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En

el Año 2063

Por

Ulrich


"El tiempo que transcurre es la verdad que huye."


-Pensamiento de jurista-

¡Zaguán!

"-Me llamo Daniel, Daniel Herrera.


-¿Si?
-Quiero estar cesante por decisión propia.
-¿Viene solo?
-Si
-Toque el ocelo en movimiento al emerger la letra C, le dijo la mujer en
tono monocorde y sin levantar su vista de la pantalla (como era su costumbre
desde que se inició como pasante de datos en la sección de muertos), al tiempo
que le dio vuelta a la llave que activó el mecanismo de la fuente de luz que
lanzó, hacia arriba y hacia abajo, y en todas las direcciones, las letras del
alfabeto que identifican las distintas salas de desustanciación existentes y que
a esa hora temprana de la mañana aún se encontraban suspendidas, como si
fueran balotas de la suerte en espera de empezar a girar sobre sí mismas,
entrechocándose unas con otras, sobre el fondo vacío, para luego salir
expulsadas hacia el interior del holograma como ondas multicolores en
difuminación, cada vez que el mecanismo desplazaba al único objeto visible
que parecía estar ahí, sobre la superficie lisa de cristal de siliceno, como un
gran ojo nauplio a la deriva buscando entrampar la mirada de todo aquél que le
observara.
Daniel dirigió firmemente su mano en dirección al ocelo en movimiento,
justo en el instante en que creyó ver emerger la letra C, dispuesto a concluir lo
que ya había decidido esa mañana apenas hizo el ademán de levantarse por
última vez. Recién cumplidos los 54 años no sentía ningún deseo de seguir
viviendo. Al tocar el objeto seudoviscoso, las letras viraron hacia dentro y una
gran D emergió del negro hueco que engulló las otras tres. Sorprendido, miró
a la mujer que seguía distraída con la pantalla y carraspeó, llamándole la
atención.
-¿Si?
-Salió D
-Sala uno, un pasillo adelante y dos al fondo, puerta a la derecha, marcada
con la letra D
-Usted me sugirió que esperara hasta ver salir la letra C y eso hice, pero en
vez de una C emergió una D, insistió en decirle a la mujer que seguía sin
mirarle.
-No hay ningún fallo. Dijo que vino solo, ¿no? Y si no tiene ningún
familiar o algún conocido a quien donarle sus ... la mujer pareció suspenderse
por un momento contemplando otra posibilidad, pero la descartó de inmediato
diciéndose a sí misma: ¡Claro que no!, de lo contrario usted no hubiera venido
solo.
Resignado, Daniel encaminó sus pasos hacia la sala D. Al cruzar la puerta
de acceso a la sala, los censores de luz se activaron dando paso a una luz
medianamente lúgubre y fría. No parecía haber nadie más que él en ese lugar.
Por el ventanal, con vista a la zona izquierda colindante con la primera sala,
vio pasar un grupo de personas que estaban riendo y cuchicheando entre sí
como si estuvieran de fiesta, y que, justo en ese instante, hacían su ingreso a
otra área del complejo de salas del centro de desustanciación, marcada con una
letra que no alcanzó a distinguir muy bien de cuál se trataba, aunque estaba
claro que no podía ser la D. Daniel hizo amago de no querer estar más allí,
pero ya estaba allí. La puerta del fondo se abrió y alguien, bajo el dintel de la
puerta, le indicó que lo siguiera.
-Quítese todo y déjelo ahí, le pidió el oficial señalándole la canasta de
acero reluciente que tenía enfrente. Lo suyo es con la municipalidad, según
entiendo.
-Tengo un hijo, pero hace veinte años que no sé de él. No sé dónde está, ni
qué hace, ni si vive sólo o acompañado, o si está vivo o hace rato que murió.
No tengo contacto con nadie, vivo solo, no trabajo, no tengo amigos, ni a
nadie a quien le importe lo que haga con mi vida. Hace cuatro años que estoy
de baja, por motu propio, y ya no quiero vivir más, eso es todo, pero no
hubiera querido que fuera así.
-¿Que fuera así qué?
-Pues esto de que me saliera una D. Nunca me vi como un D. Vivo a mi
manera y ahora quiero morir sencillamente, pero no quiero aparecer al final
como si toda mi vida hubiera sido un D. Eso no lo quiero yo.
-¿Y qué más da? ¿A usted que le importa eso después de todo?, le espetó
con rabia el oficial y con ademán de desprecio le señaló la puerta de acceso a
la tercera sala diciendo: "al fondo está su futuro".
Una leve contracción intestinal me advirtió que no había estado nada bien
que el oficial dijera eso. Todo tiene su límite, pensé en un instante de lucidez
repentina, y sentí náuseas. Los músculos de mi cara endurecieron y un deseo
infinito de hacer daño melló el engrama de mi cerebro, desencadenándome en
el acto una furia incontenible que casi me ciega por completo. Reaccionando
sin pensarlo, agarré la canasta de acero que tenía enfrente y la descargué sobre
la cabeza del oficial con toda la fuerza que de repente me sobrevino,
desnucándole en el acto."
-Hasta aquí llega la transcripción literal de la primera parte que logré
organizar luego de comparar lo dicho por el detenido con lo poco que quedó
registrado por el sistema de captura de imágenes digital que antiguamente
estuvo conectado a la vieja mini cámara que dejaron olvidada cuando las otras
fueron retiradas. Seguramente, quien la olvidó no cayó en cuenta de revisar
que todo el sistema de captura de imágenes y sonido quedara anulado, le dijo
el segundo oficial adjunto al oficial primero que en ese momento se dirigía
hacia donde estaba el oficial encargado de hacer el interrogatorio.
-Sí, ya me enteré, le respondió el oficial primero al segundo al pasarlo y
dejarlo atrás mientras caminaba en dirección hacia donde se encontraba el otro
oficial, y sin intención de detenerse, continuó diciendo que eso ya estaba
consignado en el acta borrador que le había tocado revisar unas horas antes;
pero se detuvo, y volteándose hacia el segundo oficial que acababa de dejar
atrás, le indicó que el experto en sistemas holográficos antiguos que había
estado toda la mañana evaluando el sistema de intercomunicaciones del centro
de desustanciación era quien había dejado constancia de ello al encontrarse
con esa extraña circunstancia mientras hacía la revisión de las distintas
entradas fuente que aparentemente estaban en desuso.
-A propósito, ¿sabía usted que el hecho de que la mini cámara haya
funcionado hasta el momento mismo del homicidio no fue sino una pura
casualidad?, le dijo llamándole la atención sobre esa circunstancia que le
pareció inusual y sorprendente y esto mismo le dijo al oficial encargado de
adelantar el interrogatorio cuando llegó hasta el sitio donde este se encontraba
con el detenido, precisando que, de acuerdo con el oficial experto que revisó la
mini cámara, la fuente de energía adicional no podría haber durado hasta más
allá del momento del homicidio por cuestiones lógicas, pues había llegado al
término de su vida útil.
-Ya veo, dijo, sin mirarle, el oficial encargado del interrogatorio.
El segundo oficial adjunto, siguiéndole los pasos al primero, llegó hasta el
lugar en el que se encontraban los dos oficiales y el detenido, sosteniendo en
su mano derecha la mini cámara que unas horas antes le había dejado el
revisor experto y les informó sobre lo que pensó que era un detalle importante
a tener en cuenta. Esto les dijo al llegar a ellos:
-Por el ángulo desde donde fueron capturadas se ve que todas las imágenes
fueron captadas desde una de las esquinas del fondo de la segunda sala del
complejo D del centro de desustanciación donde ocurrió el homicidio. A
ninguno de los dos, sin embargo, le pareció importante destacar eso.
El primer oficial, entretanto, al revisar las notas que ya habían sido
transcritas por el auxiliar primero del técnico experto, observó extrañado que
debían ser asentadas por la autoridad competente para que pudieran ser
consideradas como primer borrador oficial del acta, pero se encontró con que,
curiosamente, la autoridad competente para hacerlo, en este caso en particular,
era el alto Tribunal para la Administración de las Cosas Pretéritas y por
Recuperar. Sorprendido, revisó de nuevo la orden y, efectivamente, eso decía.
Según la orden que acompañaba las notas, tanto el borrador del acta como lo
que se redactara luego de cotejar todos los tópicos posibles, debía ser
refrendado y sellado por la oficina de archivo de casos pretéritos y por
recuperar. Qué extraño, pensó este oficial adjunto, y no se le vino a la mente
nada en concreto, por lo que derivó su inquietud hacia el oficial encargado de
adelantar la diligencia de indagatoria.
-Qué extraño, señor oficial encargado, esto en verdad es muy extraño. Que
yo sepa nunca antes se había dado una orden como ésta.
-¿Y no les parece también extraño que los visores de detección de
emociones violentas no estuvieran colocados?, preguntó a su vez el segundo
oficial adjunto mirando alternadamente a uno y a otro de los dos oficiales que
tenía enfrente.
-Sí, es extraño, confirmó el oficial encargado, un poco distraído y algo
fastidiado por haber tenido que salir esa noche fría a ocuparse de trabajo extra.
Ya tendremos oportunidad de saber algo más al respecto, continuó diciendo,
con notorio desdén. Mas, al notar que el recién llegado sostenía en su mano
derecha la mini cámara que le había devuelto el oficial experto, le llamó la
atención pidiéndole que se la entregara a su asistenta para que ella pudiera
llevarla cuanto antes al laboratorio de imágenes de alta resolución y solicitar
que le hicieran un análisis exhaustivo 'por si alguna otra cosa hubiere ahí que
pudiera ser de interés para el representante representativo de la sala de
seguridad extensa e inextensa', le dijo resuelto, y, en seguida, se volteó hacia el
asiento que ocupaba el detenido a la espera de las preguntas que estarían por
hacerle.
-Y bien, ¿qué pasó después?, le preguntó a boca de jarro el oficial
encargado del interrogatorio al detenido Herrera.
Y esto fue lo que respondió Daniel:
"Tengo que aclarar que la última imagen en la que aparezco golpeando al
oficial deja ver claramente que la reacción repentina que tuve en ese momento
fue producto de un acto automático que me dejó en estado de perplejidad, por
lo que, estupefacto, -debo decirlo-, sentí urgencia de salir de aquel lugar
corriendo, y fue así que salí con premura sin que nadie se percatara de mi
angustiada salida. Y no era porque estuviera huyendo que me dio por salir
corriendo de ahí. Simplemente corrí. Si después seguí corriendo o no, no lo
recuerdo; solo recuerdo estar caminando por las calles, sin rumbo fijo.
Tampoco recuerdo por cuánto tiempo estuve caminando indeciso hacia
ninguna parte, pero debió haber sido durante todo el curso del día pues caminé
y caminé hasta que el cielo se fue poniendo de un color gris negruzco como el
que suele tener con la caída de la tarde. 'Muy seguramente me estarán
buscando por todas partes', recuerdo que pensé al momento de levantar mi
vista al cielo, pero no supe que pensar después. Sólo seguí caminando hacia
ninguna parte, completamente aturdido, hasta que una mano me haló con
fuerza hacia el interior de una puerta que a mi paso se abrió de improviso.
Luego, todo fue oscuridad. Solo recuerdo que sentí mi cráneo golpear contra
algo duro, y que caí al instante desmayado. Y si usted me lo preguntara ahora,
no sabría qué responderle. Se lo aseguro oficial. Yo mismo no sé cómo logré
llegar hasta aquí, y ni aún ahora -aunque lo intente de veras-, puedo recordar
por qué vía fue que llegué realmente. Lo que sí me queda claro es que tuvo
que haber sido por una de las vías que ustedes no habían logrado identificar
aún a pesar de las múltiples redadas que hicieron después del último golpe
dado por la mujer que vi en ese momento auscultándome con curiosidad y
simpatía cuando pude volver en mí. Pues eso fue lo primero que vi apenas
recobré el conocimiento, la cara de la mujer que en las proyecciones
holográficas ustedes identifican como 'Sonia, la equilibrista'. La reconocí en
seguida. Todos aquí saben que su imagen copaba las pantallas holográficas de
la ciudad todas las mañanas a primera hora del día, recordándonos su
condición fugitiva, aunque nunca haya estado presa, según lo supe por ellos
horas después. Recuerdo perfectamente haber visto su imagen proyectada,
semana tras semana, desde cuando apareció su rostro, hace ya seis meses, y
hasta el día de anteayer, en que decidí dejar todo atrás. Eso lo tengo
absolutamente claro ahora, y aunque en ese momento, estando en el suelo
semiinconsciente, no las tuviera todas conmigo, -aún veía nublado, si mal no
recuerdo-, seguía creyendo que era ella, y quise confirmarlo, por cierto, pero al
intentar abrir los ojos un poco más para corroborarlo mejor, sentí un fuerte
tirón que me hizo cerrarlos de nuevo. El bloque ocular izquierdo parecía estar
fijo, y la presión del tirón que sentí en ese instante me fue en aumento con la
irrupción abrupta de los que llegaron al lugar donde estaba tendido queriendo
saber quién diablos era yo y cómo había podido llegar hasta allí alguien que no
fuera miembro de la organización de la luz.
"Y es que era incomprensible que hubiera podido llegar hasta allí sin que
me hubieran seguido los oficiales mediante el rastreo del chip de
identificación biológica que llevaba incrustado en mi brazo derecho, -cosa que
aún no me lo explico del todo-, y sin embargo, ahí estaba yo, Daniel,
encarando a los 'encausados' con mi alelado mutismo que dejó a todos sin
poder atinar a decir: a este lo conozco yo. Mis ojos rocambolescos al fin
lograron desprenderse de la mujer cayendo sobre la cara del 'Indio', el hombre
al que la mujer llamó a su lado tan solo unos segundos después de haber
vuelto en sí.
-¿Lo reconoces?
-No, repuso el 'Indio'.
"Solo esto les oí decir. Dos horas después, entrada ya la noche y habiendo
intercambiado algunas impresiones que nos permitió a todos volver a entrar,
unos y otros, en un estado de confianza generalizada, vine a enterarme por el
Indio, -quien terminó dándome la bienvenida-, que me encontraba en la sede
principal del cuartel general de los caballeros de la luz al que ellos mismos
llaman el Zaguán de los Catires.
"Ese día estaban en conferencia y por eso había en el salón un grupo
considerable de ellos. El Indio les dio la bienvenida a todos, señalando la
importancia de empezar a preparar el gran golpe para el día ..."
En este punto el oficial que entregó el acta dejó una constancia explicando
que no aparecía reseña alguna del día en que se iba a dar el golpe (a pesar de la
insistencia al detenido para que precisara lo que tenía para decir al respecto),
porque no le había sido posible lograr, al oficial encargado de hacer el
interrogatorio, que recordara la fecha en que este se llevaría a cabo.
-A propósito, la anotación que hay aquí es un poco extraña, le hizo saber al
alto Magistrado la Magistrada auxiliar que venía de leer con él el acta.
-¿Por qué le parece extraña?, le preguntó el alto Magistrado.
-Pues por lo que dice, pero, además, porque pareciera haber sido añadida
después. Si es así, ¿no sería algo curioso?
-A ver, veamos qué tan curioso es. ¿Qué es lo que dice? Dígalo en voz alta,
le pidió el alto Magistrado a la Magistrada auxiliar.
La Magistrada auxiliar se acomodó las gafas y rápidamente leyó lo que la
nota decía.
-La nota dice que Daniel no pudo decir para cuándo tenían previsto los
Catires adelantar la acción propagandística que venían preparando porque,
justo en el momento en que el Indio estaba por mencionar la fecha en que lo
harían, una imagen fugaz hizo irrupción en su mente ... (aquí entre paréntesis
hay una observación que dice: en palabras del interrogado), continuando
luego: "y fue como si algo hubiera estado allí al acecho en espera de emerger
en cualquier momento". Qué curioso. Esto si me parece muy curioso. ¿A usted
no? ¿No ve curioso que la nota haya sido añadida después y que el relato
continúe como si nada hubiera sido añadido?
-Por favor siga leyendo, le increpó el alto Magistrado que ya empezaba a
impacientarse con los comentarios al margen de la Magistrada auxiliar
-Entonces sigo, dijo resignada la Magistrada auxiliar, y continuó:
"Esto manifestó el detenido entre duda y sorpresa, y dijo, además, que ese
algo tenía forma de una X que al parecer marcaba lo que estaba escrito en un
tipo de hojilla que no había visto nunca antes, pero tampoco supo precisar
dónde ni cuándo fue que la pudo haber visto, ni por qué la veía nítida ahora
que yo se lo preguntaba, por lo que este oficial se quedó sin poder saber nada
sobre la fecha que había mencionado el Indio.
"¡Vaya comentario tan enrevesado éste para decir nada, estos oficiales de
ahora sí que se las dan de... Bueh!, qué fastidioso es todo esto, dijo el alto
Magistrado, esforzándose por contenerse y evitar decir algo que pudiera sonar
hilarante a esa hora del día en relación con ese asunto en el que ahora estaban
envueltos, y en cambio llamó la atención de todos sobre lo que acababan de
escuchar, diciendo lo siguiente:
-Acaban ustedes de escuchar el primer testimonio recogido por el oficial a
cargo de tomar la declaración judicial al sentenciado Herrera la noche en que
fue detenido junto con los otros sentenciados. Esta primera parte del acta está
firmada por él y fue debidamente sancionada por este tribunal para garantizar
su custodia, habiendo sido guardada desde entonces bajo clave en la sede del
archivo general ubicado en el complejo de oficinas administrativas
responsables de conservar seguro todo lo relativo a las cuestiones litigiosas del
pasado remoto.
Luego de decir esto, visiblemente emocionado, hizo esta extraña
observación:
-Hasta ahora apenas si han transcurrido siete días desde que se produjo el
asesinato del oficial encargado de atender la sala D del centro de
desustanciación, y con lo poco que ya han escuchado de lo que va leído del
acta, tienen suficiente para irse formando una idea de por qué solicité que
fuera leída la declaración en su integridad antes de pasar a las deliberaciones
para las que los he citado hoy. Como ven, estamos en las preliminares, pero
muy pronto vamos a poder ser testigos privilegiados de todo lo que pudo haber
visto u oído Herrera durante esos dos días en los que permaneció en compañía
de la plana mayor de los tales Catires o Caballeros de la luz, como se
autodenominan ellos.
Y habiendo dicho esto, a una señal suya, la Magistrada auxiliar -que estaba
ahí para hacer las funciones de secretaría durante todo el tiempo que durara la
sesión- se levantó de su silla y se desplazó hacia el lugar dispuesto como
tribuna para leer en voz alta el texto que aparecía en el dispositivo holográfico
de lectura que previamente le pasara el alto Magistrado. Una vez allí, comenzó
a leer lo siguiente:
"En aquellas horas en que dijo haber estado tan despabilado y atento como
dijo estarlo mientras prestaba declaración judicial ante el oficial designado por
el Presidente Seccional de la sala de seguridad extensa e inextensa ..."
Sin embargo, una vez empezada la lectura, la Magistrada auxiliar sintió la
necesidad de detenerse para poder hacer la siguiente aclaración:
-Lo que viene está expresamente reseñado en el acta a solicitud del alto
Magistrado con el fin explícito de resaltar que, en ese momento, según le
aclaró después el oficial a cargo de la indagatoria, el señor Herrera fue
enfático en afirmar que no tenía ninguna razón para estar callando nada en
relación con los denominados Catires. Esta es una nota que también está
refrendada con la firma del oficial. Hago notar este resaltado porque, si bien se
trata solo de un pequeño detalle, este pequeño detalle va a ser grande en
consecuencias, como quiera que está en correspondencia litigiosa con la
solicitud de detener toda ventilación pública del caso en cuestión hasta tanto
no se resuelva la petición que hace solo un par de horas fue dejada por el
emisario del señor representante de la sala de conteo y estadística en la
secretaría de este tribunal que, como ustedes saben, ha estado al frente de este
juzgamiento de los Catires.
Estaba la Magistrada auxiliar haciendo esta aclaración cuando fue
interrumpida por el alto Magistrado.
-Ahora soy yo el que debe ser enfático para decir lo que tengo que decir en
relación con esto que sigue-, se apresuró a intervenir, sorprendiendo a todos
por la rapidez con que lo hizo cuando apenas si había terminado de decir lo
suyo la Magistrada auxiliar, lo que provocó que algunos despabilados
reaccionaran abruptamente poniendo más atención de la que hasta ahora
venían poniendo, y todos escucharon que lo que dijo, lo dijo con rabia
contenida, a la par que lo hizo señalando con su dedo índice hacia el lugar
donde se encontraba sentado el representante representativo de la sala de
conteo y estadística para la Subregional del SurOeste, el señor Elías Canuto.
-El señor Canuto, -comenzó diciendo el alto Magistrado-, pretendiendo
desconocer la validez probatoria del modo como fue llevado a cabo el juicio
de los detenidos Catires en el día de ayer, ha puesto en entredicho la legalidad
de todo lo actuado al interponer una acción de esclarecimiento por cuestiones
que -según él-, podrían terminar afectando el buen ejercicio de una de las
funciones a él encomendadas por el Consejo Mundial, precisamente, la que
deriva de la que ahora está en cuestión justamente, la función que actualmente
presta por delegación el señor Adalberto Cadaviedes. Sabemos que es este
señor Cadaviedes y su subalterno inmediato, el señor Virgilio Armesa, los que
deben responder por lo sucedido en el centro de desustanciación y que no es el
representante representativo el directamente responsable de hacerlo en
principio, por lo que ha exigido que se libere de toda constricción oficial el
centro de desustanciación para que pueda seguir operando.
El alto Magistrado, visiblemente conmocionado, cosa bastante extraña e
inusual en él, continuó diciendo:
-Pues bien, aún es pronto para resolver eso. Y ahora que ya están enterados
de la manera como inició todo este embrollo, van a querer saber, igual que yo,
la razón de por qué se ha querido mezclar lo que pasó con las demás cosas con
las que se lo ha querido mezclar, a sabiendas de que no están lo
suficientemente correlacionadas como para que se siga insistiendo en que sí,
en que están correlacionadas, como han querido algunos que esto se vea.
Como quiera que no para todos fue clara la intención de esta Magistratura
cuando le solicitó al pleno del tribunal que le permitiera hacer una lectura sin
censura de toda el acta de detención antes de dar paso a las deliberaciones para
las que fueron citados hoy, sepan que es mi deber insistirles en que el alto
tribunal tuvo fundadas razones para darle vía libre a esta petición nuestra y
negar en cambio la demanda de esclarecimiento que presentó el emisario del
señor Canuto ante este tribunal hoy temprano en la mañana. Y digo todos, y lo
incluyo a usted también, señor Canuto-, terminó diciendo el alto Magistrado,
señalando nuevamente, con su dedo índice, hacia el lugar en el que se
encontraba el representante representativo de la sala de conteo y estadística.
Al detective Lampeduza tal determinación del alto Magistrado no lo cogió
por sorpresa, y antes por el contrario, lo hizo sentir muy bien y muy conforme
con ella, pues le pareció que el alto Magistrado estaba haciendo gala de
imparcialidad de juicio y ponderación de conducta, muy acordes con la
expectativa que se había hecho de lo que iba a ser ese encuentro de
autoridades cuando fue llamado, él también, por el Tribunal de Cosas
Pretéritas y por Recuperar para que participara igualmente en esas
deliberaciones, a sabiendas de que ahí también estaría presente el
representante Canuto, de quien no se había hecho una muy buena imagen en
las distintas ocasiones en que había tenido que vérselas con él. Como pudo, se
reacomodó en su silla para atender mejor lo que tenía para decir el alto
Magistrado.
-Tengan todos muy presente, -siguió diciendo el Presidente del Tribunal de
las Cosas Pretéritas y por Recuperar-, que lo que aquí se ha decidido se ha
hecho 'para despejar toda duda' y, por esto mismo, desde ya anticipo que la
razón que me mueve como presidente de este tribunal para actuar así va más
allá de querer simplemente reseñar de nuevo lo que se ventiló el día del
interrogatorio hecho a la plana mayor de los Catires, y mucho más allá de
querer hacer una simple lectura, aunque sea total, de las declaraciones dadas
por el sentenciado Herrera en ese momento. De hecho, -dijo el alto Magistrado
mirando otra vez hacia el lugar en el que se encontraba el representante
Canuto-, esta medida está en consonancia, si ustedes así quieren verlo
también, con el deseo de esclarecimiento solicitado por el señor Canuto, pues
mi intención, -y en esto he sido suficientemente claro con quienes han tenido a
su cargo la transcripción del acta durante el transcurso de estos cinco días que
han pasado desde que se llevó a cabo el primer interrogatorio-, mi intención,
les decía, no ha sido otra que la de garantizar que, una vez recogido el
testimonio, -llamémoslo así-, del interrogatorio hecho, no sea necesario
preámbulo ni presentación alguna y que sólo baste con lo escuchado, para
hacerse una idea exacta que permita ver, a tiro de flash, el trasfondo de todo lo
sucedido. Sepan ustedes que este asunto del homicidio bien podría haber
quedado olvidado, si así lo hubiéramos querido. La Administración Judicial de
Asuntos Pretéritos no ve nada malo en ello, si eso es lo que se espera de este
tribunal. ¿Es la costumbre, no?, esto de dejar pasar lo que no es de hecho
trascendente ni significativo. Que suceda un homicidio, no es algo como para
uno encalambrarse. Al fin y al cabo, homicidios seguirán habiendo mientras la
raza humana siga existiendo, pero pretender reorientar la acción de la justicia
en torno a querer resolver este homicidio vinculándolo con otras cuestiones
que no ajustan al caso, no es lo más propio ni lo más jurídico que digamos.
Ustedes saben que, en los casos de homicidio, según lo dispone el artículo 42
del código de conducción ciudadana, basta con dar muerte al que mata para
que todo el asunto quede arreglado. ¿Por qué entonces esta insistencia en
querer hacer pasar lo que no pasó, como si hubiera pasado? Y sin embargo,
ahora me cuestiono y por eso pregunto: si permitimos que lo sucedido pase
inadvertido y quede todo atrás para que el tiempo se encargue de hacer lo
suyo, ¿qué sería entonces de la buena administración encargada de hacer
justicia pretérita? En verdad, ¿podemos dejar las cosas como están en este
punto?
Un silencio infinito, que alcanzó a durar un segundo, congeló los ánimos
