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Ronald Dworkin analiza el derecho no solo desde el análisis de las reglas, sino que incorpora al sistema
normativo principios y directrices.
Dworkin parte de la perspectiva judicial para el análisis del derecho.
Dworkin critica el positivismo jurídico, el iusrealismo y el utilitarismo.
Positivismo critica la postura legalista respecto de que el derecho solo se conforma por reglas.
Realismo critica la discrecionalidad judicial ya que, según él, se violaría la división de poderes
(argumento democrático), o bien, el juez se arrogaría facultades legislativas que, además, serían
retroactivas porque su función creadora sancionaría un hecho pasado (argumento liberal).
Utilitarismo Dworkin concibe los derechos individuales como “cartas de triunfo” respecto de las
mayorías, así, un derecho individual está por encima de los derechos sociales, razón por la cual no
se acepta la teoría del bien común.
Dworkin acepta la unión entre derecho y moral (moral objetiva).
¿Dworkin es un iusnaturalista? existen dos tipos de iusnaturalismo:
Ontológico recurre al derecho natural para fundar el derecho (lo convalida o lo anula).
Deontológico recurre al derecho natural para justificar el derecho positivo (no lo declara válido
o inválido).
En Dworkin, la moral sirve para determinar la validez de las normas del sistema jurídico.
Cárdenas Gracia señala que los principios, en la teoría de Dworkin, van perdiendo fuerza paulatinamente,
ya que, en sus primeras obras, tienen una consideración fuerte, mientras que en las postreras van
perdiendo protagonismo.
Los principios son vistos como instrumentos para poder dar una solución correcta al caso planteado.
Dworkin critica las “teorías semánticas”, las cuales, son aquellas en las que el significado de la palabra
“Derecho” se encuentra dado por reglas [semánticas] atribuidas por la comunidad lingüística.
Dworkin reconoce dos visiones del positivismo:
La teoría austiniana considera que el derecho se encuentra conformado por mandatos del
soberano que traen aparejada una amenaza coactiva en caso de incumplimiento.
La teoría hartiana señala que la verdad de las proposiciones jurídicas depende de las
convicciones sociales que representan la aceptación de la comunidad en un esquema de reglas que
permiten a ciertas personas crear derecho válido.
Asimismo, Dworkin señala que estas teorías semánticas se encuentran afectadas por “el aguijón
semántico”, lo que da lugar a desacuerdos semánticos de dos tipos:
Empíricos son aquellos que se dan cuando se conocen los fundamentos de derecho, pero existen
dudas respecto de si los hechos de la litis realmente ocurrieron o no (en la corriente iusrealista
norteamericana, se estaría hablando de la sub-rama de los “escépticos de los hechos”)
Teóricos son aquellos que se dan para determinar cuáles son los fundamentos de derecho (en la
corriente iusrealista norteamericana, se estaría hablando de la sub-rama de los “escépticos de las
normas”)
La única forma de eliminar “el agujón semántico”, según Dworkin, es optar por considerar al derecho
como un concepto interpretativo. En este sentido, señala que la interpretación es la manifestación de un
propósito. Cuando haya más de una interpretación, el intérprete debe elegir aquella que propone el mejor
valor para la práctica (maximizar).
Según Dworkin, el fenómeno jurídico se analiza a la luz de 3 etapas interpretativas:
1ª etapa: “preinterpretativa” en esta etapa se identifican las normas aplicables al caso.
2ª etapa: “interpretativa” se investigan los significados de las normas aplicables.
3ª etapa: “post-interpretativa” o “reformadora” se ajustan los sentidos para adecuar la
decisión al significado más apropiado.
Para aceptar la teoría de la única respuesta correcta, se debe apelar a una moral objetiva, cosa que
Dworkin reconoce, pero, al mismo tiempo, también admite las dificultades de obtener dicha respuesta
única.
Aportaciones de Dworkin a la argumentación jurídica:
Distingue materiales jurídicos distintos a las reglas (principios y directrices).
Rechaza teorías semánticas de la interpretación de carácter puramente lingüístico y propone un
concepto interpretativo del derecho.
