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SOFÍA ÁLVAREZ
Junto al padre Mario García, sacerdote español, párroco del pueblo, doña Sofía les exigía
y les quitaban casi de las manos a los campesinos que eran traídos por los soldados y los
comisionados al destacamento militar de El Chal, desde distintos caseríos, cooperativas,
aldeas y parcelamientos. A mucha gente se les vio entrar, pero a pocos se les vio salir.
Son algunos de los relatos que se escuchan de vecinas y vecinos que vivían cerca del
recinto militar.
Respecto al testimonio de vida de Sofía, nos marcó la vida a muchas y muchos. El año
2000 tuve la oportunidad de salir, por primera vez de Guatemala hacia Roma, Italia. Fuí
elegida por la Pastoral Juvenil, para representar a los jóvenes del Vicariato Apostólico de
El Petén en la Jornada Mundial de la Juventud –JMJ– y al encuentro con el Papa Juan
Pablo II. En ese encuentro había más de 4 millones de jóvenes provenientes de todo el
mundo, cantábamos, hacíamos peregrinaciones y pedíamos a Dios en distintos idiomas.
Un día en una parroquia de Roma estábamos reunidas como 500 o más personas de habla
hispana y personas que aman el castellano. Nos dieron la palabra a quienes quisiéramos
contar algún testimonio sobre alguna persona que conociéramos, que había marcado
nuestras vidas y que nosotras creíamos que eran personas fieles al seguimiento de Jesús.
Salí desde mi asiento y caminé con paso firme hacia enfrente. No dude en hablarles de
Sofía Álvarez, quería que muchos más en el mundo supieran, sobre esa gran mujer,
ejemplo de mi tierra. Recordé la vez que quisieron llevarla a España de parte de la
parroquia y pidió que no se gastaran el dinero en el viaje, que con eso invertirían mejor
en comprar láminas, para el techo de las casas de algunas personas pobres de la
comunidad. Hasta allí y más allá llegaba y llega su corazón, su entrega por los
desfavorecidos y desfavorecidas del sistema de injusticias.
¿Cómo no admirar a un ser humano como Sofía Álvarez? Quisiera que en esta sociedad,
donde conforme avanza la historia, nos deshumanizamos más y donde no se imitan los
buenos valores que engrandecen a las personas, nazcan más Sofías. Cuántos más ejemplos
tenemos como guatemaltecas y guatemaltecos, de personas que —desde la sencillez,
desde no quedarse callados ante las injusticias, arriesgando sus vidas y desde el corazón—
nos recuerdan que se puede ser diferente y que la construcción de otro mundo es posible.
No es preciso tener títulos universitarios, doctorados, para contribuir a este país. Muchos
y muchas ya hicieron el bien, solo desde el impulso que les dio el corazón y los sueños.
@eguizelMoRa