de todos los presentes. A Lampedusa, la figura honorable del alto Magistrado
se le creció de pronto y el súbito relieve que adquirió le hizo sopesar, por
instantes, la gravedad de esa pregunta hecha sin tapujos, agradeciendo
internamente el haber confiado en su sombra protectora cuando hubo de
necesitar una ayuda para salir airoso del apuro extremo en el que se vio al ser
requerido por los oficiales adscritos al señor Canuto la última vez que quiso
volverse desde donde se encontraba averiguando lo que había ido a averiguar
sobre los Ultra.
-No permitiré que esta vez haya lugar a interrupción alguna, continuó
diciendo el alto Magistrado, indicando que no iba a permitir ningún
comentario que cualquiera sintiera la necesidad o el deseo de hacer, bajo
ningún pretexto. Y ahora no vayan a suponer lo que no está sucediendo ni cabe
pensar que pueda suceder, -se anticipó en advertir a todos-, pues no hay, en la
medida que acaba de ser tomada, coartación alguna de mi parte. Que la queja
entregada a este tribunal por el emisario oficial del representante
representativo de la sala de conteo y estadística fuera rotundamente desechada,
por no estar lo suficientemente contextualizada, ni haber sido formulada con
base en testimonios ciertos, es lo que nos ha dado la razón. Sepan ustedes, por
lo demás, que la queja en mención puso en entredicho la idoneidad y
honestidad de este alto Magistrado al poner en cuestión todas sus actuaciones
durante el juicio contra los Catires llevado a cabo en el día de ayer al haber
señalado que, según todo parecía indicar, había sido muy evidente que no se
había querido ahondar lo suficiente en las motivaciones que hubieran podido
estar detrás de todas las acciones terroristas llevadas a cabo por los detenidos,
por lo que, -y estos fueron los términos precisos en los que fue presentada esta
demanda-, de esta forma resultaría más que materialmente imposible
demostrar la responsabilidad de los señores Catires en el asesinato del oficial
del centro de desustanciación. Pregunta el demandante Canuto: ¿Por qué no se
valoró lo suficiente la procedencia del panfleto que tenía en su mano izquierda
el oficial del centro de desustanciación que apareció muerto? ¿No encontraron
uno similar en el apartamento del homicida? ¿Por qué se desdeñó su
correlación si a simple vista es más que evidente que esos dos elementos
estaban fuertemente correlacionados? ¿No apuntaban a señalar directamente a
quienes pudieran haber sido los homicidas justamente? Y esto último, -que
aparentemente es cierto-, es perversamente cierto en su apariencia, manifestó
el Magistrado, con gestos de desprecio. Sepan ustedes, -continuó diciendo-,
que es en razón de esta misma claridad exigida por el peticionario de la
demanda que he solicitado lo que he solicitado, dijo finalmente, y acto
seguido, afirmó con voz firme y decidida:
-Para que nadie tenga dudas al respecto, desde ya les indico que lo que
ahora tengo en mis manos es fiel copia del acta que se conserva en la oficina
encargada de salvaguardar los archivos de este tribunal que tiene por función
velar porque las cosas pretéritas, factibles de ser recuperadas, tengan la
oportunidad de ser ventiladas nuevamente en juicio.
Habiendo aclarado lo anterior, el alto Magistrado le solicitó a la
Magistrada auxiliar que retomara la lectura del acta desde el lugar donde
habían quedado.
La Magistrada auxiliar, acomodándose de nuevo las gafas sobre el puente
de su nariz, ocupó su sitio en la tribuna y puso en funciones el dispositivo
holográfico de lectura disponiéndose a continuar la lectura del acta, no sin
antes manifestar con fuerza, para que todos pudieran oírle, lo siguiente:
-Hago pues continuación de la lectura del acta sin más preámbulos que los
anteriores.
Pero no fue sino empezar a leer de nuevo para que se viera obligada a parar
en seco apenas se oyó decir lo siguiente: "Como reacción a la impresión de
desbarajuste mental sentida por los efectos idiopáticos de la acción
emprendida ...", disculpándose inmediatamente por esa interrupción repentina
que a todos cogió por sorpresa.
-Disculpen la interrupción-, dijo sin más la Magistrada auxiliar, al parecer
sorprendida por el contenido de lo que estaba por leer, por lo que, confundida,
buscó al alto Magistrado con la mirada pidiéndole con el gesto explicaciones
por lo que venía, pero este le restó importancia al asunto y le conminó a que
siguiera. Sin embargo, algo interior le dijo a la Magistrada auxiliar que debía
aclarar, antes de seguir, que los apartados que a continuación se leerían eran
trascripción literal de los registros obtenidos por los técnicos oficiales de
cuanto material visual y sonoro fuera decomisado en la sede de los Catires,
siendo por ello un relato casi exacto de lo que dijeron unos y otros al haber
podido recuperarse incluso algunas formas de expresión dichas al natural, por
lo que solicitó encarecidamente a todos los presentes no extrañarse si lo que
estaban por escuchar hería su susceptibilidad ciudadana, como tampoco
extrañarse si, en lo que seguía, se notaba de manera fehaciente el carácter
vindicativo que animaba al que así hablaba, ni que llegaran a suponer,
tampoco, ni tan siquiera por un instante, que se estaba haciendo apología
alguna de la supuesta causa que empujaba a actuar así a los autodenominados
caballeros de la luz.
-Ya lo advirtió el alto Magistrado: la intención al redactar el acta del modo
en que quedó redactada fue buscar hacer pasar el testimonio recogido como si
el momento de las arengas fuera este y no otro, y esto tiene su razón de ser,
que en cierto modo explicó ya el alto Magistrado pero que ustedes mismos
podrán apreciar luego, una vez termine yo de hacer la lectura de todo lo que
aparece consignado en el acta. Por lo pronto, -manifestó con rudeza la
Magistrada auxiliar-, lo que se espera de cada uno de ustedes es que nada de lo
que aquí sea dicho dé lugar a que se armen, a diestra o siniestra,
malinterpretaciones con aparente sesgo instrumental que a uno cualquiera de
ustedes le dé por promover con oscuros propósitos. Y esto último lo dijo la
Magistrada auxiliar mirando de reojo hacia el lugar en donde se hallaba
sentado el representante Canuto, quien, visiblemente incómodo, escuchaba
estas palabras acusadoras sin dejar de moverse ni un segundo en su silla,
asunto éste que tampoco le pasó inadvertido al detective Lampeduza que ya lo
tenía entre ojos.
-Hecha esta aclaración, retomo donde empecé y continúo leyendo, dijo
finalmente la Magistrada auxiliar, acomodándose de nuevo sus gafas para leer:
"Como reacción a la impresión de desbarajuste mental sentida por los
efectos idiopáticos de la acción emprendida, -elevada luego a la condición de
primer acto terrorista de la organización-, algunos pequeños, al entrar en
contacto con la fuente que emitía el mensaje, solo lograron vencer su
extrañeza gritando ininterrumpidamente la palabra que ese día tenían todos en
mente, por haberla escuchado, durante toda la mañana, en la sala de
proyecciones de la escuela. La proyección había estado particularmente fuerte
ese día pues la escuela estrenaba un nuevo sistema de proyección
tetradimensional y los chicos, inocentes de tal hecho, fueron sorprendidos
ellos mismos viéndose impelidos a actuar en medio de una danza extraña en la
que varias mujeres invocaban en los bosques de un pueblo pequeño, a altas
horas de la noche, a un ser maligno al que llamaban Satán. ¡Zaguán¡,
¡Zaguán¡, ¡Zaguán¡, -repitió el Indio, haciendo el ademán de caminar en
círculo agachándose de cuando en vez con los oídos tapados, como
supuestamente habían hecho los chicos ese día.
"Pero lo que los adultos escucharon realmente, -prosiguió el Indio-, fue lo
que ninguno pudo finalmente explicar, pues todos a una parecieron estar
refiriéndose a cosas distintas. Era tal el estado de agitación en que se
encontraban todos, que a unos les pareció que repetían la misma palabra, una y
otra vez, como si quisieran defenderse de algo que los aterrorizara, lo que los
alarmó; y a otros, en cambio, les pareció que más bien se divertían de lo lindo,
pues nada daba lugar a pensar que algo los acosara o persiguiera, por el sólo
hecho de contorsionarse de esa manera mientras armaban, a voz en cuello, un
ritornelo de nunca acabar. Preguntados más tarde por los adultos, los chicos
argumentaron que se sintieron empujados a corretear así porque sentían que
algo los perseguía; y mientras así decían, varios agacharon sus cabezas para
ocultar la risa nerviosa que, entre chanza, miedo y chiste, les produjo el hecho
de haber estado expuestos ese día a la clase de proyección arcaica trimestral.
Ellos actuaron así, -afirmaron después todos-, porque vieron que así lo hacían
las personas, en el pasado más remoto, para atraer al maligno, un calumniador.
"Pero en realidad esa imagen no debía ser tan clara para ellos, por falta del
contexto lógico-espacial adecuado", -sentenció el Indio-, y prosiguió: "Lo
curioso de todo este asunto fue que a los adultos les pareció lógico que la
palabra repetida fuera Zaguán, por desconocida, y no Satán, por ser una
expresión completamente en desuso y absolutamente anodina. La cuestión es
que, desde entonces, -comentó el Indio-, la palabra Zaguán quedó asociada a
ese singular acontecimiento que terminó dándonos larga vida a nosotros.
"Lo que viene después, -dijo, atacando con una de sus frases ingeniosas lo
que venía después-, es sólo pan de hostia hervida. Deténganse un momento a
contemplar el siguiente escenario, que en seguida les describo, y me dirán lo
que piensan, expresó el Indio con satisfacción evidente. Veamos: la algarabía
terminológica ataca el tímpano de sus oídos y, en su imaginación reblandecida,
un nombre se graba, el nombre de algo que no existe. Primer paso. Segundo
paso: los adultos saben que la palabra no existe, pero esta se les crece de tanto
ser repetida, y crea en su cerebro un protofantasma.
"-Creo que esa es la palabra adecuada-, replicó el Indio, mirando a Sonia,
pero Sonia, al parecer, le restó importancia a lo que acababa de escuchar, y no
dijo nada, por lo que continuó:
"Desde un cierto punto de vista es innegable que de alguna manera eso ya
estaba ahí, y, porque eso ya estaba ahí, fue que eso pudo empezar a circular
solo. Todos saben que la mejor forma de que un fantasma cobre vida es
asociar a un nombre increíble un hecho imposible -terminó acotando el Indio
doctoralmente, dándose aires de estar sabido de muchas cosas-, y continuó: lo
insólito de casos como este es que no importa cuál palabra sea dicha
realmente, lo importante es que la palabra que pronunciaron, los chicos la
repitieron como si estuvieran invocando una fuerza oscura, y eso fue lo que les
aterrorizó a todos. La ambigüedad nos hizo honores, señoras y señores, y su
particularidad está en haber convertido la singularidad de un hecho en un
acontecimiento extraordinario. El acontecimiento extraordinario somos
nosotros, no cabe duda. Para ellos somos un fantasma, un fantasma que
recorre sus calles y amenaza sus casas y a sus hijos, un fantasma al que todos
temen porque nadie lo ha visto jamás, -terminó por decir el Indio-.
"-¡Vivan los caballeros de la luz!, se oyó gritar atrás, y el Indio sonrió, pero
continuó en seguida. Yo seguía quieto en el suelo, escuchándolo.
"Han pasado diez años desde que se produjo ese alboroto, y aquí nos
tienen, -advirtió de nuevo el Indio con cara de alborozo-. ¡Diez años! Una
década desde que los Catires logramos irrumpir en el escenario de los
acontecimientos rutinarios, para sorpresa de todos y alarma de las autoridades.
Pero esa fue la única acción contundente adelantada por nosotros, -terminó por
decir el Indio con profundo pesar, algo de humildad y un real desaliento-.
Ahora es poco lo que saben de nosotros aunque mucho se rumora que
seguimos creciendo y operando de innumerables modos sutiles. ¡Y no se
equivocan!, sentenció, esta vez, de modo artero y feraz. Lo cierto es que ahora
nos conocen como los oficiantes de la luz, porque a todos les llegó nuestro
mensaje. Les dijimos entonces: 'Luchamos contra la molicie carroñera que
alimenta el sistema obsoleto de bondades sin propósito renovador alguno y
hemos decidido hacer presencia ante el avance del elemento oscuro que
pretende sustentar la opacidad calmosa del bienestar ciudadano que
paulatinamente se ha venido enseñoreando de la muerte'. Sabemos que este
mensaje causó estupor y curiosidad en la mayoría, -nadie lo puede negar-, pero
el mayor logro fue conseguir, sin buscarlo, que tras la distorsión de una
palabra, se insinuara una barbaridad.
"Dicho esto, el Indio guardó silencio y miró hacia donde yo me encontraba
pareciéndome que era a mí a quien ahora se dirigiría. Como pude, intenté
recostarme. El Indio, entretanto, retomó la palabra.
"Según las autoridades de la época, no había por qué alarmarse. Entonces
preguntaban: ¿no se pensó lo mismo cuando fue inevitable introducir en el
código de conducta ciudadana lo impostergable?
"Nuevamente el Indio pareció buscarme con su mirada, como si yo
estuviera ahí para corroborar lo que acababa de decir, cosa que me pareció un
poco extraña, pero en ese momento, el Indio preguntó, volviéndose a los otros:
"¿Quién rechaza hoy el sistema de conducción ciudadana que ahora nos
rige? ¿Quién, sino nosotros y nadie más? Y al decir esto, su mirada cayó sobre
mí como un rayo meloso, incomodándome un poco.
"¿Qué estará creyendo ese que soy yo? ¿Y por qué será que me mira a cada
tanto? Me pregunté en el instante fugaz en que las palabras retomadas por el
Indio arrastraron hacia el fondo de mi mente las preguntas que en ese
momento me hacía, y le oí decir:
"Entonces dijeron: -'sucederá igual: al principio, estupor y temblor;
después, nada de especial ni de particular-'. Las autoridades confiaban en que
la suplantación de efectos idiopáticos introducida por nosotros no iba a ser
posible otra vez -y en eso hasta razón tenían, comentó el Indio, pues era un
hecho que la seguridad criptográfica sería reforzada, sin duda-, por lo que,
nadie, -continuó-, nadie en ese momento apostó un tris a que tal incursión
pudiera repetirse en el medio hertziano en el que estamos envueltos todos. En
consecuencia, al comienzo terminaron por restarle importancia al asunto. El
mismísimo Gobernador de la Isla del Diablo, por ejemplo, fue uno de los que
dio por cierto que nada de eso había sido cierto. Y no es que fuera muy
importante lo que dijera ese imbécil pues, en honor a la verdad, -y acto
seguido enrolló la punta derecha de su bigote y, con los dedos índice y pulgar
de su mano derecha, empezó a remolonear con ella-, en honor a la verdad, -
dijo-, era un imbécil. ¡Descanse en paz el muy imbécil!, -remató el Indio
agitando al aire sus brazos. Pero a ese imbécil, -y aquí su voz subió de tono
como si de repente el fondo hipotético de una plaza pública lo fuera a engullir-
, a ese imbécil le debemos el haberse ocupado en extender el ámbito de la
credibilidad, hasta niveles inverosímiles. Porque, si nada de todo aquello era
cierto, fácil era concluir también que fuera difícil explicar por qué se decía, a
tontas y a locas, que los Catires eran inatacables, incontrolables e
inexpugnables. 'No es que los terroristas fueran muchos o muy poderosos, ni
que fueran muy listos por haber logrado, por una sola vez, alcanzar lo
imposible', -solía sentenciar el muy imbécil, siempre que tenía oportunidad de
hacerlo-. '¿Por qué, -solía preguntar, dando tiempo a que la interrogante se
volviera signo en la mente de sus supuestos interlocutores-, ¿por qué, -insistía,
asintiendo con la cabeza lo que con su mano en alto estaba presto a reforzar-,
¿por qué darles la importancia que no tenían? ¿Quién sabe lo que es un
Zaguán?, preguntaba una y otra vez, dándose aires de importancia ante los
pocos idiotas que siempre estaban ahí a la espera de que dijese algo que
valiese la pena recoger en sus libretas de apunte'. Como es plausible suponer, -
reparó el Indio-, esa clase de curiosos eran, para el Gobernador de la Isla del
Diablo, una prótesis a su disposición para esquivar su insignificancia cuando
debía estar en medio de otros más poderosos que él en las raras ocasiones
solemnes en las que era inevitable que estuviera si quería seguir estando entre
los que siempre estaban ahí. A esos idiotas, él los llamaba, 'mis curiosos
periodistas'.
"¿Saben ustedes lo que era un periodista? Algunos quizás lo saben. No
importa. Pero aclararé, por si acaso. Así solían nombrar a los que tenían por
oficio informar y recoger la opinión de personas importantes durante la época
en que ese oficio fue relevante para la sociedad. El Gobernador sabía, como
ninguno, que la información no circula igual para todos y que sólo se entrega
si resulta beneficiando a quien la promueve. Pero no todos podían
aprovecharse de eso de la misma manera, y en eso, el Gobernador era un tigre.
Por eso, aunque los periodistas ya no contaban como esenciales para la
sociedad, él los hacía existir en cada ocasión solemne en que era un invitado
más de la Administración Central. Alguna vez así lo dijo: 'los hago existir', -yo
mismo creo habérselo escuchado, aunque ahora ya no estoy muy seguro de
ello-, pero recuerdo muy bien lo que solía decir siempre: lo primero es
agarrarlos dándole uno que otro alimento para su imaginación; agarrarlos bien
fuerte sin darles sosiego, y lo decía, -manifestó el Indio-, como si hablara de
alguien que uno tuviera cogido por el cogote; después, hay que soltarles, a
boca de jarro, lo que uno está pronto a decir sin darles tiempo a que puedan
reaccionar con alguna pregunta impertinente. De esta suerte 'mis periodistas
ingenuos' -como él solía llamarlos-, abandonan toda reserva y se ponen en
manos de quien en ese momento aparece ante sus ojos como su proveedor de
noticias. Eso es verdad, -dijo el Indio-, yo mismo vi actuar a algunos de ellos
como si en ese oficio de escuchar y tomar nota se les fuera la vida.
"De todo esto estaba muy consciente el Gobernador, y las ideas que se
hacía sobre cómo hacer para sacarles el mejor provecho, parecían funcionarle
a la perfección. Estaba visto pues, que el cuartel general de los rebeldes,
recientemente revelado como el zaguán de los Catires, empezaría a
desdibujarse como vaho de humo en libertad, por la sencilla razón de que
nadie sabía lo que significaba la palabra zaguán. ¿Cómo una palabra que no
existía podía dar cuenta de la existencia de algo que solo era imaginación
calenturienta en unos pocos?, preguntaba sardónicamente el Gobernador a los
sorprendidos muchachos que no estaban ahí para contestarle. Ellos sabían que
en circunstancias como esas mejor es guardar silencio pues nunca se sabe por
dónde corre la miel que a otros hace falta.
"Lo que el Gobernador decía, fue ratificado por los oficiales de la época.
Pero entonces sobrevino la muerte del Gobernador, y...
"-El asesinato, para ser más precisos-, le corrigió Sonia, que seguía muy
atenta las palabras del Indio.
"-Sí, el asesinato. Pero no fuimos nosotros, valga la salvedad. Fueron los
Ultra. Aún está por saberse qué precipitó esa muerte pues, al parecer, el
Gobernador era más bien afecto a sus tesis. Aún no es claro si la imagen
cruzada que encontraron repujada en la parte de atrás del escritorio que los
asesinos volcaron buscando quién sabe qué, -y que llevaba escrito el nombre
del brigadier general que en ese momento estaba a cargo de la seguridad en
toda la Subregión del SurOeste-, tuvo que ver o no con su asesinato. Por lo
visto, nadie dijo haber sabido ni visto nada y, desde entonces, todo esto quedó
a oscuras. Pero me distraigo, por lo que mejor continúo.
"El asesinato del Gobernador no permitió que la tranquilidad se aposentara
de nuevo. Por el contrario, con el paso de los días, los rostros del fantasma
Catire parecieron quintuplicarse a medida que la palabra zaguán a la que
fuimos adheridos empezó a desdibujarse hasta adoptar una forma indefinida
que les llevó a hacer una maraña de suposiciones, a cual más alejada de toda
realidad. Pero fue así como terminamos cargando finalmente con lo que no
teníamos por qué cargar, y desde entonces somos nosotros los que aparecemos
como siendo los culpables de esa muerte.
"La explicación de por qué los oficiales cambiaron tan rápidamente de
parecer respecto de nosotros y ahora nos temen más que nunca, está ahí, a la
vista de todos, pues, el que no daba un sí por nuestra existencia, terminó
avalándonos completamente con la pérdida de la suya. Sepan ustedes, -
continuó diciendo el Indio, cogiendo por sorpresa a algunos-, que para los
Magistrados del Alto Tribunal de las Cosas Pretéritas y por Recuperar es un
hecho evidente que la derivación de la culpabilidad sobre nosotros los Catires
fue producto de una farsa muy bien montada con la que buscaron despistar a la
Magistratura de entonces para que nada se supiera sobre la verdadera razón de
la muerte del Gobernador, pues, de ahí en más, todo no pasó de ser sino una
bienintencionada ilación de suposiciones sin prueba concreta alguna, aunque
con consecuencias nefastas, por desgracia, para nosotros".
Lo que sigue, aclaró la Magistrada auxiliar, está encomillado y es mi deber
indicarlo por el ex-abrupto evidente que tuvo el oficial al hacerlo, como
podrán apreciarlo luego. Sigo leyendo:
"Esto terminó diciendo el Indio, entre apesadumbrado y gozoso y como
suspendido por algo que quizás le sobrevino de modo fugaz y repentino, pero
que se le fue tan pronto como le llegó sin que eso lograra apartarlo del
discurso hilvanado que venía sosteniendo pues continuó sin demora afirmando
algo que era de suyo poco conveniente si por azar hubiera habido alguien en la
sala para quien lo que fuera a decir, en ese momento, pudiera constituirse en
plena prueba durante el juicio que a él se le siguiera si por desgracia algún día
cayera detenido, tal y como efectivamente le acabó de suceder ahora por
pendejo".
Al parecer, manifestó sorpresivamente la Magistrada auxiliar, el oficial
encargado dejó reseñado esto con una nota suya como si se tratara de un gran
hallazgo que debía quedar asentado en el acta. Por lo visto, veleidades como
esta al parecer todavía suceden entre la oficialidad, pero no fue por eso que
finalmente se condenó a alias el Indio en el día de ayer, terminó aclarando la
Magistrada auxiliar mientras hacía a un lado la pantalla que tenía enfrente
aclarando a todos, como si a alguno de los ahí presentes le importara, lo
siguiente: Hubo otras razones que no es el caso comentar ahora, disculpándose
de nuevo por esa interrupción súbita, y acto seguido empezó a leer lo que
aparecía dicho por el Indio según lo que quedó finalmente asentado en el acta:
"Haber intervenido la red pública en ese entonces fue inquietante y
perturbador; pero, si alguien hoy día logra romper de nuevo el circuito
encriptado de la fuente de los mensajes, ya les digo -sentenció el Indio-. Por
supuesto que no seremos nosotros quienes lo hagamos, no tenemos la
capacidad para hacerlo, ni la intención de hacerlo siquiera. No hace parte de
nuestros propósitos ni de nuestras consignas. Pero lo que el actual Director
General de Encriptación dijo recién, fue lo que de nuevo nos puso en la mira
de todos. Hace unos pocos días declaró: 'Desde la fecha remota en que fue
creado el navegador para evadir la censura en la red se ha logrado avanzar
bastante en seguridad criptográfica pero el riesgo de que cualquier centro de
datos pueda llegar a ser blanco de un ataque anónimo, no solo es inminente
sino que, muy probablemente, tal ataque, si llegare a darse en las
circunstancias que mucho me temo -pero no dijo cuáles serían esas
circunstancias, aclaró el Indio-, podría llegar a provocar un daño tal en el
funcionamiento de la red que difícilmente podríamos reponernos a tiempo
antes de frenar el resto de consecuencias que de él derivarían'. En últimas, lo
que más temía el director, -aclaró el Indio-, era que los supuestos terroristas
hicieran saltar en pedazos toda la red subregional aún existente, y con ella, el
comercio con todas las demás subregiones. Y a lo mejor, quién sabe si muchas
otras cosas más. Pero como nunca se encontró al asesino del Gobernador, y
como fue a nosotros a quienes nos endilgaron su muerte, los círculos del Poder
nos pusieron de nuevo en su mira, luego de estas declaraciones.
"Y ahora, muchos de los que entonces hicieron parte de la corte sibilina del
Gobernador, se atreven a repetir lo que supuestamente nunca oyeron, y los que
sí escucharon algo entonces, solo ahora se atreven a repetirlo abiertamente:
¡Jamás, -dicen rabiosos-, debió permitirse que se acuñara en la mente de todos
la patente de corso que dio vida al 'zaguán de los Catires'! Óigase bien. No
estoy inventando. Dijeron eso: ¡patente de corso!, -remarcó el Indio, y todos
rieron-. No deja de sorprender que ahora usen esa expresión tan antiquísima.
Hum... patente de corso, sí. Al parecer ellos también están aprendiendo que el
pasado no es tan despreciable como creen. ¡Habrá que ver! Pero ya es
demasiado tarde para ellos. Un fantasma con rostro es más letal que un rostro
real y concreto. La administración encargada de hacer justicia pretérita lo sabe
muy bien. Su director lo dijo abiertamente, hace unos días: 'muchos querrán
cubrir ahora su rostro con su imagen. ¿A quién detener entonces?'."
En el momento crucial de la pregunta, Daniel le mencionó al oficial
encargado de interrogarlo que, justo en ese instante, sintió un fuerte dolor que
lo reconcentró sobre sí y ya no tuvo intenciones de seguir escuchando lo que
seguía contando el Indio.
Esto fue lo que Daniel le dijo al oficial, cerrándose con esto toda el acta:
"Estando en ese estado de somnolencia en que quedé sumido de improviso
fue que recordé haber matado a un oficial y sentí pena por él, aunque su vida
toda me fuera indiferente. ¿Cómo fue que?... recuerdo muy bien el intento de
reproche que quise hacerme, pero no supe cómo continuar. El mandato de
matar que melló mi cerebro tras escuchar la ironía del oficial, aún seguía vivo
martillándome. "La causa de todo este embrollo fue esa maldita letra C que se
tragó el hueco", -creí recordar-. Aturdido, supuse que lo mejor sería
presentarme a los oficiales apenas pudiera hacerlo. ¡Qué ironía verme
huyendo del lugar al que había ido a buscar la muerte, 'por motu propio',
justamente para escapar de la que podrían decretarme ahora!, recuerdo que
pensé entonces, solo que no sabía cómo volver al lugar del que había huido,
pues tampoco sabía cómo había llegado hasta allí, y caí de nuevo en un sopor
profundo que me devolvió al centro de desustanciación."

