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Introducción A La Hermenéutica Simbólica de Andrés Ortiz Osés Por Fernando José Vergara
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RESUMEN ABSTRACT
Este artículo presenta una de las líneas This article presents one of the funda-
fundamentales de la hermenéutica sim- mental themes of Andrés Ortiz-Osés
bólica de Andrés Ortiz-Osés: el sentido symbolic hermeneutics: the sense as
como sutura simbólica de la fisura real, symbolic suture of the real fissure, con-
conteniendo el contradictorio abismo taining the contradictory binary essen-
binario esencial de la realidad en favor tial abyss of reality in favor of mediation
de una mediación a través de su mutua through their mutual co-implication. The
coimplicación. Su particularidad estriba particularity of this thought rests on the
en que el sentido no obtiene una rela- idea that the sense does not obtain a
ción de adecuación con la realidad, al relation of adequacy with reality as
modo de la verdad, sino de inadecua- does the truth, but of inadequacy or
ción o disconformidad respecto de su non-conformity as regards alienation
enajenación y contrariedad, fundando and opposition, giving basis to transra-
un reino transracional típico de lo sim- tional domain that is basically symbolic
bólico en su suturación del sentido y la in its suture of sense and reality.
realidad.
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Interpretación y comprensión: situación hermenéutica del sentido
A fines del siglo XIX, la hermenéutica, pese a mantener un carácter auxiliar para
las ciencias de la interpretación, se presenta con pretensiones de universalidad
filosófica en la hermenéutica romántica y psico-lingüística de Schleiermacher de
la experiencia reconstructiva de un contexto vital del intérprete y, luego, en la
hermenéutica metódica de Dilthey y su historicismo objetivista. Durante el siglo
XX, la hermenéutica ingresa a la escena intelectual como alternativa crítica a la
idolatría por la ciencia metodológicamente positivada –ciencias naturales– y la
incuestionabilidad en su capacidad de dar cuenta de los problemas gnoseológicos
que afectan a las ciencias del espíritu, y se presenta como una filosofía con
aspiraciones de universalidad para sus postulados y campos de acción, ya que
la interpretación –conformada por la vida, la historia y el lenguaje– participa en
toda relación hombre-mundo, y tiene por finalidad la comprensión como el peculiar
modo de ser del ser humano. Así, el problema hermenéutico de la comprensión
trasciende los límites impuestos por el método de la ciencia moderna, las
aporías del historicismo y la epistemología neokantiana y se extiende a formas
de experiencia tales como el arte, la historia y la filosofía, cuyos caracteres pre-
científicos elevan –cada uno en su ámbito– una pretensión de verdad similar a la
de la ciencia.
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cambia de objeto y finalidad –la interpretación de textos– para dar un giro
existencial, abandonando su estatuto técnico para ser concebida como una forma
de filosofía. Gadamer, desde su vinculación con la raíz fenomenológica husserliana,
pero especialmente con el pensamiento de Heidegger, intenta esclarecer el
fenómeno de la comprensión mediada por el lenguaje desde su determinación
histórica, y viene a completar (urbanizar, edificar) la hermenéutica heideggeriana
de la facticidad de corte ontológico-existencial del ser y de la comprensión, al
proveer los fundamentos onto-lingüísticos e histórico-dialógicos del comprender.
El lenguaje alberga la comprensión e interpretación, de ello surge la implicación
hermenéutica entre el lenguaje y el ser: el ser que puede ser comprendido es
lenguaje (Gadamer), evidenciando la configuración intralingüística del ser, en la
que la comprensión es la búsqueda de la inteligibilidad desde la misma existencia,
pues la esencia del hombre es la que comprende y da forma a esa comprensión.
La interpretación es la forma-molde de la comprensión; a su vez, el comprender
gesta el sentido de la interpretación desde la existencia. Para ambos autores,
tanto la interpretación como la comprensión constituyen un destino y uno de los
modos de existir en el que el hombre con el mundo conforman nudos lingüísticos,
discursivos y prácticos de caracteres ontológicos, existenciales e históricos. Las
características del nudo interpretación-comprensión –que podemos denominar
unos a priori hermenéuticos– se pueden resumir en que, primero, constituyen
un proceso holístico y circular, en el que toda interpretación requiere de una
proyección de significado del objeto interpretado (anticipación o pre-sentimiento
de sentido) desde el cual el intérprete comienza la interpretación; segundo,
requieren de una suerte de reserva de conocimiento tácito que sirva de inicio para
la interpretación; y tercero, la misma interpretación es siempre parcial y revisable,
fundando su operatividad y apertura de forma infinita para la comprensión que
designa un comportamiento de aplicación práctica –carácter indispensable para
no confundirlo con la interpretación y poder así entender la acción del sujeto en la
historia– para entender la manera en que experimenta el sujeto su arraigo en el
mundo; en otras palabras, la comprensión es una actitud originaria de clarividencia
que adviene desde ella misma y se dirige hacia el mundo.
