la transfiguración (Lc 9,34), en los que el Padre revela
la identidad de Hijo.
"El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso, el
que va a nacer será santo y se llamará Hijo de Dios" (Lc 1,35).
(...) Un día cuando se bautizaba mucha gente, también Jesús se bautizó. Y mientras Jesús oraba
se abrió el cielo, y el Espíritu Santo bajó sobre él (...)
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y se oyó uno voz del cielo: Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco" (Lc 3,21 s).
(...) vino una nube y los cubrió con su sombra (... )De la nube salió una voz que decía: Este es mi Hijo
elegido; escúchenlo" (Le 9,34s). En los tres relatos hay una palabra explícita de Dios sobre Jesús,
como Hijo suyo. El contexto es de revelación divina. Hay una imagen común en la anunciación y
en la transfiguración, en la que una nube baja sobre los discípulos y los cubre con su sombra (Lc
9,34). Esto significa: envolver, proteger, revestir con la gloria divina. Podemos ver también en
este texto una analogía con la figura de la nube que cubre la Tienda del Encuentro, que
acompañaba al Pueblo de Dios en su peregrinación por el desierto, rumbo a la tierra prometida
(Ex 40,35.37). Más tarde, la tradición cristiana releyó este versículo, considerando a María como
la nueva Tienda del Encuentro, en la que, por la fuerza del Espíritu Santo, Dios se encuentra con
la humanidad, por medio de la encarnación de su Hijo.
El Espíritu actúa en María no sólo en el proceso de encarnación del Hijo de Dios, sino también
en su fe, dándole fuerza para acoger el misterio divino, hacerse sierva y peregrinar como
discípula del Señor.
El Espíritu actúa en Jesús. El espíritu lo condujo al desierto para ser puesto a prueba (Lc 4,1),
le da la fuerza y el poder de actuar y predicar (Lc 4,14.18). En el tiempo de la Iglesia, el Espíritu
es el poder de Dios que el Resucitado concede a los creyentes (He 1,8; 6,8; 10,38). Actualiza la
presencia de Jesús en el mundo. Por el Espíritu Santo, sus seguidores, como Jesús, hacen
maravillas: curar, perdonar, dar vida a los muertos, movimiento a los paralíticos, expulsar las
fuerzas del mal, enfrentar sin miedo a los poderosos (He 3,6-10; 4,8-10). La comunidad vive
desafíos radicalmente nuevos, como la entrada de los paganos en el grupo de los seguidores de
Jesús. Es necesario arriesgar y discernir la voluntad de Dios, iluminada por el Espíritu, como
sucede en el Concilio de Jerusalén (He 15). Con la fuerza del Espíritu, los cristianos enfrentan
el sufrimiento, la persecución y la muerte (He 12,1 -5).
María participa de la acción creadora del Espíritu, individualmente, en su propio cuerpo. Y
asume parte de la acción colectiva del Espíritu en Pentecostés. Es miembro eminente en el
misterio de la encarnación, y miembro discreto en el misterio de la expansión del Espíritu entre
todos los pueblos.
En muchos lugares del mundo, se está redescubriendo hoy la fuerza actual del Espíritu Santo
en la vida de los cristianos. Los movimientos pentecostales en las Iglesias tratan de rescatar el
dinamismo de la acción de Dios en nosotros. En este contexto, para los católicos, María aparece
como la figura realizada del ser humano, que se deja moldear por el Espíritu. En ella mora este
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Espíritu, toca su corporeidad, su subjetividad, sus deseos y su acción. Esta percepción tan bella
de María no debe dar pie a visiones individualistas y espiritualistas, puesto que María, templo
del Espíritu, es profetisa de la justicia y de la misericordia de Dios en la historia. Simboliza tanto
a la humanidad deificada, espiritualizada, como a los que se comprometen en la lucha por la
ciudadanía • planetaria, en la que se rompe la lógica de la exclusión y se incluyen los seres
humanos de las diferentes etnias, géneros, clases sociales, pueblos y naciones, y todos los seres
creados, de los reinos mineral, vegetal y animal. El Espíritu vivificante nos anima a luchar por la
defensa, por el cuidado y por la recreación de la vida, especialmente donde está más
amenazada.
Oración
Bendita eres, tú, María, templo del Espíritu, morada eterna del Hijo de
Dios encarnado, discípulo ungida por el Señor Jesús. Amén.
Resumen
• Lucas nos presento muchos características de María. Es el ejemplo vivo del discípulo y seguidor de
Jesús, que acoge la palabra de Dios con fe, la guarda y medita en su corazón, la pone en práctica y produce
buenos frutos.
• María es, por excelencia, la peregrina en la fe. El "sí", pronunciado con tanta entereza en los comienzos
de su juventud, se renueva muchas veces a lo largo de su vida. Pasa por crisis y situaciones desafiantes,
que la ayudan a crecer y caminar cada vez más unida al Señor.
• María nos recuerda que Dios escoge preferencia/mente a los sencillos y humildes para iniciar el Reino
de Dios, la recreación de la humanidad y del cosmos. En el Magníficat se oye la llamada a nuevas relaciones
interpersonales, económicas, políticas, culturales y ecológicas. María simboliza al ser humano en
construcción, abierto a Dios, tocado por el Espíritu Santo, y promotor de la solidaridad de corazón.
• Estos rasgos de María inspiran actitudes de vida en cada cristiano y en la Iglesia. Nos sentimos
llamados a ser discípulos fieles de Jesús, que oyen, acogen, guardan en el corazón y practican su palabra.
Renovamos nuestro "sí", incluso en medio de las crisis, pues sabemos que somos amados de Dios (Ef
1,6). Alimentamos, como María, un corazón agradecido a Dios, que le alaba por todo lo que hace entre
nosotros y por medio de nosotros, Y nos empeñamos en vivir la solidaridad y la ciudadanía planetaria,
construyendo una sociedad más cercana al proyecto de Dios.
60
Fe y vida
Bibliografía
BROWN, R. (coord)., María no Novo Testamento. Paulinas, Sao Paulo, 1985. pp. 117-191. Edición castellana
en Sígueme, Salamanca, 1994.
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SERRA, A., María según el evangelio, Sígueme, Salamanca, 1988, pp. 11-91, 105-122.
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Capítulo III
Casi setenta años después de la pasión, muerte y resurrección de Jesús, se terminó de escribir
el cuarto evangelio. El evangelista recoge en él la experiencia de fe de su comunidad que maduró en
el descubrimiento de la identidad de Jesús, proclamado como Hijo de Dios encarnado y enviado del
Padre.
Inspirado por el Espíritu Santo, y con una visión de Jesús más radical que los otros evangelistas,
Juan aprovecha retazos de textos y teje con ellos una colcha original. Rehace gran parte del material
que tenía en las manos. Borda y embellece. El resultado es fantástico. Tenemos un evangelio
profundo, bonito, repleto de símbolos, que revela la relación íntima de Jesús con el Padre y los
múltiples significados que encierra para nosotros.
Las diferencias del Cuarto Evangelio con los sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas), son evidentes.
Vamos a resumir aquí especialmente las que tendrán mayor impacto en la reflexión sobre María.
• Cristología alta. Juan es consciente de que Jesús es el Hijo de Dios encarnado, el
enviado del Padre al mundo, la Palabra que ya estaba junto a Dios en la creación del
mundo. Por eso, destaca poco el proceso humano de su crecimiento y muchas veces
lo presenta como alguien que sabe ya lo que va a acontecer y conoce lo que pasa en
el corazón de las personas.
• Esquema dual. El cuarto evangelio trabaja con imágenes contrapuestas: luz y tinieblas,
verdad y mentira, ser de abajo (visión corta, comprensión literal) y ser de lo alto
(entender a la luz de la fe), ser del mundo y no ser del mundo. Este esquema literario,
que expresa también una forma de pensar, si se interpreta mal, puede llevarnos a un
dualismo. Si, por un lado, las imágenes contrapuestas expresan un conflicto, por el
otro, son interdependientes.
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64
El cuarto evangelio no dice nada sobre la infancia de Jesús, o sobre las relaciones con su
madre. Responde a otra pregunta: ¿Cuál es el lugar de María en la misión de Jesús? ¿Cómo
participa ella en la comunidad de los amigos de su hijo?
María aparece dos veces en el evangelio de Juan. Los textos están bordados con verdadero
cariño. No están en el evangelio por casualidad. María actúa en el primer signo de Jesús en
Cana, cuando él inaugura su misión pública (Jn 2,1 -1 I), y permanece junto a la cruz, en el
momento de la muerte del Señor, al final de su misión en este mundo (Jn 19,25-27). Al situar a
María al comienzo y al fin de la actuación de Jesús, Juan nos dice que ocupa un lugar especial,
pues está presente en los momentos más decisivos.
fiesta". Hay una petición clara, no sólo una constatación. En el evangelio de Juan, cuando
alguien necesita algo, basta con presentar a Jesús la necesidad, que él comprende
perfectamente. Por ejemplo, en el caso del paralítico (Jn 5,7); de las hermanas de Lázaro (Jn I
1,3). Pero María no pide nada para ella j misma, sino para otros.
La respuesta de Jesús (v.4) no parece delicada y respetuosa. "Mujer, ¿qué nos | importa a ti y a mí?".
Algunas Biblias traducen con expresiones todavía más duras: "¿qué quieres de mí"? o ¿"qué
hay entre ti y mí? Esta frase, de difícil traducción, expresa que Jesús no quiere implicarse en el
problema, que hay una] distancia, una diferencia de percepción entre él y María.
Mujer (v.4). Extraña a muchos que Jesús llame a su madre "mujer". Perol Juan nos dice algo
más profundo: para Jesús, María es más que su madre; es] mujer. El evangelista es muy
sensible a la participación de las mujeres en la misión de Jesús y en la comunidad de sus
amigos. Jesús no las trata por su nombre, sino con el título de mujer. María, su madre, presente
al comienzo y al final de su misión, es llamada mujer en Cana y en la cruz (Jn 2,4-19,26).
Jesús llama también mujer a la samaritana (Jn 4,21), primera anunciadora! del Mesías a los
no judíos (Jn 4,28.41 s). Finalmente, trata de la misma manera al Magdalena (Jn 20,15), la
primera en dar testimonio de la resurrección! (Jn 20,17). Recordemos que los profetas usaban
la imagen de la mujer para representar al pueblo de Dios con relación al Señor de la alianza
(Os 1,2; ls.| 26,17; Jr 31,4). Por tanto, cuando Jesús llama a su madre "mujer", no la ofende. Al
contrario, muestra todo su valor, como mujer y figura efectiva y simbólica de la comunidad
cristiana.
Todavía no ha llegado mi hora (v.4). Una persona occidental moderna imaginaría la escena
banalmente. Jesús miraría el reloj y diría que no era todavía el momento. Pero no se trata de
esto. La "hora", en el evangelio de Juan, tiene! un sentido simbólico. Se refiere al momento en
que Jesús va a manifestar quién es él, su identidad de Hijo, y va a comunicar de manera
incomparable el amor del Padre. Esto se realizará en la muerte y resurrección (Jn 12,23.27;
13,1 16,32; 17,1). Allí será la hora H, como suele decirse. Pero, mientras llega es el momento,
cada palabra o signo de Jesús es parte de esa hora y la prepara. "Todavía no ha llegado mi
hora" significa que Jesús piensa que no es todavía el momento oportuno de empezar su misión
y manifestarse plenamente como Hijo de Dios.
La acción y la palabra de María (v. 5). En el Cuarto Evangelio, es común que haya momentos de
malos entendidos entre Jesús y sus interlocutores. Mientras ellos están en un nivel de
comprensión superficial, "de abajo", Jesús habla de realidades "de arriba", más profundas y
mucho más allá de las apariencia.
66
Es necesario dar un salto de fe para pasar de un nivel a otro. A veces, hay discusiones largas, de
difícil comprensión. Por ejemplo, en el diálogo de Jesús con Nicodemo y con la samaritana (Jn
3,1-12 y Jn 4,6-27), o en la conversación con la muchedumbre, sobre el pan de vida (Jn 6,26-
58). Jesús dice a Nicodemo que es necesario nacer de nuevo, pero éste lo entiende literalmente,
como si hubiera que volver otra vez al seno materno. Jesús anuncia el agua viva a la samaritana,
y ella piensa en el agua del pozo. Jesús habla del pan como "mi carne" y ellos se escandalizan.
A diferencia de los otros interlocutores, María salta rápidamente al nivel de la fe, sin discutir
con Jesús. Entiende lo que él quiere. Comprende que no se trata sólo de resolver un problema
de falta de vino, de atender una necesidad concreta, sino de que ese hecho va a ayudar a las
personas a conocer mejor quién es Jesús y a tomar postura ante él.
María se dirige a los sirvientes y les dice: "Hagan lo que él les diga" (Jn 2,5). Estas palabras
tienen gran fuerza simbólica. Usted se acuerda de la frase de María al final del relato de la
anunciación en el evangelio de Lucas: "Aquí está la esclava del Señor, que me suceda como tú
dices" (Le 1,36). Según Juan, María no sólo hace la voluntad de Dios en su vida, sino que orienta
también a otros para que hagan lo que les pide Dios. Hay un desplazamiento de enfoque y una
ampliación de sentido. De la perfecta discípula y seguidora de Jesús, en Lucas, a la pedagoga
y guía de los cristianos, en el evangelio de Juan.
El agua convertida en vino (v. 6-10). Jesús hace el primer signo discretamente. Ni siquiera da
una bendición o invoca el nombre de Dios. Lo hace todo con la mayor sencillez. El buen vino
alegra a las personas y disfrutan más la fiesta. ¿Pero por qué sitúa Juan el primer signo de
Jesús, la conversión del agua en vino, en una fiesta de bodas? ¿Por qué no una curación o una
expulsión de demonios? El primer signo de Jesús pretende empezar a revelar quién es él para
nosotros. A partir de este signo, entendemos que Jesús es el vino nuevo para la existencia
humana. Él es capaz de transformar las situaciones desafiantes en fiesta y alegría compartidas.
En la Biblia, el vino simboliza la felicidad y la abundancia de la que todos disfrutarán cuando
llegue el Mesías, anunciado por los profetas: (Os 2,23s y 14,8); Am 9,13s; Is 25,6 y 62,5; jer
31,12; Zac 9,17). En el libro del Cantar de los Cantares, el vino recuerda el deseo entre el hombre
y la mujer, el amor que los fascina y los une, una imagen del gran amor de Dios a su pueblo
(Cant 1,2-4; 2,4; 4,10). Con el signo del vino Jesús está diciendo que él es el vino nuevo, que el
día del Mesías está llegando, que ha comenzado el tiempo de la gracia, que supera las
situaciones de miseria y tristeza.
Cada detalle del relato tiene un sentido simbólico. Los seis cántaros de piedra, destinados a
la purificación de los judíos, aluden al número imperfecto de
67
la finitud humana (el seis), a la frialdad y dureza de la ley judía, que será superada con Jesús. El
encargado de la fiesta no conoce el origen del vino, como tampoco los jefes de los judíos
conocen a Jesús que viene del Padre. Sólo lo saben quienes lo sirven. Llena los cántaros
hasta arriba. El vino es abundante, unos setecientos litros. Esto significa que Dios nos ofrece
sus bienes en abundancia. Quien está con Jesús tiene vida copiosa. Jesús es el vino, reservado
hasta el comienzo de la manifestación de los signos. Con él comienza el tiempo nuevo, que
los evangelios llaman "Reino de Dios".
El signo de Cana y la fe (v. 11). ¿Cuál es el resultado de la acción de Jesús, gracias a la
intervención de María? Juan nos dice que Jesús "manifestó su gloria y sus discípulos creyeron
en él". Jesús empieza a mostrar quién es él: no sólo el hijo del carpintero de Nazaret, sino una
persona que comunica vida y alegría| como Hijo de Dios. La gloria para Jesús no es el poder ni
la fama mundanos,) sino la capacidad de hacer el bien y procurar que Dios sea conocido y
amado.
Los signos de Jesús son una ocasión para que los discípulos ejerciten su fe. Quien cree, va
más allá del signo. El signo no fuerza a nadie a creer, sólo abre la puerta del corazón a la fe (Jn
2,11.23; 3,3,4,54)). A Jesús no le gustan las personas que creen únicamente por ver signos.
Desconfía incluso de la fe que necesita siempre signos (Jn 2,23s). A Jesús no le gustan las
personas que buscar milagros sólo para resolver sus problemas personales (Jn 6,26).
A medida que avanza la misión de Jesús, los signos también se muestran polémicos. Su
último signo, que es devolver la vida a Lázaro, causa división entre! los judíos. Unos creen en él,
y otros no (Jn 12,37); algunos adoptan una postura violenta y se organizan para matarlo (Jn
11,45-54). Por tanto, los signos son una oportunidad para la fe, no una prueba milagrosa.
Interpelan a las personas.; El primer signo, el de Cana, abre camino a los discípulos para que
entren en la| aventura de la fe.
El signo que unifica (v.12). Después que Jesús hizo su signo, los discípulos creen en él y
salen juntos, "con su madre y sus hermanos". El signo de Cana une al grupo de los seguidores
de Jesús a su alrededor. A partir de este ges de Cana, comienza a formarse el germen de la
comunidad, con los discípulos los familiares y la madre de Jesús.
¿Relecturas? Toda lectura de la Escritura va más allá de la intención explícita de quien
escribió. Algunos estudiosos de hermenéutica bíblica llama a este fenómeno polisemia: es decir,
el mismo texto tiene la posibilidad de suscitar nuevos sentidos. Así, el relato del signo de Cana
abre la posibilidad de percibir otras dimensiones de María, que probablemente no estaban en
la intención explícita del evangelista. Sin embargo, debemos siempre tener cuidado esa
"extrapolación de sentido", para no hacer una interpretación meramente
68
subjetiva o reduccionista de la Biblia. Las relecturas son necesarias, pero hay que volver
siempre al sentido original del texto.
Desde la experiencia de fe de la comunidad cristiana, el relato de Cana da margen para
descubrir dos características de María, que se destacan mucho en las homilías y en la catequesis.
En primer lugar, es una mujer atenta a las necesidades de las personas, movidas por la bondad
y la caridad. Ejercita su sutileza femenina (que debe ser una cualidad de hombres y de mujeres),
percibe los detalles de la situación y está atenta para responder a quien la necesita. Se preocupa
de mantener la alegría de la fiesta. En segundo lugar, muchos ven en ese gesto de María el
fundamento de su misión de intercesora. Así como María pidió a Jesús en Cana y consiguió
realizar el signo, así intercede hoy por nosotros ante el Señor y nos concede muchas gracias.
Debemos decir con honestidad que sólo este versículo no fundamenta suficientemente la
dimensión intercesora de María. Volveremos a este tema cuando tratemos del culto a María.
En resumen, el relato de Juan sobre las bodas de Cana nos muestra a María como madre
de la comunidad cristiana, que estimula a los servidores y amigos de Jesús a cumplir su voluntad.
Ayuda a los discípulos a tener fe en Jesús y a reunirse en torno a él. La palabra de María sigue
siendo actual. Nos dice hoy que merece la pena buscar la voluntad de Jesús, escuchar sus
palabras y asumir actitudes concretas. El gesto de María resuena en nuestros corazones. Como
madre y pedagoga, nos conduce a Jesús, en el seno de la comunidad. Ella es madre de la fiesta
y de la alegría reconquistada.
Oración
María, mujer atenta en Cana,
haznos personas con ojos abiertos y manos disponibles.
La humanidad sufre por falta de pan y de vino.
Necesitamos el vino de la alegría y de la esperanza,
de una vida con sentido, con sabor y belleza.
Cada vez más hombres y mujeres se embriagan
con el vino de la falsa felicidad.
Se alejan de Dios y de sus semejantes.
Contaminan y destruyen la naturaleza.
María, danos el vino de Jesús.
Que él transforme nuestras vidas:
nuestra rutina en novedad,
nuestra indiferencia en fe apasionada.
Que él multiplique nuestro amor
porque nuestro corazón es rígido e imperfecto.
Y que, creyendo en él y haciendo su voluntad,
inauguremos en este mundo la fiesta de la fraternidad y de la alegría,
que sólo se consuma en el cielo. Amén.
69
Imaginemos una Semana Santa en un pueblo tradicional. Los vecinos se juntan para rezar.
Predomina el clima de sufrimiento y penitencia. En algunos lugares, se hace la "procesión del
encuentro": un grupo lleva la imagen de Jesús con la cruz a cuestas y otro la de su madre,
María. El Viernes Santo se celebra el viacrucis y la "procesión del entierro" con Jesús muerto.
Y en muchos lugares se rinde culto a la Virgen de los Dolores. ¿Tiene fundamento esta
tradición en el texto de Juan? Veamos el relato del cuarto evangelio.
"Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María la mujer de Cleofás y
María Magdalena. Jesús al ver a su madre y junto a ella el discípulo a quien tanto amaba, dijo a su
madre: Mujer, ahí tienes a tu hijo. Después dijo al discípulo: Ahí tienes a tu madre. Y desde aquel
momento, el discípulo la recibió en su casa" (jn 19,25-27).
Muerte, poso al Padre, entrega del Espíritu. Juan presenta la muerte y la resurrección como
un único acontecimiento, en dos partes. Ahora sí ha llegado la hora (Jn 17,1), en la que Jesús va
a ser glorificado y va a consumar la obra que el Padre le ha encomendado. Como grano de trigo
sembrado en el surco, Jesús muere para resucitar (Jn 12,24) y vuelve al Padre (Jn 17,13).
Termina su obra en este mundo (Jn 17,4) y vuelve al Padre (Jn 17,13). Jesús es asesinado,
después de un proceso que lleva a la muerte. (Jn 19,1 -6). Pero en ningún momento pierde la
dignidad de quien sabe que lucha por la verdad y por el bien. Más aún: en virtud de su "alta
cristología", el evangelista disminuye la dimensión trágica que significó la muerte de cruz, tanto
para Jesús como para sus discípulos. En Marcos, la última palabra de Jesús en la cruz es un
cuestionamiento que brota del fondo del alma, un gesto final de fe ante el aparente fracaso:
"Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?" En Juan, predomina una expresión serena
de entrega: "Todo está cumplido" (Jn 19,30).
Jesús muere, resucita, vuelve al Padre, pero deja a la comunidad de sus amigos-seguidores,
que continuarán su misión en el mundo. Jesús se va, pero viene el Espíritu Santo, el Paráclito.