Una pasante poco decorosa


Antes de abandonar su lugar de honores (tener trabajo era considerado un


honor), la oficial pasante quiso saber por qué el oficial encargado de la sala D
no había accionado, en todo el día, el mecanismo que ponía a andar el
atrabiliario método de succión mecánica que en ese establecimiento se resistía
a desaparecer. Se dirigió por el pasillo uno, luego por el dos y, finalmente, al
alcanzar el tres, viró hacia la derecha y entró a la primera sala. No le extrañó
encontrar la puerta abierta, pero sí que persistiera un inusual silencio. Sólo al
pasar el umbral de la segunda sala fue que se topó con el cadáver del oficial en
posición decúbito lateral. Era difícil que alguien desde el pasillo lo hubiera
podido detectar sin antes haber dejado atrás la primera sala. La caja de metal
estaba a un lado, con una fuerte abolladura en uno de sus bordes. No había
sangre alrededor y la mujer se agachó para mirar de cerca por si aún había
signos de vitalidad. Nada. El hombre estaba bien muerto. Intentó devolverse y
avisar, pero una hojilla siliconada prensada por su cuerpo a medio doblar y
levemente cubierta por el dorso de la mano izquierda, la contuvo. Con
precaución y cuidado se agachó buscando alcanzarla sin tocar el cuerpo, pero
no le fue posible. No tuvo otra posibilidad que hacerlo removiendo el cuerpo y
cambiándolo de posición, así que recogió la punta del delantal que llevaba
puesto y con las manos cubiertas lo volteó, dejándolo en posición supina.
Cogió la hojilla y la desdobló completamente para mirar su contenido, pero no
encontró nada que le llamara particularmente la atención. Solo unas fechas con
la tachadura de una X en una de ellas y un pequeño dibujo en uno de sus
extremos. Lo guardó en su delantal y salió del lugar.
¡Lo mataron!, ¡lo mataron! fue lo que los dos oficiales dijeron haber
escuchado a su paso cuando el otro oficial llegó hasta ellos, pues ella siguió de
largo en busca del director de la oficina de desustanciación.
Los tres oficiales avisaron inmediatamente al oficial mayor que se
encontraba en ese momento clasificando, -con el encargado de recoger los
residuos antieconómicos de las distintas salas que debían ser llevados al
fumigatrón para su compactación final-, el último cargamento de muertos por
muerte natural que los oficiales mortuorios de ocasión habían recogido y
enviado al centro de desustanciación para su clasificación, desmembramiento,
enfriamiento, recuperación, congelación de órganos y acopio de células madre,
y, juntos, salieron presurosos hacia la sala D.
Al llegar, los cinco rodearon el cadáver, observándolo con curiosidad por
lo que allí pudiera haber ocurrido.
-¿Una pelea?
-No hay sangre por ningún lado, repuso uno de ellos.
-A lo mejor fue un infarto y se cayó de espaldas-, sugirió el más joven.
El oficial mayor caminó desde donde estaba el cadáver hacia la puerta del
fondo que daba acceso a la última sala. Vacía. Ninguno reparó en la abolladura
de la caja de metal, excepto el encargado del fumigatrón, que entrenado para
ver mejor, verificó el estado del muerto y anotó, en su libreta de turnos, la
causa del deceso: desnucado.
-No hay sangre porque murió desnucado por un fuerte golpe que le dieron
en la nuca, muy probablemente con la caja de metal -señalo el encargado,
como si alguien le hubiera preguntado por la razón del deceso.
-¿Y el otro? preguntó el oficial mayor.
-¿Cuál otro?, pregunto su segundo. ¿Es que hay otro?
-¡Hombre! Alguien tuvo que haber entrado, ¿no?
-¿Alguien ya avisó al Capitán? preguntó el más viejo de los oficiales, justo
en el momento en que hacía su entrada, a la sala D, el director del centro de
desustanciación, el capitán-oficial Virgilio Armesa.
-¿Qué alboroto es este?, preguntó al entrar. A su lado venía la mujer
pasante.
-No hay ningún alboroto, mi capitán; el sujeto apareció desnucado, pero
todo lo demás está en orden, concluyó, con acento muy profesional para las
circunstancias del momento, el oficial mayor.
El primer oficial operativo de la oficina criminalística de adjuntos para la
investigación criminalística encargado de atender repentinos decesos, hizo su
aparición cuando ya el cadáver reposaba en el cuarto frio ubicado en los
sótanos del edificio, por lo que hubo que traer el cuerpo de vuelta.
-Murió desnucado-, dijo el más joven de los oficiales, con aprobación del
encargado del fumigatrón que asintió, moviendo la cabeza con suavidad.
El director, que pareció no haber reparado en lo dicho por el joven oficial,
se llevó del brazo al recién llegado de la oficina criminalística de adjuntos,
apartándolo de los demás con la intención expresa de hablarle en privado. La
oficial pasante le siguió los pasos quedando justo detrás de él, sin que el
Capitán-director y el adjunto se percataran de su presencia.
-Tenemos un problema aquí -dijo en voz baja el director.
-¿Ajá?
-¡No están puestos los visores detectores de emociones violentas!-, le
cuchicheó por lo bajo. Los antiguos se quitaron por vencimiento de sus celdas
lumínico químicas, y los que la Administración Central envió ya están en la
Seccional, pero no los he solicitado aún y por eso no están puestos en esta
sala. Los trámites burocráticos son muchos, eso es lo que me molesta, se lo he
dicho a la dirección seccional, pero no me han hecho caso. Mucho me temo
que las salas D, de un tiempo para acá, han estado realmente desatendidas.
-¿Entonces?, preguntó el oficial operativo de la oficina criminalística de
adjuntos, enarcando las cejas.
-Que no podemos dejar que esto se sepa -le contestó el director. Sería
imperdonable un error como este. Usted sabe que... Dubitativo, el capitán no
se atrevió a ir tan lejos como se lo permitía el temor de lo que pudiera
sobrevenirle, y terminó por no decir lo que realmente pensaba en ese momento
y solo dijo: me puede costar mucho.
-Ya veo. Pero, ¿qué hay del muerto? y señaló al que acababan de poner
nuevamente en el piso.
-Sí, ese es un problema. Si no se hubieran apresurado a decir que murió
desnucado, tal vez hubiéramos podido hacer algo.
-Tal vez. Pero como no hay constancia de que alguien haya entrado a esta
sala, se me ocurre ...
-Pero ¡sí!-, gritó la mujer pasante de la recepción detrás del director,
provocando en los dos un sobresalto repentino.
-¿Si?, ¿qué sabe usted?-, le preguntó extrañado el director.
-Que sí hubo alguien, -volvió a decir-, pero esta vez en un tono más bajo.
Hubo uno que llegó muy temprano en la mañana y, por cierto, se puso muy
molesto porque le salió una D en vez de una C. Yo misma le indiqué hacia qué
lado dirigirse. Yo ... si ... yo ... él ..., pero él nunca salió, ... yo ..., nunca salió
en ..., perdón, perdón, se excusó ante el director que la miraba espantado de
que la mujer pudiera estar queriendo decir algo que lo pusiera en evidencia.
-Lo que estoy diciendo es que nunca fui avisada por el oficial encargado de
la sala D de que el procedimiento regular ya había concluido.
-¿Y eso por qué?, preguntó el Capitán-director.
-Porque nunca llegó la validación por el tubo desustanciador. Por eso. Y es
por eso que me acerqué hasta aquí antes de irme a casa, para ver por qué no
me lo había enviado, y fue entonces cuando lo vi en posición decúbito lateral,
sobre el piso.
-¿Decúbito lateral, dijo? ¿Luego no estaba bocarriba? -se apresuró a
preguntar el oficial mayor acercándose a ellos al escuchar lo que la mujer
había dicho.
"Esto se está complicando", -pensó el director-, y decidió sacar a todos de
la sala D, quedando sólo él, el oficial de la oficina de adjuntos, y el muerto.
-Ahora sí que tenemos un problema, dijo amargamente el oficial operativo
de adjuntos criminalísticos. Yo hubiera querido ayudarlo señor director, pero
me toca pasar el informe con todo lo que aquí se ha dicho. No puedo callar
porque los demás ya saben que aquí pasó algo que debe ser ventilado por
agentes oficiales de otras esferas. En estas circunstancias es difícil callar, ¿no
cree? Usted comprende lo que estoy diciendo, ¿verdad?
-¡Vieja estúpida!-, dijo quedamente para sí el director, dándole la razón al
oficial operativo de la oficina de adjuntos criminalísticos. Dubitativo,
preguntó: ¿no podríamos esperar una semana? Quisiera disponer del tiempo
suficiente para hablar con la oficial sustanciadora de oficio antes de ...
-¿Una semana? ¿Y qué hacemos con el que no aparece? Tampoco de él
tenemos ningún registro, ¿o sí?
¡Maldita sea!, exclamó el director cogiéndose la cabeza mientras dirigía
sus pasos hacia la puerta por la que habían salido los que él mandó a salir,
incluida la mujer pasante que ya estaba cogiendo su bolso del espaldar de su
silla para largarse de ahí.
-¡A ver ... llamen a esa bruja que se fue!-, gritó a los oficiales que en ese
momento encontró en el pasillo tres.
La palabra bruja no era una palabra bien recibida desde la época en que se
implementó el régimen de antidiscriminación retributiva, por lo que muchos se
cuidaban de utilizar esa y otras expresiones altamente cuestionadas. Y fue tal
el esfuerzo puesto en ello que solo bastaron unos cuantos años para que se
tornara práctica usual lo que empezó siendo una campaña de erradicación de
términos sospechosos de un pasado comprometedor, consiguiendo al final que
se erradicaran del habla común casi todas ellas. Maliciosamente sorprendidos,
los tres oficiales, -que nunca habían escuchado al director gritar así y mucho
menos llamar bruja a nadie-, no terminaban por decidirse quién debería ser el
que fuera en busca de la mujer que solicitaba el director. Finalmente, el más
joven corrió, logrando alcanzar a la pasante en el momento en que abría la
puerta principal del edificio. Supuso que era ella la persona que el director
esperaba que le llevaran por cuanto había sido la única mujer que había estado
allí con ellos en la sala D.
-El director la llama-, dijo al alcanzarla.
-¿A mí?
-Sí. Y la llamó bruja, ji, ji ...
Más sorprendida que enojada, la pasante volvió de nuevo a la sala D.
-¡Aquí me tiene!, señor director-, dijo con firmeza al llegar. -¿En qué
puedo serle útil?-, preguntó melifluamente, sin ocultar su desdén. Al Capitán-
director no se le escapó este singular detalle, pero pensó que, por esta vez, era
mejor dejar pasar, por lo que se contuvo de reaccionar como lo hubiera hecho
si otras fueran las circunstancias.
-Necesitamos el registro de los últimos muertos donde aparezcan los datos
del que entró a esta sala temprano en la mañana, le dijo calmosamente a la
mujer pasante, aparentando indiferencia.
-El registro lo tenemos, lo que no tenemos son los datos del señor que
entró hoy, porque el oficial no los mandó de vuelta, le respondió la mujer.
-¿Cómo así?, ¿no los devolvió? ¿Acaso no era su obligación enviar de
inmediato el detalle del procedimiento, al terminar todo?
-Pues sí, pero, no los envió. Yo ya se los dije, N U N C A LL E
G Ó L A V A L I D A C I Ó N P O R E L T U B O D
E S U S T A N C I A D O R, por eso vine hasta acá antes de irme y por
eso estamos todos aquí ahora, y por eso yo todavía no me he ido a mi casa, por
el estúpido asesino que no aparece, por eso, porque me dio por venir a ver por
qué no había enviado el oficial el reporte del muerto. -¿Quiere más?, o ya me
puedo ir-, le gritó exasperada la mujer que empezaba a descontrolarse por el
fastidio que siempre le había producido el director por no haberle hecho a ella
el reconocimiento que les hizo a todos el día en que tomó posesión de su
cargo.
El director no esperaba recibir tal desenfreno de palabras por toda
respuesta, pero tampoco se encontraba en posición de exigirle nada, pues su
situación ya estaba bastante comprometida.
-¡Váyase usted!, le dijo, haciendo con sus manos el ademán de estar
echándola, y empezó a caminar en círculo posando el brazo izquierdo en su
espalda y sobándose de vez en cuando, con la yema de los dedos de la mano
derecha, su cabeza ya casi pelada. El oficial operativo de adjuntos
criminalísticos no perdió la ocasión de anotarse un hit y le dijo de inmediato:
-No se preocupe señor director, que ya lo tengo. Tengo la solución. El
asesino es él.
-¿Qué? ¿De qué asesino me habla? ¿Pero, qué cosas está diciendo usted,
por favor? ¿Todos aquí se han vuelto locos?
-Nada de eso. No habiendo muerte natural, seguro hay un asesino de por
medio-, le dijo el oficial operativo de adjuntos criminalísticos, como si de
repente se hubiera hecho luz en sus entendederas.
-¿Pero no ve que eso complica aún más las cosas? Si hay un asesino, voy a
tener aquí, más temprano que tarde, la visita de mis superiores, y de quién
sabe que otros más que querrán aprovecharse de la situación y joderme, y yo
voy a terminar doblemente jodido, le manifestó el director, sensiblemente
emocionado.
-Bueno, pero ... si es usted quien hace la denuncia ... ¿No sería eso un
punto a su favor? Usted me pidió que retrasara el asunto de la investigación
una semana, y ahí la tiene usted. Tómese el tiempo que necesite, que yo, por
mi parte, no haré nada, hasta que usted me lo indique. Pero eso sí, no más que
una semana. Yo también tengo superiores a los que debo responder, terminó
señalándole el oficial de adjuntos con un poco de picardía, algo de
complicidad y muy satisfecho, finalmente, de su sibilina ocurrencia.
Como el cadáver del oficial seguía allí tendido, acotó:
-A este lo dejamos abajo en salmuera, una semanita más.
-Gracias, sabré compensarle, le dijo el director aceptando su singular
ofrecimiento.
Pero cuando el director se acercó a la mañana siguiente al complejo de
edificios donde se encontraba la sede central de la seccional administrativa de
salud para poner en conocimiento del jefe de la oficialidad de sanidad los
sucesos del día anterior, se encontró con que ya alguien lo había hecho antes
en la oficina de criminalística, ubicada un piso más abajo. Sin demora, bajó un
piso y se acercó a dicha oficina para preguntar sobre la denuncia interpuesta.
-Sí, ya pusieron la denuncia de la inexplicable muerte que ocurrió en el
centro de desustanciación. La puso su asistenta anoche, rayando las siete.
Pero, ¿no debía ser usted quien pusiera la denuncia?, le ripostó el oficial a
cargo de la recepción de denuncias de la oficina criminalística. Justamente,
estábamos por mandar una requisitoria a su despacho reclamando su
presencia, y ¡hasta ahora se aparece usted! ¿Le parece correcto?
-¿Estuvieron? ¿Requisitoria? ¿Qué es todo esto?, pregunto alarmado el
capitán Armesa.
-Vaya y hable con su jefe. Seguramente lo estará esperando. Yo de usted
saldría inmediatamente de aquí y me iría para allá, sin demora.
El señor Armesa dejó rápidamente la sección criminalística y subió a la
seccional de salud. En efecto, su jefe lo estaba esperando.
-Necesitamos el informe completo, le dijo apenas lo vio entrar. Por cierto,
¿por qué no fue usted quien puso la denuncia? La mujer que lo hizo ayer
noche pareció dar a entender que usted no estaba interesado en ponerla. ¿No es
esto raro?¿Sabe que eso le puede traer complicaciones?, terminó por decirle el
envenenado jefe a su subordinado.
Por lo visto, la oficina del sub jefe de asuntos criminales adjuntos que la
mujer había contactado la noche anterior ya había puesto en conocimiento del
jefe de la seccional administrativa de salud para la región sub sub lo irregular
del manejo del director, en nada acorde con el protocolo establecido.
-Como era tarde, pensé que podía esperar hasta la mañana de hoy para
tramitar la denuncia, dijo pesaroso el director.
-¡Vaya con usted y su prisa! Mejor sería que se volviera a su despacho y se
quedara ahí pues muy pronto le haremos una visita de inspección-, le dijo
amenazante. Esto ha sido todo un desastre. Se imagina usted, yo aquí teniendo
que explicar ... El jefe Canuto está furioso conmigo, y yo, por supuesto, estoy
muy furioso con usted. Justo venir a pasar esto ahora. Ahora todos quedamos
en la mira de la Administración Central. Si la oficina general de reposición de
órganos adelanta una investigación y esta concluye que lo mejor es cerrar
todas las salas D, estamos fritos. Recuerde que ya comprometimos los órganos
de todos los usuarios de la sala D con la oficina de muertos privada, y si la
Administración Central interviene, ¿cómo cree que podemos responderle? ¿Y
qué cree que podrá pasar? ¿No se da cuenta que estamos en la zona del mundo
de mayor atraso tecno-fásico? ¿No ve que si no se han entregado todas las
salas D a los privados es porque todavía no se puede? ¿Y por qué? Porque
somos el rezago de la última reforma, ¿lo entiende usted?
-¿Entender qué?, se atrevió a preguntar el director que aún no captaba
adónde quería llegar su jefe con todo eso.
-¿Podrá no darse cuenta, zopenco? ¿Acaso no sabe que los políticos
diseñaron la arquitectura actual del mundo, tal y como hoy la conocemos,
porque trabajaban para las organizaciones al servicio de la banca durante la
implementación de la primera fase de la revolución tecno-fásica? Por supuesto
que no se trataba de ningún desmantelamiento de ningún modelo, solo es
cuestión de ingeniería política, decían ellos. ¿Sabe usted lo que es eso? No, no
lo sabe y yo tampoco, pero eso es lo que han dicho siempre, ingeniería capaz
de convertir la relación de pérdidas y ganancias siempre a favor de los
privados y nunca en favor nuestro. ¿Cómo cree usted que la revolución tecno-
fásica logró implementarse en las demás subregiones, si no? Ahora que se está
contemplando la posibilidad de cancelar los pocos centros de desustanciación
en manos de las seccionales de salud de la Subregión del SurOeste, nosotros,
los de la sub sub, seremos los más afectados, porque seremos los primeros a
los que se les aplique esa medida. Téngalo siempre presente, estúpido Armesa.
Los acreedores-políticos no van a cejar ni un minuto hasta lograr que la
Administración Central adopte los cambios tecno-fásicos en esta zona
aduciendo la mercenaria razón de la necesidad de unificar las condiciones
mundiales de intercambio comercial entre las subregiones, pero todos aquí
saben que lo que quieren es ampliar las reglas del juego con las que han
incrementado sus ganancias. ¡Hampones! Y no es que esté mal que nosotros
hayamos contratado con los privados, ni que sea un delito hacerlo, no se
confunda con eso Armesa y entienda bien lo que le digo. Por el contrario.
Desde la última reforma al código de transacciones financieras en el ámbito
del comercio mundial, la práctica que venía siendo compartida 50-50 entre
administración y privados, se elevó al 80 por ciento para los privados, y hoy
son muy pocos los centros de desustanciación manejados por la
Administración Central. De hecho, el Consejo Mundial decidió, el año pasado,
que el negocio de la muerte debía quedar totalmente en manos de los privados,
y mucho se rumora que van a empezar a cancelar las pocas salas D que aún
regenta, incluidas las nuestras. Y todo, ¡por culpa de esos políticos! -exclamó-.
Donde se entrometen los políticos, -usted lo sabe muy bien, Armesa, y si no lo
sabe, ¡entérese!-, todo se malogra. ¡Todo! Rebujan, revuelcan, mienten,
señalan el norte que de antemano nos han vendido ellos, y si a algún idiota le
da por remarcar que ahora la gente más joven busca morir antes de tiempo por
causa de las promociones exitosas hechas por las administraciones seccionales
desde que se les confirió el encargo de atender las solicitudes ciudadanas de
muerte asistida... Pero, por favor, qué ex-abrupto el de esos imbéciles.
¡Maldita sea!, señor Armesa, si permitimos que la Administración Central
tome cartas en el asunto..., la investigación que se nos puede venir encima ...
¿Qué cree usted que va a pasar con nosotros si van y cierran todas las salas D
que tenemos a nuestro cargo? ¿Entiende? Si no le damos un manejo adecuado
a todo esto, nos hundimos todos. ¿Se da cuenta del lío en que nos metió su
ineptitud e incompetencia, señor Armesa?
-Tenemos una semana para arreglar todo-, comentó Armesa, recordando el
ofrecimiento que le hiciera el oficial de la oficina de adjuntos de mantener en
salmuera al oficial muerto, hasta por una semana más.
-Una semana, ¿dice? ¿Y en una semana se arregla todo?
-Antes de que pase la semana habré hablado con la oficial sustanciadora
que depende del subjefe de asuntos criminales adjuntos y habré arreglado todo
para que el cuerpo del oficial muerto se legalice debidamente como muerto
por accidente de trabajo. En dos días estará listo el informe que yo mismo
elaboraré para que ella pueda dar por cerrado el caso, apartando así toda
posibilidad de que llamemos la atención de la Administración Central. No hay
de qué preocuparse, jefe, confíe en mí, estoy muy consciente de ser su
extensión y espero responder a ello con altura, concluyó finalmente, buscando
reparar con humildad lo que había causado por negligencia.
-¡Vuélvase al centro, y no se hable más de esto!, le dijo su jefe,
despachándolo de inmediato.
Pero Armesa no contaba entre las posibilidades, que a la mujer pasante se
le presentara la muerte del oficial como la oportunidad que nunca le habría
llegado si la suerte no hubiera intervenido de esa manera. ¿Quién, en su lugar,
no hubiera hecho lo que ella hizo? ¿Acaso instigar para que el oficial mayor
lanzara la imagen del homicida desconocido por el mecanismo de envío oficial
a disposición del centro de desustanciación, no fue la mejor ocurrencia que se
le pudo haber ocurrido? Y por supuesto, el oficial mayor, al hacer sus cábalas,
¿no vería también él el provecho que obtendría si aceptaba hacer lo que la
mujer le decía que hiciera?
Dos días bastaron para que el oficial mayor finalmente accediera a poner
en funcionamiento el mecanismo de conexión directa con la Central. Decidido,
al segundo día activó el silicobobinador de chips de alta condensación
volumétrica con conexión remota al centro de imágenes de todos los
ciudadanos, y con los pocos datos disponibles que la pasante le entregó, logró
configurar una imagen del homicida relativamente nítida que en el término de
un haz de luz envió directamente por el carril oficial de desparramamiento de
imágenes para uso holográfico sin límite de frontera.
De esta suerte, la mujer pasante consiguió lo que se había propuesto, que la
información sensible del caso le llegara primero al jefe militar del distrito más
cercano, antes que al jefe de su jefe.
Armesa no podría haber sabido que todo esto estaba por suceder, pues
apenas si habían transcurrido los dos días que se tomó el oficial mayor para
decidirse a hacerlo, los mismos dos días que le tomó a él hacer el informe que
le dijo a su jefe que haría para calmar todas las cosas. Esa mañana del segundo
día, el inocente Armesa encaminó sus pasos con aire resuelto desde su casa
hasta la oficina de la sustanciadora. En sus manos llevaba las llaves de su
éxito, el pequeño pero diligente informe encasquetado en una cápsula de bits-
trum para despliegue in extenso que dejó finalmente en manos de la
sustanciadora antes de decidir dirigirse hacia el centro de desustanciación.
Cosa que, por lo demás no hizo, pues siendo ya cercana la hora del mediodía,
prefirió volver a casa y reposar. Total, el mundo a esta hora duerme y no hay
razón para alarmarse, se dijo a sí mismo, satisfecho de haber podido entregar
su informe en el tiempo que tenía previsto. Solo al caer la tarde iría a la central
de desustanciación como era su costumbre hacerlo todos los días, pensó, y en
el acto se quedó dormido, soñando con que esa tarde iba ya camino al centro
de desustanciación. Habiéndose quedado dormido ese día hasta más tarde de
lo acostumbrado, al despertar consideró, no obstante, que no corría prisa en
llegar a ningún lado pues todo estaría arreglado en un santiamén apenas la
sustanciadora diera curso legal al trámite por él esperado y dejó, para la
mañana siguiente, lo que evitó hacer en la tarde del día anterior.
Pero ya era picante en salsa lo del homicidio en la sala D y nada detendría
la orden de matar al desconocido, pues todas las dependencias oficiales,
militares y civiles, del centro y la periferia, tenían a disposición la imagen del
homicida acompañada de la orden expresa de detenerlo y ejecutarlo en el acto,
apenas fuera visto 'por quien quiera que lo viese'.