Símbolo y hermenéutica
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propia capaz de configurar en imágenes el caos de las sensaciones, de una fuerza
poética que genera metáforas a través de las cuales lo real adquiere una primera
y difusa comprensibilidad” (Garagalza, en Ortiz-Osés y Lanceros, 2005:355-358).
El símbolo, de manera insólida, funda una dimensión de la existencia vertebrando
configurativamente la realidad, y dice esencialmente con-figuración y, por tanto,
figura o imagen mediadora entre la realidad y su profunda significatividad. El
símbolo expresa, para Ortiz-Osés, la otra parte de la urdimbre o textura de la
realidad, aquella que se ha llevado el huésped en su partida y que atesora como
memoración, al señalizar la otra mitad ausente pero impresa en la estructura que
intenta designar/diseñar. Esta otra mitad ausente es lo nominal, lo subyacente que
late bajo el sinsentido: el sentido.
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Si los símbolos propician la captación del sentido y la interpretación de tal
captación, entonces articulan el comprender en el doblez de la realidad situada
en la contradicción. Y como el comprender es un modo de ser, un modo de
encontrarse, un modo de estar y de hacer en el mundo inherente al ser humano,
los símbolos son un modo de ser de la comprensión en y del mundo en términos
senso-lingüísticos. De ahí que los símbolos sean una forma de habla para
nosotros que abre una comprensión que se da fundamentalmente a través de un
lenguaje originario, esto es, a través del lenguaje simbólico. El símbolo articula la
comprensión y, sin embargo, no es un concepto ni una idea que sean fabricados
teóricamente. De ello surge una dificultad, pues referirse a través de conceptos
acerca del símbolo implica renunciar a entrar en la esfera propia de lo simbólico,
ya que el
Más arriba nos referíamos a aquellas consideraciones que hacen del símbolo
un territorio cognoscitivo en su característica de clave senso-racional que abre
trastiendas exclusivas para el ser humano comprensor. Para Ricoeur, los símbolos
son la clave de bóveda de la filosofía, que se expresan en los mitos pre-ilustrados
de la filosofía; son los presupuestos previos de toda filosofía, y esta es justamente
la actividad reflexiva sobre lo dicho –lenguaje– por la narración simbólica. El
símbolo, con ello, se inserta dentro de la palabra filosófica, del raciocinio reflexivo
que recibe empeñado un lenguaje figurativo por parte del símbolo. Ricoeur expresa
claramente la relación de esta fusión/función del símbolo con la razón/palabra: “la
interpretación es la que puede abrirnos de nuevo las puertas de la comprensión;
de esta manera vuelve a soldarse por medio de la hermenéutica la donación del
sentido, característica del símbolo, con la iniciativa inteligible y racional, propia
de la labor crítico-interpretativa” (Ricoeur, 1982:492-493). Esta soldadura “entre
el símbolo que da y la crítica que descifra” (Ricoeur, 1982:492-493) expresa el
presupuesto previo para la crítica filosófica en aras del sentido de la racionalidad
de los fundamentos de la realidad y de la existencia.1
1
Para ampliar la discusión sobre la importancia del “símbolo” para la interpretación, Cf. Ricoeur, P.
(2001), “La metáfora y el símbolo” en Teoría de la interpretación. Discurso y excedencia de sentido,
México: Siglo XXI; Ricoeur, P. (1965) “Hermenéutica de los símbolos y reflexión filosófica”, en Anales
de la Universidad de Chile, Año 123, Nº 136; Ricoeur, P. (1999). Freud: una interpretación de la cultura,
México: Siglo XXI.