A diferencia de Lucas, que establece un tiempo de espera de siete semanas, entre la
resurrección y la efusión del Espíritu, en Pentecostés, Juan identifica la resurrección con la
venida del Paráclito. Cuando Jesús muere, entrega el espíritu (Jn 19,30). El verbo tiene doble
sentído. Jesús no sólo da el último suspiro, sino que concede su Espíritu a la comunidad. El
domingo de resurrección, cuando entra en la casa de los discípulos, les comunica la paz, los
envía a la misión y les infunde el Espíritu (Jn 20,22). La| muerte provoca tristeza en los
discípulos, porque han perdido la presencia física de Jesús. Pero la resurrección y la venida del
Paráclito les trae una alegría que nadie les podrá arrebatar (Jn 16,22).
70
71
nos que María no es sólo la madre que concibió, gestó y dio a luz, nutrió y educó a Jesús. De
nuevo, Jesús la llama "mujer", como en Cana (Jn 2,4- 19,25). Su lugar está mucho más allá de
los lazos de la sangre y de las relaciones familiares.
Por voluntad de Jesús, María es adoptada como madre de la comunidad de todos los
tiempos. El discípulo amado, que representa a la comunidad, la recibe como madre. Y a María
se le encomienda esta nueva misión. Acoge a los miembros de la comunidad cristiana como
hijos suyos. Al comienzo del Cuarto Evangelio, cuando Juan Bautista encamina a sus
discípulos a Jesús (jn 1,29.36), las expresiones son las mismas que en el relato de la cruz:
"ve", "dice", "he ahí". Y hay también una situación parecida: los primeros discípulos van a casa
de Jesús y permanecen con él (|n 1,39), y aquí María es acogida por el discípulo amado. Las
dos escenas tienen el mismo género literario de presentación solemne, con cierto carácter de
revelación.
María en la Iglesia, familia del discípulo amado. Para Juan, el momento de la muerte de Jesús se
revela con muchos sentidos, aparentemente contradictorios. En la lucha entre la luz y las
tinieblas, la muerte es la hora de la oscuridad, el momento en que el "príncipe de este mundo",
el "padre de la mentira", triunfa temporalmente. Sin embargo, al mismo tiempo él está siendo
juzgado. Además, la fe de los discípulos se va a poner a prueba en el momento en que no hay
signos. Ellos están tristes, porque Jesús no estará ya físicamente presente entre ellos. Muchos
se dispersan. Pero la muerte-resurrección es el momento en que se constituye la comunidad-
lglesia, más allá del judaísmo. Jesús va a "reunir a todos los hijos dispersos" (Jn 11,51 s). Éste
es el sentido simbólico de la escena que antecede al relato de María al pie de la cruz. Los
soldados se apropian de los vestidos de Jesús y hacen con ellos cuatro partes (los cuatro puntos
cardinales). Pero la túnica quedará entera (Jn 19,23). La Iglesia, nueva comunidad mesiánica,
será edificada en su unidad, a partir de la cruz del Señor.
El discípulo amado representa a la comunidad cristiana, agraciada y escogida por Jesús, a la
que dedica su afecto y atención. La comunidad recibe a María como su madre. El evangelista
dice que "desde aquella hora, el discípulo la recibió en lo que era suyo", es decir, en lo que es
más propio de su identidad y lo constituye como persona. Juan no usa la palabra griega oikos
(casa), sino idía (¡dios: lo que es más característico de alguien).
Juan no nos explica detalladamente en qué consiste la misión de María, como madre de la
comunidad y en la comunidad. Parece ser la misma de Cana. Nuestra madre María podrá, como
en Cana, intervenir ante su hijo. Llevará a los servidores y amigos de Jesús a hacer lo que él les
diga. Posibilitará que nuevas generaciones de cristianos, como los primeros discípulos, creían
en Jesús, vean su gloría se reúnan en torno a él.
72
Reinterpretaciones
En el transcurso de la historia, la escena de María junto a la cruz se ha reinterpretado de
muchas maneras, desde la experiencia de la comunidad cristiana con el desarrollo del culto, de
la piedad y del dogma. María, por su obediencia radical a Dios, hasta la cruz, es la nueva Eva.
Llamada mujer por Jesús, es la madre de todos los vivientes redimidos por Cristo, el nuevo Adán.
En la devoción popular se ha fortalecido la imagen de María "Madre de los dolores" (Moíer
doloroso), que padece con su hijo, inspirando a los que sufren valor y fortaleza en las cruces de
la vida. En la línea de una teología que consideraba aisladamente la muerte de cruz como único
gesto salvador, se creó un discurso sobre María corredentora, que ayuda a Jesús a salvar a la
humanidad, al compartir con él su sufrimiento. Así, la nueva Eva y la Madre de los dolores y
corredentora son imágenes que extrapolan el campo de sentido del texto joánico. Además, son
interpretaciones ambivalentes. Tienen valor simbólico y espiritual, pero es necesario purificarlas
de exageraciones y de concepciones unilaterales.
La redención de Cristo no vino solamente por su muerte en la cruz. Jesús nos salva con su
vida, muerte y resurrección, con la efusión del Espíritu, que habita en nosotros. De ahí que
María no puede ser corredentora únicamente por estar junto a la cruz de Jesús. Cada uno de
nosotros, a medida que participamos en este misterio de vida, muerte y resurrección del Señor,
somos corredentores. No por méritos personales, sino por la misma misión que Jesús nos ha
confiado. Y como comunidad, estamos llamados(as) a colaborar en la redención de los
individuos, de la sociedad, de las culturas y del planeta.
Cuando nos comprometemos con Jesús y con su proyecto, experimentamos innumerables
alegrías y dificultades. Probamos el fracaso de la cruz y la victoria de la resurrección. En este
contexto, María nos inspira celebrar la alegría del vino nuevo, de la fiesta que inaugura Jesús.
Ella no es sólo la Madre de los dolores en la cruz, sino también la Madre de la alegría en Cana.
Cana y la cruz se están realizando todavía. Somos, hoy, las discípulas y discípulos. El Padre
nos da el mismo amor con el que amó a Jesús (Jn 17,26). Y nos presenta a María, madre y guía,
para ayudarnos a vivir nuestra vocación cristiana en el mundo.
Oración
María, qué alegría poder llamarte madre,
recibirte como madre nuestra y educadora en la fe.
Sabemos que tú recreas en nosotros las mismas actitudes que creaste en Jesús,
como el amor al Padre, la disponibilidad para el Reino
y la sensibilidad para con los pobres y pecadores.
73
Gracias porque nos llevas a Jesús, sin guardarte nada para ti.
Tú, la primera agraciada por Dios, ilumínanos para que seamos
las discípulos y discípulos amados del Señor, sus servidores y amigos.
Enseñónos o perseverar en la fe, a mantenernos firmes en el seguimiento de Jesús,
pasando por fracasos y victorias.
Móntennos firmes como lo fuiste tú,
haznos solidarios en la muerte y resurrección de tu Hijo. Amén.
Resumen
• El Cuarto Evangelio nos presenta a María como una figura especial en la comunidad del discípulo
amado. Ella aparece en dos grandes momentos: al comienzo del "libro de los signos", en Cana, y en el "libro
de la exaltación", en el momento culminante de la cruz, paso de este mundo al Padre y glorificación de la
misión de Jesús. Es como una gran inclusión: María participa de momentos clave en la actuación de Jesús.
El no la llama madre, sino mujer. Caracteriza así su figura, activa en la comunidad, y como símbolo femenino
del Pueblo de Dios.
• En Cana, María se caracteriza como la "discípula-madre", que lleva a los servidores a hacer lo que
Jesús les dice. El signo de Cana nos abre la revelación de Jesús como "el mejor vino", la gran sorpresa de
Dios que irrumpe en la historia, trayendo alegría y esperanza. El signo suscita la fe de los discípulos. Desde
Cana se constituye la comunidad reunida en torno a Jesús. María tiene una actuación discreta y firme. Ya
en el relato de la cruz, aparentemente, no hay una acción directa de María. Pero su presencia junto a la
cruz, con otras mujeres y el discípulo amado, significa el amor perseverante. Jesús la presenta al discípulo
amado como madre de la comunidad. Es el momento solemne de una adopción recíproca: la madre se
encarga del hijo, y el hijo, de la madre. Pero no se dice cómo ejercerá ella esa tarea.
Fe y vida
1. Releyendo en su Biblia el pasaje de Canà, ¿Cuáles son los principales elementos
teológicos relacionados con María?
2. ¿Qué le dice a usted, personalmente, el relato de Canà para su camino de fe?
3. ¿Cómo la escena de María junto a la cruz puede modificar pastoralmente nuestra
concepción de madre sufriente?
74
Bibliografía
BROWN, R., (coord). María no Novo Testamento. Paulinas, Sao Paulo, 1985. pp. 192-232. Edición en castellano,
Sigúeme, 1994.
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Capítulo IV
MARÍA EN EL APOCALIPSIS Y EN OTROS ESCRITOS BÍBLICOS
Estamos acostumbrados a leer el capítulo 12 del Apocalipsis en algunas misas marianas y nos
imaginamos a María en la gloria, rodeada de elementos cósmicos, como el sol, la luna y las
estrellas. Pero el texto no es tan sencillo. Es preciso un análisis más amplio de la visión del autor
del Apocalipsis para determinar con más precisión hasta dónde el texto habla de María. En este
contexto, presentamos también aquí otros relatos que se utilizan en la catequesis y en la liturgia,
pero que originalmente no se escribieron con esta intención.
1. MARÍA EN EL APOCALIPSIS
Vivimos una época confusa. El comienzo del nuevo milenio nos ha traído esperanzas, pero
también nos asusta. La destrucción de las torres gemelas en Nueva York, símbolo del poder que
hoy domina en Estados Unidos y en el mundo, hirió su orgullo. Y la reacción vino enseguida. En
poco tiempo, hemos visto detalles de escenas de guerra en Afganistán y en Irak. En esta espiral
de violencia, el terrorismo se expande con su rostro de sangre y destrucción. Crece la ola de
insalubridad, cuando el país dominador se niega a firmar el protocolo de Kyoto, aumentando así
su irresponsabilidad ante el equilibrio ecológico.
Al echar una mirada al mundo actual, se preguntan muchos: ¿A dónde vamos a parar? Crece
la violencia en las casas y en las calles, aumenta el consumo de drogas y proliferan los suicidios.
La tecnología de los alimentos y de la salud avanza a pasos agigantados, pero el hambre y la
enfermedad siguen segando millones de vidas. Parece absurdo. Pero, felizmente, hay signos de
esperanza. Hay una búsqueda de mística en todo el mundo. Crece el movimiento del vo-
luntariado. Abundan los movimientos ecológicos y los grupos que luchan por valorar las etnias
y las culturas. En medio de una crisis de identidad sin precedentes, surge la posibilidad de
nuevas relaciones de género entre hombre y
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78
que, a pesar de todo, el equipo de Dios ganará, porque Jesús resucitado tiene en su mano la
llave de la victoria. Él mismo pasó también por la experiencia de la muerte. Fue asesinado por las
fuerzas del mal, pero triunfó con su resurrección (Ap 1,8.17s). En los bastidores, que el autor llama
"cielo", Dios ya ha vencido. El es el dueño de la "bola" de la historia. Aunque el poder del mal
aterrorice, intimide, seduzca y engañe, tiene sus días contados y se acaba. Los cristianos tienen
que perseverar, resistir, luchar y confiar.
El género literario del Apocalipsis. El libro está lleno de símbolos y de figuras que asustan. El
Apocalipsis se parece a un sueño. Cuando soñamos, las imágenes parecen no tener nexo
alguno. Las personas, los lugares, las cosas, los hechos, aparecen muy diferentes de la
realidad. Otros nos infunden miedo y terror. Los psicólogos dicen que en los sueños la persona
rehace, en su inconsciente, las memorias pasadas y las experiencias actuales, sus deseos y
sus esperanzas. No es fácil entender un sueño, pues la historia aparece rodeada de enigmas,
que necesitan interpretación. En el sueño, una misma imagen dice muchas cosas, dependiendo
del contexto. El agua, por ejemplo, puede significar placer, relación con la madre, con el origen,
afecto, emoción o incluso peligro.
Tal vez, hemos visto películas o leído novelas en las que la historia no sigue la línea del
tiempo. El pasado se mezcla con la actualidad o con las posibilidades futuras. Es una narración
no-lineal. Lo mismo sucede en el Apocalipsis. Se engaña quien piensa que sólo prevé el futuro.
En realidad, Juan escribe para los cristianos perseguidos por el Imperio Romano y sus religiones
dominadoras. Por eso, mezcla imágenes del pasado, ya conocidas, como la de la serpiente,
con las de la situación que él está viviendo, y lanza señales de esperanza.
1.2. Análisis del capítulo 12 del Apocalipsis
Lea Ap. 12,1 -17. Vea cómo se desarrolla el relato. Observe los puntos que siguen para
entender mejor el texto.
La señal en el cielo (v. 12). El capítulo comienza como un bello sueño. Una gran señal aparece
en el cielo: una mujer con la gloria y el poder de Dios, resplandeciente y revestida de sol y con la
luna bajo sus pies, en lucha equilibrada con las fuerzas de la naturaleza. La mujer ha recibido
de Dios la certeza de la victoria, porque lleva una corona de doce estrellas, signo del poder real.
Sin embargo, no todo es bello en este sueño. La mujer está embarazada y va a dar a luz.
Pasa por momentos confusos y difíciles, de gran dolor, pero sabe que ellos preparan un tiempo
nuevo. Así es el pueblo de Dios en este mundo. Recibe del Señor la gloria y el poder, para
generar una nueva historia. Pero ex-
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perimenta un parto doloroso. En la Biblia, el dolor de parto significa la crisis! que acompaña el
paso a una nueva situación, en la que triunfará la vida. Así su-1 cedió con los discípulos de
Jesús, cuando acompañaron su muerte y su resurrección (Jn 16,21 s).
La imagen puede aludir también a María, la madre de Jesús, que dio a luz al Mesías y
experimentó el tiempo nuevo del Reino de Dios y de la resurrección 1 de Jesús. Así, en su
sentido más original, la mujer significa la comunidad cristiana, el pueblo mesiánico. Pero puede
también entenderse de María, madre del Mesías.
El dragón y la mujer (v. 36). El sueño se transforma en pesadilla. Aparece un dragón,
literalmente un "animal de siete cabezas", lleno de poder y de fuerza. Atemoriza con sus diez
cuernos. Lleva en su cabeza siete diademas, señal de que es respetado como autoridad
aparentemente perfecta e invencible. Quiere devorar al hijo de la mujer, como hicieron las
fuerzas del mal con Jesús, durante su vida, que lo llevaron a la pasión y a la muerte. Pero el
Señor resucitado ya está junto a Dios. El mal no puede con él. Observe que el relato no es lineal.
El hijo, después de nacer, fue puesto a salvo junto al trono de Dios. En la práctica, Jesús, el hijo
de Dios encarnado, vivió en este mundo un largo tiempo, que no puede ignorarse.
Hay que tener claro que en el Apocalipsis, el "cielo" no corresponde al concepto clásico, que
se contrapone al infierno. La palabra es la misma, pero el sentido es muy diferente. Se trata de
los "bastidores de la historia", donde se libra la lucha decisiva entre el bien y el mal, y no del
lugar o situación después de la muerte, reservado a los elegidos de Dios. ¿Podríamos
imaginarnos que el símbolo de la maldad pudiese atacar a María en pleno cielo, como lo enten-
demos tradicionalmente? Hemos de evitar una interpretación literal del capítulo 12 del
Apocalipsis. De hacerlo así, entraríamos en un callejón sin salida.
La mujer huye al desierto, donde Dios le prepara un lugar y la alimenta durante un tiempo
limitado. ¿Quién es la mujer? El pueblo de Dios, los seguidores de Jesús, que, como María,
hacen la voluntad de Dios y dan a luz al Mesías. Mientras estamos en este mundo, pasamos
por las durezas del desierto. Pero no estamos solos. Dios nos alimenta con su palabra y con
su Espíritu. En la Biblia, el desierto es el lugar de la tentación y del encuentro con Dios, el
espacio de purificación y crecimiento, donde la persona y el pueblo tienen la oportunidad de
probar lo Esencial.
La lucha continúa (v. 7-17). El dragón, el dueño del equipo del Mal, y sus guerreros combaten
contra los ángeles de Dios y pierden la batalla, en los bastidores (cielo). Para Juan es claro que
Dios ya ha vencido. Y también los cristianos, especialmente los que, como Jesús, son capaces
hasta de morir para ser
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fieles al bien y a la verdad. Pero la lucha en la tierra será todavía más dura. El dragón persigue
de nuevo a la mujer y quiere destruirla. Felizmente, Dios viene en su auxilio. Da alas de águila a
la mujer. En el desierto él la alimenta. La tierra se traga la corriente caudalosa, que vomita la
serpiente. El Apocalipsis señala también que la naturaleza colabora con quienes se empeñan
en practicar el Bien.
El final del relato es todavía más fuerte: "Irritado el dragón por su fracaso con la mujer, se fue
a hacer la guerra al resto de su descendencia, a los que observan los mandamientos de Dios y
dan testimonio de Jesús" (v. 17). Recuerda la promesa del Génesis 3,15, según la cual la
humanidad (la descendencia de la mujer) no cederá más a la tentación del mal (la serpiente) y
los dos lucharán. Incluso herida, la mujer aplastará la cabeza de la serpiente, matándola. Pero,
en el Apocalipsis la victoria sobre la serpiente (el dragón) vendrá del poder de Dios, por medio
de un enviado (Ap 20,2s.).
Muchas veces nos sentimos como esta mujer en el desierto: frágil, desprotegida, rodeada por
el poder de la maldad, pero envuelta y salvada por Dios. El Apocalipsis se escribió para alimentar
nuestra esperanza. Sabemos que, como María, recibimos la gloria y el poder de Dios. Pero
estamos sumergidos en un mundo de pecado, lleno de violencia y de mal. Además, cada uno de
nosotros tiene un poco de mujer y de dragón, de bien y de mal, de ternura y violencia. Pero
estas dimensiones de luz y tinieblas están en proporciones distintas en cada persona. A medida
que crecemos en la fe, en la esperanza y en el amor solidario, pasamos de manera más clara
a jugar en el equipo de Jesús. María, nuestra compañera, nos asegura, con Jesús, que la
victoria será de Dios y de sus aliados. Y tendrá un resultado feliz: una nueva creación, un nuevo
cielo y una tierra nueva, en la que participarán todos los seres, especialmente los humanos.
Resumen
• El capítulo 12 del Apocalipsis se refiere, en primer lugar, a la comunidad de ¡os seguidores de Jesús,
a la Iglesia perseguida, a grupos de hombres y mujeres que se empeñan en hacer el Bien, al Pueblo de Dios
peregrino, que continuamente engendra al Mesías, bajo la acción de la gracia de Dios. Por tanto, es un relato
de carácter cristológico y eclesiológico. Su mensaje de esperanza es claro: aunque el pueblo de Dios sufra
para garantizar el Bien y construir lo nuevo en la historia, y el poder destructor del Mal parezca más fuerte,
su victoria está garantizada.
* Pero, en segundo lugar, este capítulo 12 puede aplicarse también a María, madre del Mesías e
imagen del Pueblo de Dios. Especialmente porque la plasticidad de las imágenes y de las analogías del
Apocalipsis nos permiten interpretaciones múltiples y complementarias.
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Oración
María, compañera nuestra,
ayúdanos a jugar en el equipo de Jesús, a comprometernos con el bien y ¡ajusticia.
Líbranos de las seducciones del Tentador, que nos arrastran al mal.
Fortalece nuestra resistencia en los momentos de persecución e incomprensión.
Danos tu luz, radiante como el sol.
Fortalece nuestra esperanza, pues nuestros tiempos son difíciles y confusos,
como dolores de parto.
Tu hijo Jesús está de nuevo naciendo en el mundo.
El dragón quiere tragárselo, pero la fuerza de Dios es mayor.
Gracias por tu presencia y ternura, que nos confirman en el camino del Señor. Amén.
Tal vez haya usted oído en las misas mañanas, textos bíblicos de los que todavía no hemos
hablado. Pero, ¿se refieren a María esos relatos? Y si no son marianos ¿Por qué los usa la
liturgia?
a) La serpiente y la mujer
"Pondré enemistades entre ti y la mujer, entre tu descendencia y la suya: ella te herirá en la cabeza, pero
tú sólo herirás su talón" (Gen 3,15). Este pasaje ha de entenderse en su contexto. Usando un
lenguaje mitológico, el capítulo 3 del libro del Génesis intenta explicar la raíz del misterio mal.
El autor no narra un hecho histórico, sino crea unas imágenes para reflexionar sobre por qué
el ser humano, creado por Dios para un proyecto tan ir portante (el paraíso), se desvió del
camino.
Después del pecado de Adán y Eva, Yavé se dirige a la serpiente, al hombre y a la mujer. El
versículo 15 llegó a llamarse proto-evangelio, es decir, prime buena noticia para la humanidad
después de ceder al poder del mal. Se trata de una promesa de esperanza, que suena a profecía.
La humanidad, a pesar de re chazar la propuesta del proyecto de Dios, no permanecerá en esta
situación porque no forma parte del proyecto original de Dios que el ser humano permanezca
lejos del paraíso, bajo el dominio del mal. El bien triunfará, al final, cuando la humanidad (la
descendencia de la mujer destruya la fuente del veneno que la contamina. Pero esta lucha, que
se extenderá a lo largo de la historia, será difícil y estará llena de dolor.
Volvamos al texto. ¿Quién aplastará la cabeza de la serpiente? La descendencia de la
mujer. Sin embargo, no aclara si será una persona individual o una colectividad. Los judíos
que vivían fuera de Palestina hicieron una traducción
82
griega de las Escrituras, llamada Versión de los Setenta, y entendieron que uno de los hijos de
la mujer realizaría esa esperanza. Entonces, tradujeron por "él", en vez de "ella". Siglos más
tarde, san Jerónimo, que tradujo la Biblia del hebreo al latín, la llamada traducción Vulgata,
tal vez influido por su experiencia cristiana, dice que "ella, la mujer", aplastará la cabeza de la
serpiente.
A partir de siglo IV, crece la interpretación según la cual María es la mujer que venció el
mal al traer a Cristo al mundo. Según las palabras de san Efrén: "Así como la serpiente golpeó
a Eva en el talón, el pie de María la expulsó". Muchos siglos después, las imágenes de la
Inmaculada Concepción representan a María pisando la cabeza de la serpiente, pero no se
dice que ella fuera herida por el mal, como afirma el texto del Génesis.
Por tanto, originalmente, este versículo no es mariano. Posteriormente, desde la
experiencia cristiana y con el auge que fue adquiriendo la figura de María en la comunidad,
se interpretó en clave mariana.
83
"Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que había anunciado el Señor por el profeta: La
virgen concebirá y dará a luz un hijo, a quien pondrán por nombre Emmanuel (que significa: Dios
con nosotros) (Mt 1,22).