Es uno de ellos

El jefe de la seccional de salud de la región sub sub de la Subregión del


SurOeste, el señor Adalberto Cadaviedes, confió en poder enlistar el caso muy
pronto en el compartimento virtual de los casos definitivamente resueltos,
tornando en su favor lo dispuesto por el protocolo.
Según el protocolo, un caso que supuestamente ameritara la participación
de la oficialidad para asuntos criminales debía ser desechado si por razones de
dudosa legalidad punitiva se dejaban pasar los tres primeros días sin que
ninguna autoridad lograra demostrar que había habido un delito que requiriera
ser investigado por esa misma oficialidad.
Como este era un caso con muerto de por medio que podía complicarse, la
primera estrategia que se le ocurrió a Armesa fue encontrar la manera de
denegar el hecho buscando anticiparse a una denuncia cualquiera haciendo
como si nada de lo que acababa de suceder hubiera sucedido. De esta manera,
si hubiera podido dar a conocer cuanto antes una declaración oficial que dijera
que, 'ante los rumores que circulan de un tiempo para acá de que se presentó
una muerte accidental en el centro de desustanciación, el Director se permite
comunicar que nadie parece saber nada de ninguna muerte de ningún oficial en
la sala D del centro de desustanciación por el regentado', podría ampararse en
el hecho de que nadie iba a poder enterarse de la tal muerte, toda vez que el
oficial de la oficina criminalística de adjuntos para la investigación
criminalística se había prestado para que se pudiera mantener en salmuera al
muerto por los ocho días que dijo que lo haría. Como durante esos ocho días
Armesa esperaba que la oficial sustanciadora certificara al muerto como
muerto por causas naturales, creyó poder, de esa forma, salirle al paso a
cualquier intento de investigación que pretendiera demostrar que el asunto
había sido causado por manos criminales.
Pero, como todo lo que pensó hacer Armesa, Armesa no lo pudo hacer,
¿qué le tocó hacer finalmente a Cadaviedes? Arriesgarse. Entonces se le
ocurrió a Cadaviedes que, no habiendo podido obrar en este caso como tendría
que haber obrado según el protocolo, obraría, no obstante, como mandaba el
protocolo si lograba hacerlo como pensó que podía hacerlo en el instante
mismo en que se vio envuelto en ese asunto asaz inesperado que pareció
colocarlo frente a una enorme pared llena de fallas que parecía estar
resquebrajándose por todas partes y que amenazaba con derrumbarse en
cualquier momento.
Lo primero que tengo que hacer -pensó Cadaviedes-, es pensar qué sería lo
mejor que tendría que hacer; lo segundo es ... ¡hacerlo!, y eso significaba, por
el momento, volcar a su favor el interín que mediaba entre el momento en el
que la mujer pasante puso la denuncia en la oficina de criminalística la noche
del crimen, y el otro momento en el que él fue finalmente notificado del
incidente por el oficial de encargos de esa misma oficina criminalística durante
la primera hora laboral de la mañana, tiempo que sería por él aprovechado
para justificarse antes de que fuera oficial la existencia de un presunto asesino.
De esta suerte, si quería que pareciese que durante ese interín era que se había
hecho entrega de la orden de investigar al detective que finalmente fue
escogido para que hiciera cuanto antes la investigación solicitada, sería claro
para todos que a esas alturas no podría haberse emprendido sino la acción de
investigación administrativa solamente, porque la otra, la de carácter penal a
que hubiere dado lugar la existencia de un homicida, no podría haberse
concretado sino hasta el momento en que se hubiera sabido de la existencia de
un asesino como tal.
Y como hasta el momento en que esto pensaba nadie había hablado de
nada referente a ningún delito en particular; como se hablaba tan sólo de que
había habido un muerto y nadie había dicho nada referente a ningún homicidio
en concreto, Cadaviedes pensó, -confiando en lo que ya le había dicho Armesa
de que pronto arreglarían el asunto del muerto-, que cualquier explicación que
las autoridades centrales le solicitaran al respecto podría ser referida por él
conforme lo que había pensado para que lo que dijera como explicación en ese
momento sonara como una explicación natural de por qué había contratado a
alguien cuando ya no era conducente hacerlo.
Confiado en esto último, Cadaviedes mismo llegó a convencerse de que así
había sido, en efecto, la forma en que fue transferida por él la orden de
investigar para 'acopiar datos esclarecedores de los sucesos acaecidos pero no
esclarecidos sobre la muerte inesperada en la sala D del centro de
desustanciación, hasta lograr dar cuenta de la totalidad de los hechos que
permitan llegar a su esclarecimiento total'.
De esta manera, habiendo completado en su mente el raciocinio perfecto
con el que creyó poder excusarse ante cualquier requerimiento de la
Administración Central por hacer lo que ya no era procedente, dejó que las
cosas siguieran el curso que por ahora él les estaba dando y se decidió a llamar
al individuo que creyó ser la persona adecuada para llevar a cabo la
investigación administrativa que pensaba encomendarle.
Revisada la lista de disponibles adscritos a la Administración Central, se
decidió finalmente por entregarle la investigación administrativa que pensaba
encomendar, al detective Marcos Lampedusa, cuya pulcritud y honestidad no
estaban en cuestión en la tabla de disponibles, más no así su desempeño
profesional, que aparecía marcado con un signo de interrogación por relativas
faltas de negligencia presentadas en otros casos a él asignados, y, en
consecuencia, a él fue remitida la relación de la declaración hecha por la
oficial pasante del centro de desustanciación al oficial adjunto de
criminalística que se encontraba de turno esa noche del fatal insuceso, junto
con los datos del oficial que apareció muerto.
Lampedusa, acostumbrado a ir sin afán tras los casos de fácil resolución,
supuso que también este caso iba a ser conforme lo suponía siempre, un caso
sencillo de resolución pronta y sin complicaciones sorpresivas al constatar el
poco interés que despertó en quien le hizo la transferencia del mismo para que
empezara su labor investigativa. Y este fue, quizás, el mayor error de
apreciación cometido en ese momento por el infortunado Cadaviedes que no
atinó a insistirle a su asistente secretario que elaborara cuanto antes la entrega
de la orden administrativa, error que no había sido considerado tal al pensar
que de esa manera evitaba levantar sospechas al no mostrarse empeñado en
que se hicieran cuanto antes las diligencias solicitadas. O eso creyó él en ese
momento.
Sin afán alguno, Lampedusa puso en exposición holográfica el filamento
que le fue entregado y vio cómo fue emergiendo la silueta del muerto hasta
que el rostro, casi nítido, adquirió la densidad volumétrica adecuada. Entonces
se dijo a sí mismo: este caso ya es mío.
Pero eso no iba a ser del todo posible, por la misma razón que ya temía
Cadaviedes que alguien argumentara, pues minutos antes de que el
Subdirector de la seccional de salud de la sub sub le hiciera llegar al detective
Lampedusa la orden para que investigara, su jefe, el señor Cadaviedes, estaba
recibiendo la orden de facilitar cualquier dato que sirviera para ubicar al que
pudiera haber sido el supuesto asesino. Ante este nuevo hecho, ¿qué le
quedaba por hacer a Cadaviedes si a esas alturas todo estaba ya consumado?
Pues nada. No hacer nada era lo mejor. Había que dejar que las cosas siguieran
su curso previsto -pensó Cadaviedes-, haciendo como si nada de lo que
acontecía estuviera realmente aconteciendo y dejando que se extendiera sin
remedio ese mismo espacio de tiempo que, por su felonía, había dejado sujeto
al limbo. Pero en esto radicaba su arte de ordenar los acontecimientos según
las conveniencias.
De esta suerte, -se volvió a decir-, si fuera interrogado por la circunstancia
que fuere, diría que la decisión de que un investigador asumiera el caso
haciendo intervenir solamente las circunstancias intervinientes y no atenuantes
de carácter exclusivamente administrativo, respondería que tal decisión había
sido tomada así porque la noticia sobre un real y efectivo asesino no la había
conocido sino hasta mucho después de haber sido tomada tal determinación.
Mal la vería Cadaviedes si llegare a probarse que tal cosa no podría haber
ocurrido de la manera en la que él decía que ocurrió, pero necesitaba creer en
que no habría un después, y por eso tuvo la osada idea de arriesgarse
valiéndose de esa pequeña y absurda estratagema.
Pero opciones ya no habría si el oficial mayor del centro de
desustanciación, -que estaba por decidirse a abrir el mecanismo de conexión
directa con la Central de Imágenes conminado insistentemente por la pasante-,
finalmente se decidiera, como efectivamente sucedió después, justo en el
instante en que el director Armesa dejaba en manos de la sustanciadora de
oficio su detallado informe previamente encapsulado para su despliegue in
extenso. Y con esto ocurrió lo que no hubiera querido Cadaviedes que
ocurriera, -para su fatal desgracia-, pues, por el sólo hecho de que ya hubieran
sido enviados los datos completos del supuesto asesino a la Administración
Central, en segundos retornaría la solicitud expresa de encontrarle y darle
muerte en el acto 'por quien quiera que lo viese', hecho este que sucedió
inmediatamente después de que el oficial mayor diera rienda suelta a la
iniciativa de la pasante poniendo en marcha el mecanismo de trasmisión de
imágenes del centro de desustanciación. ¿Cómo, pues, justificar lo
injustificable? ¿En qué estaría pensando Cadaviedes cuando insistió en seguir
por ese camino tan enrevesado? ¿Estaría tan maniatado por lo que había hecho
o había dejado de hacer que nada cuerdo atinó a hacer, ni inmediatamente
antes ni inmediatamente después de ese momento en que tomó tan fatal
determinación?
El que una orden de este tipo, una vez dada, fuera de imperioso
cumplimiento; el que no pudiera ser eludida ni siquiera por un particular una
vez fuera emitida por la sección militar de la Administración Central, nada de
todo esto fue impedimento alguno para que Cadaviedes siguiera creyendo que
podía hacer caso omiso de todo lo que pasaba dejando que pasara todo el
tiempo que fuera necesario para desviar la atención hacia otro lado que no
fuera la sospecha sobre él, por lo que dejó que el proceso de transferencia
emprendido continuara sin contratiempos. En su confianza ingenua esperaba
recibir, de las acciones que adelantara el detective Lampedusa, los resultados
que deseaba obtener antes de que cualquier otra cosa sucediera.
'O lo uno o lo otro, y mejor que fuera lo uno antes que lo otro', -pensó
Cadaviedes-, pues muchas otras cosas empezarían a ventilarse si dejaba que
todo transcurriera conforme lo mandaba el protocolo.
Y esta fue la piedra en el zapato que no pudo quitarse Cadaviedes muy a su
pesar, pues la última reforma al manual de conducción ciudadana había sido
taxativa al indicar que todo ciudadano estaba habilitado para matar al que la
Administración Central considerara un peligro para la seguridad del entorno
inmediato si llegaba a certificarse, como un hecho cierto, que había habido un
asesinato y que ya se tenía identificado al asesino. La norma en eso era
absolutamente explícita: no habiendo ley de por medio ni acción
administrativa que justificase lo contrario, -como era el caso al que se
enfrentaba ahora Cadaviedes-, el asesino debía ser muerto por cualquiera que
con él se topase.
Como tal determinación fue tomada por la Administración Central luego
de confirmarse la baja porcentual absoluta de crímenes financieros cometidos
por los privados; como no habían vuelto a presentarse muertes violentas por
causas desconocidas desde que ocurriera la muerte del Gobernador de la Isla
del Diablo, y como los casos de homicidio eran, de un tiempo para acá,
estadísticamente deleznables, nada conmocionaba más a la Administración
Central que un homicidio. Y la razón principal era la convicción que se tenía
de que quien lo hiciera una primera vez, querría hacerlo de nuevo, una y otra
vez y tantas veces como se sintiera empujado a hacerlo. Y eso era un peligro
real que la Administración Central estaba en la obligación de evitar a como
diera lugar. Por esta razón, un asesino suelto era considerado un peligro mortal
y cualquiera que se topase con él podría darle muerte sin necesidad de
justificarse, pues era la Administración Central quien le facultaba para hacerlo.
De esta suerte, en el evento de que un suceso tal sucediera -y la
Administración Central ya estuviera enterada-, ninguna seccional tendría
autorización para continuar con nada que no fuera dar cumplimiento inmediato
e irrestricto a la orden de muerte emitida por ella.
Pero los problemas de la administración son los problemas de la
Administración cuando ésta es manejada por hombres que tienen deseos
oscuros e intenciones poco claras, -como es el caso en todos-, sólo que, no en
todos tales deseos y tales intenciones terminan por concretarse, pues no todos
disponen de las condiciones objetivas para que esta clase de subjetividad
florezca en desmedro de la Administración misma.
Por seguir insistiendo en obrar en contravía de la orden emanada por la
Administración Central, el actual representante representativo de la sala de
conteo y estadística para la Subregión del SurOeste y actual Jefe del Jefe de la
Seccional de Salud de la región sub sub, el señor Elías Canuto, también la
vería calva por la acción impropia adoptada por su subordinado Cadaviedes,
por lo que muy seguramente se vería enfrentado a la necesidad imperiosa de
tomar medidas precisas y contundentes antes de que fuera demasiado tarde
también para él. No en vano se era Jefe de Jefe y nada hay que obligue a
ningún Jefe a guardar lealtad a su subordinado cuando está de por medio la
suerte que pueda correr el propio pellejo. Pero de esto nada sabría Cadaviedes
sino hasta cuando todo estuviera ya consumado y ninguna otra cosa más
pudiera haberse hecho para haberlo evitado.
Lampedusa, inocente de cualquier novedad al respecto, no teniendo
ninguna prisa por empezar a investigar nada, decidió esperar hasta el otro día
para hacer las averiguaciones correspondientes, por lo que, clareando el alba
se levantó y muy temprano en la mañana enfiló sus pasos hacia el centro de
desustanciación, decidido a concluir ese día el encargo encomendado, en la
creencia pueril de que bastaba hacer una pequeña indagación sobre terreno
para que todo quedara atrás, definitivamente resuelto.
-¡Ah!, fue usted la que puso la denuncia, ¿no?- dijo al ver a la mujer
pasante pasar a su lado camino a su escritorio.
-Y dígame, ¿eso a usted cómo le parece?, le respondió coqueta la oficial
pasante al desconocido que así la increpaba.
-¿Cómo me parece qué?
-Que haya sido yo quien colocara la denuncia y no el Director
-Hum... Justo estaba por preguntarle: ¿Y el Director?
-No ha llegado aún. Hace dos días que no viene, pero ya me enteré que está
por llegar.
-Mientras espero, ¿podría usted llevarme a la sala D?
-Lo siento, la sala D está en cuarentena.
-¿En qué?
-Que está cerrada hasta nueva orden.
-¿Y cerrada por quién?
-Por orden de la oficialidad de salud mientras se adelanta una investigación
administrativa.
-Ese soy yo. Yo soy el encargado por la seccional de salud de llevar a cabo
esa investigación. Permítame presentarme, le dijo el detective Lampedusa. Mi
nombre es Marcos Lampedusa, investigador privado al servicio de la
administración seccional.
-Pero no, la orden no vino de la seccional sino de más arriba-, le respondió
la pasante, haciendo con el dedo índice de su mano derecha el señalamiento de
que la orden venía de muy alto. El encargado de cerrar la sala D fue el oficial
mayor, y sólo él tiene la autorización para abrirla, terminó diciéndole al
detective sin darle ocasión a que insistiera.
-¿De la Administración Central?, preguntó extrañado Lampedusa.
-Sí.
-Pero ... es que yo acabo de recibir de la seccional el encargo de ... ¿de la
Central, dice?, y ¿cómo pudo ser que ocurriera tan rápido si tomé la ruta
alterna esta mañana y apenas si ha pasado una hora desde que salí para acá?
No comprendo.
-Es que acaba de suceder. El Director todavía no lo sabe. Cuando llegue y
se entere, ¡las patas que tiene el cojo!, -le dijo en tono jocoso y grave a la vez.
-¿Usted cree? ¿Y qué razón tendría el Director para salir corriendo?
-¿Qué razón? Muchas. Al menos así lo creen quienes ya saben todo acá.
-¿Saben? ¿Qué saben?
-Que los visores lumínico-químicos que envió a la seccional la Central no
estaban colocados ese día, según lo supe por el reporte que llegó esta mañana
demandando dar por recibido lo que aquí no ha llegado. ¿Qué le parece?
Saben que el director mostró ese día mucho interés en legalizar la muerte del
oficial antes de que fuera informada la jefatura de criminalística. Y, ¿sabe
usted?, van a rodar cabezas muy pronto, pero la mía no va a ser la que caiga.
-Como que no le cae muy bien que digamos el señorito ese. ¿Algún motivo
para estar rabiosa con el jefe? No estará insinuando que el Director ...
-¡Oh no!, nada de eso, respondió secamente la pasante y se dispuso a
encender la pantalla de su monitor. Como viera que Lampedusa aún seguía
ahí, lo increpó:
-¿Algo más, el caballero?
-Pues sí. ¿No será que se aviene a mostrarme las otras salas? Se le ocurrió
de pronto preguntar a Lampedusa, buscando poder echar un vistazo general
antes de averiguar por qué la seccional le había encomendado hacer una tarea
que no podría llevarse a cabo, por lo que se guardó de hacer ningún
comentario al respecto.
La pasante reflexionó y consideró que sí, que era bueno que el señor
Lampedusa supiera de buena fuente algunas cosillas que era mejor ventilar
ante alguien como él que venía de la seccional con no muy claros propósitos.
-Claro, cómo no, sígame usted-, le dijo tomando el camino en dirección al
área en la que se hallaba la sala A, que estaba ubicada justo al lado izquierdo
de la D.
-Nunca me ha dado curiosidad por visitar un centro de desustanciación-,
comentó Lampedusa al llegar a la puerta de acceso a la sala A, y seguidamente
preguntó: disculpe mi ignorancia, pero, ¿qué de particular tiene esta sala que la
hace diferente de las otras? ¿No bastaría con una? Si al final todos tenemos un
mismo destino, ¿para qué se necesitarían las demás salas?
-Le explicaré-, dijo la pasante, gustosa de poder hacer el tour mortuorio
que nunca nadie antes le había pedido. Ahora estamos ante la puerta de acceso
a la sala A, y usted mismo puede ver, si se voltea un poco y observa desde
aquí su interior, que esta sala está iluminada con un haz de luz con relación
reflexiva hecho de hidrógeno líquido para uso no bélico, desde que la última
reforma destinó estos fluidos para usos más prácticos y menos mortíferos-, le
señaló orgullosa la pasante al rememorar sus pinceladas de formación superior.
Y tal vez usted no lo note desde donde ahora está -continuó diciendo, pero, si
se acerca un poco más, podrá apreciar que el brillo que se alcanza a ver desde
aquí proviene de la otra sala donde las risas y el jolgorio, que en este momento
se oyen, anuncian que el proceso de congelamiento está por terminar.
Al ver el gesto de sorpresa y admiración de Lampedusa que no terminaba
de reconocer la proveniencia de esa luz entre amarillenta y azulada que la
oficial pasante llamó brillo, esta retomó su explicación diciendo:
-Mejor empiezo como debí empezar, por el principio-, le dijo, adoptando
una postura profesoral a todas luces innecesaria, y continuó: todo centro de
desustanciación tuvo que adecuar sus espacios para ofrecer el servicio de
muerte asistida en cumplimiento de una orden de la Administración Central
que dispuso, desde hace ya una década, que sólo habría cuatro maneras
posibles de prestar el servicio de morir en forma asistida: la de los
acomodados, la de los benefactores, la de los consentidos y la de los
desahuciados; por eso, cada área de estas que usted ve está demarcada con una
de las cuatro primeras letras del alfabeto: A, B, C, y D. Al pronunciar la
palabra D, la pasante se volteó señalándole la ventana tras la que apenas si se
alcanzaba a distinguir una sala escasamente alumbrada, y le dijo:
-¿Ve la sala que yo veo desde aquí en esta posición que tengo ahora? Pues
esa es la primera sala correspondiente al área de los desahuciados.
-¿Desahuciados?
-Sí, desahuciados, porque, quien tiene cómo pagar, no se va a ir a morir a
la sala D. Lógico, ¿no? Y si, además, uno se quiere morir de mentiritas por un
buen tiempo, pues corre a la sala A y paga todo: servicio de criogenización,
número de acompañantes y condiciones de revitalización según tipo de
enfermedad y estado actual de conservación del cuerpo. Esto último
condiciona que al costo total se sume el costo de la reanimación, conforme a
las condiciones pactadas previamente por quien busca conservarse para un
futuro que le es del todo incierto. Suponga, por ejemplo, que usted es uno de
ellos y que la fecha programada para su reanimación ya llegó, pero no hay
cura todavía para el mal que padece. Bueno, en ese caso sus familiares, amigos
o quien esté para asistirle en ese momento, tienen dos opciones: dejar que
continúe en estado de criogenización por un año más, a la espera de que
durante ese año se obtenga la cura que usted necesita, o, descartada tal
posibilidad por los doctores del cuerpo que sean consultados, tiene la opción
de dejar que empiece y culmine el proceso de desustanciación. En esto, la
suerte que corre el de la sala A se parece al que usa los servicios de la sala B, y
es que sus células madre y todos sus órganos vitales no se los toma la industria
ni el comercio sino que son destinados para uso de los descendientes que lo
necesiten. La diferencia entre los que utilizan los servicios de la sala A y
aquellos que usan los servicios de la sala B no está en esto, precisamente, sino
en que quien usa los servicios de la sala B, no paga nada, a diferencia del que
usa los servicios de la sala A, que sí paga. Así, el muerto de la sala A paga lo
que no paga el muerto de la sala B, porque el costo del que decide morir, y
tiene la opción de hacerlo en una sala B, es cubierto por el mismo centro de
desustanciación que premia así, con esta posibilidad, a algunos de sus
benefactores. Pero, por esto mismo, la sala B no cuenta con el servicio de
criogenización con el que sí cuenta la sala A. Como usted ve, los muertos de la
sala B no tienen la opción de morirse de mentiritas, pero sí pueden esperar que
un familiar o alguien amigo se beneficie con sus partes de cuerpo utilizables y
con todas sus células. Estas son las únicas dos ocasiones en que ni la
Administración ni los privados pueden hacer uso de los cuerpos de quienes
deciden venir a morir voluntariamente aquí. Y no podrán hacer uso de ninguna
parte de sus células, hasta por una generación más. No sucede igual con los
que acuden a la sala C, los consentidos, llamados así porque quien paga el
servicio de muerte asistida es algún otro distinto del interesado. Generalmente,
es un privado o una firma asociada de privados que regenta un centro de
recuperación y comercialización de órganos, y que pacta, con el asistido, el
destino que tendrán sus órganos. Los desahuciados, por su parte, desahuciados
de toda posibilidad, no pagan nada, por lo que no existe para ellos ninguna
prevención que haya que atender de antemano. Nadie los acompaña, nadie los
espera, y así mismo nadie distinto de cualquiera será quien se beneficie de sus
órganos pues, una vez asistidos, sus órganos y demás elementos utilizables
irán a parar al fondo común de órganos para uso general.
-Ya veo. Todos vamos a tener el mismo destino, desparramamiento de
órganos y si ...
-No, desparramamiento de órganos, no. Desustanciación, le corrigió en
seguida la pasante que rápidamente tuvo en su mente la imagen nada grata de
unos órganos desparramados por ahí en cualquier parte.
-Eso, desustanciación. Pero, por eso mismo le pregunto: si todos vamos a
tener el mismo destino final, ¿no le parece que es un derroche de la
Administración poner a funcionar cuatro salas para recorrer un camino distinto
que lleva a todos finalmente al mismo punto de llegada?
-¿Usted así lo cree?, le preguntó sorprendida la pasante sin comprender
que alguien pudiera pensar que daba igual morir en una sala o en otra.
-¡Vaya suerte la de algunos!, pero no los envidio, dijo finalmente
Lampedusa en respuesta a su sorpresa. Dígame, ¿esa ventana que señaló ahora
rato es la misma ventana de la sala D donde ocurrieron los hechos?
-¡Ah!, sí. Pero no fue en esa sala donde encontré al oficial muerto, sino en
la otra, la que sigue. ¿Sabía usted que el muerto tenía oculta una hojilla
extraña?
-¿Oculta, dice usted?
-Bueno, oculta, lo que se dice oculta, no. Había una hojilla siliconada de
apenas un milímetro de espesor que yo recogí, guardé y entregué al segundo
de la sección de criminalística el día que puse la denuncia de su muerte.
-¿Lo entregó? ¿Y por qué lo hizo? ¿Es que piensa que hubo algo anormal y
fuera de lo común que debe ser investigado?
-¿Hubo? Si lo hubo o no lo hubo, no lo sé. Pero todos ya saben que un
asesino estuvo ahí.
-¿Un asesino? ¡Pero si no se me dijo nada de eso cuando salí de la
seccional! Se supone que yo debía ... ¿Un asesino? ¿Y usted por qué está
enterada?
-Porque el mecanismo de la fuente de luz -que yo activo cada vez que
alguien llega al centro con deseos de morir-, se activó sin que yo lo activara, y
eso solo podía significar que habían abierto el canal de las tres P: prioridad,
prevención y precaución, por lo que me mantuve alerta en espera del mensaje
que estaría por llegar, y fue cuando supe que la Administración Central había
dado la orden de matar al asesino de la sala D. Por eso lo supe, y por eso los
otros también ya lo saben.
-¿Los demás también lo saben? Al parecer, el único que no lo sabe aquí
soy yo.
-Sí, al parecer, porque todos ya lo saben. Apenas supe de la orden, salí a
contárselo a todos los que me fui encontrando por los pasillos. Usted se topó
conmigo justo cuando yo ya venía de vuelta. Por lo visto, todo esto pasó antes
de que usted llegara y a lo mejor fue por eso que usted no tuvo oportunidad de
enterarse, ¿no le parece?
-No, no es así, las cosas no sucedieron así-, pensó Lampedusa,
conteniéndose para no decir nada más. Confundido, decidió que por el
momento no haría ninguna averiguación más y fue directo a refugiarse donde
se alojaba para pensar qué hacer, dejando pasar el resto del día en total
inactividad. Por lo visto, el Jefe de la Seccional de Salud le había
encomendado adelantar una investigación que nada tenía que ver con el
tremendo asunto que ahora sabía, por lo que empezó a sospechar de todo, del
Jefe de la Seccional de Salud, del Jefe del centro de desustanciación, del
oficial muerto, de la pasante misma, y hasta de que hubiera en verdad un
asesino y no dos, o incluso más.
Mañana tomaría la vía que lo llevaría directo a la Estación Solar I, para
coger luego hacia la encrucijada. En la encrucijada, lugar donde confluyen las
cuatro dependencias cívico-militares más importantes para la Subregión del
SurOeste, esperaba encontrar la información que creyó oportuno salir a buscar
antes de proseguir con la supuesta investigación que le habían encargado.
Al que madruga, el sol, tarde que temprano lo encandila, pero ese día el sol
se resistió a salir temprano. Más que friolento, el día estaba brumoso afuera.
Se arrebujó en su abrigo al salir del subte y se adentró de lleno en el pasillo
central que conduce a las oficinas de la encrucijada, en punto de las ocho. Sin
tiempo que perder se dirigió a la sede de las oficinas del Jefe del Jefe de la
Seccional de Salud. El señor Canuto, representante representativo de la sala de
conteo y estadística, lo recibió amablemente, dejando de lado toda formalidad.
Al fin y al cabo no era una visita oficial y podía recibir al desconocido que
preguntaba por él, completamente relajado.
-Mucho me temo que este asunto del muerto se nos está saliendo de las
manos a todos-, le dijo con pesadumbre el representante representativo de la
Administración Central para asuntos de conteo y estadística, que también tenía
entre sus obligaciones la de supervigilar las seccionales de salud, en respuesta
a la pregunta que le hiciera Lampedusa de por qué el Jefe de la Seccional de
Salud de la región sub sub de la Subregión del SurOeste le había dado una
orden que, según el protocolo, no se podía cumplir.
-¿Cómo dijo usted que se llamaba?
-Marcos, Marcos Lampedusa, investigador privado al servicio de la
Administración Seccional de la región sub-sub de la subregión ...
-Sí ... sí, el Jefe de allá es un tal Cadaviedes, ahora que lo recuerdo. ¿Y ...
Cadaviedes le pidió que investigara a sabiendas de que de por medio había un
asesinato?
-Pues ... no sé si cuando me lo pidió ya sabía que habían dado la orden de
ubicar y matar al asesino. ¿Sería muy raro, no lo cree? En ese caso, ¿por qué
me lo pediría?
-Sí, sí, sí, claro-, asintió el jefe Canuto con precaución medianamente
contenida.
A Lampedusa la inesperada actitud prevenida del jefe Canuto no le pasó
desapercibida, y ésta le llegó como rayo que quema el toldo hasta el fondo de
su febril cerebro ahora que ya estaba convertido imaginariamente en un
suspicaz sabueso capaz de identificar hasta la más mínima podredumbre.
Estuviera donde estuviese, él, Lampedusa, la sacaría al aire libre y la
expondría a la luz del día así hubiera estado escondida por mucho tiempo en el
lugar más recóndito e insospechado de todos. Tal fue el sentimiento que
empezó a corroerle desde que empezó a sentirse burdamente utilizado por el
subordinado del jefe que ahora tenía enfrente.
¿Cómo puede ser posible que todo un representante representativo de la
Administración Central pueda también estar comprometido con las
triquiñuelas y mañas de un insignificante jefe de sección de uno de los lugares
más recónditos de la tierra?, -pensó Lampedusa-, respondiéndose
inmediatamente: imposible, imposible, totalmente imposible. ¿Cómo podría
dudar siquiera de la integridad de alguien como el representante representativo
de una de las cuatro salas que estructuran la Administración Seccional? ¿Por
qué tendría que sospechar cuando nada sabía de cómo habían sucedido los
hechos?, -pensó-, abriendo y cerrando desmesuradamente sus ojos, acorralado
mentalmente quizás por la presión de una ráfaga de ideas sueltas que empezó a
martillar su cerebro al oírle decir al jefe Canuto que desistiera de toda
investigación.
-Este asunto ya no le compete. Lo mejor es que abandone toda
investigación y deje las cosas como están. El asunto ya pasó a mayores, y lo
que la Administración Central ya sabe es que, en este asunto, hay más de un
involucrado. ¿Y sabe usted? Esto ya es un problema de seguridad sub-
regional, pues, por lo visto, en esa muerte están involucrados los Catires, y,
según todo indica, Catires son también el oficial y quien lo mató-, terminó
diciéndole el señor Canuto, con aires de suficiencia burocrática.
-¿Catires? ¿Y esos, quiénes son? preguntó Lampedusa que nunca en su
vida había oído hablar de esos señores con nombre tan pomposo y extraño, al
menos, en la región de donde venía. De hecho, en la región sub sub de la
Subregional del SurOriente de donde era oriundo, nada de eso se comentaba.
Y, como no había tenido tiempo de observar nada de los alrededores por los
que ahora se desplazaba, no había tampoco nada que pudiera darle razón de la
existencia cabal de esos seres singulares llamados Catires. Desde que se
embarcó en el Hyperloop de mediana velocidad, que lo transportó desde la
región sub sub de la Subregional del SurOriente hasta adonde había llegado
para apersonarse de la investigación que le habían encomendado, no se había
topado con ningún supuesto Catire ni nada parecido, y sólo ahora que Canuto
los había nombrado vino a enterarse de su existencia.
-¿De verdad no sabe quiénes son cuando todo el tiempo están actuando
bajo sus narices? ¡Vaya con los investigadores que tenemos en la sub-sub! Yo
ahora no tengo tiempo de explicarle nada al respecto. Si quiere, puede
informarse sobre ellos en la Sub-central de Asuntos Estratégicos no Sensibles
y por Recuperar, que actualmente está en servicio en la Estación Solar II para
uso de investigadores rezagados como usted. No toda la información
disponible está clasificada por lo que ahí puede enterarse un poco más sobre
esos señores. Mejor váyase para allá y por acá no vuelva, que en nada le hace
falta, y no se preocupe por los estipendios que se le deban, que haré que se los
entreguen cuanto antes. En cuanto al señor Cadaviedes, ya me encargaré yo de
que responda por su error y su imprudencia, dijo finalmente el señor Canuto,
despidiendo sin más a Lampedusa, que no tuvo más remedio que atender la
sugerencia del jefe Canuto de ir a saber más, para entender mejor, en qué
embrollo pudiera ser que se estuviera metiendo.
-Mejor ahora que más tarde-, pensó para sí el detective, que no estaba para
nada dispuesto a seguir contando ovejas mientras la esclusa permaneciera
abierta. Presto, tomó el antiquísimo Hyperloop de velocidad media que en ese
instante salía de la Estación Solar I, y en menos del tiempo que se gastaría en
ir y volver del lugar del que había venido, llegó directamente al lugar de entre
fronteras desde donde se podía ver brillar la cúpula de la Estación Solar II.