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La hermenéutica responde a su naturaleza mitológica al presentarse como un arte
de la encrucijada y una reflexión en la encrucijada de caminos siempre acechados
por la incertidumbre que da la multiplicidad de interpretaciones. Por ello, reclama
para sí la conjunción de extremos como su lugar predilecto: justamente allí donde
los nudos de interpretación convergen. Y ese lugar nodal expresa ese punto en el
que el sentido no es ni claro ni confuso, sino que se juega en el claroscuro de la
representación. Un juego se realiza en los márgenes, en el recorrido limítrofe que
hace la hermenéutica con sus transferencias, negocios e intercambios, tejiendo
una red simbólica de interpretaciones (cultura, sociedad, religión, filosofía, ciencia,
literatura). El símbolo viene al auxilio del sentido en tanto que recorre el límite que
deja la racionalidad al pensar la realidad, como también al recorrer el límite que
dibuja el sentido al expresar lo real: el símbolo es mediador, reconciliador y, por
ello, es la frontera donde se negocian los sentidos, se forjan las identidades, se
reúnen y se separan las emociones; es donde se lidian las posesiones, ganando
y perdiendo, ganando en sensibilidad, perdiendo en racionalidad, ganando en
objetividad, perdiendo en emotividad. Son los dominios de Hermes.
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hermenéuticamente como un dar la razón a alguien, con lo que la racionalidad
griega cósico-abstracta se convierte en racionalidad interpersonal.
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través de su mutua coimplicación. Para Ortiz-Osés la fisura o rajadura de lo real
es natural, mientras que su implicación sería cultural; visiones que no se oponen,
sino que se componen: la naturaleza dice cultura y la cultura co-dice naturaleza
y la naturaleza co-dice cultura. Lo cual es importante a la hora de pensar lo
simbólico, no como algo simplemente cultural casi ajeno a la realidad y, por tanto,
artificioso, sino como algo que emerge de la naturaleza y está enraizado en su
vivencia primigenia. El sentido/sutura se dice com-partición surreal (no irreal) de
la partición real, arribando al encuentro de lo sublime entendido como sublimación
de lo subliminal, abyecto o caído. Por ello el sentido no obtiene una relación de
conformación o adecuación con la realidad, como la verdad, sino una relación
de inadecuación o disconformidad precisamente respecto a su enajenación o
alienación, fundando el reino imaginal de la suturación o com-partición. Pero de
nuevo imaginal no significa imaginario-fantástico de tipo irreal (fantasmagórico),
sino transracional; una transracionalidad que no nos lleva a ningún misticismo
irracional (mistificación), sino a un comportamiento medial que hace empalme
nodal de los cabos con los que se teje lo real. La transracionalidad del sentido
tiene que ver con la trascendencia que expresa frente al significado inmanente
al signo (semiótica). Esta trascendencia del sentido puede tematizarse, o bien
como exterior a lo dado (Ricoeur), o bien como latente o interior a lo dado (Jung).
En ambos casos, el sentido responde no a lo que alguien/algo dice (significado)
ni tampoco a cómo lo dice (significante), sino a lo que quiere decir, mostrándose
en este “querer-decir” la urdimbre del sentido como “dicción mítica” (mitólogos
o mitodicción), o sea, como un querer (mythos) decir (logos). Por todo ello, el
sentido precisa de un lenguaje adecuado: el lenguaje simbólico. Este, por ser
precisamente el lenguaje adecuado del sentido, resulta paradójicamente un
lenguaje lógicamente inadecuado, por cuanto expresa una lógica relacional o
implicacional capaz de nombrar lo transracional: el símbolo como nomen (nombre)
de un numen (sentido).
2
Para situar este neologismo al interior de la hermenéutica contemporánea, Cf. Heidegger, M. (1992)
Platon: Sophistes, GA 19 (Winter semester 1924/25), Frankfurt am Main: Vittorio Klostermann;
Gadamer. H-G. (1968) Platos dialektische Ethik: Phänomenologische Interpretationen zum Philebos,
Hamburg: Meiner. Además, los aportes de Gadamer en torno al lenguaje están sustentados en una
reinterpretación de la dialéctica platónica. Cf. Gadamer. H-G. (1977), Verdad y método, Salamanca:
Sígueme.
que equilibra los pilares translúcidos en los que se fundan los arquetipos históricos
de comprensión del sentido.
Como afirma Vattimo, hoy no “existe una historia única, solo imágenes del pasado
proyectadas desde diferentes puntos de vista. Es ilusorio pensar que existe un
punto supremo o comprensivo capaz de unificar a todos los otros” (1992:23).
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REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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