Por tanto, el texto de Is 7,14-16 no se refiere a María, pero sí su relectura f en Mateo 1,22.
ría en la corte celestial. Muchos versículos suenan de manera extraña, al hablar de joyas, de oro
y de vestidos preciosos, muy lejos de la sencillez y de la pobreza de María de Nazaret.
Nos llama la atención que las cartas de Pablo no hablen prácticamente nada de María,
madre de Jesús. El silencio es incomprensible. Buena parte de las cartas paulinas se escribió
antes de los evangelios, cuando todavía no estaba desarrollada la conciencia sobre el papel
de María en la comunidad cristiana. Además de esto, el mismo Pablo, por el hecho de no haber
vivido con Jesús, relata poquísimos hechos sobre Jesús de Nazaret y el Reino de Dios. Reflexio-
na sobre todo sobre el sentido de la muerte y de la resurrección de Jesús para nosotros.
Hay solamente un texto de Pablo en que se hace una alusión a María. Pero no se cita su
nombre, ni se dice nada de sus cualidades: "Cuando llegó la plenitud de los tiempos, Dios envió
a su propio Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo el dominio de la ley, para liberarnos del
dominio de la ley y hacer que recibiéramos la condición de hijos adoptivos de Dios" (Gal 4,4).
Por tanto, Pablo no desarrolla todavía una reflexión mariana. Algunos mariólogos
encuentran en este texto alusiones maravillosas a María, pero su discurso está sujeto a
cuestionamientos. Realmente, no hay consenso sobre el contenido mariano de este texto de la
Carta a los Gálatas, a no ser el hecho de afirmar la realidad de la encarnación del hijo, por la
expresión "nacido de mujer".
Resumen
• Los textos bíblicos explícitamente escritos sobre María se encuentran en los evangelios. Al pasaje
del libro del Apocalipsis se puede atribuir una interpretación mariana, pero secundaria en la intención del
autor. Otros textos atribuidos a María son resultado de una interpretación posterior; la mayoría de ellos lo
hacen mediante la alegoría. Sin embargo, hemos de tener claro que esos pasajes no son originalmente
moríanos. Este cuidado debe guiarnos también en la liturgia y en la catequesis para evitar un discurso
exagerado sobre María sin el debido sustento en la Sagrada Escritura.
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Fe y vida
1. Relea el capítulo 12 del Apocalipsis. Partiendo de nuestra reflexión, ¿qué elementos
pueden atribuirse a María y qué puntos se refieren más al Pueblo de Dios perseguido?
2. Medite este texto del libro del Apocalipsis: póngase en el lugar de la mujer, entre en
este "sueño de Dios", contemple la escena y pregúntese: ¿qué le dice para su
experiencia espiritual?
3. ¿Cuál es el mensaje del capítulo 12 del Apocalipsis para los cristianos
comprometidos en la lucha por la justicia social y por la sustentabilidad del planeta?
Bibliografía
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BROWN, R., (org) María no Novo Testamento, Paulinas, Sao Paulo, 1985, pp. 51-5 233-253. Edición en
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SERRA, A, "Gal 4,4; una mariologia in germe", Theotókos, 1993/2, pp. 27-49.
VANNl, U., "La decodificazione del grande segno in Ap 12,1 -6", Marianum 40 (1978 n. 121,pp. 121-152.
VETRALI, I., "La donna dell' Apocalisse", Parola, Spirito e Vita 6, Quaderni di lettural blblica, 1982, pp.
152-170.
Capítulo V
Este texto es más técnico. Incorpora algunos conceptos de la ciencia de la interpretación, que
llamamos hermenéutica, de la semiótica y de la teología fundamental. Presenta un lenguaje
diferente de las demás partes del libro. Tal vez sea de difícil comprensión para usted. Según su
necesidad y el grado de familiaridad con el lenguaje filosófico y teológico, quizás fuese más
conveniente ir directamente al capítulo siguiente. No obstante, le invito a hacer conmigo esta
reflexión, que podrá ampliar su perspectiva.
Muchos cristianos, al estudiar a María en la Biblia, sienten admiración y perplejidad. Por un
lado, se entusiasman por su persona, al descubrir los rasgos principales de la imagen
neotestamentaria de la madre de Jesús: la perfecta discípula, seguidora de Jesús, hermana y
madre de la comunidad, profeta de la liberación, peregrina en la fe, contemplativa en la vida
cotidiana.
Por otro lado, experimentan cierto desconsuelo cuando comparan los datos bíblicos con lo
que se dice de María en la piedad popular y en los dogmas. Se preguntan entonces si no
bastarían las afirmaciones bíblicas. ¿Cuál es la legitimidad del crecimiento de la persona de
María en la fe católica, que produce dogmas y devociones? Éstas y otras cuestiones afines sólo
se pueden responder recurriendo a algunos principios y conceptos de la teología fundamental,
como el lugar de la Escritura en el proceso de interpretación de la fe y la relación Biblia-
Comunidad-Tradición.
¿Cómo salvar el abismo entre la imagen marial de de la Biblia y la comprensión reinante en
la comunidad eclesial? Los datos sobre María en el Nuevo Testamento discrepan mucho de la
interpretación corriente entre los fieles. En sermones, cantos, letanías, rosarios, comentarios,
celebraciones o "encuentros de alabanza", se acentúa la maternidad de María, madre de Jesús
y "^adre nuestra. En el evangelio de Lucas, por el contrario, el valor recae en el discipulado, en
el modelo de la fe. La bienaventuranza central sobre María no se refiere a la maternidad
biológica. Al contrario, ella tuvo que hacer una ruptura drástica, abandonando los privilegios de
la maternidad biológica para en-
87
trar humildemente en el grupo de los seguidores de Jesús. Allí es donde! recobra pleno valor su
maternidad. Ella reúne a la comunidad en torno a Jesús, impulsándola a hacer su voluntad, como
nos muestra el cuarto evangelio.
El culto a María ha asumido dimensiones gigantescas en el catolicismo.
¡Qué diferencia de la sobria imagen de María en el Nuevo Testamento! Para la comunidad
de los orígenes, Jesucristo, el Hijo de Dios y hermano nuestro, ocupa todo el espacio de
reverencia y culto. Estrictamente hablando, no hay culto a María en la Biblia. Sólo una breve
referencia a su persona en tal afirmación "Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu
vientre. [...]. (Lc 1,42.)
Tenemos que reducir la distancia entre el mensaje de los textos bíblicos sobre María y su uso
en la evangelización. Citemos tres ejemplos. El relato de las bodas de Cana no se centra en la
solicitud de María y en su capacidad de intercesión (que pida la madre, que el hijo da), sino en la
intervención decidida para realizar el signo que lleva a la fe. Los textos que alimentan la piedad
popular sobre la Virgen de los Dolores tienen originalmente otro mensaje central. La referencia
de Simeón a la espada que traspasará el alma de María (Lc 2,35) se liga a la obediencia de la
fe y a dejarse juzgar por la Palabra de Dios. La escena del María al pie de la cruz (Jn 19,25) no
tematiza en primer lugar el sufrimiento del redentor, sino la hora de la glorificación y de su paso
de este mundo al Padre. Y ¿qué decir del uso del capítulo 12 del Apocalipsis en la misa de la
Asunción, sabiendo que el texto alude prioritariamente al pueblo de Dios (Israel e Iglesia).
refiriéndose a María solamente de forma derivada.
La problemática sólo se resuelve con buen sentido y sensibilidad pastoral, partiendo de la
comprensión del lugar de la Escritura en el proceso de interpretación de la fe, vivida por la
comunidad eclesial. Para llegar ahí, es necesario entender cómo se hace el paso de los hechos
a la interpretación, y cómo ésta, fijada por escrito, permite nuevas interpretaciones.
88
¡Cuántos hechos pasan por nosotros y se pierden, sin darnos cuenta, porque falta el lenguaje
apropiado para captarlos y un adecuado horizonte de percepción e interpretación!
Un acontecimiento en sí presenta un amplio abanico de posibilidades de sentido, que
denominamos polisemia (literalmente: muchos sentidos). El hecho en sí necesita algo que lo
condense, organice y marque sus fronteras de significado. Las palabras, oral y escrita, así como
los gestos y los dibujos, dan inteligibilidad al hecho, al mismo tiempo que cierran parte de su
polisemia original. Llamamos a este movimiento clausura (literalmente: encerramiento).
Polisemia y clausura, es decir, apertura de significados y definición de sentido, se combinan y
confrontan. La palabra que fija por escrito el acontecimiento hace ya una selección entre los
sentidos probables, privilegiando ángulos de la experiencia y dejando de lado otros. Realiza así
una primera clausura.
Sin embargo, como la palabra interpreta el acontecimiento en cuestión, cuando éste se
retoma como hecho significativo, ella manifiesta un "sentido más", que no fue fácilmente
identificable en el momento que se realizó. Presenta también otros sentidos complementarios
que llamamos polisémicos. O sea, la palabra que interpreta los hechos y busca darles
significado no sólo cierra el sentido de los acontecimientos, sino también lo acrecienta.
Vamos a poner un ejemplo elemental, para tratar de entender estos elementos teóricos,
complicados para personas no habituadas a la semiología y a la hermenéutica. Imagine el
siguiente hecho: Juanito, un niño de IO años, que vivía en un pueblo, iba en bicicleta una
mañana, cuando se cayó y golpeó. Es un acontecimiento común y corriente, que presenta
muchos significados posibles, pero al mismo tiempo no dice nada si no se comunica en un
contexto determinado. Piense ahora en el momento siguiente. Su compañero Pedro corre al
encuentro de su madre y le dice: "Su hijo Juanito, en lugar de ir a la escuela, se fue a jugar, se
cayó de la bicicleta y se hirió en el brazo". El hecho, que parecía abierto, "cerró su sentido" con
la interpretación de Pedro cuando éste contó el caso a la madre del niño. Es decir, no sólo
describió el hecho, sino que le dio un significado más, dándole causa y consecuencia.
Pero la conversación no quedó allí. Los vecinos empezaron a comentar el asunto. ¿Por qué
se cayó Juanito de la bicicleta? Unos dicen: "La municipalidad dejó un hoyo abierto en la calle y
el pobre niño se cayó en él. Por tanto, la responsabilidad es del poder político". Un profesor
retirado hace un análisis más complejo, con elementos sociales y culturales: "Juanito es un niño
pobre, que no se alimentó bien por la mañana y es excluido de la escuela". La mujer piadosa
del pueblo tiene una mirada religiosa moralista: "Ha sido un castigo de Dios, porque
desobedeció a su madre". Como podemos ver, la interpretación inicial del hecho generó muchas
otras interpretaciones. Ninguna de ellas consiguió, por si sola, abarcar el sentido del hecho.
Algunas pueden ser equivocadas. Otras enriquecen el significado del hecho.
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Juanito creció. Salió de su pueblo y fue a la capital. Estudió Derecho y se hizo un gran
abogado. A los cincuenta años, decidió escribir sus memorias. En J ellas, relata que le gustaba
andar en bicicleta cuando era niño. Recuerda la sensación placentera del viento en su rostro y
la aventura de bajar las laderas a altas velocidades. Cuenta también que, una vez, se cayó de
la bicicleta y se rompió un brazo. Este hecho, cuarenta años después, tiene para él otro
significado. A partir de lo ocurrido percibió que su padre y su madre lo cuidaron con cariño. El
sentido del hecho ya no es el accidente, sino el amor paterno y materno, que se reveló de manera
especial en el momento de la necesidad. No importa la causa real de la caída de la bicicleta,
sino el sentido que asumió el hecho, mucho tiempo después, en un contexto diferente.
Ahora bien, ¿qué tienen que ver con la Biblia y su interpretación la clausura y la polisemia,
la abertura de significados y la definición de sentido? ¿Cómo se extiende este fenómeno a la
tradición.
El pueblo de Israel y la Iglesia primitiva hicieron una auténtica experiencia de Dios, difundida
en la actualidad, porque conjugaron correctamente presencia y lenguaje, hecho e interpretación,
polisemia y clausura. Veamos cómo sucedió esto.
Cada texto bíblico, como experiencia de comunicación, presenta un emisor original: el que
escribió el texto; el interlocutor al que se destina originalmente el libro (destinatario) y el horizonte
sociocultural, que permite entender el mensaje en su contexto. Fijemos los tres componentes
de la comunicación: I emisor, interlocutor y contexto.
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La Biblia da testimonio de varias relecturas de hechos y textos. Cada relectura realiza una
apropiación ambivalente. Por un lado, produce sentido. Por otro, pretende poseer todo el
sentido. Y aquí aparece un germen de totalitarismo, de exclusivismo, porque tiende a
presentarse como la única lectura correcta. Cuando coexisten varias relecturas distintas, que
creen ser la única auténtica, se da un conflicto de interpretaciones. Sólo después de resuelto
el conflicto, por lo menos momentáneamente, se toma conciencia de que las relecturas, aunque
en lucha, presentan elementos convergentes, porque parten de los mismos eventos y textos,
acumulan significados, produciendo así, una fecunda exploración de la reserva de sentido de
los hechos y de los textos.
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El círculo es válido cuando hay sensibilidad para la interpelación divina, empezando por
cualquier vértice del triángulo, conduciendo a interpretaciones más enriquecedoras de los
datos de la fe. Los elementos se condicionan mutuamente. Una nueva lectura de la palabra de
Dios hace posible una sensibilidad más aguda para los signos de los tiempos e influye así en
nuevas prácticas personales, sociales y eclesiales. El movimiento puede empezar por otros vér-
tices. Por ejemplo, las experiencias humanas significativas y la conciencia que se deriva de
ellas fertilizan enormemente la lectura de la palabra de Dios y provocan nuevas prácticas
eclesiales.
Quien ha observado la espiral de un resorte de reloj antiguo, habrá notado que se forman
varios círculos, que se van abriendo a partir del núcleo central. A medida que el movimiento de
espiral continúa, parece volver al mismo lugar, pero está en un nivel superior. La interpretación
enriquecedora de la Escritura es como una espiral: acumula y produce sentido. Parece tocar
los mismos puntos, pero va ampliando cada vez más su comprensión. Al mismo tiempo, sigue
refiriéndose al punto de origen de la espiral, que es la revelación de Dios.
La absoluta novedad de la interpelación de Dios, presente en la vida, en sus aspectos
existenciales y sociales, intelectuales y prácticos, hace que la interpretación sea dinámica y
procesual. Por eso preferimos hablar de "espiral hermenéutica" en vez de "círculo
hermenéutico", expresión más clásica.
La vida de fe trae consigo condicionamentos positivos para la lectura de la palabra de Dios.
Una persona solidaria con los demás encontrará en las Escrituras muchos elementos que la
ayudarán en la práctica del amor. Quien ha pasado por terribles sufrimientos y persecuciones
entenderá con una luz nueva las reflexiones de Job y se dejará iluminar por el misterio de la cruz
de Jesús. La creciente conciencia del papel de las mujeres en la sociedad ayudará a hacer una
lectura de la Biblia desde la óptica de la reciprocidad, en la que hombres y mujeres gozan del
mismo valor y dignidad. La práctica de la lucha por la justicia y por mejores condiciones de vida
permitirá desentrañar y comprender con más intensidad la experiencia del Éxodo, la opción de
Jesús por los empobrecidos y la dimensión social de la fe.
La interacción creativa entre lo que llamamos "vida", "Biblia" y "Tradición", acontece por la
fuerza del Espíritu Santo, que actúa, de tantas y tan diversas maneras, tanto en el texto escrito
como en la existencia humana. Por medio de cada instancia, y especialmente en la relación
circular entre ellas, Dios mismo nos ofrece su amor, nos invita a la conversión y nos llama a
realizar un proyecto común, que alcanza a toda la humanidad.
95
3. MARÍA EN LA ESPIRAL HERMENÉUTICA DE LA FE CRISTIANA CATÓLICA
Los textos bíblicos orientan el descubrimiento de los rasgos básicos de María. Ayudan a
mantener la centralidad cristológica de la experiencia de Dios, porque Jesús es el autor y el
consumador de nuestra fe, que nos abrió un camino nuevo y vivo por medio de su humanidad
(Heb 10,20). Los relatos de la Escritura son la perenne fuente revitalizadora y correctiva de
nuestra relación filial y fraternal con María, el núcleo perceptible de la espiral hermenéutica de
la fe, el manantial de exploración y producción de sentido. Ofrecen importantes puntos de
referencia para delimitar el campo hermenéutico donde se sitúa la persona de María. La reflexión
sobre ella va sin embargo, más allá de los datos bíblicos, porque incorpora la memoria colectiva
y selectiva de la Tradición, especialmente sirviéndose de la evolución del culto (liturgia y piedad)
y del dogma. Por otro lado, la imagen bíblica de María permanece como sustento y centro
irradiador, y, al mismo tiempo, legitimador y crítico-deconstructivo, de todo el discurso posterior.
¿Es legítima la interpretación mariana que se diferencia del sentido original de la Escritura
y de la intención de los autores sagrados? No es fácil responder, pues hay conflicto de
interpretaciones entre los mismos exegetas y teólogos sobre el mensaje central y el interés
teológico original de muchos textos. Tampoco en este campo existe total neutralidad. Un
minimalista leerá el saludo del ángel "alégrate, llena de gracia" Lc 1,28), como mero
cumplimiento o parte de un género literario. El maximalista, por el contrario, encontrará allí
alabanzas sin cuento a la madre de Jesús, la imagen realizada del arca de la alianza, la
plenificación de la "Hija de Sión". El mariólogo equilibrado y con buen sentido navega entre las
dos corrientes, atento para no dejarse arrastrar por ninguna de ellas. Normalmente, se queda
con la opinión consensuada o mayoritaria entre los investigadores de renombre.
96
Bibliografía
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MURAD, A., Este cristianismo inquieto, Loyola, Sao Paulo, 1994.
SEGUNDO, J. L, £/ dogma que libera. Fe, revelación y magisterio dogmático, Sal Terrae, Santander, 1989, p. 397.
99
Capítulo VI
Muchas personas imaginan que los dogmas son como un paquete cerrado que el creyente
tiene que llevar a casa con su credencial de pertenencia a la Iglesia, o como medicina
indeseable que se traga sin masticar para no sentir el gusto amargo. Serían verdades difíciles
de entender, en el campo de la doctrina o de la moral, determinadas por la máxima autoridad de
la Iglesia, que deben obedecerse ciegamente y sin cuestionamientos.
Hay quien duda de la validez de dogmas en la Iglesia católica por diferentes motivos. Según
la reforma protestante, la pretensión católica de proponer dogmas contradice la libertad de la
conciencia cristiana y el Evangelio. Pone indebidamente una cuña entre la palabra de una
autoridad humana y el único mediador, que es Jesucristo. Según el espíritu moderno del
lluminismo, celoso de la autonomía del sujeto, el dogma sería una opinión, formulada en un con-
texto ya superado. Al ser impuesto desde fuera por una autoridad religiosa, la persona no
reconoce en él algo suyo, que tenga significado existencial o intelectual. Además, carece de
validez, por no someterse a la investigación filosófica o científica. Los dogmas serían como una
"nodriza" para la humanidad en su fase infantil. Pero, a medida que el ser humano alcanza la
madurez de la razón, podríamos prescindir de ellos.
Para muchos cristianos laicos, la vida de fe está determinada por la "experiencia", que abarca
sentimientos, entendimiento y práctica. El dogma, por el contrario, aparece como vehículo
comunicativo empobrecedor, sin sabor experiencial. En vez de ayudar a crecer los significados
de la experiencia cristiana, los reprime. Los cristianos comprometidos con el ecumenismo ven
los dogmas con preocupación. Una Iglesia llena de dogmas se parece a una señora de edad,
obesa y diabética. Tiene serias dificultades para moverse, prefiriendo la comodidad del sofá
tradicional. A una persona tan mayor, centrada en sus achaques y paralizada por las verdades
acumuladas en el pasado, le falta ánimo Para dialogar con el mundo y con las otras Iglesias
cristianas.
101
En definitiva ¿por qué surgieron los dogmas en la Iglesia? ¿Son todavía actuales? ¿De qué
manera?
Hubo alguna vez un bello santuario en lo alto del monte. A él acudían muchas personas, de
diferentes pueblos, culturas/ naciones. Multitud de peregrinos, a lo largo del tiempo, caminaron
por el sendero que llevaba al santuario. Limpiaron la hierba, e hicieron al poco tiempo un camino,
porque los peregrinos descubrieron que tan importante como la meta que se había de alcanzar,
era el camino que conducía a ella. El camino del santuario era muy bonito. Aunque hubiese
espinos, polvo, barro y hoyos, se podía contemplar la belleza del sol en medio de la sierra,
respirar aire puro, dejarse penetrar por el verdor intenso de las copas de los árboles y sentir los
olores de las flores silvestres. Junto al camino tortuoso había también precipicios.
Durante mucho tiempo, los peregrinos fueron al santuario por el camino, a pie o en bestia.
Pasó el tiempo y llegaron los automóviles. Dada la frecuencia de los accidentes, los
encargados del santuario pusieron muros de contención a los costados, antideslizantes,
indicadores luminosos y protectores. La verdad es que la carretera se volvió peligrosa, y algunos
se fueron al barranco. Reforzaron y perfeccionaron todas las señales para facilitar la subida.
La carretera llegó a perder su belleza y dejó de ser práctica. Los nuevos peregrinos no
entendían ya las antiguas señales y llamaron a técnicos para interpretarlas. Muchos se
preocupaban ya tanto de los muros de contención y de las advertencias sobre posibles peligros
que se olvidaron de caminar. Perdieron de vista que aquella carretera conducía al santuario,
lugar de encuentro con el Dios que camina con nosotros.
Algunos hombres y mujeres cayeron en la cuenta de la equivocación. Retiraron todo lo que
estorbaba en la carretera y dejaron únicamente lo que ayudaba a los peregrinos.
Redescubrieron la belleza del camino y volvieron a rezar en él. Más gente comenzó a ir al
santuario y volvía de él con corazón alegre y renovado.
Los dogmas son como señales que indican el camino de nuestra fe. Se crearon para ayudar
a la comunidad eclesial a mantenerse en el camino del santuario vivo que es Jesús. Funcionan
como hitos orientadores y protectores.
Los grandes dogmas de la Iglesia surgieron en los primeros siglos para resolver cuestiones
de fe que no se podían solucionar únicamente por la Sagrada
102
Escritura. Por ejemplo, la Biblia afirma que Dios es uno sólo, el único creador de todas las
cosas. Pero al mismo tiempo dice que Jesús es Hijo de Dios. Hay momentos en que Jesús
afirma: "Yo y el Padre somos uno". Otras veces, ora al Padre, manifestando que el Padre es
diferente de él. Y lo mismo se diga del Espíritu Santo. El Espíritu no es Jesús, pero viene del
Padre. ¿Cómo es posible entender que Dios sea sólo uno, y que existan también el Padre, el
Hijo y el Espíritu Santo? ¿Son tres dioses?