La Administración Central se moviliza


Todos los citados respondieron puntuales a la citación hecha por el


asistente directo de la oficina del Comisionado para Asuntos Estratégicos de la
Subregión del SurOeste, responsable de hacer llegar, por vía doble, las notas
de seguridad suscritas por la secretaría mediática del Consejo Mundial. La
citación a reunión, -avalada por el jefe máximo de la sala de seguridad extensa
e inextensa del Consejo mundial (sala encargada de incentivar causas entre la
población o condenar las ya existentes según lo considerara necesario el
Consejo)-, fue elevada, en esta ocasión, por el representante seccional Elías
Canuto, representante representativo de la sala de conteo y estadística para
toda la Subregión del SurOeste.
Como era de esperarse, tomó primero la palabra el representante
representativo de la sala de seguridad extensa e inextensa para la Subregión
del SurOeste:
-Este asunto de los Catires está haciendo mucho ruido por los pasillos del
Consejo Mundial. De antemano pongo en conocimiento de todos ustedes que
esta sala no es la responsable de que los tales llamados Catires existan, pues
no hemos sido nosotros los que los hemos creado ni mucho menos los hemos
sugerido a nadie para que los promocione, y tampoco sabemos qué es lo que
se traen entre manos, pero tenemos información de que algo está por suceder
en una de las regiones de la Subregión del SurOeste, por la circular que nos ha
enviado la oficina del comisionado para asuntos estratégicos, lo que explica
que pusiéramos en alerta a todas nuestras dependencias militares.
-Gracias, señor representante representativo de la sala de seguridad extensa
e inextensa por introducir, de manera concisa y precisa, el motivo que me
llevó a convocar, con carácter de urgencia, a los representantes representativos
de las cuatro salas a esta reunión extraordinaria que a todos tiene, muy
seguramente, muy molestos, pues nadie esperaba, con lo ocupados que todos
estamos en esta época del año, que tuviéramos que reunirnos. Pero esto es
asunto de seguridad subregional, como muy bien fue introducido por el
representante representativo de la sala de seguridad extensa e inextensa al que
acaban ustedes de escuchar. En efecto, señores, tenemos un problema muy
serio en una de las regiones de la Subregión del SurOeste, más
específicamente, en la región sub sub conocida por todos como la perla de las
contradicciones por no haberse logrado aún implementar allí, sino sólo a
medias, los últimos desarrollos tecno-fásicos.
-Así es-, intervino de manera firme y contundente el representante
representativo de la sala de intercomunicación tecno-fásica, sala encargada de
desarrollar e implementar los últimos avances tecno-fásicos y de atender todos
los ajustes y las adecuaciones que hubiere que hacer allí donde fuere necesario
hacerlo. Ustedes saben que esta sala tiene como filosofía incentivar en todos
los privados el deseo de sacar adelante las investigaciones científicas que se
requieran para impulsar las plataformas de alta productividad allí donde la
innovación funcione como una sensible membrana de conexión con el
mercado en las distintas subregiones. Pero, como muy bien saben los aquí
presentes, nada de esto ha podido ser desarrollado en la Subregión del
SurOeste desde que se presentó el problema ese de los Catires, hace ya una
década. No sé si ustedes recuerdan el infausto suceso de la muerte del
Gobernador de la Isla del Diablo, llamada así desde antes de que se introdujera
la reforma que prohibió expresamente usar este tipo de expresiones al
comunicarnos unos con otros, pero traigo a cuento este hecho porque desde
que ocurrió este funesto y nunca esclarecido suceso es que han venido
presentándose dificultades y problemas para adecuar la infraestructura actual a
todas las condiciones tecno-fásicas requeridas para que esta subregión pueda
estar al mismo nivel de competencia tecno-fásica en el que se encuentran las
demás subregiones.
-Respecto de esto tengo que decir categóricamente que lo que está diciendo
el señor representante representativo de la sala de intercomunicación tecno-
fásica es absolutamente cierto, y más que cierto, grave, por las consecuencias
que puede traer una nueva aparición de estos señores que se dicen llamar
Catires-, intervino abiertamente, sin habérsele cedido la palabra, el señor
representante representativo de la sala de códigos y difuminación de sensores
de programas de memoria no atávicos, sala que era la encargada de diseminar,
entre la población, conductas aparentemente no regladas, o en su defecto, la
que debía determinar qué memorias digitales deberían ser implantadas para
complementar o sustituir la propia memoria. Las conductas antisociales, como
muy bien lo saben todos aquí, pueden incentivarse fácilmente, pues basta con
intervenir las expectativas que una población determinada tenga para que
todos los afectados queden en estado de alerta receptiva, y si estas
intervenciones no son parte de las que nosotros hacemos, no podremos
controlarlas como quiséramos dado que, por el simple hecho de ver, leer, oír o
recordar, cualquier mensaje emitido por los Catires, puede llegar a despertarse
en más de uno el deseo de trasgredir las normas de convivencia ciudadana. ¿Se
imaginan ustedes lo que podría llegar a pasar si algo así sucediera? Si en algo
estuvo acertada la pasada reforma al código de comportamiento ciudadano fue
que incluyó en su normativa la prohibición expresa del uso de algunos
términos linguísticos que hacían parte del habla corriente, medida que fue
adoptada como una medida extrema y legítima para luchar contra el peligro
del fanatismo de quienes usaban esos términos para promover que otros,
haciendo causa común con sus seguidores, buscaran llevarlos a tener las
conductas más aberrantes y violentas que puedan ustedes imaginarse. No
sabemos si los Catires están detrás de algo similar a esto y ahora estén
buscando que más se asocien con el único fin de allegar adeptos dispuestos a
actuar hasta las últimas consecuencias con el propósito criminal de impedir
que finalmente sean implementados los grandes avances tecno-fásicos en la
vasta Subregión del SurOeste. No es para nadie un secreto que el uso ilegítimo
de muchos de estos términos prohibidos tiene como finalidad última el
adoctrinamiento preparatorio de la tarea de captación ideológica con la que
quieren subvertir toda implementación tecno-fásica.
El representante representativo de la sala de conteo y estadística, (sala
encargada de decidir sobre el mejor modo de medir y administrar las unidades
de valor justipreciadas altamente por el Director-Jefe y sabiamente distribuidas
por el Banco Único de Capitalización Forzosa encargado de acuñar y atesorar
el capital metálico y no metálico, virtual y real, proveniente de las distintas
subregiones), aprovechó las razones aducidas por el representante
representativo de la sala de códigos y difuminación de sensores de programas
de memoria no atávicos, para afincar la suya. De este modo logró que todos
los representantes volcaran su atención exclusivamente sobre la posible
amenaza que representaba la sola presencia de los Catires en la región sub sub
de la Subregión del SurOeste para que sobre ellos recayeran todas las
sospechas alejándolos de momento de toda otra preocupación que pudieran
despertar en ellos los acontecimientos recientemente acaecidos en el centro de
desustanciación. Como la sala de conteo y estadística aún tenía a su cargo su
funcionamiento, nada mejor que distraer la atención de todos para tener con
que acallar el inminente asunto que estaría por ventilarse muy seguramente. Y
aunque subordinados hay que están para hacer las veces de jefes en condición
de delegatura conferida por un jefe superior con el solo fin de que sean ellos
los que asuman la responsabilidad de las fallas y las faltas, ¡hete aquí que en
bandeja de plata le llegaba a Canuto su presea más deseada! pues todos de
consuno coincidieron en afirmar que era hora de enfrentar cuanto antes la
amenaza catire en razón a que ya una vez habían sido la causa del desasosiego
vivido. De este modo se logró que todos vieran en el estigma que por años
sobrellevaron los Catires en el pasado, la razón expresa de la infamia que en el
presente les endilgaron, y todo esto, por el temerario juzgamiento que
irresponsablemente hicieron ellos y que Canuto supo alentar maliciosamente
soslayando en todos el resquemor que pudiera asaltarles de repente por saberse
culpables de haber hecho tan gratuito señalamiento.
El detective Lampedusa, entretanto, dejando atrás la Estación Solar II,
logró alcanzar el nuevo transporte que en ese instante partía en dirección hacia
el lugar al que se dirigía. Una vez allí, se topó con una ciudad esplendorosa,
refulgente, limpia y ordenada, recobrando ahí mismo la tranquilidad que creyó
perder en cierto momento del viaje durante el último tramo recorrido.
Acostumbrado a utilizar de cuando en vez el Hyperloop de velocidad
media en la región sub sub de donde provenía, el Hyperloop que lo llevó de la
Estación Solar I a la Estación Solar II no lo cogió por sorpresa; pero haber
tenido que vérselas con un medio de transporte nuevo como el que le llevó de
la Estación Solar II hasta el lugar al que ahora llegaba, lo dejó perplejo, pues
nunca antes había hecho un desplazamiento tal mediante el uso de un medio
de transporte como el que acababa de utilizar. El recientemente inaugurado
Turbotobogán de alta velocidad impulsado con motor de propulsión
electromagnética alimentado por energía solar le era totalmente desconocido,
pues aún no existía como medio de transporte en la Subregión del SurOriente
de donde era oriundo.
En un comienzo, Lampeduza no supo a qué atribuir el mareo que de
repente le sobrevino, ni esa sensación de estar flotando que le quedó al salir de
la cápsula en la que fue expulsado del Turbotobogán apenas llegaron. La
confusión sobrevenida fue tal que al intentar rememorar después lo que
realmente le había pasado se confundió más, pues nada sensato había retenido
su mente de aquél instante vivido bajo ese estado casi de estupor que le borró
literalmente la visión al querer bajarse y salir, por lo que no supo si lo que le
pareció ver lo vio realmente, o si tan solo se lo figuró luego al recordarlo, pues
nada de lo que había sentido lo sintió de nuevo al hacer de regreso el viaje que
ahora mismo acababa de hacer.
'Quizás fue ese tipo de velocidad nunca antes experimentada por mi lo que
me aturdió provocándome ese extraño delirio y nada de lo que vi lo vi
realmente', fue lo único que atinó a pensar. Esa curiosa deformación de su
memoria dejó a Lampedusa inquieto y pensativo, y azas prevenido para
futuros viajes de ese tipo, pues hasta muy entrados los días Lampedusa no
pudo desprenderse del pérfido recuerdo de haber visto venir, desde el fondo de
la senda que tomó al bajar, a un grupo de seres envueltos en un inmenso tapiz
de luz iridiscente que lo llamaban quedos a su encuentro. Pero claro que todo
eso no fue sino eso, un falso recuerdo, sombras moviéndose en el espacio
imaginario de un espejismo, como si entre el Puerto, la Estación Solar II, y la
Subregión del SurOeste, hubiera mediado un gran desierto, tan vacío y extenso
como extenso y vacío fue el tiempo que permaneció en estado de suspensión
momentánea durante los pocos minutos que duró el viaje.
-Lo que sucede es que no estoy acostumbrado a viajar de esta manera y tal
vez me quedé dormido y soñé lo que creí haber visto-, fue toda la reflexión
que pudo hacerse para justificar ese estado hipnótico bajo el que creyó
encontrarse repentinamente y solo atinó a preguntarse lo siguiente: ¿No será
que creí ver lo que no veía mientras dormía y para nada fue verdad que
alguien hubiera habido allí invitándome a que lo siguiera?
Pero no fue el dudar lo que le llevó a temer que algo grave le pudiera estar
pasando sino el caer en cuenta que lo suyo había sido un shock nervioso
causado por la descompensación visual que muy seguramente le produjo
verse asediado de repente por los coletazos lumínicos que los múltiples rayos
en difracción generaban veloces al deshacerse una vez llegados al punto en el
que justo se encontraba al momento de bajarse de la cápsula por ser ese el
lugar concéntrico en el que confluían, para descomponerse, los diversos
mensajes publicitarios que en formato 4D anunciaban las múltiples y
magníficas distracciones que a diestra y siniestra se ofrecían a todos los
viajantes que llegaran al Puerto.
Caminando sobre la suave pendiente que lo recibió sacó fuerzas de donde
no las tenía para rechazar la loca idea de responder sí al llamado voluptuoso de
las imágenes tetradimensionales que le llamaban insistentes, y sin ceder a la
distracción que por momentos quiso apoderarse de su mente, siguió camino
hacia la sede de la Sub-central de Asuntos Estratégicos no Sensibles y por
Recuperar.
-Buenas, dijo atropelladamente al llegar, sin saber si la costumbre de
saludar así era buena en ese lugar, pues todavía se hallaba bajo el influjo de
esa extraña sensación de confusión momentánea. No obstante, logró preguntar
certeramente por aquello que era su asunto ahora.
-¿Es aquí donde puedo averiguar sobre unos tales Catires?, preguntó a la
dama que tenía enfrente.
-¿El señor es ...?
-Marcos Lampedusa, investigador privado a cargo de la investigación
sobre un ...-, pero no supo qué decir después, pues ya no sabía qué clase de
investigación era la que estaba haciendo.
-¿Si?
-¡Ah!, perdón. Vengo de parte del señor representante representativo para
la Subregión del SurOeste, el representante seccional Elías Canuto, quien me
ha solicitado que investigue todo lo que pueda saber sobre los Catires. ¿Sabe
usted quiénes son?
-No, pero si se desplaza usted hacia el interior de la sala que ve allá,
encontrará una cabina de información dónde puede encontrar lo que está
buscando.
-Gracias. ¿Todos aquí son tan amables como usted?, preguntó coqueto,
ansioso de tapar con su coquetería lo que pudiera ella haberle notado de
imprecisión culpable.
-Tenga presente que la información que obtenga por ese medio es veraz y
oportuna, y aunque está desclasificada, no puede ser cambiada, mutilada,
deformada o mal utilizada, si tuviere que llegar a hacer uso de ella. Si lo hace
y no se atiene a la indicación que le acabo de hacer, será fuertemente
penalizado-, le dijo la asistente oficial por toda respuesta a su coquetería
mañanera.
-Gracias de nuevo, lo tendré en cuenta-, dijo, educadamente Lampedusa, y
como perro apaleado se escurrió en dirección a la sala indicada esperando
encontrar libre la cabina señalada por la asistente oficial. Había muchas, la
mayoría libres, y todas ellas disponibles y en el mejor de los estados posibles.
Estaban como nuevas. Buscó la que estuviera más retirada de las pocas que
estaban ocupadas, y encendió el monitor. Curiosamente, el aparato que
acababa de encender le resultó familiar y cayó en cuenta que era un monitor
cualquiera, igual a los que se usaban en su región natal, por lo que no tuvo
problemas, ni con el encendido, ni con su búsqueda. Pero lo que Lampeduza
desconocía, por ignorancia tecno-fásica, era que la conectividad en su región
solo se obtenía mediante un servidor que tenía inserto un mecanismo tecno-
fásico adaptado por el cual las rutas de enlace previamente prohibidas
quedaban ipso facto encriptadas, condicionando de este modo y por este medio
el potencial enrutamiento no deseado de todo usuario al controlar, de manera
automática, los lugares que no era permitido visitar, mecanismo cuya
implementación se hizo durante la fase de Internet II que instalaron en la
Subregión del SurOriente bajo los nuevos patrones de ajuste surgidos con
ocasión de la segunda revolución tecno-fásica para el tiempo en que
Lampedusa era apenas un chicuelo de pantalón corto, sin aspiración ninguna y
con todo un mundo de imágenes y sensaciones por conquistar.
Había pues entrado sin ningún problema a la red de internet y ésta estaba
funcionado tal y como creía que funcionaba la red de Internet II en la región
sub sub de la Subregión del SurOriente de donde provenía. Fue entonces
cuando escribió la palabra Catires y accionó el motor de búsqueda disponible,
esperando hallar algo que le diera alguna pista sobre qué o quiénes eran estos
señores, y esto fue lo que encontró:
"1. Expresión coloquial que designa una persona que tiene el cabello rubio
y la piel blanca. 2. Aplicado a una caballería, de color blanco y ojos muy
vivos".
Y lo que encontró, no le dijo nada, pero siguió buscando:
"1. Se dice de la persona de piel blanca y cabellos rubios. 2. Se aplica al
caballo rucio con los belfos rosa claro".
Pero esto tampoco le dijo nada, por lo que siguió buscando, y más adelante
sí creyó haber dado con un dato que en principio le pareció sugestivo:
"En una carta de Francisco de Miranda el generalísimo menciona a alguien
a quien llamaban el Catire".
Y eso ya le sonó más, por cuanto la nota encontrada mencionaba a un
militar, y si de por medio había algo oscuro que ocultar, muy seguramente
algo allí podría él hallar, pero aún no se convencía de estar dando con la
información correcta, hasta que dio con una frase que le llamó fuertemente la
atención:
"En una requisitoria judicial se pide la aprehensión del general de pelo
rubio pasudo y bastante poblado, color blanco y algo catire".
Al parecer, ya me estoy acercando a algo, -pensó-, al notar que se trataba
de una nota judicial. Pero no volvió a encontrar ninguna mención de ningún
catire que tuviera que ver con problemas con la justicia o algo parecido, y se
quedó sin saber qué pensar; pero no se desanimó, y continuó buscando.
En otra nota que encontró más adelante halló una referencia que parecía
más bien sacada de un libro de cuentos fantasiosos, como cuando las gentes de
otras épocas escribían cosas a las que llamaban literatura, pero no supo decirse
nada al respecto. Sólo le llamó la atención que usaran la palabra apodo:
"Apodo de un personaje al que apodaron el Catire por su cabeza pelirroja,
sus ojos zarcos y su rostro de blancura desvaída, amarillenta y pecosa".
Si hay un apodo, -pensó para sí-, muy probablemente también haya un
alias, y esto ya coloca todo en los límites de la legalidad, diciéndose a sí
mismo que tal vez habría allí una línea delgada qué seguir, y siguió leyendo:
"el personaje que da nombre a la novela llama catire a su rival".
¡Hum! ... Apodo, rivales, esto ya se está tornando interesante, -pensó-,
entusiasmándose de nuevo por lo que pudiera encontrar si seguía leyendo, y
siguió leyendo:
"leyenda llanera de un gran cantador de coplas y consumado
contrapunteador que, retado por el Diablo, se fajó con este una noche entera a
fuerza de contrapunteo, y que describe al coplero como un catire. Y
curiosamente no lo hace de modo directo, sino por boca del propio Diablo".
¡Ah!, conque esas tenemos, -se regocijó-, pensando que tal vez sí estaba en
lo cierto el jefe Canuto cuando le advirtió sobre ellos, y siguió leyendo:
"Varias veces el diablo lo llama catire; primero en el saludo inicial: Catire
quitapesares, contésteme esta pregunta. Luego, ¡Ay!, catire, escuche a quien lo
previene".
Pero lo que más le sorprendió encontrar, después de todo, fue la alusión
directa a una condición racial inexistente, por tratarse de una raza que por
física sustracción de materia, ya no existía sino como folklor antiquísimo y
anodino:
"el siniestro personaje es, ciertamente, un indio".
Y no buscó más, considerando que por ahí no iba a ser posible para él tener
más claro el asunto de los actuales Catires, por lo que decidió regresar de
vuelta al lugar de donde había venido.
Pero Lampedusa ya estaba picado por querer saber más sobre lo que
empezó para él como la formulación silenciosa en su cabeza de una incógnita
sin resolución alguna al no hallar punto de comparación posible de lo
encontrado con lo sabido. Sólo que, -habría que indicarlo desde ya-, nunca
estaría en condiciones de poder juzgar adecuadamente nada de todo eso en lo
que ahora se encontraba metido, dado su actual desconocimiento del atraso
tecno-fásico en el que se encontraba la región sub sub de la Subregión del
SurOeste.
Lampedusa aún no sabía que, en cuestiones de desarrollo tecno-fásico, la
Subregión del SurOeste estaba aún más atrasada que la subregión de donde él
venía, y desconocía, por tanto, la poca o casi nula posibilidad que tenían
investigadores como él de poder justipreciar adecuadamente los riesgos a los
que se enfrentaban quienes querían ir tan lejos en sus pesquisas como
impelidos estuvieran de hacerlo según su deseo, dado el desconocimiento
monumental de la implementación de las múltiples formas de control
disponibles que en ese momento había activado. En su fatal ignorancia no
estaba en situación de tener presente que había algunos problemas puntuales
sobre los que tendría que haberse informado previamente, antes de haber
tomado la decisión de emprender cualquier investigación como la que ahora
estaba emprendiendo.
Como nada de lo que hizo hasta ese momento le había hecho sentir que se
había convertido en un posible sospechoso de ser culpable de catirismo,
supuso, en su absoluta inocencia, que llegaría tan rápido como había podido
hacerlo temprano en la mañana si lograba coger a tiempo la vía de alta
velocidad que lo había llevado hasta ahí, pero no fue así. A la entrada del
pasillo que lo llevaría directo a la cápsula que lo depositaría en el
Turbotobogán de alta velocidad se encontró con una veintena de agentes
oficiales que lo detuvieron.
-Hemos sido informados de que usted ha estado investigando sobre los
Catires. Acompáñenos, por favor-, le dijo diligente la oficial de más alta
graduación entre los oficiales que él reconoció como oficiales al servicio de la
sala de seguridad extensa e inextensa, aunque no reconociera del todo la
indumentaria que llevaban puesta. Y no tenía por qué, pues era la primera vez,
en diez años, que los comandos operativos especiales que se crearon con
ocasión del asesinato del Gobernador de la Isla del Diablo habían vuelto a
operar, y sólo hasta ahora volvían a estar de vuelta en misión de seguridad
ciudadana.
Sorprendido y molesto, se dejó conducir por la oficial a cargo hacia el
interior de una turboneta oscura y ovalada en la que fue interrogado.
-¿Podría indicarnos que hizo entre las 8:00 horas del día de hoy y este
preciso momento en que se lo estoy preguntando?
'Qué extraña manera de interrogar tiene esta oficial', -pensó-. 'A lo mejor es
de otra escuela', -siguió pensando-, pero acto seguido, sin más demora que el
tiempo que lleva una suspicacia en desaparecer ante el simple temor de estar
faltando a la dignidad del cargo del que se tiene en frente, respondió:
-Hacía lo que me ordenaron que hiciera las autoridades de salud de la
seccional de donde vengo: investigar sobre el caso del oficial muerto en el
centro de desustanciación de la región sub sub de la Subregión del SurOeste.
-¿Y en qué va lo uno con lo otro?-, le preguntó la oficial asumiendo que él
ya sabía que la noche anterior habían detenido a un considerable grupo de
personas acusadas de catirismo en la región sub sub de la Subregión del
SurOeste.
-No entiendo lo que me pregunta.
-¿Acaso no sabe que ya fueron detenidos los jefes principales?
-¿Detenidos?, ¿quiénes?
-La plana mayor, incluida esa que llaman la equilibrista. Con ellos estaba
el asesino del centro de desustanciación donde mataron a un oficial.
-¿Asesino? ¿De verdad hubo un asesino?, preguntó sorprendido
Lampedusa que aún no se convencía del todo que las cosas hubieran pasado
como Canuto había dicho que pasaron.
-Se ve que se las trae el caballero. ¿Quiere hacerse el inocente y pasar
como el que nada teme, porque nada sabe?, le dijo la oficial despectivamente,
volviendo a la carga, con doblegada sospecha.
-Lo siento. Vengo de hablar con el representante representativo de la sala
de conteo y estadística y es por él que estoy aquí. Una vez terminé lo que él
me encomendó que hiciera, pensé en volverme, pero ustedes me lo impiden y
aún no se por qué lo hacen.
-Puede irse, no lo detendremos más-, le dijo por toda respuesta la oficial, y
a Lampedusa le siguió pareciendo extraña esa forma de interrogación.
'Qué extraño es todo esto, ahora sí que no entiendo nada, se dijo así mismo
camino de regreso y algo adentro le resonó con lo que había alcanzado a
medio percibir al hablar con Canuto. Ahora si que creyó estar más que seguro
de que algo ocultaban esos dos. ¿Por qué le pidió Canuto que desistiera de la
investigación? ¿No será que está más interesado en encubrir la falta de su
subordinado Cadaviedes que en aclarar lo que pasó realmente en ese centro de
desustanciación? Lampedusa, empezando a sospechar que algo no andaba bien
con esos dos, recordó que temprano en la mañana la pasante le había dado a
entender que el Capitán Armesa había actuado de manera sospechosa, por
decir lo menos, y una desconfianza agria empezó a abrirse paso en su mente al
sentir de pronto que había sido convocado falazmente como investigador con
el propósito vil de encubrir las trapacerías que hubieran podido haber hecho
otros.
Todo esto pensaba Lampedusa mientra estaba siendo interrogado.
Entretanto, la cámara de positrones captaba su imagen y transfería sus datos
termosensoriales a la Central de Datos de la compañía asesora para asuntos de
computación tecno-fásica. El confiado Lampedusa no sabía por ignorancia
tecno-fásica que en ese momento toda la información sobre su estado
emocional actual estaba en manos de la Administración Central y que ya
estaba siendo analizada, en ese preciso instante, por los oficiales expertos en
computación emocional de la Administración Central.
Claro que él no tenía por qué tener claro nada de eso. Por lo mismo,
tampoco tenía por qué tener claro, en ese momento, que la Administración
Central seguía utilizando, en toda la Subregión del SurOeste, los mismos
viejos sistemas de espionaje que pululaban en la red de Internet cuando aún
existía esta como medio de intercomunicación masiva. Por supuesto que me
estoy refiriendo a la época en que apenas si se vislumbraba la posibilidad de
que se diera el conflicto religioso que finalmente terminó separando las zonas
geográficas en las que ya operaba el complejo sistema de intercomunicación
computacional cuántica de esta otra en las que aún es preciso reordenar todo
con base en los nuevos presupuestos de orden tecno-fásico.
Una persona como él, nacida en una zona de relativo atraso tecno-fásico,
no tenía por qué conocer tampoco que el funcionamiento fraccionado de las
distintas redes existentes permitía delimitar el campo de acceso a ellas según
el tipo de enrutamiento que hubiere sido acordado por los oficiales de
computación cuántica conforme a las condiciones tecno-fásicas del lugar.
¿Cómo, entonces, iba a poder enterarse de que, por el sólo hecho de haber
buscado en la red lo que había intentado indagar por medio de ella, se había
vuelto sospechoso de ser simpatizante, colaborador, o miembro de los Catires?
¿Acaso tenía por qué saber que el antiquísimo malware que fuera usado para
espionaje masivo de los internautas de la red de internet desde la época de sus
inicios nunca fue del todo desmontado por no haberse desmontado aún en la
Subregión del SurOeste ese sistema de intercomunicación antiguo que, como
tal, podría activarse remotamente tantas veces cuantas veces lo quisiera la
Administración Central? ¿Cómo iba a saber él que con sólo prender la pantalla
había activado ese mecanismo? ¿Acaso podía alguien como él estar enterado
de que los equipos de las cabinas estaban siendo monitoreados por la
Administración Central para sembrar evidencias sobre posibles contradictores
cuando ello fuera conducente y necesario hacerlo?
Justamente, una de las determinaciones tomadas por la Administración
Central, iniciada la segunda fase de la revolución tecno-fásica, fue asegurarse
de que no se desmontaran los viejos sistemas de espionaje existentes en la
Subregión del SurOeste hasta tanto no fueran adecuadas convenientemente
todas sus dependencias. Por supuesto que Lampedusa no estaba en
condiciones de poder saber, como tampoco de poder preguntarse, por qué las
empresas asesoras con capacidad para combinar, en un mismo y único sistema
de espacio tetradimensional, la administración de las cosas con la
administración de las personas, nada habían hecho en la Subregión del
SurOeste para implementar este cambio que supuestamente les convenía.
En realidad, si los poderosos privados de la región sub sub de la subregión
a la que había llegado como investigador ocasional no lo habían hecho aún, y
si la Administración Central no se decidía a emprenderlos todavía, no era por
problemas técnicos, a esa altura inexistentes, sino por problemas políticos de
difícil resolución, aún vigentes. Pero nada de lo que era propio del pasado le
sería por completo conocido como quiera que, en su caso, el chip de memoria
que le fuera inserto tempranamente en su cerebro sólo le permitía reproducir
los recuerdos que el mundo tecno-fásico de la Subregión del SurOriente le
había proporcionado, por haber sido, como muchos niños y niñas de su
subregión, objeto de esa experimentación singular que tuvo como efecto
sustituir en parte su propia memoria.
Con la llegada de la segunda revolución tecno-fásica, la población de
varias regiones sub sub de la Subregión del SurOriente había sido objeto de
múltiples experimentaciones después de descubrirse, con absoluta certeza, que
la red de neuronas encargada de la memoria semántica solo podía activarse en
el rango superior de la banda Alfa.
Este notable descubrimiento desató, por cierto, una dura competencia entre
las compañias que estaban en capacidad de producir masivamente el chip
condensador de las ondas alfa de alta frecuencia. Todas sabían que quien
primero lo lograra tendría garantizado un gran mercado de vastas
proporciones, dado que la producción de estas ondas, en las áreas del cerebro
que tienen por función concentrar los procesos de memoria, serían muy
apetecidas por la Administración Central. Más, buscando la total conveniencia
evitaron la puja y prefirieron unirse proponiéndole al CRR (Centro Regulador
del Recuerdo encargado de coordinador las distintas salas de códigos y
difuminación de sensores de programas de memoria no atávicos), que
iniciaran la experimentación con niños y niñas menores de 10 años en todos
los centros educativos de la Subregión del SurOriente por ser la que mejor se
prestaba para ello dado el estado tecno-fásico en que se hallaban todas sus
instalaciones.
Desde entonces, Lampedusa y el resto de infantes de esa subregión llevan
inserto en su cerebro un chip de memoria diferida de largo plazo. Se dijo
entonces, y todos los de la subregión así se lo creyeron, que entre los objetivos
trazados por las empresas estaba poder enviar al cerebro, mediante el chip
inserto, un tipo de información desordenada que sería ordenada luego para así
poder evaluar, frente a toda otra información que hubiera sido adquirida
previamente, la información errónea o de baja importancia con intención de
eliminarla, de manera que solo fuera información útil la que finalmente se
conservara en la memoria de largo plazo.
Bajo estas circunstancias, ¿qué podría entonces saber Lampedusa de lo que
la Administración Central actual tuviera por sabido de lo que en efecto hubiera
sucedido en el pasado?
La Administración Central actual, por ejemplo, tenía por cierto, desde un
tiempo para acá, que en el momento del asesinato del Gobernador de la Isla
del Diablo medraban otras agrupaciones sobre los que nunca nadie dijo nada.
¿Por qué, -se preguntaron entonces-, todas las sospechas recayeron
exclusivamente sobre los Catires?, y algunos supusieron que había habido un
interés muy particular en que así fuera creído por todos, pero no atinaban en
saber quién o quiénes podrían haber estado detrás de todo eso.
No sabiéndose nada al respecto, y amparados en las acusaciones que
entonces les hicieron a los Catires, algunos oficiales de la Administración
Seccional todavía defendían la tesis de que nada debía hacerse en la Subregión
del SurOeste si antes no se lograba reducir y controlar la amenaza catirista.
Algunos incluso decían abiertamente que a lo mejor Canuto en cierto modo
tenía razón cuando afirmaba que los Catires seguían siendo el problema, por
cuanto la inexplicable aparición suya llevaba nuevamente las cosas al tiempo
en el que todos los acontecimientos que rodearon la muerte del Gobernador de
la isla del Diablo se habían dado. Bajo ningún pretexto, -se decían entre ellos-,
debía permitirse que volvieran por su fuero las fuerzas interesadas en sacar
partido del desorden momentáneo que introduciría el hecho de intentar hacer
cualquier reforma, por lo que también creían que debían evitar que de nuevo
se agitaran fantasmas del pasado que sacaran de sus tumbas a los muertos que
por ese tiempo habían sido sepultados en secreto.
Esta era la razón aducida para que pasados estos diez años persistieran en
abordar, con tiento y cuidado, el tema de las reformas faltantes en la Subregión
del SurOeste, buscando no descuidar ninguno de estos aspectos problemáticos.
Y en cierto modo, visto desde una perspectiva menos interesada que la que
pudieran tener Canuto y Cadaviedes, era verdad que Los Catires seguían
siéndo el problema, pero claro que no tanto como para creer que seguían
siendo el problema fundamental.
Para la Administración Central actual, en cambio, el asunto estaba claro
desde hacía ya bastante tiempo, como quiera que los representantes
representativos del nivel central ya sabían que para emprender el camino de la
igualación tecno-fásica en la Subregión del SurOeste, la existencia de los
Catires no era el problema, por lo que los representantes representativos del
nivel central que aún dudaban de la real capacidad que tenían los Catires para
hacer daño insistían en que ya era hora de fomentar entre los oficiales de la
región sub sub el espíritu reformista. Y como ya se oía decir por el boca boca
que la amenaza catirista no era el único ni el principal problema para poner a
andar la puesta en forma de las adecuaciones tecno-fásicas en la Subregión del
SurOeste, los oficiales y representantes representativos de esa seccional
supusieron que el nivel de vigilancia de la Administración Central aumentaría,
toda vez que los privados les habían hecho saber que ahora sí estaban
interesados en que se empezaran a desarrollar estas reformas, por lo que cabía
esperar que buscaran entonces apoyarse en los políticos y esto era algo que
tenía bastante incómodos y bastante prevenidos a algunos de ellos y en
particular al representante Canuto.
Como en general la duda en el ambiente se mantenía, aunque la mayoría de
los representantes de la Administración Central pensaban que ya era hora de
abordar lo represado, el asunto no estaba del todo claro. Concientes de que los
políticos bailan siempre al son que las circunstancias les imponen, la pregunta,
no obstante, seguía siendo la misma: ¿Qué hacer? Era evidente que no había
respuesta fácil a esta pregunta por cuanto la Ciencia del Mando y del Poder no
había dicho la última palabra sobre qué pudiera ser lo más conveniente cuando
de por medio había tantas inconsistencias entre lo que era constatable por los
hechos y lo que podría ser deducido por las intenciones. Lo que sí tenían claro
la totalidad de los representantes representativos del nivel central actual era la
necesidad imperiosa de seguir contando con los representantes representativos
seccionales a quienes el Poder Central había delegado el mando en la
Subregión del SurOeste. Y aunque daba mucho qué pensar el hecho de que
fueran estos mismos representantes los que ahora se opusieran a poner en
punto las cosas en la Subregión del SurOeste, era mejor seguir confiando en
ellos hasta lograr despejar toda duda. Así las cosas, la Administración Central
decidió no forzar nada en la dirección que deberían haberlo hecho prefiriendo
no empujar demasiado el intento reformista para no alterar el statu quo
prevaleciente en la Subregión del SurOeste.
Así y todo, para los representantes representativos del nivel central, el
desaforado apetito que habitaba en los políticos siempre, y en los oficiales de
las subregiones casi siempre, era lo que realmente debía tomarse en
consideración. De ahí que la pregunta: ¿Quién apoya a quién en esta zona
deprimida del mundo?, era la pregunta subyacente, sin respuesta concluyente,
que seguía permeando cualquier propuesta de reforma que quisiera
emprenderse en ese momento.
Pero claro, esto tampoco tenía por qué saberlo el detective Lampedusa, por
ignorancia evidente.
Apenas hubo tocado suelo estando ya en los límites de la Subregión del
SurOeste, Lampedusa dirigió sus pasos hacia la oficina del representante
representativo de la sala de conteo y estadística, y justo llegó cuando los
demás jefes representantes representativos de la subregión abandonaban la
sala estratégica de juntas a la que habían sido citados.
Lampedusa se encontró con el señor Canuto en el centro de la encrucijada.
-Y usted, ¿qué está haciendo aquí de nuevo?-, le dijo sorprendido al verle
el señor Canuto. ¿No le dije que por acá no volviera?
-Disculpe la intromisión, si estoy en falta-, le apuntó resbalosamente
Lampedusa, que ya le venía fastidiando la figura ladina del señor Canuto.
-A ver, ¿qué quiere esta vez?
-Información, le espetó Lampedusa, sin esguince ni rubor alguno.
¡Carajo que se me está creciendo este vergajo!, pensó Canuto, y quiso
parar todo inmediatamente, pero se contuvo justo el tiempo que demora en
cegar la vista la flamante luz del rayo, y prefirió no hacer como haría todo
buen sabueso de olfato programado que se detiene y revuelca lo que por ahí se
va encontrando prefiriendo no mandar paticas para afuera al impertinente
Lampedusa, no fuera que también le conviniera tenerlo cerca por la razón que
fuere, y terminó diciéndole otra cosa muy distinta de la que estaba por decirle:
-Finalmente, ¿logró aclarar algo sobre los Catires? Porque viene de la
Estación Solar II, ¿no?
-¡Oh, sí, sí!, bien, muy bien, todo estuvo muy bien. Sólo una cosa me
sucedió al intentar volverme y es que fui detenido y preguntado de por qué
estaba investigando lo que estaba investigando, y yo les mencioné su nombre
y les dije que ...
-¿Quéeee ... mi nombre? ¿Y por qué hizo eso?
-¿Y por qué no iba a poder hacerlo?, le reclamó en seguida el detective, sin
amilanarse ni un poquito.
-Pues porque me coloca en una situación que no es ...
Pero no siguió, al caer en cuenta de la gran barbaridad que estaba por decir,
y rápidamente se contuvo, diciendo en cambio lo contrario:
-Olvídese de lo que estaba por decirle. Hoy ha sido un día difícil para mí.
Vengo de una reunión con los representantes representativos de las otras salas
y esto no ha sido fácil. Todo este cuento de los Catires ya me sabe a cacho
quemado. Pero, a qué ha venido, a propósito, preguntó aparentando
indiferencia.
-A avisarle precisamente que me habían interrogado y que yo mencioné su
nombre a la oficial mayor encargada, y pensé que tal vez a usted pudiera
interesarle saber que lo habían hecho, y a lo mejor explicarme por qué lo
habían hecho.
-Ya veo. No se preocupe. Seguramente las cosas sucedieron así porque
usted, estando allá, no tuvo cómo enterarse de que la Administración Central
ya había logrado aprehender a la que parece ser la plana mayor de la
organización Catire. A propósito, casi se me olvida mencionárselo, cayó
también el asesino del centro de desustanciación, le dijo a boca de jarro
esperando distraerlo de lo que hubiera podido haber sucedido allá y que lo
tuviera ahora cavilando sobre ello. O, justamente, por lo que pudiera haber
sucedido allá, aprovechó para despacharlo con afecto y confianza, por lo que
le sugirió, al despedirlo, que estuviera pendiente del juicio que se llevaría a
cabo al no poder ser él quien asistiera, dado que se trataba de un asunto penal
y no administrativo:
-Estoy muy interesado en lo que pueda ventilarse durante el juicio, por lo
que le agradecería, muy especialmente, si asiste. Por lo visto el señor
Cadaviedes se las va a tener que ver conmigo después-, dijo finalmente,
guiñándole un ojo, sin razón ni motivo aparente.
Lampedusa entendió que había llegado el momento de marcharse y así lo
hizo, garantizándole al jefe Canuto que estaría puntual a la hora del juicio.