El modelo interpretativo admite que el juez está precondicionado por elementos contextuales y
valorativos.
Conecta el derecho con la moral.
Los casos difíciles tienen una sola respuesta correcta.
El fenómeno jurídico se encuadra en tres etapas interpretativas.
ALBERT CALSAMIGLIA:
RONALD DWORKIN:
Dworkin critica el modelo iuspositivista de Hart, debido a que el jurista inglés reconoce que hay ocasiones
en las que la respuesta al caso concreto no se encuentra previsto en una norma, razón por la cual el juez
debe resolver con base en su discrecionalidad a fin de crear una norma nueva o completar una
preexistente.
Dworkin, asimismo, critica el modelo jurídico de John Austin consistente en una serie de mandatos
(emitidos por el soberano) que resultan obligatorios para la sociedad y que, en caso de no ser obedecidos,
acarrean una amenaza de coacción (sanción) es objetable ya que no hay diferencia entre dichos
mandatos (que es considerado derecho válidamente creado) y los mandatos de un bandolero que obliga a
alguien a darle sus cosas so pena de matarlo si no obedece.
A diferencia de Austin, H.L.A. Hart elabora una teoría jurídica más elaborada, pues (1) reconoce la
existencia de normas de diversas categorías lógicas —primarias y secundarias—; y, (2) niega que, tal como
lo sostiene Austin, el derecho se trate de una serie de mandatos con una amenaza de coacción para su
incumplimiento.
Las normas jurídicas primarias son las que conceden derechos e imponen obligaciones a los miembros
de una comunidad.
Las normas jurídicas secundarias son las que establecen cómo y por quién pueden ser formadas,
aprobadas, modificadas o extinguidas las normas primarias.
Así las cosas, una norma se diferencia de una orden (como la del bandolero armado) porque tiene su origen
en una persona dotada de autoridad para emitirla (si no es autoridad, no hay tal norma, pues no se
convierte en norma solo por el deseo de alguien) y, a su vez, dicha autoridad debe provenir de otra norma.
La autoridad de una norma tiene dos orígenes posibles:
Que el grupo social la haya aceptado como tal (opinio iuris). Así, una práctica (inveterata
consuetudo) solo se convierte en norma cuando así lo aceptan los participantes.
Que dicha norma se haya promulgado de conformidad con una norma secundaria se considera
que las normas que son obligatorias por haber sido creadas de acuerdo a lo establecido por otra
norma, son válidas.
En resumen, desde la perspectiva de Hart, una norma es obligatoria: (1) porque es aceptada; o, (2) porque
es válida.
La regla de reconocimiento es aquella por virtud de la cual se determina lo que forma parte del sistema
jurídico de una comunidad, es decir, con ella se identifica qué es Derecho y qué no lo es.
Asimismo, la regla de reconocimiento es la única regla cuya fuerza obligatoria depende de su aceptación.
Tanto Hart como Austin reconocen que las leyes tienen límites borrosos (esto es, que tiene una
“contextura indefinida”), razón por la cual, ante los casos difíciles, los jueces gozan de discrecionalidad
para resolver dichos asuntos mediante leyes ad hoc (ya sea que las creen o que integren las preexistentes).
Dworkin añade al sistema normativo normas extrajurídicas a las que denomina principios y directrices.
Las directrices son normas que establecen metas que han de alcanzarse, generalmente, buscando
el perfeccionamiento de un aspecto político, social, económico, etc. (vgr. política pública en
materia de seguridad).
Los principios son normas que es necesario observar porque es un imperativo de justicia, de
honestidad o de alguna otra dimensión moral.
Las normas jurídicas se aplican bajo la fórmula “todo o nada”, es decir, o se aplican o no se aplican, no
pueden aplicarse parcialmente. Así, si se cumple el supuesto de hecho previsto por ellas, y la norma es
válida, entonces debe aplicarse la sanción en ella establecida.
A diferencia de las normas, los principios no generan, indefectiblemente, las consecuencias previstas para
cuando se cumplen las condiciones previstas (vgr. excepciones al principio de que nadie puede
aprovecharse de su iniquidad y la prescripción positiva de mala fe).