Las interpretaciones eran muy diferentes, a pesar de leer todos el mismo texto bíblico. Eso
se debía también a los distintos contextos culturales en que se encarnó el cristianismo. El siglo
IV, un grupos de cristianos defendía que Dios era uno sólo, pero se nos manifestaba de
diferentes maneras, como un artista que cambia de ropa y de maquillaje en el teatro. Aparecía
de varias formas, pero era el mismo. Otros decían que en Dios tendría que haber grados de
importancia. Dios Padre sería el Todopoderoso, y Dios Hijo estaría subordinado a él y, por fin,
vendría el Espíritu Santo. Fue necesario discutir mucho en algunos concilios hasta que la
Iglesia formuló la doctrina que hoy conocemos como el dogma de la Santísima Trinidad:
creemos que Dios es uno solo en tres personas distintas. Ellas tienen igual dignidad, y están
en relación unas con otras: el Padre creador, el hijo redentor y el Espíritu santificador.
Los dogmas centrales del cristianismo católico se formularon en los cinco primeros siglos
por medio de concilios, para responder a cuestiones vitales de nuestra fe. Estaba en juego el
núcleo de la identidad cristiana: quién es Jesús, quién es nuestro Dios, cómo se articulan la
humanidad y la divinidad en su persona, cómo nos revela Cristo a Dios. El conflicto de
interpretaciones de la experiencia cristiana llegó a tal punto que se hizo necesario matizar
afirmaciones, establecer límites para ciertas posiciones y discernir qué lectura era más fiel a la
revelación cristiana. Los grandes concilios ecuménicos de Nicea, Éfeso, Constantinopla y
Calcedonia resolvieron grandes conflictos, especialmente en el ámbito de la cristología.
Condensaron la discusión en un credo que sintetizaba los consensos de la comunidad
cristiana. Refutaban también las afirmaciones que, después de la discusión, se reconocían
como deficientes, incoherentes o contrarias a la experiencia cristiana. De ahí los anatemas y
la calificación de hereje (literalmente: separado) para las posiciones no aceptadas.
En la Edad Media, se definieron otros dogmas en sínodos y concilios. A partir del siglo XIX,
los definieron solamente los papas, después de consultar a los obispos. Así sucedió con los
dogmas marianos de la Concepción y la Asunción. Los últimos cuatrocientos años, en la lucha
con los protestantes, los católicos reforzaron los dogmas y la Tradición con detrimento de la
Sagrada Escritura. Se valoró el conocimiento de la doctrina cristiana basada en los dogmas.
En el catecismo, por ejemplo, el niño y la niña tenían que aprender de memoria las verdades
de la fe, sin entender lo que decían. Y fue creciendo la distancia entre lo experimentado por la
fe y lo expresado en la doctrina.
103
El Concilio Vaticano II nos ha ayudado a entender mejor el lugar y la función de los dogmas.
Ha vuelto a reconocer la Biblia como fuente para la teología y la liturgia. Ha mostrado cómo la
Tradición legítima de la Iglesia interpreta la Escritura y proporciona elementos necesarios para
la vivencia de la fe. Ha reconocido que no todos los dogmas tienen el mismo valor. Algunos
están más cerca del núcleo de nuestra experiencia religiosa. Y esto es importante para el diálogo
con otras Iglesias y religiones.
La revelación de Dios llegó a su punto máximo en Jesucristo. Ya no quedan por escribirse
nuevos libros revelados. La Biblia se cerró con el Apocalipsis. Pero Jesús nos dejó el Espíritu,
que nos conduce a la verdad plena. El Espíritu recuerda lo que nos ha dicho Jesús y nos ayuda
a entenderlo con más profundidad (Jn 16,12-13). Portante, la interpretación de la revelación sigue
abierta. La Iglesia, en el transcurso de más de dos mil años de existencia, se parece a un gran
río, en el que las aguas de la única fuente, que es la Biblia se enriquecen con la Tradición. Es
competencia del magisterio (los obispos en comunión con el papa) regular el proceso de
interpretación y evolución, que las comunidades producen a lo largo de su historia en diferentes
épocas y culturas.
Los dogmas centrales del cristianismo son, al mismo tiempo, infalibles y reformables. La
infalibilidad radica en el hecho de que el dogma significa una conquista irrevocable, que contiene
elementos vinculantes para la identidad de nuestra fe. Pero, por ser una formulación humana,
condicionada por el tiempo, el dogma es caduco y necesita ser reinterpretado. La reforma del
dogma pretende "suplir el desajuste de la lengua, perfeccionar las fórmulas usadas, purificar el
esquema de pensamiento, mantener viva la verdad de la revelación en su relación con la
existencia humana y dar más claridad y plenitud a esta verdad" (Cf. Mysterium Ecdesiae,
Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, junio de 1993). Hay, por tanto, una evolución
de la Tradición y del dogma, con relación no sólo al lenguaje, sino a una profundización de la
revelación de Dios, como dice el Vaticano II:
"Esto Tradición, que viene de los apóstoles, progresa en la Iglesia con la asistencia del Espíritu
Santo; es decir, crece la comprensión tanto de las cosas como de las palabras transmitidas, bien sea
por la contemplación y estudio de los creyentes o por la predicación de los que ejercen la sucesión
del episcopado. La Iglesia, en el transcurso de los siglos, tiende continuamente a la plenitud de la
verdad divina, hasta que se cumplan en ella las palabras de Dios (Cf. Dei Verbum, n. 8).
104
Como Dios es una realidad inagotable y siempre nueva, el dogma capta algo real del misterio
divino, pero de forma limitada. Con el correr del tiempo son necesarios nuevos abordajes, que
se acercan al misterio de Dios, sin decir la palabra final sobre él. Aunque se sirva de la razón,
el dogma no se reduce a un conjunto de fórmulas frías y exactas, como una ecuación matemática.
Manifiesta, por el contrario, un sentimiento de alabanza. Sólo entendemos a Dios, dejándonos
fascinar por él, abriendo nuestro corazón, nuestro entendimiento y nuestra mente a la luz y al
calor de su presencia irradiante.
Oración
Gradas, Señor, porque tú eres el Dios de la sorpresa,
que nos comunica la novedad de tu palabra,
mostrándonos tu belleza siempre antigua y siempre nueva.
Cuanto más te conocemos, en la Escritura, en la Tradición, en los dogmas y en la vida,
más nos reconocemos como peregrinos de la verdad.
Líbranos de la tendencia a encerrar tu palabra en nuestros esquemas.
Sigue dándonos tu Espíritu, para que nos conduzca a la verdad plena,
mientras vivimos, por la fe, en la esperanza y en el caridad. Amén.
Muchas veces, los católicos recurren a María como madre. Creemos que está tan cerca de
Dios y tan cerca de nosotros que escucha nuestras súplicas, intercede por nosotros y se
preocupa de nuestro bien. Esta verdad es "afectiva", emocional. Sin embargo, a medida que
avanzamos en la comprensión de la fe, aparecen serios cuestionamientos. ¿Cómo puede un ser
humano ser madre de Dios, que es el creador de todo?
105
Después de la resurrección, los seguidores de Jesús vuelven a preguntarse más
profundamente "quién es este hombre" y descubren que en lo más íntimo de la figura
espectacular del hombre de Nazaret había algo más. Jesús era el mismo Hijo de Dios
encarnado. Una novedad hermosa e incomparable. Tanto amó Dios al mundo que vino su
Hijo a compartir nuestra existencia.
El cristianismo entró en varias culturas de Asia y de Oriente Medio, que estaban bajo el
dominio de los romanos. Al inculturarse, incorporó muchos elementos de la manera de pensar
y de sentir de aquellos pueblos. En Oriente, había una corriente de pensamiento que hacía
una división radical entre el cuerpo y el alma, entre la materia y el espíritu. Era dualista: dividía
al ser humano en dimensiones irreconciliables. En este grupo, se destacaban los gnósticos.
Éstos decían que el ser humano se salva por el conocimiento de la verdad, que viene de la
divinidad y toca el espíritu humano. El espíritu es luz, el cuerpo es oscuridad. Toda la maldad,
que en el fondo es ignorancia, se origina en la materia.
Los gnósticos tenían mucha dificultad para aceptar que Jesús hubiera estado en el seno
de María durante nueve meses y hubiese nacido envuelto en sangre de placenta, como
cualquier ser humano. Un ser divino no hubiera podido contaminarse jamás con tantas cosas
materiales. Se imaginaron, entonces, que Jesús nació repentinamente, como pura luz. Pasó
por el cuerpo de María como una luz atraviesa un prisma o la rendija de una ventana; o como
el agua pasa rápidamente por una caño.
Los padres y madres de la Iglesia, que vivieron en los primeros siglos, reaccionaron
duramente contra esta tendencia espiritualista, que destruía una de las verdades más bellas
del misterio cristiano: la encarnación del Hijo de Dios. Ellos afirman que la maternidad de
María es real, verdadera y concreta. El Hijo de Dios se hace ser humano para que nosotros
podamos participar más intensamente de su divinidad, como lo expresa san Atanasio (año
373), en una homilía de Navidad:
"Nuestro Señor Jesucristo, queridos hermanos, que creó todas las cosas desde la eternidad, se ha
convertido hoy en nuestro salvador, naciendo de una madre. Ha querido nacer hoy en el tiempo, para
conducirnos a la eternidad del Padre. Dios se ha hecho ser humano para que el ser humano se hicíese
Dios: hoy se hace ser humano el Señor de los ángeles para que el ser humano pueda comer el pan
de los ángeles".
¿Quién no se emociona ante un pesebre, al sentir que un Dios tan grande e infinito asume
nuestra humanidad limitada y nace como una criatura frágil? San Efrén, que vivió también en el
siglo IV, dice que la encarnación de Jesucristo en | el seno de María es el gran signo de la
solidaridad de Dios con la humanidad:
106
"¡Un prodigio es tu madre! El Señor entró en ella y se hizo siervo. Entró en ella aquel que es la
misma elocuencia, y en ella enmudeció. Entró en ella el sonido y redujo su voz al silencio. Entró el
pastor de todos y en ella se hizo cordero (...) El seno de tu madre trastocó el orden de las cosas.
El creador de todo entró en él rico y salió de él mendigo, entró en él excelso y de él salió humilde.
Entró como héroe y en el vientre se revistió de temor. Entró en él aquel que nutre a todos y aprendió
a tener hambre, el que sacia a todos y aprendió a pasar sed. El que viste a todos, de este seno salió
desnudo y privado de vestidos".
Para decir que Jesús había pasado de hecho por una gestación normal y era un ser humano
de verdad, algunos padres y madres de la Iglesia dijeron que María era la que había quedado
embarazada, esperado y parido al Hijo de Dios. Así, Orígenes, Basilio, Epifanioyotros usaron la
palabra griega theotókos, que después se tradujo por "madre de Dios". Esta expresión se usa en
algunas oraciones a María, como en el conocido Sub tuum praesidium... (Bajo tu amparo), que
data de finales del siglo III.
El dogma de la maternidad de María surge en medio de la discusión sobre la persona de Jesús.
Los cristianos de los primeros siglos debatían con mucho entusiasmo, oraban y trataban de
entender lo que creían. En el aire quedaban flotando muchas preguntas sin respuesta. Una de
ellas era: ¿cómo Jesús, siendo verdadero hombre y verdadero Dios, pudo conciliar en sí dos
cosas tan diferentes? El obispo Nestorio y su grupo defendían que la humanidad y la divinidad
de Jesús, aunque estuviesen en la misma persona, estaban bien delimitadas. Usando una
analogía moderna, serían como dos niveles de una casa, que sólo se tocan por el piso. Como
consecuencia de esto, Nestorio decía que María sólo podría ser llamada "Madre de Cristo" y no
"Madre de Dios". La maternidad se referiría solamente a la dimensión humana de Jesús, al nivel
terreno.
Las afirmaciones de Nestorio de Antioquía provocaron discusiones y polémica. Los
problemas se resolvieron en el Concilio de Éfeso, el año 431. Siguiendo el parecer de san Cirilo
de Alejandría, el Concilio reafirma la unidad de la persona de Jesús. En Cristo, hay una
comunicación tan grande entre lo humano y lo divino que las realidades profundas que vivió
Jesús de Nazaret tocan su divinidad. No fue únicamente la parte humana la que nació, creció,
aprendió, vivió, sufrió y se alegró con nosotros y por nosotros. Así, en consecuencia, María es
madre de Jesucristo, no sólo de su humanidad. Es necesario entender también que no se trataba
solamente de una discusión entre dos personas, sino del conflicto entre dos visiones teológicas,
representadas, respectivamente, por las Iglesias de Antioquía y de Alejandría. Una de tradición
oriental y otra, occidental.
107
Transcribimos a continuación un pasaje de la carta de Cirilo a Nestorio, que asumió el
Concilio de Éfeso:
"Los naturalezas (humana y divina) se unen en verdadera unidad, y de ambas resulta un solo
Cristo e Hijo (...) Pues no nadó primero un hombre común de la Santa Virgen, y sobre él
descendió después el Verbo de Dios. Pero sí, unido desde el seno materno, se dice que se sometió
a nacimiento camal, como quien nace de la propia carne (...) De esta manera, (los santos padres)
no tuvieron recelo en llamar "Madre de Dios " a la Santa Virgen María" (Dz Illa).
El Concilio afirma así que "Dios es, según la verdad, el Emmanuel, y por eso la Santa Virgen
es madre de Dios, pues dio a luz carnalmente al Verbo de Dios hecho carne" (Dz 113).
La fórmula de la unión busca un consenso entre la visión de las Iglesias de Alejandría y de
Antioquía, el año 433, asumiendo la expresión de Éfeso con algunos matices:
Según la inteligencia de esta inconfundible unión (de la naturaleza humana y divina en
Jesucristo), confesamos que la Santa Virgen es madre de Dios, por el hecho de haberse encarnado
el Verbo de Dios y haberse hecho humano y por haber unido consigo, a partir de la misma
concepción, el templo que de ella tomó (Dz I42b).
El año 451, el Concilio de Calcedonia rescatará la contribución de Nestorio. Para evitar el
error de entender que María fuese la madre de la Trinidad, el Concilio dice que ella es "madre
de Dios según la humanidad", o sea, ella es madre del Hijo de Dios encarnado.
El dogma de la maternidad divina de María tiene una fuerte incidencia en la vida cristiana.
Teológicamente, preguntamos cómo es la relación de María con la Trinidad. Existencialmente,
tratamos de entender cómo se relaciona esta dimensión materna a la comunidad eclesial y a
cada ser humano. Finalmente, nos preguntamos qué tiene que decir María a las madres de
hoy.
108
En relación con Dios Padre, María es una hija predilecta. Fue agraciada con ternura por el
creador, que la modeló con especial cariño. Al mismo tiempo, María concreta, de forma
humana, la generación eterna del Hijo, que el Padre realiza en el seno de la Trinidad. Como
toda madre, ella es figura humana del amor creador de Dios Padre.
Con relación a Dios Hijo, María es madre, educadora, discípula y compañera. Su relación
con Jesús supera los lazos de familia. María es madre, pero su misión va más allá. Estuvo junto
a Jesús durante su vida terrena y, ahora, glorificada, sigue junto al Hijo resucitado, en la
comunión de los santos. Cuando se dice en algunos cantos que María es "madre del creador",
no se habla de Dios Padre, sino del Hijo de Dios, que participa también de la creación (Jn 1,2s).
María es madre de Dios-Hijo, hecho hombre en Jesucristo. No es la madre de Dios Padre ni del
Espíritu Santo.
María es una persona llena del Espíritu del Señor. Como perfecta discípula de Jesús, acogió
al Espíritu Santo, se hizo transparente a él. Se convirtió en templo vivo de Dios y se transformó,
por la gracia, en la madre del Mesías. Sólo la docilidad al Espíritu Santo explica la maternidad
biológica de María y su corazón tan abierto a Dios. Como dice san Agustín:
"Para María, haber sido discípula de Cristo fue más que ser su madre (...) Por eso también
María es bienaventurada, porque escuchó la palabra de Dios y la guardó; guardó más en la mente
la Verdad que en el seno la carne. Cristo es verdad, Cristo es carne: Cristo Verdad en la mente de
María, Cristo carne en el seno de María. Vale más lo que se lleva en la mente que lo que se lleva en el
vientre. El parentesco materno no habría ayudado en nada a María, si ella no hubiese llevado a Cristo
de modo más feliz en el corazón que en la carne".
Como miembro de la comunidad cristiana, María participa de Pentecostés (He 1, 13s y 2,1).
El Espíritu, derramado sobre el Pueblo de Dios, es el fuego que nos calienta en la fe y en el
seguimiento de Jesús. María vive una especial intimidad con el Espíritu Santo, que la fecundó
para el nacimiento de Jesús y fecundó también a la comunidad en Pentecostés. Algunos místicos
llaman a María "esposa del Espíritu". Este título tan bello se ha de entender en sentido
metafórico, para expresar la intimidad mística de María con el Espíritu Santo.
José y María mantienen con el hijo una relación educativa, en la que Jesús adolescente sabe
de sus limitaciones. Después de la escena del templo,
"Jesús bajó con ellos a Nazaret, donde les obedecía (...) Iba creciendo en sabiduría, en estatura y en
aprecio ante Dios y ante los hombres" (Le 2,51).
No hay indefinición de papeles, como sucede en las relaciones en que los padres renuncian
a su función de educadores, por miedo a ser autoritarios o represores. María y José construyen
una saludable relación educativa con Jesús, proporcionándole las condiciones necesarias para
su crecimiento humano y espiritual.
Los evangelios presentan a María como una madre tranquila. Ama sin reservas. Es una mujer
que sabe asumir otras funciones en la comunidad cristiana, al servicio de los demás. En Cana
(Jn 2,1 -11), ninguno de los dos se trata recíprocamente como madre e hijo. Su papel se ha
transformado. María es ahora la mujer, figura femenina de la comunidad. Ejerce su servicio
materno, como compañera, a favor de los amigos y colaboradores de Jesús.
La escena de María junto a la cruz (Jn 19,25-27, tan alimentada en la piedad popular por la
figura de la Virgen de los Dolores, ha reforzado en las mujeres la idea de que la maternidad es
una cruz y un sufrimiento constante. Ahora bien, hay valores heroicos en las madres dedicadas,
pero la actitud exagerada de "matarse por los hijos" no es humana ni cristiana. La muerte de
cruz significó para María el trágico y doloroso momento de pérdida del hijo que sufre toda
madre. Pero también implicó algo muy positivo: de ahí surgen nuevas y cálidas relaciones con
la comunidad cristiana. María es confirmada como hermana en la comunidad y madre de la
comunidad. Participará con los cristianos en la alegría de la resurrección y del tiempo nuevo del
Espíritu. María nos enseña que la madre es un ser humano, no una súper criatura. No ha sido
"hecha para sufrir", sino para experimentar la vida en lo que tiene de más bello y desafiante.
La teología católica reconoce hoy el valor de la crítica de Lutero porque denuncia los intentos
humanos de manipular a Dios, de comercializar ¡agracia divina, que es auto donación gratuita,
inmerecida de nuestra parte. Por otro lado, en la visión católica, no hay competición entre gracia
divina y acción humana. Todo lo que somos y realizamos depende de la gracia de Dios. Y él
cuenta con nuestra respuesta activa. Somos colaboradores del único mediador que es Jesús.
El catolicismo entiende la mediación materna de María como un servicio permanente a la
comunidad cristiana. No sustituye a la de Cristo, no eleva orgullosamente al ser humano, ni
subestima la soberanía de la Palabra de Dios. La maternidad espiritual de María es puro servicio,
oferta, senda que conduce al único camino: Jesús (Jn 14,6). Sin embargo, en la vida de los
creyentes y de algunos movimientos eclesiales, la maternidad espiritual de María presenta el
riesgo de perder su centralidad en Cristo.
"Mediación materna" puede sonar a bomba incendiaria en el diálogo ecuménico. Tal vez
fuese mejor usar otra palabra, como "servicio materno" o "acompañamiento materno" de María.
Pero la cuestión central de la "maternidad espiritual" no reside en el término adoptado. Fieles al
evangelio y al dogma, es importante tener claro que la maternidad de María no es un mero
privilegio, en virtud de su experiencia biológica de ser madre de Jesús. La condición de madre
del Hijo de Dios encarnado no la eleva al status de diosa.
El misterio de la maternidad esconde sus raíces en la gracia de Dios, que contempla a María
y la llena de amor divino. María responde con todas sus fuerzas a la invitación divina, en la fe y
por medio de la fe, haciéndose madre y discipulado Jesús. Como miembro de la comunidad -
lglesia, ha ejercido y sigue ejerciendo su función materna, que es puro servicio, sin reservarse
nada para sí misma. Como Abrahán representó en el Antiguo Testamento la figura del "Padre
en la fe", sin perder por eso sus características humanas, podemos considerar a María nuestra
"madre y compañera en la fe", en el horizonte cristiano. Su maternidad la sitúa, ante todo, en la
comunidad de sus hermanos y hermanas, que, ayer, como hoy, hacen el fascinante camino del
seguimiento de Jesús.
Oración
Gradas, María, madre de Jesús, nuestro Señor y salvador.
Te agradecemos que hayas enseñado a caminar a Jesús,
a hablar y, especialmente, a amar.
Tú, madre y educadora del Hijo de Dios encarnado, Jesús de Nazaret.
Tu mirada amorosa de madre, tu sonrisa,
tu regazo y tu presencia de calidad
marcaron la personalidad y la misión de Jesús.
115
Gracias, porque también aprendiste a ser madre, amando sin reservas a tu Hijo.
Enséñanos a vivir los rasgos de la maternidad como el afecto la ternura, el cuidado y la
intuición. Amén.
Resumen
• El dogma de la maternidad divina de María surgió en el seno de la s sobre la humanidad y
divinidad de Jesús. La cuestión fundamental no se centraba en María, pero trajo consecuencias para la
mariología. El Concilio de Éfeso, el año 431, completado después por el de Calcedonia, sostiene que María
es la parturienta (en griego: theotókos) de todo la persona de Jesucristo, como hijo de Dios encarnado.
• María no es "Madre de Dios", en sentido estricto, porque una criatura) puede ser madre del
Creador. De manera precisa, decimos que ella es "la madre del Hijo de Dios encamado". Entendemos
la maternidad divina de María en el horizonte de la teología trinitaria. María es la hija querida de Dios Padre,
que simboliza la participación de cada ser humano en la filiación divina a partir de Jesucristo Con relación
a su Hijo Jesucristo, María es madre, educadora y discípulo. Finalmente, María es "contemplada" por el
Espíritu. Así se convierte en templo espiritual y corporal del Espíritu Santo.