Fueron los Ultra


Los cogieron empaquetando unas hojillas hechas con minúsculas


laminillas de gas fluorescente fuertemente congelado y comprimido con
material siliconado altamente resistente a la humedad y a los golpes. Los
cogieron en el momento en que discutían si deberían hacerlas saltar o no por
fuera del sistema de residuos contaminantes, mediante extrusión mecánica.
Dice la nota que se adicionó luego del interrogatorio que se les hizo la
misma noche de su detención, que habían decidido finalmente escoger ese
método porque sabían que sería imposible que el sistema de monitoreo usual
lo detectara. Y dice el detenido-declarante que escogieron esa técnica de
bombeo a sabiendas de que había sido desechada por incompatible con las
nuevas aplicaciones tecno-fásicas, garantizando con ello que la expulsión sólo
produjera desconcierto, ansiedad, estupor, y algo de expectativa por lo que
pudiera venir después. Según el declarante, sólo querían garantizar que el
alcance propagandístico buscado no generara lesión corporal alguna entre
quienes se encontrasen ahí al momento de ser expulsadas las hojillas por entre
los barrotes de nitruro de boro cúbico que funcionan como barrera y control de
acceso al sistema. Dijo también que la decisión de hacerlo el día previsto había
sido vista por todos ellos como un gesto abstracto de amor catirense y un
símbolo en concreto de que su deseo era hacer aparecer como posible lo que
era visto por casi todos como imposible, sin destruir lo que entonces era
considerado por la mayoría como necesario. Dijo que decidieron hacerlo por la
vía que corre en dirección paralela a los conductos de ventilación subterráneos
por supuestamente estar más acorde con la acción de extrusión que esperaban
hacer, pues, siendo que las dos vías pasan por debajo del centro de
convenciones tecnológicas era mejor, más conveniente y más seguro, hacerlo
por la vía de conducción de residuos contaminantes, porque la construcción
del sistema de residuos contaminantes había sido hecha a prueba de toda
destrucción por causa de la alteración sísmica de los suelos, conforme lo tenía
por seguro la plana mayor de los Catires, dada la pluriresistencia de los
materiales tecno-fásicos con los que había sido hecho ese viaducto de residuos
contaminantes.
Tal fue el comienzo de la declaración presentada por el oficiante oficial de
la Magistratura Seccional.
Hecha la apertura formal del caso ante los asistentes en la sala, se llamó
luego a interrogatorio, declarando abierta la sesión de preguntas y contra
preguntas:
-Terminada la lectura de descargos, se declara abierta la sesión de
preguntas y contra preguntas.
En estas intervino el agente oficial que los detuvo:
-Aclara el señor oficial que los detuvo que pretendían, además, hacerlos
saltar el día y hora en que se diera inicio a la reunión de evaluación del
desarrollo tecno-fásico de la Subregión del SurOeste, programada por la
Administración Central para los próximo días, en la que estarían presentes,
además de los representantes representativos de las tres subregiones que
conforman la Gran Región de Occidente, algunos políticos y varios privados.
Se hace notar que fue la intervención oportuna de los oficiales dependientes de
la sala de seguridad extensa e inextensa de la Administración Central la que
logró evitar que esto sucediera.
-¿Tiene algo más que decir a la Magistratura?, preguntó el oficial que los
detuvo al que parecía ser el líder de ellos.
-Nunca dudamos de que era mejor hacerlo el día que teníamos previsto
hacerlo-, declaró el Indio a los representantes de la Magistratura. Era ése el día
y no otro, pues las decisiones que se fueran a tomar ese día de seguro que irían
a ser trasmitidas a todos, vía la red, mediante el uso de los canales oficiales de
foto audiometría liminar; y si nosotros, ese día, no lo hacíamos, ya no íbamos
a tener ningún otro día en que pudiéramos hacerlo, pues mucho nos temíamos
que después de ese día los canales oficiales se clausurarían en prevención de
posibles ataques que pudieran sobrevenir luego. Tal es la debilidad de la red
que hoy tenemos y todos aquí están conscientes de ello. Por eso, la gran
oportunidad que teníamos de irrumpir con amplio espectro de difusión visual y
auditiva la íbamos a tener dentro de cuatro días, pero fallamos, debo
reconocerlo. Quisimos aparecer de nuevo en escena generando un gran
impacto sobre todos los representantes representativos de la seccional, y sobre
todos los privados y políticos que estuvieren ahí reunidos, pero fallamos.
Sabíamos que si ese día no lo hacíamos, nunca más tendríamos la oportunidad
de hacerlo, terminó declarando el Indio con voz cansada y lastimera.
Y era verdad. No habría habido mejor ocasión para hacerlo, aunque, de
hecho, tampoco hubieran podido hacerlo si así hubieran querido, por causa de
la falla que se presentó inesperadamente en la vía de diseminación de datos no
recurrentes que había sido escogida previamente por quien era el encargado de
calcular fecha y hora para dar a conocer de antemano la acción
propagandística del grupo, por lo que nada de lo que hubiera sido acordado
por ellos entonces podría haberse hecho el día que tenían previsto hacerlo.
-Todo se vino abajo porque nos cayeron la segunda noche donde
estábamos reunidos antes de que pudiéramos hacer nada-, terminó diciendo el
Indio entre sollozos contenidos. Su rostro palideció al querer continuar, y en
susurros dejó oír su voz de nuevo:
-Era nuestra oportunidad, la oportunidad que veníamos esperando y
preparando desde hacía tiempos para irrumpir de nuevo en escena-, dijo
sensiblemente dolorido.
Sonia, atenta a sus palabras y a su rostro, le rescató del negro hueco en el
que le pareció que iba a sumergirse lentamente si no actuaba con rapidez, y
tomando decididamente la palabra, declaró:
-Por lo visto el que no se hayan puesto de acuerdo previamente sobre el
futuro de la red, no les impide estar y andar juntos. Eso lo teníamos por seguro
nosotros. ¿Cómo no irían a estar los privados ese día si ese día se analizaría
cuáles, de todos los cambios tecno-fásicos recientemente aprobados por la
máxima dirección del Consejo Mundial, deberían ser adoptados, y cuáles no?
¿Quiénes, sino estos, serían los primeros en encargarse de hacer los arreglos
previos a toda adecuación que hubiere que hacer de los equipos? ¿Quiénes,
sino ellos, podían garantizar que su funcionamiento tecno-fásico estuviera a la
altura de los nuevos descubrimientos ya aplicados en todas las instalaciones de
las demás subregiones? ¿Cómo no irían a estar ellos ese día, si ese día se iban
a determinar cuáles de los métodos y medios técnicos actualmente disponibles
irían a ser considerados no obsoletos, pero inaplicables, por ahora, a la
Subregión del SurOeste? Y díganme señores: ¿Cómo no intentar irrumpir ese
día si ese día irían a discutirse los cambios que puedan garantizar que hacia
futuro la red se pueda desmontar y las adecuaciones tecno-fásicas requeridas
finalmente implementarse? ¿No les basta, señores administración y señores
privados, que se haya desechado ya el uso de la red en las demás subregiones,
por inadecuado y obsoleto en su conjunto? ¿También se quiere arrasar con la
nuestra? Y, ¿para qué? ¿Acaso es para vivir mejor? No, por supuesto que no.
Sólo lo quieren hacer para tener mejor oportunidad de negocios y un mayor
control, mucho mayor del que ahora padecemos nosotros, aunque las otras
gentes no lo sepan ni lo sospechen, ni les interese siquiera saberlo.
Después de esta inesperada intervención hubo un silencio general.
Pero Sonia siguió hablando y habló de muchas cosas más, y todos
escucharon lo que ninguno de los presentes, -distinto de los Catires-, tenía por
qué saber a qué aludía ella, por lo estrambótico del contenido de aquello a lo
que se refería. Y ninguno allí podría haberlo reconocido, por la simple y
sencilla razón de que no había cómo hacerlo, como quiera que nadie tenía ya
la posibilidad de poder descubrirlo sin entonces trasgredir la norma que lo
impedía. Algunos, incluso, no lograron entender que lo que estaba haciendo
Sonia era una rápida rememoración de cuando la red de internet era universal
y para uso de todo el mundo, en el pasado remoto. ¿Quién de los presentes
estaría en condiciones de comprender tal desviación de la memoria? ¿Iglesia
de la eutanasia? ¿Templo satánico?
Muchas cosas extrañas se escucharon ese día durante el juicio, cosas sobre
las que el detective Lampedusa no tenía ni la menor idea, y la mayoría de los
allí presentes, tampoco. Con mucho, sólo Sonia y algunos de los Catires.
En Sonia y los Catires era más que comprensible, toda vez que se pasaban
la mayor parte del tiempo pesquisando en la red páginas prohibidas para
revelarlas luego, o al menos esa había sido la impresión que causaron
entonces, diez años atrás, cuando lanzaron por primera y única vez la
proclama-mensaje vía la red. Sonia, fan de la red desde niña, y decidida
libertaria desde que entró en contacto visual con el pasado remoto que hubo
hallado en el historial de la red, fue una de las muchas personas que en ese
entonces se opusieron al primer intento de cerrar la red para introducir los
cambios tecno-fásicos en la Subregión del SurOeste. Por eso la respetaban los
Catires, y por eso era tan buscada por la oficialidad y tan protegida por los
miembros permanentes de la organización.
Algunos supuestos miembros, no siendo activos dentro de la organización
Catire, pero que posaban como simpatizantes suyos por ser también
buscadores de tesoros emocionales no filtrados que aún podían encontrarse en
la red, lograban ir tan lejos en su búsqueda como se los permitía su habilidad
tecnológica. Algunos incluso podían acceder a muchas de las páginas que
fueron subidas a la nube que las acogió en el pasado más remoto rompiendo la
encriptación que denegaba su acceso, logrando así llegar hasta más allá del
pasado inmediato al que las autoridades centrales no hubieran querido que
ningún internauta se adentrara, aunque no llegaban tan lejos como esperaban
poder hacerlo antes de que la Administración Central lograra implementar las
adecuaciones tecno-fásicas que estaban pendientes de hacerse en la subregión.
A los no miembros, Sonia les colaboraba de vez en cuando cada que podía.
Y a pesar de que muchas veces se veía colgada de tiempo, insistía en seguir
haciéndolo, pues simplemente decía que, estando cerca de ellos, le era más
fácil convencerlos de que se volvieran miembros permanentes de la
organización. Ella sabía que podía convencerlos, que poseía toda la capacidad
oratoria que se necesitaba para poder convencerlos, y si no lo sabía, era del
todo evidente que la capacidad de convencimiento que tenía era proporcional a
su inteligencia en red dada, y a su singular belleza catírea. Con sigilo y
cuidado (vía la comunicación en línea), vino a ser la mejor reclutadora de
nuevos miembros para la organización. ¿Qué decir entonces de su voz filípica
restallando en los rostros pétreos de la alta Magistratura?
Por todo lo que pasó ese día durante el juicio podríamos decir hoy que
aquél día inició un nuevo capítulo en la historia de la Subregión del SurOeste,
si la historia todavía fuera considerada necesaria para la vida, y si todo lo que
pasó ese día hubiera quedado registrado tal y como sucedió. De haber quedado
registrado, alguna señal podría haberse dejado como guía para que alguno
cualquiera, esculcando después en la red, pudiera saber qué pasó y corriera a
decir a otros lo que efectivamente ocurrió en esa hora del juicio en la que
todos fueron condenados. De haber sucedido esto que aquí se indica, habría
que haber resaltado la tal seña que se hiciera como perla en muestrario y haber
titulado esa marca en la red, de la siguiente manera: "Sonia habló".
Sonia habló, y todo lo que escucharon los Catires presentes les satisfizo
plenamente. Todos pensaron que lo había hecho de manera audáz y elocuente,
engrandeciéndose aún más en su mente la imagen que tenían de ella, la que ya
tenían los Catires que en ese momento eran enjuiciados, y la que se fue
formando en la mente de quienes habían ido allá y pasaban ahora camuflados
entre el público. ¿Quién de los que tenían al lado era un oficial camuflado
como ellos? No lo sabían y poco les importaba, pues querían ser testigos de
primera mano, aún a riesgo de verse algún día ocupando el lugar que hoy
estaba ocupado por aquellos que iban a terminar siendo, muy seguramente, los
primeros Catires condenados, luego de diez años de haber hecho irrupción
exitosamente.
La parrafada final con la que cerró Sonia su aguerrida puesta en escena fue
el candil de fuego que esparció aroma corrosivo y abundante en el natural
proscenio que tenían por encierro. Esto dijo al final Sonia:
-¡No se nos puede condenar por querer acudir a lo que alguna vez circuló
en la red y es nuestro derecho poder reivindicar ahora como nuestro!-, dijo,
mirando desafiante a quienes estaban en ese momento ocupando el sitial de la
tribuna de la alta Magistratura. ¿Acaso, lo que alguna vez estuvo en la red, no
nos pertenece a todos ahora? ¿Qué pretendeis ocultar opacando los datos del
mundo antiguo y su memoria?
Ante el revuelo producido por la imprecación lanzada a su aire, se dio la
orden de activar la táctica IOD y todos los oficiales camuflados en la sala
desplegaron sus nanorayos portátiles sobreponiendo la mancha electrónica
sobre cuanto aparato había en la sala, aislándolos a todos ellos de toda
comunicación en línea durante el efímero tiempo que demoraron en enrutar de
nuevo las imágenes previamente dispuestas por ellos. Al inmovilizar, ocultar y
desaparecer las imágenes reales que en términos fraccionados de segundo
fueron sustituidas por las otras mediante la aplicación oportuna del recurso de
la mancha electrónica, la presencia y la voz de Sonia se tornó inofensiva e
inocua. Y como la realidad era más virtual que real en casos como estos en
que es posible traslapar la imagen, la Administración Central no veía necesario
encerrar a nadie de los así aislados, ni mucho menos, desaparecerlo
físicamente, pues la manera abstracta de abordar el problema concreto que
representaba la existencia virtual de los Catires era aplicar, oportuna y
simultáneamente, la táctica IOD utilizando el proxy local para controlar el
acceso a la señal de todos los aparatos que en ese momento estuvieran
prendidos en la sala. De esta forma, como era evidente que los Catires existían
porque la red en cierto modo los hacía existir, una vez suprimida su existencia
virtual quedaban ineluctablemente reducidos a sobrellevar su aislamiento de la
red en situación de soledad obligada y en condiciones de ineficacia subversiva.
Las leyes son lo que son porque el Poder espera y exige que sean lo que
son en aras de la conservación de la sociedad que las erige como norma de
convivencia. Y aunque las leyes hayan sido impuestas por un poder de facto,
la sociedad terminará organizándose en torno a ellas si finalmente son acatadas
por la mayoría. Y lo que la ley determine ahora, bien puede ser lo contrario de
lo que antes ella disponía. Es por esto que hoy podemos decir que la
administración de justicia ejecuta en abstracto pero no mata en concreto a
nadie. Lo más que en este sentido permiten las leyes actuales es la posibilidad
de hacer desaparecer, a futuro, la descendencia de todo condenado que en sus
genes porte el deseo que conlleva al ansia del desafío. Que la existencia de tal
deseo y su transmisión vía ADN solo la defiendan exclusivamente quienes se
apoyan en los resultados que arrojó el último muestreo de población acusada
de estar relacionada directamente con los Catires, no hace problema alguno,
pues, aunque la presencia en los genes de este deseo no sea del todo una
conclusión científica ciento por ciento corroborada, la decisión de acoger tal
medida se consideró judicialmente profiláctica pues se buscaba poder
atravesarse a tiempo a cualquier deseo de descendencia que conllevase el
oscuro propósito de dar continuidad al legado del desafío hasta más allá de la
muerte, por lo que tal medida de supresión a futuro fue considerada
conveniente, oportuna, eficaz, y moralmente ajustada a la realidad efectiva de
los derechos particulares que seguían conservando los enjuiciados, cualquiera
fuera la causa por la cual fueran condenados.
El detective Lampedusa vio el rostro del Indio palidecer cuando le fue
dictada su sentencia.
-Al señor Godofredo Cancino Lasprilla, alias 'el Indio', se lo condena a
morir por cuenta propia al término de un año contado a partir del día de hoy, y
se habilita al centro de desustanciación a donar el pase de la sala C, -del que
ya dispone el acusado según la tabla de asignaciones que fuera acordada por la
empresa de recuperación de órganos: 'Muere feliz' durante su primera campaña
promocional exitosa-, a cualquier otro que carezca de éste y lo desee. Sin otra
consideración que este mandato, el condenado es libre de no escuchar más lo
que se dicte en esta sala.
Desde que fuera considerada como probable la transmisión generacional
del deseo portador del ansia del desafío, las autoridades judiciales
recomendaron, además, atender siempre a las buenas maneras al momento de
dictar sentencia, buscando suavizar el impacto negativo que tal supresión
pudiera de hecho ejercer sobre los varios familiares del reo que estuvieran
presentes entre el público. Por esto mismo, la fórmula final adoptada por el
alto Magistrado apuntaba a que el reo recién condenado se retirase
voluntariamente, buscando, con ese golpe de delicada astucia, amainar su
inexplicable rebeldía. Pero como el Indio no se decidía a hacerlo, los agentes
oficiales se vieron obligados a intervenir ejerciendo violencia sobre él para
poder retirarlo.
Lampedusa, desconociendo la razón subyacente a esa formalidad adoptada,
juzgó mal el último comportamiento rebelde del Catire, pues desconocía por
completo que el alcance de la sentencia iba más allá del efecto mortal que
tenía sobre su humanidad amenazada, al no saber que este tipo de sentencia
conllevaba, implícita, la prohibición de tener descendencia durante ese año de
vida concedido en gracia. Ignorante de esta causa mortal, creyó
equivocadamente que era temor lo que movía al Indio a comportarse de esa
manera desobligante, y en cambio juzgó, equivocadamente como templanza,
lo que en el alto Magistrado le pareció finura de carácter. Pero lo que
Lampedusa no sabía tampoco, por ignorancia supina, era que la disciplina
doctrinal mandaba que así fuera el desempeño de la alta Magistratura si en la
sala quedaban otros sentenciados en espera de escuchar su condena.
Sonia, por el contrario, estaba llena de dolor ajeno por la forma cicatera
que tenía la Magistratura de administrar justicia repartiendo penas al que no
debía y descuidando en verdad lo que realmente podría ser bálsamo en la
herida. Y es que Sonia, ajena a toda idea de venganza, sufría más con la
violencia ejercida sobre otros que con la violencia aplicada por otros sobre
ella. Pero muy pronto iría a poder apreciar que la distancia entre una y otra
violencia era muy corta y que el tiempo destinado para padecerla podía llegar
a ser, en cambio, muy largo.
-"Ven a bailar con el diablo y experimenta la Historia mientras se escribe",
invitaban los organizadores del recién inaugurado templo de Satán a través de
su página de internet. ¿No es esto cierto, señorita Sonia? ¿Qué piensa usted de
eso?, le preguntó el alto Magistrado.
-Que Satán es un rebelde y un símbolo de la naturaleza inherente del
hombre, la representación del eterno rebelde, de la libertad individual, más que
una deidad o un ser sobrenatural. También eso se decía en la página que
consulté. ¿Qué importancia tiene eso ahora?
-¿Importancia? Mucha. Pero lo primero será preguntarle: ¿por qué violó las
normas que impiden abrir páginas prohibidas? Usted sabe que esa y otras
páginas consultadas por usted fueron desterradas del dominio público desde
hace ya más de diez años. No sólo ha violado la ley, sino que ha incitado a
otros a hacerlo, enseñándoles cómo romper el umbral que demarca el
encriptado oficial al respecto. ¿Qué pretende con eso señorita Sonia?
--Afilar el pensamiento crítico y ejercitar el cuestionamiento razonable de
todas las cosas-, dijo altiva, más que energúmena, recordando otra de las frases
con la que también se presentaban quienes erigieron la escultura de Satán en
esos tiempos remotos a los que el alto Magistrado se estaba refiriendo.
-¿Pensamiento crítico, dice usted? ¿Le parece pensamiento crítico traer de
nuevo a la conciencia de los jóvenes el desbarajuste mental que tales
recordatorios insufla en sus mentes? ¿No fueron ustedes acusados ya de
promover miedo e histeria masiva hace ya diez años? ¿A eso le llama
pensamiento crítico?
-La misión del Templo Satánico era alentar la benevolencia y la empatía
entre la gente. ¡Abrazaban el sentido común y el de la justicia! ¡Era un
llamado a luchar en nombre de la libertad individual y en contra de los
teócratas egoístas!, dijo, repitiendo de nuevo lo que entonces ellos decían.
-Ya veo. Se exalta usted muy fácilmente, señorita Sonia, le dijo con
sarcasmo el alto Magistrado. Pero tenga presente que lo que han hecho no es
solo ilegal sino estúpido e inconsecuente. Parece que nada de lo que ha
sucedido en épocas recientes, ni nada de lo que hemos venido haciendo para
repararlo, ha servido para darle a entender que el mundo ya no es el mismo
que aún vibra en las páginas virtuales que usted y los suyos han querido
ventilar de nuevo. ¿Cómo así que "tengo noventa años. No me resuciten si
caigo en coma?". ¿Qué pretende que todos pensemos dando a ver páginas
como esta en la que eso se afirma, como si nada?
-¿Como si nada?, objetó Sonia, para quien la mujer que se había tatuado en
su pecho esa frase le parecía no sólo valiente y audaz, para su tiempo, sino
también coherente con la idea de que la libertad individual sólo tenía un
límite: la propia muerte, elegida y preferida frente a cualquier otra decisión
que otros quisieran imponerle.
-Mi pequeña Sonia, qué ingenua es usted, dijo entre admirado y severo el
alto Magistrado. ¿O es que quiere parecerlo ante nosotros? ¿Acaso no sabe
que la Ciencia médica ya no está para resucitar a ningún moribundo? ¿No se
da cuenta de que quien quiera puede pagar su propia reanimación para cuando
quiera, sin que tengan que reanimarlo estando en sus últimas, bajo ningún
pretexto? ¿Qué guardián de la medicina querría ser reanimado por nadie si él
mismo puede, el día de mañana, ser despertado para intentar con otro su
reparación de facto? ¿No será que lo que busca es crear zozobra, desconcierto,
y nada más que odio entre todos? ¿Tan difícil es querer vivir sin hacer daño a
otros, señorita Sonia?
-¿Daño por decir lo que se piensa?, refutó ingenuamente Sonia, que ya no
veía qué decir o qué no decir sin que el alto Magistrado viera que también en
eso habían intenciones protervas de su parte.
-Daño por decir lo que no se debe nunca decir-, le acotó el alto Magistrado,
dando luego rienda suelta a una serie de amonestaciones y sanciones culturales
desde tiempo atrás establecidas y actualmente reforzadas, al decirle: hay
palabras que no deben ser dichas, y usted lo sabe. El código de conducción
ciudadana, en su artículo 42, fue enfático al indicar cuáles palabras debían ser
desterradas del vocabulario común totalmente, y ahora usted se empeña en
traerlas de nuevo a la mente de todos, como si nada. Pues sepa que nada era
más peligroso en aquellas épocas de antes del enfrentamiento religioso
mundial que la adopción de esa postura de seriedad irreductible y de suspiro
absorto con que los fanáticos acompañaban siempre el pronunciamiento de
esas supuestas palabras sagradas que esgrimían para la vanagloria de un
término que en su abstracción resultaba incuestionable. ¿Entiende lo que le
digo? Déjeme preguntarle entonces: ¿por qué querría nadie sacar a la luz lo
que debe permanecer oculto?
-Porque somos eso, caballeros de la luz, gritó alguien de entre los
simpatizantes catires allí presentes que rápidamente fue callado y sacado del
recinto.
¡Caballeros de la luz!, valiente nombre se han dado estos mequetrefes,
gruñó para sus adentros el oficial que sacó al espontáneo agitador. Sonia, al
verle sacar a empellones del lugar, empezó a dolerse de la suerte que correrían
todos.
-Estaban perdidos sin remedio-, pensó Sonia, sintiendo que empezaba a
hundirse en el hueco negro del que pretendió sacar al Indio minutos antes.
'Con nostalgia y pesar por lo lejano de los tiempos en que era posible ...' -
siguió pensando-, pero de estos pensamientos que abrían la fosa que le atraía
con fuerza hacia un lugar indeterminado de oscuridad y silencio la sacó de
nuevo el Magistrado con su recuento de por qué se había prohibido entonces
lo que ahora estaba prohibido buscar en la red para ser intercambiado en
diálogo abierto con otros.
El alto Magistrado, haciendo el recordatorio de lo que ya casi nadie
recordaba por tenerse por sentado que eso era lo más natural del mundo, le
estaba diciendo a Sonia, y a todos los presentes, qué era lo que no debía
decirse jamás:
-¿No se da cuenta de que la sola duda o burla o indiferencia ante la
sacralidad de los términos puros que en épocas remotas defendían los
fanáticos de entonces era considerada una afrenta directa a la moral y un
insulto artero? ¿Acaso mucho daño no hicieron los que así pensaban con sus
campañas de pureza lunática que hoy justamente condenamos? ¿No se da
cuenta que fue por eso que se desterró del habla el uso de cierto términos?
¿Acaso no fue por eso que estuvimos al borde del colapso mundial hace
apenas unas cuantas décadas, mi querida Sonia? Y usted habla de historia,
pero ¿sabe lo que eso significa? Muerte y más muerte. Si no hubiera sido por
la llegada de la revolución tecno-fásica que trastocó para siempre las
coordenadas mentales que guiaban al mundo, ni usted ni yo estaríamos vivos,
y ninguno de nosotros estaría aquí armando lío ahora. ¿Le parece poco querer
traer de nuevo a escena lo que llevamos años tratando de desterrar del todo?
Cambiar las palabras es una condición necesaria de civilización, usted lo sabe
muy bien, ¿verdad?, o pretende hacernos creer que nada sabe sobre eso, le dijo
el alto Magistrado, mirándola fijamente.
-Lo que sé, respondió Sonia, es lo que, en materia de seguridad, consideran
ustedes que es lo más importante. Por lo visto, importa más la percepción que
se induzca de la realidad, que la realidad misma que efectivamente se presenta,
o la realidad que cada quien es capaz de hacerse a su aire y por su propia
cuenta. Por eso restringen el que podamos enterarnos de lo que realmente
importa saber para entender qué es lo que realmente puede estar sucediendo,
dijo finalmente Sonia, entristecida y desfalleciente, como si ya no pudiera
soportar más el estar ahí.
-Y lo ha dicho muy bien. Así es. ¿Qué objeción le merece eso? Para
sobrevivir en comunidad es necesario saber lo que se puede decir y lo que no,
ese es el límite de todo acto en convivencia. Uno no puede ir por ahí diciendo
lo que no debe. Si eso se viola, los límites que hacen posible la convivencia se
rompen. La legislatura es clara y contundente al respecto. Y usted ha violado
la norma que expresamente prohíbe desencriptar y dar a conocer lo que por ley
debe permanecer encriptado y oculto, pues ha violentado el software de
filtrado que deniega el acceso al contenido de las páginas web prohibidas.
Usted no sólo se metió de manera ilegal en la web profunda, accediendo a un
sinnúmero de páginas prohibidas, sino que se ha convertido en una amenaza
pública, por incitar a otros a que hagan lo mismo. ¿Qué busca generar al
diseminar información de perfil ilegal o prohibido?
-Pero ... los programas de vigilancia masiva lo que hacen es espiar los
datos privados de todos, le pareció que gritaba en su ensimismamiento ligero.
Pero nada de esto se oyó en la sala, pues apenas estaba para decirlo cuando
fue interrumpida por el oficial adjunto de la sala de seguridad extensa e
inextensa que estaba siguiendo el juicio adelantado a los Catires en calidad de
oficial delegado ante el Tribunal de las Cosas Pretéritas y por Recuperar. El
aparato en el que podía ver funcionando el microcircuito de identificación de
emociones le permitió a este delegado leer lo que estaba pensando Sonia en
ese momento al lograr finalmente colocarlo en coordinación con el chip de
lectura que le fue implantado en su cerebro antes de que se diera comienzo al
juicio, y algo debió llamarle fuertemente la atención pues inexperadamente
alzó la vista para preguntarle a quemaropa lo siguiente:
-¿En qué es nuevo eso en lo que ahora piensa? ¿No era así antes? ¿No lo
fue así desde siempre? ¿No lo ha sido desde tiempos pretéritos cuando apenas
si comenzaba a vislumbrarse, en el horizonte, el funcionamiento mundial de la
red? ¿Por qué se resiste e insiste en ir a contracorriente? ¿Quiere que
retornemos a los oscuros tiempos en que se mataba a todo aquél que afirmara
que su muerte sólo le importaba a él y a nadie más? ¿Es esto lo que ustedes
buscan?
-No nosotros, los Ultra.
-¿Los Ultra? ¿Quiere usted hacerme creer que estos seres llamados Ultra
en verdad existen?
-Usted lo sabe mejor que yo.
-Ahora me va a decir que fueron los Ultra los que mataron al Gobernador
de la Isla del Diablo hace diez años, ¿verdad?
-En eso pensaba. ¿Me está leyendo la mente ahora?
El alto Magistrado, igualmente sorprendido por esa irrupción abrupta y
repentina del delegado de la sala de seguridad extensa e inextensa, se dirigió a
este diciéndole:
-Dejémos eso de lado. Más tarde se sabrá lo que ella sabe sobre esos seres
de los que nadie parece saber nada.
Luego, sin dar tiempo a que el delegado dijera nada, le hizo a Sonia una
pregunta tan inesperada y extraña que pocos allí estaban en capacidad de
poder entender, en ese momento, por qué la hacía ni qué buscaba con ella al
hacerla. Sin ton ni son, fue lo que pensaron todos, incluido Lampedusa, que
maravillado de que el alto Magistrado hiciera esa pregunta empezó a
rememorar la breve charla que tuvo con la pasante durante la corta visita que
días atrás había hecho al centro de desustanciación.
-¿Ha pensado desde ya internarse en un centro de desustanciación?, le
preguntó el alto Magistrado a Sonia, sorprendiendo a todos
Pero la pregunta en realidad solo era extraña para aquellos que, como
Lampedusa, desconocían por completo los intríngulis legales que hacían que
algo de este orden tuviera que ser considerado por el alto Magistrado en algún
momento, pues lo que el alto Magistrado temía era que Sonia exigiera su
derecho a morir haciendo valer su pase, su voluntad y su deseo, tal y como
estaba dispuesto que podía hacerlo cualquiera que se presentara ante cualquier
pasante de cualquier centro de desustanciación exigiendo tener una muerte
asistida cuando así lo demandara. Era la Ley. Si así sucediera, -
pensaba el alto Magistrado mientras hacía la pregunta-, su muerte sería un
suicidio temprano que impediría fatalmente saber la razón por la cual actuaba
como actuaba, y todo esto, en desmedro de la Ciencia.
Lampedusa, entretanto, pensaba confundido: 'si esta pregunta no
contraviniera toda ley universal y toda regla supuesta, habría que pensar que
estaba prohibido morirse de modo que no fuera sino suicidándose', y pensando
en esto, tuvo la leve impresión de que tal vez había mucha prisa en concluir
rápido el asunto, pero fue sacado del camino abierto en su cerebro por esta
reflexión de ocasión, al oír el barullo que se armó de pronto.
En un momento de descuido, el Indio había logrado zafarse del oficial que
lo llevaba del brazo hacia la salida y, reculando sobre la parte de atrás, había
llegado hasta el borde del estrado de la Magistratura. Agazapado bajo el sitial
del alto Magistrado, empezó a gimotear diciendo:
-Es un error, es un error. Si terminan condenándonos a todos como lo han
hecho conmigo, vendrán nuevos Ultra y harán lo suyo. ¡Los Ultra se vengarán!
Lo sé. ¡Se vengarán!
Iba a continuar, pero el oficial que antes lo llevaba del brazo llegó a
tiempo, y junto con otros dos que acudieron en su ayuda, lograron sacar al
Indio finalmente del recinto.
Restablecido el orden, le tocó a Sonia escuchar el veredicto de sentencia.
"Por mandato y en representación de la administración judicial encargada
de hacer justicia pretérita, -empezó diciendo el alto Magistrado-, se conmina a
la señorita Sonia Almeida Campusano, alias la equilibrista, a permanecer
inactiva de todo contacto con la red y a esperar pasivamente, sin que le sea
posible tomar cualquier determinación que involucre decisión alguna de
querer acabar con su vida, todo el tiempo que demande cumplir lo mandado en
esta sentencia. Para tal efecto, se le conmina a permanecer en el centro de
investigaciones sobre relaciones espurias hasta que se pueda determinar la
razón que cabe establecer para que en su cerebro se haya organizado la
sinapsis que la lleva a tener la conducta abiertamente transgresora y anti
comunitaria de que ha hecho gala hoy en esta sala; y deberá permanecer allí
hasta el día en que se dé por liberada de esta sentencia que ahora se le aplica.
Pasado este tiempo, ningún centro de desustanciación podrá adelantar nada
que no sea previamente aprobado por el oficial al que se delegue el ejercicio
de su custodia. Esta misma sentencia se le aplicará al resto de los detenidos
presentes. Con esto doy por terminada la acción de la justicia. Que este
capítulo quede por siempre cerrado, dijo finalmente, y acto seguido se levantó
y se alejó de la sala presuroso.