Los principios, a diferencia de las normas, presentan la dimensión de peso específico o importancia
(ponderación).
Dworkin critica la teoría del arbitrio judicial sostenida por los positivistas, debido a que señala que, para
que tal conducta judicial sea válida, debe existir una norma que autorice a los jueces a modificar una ley
existente, pero, si no existe, entonces no se justifica su actuar desde una perspectiva netamente
iuspositivista (que consideran al derecho solo como un sistema de normas y excluyen a los principios),
razón por la cual habría una laguna en las teorías positivistas porque no explican cómo sucede esto y
deciden adherirse a la postura del arbitrio judicial.
Los principios dan respuesta a la interrogante de cuán pueden los jueces modificar una ley existente:
La primera respuesta consiste en que el juez estime que la modificación favorecerá una directriz
o servirá a algún principio y que dicha directriz o principio justifican tal modificación.
Una segunda respuesta consiste en que, cuando el juez se proponga modificar una norma, tome en
consideración la existencia de otros principios y directrices que desaconsejan su actuar (vgr.
supremacía legislativa).
Dworkin sostiene que, a diferencia de lo que postulan los positivistas (respecto de que cuando la ley
presenta contextura indefinida, los jueces deciden con base en su arbitrio), los jueces nunca actúan
discrecionalmente, ya que existen principios y directrices que rigen su actuar.
1
Dworkin postula que es muy peligroso que los jueces resuelvan con base en la discrecionalidad ya que esto implicaría
que el juez se arrogara facultades de creación de normas o, peor aún, que se deje a su arbitrio los derechos de los
individuos lo cual significaría no tomarse en serio los derechos.
2
Dworkin da especial relevancia al derecho a la igualdad que, según él, es el más importante de todos los derechos.
Así, todos los derechos fundamentales son principios, pero no todos los principios son derechos
fundamentales.
Ejemplo de algunos principios constitucionales3 que no son derechos fundamentales: sistema federal como
forma de Estado; república representativa como forma de gobierno; división de poderes; soberanía
nacional; autorregulación de los partidos políticos; separación del Estado y la Iglesia.
Los principios de la Constitución son aquellas directrices elementales para mantener la vigencia de esta
(vgr. supremacía, inviolabilidad, reformabilidad, etc.)
Por otra parte, los principios generales del derecho pueden entenderse como reglas orientadoras para el
conocimiento, interpretación y concretización de las normas jurídicas. Sin embargo, los principios
generales del derecho pueden encuadrarse en un contexto axiológico, identificándose con los principios
morales.
La diferencia esencial entre los principios generales del derecho y los principios morales (considerados
como derechos fundamentales), radica en que los primeros son utilizados para llenar los recovecos del
sistema jurídico, mientras que los segundos no cumplen esa función, sino que su campo de acción es en
otro sentido más amplio.
3
Se toma el término en sentido estricto (pues en sentido amplio abarca a los derechos fundamentales). En este orden
de ideas, los principios constitucionales se definen como todas aquellas cláusulas, directrices o bases que estructuran la
conformación, funcionamiento, organización, desarrollo y permanencia del Estado democrático.
BIBLIOGRAFÍA
Calsamiglia, Albert, “Ensayo sobre Dworkin”, en Dworkin, Ronald, “Los derechos en serio”, trad. Marta
Guastavino, Ariel, Barcelona, 2012, pp. 7-27
Cárdenas Gracia, Jaime, “La argumentación como derecho”, UNAM, Instituto de Investigaciones Jurídicas,
México, 2007, pp. 65-73
Dworkin, Ronald, “¿Es el derecho un sistema de normas?”, en Dworkin, Ronald (coord.), “Filosofía del
Derecho”, 2ª ed., trad. Javier Saínz de los Terreros, Fondo de Cultura Económica, México, 2014, pp. 107-159
Romero Martínez, Juan Manuel, “Estudios sobre la argumentación jurídica principalista. Bases para la toma
de decisiones judiciales”, México, UNAM-IIJ, 2017, pp. 41-47