• El dogma de María madre nos abre una serie de posibilidades de interpretación. Lleva consigo una
gran carga polisémica, es decir, un amplio abanico de significados diferentes y complementarios.
• María es madre, con relación a nosotros los cristianos, a partir de la paternidad-maternidad de Dios y
de la filiación en la comunidad cristiana. Su misión terna parte de la fe y conduce a la fe. Crea un movimiento
histórico de adopción y compromiso, como señala el Cuarto Evangelio. Mirando a María madre, la iglesia
comprende su dimensión maternal, de dar a luz a sus hijos en la fe y ejercer la caí dad con todos los seres
humanos, empezando por los más necesitados.
• A l a luz de los estudios contemporáneos sobre la dimensión psicológica y cultural de la maternidad, la
mariología está superando una visión idealista sobre María y las madres. Así contribuye al proceso de
liberación de muchas mujeres padecían bajo el mito de la "madre perfecta".
• María madre es referencia simbólica y efectiva para todo ser humano, hombre o mujer, llamado a
cuidar las relaciones humanas y el "tejido vital" de nuestro planeta. Hay una analogía entre María madre
y la maternidad planetaria. La maternidad es una corriente de interdependencia y simultaneidad. Todo ser
humano es intrínsecamente hijo y madre, aunque no genere y nutra a otro ser humano. Somos hijos y
amigos de la Tierra. De ella recibimos los nutrientes, el aire, la energía,
116
y establecemos así múltiples relaciones con todos los seres. La Tierra nos da a luz y nos sustento como madre.
Y a medida que adquirimos una conciencia planetaria, cuidamos de ella, como el hijo cuida de su madre. Este
es el principio básico de una ecomariología. María, hija predilecta de Dios Padre-Madre, asume una misión
materna, que se convierte en referencia para todo ser humano en la relación con sus semejantes y con
todos los seres.
Fe y vida
1. En resumen, y con sus propias palabras, ¿cuáles son las dimensiones teológica,
antropológica y existencial de la maternidad divina de María?
2. ¿Con qué actitudes y gestos ejerce usted la dimensión materna de su
existencia?
3. ¿Cómo cambia una nueva visión sobre María nuestro discurso pastoral sobre
las mujeres y las madres?
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117
El dogma de la virginidad de María suscita hoy mucha polémica. Para une que consideran la
sexualidad como una dimensión importante de su existencia, suena como si la Iglesia hubiese
creado el dogma para mantener la represión sexual. Varios investigadores de la historia y de la
antropología mostrado que la imagen de la Virgen María se ha usado como modelo ideal de la
mujer en la sociedad patriarcal y sexista: la madre, confinada al espacio del hogar y dedicada
únicamente a satisfacer a los hijos; y la virgen, sin deseo sexual. Otros cuestionan: "María madre
y virgen" se ha convertido en un i lo inalcanzable para las mujeres concretas, pues ninguna otra
mujer consigue reunir al mismo tiempo las dos características. Algunos laicos adoptan una
postura de indiferencia ante este dogma. Afirman que su fe no cambiaría nada si María hubiese
permanecido virgen o si hubiese sido una esposa normal, importante es su valor, su fe y su
entrega a Dios.
Las dudas sobre el dogma de la virginidad afloran en el ambiente científico de la modernidad.
Para la medicina y la biología, es inexplicable. ¿Cómo puede una mujer dar a luz un hijo sin la
presencia de espermatozoides? ¿Cómo sigue siendo virgen después del parto? La teología
moderna ha descubierto que I "verdad" está sobre todo en el mensaje, en el sentido y mucho
menos en hechos, en la descripción literal de un acontecimiento. Para transmitir una»
experiencia de fe, el escritor bíblico, inspirado por el Espíritu Santo, se sirve de varios géneros
literarios. Usa formas de escribir propias de su tiempo y de la cultura. Ahora bien, en los relatos
de la infancia de Mateo y de Lucas, que i dan informaciones sobre la virginidad de María, la
intención teológica pre mina sobre los hechos reales. Muchos estudiosos de la Biblia preguntan,
este contexto, si la concepción virginal de Jesús aconteció realmente o si trata de una imagen
para decir que el nacimiento de Jesús es un regalo de Dios a la humanidad.
La "virginidad perpetua de María" presenta problemas en el diálogo otras Iglesias cristianas.
Muchas Iglesias evangélicas aceptan la concepción virginal como está en los evangelios. Pero
sostienen que María tuvo otros hijos con José.
El dogma católico de la virginidad de María tiene tres componentes. Dice que María Virgen
concibió a Jesús por obra del Espíritu Santo, sin tener relaciones sexuales con José (concepción
virginal); que ella hizo una opción celibataria para toda la vida (virginidad perpetua) y que
sucedió algo extraordinario en el momento del parto (virginidad en el parto). Veamos por
separado cada uno de ellos.
a) La concepción virginal
La concepción virginal no es un tema tranquilo entre los biblistas. Básicamente, existen hoy
tres corrientes de pensamiento, cuando relacionan el hecho y su interpretación. La primera
considera que la concepción virginal es un acontecimiento innegable, porque dan testimonio de
él dos evangelistas, que se diferencian en muchos aspectos en los relatos de la infancia, pero
están de acuerdo en este punto. La segunda, siguiendo la línea de la desmitologización de
Bultmann, considera que la virginidad de María no es un hecho histórico, sino sólo una metáfora.
Carece de fiabilidad histórica. En la mejor de las hipótesis, hemos de quedarnos únicamente con
el mensaje, pues no sabemos lo que sucedió realmente. Además, parecería más coherente con
la realidad de la encarnación del hijo de Dios una concepción a partir de una relación sexual
normal de una pareja.
La tercera corriente, con la que nos identificamos, considera la concepción virginal un símbolo
real. O sea, es hecho, pero transciende a sí mismo, con un significado más profundo. Según
esta corriente, el mensaje central de la concepción virginal no es de naturaleza sexual, sino
cristológica.
Debemos limpiar el dogma de la concepción virginal de ese carácter rancio con que ha
recorrido los siglos. Es falsa una previa asociación de la virginidad de María con su santidad,
como si una posible vida sexual de María con José significase pérdida de la gracia o de la pureza.
En principio, no hay un nexo necesario entre ser madre del Hijo de Dios y la virginidad. Decisiva
para la santidad y la maternidad de María es su fe como opción radical de entrega a Jesús y al
Reino.
La concepción virginal quiere decirnos que la encarnación de Jesús es una nueva creación
de Dios, un presente divino a la humanidad. No devalora las relaciones sexuales normales entre
esposos que se aman y construyen un proyecto de vida en común, sino que anuncia la radical
novedad del amor de Dios cuando trae a su hijo a este mundo nuestro. Dios podría haber
realizado la encarnación de Jesús a partir de una relación sexual normal entre José y María.
Esto no disminuiría en nada la divinidad de Jesús ni la santidad de su madre. Pero aconteció
de forma diferente, por pura gracia e iniciativa de Dios, con la respuesta humana y con la
participación de María.
119
Mateo y Lucas coinciden al hablar de la concepción virginal. Según ellos, no es José quien
fecunda a María (Mt 1, 16.18-25; Le 1,31.34s; 3,23). Jesús es concebido realmente (Mt I 1,20; Le
1,35) por la acción del Espíritu Santo. No se trata, sin embargo, de una relación sexual de una
virgen con una divinidad masculina que sustituya al hombre, como acontece en los mitos de
algunas culturas o religiones. María es el único origen humano de Jesús, como virgen que
convierte en madre (Mt 1, 16-25; Le 1,27.35).
Aunque tengan muchos elementos simbólicos, los evangelios de la infancia de Jesús (Mt 11
-2 y Le I -2) no son leyendas o mitos, sino una reflexión que parte de acontecimientos
verdaderos. La concepción virginal no es una invención piadosa, sino algo real en lo que cree la
comunidad cristiana. No hay problema en conciliar la concepción virginal con la humanidad real
de Jesús El Hijo de Dios encarnado pasa de la condición divina a la condición huma (Fl 2,6-9)
después de ser concebido por el Espíritu Santo. La concepción virginal es la puerta de entrada
de su humanidad, como la resurrección es la puerta de salida, de reencuentro pleno con el Padre.
b) La opción celibataria de María
El evangelista Mateo dice que José no tuvo relaciones sexuales con María antes del
nacimiento de Jesús (Mt 1,25). Después, la Biblia no dice nada sobre una posible vida sexual
de los dos. Los católicos sostienen que ella sigue siendo virgen, y los evangélicos, que María
tuvo otros hijos ¿Quién tiene razón? ¿Cuál es el fundamento de nuestra creencia de que María
hizo una opción el celibato y permaneció virgen después de nacer Jesús?
La Iglesia católica afirma que María no tuvo otros hijos fuera de Como ya hemos visto en el
evangelio de Marcos, la expresión "hermanos de Jesús" no puede tomarse en sentido unívoco,
literal. Por los menos dos "hermanos" de Jesús, Santiago y José, no son hijos de su madre, sino
de otra I (Me 6,3 comparado con Me 15,40 y 16,1). En cuanto a los otros hermanos y hermanas
de Jesús, sigue la duda.
Aunque consideremos solamente la Biblia como palabra de Dios, nosotros los católicos,
tenemos también en cuenta la Tradición cristiana, es decir, te lo que la Iglesia, inspirada por el
Espíritu Santo, ha ido seleccionando y acumulando en su experiencia, y afirmando como
decisivo para su identidad. Con especial cariño, guardamos los documentos de hombres y
mujeres que vivir y testimoniaron la fe desde el principio, como Clemente, Justino, Ireneo, Ignacio
de Antiquía, Perpetua y Felicidad, Cirilo de Jerusalén y tantos otros, llamados los "padres y
madres de la Iglesia".
Los cristianos de los primeros siglos reconocían que María había sido especialmente
bendecida por Dios y había vivido radicalmente la Buena Nueva.
120
Por medio de sermones, oraciones, himnos litúrgicos, cartas y otros testimonios de los "padres
y madres de la Iglesia", que hoy conservamos, podemos ver cómo fue creciendo la convicción
de que María, por opción de vida, se dedicó en cuerpo y alma a la causa de Jesús y del
Evangelio, renunciando a tener otros hijos. Su maternidad no podía limitarse a su familia. Como
miembro y madre de la comunidad cristiana, María se consagró radicalmente a Dios, abrazando
libremente la castidad. Ellos creían que María no tuvo otros hijos por opción propia, por deseo
de consagrarse más intensamente a Dios. Y trataron de explicar las palabras de la Biblia sobre
los "hermanos de Jesús".
La primera explicación dice que "hermanos de Jesús" significa "parientes cercanos", pues
en Oriente los lazos familiares son muy estrechos. A veces, en la Biblia, a un pariente próximo
se le llama "hermano". Por ejemplo: Abrahán llama a Lot "hermano" y sólo es su tío (cfr. Gen I
1,31 y 13,8). Moisés considera hermanos a sus compatriotas hebreos (Ex 2,1 I). La segunda
explicación es muy antigua, pero las fuentes no son dignas de confianza. Según ella, los her-
manos de Jesús eran hijos de un primer matrimonio de José. Portante, serían "medio hermanos"
de Jesús. Algunos escritos apócrifos, no reconocidos por la Iglesia como inspirados por Dios,
narran que el viudo José, que tuvo varios hijos, fue escogido por los sacerdotes para cuidar a
María, virgen consagrada a Dios.
La tercera explicación sostiene que los "hermanos de Jesús" eran sus primos. Esta versión
se difundió con Epifanio y Agustín en los siglos IV y V. Éstos relacionan el texto de Me 15,40,
que habla de la madre de Santiago y José lejos de la cruz, con Jn 19,25, que recuerda la
presencia junto a la cruz de una hermana de María. Agustín piensa que la madre de Santiago
y José, según Marcos, es la hermana de María, citada por Juan. O sea, Santiago y José,
llamados "hermanos de Jesús", son hijos de la hermana de María, por tanto, primos carnales
de Jesús. Y, por extensión, todos los "hermanos de Jesús" serían hijos de su tía y de sus tíos.
Gregorio de Nisa (t 394) fue el primer Padre que, interpretando la lectura de la anunciación,
propuso explícitamente que María habría hecho voto de castidad antes de la revelación del
ángel. Esta idea fue asumida posteriormente por san Agustín. Él es responsable de la
divulgación de la versión de que María habría hecho un voto de virginidad antes de la
anunciación. Pero esta hipótesis no se basa en la Escritura.
A medida que se extendió y se consolidó en la Iglesia la vida consagrada, ha crecido también
la asociación entre "virginidad perpetua" y "santidad" en María. Incluso desde el mismo punto
de vista semántico, la misma palabra griega fthorá" servía para expresar tanto la
"desvirginización" como la corrupción
121
del pecado. Se interpretó que la virginidad de María era una confirmación di su elección divina
y de su santidad total. Ella fue considerada modelo de consagración virginal para hombres y
mujeres.
Los estudiosos de la Biblia y de la historia de la Iglesia han vuelto al tema de la virginidad de
María, y todavía queda mucho por descubrir. Hasta ahora, los católicos creen que los "hermanos
de Jesús" no son hijos de María y que ella, por libre opción, quiso consagrarse a Dios por la
castidad.
c) La virginidad en el parto
Esta es la parte del dogma que más necesita de interpretación metafórica, porque enredarse
en cuestiones biológicas contribuye muy poco a nuestra fe. Es imposible explicar con detalles lo
que aconteció con el cuerpo de María en el momento del parto. No sabemos en qué consistió la
acción gratuita de Dios en el nacimiento de Jesús. Los padres y madres de la Iglesia de los
primeros siglos no cayeron en la trampa de buscar explicaciones "ginecológicas", sino que
usaron siempre imágenes para dejar lugar al misterio de Dios
La virginidad en el parto se apoyó en el apócrifo Proto-evangelio de Santiago, escrito hacia el
año 150. Se trata de un texto gnóstico, que devalora la corporeidad y niega el nacimiento real de
Jesús. Según el texto, María fue llevada al templo a los tres años, donde vivió con otras
vírgenes. Cuando llegó a los doce, para no manchar el templo con sangre, por su primera
menstruación, María es entregada a un viudo. Por un milagro, el indicado es José. De su vara
sale una paloma, que se posa sobre su cabeza. Más tarde, María concibe por obra del Espíritu
Santo.
La gravidez se hace notoria. José y María son llevados al tribunal, pero son absueltos y
quedan libres milagrosamente. En el momento del parto, José busca una partera. Cuando vuelve
con ella, ve sólo una luz y al hijo recién nacido. La partera cuenta a Salomé que vio un parto
virginal. Pero no le cree: "ver para creer". Al hacer una prueba, toca los genitales de María, y se
seca su dedo. Ella da un grito y pide perdón. El dedo recupera su condición normal. Se ve que
es un relato lleno de elementos mitológicos, de mentalidad mágica. Otros apócrifos del siglo II
hablan también de la virginidad y del parto sin dolor. Quieren comunicar por medio de imágenes
que María superó la maldición del pecado de Eva, no sufriendo dolores de parto (Gen 3,16).
San Agustín afirma que la virginidad no se limita a las marcas en el cuerpo, sino que tiene
que ver con la opción de las personas. En cierta ocasión, algunas vírgenes consagradas fueron
violentadas sexualmente por un grupo de bárbaros. Y preguntaron a Agustín en qué situación
quedaban. El santo respondió que seguían siendo vírgenes, siempre y cuando fuese su deseo
consagrase a Dios de esa manera.
122
La "virginidad en el parto" tiene una gran fuerza simbólica. En el libro del Génesis, 3,16, se
dice que una de las marcas del pecado en el mundo es el dolor de parto y el dominio del hombre
sobre la mujer. La interpretación meta-fórico-simbólica del dogma nos dice que, en el
nacimiento de Jesús, esa maldición quedó cancelada. Él es el nuevo ser humano que nos abre
un camino original, repleto de bendiciones, en el que serán superadas la dominación y el dolor,
comenzado por el nacimiento.
Sentido salvífico. Dios escoge medios pobres para realizar la salvación (I Cor 1, 17-25).
La virginidad, considerada por los judíos como maldición, fue abrazada por María como
forma de humilde disponibilidad (Le 1,48). La encarnación y la redención llegan a
nosotros por medio de la apertura al don de Dios. La impotencia del cuerpo virginal de
María es figura de la pobreza de la humanidad para realizar su propia salvación sin la
gracia divina. Muestra a las personas orgullosas, autosuficientes, demasiado racionales
y convencidas, que Dios no se doblega ante sus esquemas. Pero, "nada es imposible
para Dios"! (Le 1,37). El Señor no actúa así para competir con nosotros, sino para
ayudarnos a descubrir la gratuidad y la belleza de la vida.
Sentido existencia/. La virginidad de María es expresión de su consagración total a Dios
"en cuerpo y alma". Inspira a todos aquellos que, con entera libertad, se comprometen
con el Señor y con sus hermanos y hermanas, y optan por una vida casta. Éstas no son
personas perfectas, ni mejores que las demás. Reciben de Dios una llamada diferente
y se ponen en camino; se reconocen humanos y frágiles, pero seducidos también y
alimentados por la belleza de Dios.
Sentido antropológico. La virginidad de María ilumina la cuestión sobre qué es el ser
humano ante Dios: un terreno virgen, lleno de posibilidades, donde todo puede
acontecer. La humanidad, en María, llegó hasta plasmar en sus entrañas al mismo Hijo
de Dios. La reinterpretación de este dogma nos ayuda a superar prejuicios machistas y
moralistas que consideran al cuerpo pecaminoso y a la mujer como lugar de tentación.
En María, el cuerpo humano, especialmente el de la mujer, se ha convertido para siempre
en el espacio donde el Espíritu del Altísimo se ha posado y puesto su morada. Puede
ser el templo de Dios, abierto a la multiplicación de las semillas del Reino.
Oración
María, tierra virgen, toda abierta y disponible para Dios.
Guíanos a todos, hombres y mujeres,
solteros, enamorados, casados y célibes,
en la tarea de hacer de nuestro cuerpo templo de Dios,
manifestación carnal de la divinidad.
Danos un corazón generoso y creativo, que, como tierra virgen,
acoge y hace germinar las semillas de Dios. Amén.
124
Fe y vida
1. Resumiendo y con sus palabras, ¿cuáles son los tres componentes del dogma de la
virginidad de María? Ordénelos según su importancia teológica?
2. Releyendo el texto sobre el sentido actual del dogma, ¿qué le inspira para su vida
cristiana?
3. ¿Qué cuestionamientos suscita el dogma de la virginidad en la práctica pastoral?
¿Cómo responderlos a la luz de nuestro estudio?
Bibliografía
DE FlORES, S., María en la teología contemporánea, Sígueme, Salamanca, 1991, pp. 451, 466, 495-512.
SERRA, A. Virgen, Nuevo Diccionario de Mariología. San Pablo, Madrid, 1993. MÜLLER, G L., Nato dalla
Vergine Mana. Interpretazíone teológica, Morcelliana, Brescia,1994.
NAVARRO PUERTO, M., "La paradoja de María, madre-virgen", en Ephemerides Mariologicae 45(l995),93-
IIO.
María, la mujer. Ensayo psícológico-bíblico, Claretianos, Madrid, 1987.
W.AA., ¿Maríología en crisis? Los dogmas moríanos y su revisión teológica, Soc. Mariológica Española, Barcelona, 1978,
Estudios Marianos XLII, pp. 13-109.
Capítulo VIl
Los dos últimos dogmas marianos, la Inmaculada/ la Asunción, presentan algunas dificultades
comunes. Se cuestiona su legitimidad, porque carecen de bases bíblicas directas y porque no
responden a cuestiones centrales de la identidad de la fe cristiana, como sucede con la mayoría
de los dogmas, y por no haberse decidido en concilios ecuménicos. Muchos preguntan por su
conveniencia. ¿Para qué estos dogmas, si el cristianismo vivió tan bien sin ellos durante
dieciocho siglos? ¿Por qué sobrecargar a la Iglesia con más dogmas, dificultando así el diálogo
ecuménico? Además, los dogmas de la Inmaculada y de la Asunción se formularon con una
mentalidad mariana triunfalista. Se usaron los llamados argumentos de conveniencia: Dios pudo
hacer algo especial en María. Convenía que Dios lo hiciera. Luego lo hizo. Pero esta lógica es
hoy cuestionable.
De hecho, las circunstancias de la definición de estos dogmas no fueron las más ventajosas:
olvido de la Biblia, ausencia de diálogo con el mundo moderno, centralización del poder de la
Iglesia en Roma, dogmatismo. Pero, a pesar de todo, confirmaron lo que ya aceptaba buena
parte del pueblo católico y la devoción popular había expresado en el transcurso de los siglos.
Hoy es imposible dar marcha atrás. En honor a la verdad, el cristianismo hubiera podido vivir muy
bien, como de hecho vivió dieciocho siglos, sin estos dogmas, porque no son esenciales para
nuestra fe. Sin embargo, estamos llamados a reinter-pretar los dogmas de la Inmaculada
Concepción y de la Asunción, con la mirada puesta en nuestra experiencia cristiana y el mundo
contemporáneo.
Este dogma parece de fácil aceptación, porque sentimos que María es una persona
totalmente iluminada por Dios, el templo humano donde no entra el pecado y habita la gracia.
Mucho antes de ser dogma, el pueblo rendía culto a la Inmaculada Concepción. En América
Latina abundan las imágenes barrocas
127
a) Horizonte bíblico
No hay un texto bíblico que afirme claramente la Inmaculada Concepción. En Lc 1,28, en el
saludo del ángel, se dice solamente que María es especialmente agraciada por Dios (en griego:
kecharitoméne), llena de gracia. En Gen 3,15 se promete que la descendencia de la mujer
aplastará la cabeza de la serpiente. Como ya hemos visto, no es un texto mariano, sino una
esperanza dirigida a toda la humanidad.
Podemos encontraren la Biblia un horizonte de comprensión, que nos ayudará a situar el
dogma posterior. Serían los textos siguientes:
• (...) "Dios nos eligió en Cristo antes de la creación del mundo, para que fuéramos su
pueblo y nos mantuviéramos sin mancha en su presencia" (Ef 1,4);
• "Antes de formarte en el vientre de tu madre, te conocí (...) yo te consagré" (...) (Jr 1,5);
128
• "El Señor me llamó desde el seno materno" (Is 49,1: cántico del Siervo);
• El triunfo de la gracia, en Jesucristo, en comparación con Adán (Rom 5).