Un detective en apuros

¿Y esos quiénes son?, le oyó exclamar por lo bajo, entre dientes, al


también sentenciado Daniel Herrera, cuando escuchó al Indio mencionar de
nuevo a los Ultra. Pero que el detective hubiera escuchado eso fue el comienzo
de su infortunio, porque entonces se reafirmó en la idea de que no era cierto lo
que decían Canuto y los otros, y mucho le extrañó que otros siguieran
insistiendo en que también Daniel era un Catire. Y a pesar de que ya había
recibido la paga de estipendios de parte de Cadaviedes por su labor invisible,
quiso saber más.
Hablar francamente con el jefe Canuto sobre eso fue lo primero que se le
ocurrió hacer a Lampedusa. Pero se arrepintió en seguida, considerando que
mejor era llegarle a su oficina con el pretexto de contarle sobre el juicio, y de
paso solicitarle un pase de entrada a la región norte de la Subregión del
NorOeste, dado que la Administración Central acababa de prohibir todo
tránsito entre las subregiones sin autorización previa de algún representante
representativo, por lo que, sin ese pase no podría volver a la Estación Solar II
a investigar más sobre esa cosa extraña vinculada al funcionamiento de la red,
lo que Sonia había llamado la red de espionaje funcionando dentro de la red.
A todos cogió por sorpresa lo del pase y las condiciones impuestas para
otorgarlo que tanto comprometían la buena fe de los representantes
representativos, así como les extrañó a todos ellos el hecho de que fuera
exigido sin previo aviso por la Administración Central y que, además, lo
trucaran como prenda de garantía que debía dar el representante representativo
a quien lo solicitara, quedando este, por esta misma disposición,
comprometido solidariamente con aquél al que se lo otorgara.
El representante representativo a quien Lampedusa pensaba solicitar el
pase estaba en la obligación de garantizar, a su vez, que quien lo utilizara lo
hiciera con estricta sujeción a la norma que prohíbe ir más allá de lo que con él
se autoriza, y a no darle ningún otro uso que aquel para el cual se le otorgaba.
Esta prescripción, que nunca antes había sido establecida, empezó a regir
de inmediato. Únicamente los representantes representativos de otras
subregiones estaban autorizados a refrendar ese pase en el caso inusual de que
un oficial no facilitara el paso por alguna de las fronteras entre subregiones.
Lampedusa no la tenía fácil. ¿Qué le diría a Canuto al llegar? ¿Que debía
trasladarse a la Estación Solar II por un dato que necesitaba saber por el solo
gusto de alimentar su ego profesional de sabueso incansable? Por supuesto que
no. Cuando escuchó decirse eso mentalmente, la leve sonrisa sardónica que se
le dibujó en su rostro debió advertirle sobre la necesidad de guardarse de toda
sospecha que pudiera recaer sobre él al mostrarse indebidamente como un
investigador no comprometido con ningún jefe de ninguna subregión. Algo de
esta intuición debió pasarle por la mente, pues pensó que mejor le diría lo que
había sido mencionado en el juicio, tratando de despertar en él la curiosidad de
querer saber más de lo que quizás ya sabía. Pero, ¿cómo podía imaginar él lo
que Canuto ya sabía? Y, ¿qué cosas podrían interesarle a él que ya no supiera?
¿Preguntarle tal vez si él sabía quiénes eran los Ultra? ¡Hum!, tal vez sí, pero a
lo mejor no, pues no era nada adecuado hacerlo si resultaba ser cierto lo que él
ya venía sospechando, que Ultras o no Ultras, los que parecían estar detrás de
la muerte del Gobernador de la Isla del Diablo habían sido otros más avezados
que los pobres e incautos Catires a los que desde siempre se tuvo por ser los
asesinos.
La muerte del Gobernador llevaba sin resolverse todo ese tiempo, y aunque
era obvio que nunca se resolvería porque nadie parecía estar interesado en que
el asunto se esclareciera, Lampedusa quería ser el que lo resolviera. O
intentarlo al menos. Quienes estuvieron involucrados en eso se estaban
paseando por ahí sin levantar sospecha alguna, y Lampedusa pensó que era su
deber averiguarlo. Pero no contaba, en su peregrina mentalidad de
investigador de casos de fácil resolución, que ello no sería sin consecuencias
graves para él, estando su juicio malogrado por la repentina satisfacción
narcisista que sintió al verse haciendo lo que otros no habían hecho, con lo que
no hizo sino ahondar en la precaria seguridad que lo dejaba expuesto, sin
protección alguna, al escrutinio vigilante de quien no vería con buenos ojos la
actividad a la que se iba a dedicar en las próximas horas.
¿Le diría entonces que necesitaba confirmar un dato que le había solicitado
el alto Magistrado al enterarse que él era el detective que había estado
investigando sobre los Catires en la Estación Solar II? No sabía si eso sería
conveniente, pero lo tendría presente, por si hacía falta. Y si la cosa no se daba
como lo esperaba, creía, al menos, que con esa estratagema tendría en sus
manos un as a su disposición.
Lampedusa, luego de reparar en el hecho de que tal vez hubo varias
irregularidades que pudieron haberse presentado durante el juicio, (aunque no
supiera decir exactamente cuáles podrían haber sido esas irregularidades), tuvo
la corazonada de que algo de lo que allí se dijo se resistía a encajar con los
hechos, y se acercó a Sonia, terminado el juicio, para solicitarle que lo
atendiera antes de que fuera trasladada al laboratorio de relaciones espurias.
Sonia disponía de dos días antes de su traslado, por lo que le recibió
inmediatamente, intrigada más por la naturaleza de la petición que le hacía el
detective, que por lo que pudiera contener ésta de peligro para ella o su
solicitante. Y al enterarse de que su intención era investigar, en el trasfondo de
la internet oculta, los sitios en los que se alojaban las páginas que quería
desencriptar, guardó prudente silencio, pues aún no le era clara su motivación.
-Querría establecer cuán conducente es usar este medio para esclarecer el
caso del Gobernador y su relación con los Ultra, si es que tal relación
realmente existió, le dijo, por toda explicación, a Sonia.
Sonia, gustosa y extrañada de que alguien como él le hiciera esa petición,
no se arrepintió de haberle entregado las claves, pero lamentó no haber podido
advertirle del peligro que corría si llegaba a ser descubierto haciendo eso,
pues, cuando intentó hacerlo, ya era demasiado tarde. Al momento de querer
hablar de nuevo con el detective sobre esa cuestión, que evitó decirle el primer
día que habló con él, llegaron los oficiales por ella para ponerla en reclusión
en el centro de investigaciones de relaciones espurias, y no le fue posible
advertirle sobre el cuidado que debía tener al intentar investigar lo que supuso
investigaría.
Lampedusa, un total desconocido para Sonia, se había ganado su confianza
de antemano, sin saber que era el hombre que estaba detrás de Daniel. Solo al
tenerlo frente a sí reconoció haberlo visto en varias ocasiones frunciendo el
ceño y muy atento a las preguntas y respuestas dadas por el alto Magistrado
durante el juicio.
Sonia no temía por ella. Al fin y al cabo su suerte estaba echada. Tampoco
temía por la suerte del desconocido, desconocido al fin. Pero se convenció de
que estaría bien entregarle las claves de acceso a la red que ella tenía en su
poder pensando que, si el que tenía enfrente no era un aliado que se le aparecía
de incógnito como por encanto redimitorio en su situación más que
desesperada, había que apuntarle al hecho de que quizás lo fuera una vez
terminara de hacer la investigación que le dijo que haría. No haberle dado las
claves no hubiera sido lo más aconsejable, según lo pensó estando ya en la
sede del laboratorio de relaciones espurias, pues ella ya no tenía tiempo para
actuar, ni nada que temer, y mucho menos, nada que quisiera poder conservar.
Si era alguien amigo, entonces era correcto haber procedido así. Si no lo era,
¿qué importancia tendría haberlo hecho? Nada distinto de lo que le fueran a
hacer le harían por el hecho de habérselas dado, así que lo mejor era haber
hecho lo que finalmente decidió hacer con las claves que poseía.
Ese mismo día que terminó el juicio, Lampedusa recibió, de boca de Sonia,
la fórmula para desencriptar lo que estuviera encriptado, con lo que le permitió
que pudiera traspasar, tantas veces como quisiera, el umbral de prohibido que
la Administración Central había diseminado por todos los sitios de la red en
los que había páginas a las que, a su juicio, nadie debería poder acceder.
Con los datos guardados en su cabeza, Lampedusa partió camino hacia la
encrucijada, directo al encuentro con el señor Canuto.
El representante representativo no estaba de humor ese día. Temprano en la
mañana le llegó una requisitoria de la alta Magistratura para que se hiciera
presente al otro día para una diligencia de reconocimiento. La orden no decía
más, y a Canuto eso le puso la piel erizada como la piel de un gato cuando se
encuentra acorralado.
-Y ahora, ¿qué querrá este entrometido?, pensó Canuto, justo en el
momento en que hacía su entrada, al centro del edificio, el detective
Lampedusa.
-¿Otra vez usted aquí?
-Disculpe, señor Canuto, pero el deber me llama.
-¿El deber?, preguntó extrañado Canuto que empezaba a olerle maluco esa
aparición repentina.
-Sí, el deber. Sucede que yo soy muy estricto con mis cosas y cuando hago
algo espero terminarlo bien, y este asunto de los Catires todavía me ronda. Y
eso me está pasando muy seguramente porque hay algo que aún no he hecho
del todo bien.
¿Y eso qué carajos tiene que ver conmigo?, -pensó Canuto-, e
inmediatamente desvió el lance que quiso hacerle al detective preguntándole
en cambio, de modo solícito y un poco amanerado, lo siguiente:
-¿Y en qué puedo ayudarle, señor ...?
-Lampedusa, Marcos Lampedusa. Gracias por su amabilidad señor Canuto.
Sí, en verdad que usted sí me puede ayudar, y yo le estaré profundamente
agradecido por ello.
¡Guárdate tus agradecimientos, viejo pendejo!, pensó, pero no lo dijo. En
cambio, le preguntó:
-Y, ¿de qué se trata esta vez?
-Pues lo mismo, solo que ya no puedo desplazarme como quisiera.
Necesito viajar a la Estación Solar II, y sin un pase dado por usted, no puedo
hacerlo. Venía a ver si no tiene inconveniente en facilitarme uno, ya que ...
-Sí, sí, sí. Va a investigar más sobre los Catires. Ya veo. No se las pase de
listo, señor Lampedusa, que tanto va el cojo a la fuente que por cojo se enreda
y al fondo del foso va a dar. ¡Y usted no parece ser de los que pueda salir
airoso de una bien difícil!, le dijo el señor Canuto, esperando ver su reacción
por si algo tramaba en su contra.
-¡Oh, por supuesto!, gracias por la observación, que muy bien me cae en
estos momentos. Pero, dígame: ¿por qué se piensa que los Catires tenían
interés en sabotear la reunión que van a tener los representantes
representativos con los privados dentro de unos días?
-¿Sabotear? ¿Era eso lo que pensaban hacer?, preguntó Canuto fingiendo
sorpresa y desconocimiento.
-Pues sí. Justo por eso quisiera saber más sobre ellos. ¿Será que no habrá
inconveniente en querer averiguar sobre ellos esta vez?, le preguntó
Lampedusa recordándole el incidente de la vez pasada, y se quedó mirándole
fijamente a los ojos.
Canuto, advertido de lo que pudiera haber detrás de esa mirada, y
sorprendido un poco por el alto grado de determinación que le notaba al haber
sido capaz de sostener la suya sin vacilar durante todo el tiempo en que sus
dos miradas se encontraron, prefirió hacerse el de las gafas, y muy
amablemente le sugirió que estaba bien que insistiera en querer saber ahora
todo lo que pudiera saberse sobre ellos, ya que se había levantado la
prohibición de hacerlo para quien quisiera hacerlo, diciéndole, además, que le
daba mucho gusto saber que había alguien para quien los acontecimientos
recientes habían despertado algo de curiosidad y de entretenimiento.
-No deja de ser chocante todo esto, y es bueno que usted ocupe su ocio
aprendiendo más sobre ellos. Al fin de cuentas, ya es agua pasada por el
puente y nada malo tendría qué salir de ahí, ¿verdad?, le preguntó Canuto sin
esperar que le respondiera, y acto seguido le extendió un pase que rubricó con
su firma.
-Muchas gracias, señor Canuto, le tendré informado de lo que encuentre.
-No se afane con eso, le respondió confiado Canuto, y ... por acá no
vuelva. Ya está bien todas las veces que ha tenido que hacerlo y no vería bien
que volviera a hacerlo. ¿Estamos?
-Por supuesto que sí, señor Canuto, y muchas gracias otra vez, terminó
diciéndole Lampedusa al emprender su retirada en dirección al puerto en el
que tomaría el transporte que lo llevaría de nuevo a la Estación Solar II.
Cuando llegó, lo recibió la señorita que la vez pasada se encontraba
también ahí.
-¿Usted por acá otra vez?
Lampedusa se guardó de decir cualquier cosa que sonara a coquetería, y
simplemente preguntó:
-¿Puedo usar el servicio de cabinas?
-Si pudo llegar hasta aquí otra vez, es porque puede, le dijo la mujer sin
levantar su rostro de los papeles que tenía en su escritorio.
-Al parecer esta joven me cogió ojeriza-, pensó Lampedusa, amargado.
Pero no era así. Lampedusa no sabía que en la Subregión del NorOeste el
trato no era ni amable ni grosero, simplemente era el tipo de trato que va al
punto de lo que importa, porque a nadie le importaba saber nada de ninguna
razón que motivara a nadie a hacer lo que quisiera, y solo a los oficiales les
importaba, por ser ellos, precisamente, los que estaban ahí para eso, para saber
las razones que agitaban a todos los demás que no eran ellos.
Sin agradecérselo y sin demora, Lampedusa se dirigió a las cabinas del
fondo tomando la que se encontraba más alejada de la puerta por la que había
entrado. En ese momento, no había nadie más en el lugar, por lo que se sintió a
sus anchas.
Una vez en posición, encendió el monitor y esperó probar suerte con la
primera dirección que recibió de Sonia. Un suave pálpito le sobrevino apenas
se abrió la pantalla y apareció lo que creyó ser la primera fuente de todas las
fuentes que habían hecho posible que la red existiera como modo de
intercambio global hasta el día en que se afianzó la primera revolución tecno-
fásica que restringió su uso primigenio exclusivamente al ámbito de la
Subregión del SurOeste.
¡Dí con el que era!, pensó Lampedusa, sin recordar que Sonia le había
indicado que empezara por probar con esa dirección que nunca la había dejado
a ella varada con lo que esperaba encontrar. Por este medio se enteró de lo que
nunca hubiera podido sospechar, que la red de internet había nacido como un
proyecto militar antes de que se generalizara como red de intercomunicación
global.
Queriendo establecer la razón por la cual los Catires relacionaban la
muerte del Gobernador de la Isla del Diablo con la existencia supuesta de los
Ultra, no dudó que había encontrado la veta que lo podría llevar a desentrañar
el singular hecho que explicaría la razón de esa muerte, al avistar algo
completamente inaudito para su capacidad actual de comprender la gravedad
de lo que en ese momento estaba por investigar.
Sin sospechar la mucha inocencia que tuvo al creer haber encontrado como
dato a la mano lo que parecía haber estado oculto durante mucho tiempo por
alguien que estuviera a la espera de que un otro como él pudiera encontrarlo,
leyó con fruición el artículo que apareció en la pantalla como si fuera la mayor
revelación que se hubiera tenido jamás de un secreto muy bien guardado por
mucho tiempo. Pero dos cosas no comprendió al ir leyéndolo: una, qué era eso
de la guerra fría que ahí se mencionaba; dos, por qué había decidido el ente
militar dejar en manos de civiles el manejo de la red que ellos mismos habían
montado.
El concepto de guerra fría le era por completo desconocido, además de
inexistente para él, toda vez que era la primera vez que se enteraba de que algo
así había existido en el pasado remoto. Lo que tenía por sabido, -él y
cualquiera nacido en la región sub sub de la Subregión del SurOriente donde
había nacido-, era que había habido, décadas atrás, una guerra muy
desenfrenada entre dos bandos opuestos, aunque por razones que no eran
propiamente ideológicas, como lo sugería la nota sobre la guerra fría que
acababa de leer, sino por diferencias religiosas.
Que fueron diferencias religiosas las que casi llegan a desencadenar una
guerra de proporciones enormes era lo que sabía, como también sabía que, a lo
mejor, nadie ya viviría de no haberse sofocado lo que comenzó como guerrita
santa en una de las regiones sub sub de la Subregión de Oriente Próximo, en la
Gran Región del Este, antes de que todas las fuerzas contendientes del
momento se hubieran puesto en fila, listas para hacer desaparecer a todos del
mapa. Si no hubieran caído primero los que tenían que haber caído para que
las cosas pudieran seguir sucediéndose como venían sucediendo, otro hubiera
sido el pacto y otras las coaliciones que lo hubieran hecho posible. Esto era lo
que sabía, que en un pasado remoto hubo un momento en el que todos los
rincones de la tierra estuvieron al borde del colapso y la destrucción final por
causa de los muchos enfrentamientos religiosos que avivó por todas partes la
furia ciega que empujaba a todos a querer matar, y a querer morir matando,
por la pasión insólita de querer salvar al mundo destruyéndolo.
'De no haber llegado a tiempo la primera revolución tecno-fásica que
reglamentó por completo la vida en comunidad y potencializó al máximo las
posibilidades tecnológicas de intercomunicación e intercambio; de no haber
logrado inhabilitar el pensamiento desde la más temprana infancia para
cualquier causa que se autoproclamara a sí misma redentora de nada ni de
nadie, ninguno estaría aquí para contar el cuento', pensó Lampedusa, al
recordar lo que le había oído decir al alto Magistrado durante el juicio a los
Catires.
Pues esto era lo que él tenía por sabido desde siempre, y creía saberlo con
la total certeza de quien sabe que vive todos los días bajo el mismo techo y se
la pasa yendo siempre tras los mismos afanes: que la primera revolución
tecno-fásica, -tal y como se lo enseñaron de pequeño-, había hecho posible que
el mundo sobreviviera a la hecatombe que no se dio, porque, oportunamente,
quienes lograron contener lo que hubiera podido haber destruido el mundo,
lograron también reorganizar, con sus aplicaciones y desde la base misma,
todo el complejo militar que estaba organizado en torno a la bomba nuclear
logrando desmontarlas todas: la bomba atómica, las de hidrógeno, la RDS-
220, la B61-12, y todas las demás que fueron consideradas armas letales de
destrucción masiva en ese momento en que se decidió eso.
Después de este súbito descubrimiento, se planteó estos dos interrogantes:
Uno: ¿qué importancia tendría saber eso ahora que la red de internet no existía
como medio de intercomunicación masiva con las demás subregiones? Y, dos:
¿porqué solo seguía funcionando como red en la Subregión del SurOeste y en
ninguna otra más?
De acuerdo con estas novedades que se le imponían ahora, y mirando
retrospectivamente su vida, se encontró con que, de los cuarenta años que
llevaba vivo, ninguno los había pasado bajo el cielo de esa guerra
supuestamente dada, la tal guerra fría; los primeros diez, bajo la lluvia
meteórica de ideas nuevas de las que nunca se enteró, ideas que estaban ahí en
la red, al alcance de todos; los otros diez, bajo la guerra de religiones de la que
nunca tuvo nada que lamentar porque finalmente no alcanzó las proporciones
apocalípticas que algunos le atribuyeron en sus inicios; y los veinte últimos,
(acababa de cumplir los cuarenta), sobrellevando su vida como detective de
casos perdidos en la región sub sub de la Subregión del SurOriente, última
etapa de todas las suyas que le fue posible vivir sin saber que vivía bajo la
ignorancia de todo lo que en ese momento estaba prohibido conocer en la
Subregión del SurOeste.
Así de sencilla había sido su vida hasta que empezó a complicársele por
causa de lo que ahora estaba investigando. Y volviendo sobre lo nuevo que
ahora se le revelaba, se preguntó:
¿Cómo fue posible que pasara todo eso sin que al parecer nadie se diera
por enterado? No lo sabía. ¿Cuándo había ocurrido eso? Tampoco lo sabía,
pero creyó equivocadamente que quizás el origen militar de la red estaba
asociado de alguna forma con el crimen del Gobernador de la Isla del Diablo,
pero no sabía cuál era la razón por la cual lo habían matado, como tampoco
sabía por dónde agarrar la pita que desenrollara el ovillo que se había hecho,
por lo que se puso a hacer cábalas de nuevo acerca de los diversos sucesos
sobre los que nunca había oído hablar:
"Si hace diez años inició el ciclo que comenzó con la primera revolución
tecno-fásica -se dijo-; y si son solo diez años los que han pasado desde que
sobrevino la muerte del Gobernador, ¿dónde estaba yo entonces si nada de
esto lo conservo en mi memoria? Ahora veo claro que los diez primeros años
los pasé en la escuela aprendiendo que el mundo no es como realmente
quisieron que nosotros lo viéramos, pues ahora sé que no provenimos del
pasado que sí hubo y que solo pretendemos vivir en un presente que nos han
regalado.
De repente, le pareció que todo había ocurrido como si los hechos
nombrados hubieran sucedido en otra esfera completamente alejada de la suya,
y como si los sucesos de los que no tenía noticia sino hasta ahora nunca
hubieran llegado a conocimiento de nadie en la Subregión del SurOriente en la
que había nacido. ¿Significaba algo el hecho de que sólo por esta vía de la red
hubiera podido enterarse de lo que había sucedido realmente en el pasado
remoto? ¿Qué más cosas habrá allí que no se sepan porque permanecen
ocultas? ¿Qué pudiera ser tan serio que se intenta a toda costa ocultar
impidiendo el libre acceso a la red? Es como si de improviso se hubiera
levantado una barrera invisible entre la Subregión del SurOeste y las otras,
pues nada de lo que creía recordar cuadraba con los hechos que ahora sabía.
¿Podría haber sabido eso antes? Imposible. Pero, en últimas, -se preguntó a
sí mismo-, ¿qué importancia tenía saberlo ahora? Ninguna, se respondió de
inmediato, pensando que, para seguir viviendo como hasta ahora lo había
hecho, no necesitaba nada de lo que acababa de enterarse; pero ahora tenía por
seguro que era verdad lo que el alto Magistrado había afirmado cuando dijo
que, de no haberse presentado la revolución tecno-fásica que trastocó la base
de todo lo conocido en esa parte del mundo que Sonia despreciaba, nada de lo
que hoy constituye la Subregión del SurOeste se hubiera conservado intacto
tampoco.
Intrigado más que interesado, Lampedusa siguió adentrándose más y más
en la red y otros artículos le confirmaron la veracidad de los datos iniciales:
"En ese entonces, solo una región de la Subregión del NorOeste contaba
con una red de intercomunicación fuertemente centralizada. Si una guerra con
el enemigo ideológico se hubiera presentado en ese momento, hubiera sido
completamente desastrosa para la región, ya que un solo fallo en la red podría
haber bloqueado todo el sistema de defensa, sin dar margen de respuesta para
contraatacar a tiempo".
Según lo que acabo de leer, -se dijo a sí mismo-, es claro que la estrategia
de la red siempre fue militar, y a lo mejor sigue siendo así para esta parte del
mundo. Quizá por eso es que aún la conservan y no hay tales Catires que los
lleve a querer conservarla-, pensó Lampedusa después, cada vez más
fascinado con lo que iba encontrando. Sin pausa, continuó leyendo:
"La guerra fría había dejado de estar en la primera línea de las
preocupaciones mundiales y ya se veía venir la que sería la mayor
preocupación de todas las que iban a presentarse luego: la confrontación
religiosa mundial. Pero aún faltaba rato para que esto se produjera. Entretanto,
la red le era donada al mundo poniéndola a disposición de los propietarios del
saber, permitiendo que todos los científicos empezaran a utilizarla y a
desarrollarla como a bien quisieran hacerlo. A partir de entonces, todas las
agencias y proyectos de defensa fueron conectadas a los centros del saber y a
los frentes de investigación mundiales, con lo que creció el número de
ordenadores disponibles y otras redes aparecieron provocando un caos
momentáneo que llevó a uniformar los formatos utilizados. Fue así como
nació propiamente la red conocida como internet. Pero también fue el
momento en que empezó a gestarse silenciosamente la amenaza de una
hecatombe mundial por la exacerbación de los celos ideológicos que
amenazaron con enfrentar fatalmente a Oriente y Occidente, durante la
llamada guerra fría. Finalmente, nada de esto pasó y fueron las empresas las
que terminaron incorporando la red de internet a su cultura empresarial,
creando así un lazo muy fuerte entre esta y la sociedad. Pero, durante ese
proceso, como en todo proceso mercantil de alguna valía, hubo ocho
traidores".
-¡Ocho traidores! ¡Vaya!, ocho traidores. ¿Por qué siempre que se habla de
privados termina hablándose de traición? -pensó Lampedusa con su corta
imaginación que no concebía que, entre colegas, la traición brillara por su
presencia-. ¿Dónde habrá un privado que no quiera tener lo que otro privado
tiene?, se preguntó Lampedusa, tratando de entender lo que Canuto y su
subordinado Cadaviedes, y ese tal Armesa, querían que se hiciera con los
privados. Y, ¿por qué insisten esos en decir que los Catires son los
responsables de que la red no se haya cerrado aún en la Subregión del
SurOeste, si justamente la utilizan para seguirlos y observarlos? ¿Quiénes
serán los que más se beneficien de que la red que aún funciona en la
Subregión del SurOeste no sea tecno-fásicamente ajustada?
Preguntas y más preguntas se arremolinaron en su cerebro sin hallar
respuesta para ninguna de ellas. Con algo de desazón en su ánimo, abrió la
otra dirección que Sonia le pasó, advirtiéndole jocosamente: 'esta es para que
la abran las fanáticas de la red como yo'. Una leve mueca de satisfacción se le
hizo en los pliegues de su boca al recordarlo mientras esperaba que se diera el
despliegue total de la página. Lentamente fue tomando cuerpo en la pantalla la
imagen de una gran mole de cemento que empezó a aparecer flanqueada por
un gran letrero que decía: 'Un museo imperdible para las fanáticas de la
tecnología'. "Este museo, -leyó después-, muestra el impacto de la
computación desde sus comienzos hasta el tiempo en que fue desmantelada la
red en todas las subregiones, menos en la Subregión del SurOeste por
cuestiones tecno-fásicas de primer orden. Nuestro slogan dice: 'Los primeros
años de computación desde sus orígenes manuales', porque se puede ver cómo
se llegó a armar el primer ábaco de cuentas hasta cuál fue la configuración del
último de los ordenadores de antes de la primera revolución tecno-fásica."
Hacia el final, Lampedusa encontró la siguiente nota: "Usted puede
acceder a todo lo que aquí se ha indicado menos a lo que dio origen al nuevo
orden por haber sido ya trastocado lo existente de la red anterior con las
aplicaciones tecno-fásicas que alteraron el modelo de interacción del hombre y
la computadora hasta entonces conocido".
-Nota curiosa ésta, la tendré en cuenta cuando vaya a visitar el museo
algún día en persona-, pensó, pero no se detuvo más en ello creyendo que
podría volver luego a la Subregión del NorOeste para visitarlo en vivo y en
directo y así poder profundizar más en esa historia fascinante y completamente
desconocida para él.
Considerando que ya tenía suficiente ilustración, -suficiente como para
pensar y atar cabos-, se levantó para regresarse tomando de nuevo la vía que lo
había llevado hasta allí, pero se detuvo en seco al recordar la razón principal
por la cual había viajado hasta ese lugar, y volvió a prender el monitor. Fue
cuando hizo la pregunta fatal que nunca debería haber hecho si su deseo
hubiera sido pasar de incognito por el mundo: ¿Existió alguna relación entre el
asesinato del Gobernador de la Isla del Diablo y la presencia de los Ultra en la
Subregión del SurOeste?
No fue sino que pusiera la última letra para que la pantalla restallara
difuminando por toda ella una negrura brumosa que fue opacándola
paulatinamente. Luego el equipo se apagó y algo se accionó en la sala.
El desconcierto de Lampedusa fue mayúsculo. Temeroso de haber
cometido un gravísimo error, empezó a sentirse culpable por creer que algo
que él hubiera hecho había sido la causa de que el equipo se apagara. Pero lo
que no sabía Lampedusa era que todos los equipos del lugar estaban
programados para apagarse con la sola introducción de algunas palabras claves
que habían sido previamente seleccionadas por el oficial programador, y
nuevamente fue detenido en el sitio en que se encontraba por la oficial mayor
que le retuvo allí mismo para interrogarle.
-Se apagó sola, fue lo único que atinó a decir Lampedusa llevando sus
manos hacia atrás mientras retrocedía un poco al ver que lo rodeaban los
oficiales que en ese momento llegaron.
-¡Siéntese!, le dijo sin más miramientos la oficial mayor Gertrudis
Campoamor, la oficial de más alto rango a cargo del grupo de oficiales que
llegó en ese momento a detenerle.
¡Son tan parecidas las dos!, -pensó Lampedusa recordando el día anterior
en que también fue detenido por una oficial al intentar agarrar el
Turbotobogán de alta velocidad que lo llevaría de regreso a la encrucijada.
Pero, si mal no recuerdo, la oficial que me detuvo llevaba puesto el uniforme
característico de los oficiales pertenecientes a la sala de seguridad extensa e
inextensa, y en cambio, ésta de ahora no; qué curioso, se dijo para sí, en el
momento en que fue requerido por la oficial Campoamor:
-¿Me permite el permiso que debieron darle para que pudiera usted
desplazarse hasta aquí?, le demandó la oficial mayor de manera solícita.
-Por supuesto que sí, aquí lo tiene, le dijo Lampedusa, extendiéndole el
permiso y acotando luego: es del señor Canuto. ¿Sabe?, él es el representante
representativo para toda la Subregión del SurOeste.
La oficial hizo caso omiso de lo que Lampedusa le estaba diciendo, y se
dirigió con voz de mando al oficial que tenía a su lado, diciéndole:
-Lleve esto a confirmación y lo trae de vuelta en seguida.
-¡Como ordene, mi mayor!, fue la respuesta inmediata que le dio el oficial
al coger el documento firmado por Canuto y salir presuroso hacia algún lugar
del complejo donde había estado Lampedusa leyendo las páginas de internet.
Al rato, regresó el oficial confirmando que todo estaba en orden.
-No han pasado ni dos días y ya es la segunda vez que usted está aquí.
¿Qué es lo que le parece tan urgente o tan importante que lo ha hecho volver
tan pronto?, le preguntó a Lampedusa la oficial mayor sin que se le notara
ningún rictus facial en particular.
-Urgente o importante ... Y Lampedusa caviló en instantes qué tan
conveniente podía ser escoger una u otra palabra, y prefirió decir lo siguiente:
importante o urgente lo será para otros. Lo mío no es curiosidad, sino deber.
-El señor Canuto dice que usted no estaba autorizado para investigar nada
relacionado con los Ultra. ¿Qué tiene para decir al respecto?, le preguntó la
oficial, mirándolo fijamente.
-El señor Canuto está en lo cierto, confirmó Lampedusa, pero es que el
señor Canuto no estaba enterado de lo que yo tenía que preguntar por no ser él
quien me ha solicitado que lo hiciera, le dijo tranquilo y sereno, en respuesta a
su rostro duro y seco.
-Y... ¿hay alguna razón para que el señor Canuto no deba enterarse sobre lo
que usted tenía que preguntar? ¿No le dijo usted acaso que investigaría sobre
los Catires, callando sobre lo que tenía que preguntar, según usted? ¿Qué
trama, señor Lampedusa? lo conminó a responder la oficial mayor, a quien la
tranquilidad del interrogado le pareció más que sospechosa.
-¿Tramar? ¿Por qué habría de tramar algo? Le dije al señor Canuto que
investigaría el origen del Catirismo, del que casi no sé nada, y en eso no le he
mentido. Como estuve presente en el juicio que se les siguió a los Catires, me
di cuenta de que no eran tan peligrosos como me lo había figurado en un
comienzo, y por eso quise conocerlos un poco más. Tuve oportunidad de
conversar con su líder antes de viajar hasta acá y ella muy amablemente me
facilitó unas direcciones para consultar, le respondió calculadamente
Lampedusa en la convicción de que ya sabrían de él y de todos sus pasos hasta
llegar allí.
-Sin embargo, preguntó por cosas muy distintas. ¿Cree poder embaucarme,
señor Lampedusa?
-No ha sido mi intención, en ningún momento. Pregunté lo que tenía que
preguntar. Estoy investigando para el alto Magistrado que estuvo al frente del
juicio a los Catires, le dijo a la oficial mayor, sopesando cada una de sus
palabras.
Esto último desconcertó a la oficial que nada de eso esperaba recibir por
respuesta, y se contuvo de ir más en esa dirección.
-Deberá ir y excusarse con el señor Canuto. Se lo recomiendo. Puede irse.
Para Lampedusa fue un gran alivio saber que la sombra del alto
Magistrado alcanzaba a cubrirlo hasta más allá del lugar de donde venía, y se
retiró del lugar contento de haber sacado su as a tiempo.
Cuando Lampedusa volvió de la Estación Solar II, Canuto lo estaba ya
esperando. Se encontraron de nuevo en el centro de la encrucijada.
-Valiente cosa la que fue a armar usted por allá, le dijo Canuto, saliéndole
al paso, apenas lo vio llegar.
-Yo no he armado nada, le respondió Lampedusa, sin amilanarse.
-¿Le parece poco haber hecho que se activaran las alarmas de fuego
cruzado?
Lampedusa hizo ademán de no entender lo que había expresado Canuto.
Iba a preguntarle, y Canuto se le adelantó.
-¿No sabe lo que es el fuego cruzado? ¿Ahora se las está dando de
ingenuo?
-Yo sí sé lo que significa fuego cruzado. Por lo que entiendo, se refieren
con eso al cruce de las balas en una batalla donde se intercambian balazos.
Pero más, no sé. ¿Qué es eso de 'alarmas de fuego cruzado'? Eso sí que no lo
entiendo ni poquito, le dijo, gustoso de poder darle manivela a la pregunta del
otro que en ese momento era su interrogador civil, sin dejar que para nada se
le notara la displicencia al responderle.
Canuto acusó el lance y, diplomático por definición en razón de la
naturaleza de su cargo, no insistió.
-Dejemos eso. ¿Qué hacía allá preguntando por los Ultra? Y esta vez fue
directo, preguntando sin rodeos por lo que más le preocupaba, aquello que lo
tenía más inquieto y el asunto que más importante le era tener claro en esos
momentos, pues era lo único que en verdad le interesaba saber cuanto antes.
-Ya se lo dije. Cumplía con mi deber, le respondió sarcásticamente
Lampedusa, a sabiendas que el otro recibiría lo que acababa de decirle de esa
manera sarcástica en que se lo había dicho. ¡Que se joda!, pensó, con deleite,
por un instante.
Canuto reaccionó sin demora, y con la sangre encarnándole el rostro
mientras lanzaba la sutil amenaza que dejó caer sobre él como si tan solo la
estuviera deslizando sobre un desconocido cualquiera, lo increpo de la
siguiente manera:
-Muy bien, de ahora en más yo a usted no lo conozco. Y ... ¡cuídese!, no
sea que por andar metiéndose en lo que no le importa termine también
metiéndose en un problema del que no pueda zafarse a tiempo, le dijo
amenazante dejándolo plantado en la mitad del círculo que marca el centro de
la encrucijada.
Para Canuto, la explicación de la prescripción del pase como condición
para que cualquiera pudiera desplazarse de una subregión a otra estaba ahí,
delante de él, y nada raro sería que hubiera sido por él que la Administración
Central la hubiera interpuesto, por lo que tendría que ir con cuidado, pensó
camino a su despacho.
Lampedusa, por su parte, dejó el lugar sin temor, confiando en que su
buena sombra seguiría protegiéndole.