¿Cómo se llegó a esta definición dogmática? Hagamos una síntesis histórica.
cialmente por las órdenes religiosas. Se extiende por las diócesis, aunque si aprobación del
Vaticano, que sólo dará el signo positivo de tolerar el oficio y misa de la Inmaculada en el siglo
XV. De esta época hay dos documentos oficiales pro-Inmaculada Concepción: el del confuso
Concilio de Basilea (1431 -1449) y la Constitución Apostólica de Sixto IV en 1477.
Edad Moderna. Lutero cuestiona profundamente la visión medieval de la re-misión de los
pecados, basada en méritos y ritos religiosos. Enfatiza la justificación que viene solamente por la
fe en Cristo. Lleva al extremo la visión de Agustín y Pablo, afirmando que el ser humano está
definitivamente marcado por la fuerza del mal, que llega a pervertir su conciencia. Sólo la entrega
en las manos de Dios puede librarlo. El justo vive de la fe y no de sus obras. Como; contrapartida,
el Concilio de Trento, en las sesiones del año 1547, rebate duramente las tesis de Lutero. Afirma
que el ser humano, por el pecado original, lleva consigo una división interna, llamada
concupiscencia, que lo debilita y lo lleva a tener actitudes malas y a cometer pecados. El Concilio
de Trento no se detiene en la cuestión de la Inmaculada Concepción, para no dividirse interna-
mente. Los siglos siguientes, en el marco de la Contra-Reforma y de la reacción a la modernidad
naciente, estarán marcados por una gran euforia mariana en la Iglesia católica. Se ensalzan
cada vez más los privilegios de María.
La definición dogmática. En el siglo XIX crece visiblemente la devoción a María como un
distintivo de los católicos. En 1830, se aparece la Virgen a Catalina Labouré, y se propaga la
oración, inscrita también en medallas: "¡Oh María sin pecado concebida, rogad por nosotros que
recurrimos a vos!" En 1848, el Papa Pío IX encargó a una comisión de teólogos que examinara
la cuestión. Se consulta a los obispos, cuya mayoría acepta la propuesta de la proclamación
dogmática. Insatisfecho con el resultado del trabajo, constituye otra comisión en 1852. Y ésta
define los criterios para una definición dogmática. El día 8 de diciembre de 1854 se proclama
el dogma en la bula Inefabilis Deus:
"... La doctrina que sustenta que la bienaventurada Virgen María fue preservada inmune de
toda mancha de culpa original en el primer instante de su concepción, por singular gracia y
privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Cristo Jesús, salvador del genero
humano, está revelada por Dios y debe ser, por tanto, firme y constantemente creída por todos los
fieles..."
130
tuviéramos sin mancha en su presencia" (Ef 1,4). Cada criatura que viene a este mundo nace
con una bendición de Dios. El Señor nos crea para ser felices y colaborar en la felicidad de los
demás.
Nadie nace perfecto. Cada uno se desarrolla con el tiempo y se constituye como persona en
el curso de su existencia. Aprende a amar y a ser amado, recibe la fe de otros y la asume como
suya. ¿Ha pensado usted qué fascinante es ser siempre, hasta la hora de la muerte, "aprendices
del arte de vivir"? Desde este punto de vista, podemos entender que somos limitados en el
tiempo y en el espacio, que estamos condicionados por la cultura en la que nacemos y vivimos.
Y que, en este proceso de aprender de la vida, hasta los mismos errores tienen su importancia.
Muchas limitaciones se convierten en oportunidades de superación y crecimiento.
Ya en el seno materno, el ser humano recibe, en distintas dosis, amor y desamor, acogida y
rechazo, afecto y violencia. Todos somos solidarios en el bien y en el mal. Nadie comienza su
vida desde la nada. Por la fe, reconocemos que somos parte de un gran proyecto amoroso de
Dios, que estamos marcados por su gracia y por la corriente positiva de su amor, de bondad,
afecta, de tantos seres humanos que existieron antes de nosotros. Pero en el mundo también
hay violencia, mentira y maldad, que contagian a cada persona que nace. Al empezar a existir,
estamos ya bajo la acción de fuerzas positivas y negativas, de vida y de destrucción, e
interactuamos con ellas.
Hay algo en nuestra historia personal, comunitaria y planetaria que perjudica los bellos
proyectos del Señor. No viene de Dios y es difícil localizar su origen. Lo llamamos "misterio del
mal y de la iniquidad". Se extiende a toda la humanidad y repercute en cada persona, pues
estamos llamados a evolucionar con el Universo, pero muchas veces frenamos ese proceso y
nos negamos a crecer.
Cada ser humano abriga muchos deseos, tendencias e impulsos. Son buenos si están
integrados en un proyecto de vida. Por ejemplo, cada uno de nosotros necesita creer en sí
mismo y ejercitar su libertad, para ser aceptado y respetado por los demás. Ésta es la forma
básica del poder. La persona débil e impotente contribuye poco en las relaciones. Por otro lado,
el poder es peligroso. Un padre autoritario puede dejar muchas heridas en sus hijos. Un político
poderoso y corrupto perjudica a la nación y contribuye a aumentar la exclusión social. Otro
ejemplo: todo ser humano busca placer en la relación, en la comida, en la diversión. Una de las
formas más intensas de placer es la sexual. La relación entre hombre y mujer es bella, y la quiere
Dios. Pero el sexo desequilibrado, sin afecto ni respeto, produce individualismo y violencia. Un
ejemplo más: nos gusta vestir bien, tener cosas para usarlas, de manera que
131
hagan la vida más práctica. Sin embargo, cuando ese deseo desordenado degenera en
consumismo, crea personas dependientes y apegadas a lo materia que arruina la vida por
querer comprar todo lo que encuentran.
Sentimos dificultad de integrar nuestros deseos e impulsos, para porteril al servicio de un
proyecto de vida. Los impulsos desordenados de poder, tener, de placer y tantos otros arrastran
a la persona y pueden apartarla Dios. La teología ha llamado esta división interna
"concupiscencia" Tiene dimensiones individuales, colectivas y culturales. Sabemos que nuestra
libertad está comprometida por el pecado y necesita liberarse. San Pablo recuerda esta división
interna que vivimos, porque muchas veces queremos hacer el bien, pero hacemos el mal que
no deseamos (Rom 7,14-24). Somos seres fragmentados. Pero, a pesar de todo, creemos en la
victoria de la gracia de Jesucristo, que nos libera de todas las cadenas (Rom 5; y 8,1 -4). La
"gracia original de Dios, que nos crea y nos salva, es más fuerte que el pecado original, y ayuda
a superar nuestros pecados y fallos.
El "pecado original" no es un pecado en sentido estricto, sino en sentido analógico. Es decir,
no es un acto cometido libremente contra Dios y su Reír relacionado con la orientación
fundamental y las actitudes de la persona esta expresión, reconocemos que existe una
ausencia de mediación de en cada uno de nosotros y en nuestras relaciones. El pecado original
no forma parte de la esencia del ser humano, sino de nuestra actual condición humana que
sufre la acción del misterio del mal y de la iniquidad. Que el ser humano sea limitado y aprendiz,
pertenece a su esencia creatural. Que él se deje arrastrar por el mal y se niegue a crecer en el
bien constituye una paradoja de su condición actual.
El dogma de la Inmaculada Concepción afirma que el secreto de María perfecta discípula
de Jesús, que respondió a Dios de manera total, tiene su raíz en la gracia. Ella recibe del Señor
un don especial. Nace más integrada que nosotros, con mayor capacidad de ser libre y acoger
la propuesta divina. El hecho de que María sea inmaculada no la exime de la necesidad de
crecer en porque esto es parte de su situación de ser humano, que necesita aprender y
evolucionar. Hay momentos en que ella no entiende el sentido pleno los hechos y de las
palabras (Le 2,49-50). Y a lo largo de su vida, Jesús la sorprende muchas veces (Me 3,31-35).
Sin embargo, a diferencia de nosotros, María recorre un camino siempre positivo, sin falsas
desviaciones o atolladeros. María realiza su vocación por el camino humano de la fe, entre
crisis y dificultades. Ella tuvo que hacer también correcciones de ruta en su vida. Experimentó
procesos de conversión y cambio. No del mal al bien, sino del bien a un bien mayor.
132
María fue pre-redimida por el Verbo de Dios. Recibió su gracia salvadora con una intensidad
mayor que nosotros, y esto le dio fuerzas para integrar tendencias e impulsos. Así conquistó
una entereza admirable. Desarrolló mejor su misión de perfecta discípula, educadora y madre
del Mesías. Con mayor libertad interior, María desarrolló profundamente sus cualidades
humanas y espirituales y se hizo una criatura santa, no fragmentada, dueña de sí misma,
abierta a Dios. Sin embargo, el hecho de ser inmaculada no la hace menos humana. Al
contrario, realiza la utopía de la "nueva humanidad", la del ser humano evolucionado
espiritualmente. Pero la imagen de María inmaculada necesita completarse con la de peregrina
en la fe.
Para algunos cristianos, que experimentan la fragmentación, la fuerza del mal que los
domina, la reincidencia en el pecado, la inconstancia en la fe, puede ser que María Inmaculada
no sea un modelo operativo cercano. En este caso, pueden recurrir al ejemplo de otros santos
que, transitando caminos tenebrosos, han hecho esfuerzos enormes de conversión y han
experimentado un cambio radical de vida. Para ellos, María Inmaculada no es el punto de
partida, sino de llegada, pues el Dios que crea de la nada, recrea también a partir del caos y
de las tinieblas.
María Inmaculada subvierte nuestro concepto de "privilegio". Una persona especialmente
dotada, de belleza deslumbrante, con una inteligencia envidiable, saber conquistado, poder o
fama, tiende a distanciarse de los demás, a subestimarlos y a mirarse orgullosamente. El
privilegiado se vuelve narcisista: "Espejo mío, ¿existe alguien mejor que yo?" María, por el
contrario, nos enseña que todo lo que recibimos es don y se destina a ampliar la red del Bien, a
extender el Reino de Dios sobre la tierra. El singular privilegio de la inmaculada concepción es
un don especial, al que María respondió con mayor intensidad todavía, poniéndolo al servicio
de Jesús y de la humanidad. Todo lo que somos, tenemos y conquistamos de especial debe
contribuir a la construcción del "tejido de la vida", en la que todos los seres están íntimamente
relacionados y son interdependientes.
¿Han visto qué bonitas, amarillas, sabrosas y olorosas son las guayabas? Desafortunadamente,
las nuestras tienen muchos gusanos. El gusano las daña. ¿Qué bonito sería que todas nuestras
guayabas fuesen grandes, bonitas, dulces y sin gusanos.
En su proyecto, Dios ha querido que cada uno de nosotros fuese como un guayabo sin gusanos.
Dios nos ha soñado como árboles bonitos, llenos de buenos frutos de bondad, amor y justicia. Pero
todos sabemos que no es así. Sentimos que el pecado nos daña como el gusano a la guayaba. La fiesta
de hoy nos da mucha esperanza, pues nos dice que Dios ha hecho a una criatura humana tal como ha
soñado que seamos todos. Una persona que no se ha contaminado por el egoísmo, por la comodidad,
por el orgullo, por el afán de poder. Un árbol lleno de buenos frutos. Está claro que María recibió
una bendición especial de Dios. Pero ella supo desarrollarla y hacerla crecer. Un guayabo sin
gusanos, pero sin fruto no vale nada. María supo aprovechar todo el amor de Dios, que recibió, y
lo transformó en buenos frutos.
No somos inmaculados, como María. Tenemos pecados que afean nuestra vida. Pero cada uno
recibe la gracia y la bendición de Dios para ser un árbol vistoso, con hojas, flores y frutos. Algunos tienen
muchos parásitos en las ramas y gusanos en el fruto. Pero Dios nos acoge y nos ama también así, por-
que es misericordioso. Podemos mirar a María y pedirle que ella, que está tan llena de Dios, nos
ayude y acompañe en el camino. Vamos a cantar juntos:
Inmaculada, María de Dios, corazón pobre que acoge a Jesús. Inmaculada, María del pueblo, madre de
los afligidos que están junto a la cruz.
Un corazón que dijo sí a la vida, un corazón que dijo sí a Dios. Un corazón que dijo "sí" al hermano, al
Reino de Dios que renueva esta tierra.
Años más tarde, el mismo misionero fue invitado a hablar a un grupo alumnos de enseñanza
media en una escuela católica de la ciudad. Cayó en la cuenta de que no podría usar la imagen
de la guayaba. Las pocas guayabas que ellos conocían no tenían gusano, porque estaban
tratadas con agrotóxicos, que dejaban la fruta bonita y sin sabor. Cuando pasó por el laboratorio
de informática de la escuela, tuvo una inspiración. Y explicó así el dogma de la Inmaculada
Concepción a los alumnos:
Ustedes trabajan con computadoras y saben lo que es un virus. Nadie sabe de dónde viene,
pero estorba mucho. Puede echar a perder programas y textos. Cada uno de nosotros es como una
computadora poderosa, fuerte, rápida, creada por Dios para hacer trabajos buenos y creativos, así
como
134
para divertirnos con videojuegos y chats. Pero, infelizmente, venimos al mundo con tendencias
negativas. Si no tenernos cuidado, se apoderan de nosotros como virus de computadora. María, la
madre de Jesús, fue creada por Dios como una computadora sin virus. Estaba toda ella abierta al
bien. Es evidente que una computadora vacía no hace nada. Necesitamos programas (software) para
realizar tareas de trabajo o diversión. Así fue María. Dios le dio "start" (arranque) en su vida. La
creó llena de luz y de vida y no permitió que la contaminara el virus de la maldad. Y ella desarrolló
al máximo todo lo que recibió de Dios. ¡Qué figura tan fascinante la de María! Ella es la imagen
virtual de todo ser humano entero, maduro, feliz, capaz de amar y ser amado, realizado.
Los dos casos del misionero, uno del campo y otro de la ciudad, nos ayudan a comprender
que el dogma de la Inmaculada Concepción nos dice algo sobre María y sobre cada uno de
nosotros. Nos dice que es una criatura especial, que alimenta en nosotros la esperanza en la
victoria de la gracia de Dios sobre el mal y el pecado.
Oración
Gracias, Señor, por habernos dado o María Inmaculada.
Mirándola, sentimos la alegría de ver a una mujer de nuestra raza,
humana y limitada como nosotros, pero desbordante de gracia.
Mira, Señor, a la humanidad manchada por la violencia y el consumismo,
por la pobreza, por la falta de sentido para vivir.
Danos la gracia de integrar nuestros deseos, impulsos, tendencias y afectos.
Libera nuestra libertad.
Acógenos, como somos, santos y pecadores,
y haznos humildes en el servicio de la Buena Nueva, como María. Amén.
2. EL DOGMA DE LA ASUNCIÓN
El dogma de la Asunción de María, que celebramos el día 15 de agosto, tiene nombres
diferentes, como Nuestra Señora del Buen Viaje, Nuestra Señora de la Gloria. Para muchos
católicos, este dogma no significa problemas ni soluciones. Pero alimenta y aumenta la devoción
del pueblo a "María del Cielo". Veamos cómo llegó a proclamarse en la Iglesia y cuál es su
sentido actual.
La Biblia no dice nada sobre el final de la vida de María. Según el evangelista Juan, en la
cruz fue adoptada como madre por la comunidad (jn 19,27). Lucas nos dice que estaba con el
grupo que se preparaba para la venida de Espíritu Santo en Pentecostés (He 1, 13s y 2,1).
María está al servicio de la comunidad
135
cristiana como madre. Pero la Biblia no nos da detalles de dónde vivió sus últimos días en la
tierra, cuándo y a qué edad murió.
En los primeros siglos, los cristianos tuvieron mucho cuidado de guardar los restos mortales
de los santos, especialmente de los apóstoles y mártires. Pero no hay ninguna noticia sobre el
cuerpo de María. En el siglo IV ya se encuentran noticias de la fiesta devocional de la "Dormición
de Nuestra Señora" y del sepulcro vacío, en una capilla de Jerusalén.
Los padres y madres de la Iglesia llegan a hablar de la "glorificación de María" o "exaltación
de María". Según san Efrén (siglos IV-V), el cuerpo virginal de María no sufrió la corrupción
después de la muerte. Para Epifanio (siglos V-VI), María debe poseer ya en su carne el Reino
de los Cielos. Reconoce que la Escritura no se refiere a este tema, y que habría muchas
posibilidades: el martirio (asociado con la imagen de la espada en Lc 2,35), la simple muerte o
que "ella haya permanecido en vida, ya que para Dios no hay nada imposible". Pero, "nadie
sabe cuál haya sido el fin terreno de la madre de Dios".
En el siglo VI se empieza a difundir en Oriente la fiesta litúrgica del tránsito o dormición de
María, fijada para el 15 de agosto por el emperador Mauricio. Pasa a Roma en el siglo Vil, con
el Papa Sergio I. En la Iglesia copta, la celebración de la muerte y resurrección de María es el
16 de enero y el 9 de agosto. Poco a poco, el tema de la Dormición (koímesis) se va sustituyendo
por el de la Asunción (análempsis). Así, en el siglo VIII, con el crecimiento de la devoción
mariana, surge la fiesta de la Asunción de María, en Francia e Inglaterra.
En este contexto devocional se escriben los apócrifos sobre el "Tránsito de María" al cielo, del
Pseudo-Melitón de Sardes. Según este escrito, dos años después de la muerte y resurrección
de Jesús, María empieza a llorar en su cuarto, en casa de sus padres, situada en el Monte de
los Olivos. Un ángel le trae del Paraíso un ramo de palma como signo de la muerte venidera.
María teme que el alma, al salir del cuerpo, se encuentre con el príncipe de las tinieblas.
Entonces la palma se vuelve resplandeciente. Acto seguido, los apóstoles todos, que andaban
por el mundo anunciando el Evangelio, son transportados en una nube y dejados, cada uno,
delante de la puerta de la casa de María, donde, juntos, pasan tres días en oración con ella.
Después, Jesús viene con una gran multitud de ángeles, que entonan himnos de alabanza.
Mientras Jesús conversa con María, ella, dando gracias a Dios, entrega su espíritu. Los apóstoles
ven que su alma irradia tal claridad "que supera la blancura de la nieve, de la plata, de todos los
metales". Jesús entrega el alma de María a los ángeles Miguel y Gabriel. Tres vírgenes reciben
su cuerpo para llevarlo al funeral. Mientras le quitan el vestido, el cuerpo resplandece de luz y
belleza. Se esparce un agradable olor de perfume incomparable.
136
Después de una procesión de quince mil personas, los apóstoles sepultan a María en el valle
de Josafat, en un sepulcro nuevo. Aparece de nuevo Jesús, lleno de resplandor y rodeado de
ángeles. Pedro le pide: "Resucita el cuerpo de María y llévalo contigo al cielo, del mismo modo
que tú, vencida la muerte, reinas en la gloria". Jesús manda a Gabriel que traiga el alma de María.
Miguel corre la piedra de la puerta del sepulcro. Y Jesús dice: "Sal, amiga mía. Tú que no aceptas-
te la corrupción de la relación carnal, no sufrirás la disolución del cuerpo en el sepulcro." Y
resucita a María del sepulcro. Después la besa y se retira, entregando su alma a los ángeles,
que la llevan al Paraíso.
Durante muchos siglos, el pueblo cristiano celebraba, en la devoción popular, que María
estaba junto a Cristo, toda glorificada, pero no había consenso sobre lo que habría pasado con
ella al final de su vida. Después de la definición del dogma de la Inmaculada Concepción, hubo
otro fuerte movimiento María no para que la Asunción de María se definiera como dogma de fe.
Y esto aconteció el año 1950, con el Papa Pío XII. Pero la bula papal Munifícentissimus Deus
no entra en detalles sobre si María murió o no. Aunque haga alusión a textos bíblicos, está
calcada en argumentos de conveniencia. La gran razón teológica es que María, la madre de
Dios, está estrechamente unida a su Hijo y participa de su destino. Unión física y moral, hasta el
punto de ser copartícipe en la obra redentora de Cristo. Como la resurrección fue el epílogo de
la salvación realizada por Cristo, así también era conveniente la participación de María por
medio de la glorificación de su cuerpo virginal. La definición dogmática dice:
"Definimos que es dogma de fe divinamente revelado: que la inmaculada
Madre de Dios, siempre Virgen María, cumplido el curso de su vida terrena,
fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial".
137
Platón, y la teoría hilemórfica, de Avicebrón, inspirada en Aristóteles y leída por santo Tomas
de Aquino y los escolásticos. Se trata de una visión sobre el ser humano y su destino, que ha
influido en nuestra manera de pensar, cuyo resumen sería el siguiente:
• El ser humano tiene cuerpo y alma, como materia y forma. El alma es el principio
de determinación que califica al cuerpo. El alma es inmortal.
• Al final de la vida, el cuerpo muere y se separa del alma, temporalmente. El alma,
en la que reside su identidad, va a encontrarse con Dios en e\ juicio particular. Allí
se presenta todo lo que la persona hizo en esta vida, malo y bueno. Si ella está
bien con Dios, si murió en estado de gracia, el alma gozará de las alegrías
eternas del cielo. Si necesita un tiempo de purificación, pasará por el purgatorio.
Y si murió en pecado grave, irá a padecer en el fuego del infierno.
• En la gloria celestial están la Santísima Trinidad, los ángeles (que no tienen
cuerpo) y todas las almas de los santos, que interceden por nosotros. Sólo
Jesús, que resucitó, está en el cielo en cuerpo y alma.
• Al final de los tiempos, Jesús volverá por segunda vez, con gloria y poder. Será
la parusía. Los muertos resucitarán. El alma volverá a unirse con el cuerpo. Pero
cada quien recibirá un cuerpo transformado, según el veredicto dado en el juicio
particular. Los justos, que están en el cielo, recibirán su cuerpo, transparente,
leve, iluminado. Los pecadores, que están en el infierno, tendrán también un
cuerpo, refractario, pesado, sin luz, apropiado a su estado.
• Entonces, tendrá lugar e\ juicio final, en el que Dios pronunciará su palabra
definitiva sobre la historia y sobre los pueblos de la tierra.
Esta manera de pensar es "dual" y "espacio-temporal". Concibe al ser humano en dos
dimensiones, cuerpo y alma, vida terrena y vida eterna. Se imagina la eternidad con las mismas
categorías de tiempo y espacio que tenemos aquí. El cielo es un lugar, el purgatorio acontece
en un tiempo cronológico. El "Libro del Tránsito", un apócrifo, se basa en esta visión. A la hora
de la muerte, los ángeles reciben el alma de María y, mucho después, Jesús resucita su cuerpo.
En este horizonte fue proclamado el dogma de la Asunción. Afirma que María, a diferencia de
nosotros, no tuvo que esperar el fin de los tiempos para recibir un cuerpo glorificado. Después
de su vida terrena, ella está con Dios con
138
su cuerpo transformado, lleno de gracia y de luz. Dios anticipó en ella lo que va a dar a todas las
personas de bien, al final de los tiempos.
Hoy, hay otras maneras de entender la resurrección de los muertos. La principal de ellas es
la escatología plural y unitaria. He aquí un resumen:
• El ser humano es una unidad plural de muchas dimensiones, como materia y
energía, individuo y comunidad, pulsión y conciencia, cuerpo y espíritu. Cuando la
persona muere, su cuerpo finito y degradable se descompone y es asimilado por
microorganismos. Pero, por gracia de Dios, la persona entera es resucitada.
• A la hora de la muerte, la persona pasa a otra etapa de existencia, transfigurada,
que supera nuestros limitados esquemas de espacio geográfico y tiempo
cronológico. En este encuentro misericordioso con Dios ella ve toda su vida. Es
también un juicio salvador, oferta de gracia, que tiene relación con su crecimiento
espiritual en la existencia terrena.
• La resurrección de los muertos es simultánea al juicio particular, porque en la
muerte, la persona es resucitada por Dios. No es necesario esperar un momento
posterior, al final de la historia, para que el cuerpo se una nuevamente con el
alma.
• De la misma manera, el juicio universal y la parusía empiezan ya a acontecer para
aquellas personas que han pasado de esta vida a la eterna. Pero habrá una
consumación final, para toda la humanidad, cuando Dios "sea todo en todos".
Según esta concepción, el dogma de la Asunción anuncia simplemente que María tiene un
lugar especial en la comunión de los santos, como una confirmación de Dios de su opción por
la vida. Se entiende también que la corporeidad de María recibió una bendición especial del
Señor. María, la primera discípula, se transforma en la "primera resucitada" (no en el orden
temporal) después de Jesús.
No podemos entender la Asunción literalmente, como si María subiese al cielo con el cuerpo
que tenía aquí en la tierra, con huesos, piel, carne y sangre. El cuerpo de Jesús resucitado y el
de María no son como el de Lázaro ()n 11,43-44) o el del hijo de la viuda de Naín (Le 7,13-15).
Estas personas, más pronto o más tarde, volvieron a morir y sus cuerpos se degradaron. El
cuerpo de María, por el contrario, fue transformado y asumido por Dios, aunque no sepamos
detalles. Independientemente de la visión escatológica adoptada, es importante creer que María
ya está glorificada con Dios. Ya está viviendo lo que Dios tiene prometido a todo ser humano:
participar del banquete de la vida, llevando consigo el amor y sus frutos, cultivados en esta
existencia.
139
140
luchar por el bien, por la verdad y por la justicia. Aunque la incomprensión y el fracaso sean
aparentemente más fuertes, creemos en la fuerza de Dios, en el poder de Jesucristo resucitado.
Él inaugura para nosotros el "cielo nuevo y la nueva tierra", donde María está ya con los santos.
Jesús está allí muy cerca de nosotros. Enjuga las lágrimas de nuestros ojos. No hay ni muerte
ni sufrimiento. El Señor hace nuevas todas las cosas, y nos concede, gratuitamente, la fuente
del agua de la vida (Ap 21,1 -7).
Jesús nos da ya en esta vida un poco de lo que nos promete para después de la muerte.
¿Nos imaginamos qué es experimentar la sensación de sentirnos ligeros, alegres, en
sintonía con Dios y con los hermanos, como si voláramos subiendo al cielo? Sentimos que Dios
nos coge de la mano y nos eleva. Es un trasunto de la experiencia de la Asunción.
La Asunción de María es el resultado de su peregrinación por este mundo. Cada vez que
ella daba nuevos pasos para seguir a Jesús y buscar la voluntad de Dios, el Señor iba
asumiendo y transformando su persona. En la vida de fe, cada paso que damos, es un don de
Dios, que nos acoge, nos asume y transforma.
Oración
Groe/os, María, porque ya estos con Jesús resucitado,
mirándonos a nosotros, peregrinos de este mundo.
Gracias por mostrarnos que el amor es definitivo,
que Dios asume y transforma todo lo que somos y el bien que hacemos.
V que, al final, permanecerán el amor y sus obras. Amén.
Resumen
• Cada dogma nos dice que María es una persona humana como nosotros, pero muy especial. Muestra
algo de su misterio, que no percibimos con una mirada superficial. María es como tierra virgen, llena de
savia, abierta para ser fecundada por Dios. Al acoger el inmenso don del Señor, ella se convierte en madre
del Hijo de Dios encarnado. Y nos enseña a desarrollar los rasgos del amor materno.
• Cuando miramos a María Inmaculada, mujer tan llena de la gracia de Dios, descubrimos que su vida
estuvo siempre movida por el Espíritu, que soplaba en ella sin resistencias. Y ella correspondió siempre, con
libertad y generosidad. Intentaba vuelos atrevidos y bonitos. Y el final de su peregrinación en este mundo
sólo pudo ser bueno. María es la mujer de Nazaret, madre y educadora del Mesías. Es la perfecta discípulo
de Jesús, que escucha la palabra de Dios, la medita y la pone en práctica. Actúa también como madre
de la comunidad. Dios asume de tal manera su persona y su misión, que María está hoy glorificada junto
a su Hijo y los santos, por la Asunción.
141
• Toda de Dios y tan humana, éste es el secreto de los dogmas sobre María. Un secreto que nos ayuda a
ser más auténticos seguidores de Jesús, como ella.
Fe y vida
Bibliografía
DE FlORES, S., María en la teología contemporáneo, Sígueme, Salamanca, 1991, pp. 467-493,513-526.
______, SERRA, A., "Inmaculada", en Diccionario de morfología, Paulus, Sao Paulo, 1995,
pp. 598-620. Edición en castellano, Sigúeme, 1994.
MEO, S. y otros, "Assungáo", en Diccionario de mariología. Paulus, Sao Paulo, 1995, pp. 170-192.
142
Capítulo VIII
MARÍA EN LA DEVOCIÓN POPULAR Y EN LA LITURGIA
Los católicos demostramos nuestro amor a la Madre de Jesús de muchas maneras. Por
ejemplo, con el rezo del rosario, con las prácticas del mes de mayo, con las peregrinaciones a
los santuarios marianos, con promesas y novenas, con la consagración a María, con la
devoción de los siete dolores y las siete alegrías de la Virgen, con las visitas de su imagen a
las casas.
Normalmente, heredamos la devoción mariana de una persona de la familia, de nuestros
padres o abuelos, de nuestros catequistas. Desde nuestra infancia, aprendemos a rezar el
Avemaria antes de acostarnos. Alguien nos recuerda esto poéticamente:
Cuando era pequeño, ni siquiera me acuerdo. Sólo recuerdo que por la noche, al
pie de mi cama, juntaba mis manos y rezaba de prisa, pero rezaba como alguien
que ama. De las ave-marías que yo rezaba, yo siempre me comía algunas palabras.
V muy cansado me quedaba dormido, pero yo dormía como alguien que amaba.
Cuando la persona se hace joven o adulta, puede ser que no encuentre ya sentido en
aquellas prácticas tradicionales de la niñez. Muchos, que fueron forzados a rezar en su infancia,
sienten hoy dificultad de recurrir a las devociones que aprendió. Otros guardan en su corazón la
tradición recibida y se apegan a ella, especialmente en momentos de crisis y de dificultad.
La devoción a María es un rasgo característico de los católicos. Si preguntamos a alguien por
qué reza a María, oiremos respuestas tan sencillas como éstas: "porque es bueno", "porque
María me oye", porque "es poderosa y está cerca de mí", porque es "mi madre del cielo". Sin
embargo, nuestra práctica católica de rezar a María implica problemas en la relación con los
evangélicos.
143
Ellos no aceptan el culto de los santos ni las imágenes de la Virgen. Muchos dicen que estamos
contra la Biblia. En vez de adorar sólo a Dios (Dt 5,7-9), practicaríamos la idolatría adorando
imágenes hechas por manos humanas y poniendo a María en un lugar más importante del que se
merece. Si Cristo es el único mediador entre Dios y la humanidad (ITim 2,5), no tendría ningún
sentido rezar a María o a los santos.
Muchos católicos se confunden. Otros, por el contrario, tratan de promover una devoción a María
cada vez más fuerte y exagerada. ¿Será posible adorar sólo a Dios y, al mismo tiempo, seguir
rezando a la Virgen?
misión. En la oración percibimos, como los profetas, que el mundo no es como Dios quiere, y nos
comprometemos a servirle a él y a su Reino.
Cuando la oración personal y comunitaria deja de ser una necesidad y se convierte en una
obligación, se parece a los baños mal tomados, que no limpian ni ayudan a descansar. Es como quien
se echa rápidamente agua en la cabeza y se lava la cara, dando la impresión de que se ha bañado.
Tarde o temprano, otros sentirán el mal olor de la falta de limpieza.
Los profetas de la Biblia nos llaman la atención sobre la verdadera oración, que debe nacer del
corazón. Nadie puede comprar a Dios con sacrificios ni prácticas religiosas vacías. Es peligroso y
mentiroso el culto a Dios, si no está acompañado de la justicia y de la lucha por el bien (Is 1,10-20).
Sería como lavarse en agua sucia o sumergirnos en el mar con ropa impermeable. El agua no penetra.
La verdadera oración implica el deseo de conversión y el compromiso de hacer la voluntad de Dios en
este mundo.
La comunidad cristiana descubrió desde el comienzo que la oración comunitaria tiene un valor
inmenso. Es como si saliéramos del baño de nuestra casa a un lago inmenso, alimentado por un río
caudaloso. Cuando estamos juntos, a la orilla del río, comemos, bebemos y nos alegramos, jugamos
y recibimos la energía del sol.
Orar en privado o en grupo es sumergirse en Dios. Es sintonizar con él, escuchar su palabra y
reconocer su presencia en nuestra vida. Hay muchas maneras de orar y diversas direcciones en la
oración, como la alabanza, la acción de gracias, la súplica, la petición de perdón, el ofrecimiento, la
adoración. Lo fundamental es permanecer en Dios y nutrirse de su presencia.
La oración es sólo un componente de nuestra relación con Dios. Nadie se queda debajo de la
regadera todo el día. Las exageraciones son malas. No recibimos agua sólo en el baño; también en
las bebidas y en los alimentos. De la misma manera experimentamos y sentimos la presencia de
Dios en muchas cosas de la vida, no sólo en la oración. Para la fe cristiana, oración y práctica,
contemplación y lucha, confianza en Dios y compromiso social van de la mano. Dios también está en
todo esto.
nados con la divinidad. Las expresiones religiosas son, al mismo tiempo, comunitarias e
institucionales.
En todos los cultos religiosos, con sus ritos y lenguajes correspondientes, hay una búsqueda
sincera de Dios y manifestaciones culturales ambiguas, que hay que purificar. Esto fue lo que
pasó y sigue pasando también hoy con la experiencia religiosa judío-cristiana.
En lenguaje teológico decimos que el culto cristiano tiene tres dimensiones básicas:
existencia/, mística e histórico-ritual. La primera dimensión significa que el culto verdadero
consiste en el servicio a Dios en la vida, por medio del amor solidario, de la práctica del bien y
de la lucha por la justicia. El culto interior brota de la existencia cotidiana, en el corazón
sintonizado con Dios. Somos templo del Espíritu, como dice Pablo. La segunda dimensión, la
mística, quiere decir que el culto es expresión de una espiritualidad, de una relación explícita
con lo sagrado, es decir, de una experiencia de Dios que articula presencia y lenguaje.
Finalmente, el culto se estructura en la historia, por medio de gestos y palabras, tradiciones y
ritos.
En el cristianismo católico, el culto se manifiesta sobre todo por la devoción y por la liturgia.
La devoción consiste en el conjunto de expresiones cultuales más libres, creadas y recreadas
por la religiosidad popular y por grupos ecle-siales, propuestas libremente a los fieles. En
principio, cualquier cristiano puede crear una expresión devocional e invitar a otros a rezar con
él, siempre que esté de acuerdo con el Evangelio. Y ninguna expresión devocional, aunque sea
recomendada por concilios y papas, es obligatoria para los fieles. La liturgia, a su vez, es la
expresión cultual oficial de la Iglesia. Por eso mismo, sufre una normalización mayor y
caracteriza la identidad de la Iglesia como comunidad orante. El Vaticano II valoró la reforma
litúrgica proponiendo, entre otras cosas, mayor centralidad en Jesús y expresiones inculturadas,
según la sensibilidad de los pueblos y de las Iglesias locales.
146
Hijo, que nos hace llamar a Dios Papá (Rom 8,15.26 y Gal 4,6). Dios nos habla al corazón y
habita en nosotros. Cada uno de nosotros es un templo del Espíritu Santo (ICor 3,16). El cristiano
tiene dentro de sí un pozo profundo, por donde pasa el riego subterráneo del Espíritu de Dios.
En la oración, bajamos al pozo a sacar agua. Ahora bien, si toda oración es trinitaria, dirigida al
Padre, por el Hijo, en el Espíritu, ¿tiene sentido dirigir oraciones a María y a los santos?
Nosotros creemos que Jesús es el Señor (Fil 2,1 I), el único mediador entre Dios y la
humanidad (I Tim 2,5). Pero, si reflexionamos sobre cómo realizó Jesús su misión en la Tierra,
veremos que él no actuó solo. Desde el principio llama a un grupo de discípulos para compartir
con él su misión. Escoge a los doce y los envía a promover la vida y anunciar el Reino de Dios
(Mt I O, I -8). Algunas mujeres siguen también a Jesús y forman parte del grupo más cercano
(Le 8,1 -3). María, su madre, es miembro de esta comunidad. Jesús, el único mediador, el único
puente que une a la humanidad con Dios, el río que nos lleva al mar, contó siempre con sus
discípulos y quiere contar con nosotros. Somos sus colaboradores, como dice Pablo (I Cor 3,9
y 5,20).
Jesús, el único Mesías, nos reunió como comunidad y nos dio su Espíritu para que, con él y
para él, seamos el pueblo mesiánico. El mismo Espíritu que ungió a Jesús para la misión (Le
4,18s) anima a las comunidades y a cada cristiano y cristiana a seguir, en cada nuevo momento
de la historia, la misión del Señor (He 2,1-4).
El pueblo de Israel tenía una gran reverencia a Dios, "Yavé". Sólo a él se le podía llamar
Santo (Is 6,3). Ya en el Nuevo Testamento, Pablo reconoce que todos estamos llamados a ser
santos (Rom 1,7 y I Cor 1,2), y él no tiene recelo en llamar santos a los miembros de la comunidad
(Rom 12,13; 16,15). ¿Piensa usted que los cristianos de aquel tiempo eran tan santos, que no
tenían pecado? Pablo conoce bien a sus comunidades y sabe de sus limitaciones. Pero proclama
la grandeza del amor de Dios que, por medio de Jesucristo, nos hace herederos de su Reino
(Rom 8,17 y Gal 4,7), nos transforma en santos, a imagen de Dios, el todo santo.
La oración del "credo" profesa nuestra fe en la comunión de los santos. Los cristianos
católicos y ortodoxos creen que Dios es comunidad y fuente de la vida comunitaria Todos los
cristianos contribuyen en la acción salvadora de Cristo, el único Señor. Esta colaboración
humana se da inicialmente en nuestra existencia. Un cristiano se compromete de muchas
maneras en el proyecto de Jesús: promueve la vida, ayuda a curar, anuncia la palabra, crea
fraternidad, se organiza para combatir la pobreza y la miseria, escucha y acoge a los demás.
Otras veces ora por los que están en situación de necesidad, y esa oración de intercesión la
escucha Dios. El cristiano hace de su vida un camino de santidad,
147
por el testimonio, por las acciones pastorales y sociales, por la palabra y por la oración.
El libro del Apocalipsis nos habla de una inmensa multitud de personas, de todas las
naciones, pueblos y culturas (Ap 7,9-17) que, después de experimentar la dureza de la vida,
permanecieron con Dios y están con él, en una eterna fiesta, alabando y alegrándose en la
presencia definitiva del Señor. Dios las ha glorificado. Pasaron por la muerte, pero viven en él.
La bella misión que Jesús nos encomienda, de ser colaboradores suyos en la salvación del
mundo, no acaba con la muerte. Creemos que todas las personas que vivieron una vida santa
están resucitados, junto al Padre, al Hijo y el Espíritu Santo, y siguen, de alguna manera, unidas
a nosotros. Podemos inspirarnos en sus ejemplos, recordar sus palabras y proseguir sus
buenas obras.
Los santos canonizados, como Francisco y Clara de Asís, san José y otros, siguen
colaborando de manera especial en la misión de Jesús. Podemos contar con su ayuda por medio
del ejemplo de su vida, de sus enseñanzas y con su oración de intercesión. Ellos son nuestros
compañeros de camino hacia Dios. La oración de intercesión dirigida a los santos se remonta a
una práctica antigua. En los primeros siglos, durante las grandes persecuciones, los cristianos
presos pedían a los destinados al martirio que, al encontrarse con el Señor en la gloria,
intercediesen por ellos. Guardaban sus reliquias con respeto. Lentamente fue tomando cuerpo
la convicción de que los santos, no sólo los mártires, interceden ante Jesús por nosotros. Y recibió
legitimidad hasta el punto de decir: "creo en la comunión de los santos".
Podemos recurrir a María y a los demás santos, pero no tenemos la obligación de hacerlo.
Ellos nos prestan un servicio, colaborando en la única acción salvadora de Jesucristo. El
cristiano católico adora sólo a Dios, al Padre creador, por el Hijo redentor, en el Espíritu
santificador. Los santos son como riachuelos, afluentes que nos llevan al gran río que es Jesús.
Hubo un tiempo en que los católicos veneraban demasiado a los santos. Parecían riachuelos
que juntaban aguas y hacían lagos, que no siempre desembocaban en el "río de agua viva" que
es Jesús. Fue una exageración de la Edad Media, pero ha vuelto a repetirse en los últimos siglos,
al alejarse de la figura de Jesús. Y lo que es peor, al mismo Jesús se le ha confundido con un
objeto devocional. Hay iglesias en las que se encuentran imágenes del Niño Jesús, de Jesús
Nazareno y del Sagrada Corazón, una junto a otra, como si aludiesen a personas diferentes. En
el siglo XVI, Lutero, el fundador de la reforma protestante, luchó ardorosamente para que Jesús
volviese al centro de nuestra fe. Debido al clima polémico de la época, en muchos lugares se
destruyeron masivamente imágenes de santos. Y del lado católico, en la contra-reforma, se
reforzó la devoción a los santos. Hoy, en el diálogo ecuménico, los católicos valoran la cen-
148
tralidad de Jesús. Y las Iglesias evangélicas históricas aceptan a los santos como referencia
de vida, pero rechazan su intercesión.
El Concilio Vaticano II, en 1964, superando el triunfalismo mariano de los últimos siglos,
propuso una reflexión más equilibrada sobre María. La insertó en el misterio de Cristo y de la
comunidad eclesial, en el capítulo VIII de la Lumen gentium, constitución dogmática sobre la
Iglesia. Los primeros años después del Concilio, se produjo una gran crisis de devoción
mariana. El Papa Pablo VI, en 1975, escribió un importante documento titulado El culto de la
Virgen María, que sigue siendo actual. La presenta como referencia de vida para los cristianos.
Nos invita a evitar exageraciones que dificultan el diálogo ecuménico y a purificar las
devociones marianas.
Los católicos debemos adorar y rendir culto únicamente a Dios (Le 4,8; Dt 6,13).
Reconocemos que sólo Jesús es nuestro salvador, el Señor, el "autor y perfeccionador de
nuestra fe" (He 12,2). Pero respetamos y veneramos a los santos, cuando experimentamos que
no estamos solos en la travesía de la vida. No están con nosotros solamente nuestros
compañeros y compañeras de comunidad, sino también los santos, los "que viven en Dios".
María tiene un lugar especial en la comunión de los santos. Como dice el Concilio Vaticano
II, "ella ocupa el lugar único, más alto después de Cristo y más cercano a nosotros" (Lumen
gentium, 54). Por eso, podemos dirigirnos a ella, contar con su intercesión, pedir su protección
y auxilio y entregarnos a sus manos. María es el más limpio y bello riachuelo de los santos, en
cuyas aguas podemos sumergirnos. La gracia, comunicada a María, no surge de ella, ni ella se
reserva nada para sí. Todo viene de Dios y vuelve a Dios. La oración a María ha de ponernos en
sintonía con Dios-Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Cuando llamamos a María "Nuestra Señora", lo hacemos con delicadeza y afecto,
reconocimiento y gratitud. Pero no podemos ponerla al mismo nivel de Jesús, porque sólo él es
el Señor. María, en la comunión de los santos, vive unida a Dios y a nosotros. Ella aprendió de
Jesús a ser sierva, a prestar un servicio a toda la humanidad (Mt 20,28). Sólo Jesús es la luz, la
luz verdadera que viene a este mundo a iluminar a todos Jn 1,9). María, como un espejo o un
prisma, refleja y transmite la gracia de Dios (Rom 3,18). En los primeros siglos se hacía una
bella comparación: Jesús es el sol, María es la luna, que recibe de él toda la luz y la irradia a
nosotros.
Los niños y niñas llaman a María "madrecita del cielo". Muchos le rezan, pidiendo,
agradeciendo y alabando. En la comunión de los santos, María sigue a nuestro lado,
orientándonos y conduciéndonos a Jesús. Como aconteció en su relación con Jesús, María es
una madre especial. No quiere nada para sí, ni crea en sus hijos una relación de dependencia o
esclavitud. Su mayor alegría es que
149
todos sean libres, hijos adultos, herederos del Reino, ciudadanos en la sociedad y participantes
de la gloria del resucitado.
Oración
Gradas, Señor, Dios santo y fuente de toda santidad.
Te alabamos, Trinidad Santa: Padre, Hijo y Espíritu,
porque nos ofreces la posibilidad de participar de tu vida.
Te agradecemos que nos has dado tantos santos que viven a nuestro lado.
Hombres y mujeres de carne y hueso, limitados como nosotros,
pero llenos de tu gracia,
como esponjas saturadas de agua.
Gracias por los santos que están en tu gloria,
gozando de tu presencia e intercediendo por nosotros.
Y .especialmente, te damos gracias por María,
que está tan cerca de ti y tan cerca de nosotros.
Por su bondad, su cariño de madre, y por su poder que viene sólo de ti.
Con María decimos: "Ha hecho cosas grandes en mí el Poderoso. Su nombre es santo" (Le 1,49).
Amén.
Una vez, dos comadres, devotas de María, conversaban animadamente. La primera decía
que tenía mucha fe en la Virgen de Guadalupe, porque hizo una promesa si curaba a su mamá.
Y alcanzó esa gracia. La otra decía que la Virgen de Fátima era más poderosa, porque había
logrado que su marido dejara de beber y volviera a casa. En la conversación entró otra señora,
devota de la Milagrosa. Muy confundida, preguntó: Si María es una, ¿por qué existen tantas
"Vírgenes", tantas "nuestras Señoras"? Y si miramos las imágenes de esas Marías, notaremos
que el color de la ropa, el color de la piel y los rasgos del rostro son diferentes. María glorificada
por Dios, resucitada por Jesús, no tiene ya un cuerpo humano como el nuestro. Pablo diría que
está revestida de un cuerpo incorruptible, brillante de gloria, lleno de fuerza, un cuerpo espiritual
(I Cor 15,42-43).
María asume así el rostro y formas de diferentes pueblos y culturas. Las diferentes
"Vírgenes" son una expresión inculturada de su cercanía materna. La Virgen de Fátima, una
devoción que nació en Portugal, es presentada con facciones de mujer europea: rostro fino,
ojos claros, piel blanca. La Virgen de Guadalupe, de México, tiene rasgos indígenas: cara
ovalada y piel morena. Está vestida como mujer embarazada con manto azul-verdoso, lleno de
estrellas, signos llenos de sentido para la cultura de la región.
150
"Las Vírgenes" son una "recreación" de María de Nazaret, que está glorificada por Dios. Sus
imágenes llevan, al mismo tiempo, los rasgos de su persona, la marca de Dios y nuestras
proyecciones humanas. Cada "Virgen" es una manera de inculturación de María, de asumir las
características de distintos pueblos, culturas y momentos históricos. Sin embargo, en un mundo
globalizado, las devociones locales cada vez se conocen más en otros lugares del planeta,
cuando hay un grupo que las promueve y divulga.
Como Iglesia, somos una comunidad organizada, con ritos y normas. La oración litúrgica es
más definida que la devoción popular. Sin embargo, no por eso debe ser como cerámica cocida
en el horno, incapaz de cambiar. Al contrario, la liturgia va asumiendo también formas diferentes,
según las nuevas situaciones. Las comunidades locales mantienen en su práctica litúrgica
fórmulas y elementos comunes que las caracterizan como católicas, pero también crean formas
nuevas de expresión de la fe, empezando por los cantos y gestos. Cada vez es más necesario
crear y recrear una liturgia católica inculturada.
La liturgia reformada después del Concilio Vaticano II, presenta a María en íntima relación
con el misterio de Cristo y de la Iglesia. En el transcurso del año litúrgico, hay tres tipos de
celebraciones marianas: las solemnidades, las fiestas y las memorias. Las solemnidades, como
el nombre lo indica, son las celebraciones más importantes, con un sabor especial. Son cuatro
en todo el mundo: María, Madre de Dios (I ° de enero), la Anunciación (25 de marzo), la Asunción
(15 de agosto) y la Inmaculada Concepción (8 de diciembre). En cada país, hay por lo menos
otra solemnidad, la de la patrona.
Las principales fiestas marianas son la Visitación (31 de mayo) y el nacimiento de María (8
de septiembre). Finalmente, tenemos una serie de "memorias", celebraciones de menor
importancia. Algunas de ellas son facultativas u opcionales. La comunidad local las celebra, si
quiere. Hay muchas memorias, como la de la Virgen de los Dolores (15 de septiembre), la Virgen
de Lourdes (11 de febrero), la Virgen del Carmen (16 de julio) y la Virgen del Rosario (7 de octu-
bre). La celebración de una memoria puede ser, para determinada Iglesia local, fiesta o
solemnidad. Para América Latina, la memoria de la Virgen de Guadalupe (12 de diciembre) se
ha transformado en fiesta, porque fue proclamada patrona del continente americano.
Los padres, los ministros de la eucaristía y los equipos de liturgia deben aprovechar las
solemnidades, fiestas y memorias de María para ayudar a la comunidad eclesial a conocer más
y mejor a la madre de Jesús. Estas ocasiones sirven también para purificar las exageraciones
de la devoción mariana y relacionar a María con Jesús y con la comunidad cristiana.
153
2.4. Un ejemplo de devoción mariana: el rosario
Don Honorio es devoto de María desde hace más de cincuenta años. Últimamente, empezó
a leer los folletos de unos videntes que dicen recibir mensajes de la Virgen. Siguiendo la petición
de los videntes, Honorio obliga a sus hijos y a su mujer a rezar todos los días el rosario. Dice que
la Virgen lo ha mandado y él tiene que obedecer. Es, según él, la única manera de salvar al mundo
de la perdición. Como Honorio, muchas personas piensan que el rosario es algo intocable. Si
falta un avemaría, no vale. Otros, por el contrario, consideran esta oración como algo inútil, una
pérdida de tiempo. Dicen: ¿para qué repetir las mismas palabras? Dios valora más la oración
espontánea, que sale del corazón. Jesús mismo llamó la atención de quienes rezaban
demasiado, tratando de convencer a Dios por la fuerza de muchas palabras. (Mt 6,7). Unos pien-
san que el rosario es tan bueno que, como Honorio, quieren obligar a todos a rezarlo. A otros
no les gusta y hasta se ríen de quienes lo rezan. ¿Dónde nació el rosario? ¿Es una oración
saludable? ¿Cómo rezarlo bien?
Desde los orígenes del cristianismo, hace más de dos mil años, los seguidores de Jesús
desarrollaron muchas formas de oración. Una de ellas, muy conocida, es la oración vocal. En
algunas oraciones vocales, la persona repite la misma frase, a lo largo del día, como una
alabanza, petición o consagración a Dios. En Oriente, se conoce la oración del peregrino ruso:
"Señor Jesucristo, Hijo de Dios vivo, ten piedad de mí, pecador", que se repite mientras se camina.
Otras religiones tienen algo parecido. Los hindúes y los budistas, por ejemplo, repiten unos
sonidos sagrados, llamados manirás. Los católicos tenemos jaculatorias. En la oración vocal,
como el avemaría, la mente se aquieta y el corazón, en silencio, sintoniza con Dios. No es una
oración para pensar o reflexionar, sino para contemplar.
No se sabe cuándo empezaron los cristianos a rezar el avemaría como oración vocal. En la
Edad Media, unos monjes analfabetos, como no podían leer los salmos, recitaban de memoria
algunas frases. Como los salmos de la Biblia son 150, rezaban en el transcurso del día el mismo
número de avemarías, pero sólo la primera parte, compuesta por el saludo del ángel (Le 1,28)
y las palabras de Isabel (Lc 1,42). Aunque exista la leyenda según la cual santo Domingo de
Guzmán recibió directamente de María el rosario, un fraile dominico, hacia el año 1300, hizo la
división de las avemarías en quince decenas, comenzando cada una de ellas con el
padrenuestro. Más tarde, otro monje propuso la meditación de los misterios. Y un tiempo
después, otro dominico creó el rosario, dividido en misterios gozosos, dolorosos y gloriosos. Con
ellos se contemplaban, respectivamente, la encarnación del Hijo de Dios, su pasión y muerte, la
resurrección y glorificación de Jesús y de María. La segunda parte de la oración
154
del avemaría fue incorporada al rosario probablemente a partir del año 1480. Y así se extendió
el rosario por todas partes. Muchas cofradías e institutos religiosos promovieron su devoción.
Como es una oración fácil, el pueblo la aprendió pronto. Recientemente, el papa Juan Pablo II,
en el documento El rosario de la Virgen María, ha propuesto una secuencia de misterios, los de
la luz, que contemplan la misión de Jesús. De esta manera, el rosario ha pasado de 150
avemarías a 200, divididas ahora en cuatro bloques de misterios.
Vemos, por tanto, que la devoción del rosario no nació de un día para otro. Varias personas
han ido añadiendo, modificando y reorganizando la oración de las avemarías, hasta llegar al que
tenemos hoy. Y como ha sido modificado con el tiempo, puede también cambiar hoy. El nombre
de "rosario" quiere decir corona de rosas de 150 avemarías.
La devoción del rosario es libre. Podemos rezarlo solos o en grupo, a cualquier hora del día o
de la noche, de muchas maneras. Aunque el rosario tenga 50 avemarías, divididas en cinco
decenas, la persona devota de María lo reza como le dicta el corazón.
El rosario es una devoción saludable, que ayuda a los fieles a adorar a Dios, venerando a la
madre de Jesús y contemplando los misterios de la vida del Señor. Pero debe rezarse con un
corazón abierto y buena preparación. No es aconsejable rezarlo mecánicamente, repitiendo de
prisa las avemarías para acabar pronto. Es mejor rezarlo tranquilamente, contemplando los
misterios, para experimentar los frutos espirituales. Se sugiere que el rezo del rosario se
enriquezca con pasajes de la palabra de Dios, con himnos y canciones.
El rosario es muy bueno, pero no es la única forma de oración católica. En los últimos años,
los laicos han recurrido a otras formas de oración, como la reflexión comunitaria de la palabra
de Dios y las preces espontáneas de alabanza, adoración, intercesión y súplica. En las
pequeñas comunidades, cuando los miembros reflexionan teniendo como base la palabra de
Dios, crecen también como personas. Ponen en práctica una pedagogía liberadora y, relacio-
nando la palabra de Dios con la existencia, aprenden a hablar y a escuchar, hacen más
conciencia de la realidad y crecen en la libertad de orar. Es bueno reflexionar sobre la vida, orar
con la palabra de Dios y hacer una oración espontánea, para crecer más como personas
seguidoras de Jesús. Por eso, el rosario no ha de considerarse como el mejor o único modo de
oración comunitaria.
Como sucede con otras devociones, no conviene mezclar el rosario con la liturgia. En la misa
no se reza el rosario. Cada alimento espiritual tiene su momento y su utilidad. Y aunque sea
muy bueno, ningún católico está obligado a rezar el rosario. Como devoción, se trata de un
instrumento reconocido y bendecido.
155
Oración
María, enséñanos a orar con Jesús.
Queremos rezar con el corazón abierto y Ubre, buscar a Dios intensamente.
Líbranos de la oración obligada, de la oración de apariencia,
de la oración sin gusto ni gracia.
Ayúdanos a sintonizar con Dios, de manera sencilla, creativa y gratuita. Amén.
Resumen
• Como católicos, descubrimos y cultivamos muchas maneras de rezar a María. Las devociones populares
mañanas son buenos instrumentos de oración y de evangelización, que tenemos que seleccionar y purificar.
Las devociones mal usadas y manipuladas son como un cuchillo afilado en manos de personas violentas.
Pueden hacer estragos. Las devociones practicadas con buen criterio, hacen bien a la comunidad, porque
nos ayudan a sumergirnos en las aguas de Dios: un baño saludable en la fuente de la vida.
• Asociar a María en nuestra oración trinitaria no es cuestión teórica, que se justifica con argumentos
de conveniencia o de la Tradición. Consiste más bien en una práctica opcional y saludable, porque María
es nuestra compañera de fe y de camino, que nos lleva a Jesús.
156
Fe y vida
1. Si el culto cristiano es trinitario (al Padre, por el Hijo, en el Espíritu Santo), ¿cómo justifica usted
el culto a María?
2. ¿Cómo ha sido la relación cultual o devocional con María a lo largo de su existencia?
3. De los puntos tratados en este capítulo, ¿cuáles son los más importantes para una nueva
comprensión del culto a María?
Bibliografía
PABLO VI, El culto a la Virgen María (Marialis Cultus), Paulinas, Sao Paulo, 1974. BEINERT, W., (org) O
culto a Marta hoje, Paulinas, Sao Paulo, 1980.
157
Anexo
\
Las apariciones de María son un tema complejo y polémico que merece un trato cuidadoso.
Presentamos brevemente a continuación algunas cuestiones para comprender y analizar este
fenómeno. Seleccionamos las preguntas más comunes sobre este problema, que normalmente
aparecen en los cursos de mariología.
Las apariciones no se consideran una nueva revelación de Dios, para completar o continuar
lo que Jesús nos dejó. Son simplemente una experiencia mística, que viven los videntes en
presencia de la Virgen, para recordar la única revelación de Dios en Jesucristo. Los videntes
recuerdan algunos aspectos de la vida de fe, como la conversión, la oración, la penitencia, la
renovación de la opción por el Evangelio. Aunque sea una forma de comunicación extraordinaria,
los mensajes de las apariciones no sustituyen a la Biblia ni al Espíritu Santo, que habla en el
corazón de cada cristiano y de la comunidad. Un vidente o una persona común, que vive
intensamente su fe, tiene el mismo derecho a ser escuchado y acogido por sus padres y
hermanos cuando pronuncian palabras inspiradas.
Esta pregunta se ha de responder teniendo en cuenta cada caso. Hay ocasiones en que
existen muchos indicios de una fuerte presencia de Dios, que nos hace creer que hay una
experiencia religiosa auténtica, como en Guadalupe, Lourdes o Fátima. En otras, el buen criterio
nos lleva a creer que hay algo equivocado, aunque aparezcan señales cósmicas y haya
milagros. El hecho de
159
las curaciones, conversiones o cambios en la naturaleza, no prueba la legitimidad de una
aparición, pues muchas veces estos fenómenos tienen su origen en la fe y en la fuerza espiritual
del vidente. Los videntes fanáticos, con mensajes apocalípticos y moralistas, que no están en
sintonía con el Evangelio y el caminar de la Iglesia, no se deben aceptar como legítimos.
Las apariciones no son una comunicación directa de Dios, en estado puro. En el mensaje
del vidente se mezclan sus experiencias psicológicas y culturales, su visión del mundo, la
mentalidad de la época y otras muchas cosas. Hasta en las apariciones reconocidas por la
Iglesia, hay muchos mensajes de los videntes en los que afloran el inconsciente colectivo, las
manifestaciones devocionales. Por ejemplo, la descripción del purgatorio y el devocionismo de
los santos en Fátima. Usando una comparación: los videntes no son como antenas parabólicas,
que captan un mensaje inaccesible para nosotros. Son más bien "destiladores" de una
experiencia mística personal. Transmiten siempre una experiencia religiosa reelaborada por su
subjetividad psíquica y espiritual. Es imposible huir de esto. Hasta la Biblia, por ser palabra de
Dios en lenguaje humano, ha de ser interpretada. Por eso, no podemos tomar al pie de la letra
los mensajes de las apariciones, como si fuesen una comunicación directa de Jesús o de María.
En el mensaje del vidente, es necesario discernir lo que puede ser una llamada de Dios a
nosotros. Tenemos que saber quedarnos con lo bueno y dejar de lado lo que no nos ayuda a
vivir "en la libertad de los hijos de Dios" (Gal 5,1).
4. ¿POR QUÉ SÓLO ALGUNAS PERSONAS VEN A LA VIRGEN? ¿TIENEN ELLAS MÁS FE OUE
NOSOTROS?
El hecho de ver o de oír a María no significa que los videntes tengan más fe que nosotros.
Para un cristiano, lo más importante no es ver cosas extraordinarias, sino entregar su corazón a
Dios, buscar su voluntad y esperar en él. La fe no necesita signos, aunque agradezcamos mucho
a Dios si nos da alguno. Las personas que ven u oyen apariciones se llaman videntes o
confidentes. Normalmente, tienen un poder mental extraordinario, son sensitivas o para-
normales. De esta manera, viven e interpretan la presencia de Dios más intensamente que
nosotros. En el momento de una probable aparición, entran en éxtasis, una forma de alteración
de la conciencia, testificada por muchos científicos. Dios puede servirse de esa capacidad
extraordinaria de las personas para comunicarnos algo de su amor por medio de María. Pero
los paranorma-
160
les o sensitivos captan, elaboran y transmiten su experiencia, de acuerdo con su nivel espiritual
y equilibrio psíquico. Es decir, personas poco evolucionadas espiritualmente pueden entrar en
éxtasis, pero su experiencia mística será de calidad dudosa. Además, hay individuos con serios
disturbios psíquicos que tienen éxtasis simulados. Dando oportunidad a su locura, pueden atraer
multitudes y llevarlas al engaño.
El mundo de hoy está en crisis y vive turbado. El paso del milenio ha dejado muchas
preguntas sobre el futuro de nuestro planeta. Las personas, desesperadas, confundidas, llenas
de problemas personales y familiares, y con muchos miedos, buscan en la religión refugio, alivio,
consuelo y algunas certezas para vivir. Quedan encantadas con todo lo maravilloso y mágico.
Este ambiente de inseguridad, crisis y miedo de la sociedad moderna, lleva a un reencantamiento
con lo sagrado. Crea un ambiente favorable para el surgimiento y desarrollo de fenómenos
místicos extraordinarios. Cuando hay noticias de una posible aparición, las multitudes corren
ávidas al lugar de las mismas, con la esperanza de encontrar lo que buscan: paz, curación,
empleo, la felicidad personal para vivir. Y el hecho se divulga enseguida, con la facilidad del
transporte y de los medios de comunicación.
No podemos afirmarlo con absoluta certeza, pero pueden ayudarnos algunos criterios.
160
Equilibrio mental del vidente. ¿Tiene la persona buena salud psíquica? Individuos
mentalmente desequilibrados pueden tener visiones de la Virgen, que son pura creación de
su imaginación y de su deseo. Normalmente, los videntes, para ser reconocidos por la
Iglesia, son sometidos a una junta de profesionales, psiquiatras y psicólogos, para evaluar
su salud mental.
Honestidad del vidente y de su grupo. El vidente y su grupo deben buscar con sencillez la
voluntad de Dios, y no sus propios intereses. A veces, la búsqueda de fama, poder, dinero
o la misma presión de sus familiares producen apariciones inducidas en los videntes. Como
respuesta a esos estímulos, crean y repiten mensajes para atraer al gran público.
La cualidad del mensaje. El mensaje del vidente debe estar en consonancia con el
Evangelio y el caminar de la Iglesia en su país y en el mundo. Tiene que ser Buena Noticia,
actualización del Evangelio para nosotros. Si, por el contrario, el vidente se acuerda
solamente del castigo y de la ira de Dios, olvida el mensaje evangélico de la misericordia
(Lc 15). Si el vidente transmite mensajes cargados de juicios y prejuicios contra personas y
grupos, es señal de que no vienen de Dios, sino del engaño, del orgullo y de la vanidad.
Los frutos de las apariciones. Si el movimiento de una aparición ayuda a muchos
cristianos a vivir mejor la fe, la esperanza y la caridad, es buena señal. También las
curaciones milagrosas pueden decirnos que Dios está actuando de manera especial.
Estos cuatro criterios pueden ayudar a analizar si un movimiento de una supuesta
aparición es bueno y digno de crédito.
La visión es una experiencia mística extraordinaria, en la que una persona afirma que ha
visto a la madre de Jesús. La aparición significa que María glorificada se ha manifestado a
uno o más videntes y les ha dejado un mensaje, para transmitirlo a los demás. Normalmente,
la visión va acompañada de un mensaje. Pero también hay místicos que no ven, sino que
oyen voces de Jesús, de María o de algún santo. Esto puede suceder también con
cualquiera, alguna vez en la vida, en momentos de intensa experiencia espiritual. Cuando
hablamos de aparición, calificamos el fenómeno desde el punto de vista de lo sagrado que,
probablemente, se manifiesta en ella. Si hablamos de visión, somos más cautelosos, pues
sólo decimos que una persona ha experimentado algo extraordinario. De cualquier forma,
un supuesto vidente necesita acompañamiento espiritual y humano cualificados para
discernir lo que está aconteciendo en él y ayudarle en el camino de la fe.
162
9. ¿NECESITAN LOS CATÓLICOS CREER EN LAS APARICIONES?
No. Las apariciones no forman parte del credo ni de los dogmas católicos. Somos libres
de aceptar o ignorar esa experiencia religiosa. Las apariciones tienen su valor espiritual,
pero no son absolutas. Hasta las peticiones de los videntes -que ellos consideran venidas
de María como rezar el rosario o hacer penitencia- son únicamente consejos para
ayudarnos a vivir la vida cristiana. Nadie está obligado a seguirlos. Si alguien siente que
eso le acerca a Dios y le ayuda a cumplir su voluntad, puede servirse de ellos. Pero nadie
tiene derecho a juzgar a los que no creen en las apariciones e ignoran las peticiones de los
videntes. Por otro lado, los que no creen en apariciones deben respetar a quienes piensan
de manera diferente. El católico puede confiar en la experiencia y en el mensaje de algunos
videntes, pero será una confianza humana, aunque haya muchos signos maravillosos.
163
Oh María,
volvemos nuestra mirada y nuestro corazón a ti.
Te contemplamos hoy, llena de luz
y revestida por la gracia vencedora de Dios.
Tú, la primera resucitada, en quien se realizó
de forma maravillosa y anticipada,
la promesa y el sueño de Dios para todo ser humano.
Antes de ser tejida en el útero de santa Ana,
el Señor te conoció y te consagró.
A lo largo de tu vida renovaste el compromiso con Dios,
el "sí" que en determinado momento brotó
de tu corazón y de tus labios.
Tú, peregrina por los caminos polvorientos de la vida,
tortuosos y arriesgados de la existencia humana,
experimentaste los peligros de los falsos atajos y de los desvíos,
las tentaciones de todo tipo, hasta la de acomodarte en la mediocridad.
Te vemos en Nazaret, compañera de José,
madre y educadora de Jesús.
Enseñaste al hijo del Dios encarnado a ser hombre.
Por tus manos y las de José, Jesús se educó y se hizo persona.
Aprendió a hablar y a escuchar, cultivó actitudes y hábitos,
estructuró valores que marcaron su vida.
Conoció sus límites y sintió las infinitas posibilidades de la libertad.
Tú, jardinera sensible, plantaste en la tierra fértil de Jesús
las semillas del Bien.
Pero tu vida se encerró en la tarea de educadora y madre.
Las aguas del Jordán marcaron el nacimiento público de Jesús,
como el corte dolorido y necesario de un segundo cordón umbilical.
Fuiste sorprendida (o tal vez no) por el hombre adulto,
dueño de su destino,
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Peregrina en la fe,
mujer del "sí" siempre renovado,
amiga de Isabel,
humilde sierva del Señor,
corazón alegre y en sintonía con Dios,
profetisa de la nueva humanidad,
joven madre de Belén,
amada de José,
educadora de Jesús de Nazaret,
discípula del Señor en los caminos de Palestina,
perseverante en el seguimiento hasta la cruz,
protagonista de Penteostés,
compañera de los amigos de Jesús,
madre de la comunidad cristiana,
toda de Dios y tan humana.
María. Amén.
167
BIBLIOGRAFÍA BÁSICA
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ÍNDICE
PRESENTACIÓN . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5
DEDICATORIA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9