Una lección de oro


Cuando Canuto llegó, se encontró con los rostros de varias personas


conocidas y de algunas otras no tan conocidas. También, con los rostros de
algunas personas que le eran totalmente desconocidas.
-¡Vaya circo al que acabo de llegar!, pensó mientras acercaba una silla
desde la parte de atrás y la acomodaba haciéndose un lugar entre los otros.
El alto Magistrado tomó la palabra agradeciendo la presencia de todos y
luego hizo una pequeña introducción de la razón por la cual los había citado
ese día.
"Lo primero que deben saber es que están aquí porque yo los he citado.
Esto quiere decir que ninguno ha venido aquí por cuenta propia, excepto el
señor Marcos Lampedusa, a quien he pedido mediante solicitud expresa que
me acompañe en esta sesión de hoy. Entiendo que todos ustedes son oficiales
en cargos de la Administración Subregional, por lo que la citación es, para
cada uno de ustedes, de obligatorio cumplimiento. Algunos, como el señor
Canuto aquí presente y el mismo señor Lampedusa ya nombrado, no siendo
oficiales propiamente dichos, también están obligados a comparecer, en cierto
modo, porque han sido formalmente citados, lo que convierte esta sesión en
una especie de continuación del juicio adelantado contra los supuestos
implicados en una cuestión que aún es debatida y que requiere, por lo tanto, su
resolución o su cierre definitivo. Me refiero al caso del doble asesinato a
considerar en esta sala.
-Por favor, por favor, no se impacienten, ya les voy a explicar de qué se
trata-, dijo el alto Magistrado, alertado por el murmullo que empezó a
escuchar en la sala, y silenciándolo, continuó:
"Sucede que el acusado de haber asesinado al oficial hallado muerto en el
centro de desustanciación no sólo acepta haber matado sin premeditación -lo
que van a poder apreciar ustedes inmediatamente después de iniciada la
lectura del acta que he hecho preparar para la sesión de hoy-, sino que rechaza
rotundamente ser un Catire, por no haber participado en nada que tuviera que
ver con esa gente, -así se expresó él-, ni tener ninguna idea de quiénes son, qué
hacen, para qué se reunían, ni qué era lo que pretendían hacer ni cuándo sería
que lo harían".
Habiendo dicho esto el alto Magistrado, pudo darse inicio y terminación a
la lectura del acta, no obstante las varias interrupciones que se presentaron.
A Lampedusa, las explicaciones dadas por el alto Magistrado no lo
convencían del todo. ¿Sabrá el alto Magistrado algo sobre Canuto que ninguno
de los aquí presentes tiene por qué saber? se preguntó-, pensando que los
varios sablazos dirigidos contra Canuto daban a entender que sí, que de pronto
sí sabía algo que ninguno de ellos sabía y por eso le tenía la cuerda pisada.
Distraído con estos pensamientos, Lampedusa no alcanzó a escuchar cuando el
alto Magistrado agradeció a la Magistrada auxiliar la lectura completa del acta,
y rápidamente puso atención de nuevo a sus palabras:
"Ahora que todos escucharon la lectura del acta que registró la declaración
completa del sentenciado Herrera y de los demás sentenciados que en el día de
ayer fueron juzgados y condenados, quiero que de nuevo escuchen el último
apartado de lo que ya fue leído, dijo el alto Magistrado, para sorpresa de
algunos, solicitándole a la Magistrada auxiliar hacerlo justo cuando ya iba
camino de regreso a su asiento.
-Por favor, señora Magistrada auxiliar, devuélvase y lea de nuevo el último
párrafo donde el sentenciado Herrera manifiesta estar compungido por lo que
acaba de hacer.
-Con gusto, señor Magistrado, le respondió de inmediato la Magistrada
auxiliar volviéndose hacia el lugar dispuesto en la tribuna con el dispositivo
holográfico de lectura en una mano mientras con la otra intentaba encajarse las
gafas que pendían del cuello, colocándoselas de nuevo sobre el puente de su
nariz. Una vez en la tribuna, empezó a leer la parte del acta que le fuera
solicitada por el alto Magistrado:
"Estando en ese estado de somnolencia en que quedé sumido de improviso
fue que recordé haber matado a un oficial y sentí pena por él, aunque su vida
toda me fuera indiferente. ¿Cómo fue que?... recuerdo muy bien el intento de
reproche que contra mí quise hacer, pero no supe cómo continuar. El mandato
de matar que melló mi cerebro tras escuchar la ironía del oficial, aún seguía
vivo martillándome. La causa de todo este embrollo fue esa maldita letra C
que se tragó el hueco, -creí recordar-. Aturdido, supuse que lo mejor sería
presentarme a los oficiales apenas pudiera hacerlo. ¡Qué ironía verme
huyendo del lugar al que había ido a buscar la muerte, -por motu propio-,
justamente para escapar de la que podrían decretarme ahora!, recuerdo que
pensé entonces, solo que no sabía cómo volver al lugar del que había huido,
pues tampoco sabía cómo había llegado hasta allí, y caí de nuevo en un sopor
profundo que me devolvió al centro de desustanciación".
-Pues bien, tenemos aquí un serio problema que tendremos que despejar
con la ayuda de todos ustedes, dijo, confiadamente, el alto Magistrado-. Y soy
yo el que ahora se pregunta: ¿por qué se quiso culpar de la muerte del oficial a
los Catires buscando desviar la atención sobre ellos como antaño hicieron
quienes buscaron responsabilizarlos de la muerte del Gobernador de la Isla del
Diablo?
Esta pregunta llevó a todos a mirar a quien el alto Magistrado miraba en
ese momento. Canuto hizo ademán de amarrarse un cordón de sus zapatos
supuestamente suelto. Estando en esta posición hizo como que no había
escuchado lo que acababa de mencionar el alto Magistrado y como si no
estuviera escuchando en ese momento lo que era igualmente comprometedor y
problemático para él, la existencia de un segundo interrogante necesitado de
respuesta.
-Derivado de este primer interrogante, -venía de decir el alto Magistrado-,
hay un segundo interrogante que debemos poder responder, y es el siguiente:
¿Qué razón hay ahora para que se quiera agitar de nuevo la antigua sospecha
que sobre ellos recayó entonces?
Y a Lampedusa le pareció que el alto Magistrado esperaba que de esa
reunión a la que les había convocado saliera algo a la luz de lo que a sotto
voce se comentaba, pues su deseo también era saber por qué algunos como
Canuto continuaban empeñados en seguir mostrando la inconveniencia de
empezar a hacer las adecuaciones tecno-fásicas agitando de nuevo en el
ambiente la amenaza Catire.
Hecha la pregunta, el alto Magistrado manifestó a viva voz lo que tenía
pensado hacer ese día:
-Empezaremos haciendo un leve repaso de todo lo que pasó en el centro de
desustanciación después de que fuera encontrado muerto el oficial, por lo que
llamaré a declarar a algunos de ustedes de modo que podamos escuchar su
versión de los hechos. Luego de que todos los que llame hayan hablado, podrá
intervenir quien así lo desee. Entretanto, deben guardar compostura y silencio.
Comenzaremos pues con lo que tenga para decirnos la oficial pasante del
centro de desustanciación donde acaeció el homicidio. Señora pasante, por
favor haga usted una vez más el relato de lo que vio el día que encontró
muerto al oficial.
-Por supuesto, señor Magistrado, dijo solícita la oficial pasante:
"Siendo hora de irme, y no habiendo recibido de vuelta la validación
correspondiente por el tubo de desustanciación de parte del oficial de la sala
D, me dirigí hacia allá por pura curiosidad de saber por qué no lo había hecho.
Lejos estaba yo de pensar que lo encontraría muerto. Bueno, pues, al llegar lo
encontré en posición decúbito lateral y ...
-Un momento, un momento, debo hacer una aclaración, y es ... el oficial
que así intervino iba a continuar cuando fue contenido por el alto Magistrado
que le advirtió que no podía hablar hasta tanto no se le diera la palabra.
-Pero, señor Magistrado, ¡es que el muerto no estaba así cuando nosotros
llegamos!
-¿Es eso cierto, señora oficial pasante?, le preguntó el alto Magistrado, que
todo esperaba menos que fueran a hacer una corrección de esas habiendo ya
finiquitado el tiempo del juicio.
-Pues sí, pero eso no tiene importancia ahora, creo yo, dijo sorprendida la
pasante.
-Ya lo creo que sí. ¿Por qué dice el oficial que estaba de una forma que no
era la que tenía cuando ellos llegaron? ¿Está ocultando algo que no quiere que
se sepa, señora oficial pasante?, le preguntó impasible el alto Magistrado.
-Nada que haya que ocultar-, respondió la pasante. Simplemente volteé el
cuerpo para recoger una hojilla como las que le encontraron al homicida en su
lugar de habitación. Como resultó ser la misma que hallaron también en la
sede de los Catires cuando detuvieron a todos, tal vez es por eso que se dice
que fueron ellos quienes lo mataron, creo yo, dijo tranquila, completamente
segura de que lo que decía era algo sin importancia.
-La señora oficial pasante nos ha puesto a todos en un gran aprieto, dijo el
alto Magistrado, con rostro serio y severo. Tenemos sabido que el homicida no
era un Catire, no solo por las declaraciones dadas por él antes de que fuera
enviado al centro de relaciones espurias, -como quedó mandado por la ley que
lo sentenció-, sino también por lo que puedan decirnos los científicos del
centro biomolecular de investigaciones a quienes he solicitado que establezcan
la condición mental del condenado de forma que podamos verificar que
efectivamente no es ni pudo haber sido nunca un Catire. Que la señora pasante
haya encontrado esa misma hojilla en la mano del muerto fue lo que hizo
pensar a muchos que se trataba de un Catire, como bien lo sugiere ella, y que
a lo mejor se pensara entonces, luego de haber sido encontrada la otra hojilla
en el departamento del homicida, que tal vez eso era indicio de que había
habido un enfrentamiento entre dos Catires. ¿A qué conclusión nos lleva esto?
A que el oficial muerto efectivamente era un Catire. ¿Puede tal información
circular por ahí sin que a nadie le llame la atención la gravedad de esta
afirmación hecha tan a la ligera? ¿Está aquí el señor oficial mayor del centro
de desustanciación?
-Sí señor Magistrado, confirmó el oficial que había interrumpido antes a la
pasante por lo de la posición decúbito del muerto.
-¡Ah!, se trata de usted otra vez. ¿Supo usted de esa hojilla también?, le
preguntó el alto Magistrado con cierto dejo acusatorio que pareció percibir
quien así era preguntado. Según se sabe, -continuó diciendo el alto
Magistrado-, el cadáver del oficial estuvo expuesto todo el día, y solo hasta
caer la tarde se supo de su muerte por la conducta diligente de la señora
pasante, como todos ya sabemos. Le pregunto de nuevo, señor oficial mayor:
¿Pudo otra persona poner la hojilla en manos del muerto en alguna hora del
día?
Esta vez la pregunta le fue hecha de modo directo pero con gesto ladino, lo
que no escapó a la vigilante mirada del oficial que reaccionó en punto
cuidándose de que nada de lo que fuera a decir pudiera inculparlo. 'Tal vez por
ser cierto aquello de que quien la debe la teme', -pensó el detective
Lampedusa-, al ver la actitud claramente defensiva que adoptó de pronto el
oficial.
-No tuve información ese día sobre eso, respondió el oficial mayor con
serenidad calculada, y continuó diciendo: estaba yo ocupado con el encargado
del fumigatrón clasificando los cadáveres que habían llegado al centro de
desustanciación cuando fui alertado por los otros oficiales sobre lo que
acababa de pasar. Pero cuando llegué, el cuerpo ya estaba de espaldas y no
había hojilla alguna por ningún lado. Además, también está el asunto ese de la
hojilla que encontraron en el departamento del homicida, según venimos a
saber ahora. ¿Qué tendría que ver yo con esa otra hojilla también? ¿Pretende
inculparme de algo, señor Magistrado?, preguntó el oficial mayor con mirada
retadora.
-Sí, es cierto que aún falta por explicar ese detalle extraño, pero sigo sin
ver la conexión que quiso establecerse entre una cosa y otra, insistió el alto
Magistrado.
-Pues no será por este lado que se la encuentre, dijo con sorna el oficial
mayor.
-Yo puedo explicar, si me lo permiten-, se adelantó a decir el oficial
adjunto para asuntos de criminalística, que también se encontraba presente por
cuestiones de contexto lateral, ya que una y otra sedes de la ley trabajaban casi
siempre juntas y se coadyuvaban cuando era posible, aunque no siempre fuera
necesario. Al fin y al cabo, la autonomía de la ley era una y la autonomía de
los que pesquisaban en nombre de la ley era otra.
-A ver, qué tiene para decir, le increpó el alto Magistrado, dándole paso a
su palabra.
-Señor Magistrado, tengo que hacer una confesión que a lo mejor ya no es
tiempo de hacer, o a lo mejor sí. Pero creo que es mi deber hacerlo hoy.
Cuando el jefe del centro de desustanciación donde sucedieron los hechos me
solicitó que dejara pasar un tiempo prudente antes de enviar cualquier
información a la oficina de criminalística, supuse que era por razones
administrativas comprensibles de entender y a eso me avine, pero después
comprendí que la solicitud de retener por más tiempo cualquier investigación
me había sido dada por otras razones que no eran tan administrativas; pero
decidí callar en ese momento, habida cuenta del curso que tomaron luego los
acontecimientos que ya todos conocemos, la detención de los Catires y todo lo
demás que pasó después. El señor Armesa, aquí presente, puede confirmar que
lo que estoy diciendo es cierto.
Armesa, sacado abruptamente de la ensoñación mañanera que lo tenía
cabeceando en ese instante por la solicitud que hiciera el oficial adjunto para
asuntos de criminalística, dio un salto apenas oyó que lo nombraban y se
encontró con que todos en ese momento lo estaban mirando. La sangre hizo
ebullición en su rostro y sólo atinó a decir, sin pensar, lo que primero se le
vino a la mente:
-Mi jefe, el señor Cadaviedes, me pidió ...
-¡Yo no le he pedido nada, no sea infame!-, le gritó Cadaviedes, que
también estaba entre los presentes, pues el señor Magistrado había tenido el
cuidado de llamar a esa sesión a toda la cadena de mando vinculada con el
centro de desustanciación.
Pero, ¿por qué llamó a todos el alto Magistrado?, le dio por pensar a
Lampedusa en ese momento de confusión en que creyó que ya no sabía para
qué había sido llamado también él. ¿Tal vez sospechaba de algo que ninguno
ahí tenía cómo sospechar, y él sí? Tal vez. ¿Y por qué Cadaviedes se
comportaba de esa manera tan extraña?
Cadaviedes seguía increpando a su subordinado como si con ello pudiera
defenderse de algo o de alguien, que a lo mejor no estaba ahí, o a lo mejor sí
estaba y hasta pudiera ser que en ese momento lo estuviera mirando, pues no
dejaba de señalar a Armesa, diciendo:
-¡Fue usted quien quiso hacerlo!, ¡fue usted quien me sugirió que debía
hacerlo!, ¡fue usted quien solicitó una semana para hacer no sé qué cosa antes
de que eso se supiera!, ¡usted y nadie más!.
Adalberto Cadaviedes, el diletante jefe de Armesa, estaba fuera de sí como
nunca antes lo había estado. El alto Magistrado, ante el alboroto inesperado,
llamó a la calma y al sosiego.
-Les recuerdo que no están en juicio por si alguno piensa que será también
enjuiciado por lo que salga de esta sala. Es verdad que muchas cosas siguen
estando oscuras, pero me interesa sobremanera aclarar solo una cosa, lo demás
es asunto de la oficialidad, lo recuerdo para los que no lo escucharon cuando
lo dije la primera vez.
Canuto acusó el golpe y vio su oportunidad. Convencido de que lo que
pensó que debía hacer era lo mejor que podría hacerse si quería aprovechar el
desconcierto momentáneo que sobrevino con la salida de casillas repentina de
Cadaviedes, se acercó al alto Magistrado, y en voz baja, le pidió tener una
audiencia con él.
-¿Ahora?, le preguntó extrañado el Magistrado.
-Sí, ahora, le confirmó Canuto.
Los dos se retiraron al pequeño salón dispuesto al lado de la gran sala en la
que se encontraban, y conversaron unos minutos entre ellos. Después se les
vio salir, al uno con la cara relativamente serena, la de Canuto, y al otro con su
cara compungida y severa. Pero todos alcanzaron a escuchar lo que le dijo al
alto Magistrado antes de salir del pequeño salón:
-"¡Tenga cuidado, Magistrado! ¡Está jugando con candela! La flama que
está queriendo que arda puede terminar quemando a muchos, y a usted mismo
si insiste en seguir volviendo sobre las cosas que quedaron sin resolverse en el
pasado".
Si antes había habido alboroto en la gran sala por lo de Armesa, ahora el
silencio era casi total, alterado tan solo por un leve rumor de pasos quedos
resonando en el ambiente todo el tiempo que duró el alto Magistrado en
regresar y ocupar de nuevo el sitial del que había descendido minutos antes
para atender la solicitud de Canuto.
Una vez en su lugar, el alto Magistrado dudó en si seguir o no con la
reunión, pero decidió continuar, no fuera que a alguno le diera por decir
después cualquier cosa que se le ocurriera referente a lo que Canuto y él
hubieran podido haber hablado en ese lugar. Y es que en esto siempre fue fiel
a su condición de Magistrado: bajo ningún pretexto debía permitir que alguien
pensara lo que no debía pensarse si con ello podía poner en riesgo su
honorabilidad y entereza.
Haciendo como si nada hubiera sucedido, el alto Magistrado se dirigió de
nuevo al oficial mayor del centro de desustanciación:
-Entiendo que fue usted quien mandó la nota directamente al centro militar
usando el carril oficial de desparramamiento de imágenes para uso holográfico
sin límite de frontera. ¿Lo hizo porque consideró que era su deber hacerlo o
por algún otro motivo que nos quiera comunicar usted ahora? Si no ve
inconveniente en ello, por supuesto, acotó el alto Magistrado a quien los
humos de gran jurista le habían quedado un poco disminuidos después de la
corta conversación que tuviera con el representante Canuto.
A Lampedusa, tal delicadeza lo cogió por sorpresa pues no era algo de
poca monta ver declinar de pronto la majestad de quien en ese momento
ocupaba el sitial de gran Magistrado. Pero nadie distinto del detective observó
ese detalle.
-Verá, señor Magistrado, en mi condición de oficial mayor del centro de
desustanciación donde ocurrió el homicidio estaba en la obligación de hacerlo,
le respondió solícito el oficial mayor. Por lo que sé, una vez reportado un
homicidio deben reportarse inmediatamente los datos del asesino. Así lo
manda la ley.
-Pero lo suyo no fue tan inmediato, pues se tomó sus buenos dos días para
reportarlo. ¿No fue así señor oficial mayor?, le ripostó el alto Magistrado,
descentrando de momento al oficial que no atinaba a saber a dónde quería
llegar el Magistrado con esa pregunta.
-Pues ... sí ... es cierto, me demoré dos días porque todavía faltaba
corroborar la gravedad de lo sucedido y ...
-¿La gravedad? ¿No era suficiente con que hubiera ocurrido un asesinato?
¿No manda la ley que se debe dar muerte al homicida en el lugar y hora en que
llegare a ser visto? ¿Qué había qué esperar?
-Pues ... si me disculpa, señor Magistrado, de eso no puedo hablar aquí.
¿Podríamos ...?
-No, no se preocupe, no hay inconveniente alguno en que no siga. Su jefe
inmediato es la oficial capitán Gertrudis Campoamor, según lo entiendo.
-Así es, confirmó el oficial mayor
-Y el jefe de ella es el señor representante representativo para la Subregión
del SurOeste, el señor Canuto, ¿no es verdad?
-Sí, señor Magistrado, así es. Por disposición normativa cada uno de los
representantes representativos de las distintas subregiones cuenta con un
ejército de oficiales civiles y militares a su servicio.
-Sí, ya lo sé. Pues bien, les agradezco a todos su asistencia a esta sala, y los
invito a que sigan colaborando con la justicia. Muchas gracias, y hasta otro
momento que espero sea para cosas mejores, terminó por decir el alto
Magistrado dando por cerrado, convenientemente, y en tiempo justo, lo que de
otro modo podría tener efectos distintos de los buscados por él de persistir en
continuar investigando las causas detrás del velo de lo aparente para dar con la
verdad, siendo que lo aparente estaba ahí para asegurar que nadie osara ir más
allá de lo aconsejable.
El alto Magistrado lo sabía, por experiencia ajena. Algo de lo que hablaban
en su casa cuando crío debió quedarle en su sesera pues recordó sin más que,
quienes denunciaron al hermano de su abuelo (Magistrado presidente de
tribunal como él que cayó en desgracia por los socios que tenía y los negocios
que no debió haber hecho), terminaron muertos o en la cárcel, por motivos
diversos, ninguno probado del todo. Como trueno en cielo sereno, la claridad
del pensamiento le cayó encima y supuso que llegar demasiado lejos con esta
clase de pesquisa era como ponerle una bomba al foso del Poder, diseminando
culpas a diestra y siniestra sobre muchos antecesores de los que actualmente
ocupaban altos cargos en la Administración Central.
Despachados todos, se acercó el detective al alto Magistrado pidiéndole
encarecidamente que por favor le explicara lo que estaba pasando, recibiendo
por respuesta del alto Magistrado la enunciación de un enigma:
-La falta de riesgo por no estar expuesto, no aminora la gravedad de nada,
le oyó decir al alto Magistrado como si estuviera hablando consigo mismo.
-¿La falta de qué? ¿Que la gravedad qué? ¿Qué fue lo que dijo?, exclamó
Lampedusa casi espantado por no haber entendido nada de lo que el alto
Magistrado acababa de decir.
-No, no, no, no se inquiete usted y no se preocupe por lo que acabo de
decir que no he dicho nada de importancia, solo que las órdenes son laxas para
que el destino se cumpla, terminó diciendo con sapiencia civil el alto
Magistrado excusándose de paso por lo que había dicho antes, lo que
desconcertó aún más al detective, quien, olvidándose por un instante de la
tensión que empezaba a apoderarse de su ánimo, atinó a preguntarle solamente
por esa última cosa que el alto Magistrado llamó destino.
-¿Acaso hay un destino?
-¿Individual? No, le respondió enfático el alto Magistrado.
La expectativa exultante que minutos antes se había apoderado de su
ánimo y que lo llevó a preguntar por el destino no tuvo eco en esa respuesta,
pero no tuvo tiempo de volver sobre ello pues se vio precisado a atender de
nuevo lo que el alto Magistrado siguió diciendo:
-Hay un destino colectivo, ¿sabe? Un destino ...
Pero tratando de encontrar las palabras exactas con las cuales poder decir,
con grandilocuencia y sencillez a la vez, lo que en esos momentos estaba por
decir, el alto Magistrado cayó de pronto en un estado de alelamiento y
alborozo súbito del que finalmente pudo salir con estas palabras:
-Usted me preguntaba si había un destino individual y yo le respondí que
no porque en ese momento pensaba en otro destino, el destino al que
cualquiera puede aspirar con devoción si sabe apreciar cuán grande es querer
domeñar la naturaleza hasta lograr arrancarle el último de sus secretos. ¿No le
parece algo maravilloso eso como destino? Lo del destino individual son
bagatelas ante lo que realmente se podría conseguir si ... Yo, por ejemplo, sé
que no tengo un destino en particular pues pude haber sido algo muy distinto
si mi padre no hubiera sembrado en mi la semilla de la legalidad por la cual
decidí estudiar para Magistrado, y aunque se que ahora tengo un deber ignoto
con la Ley, también se que tengo una misión que cumplir con la ciencia, pues
es con la ciencia con la que realmente me siento a gusto y a la que debo en
gran parte todos mis esfuerzos, por extraño que le parezca. Y no digo esto
pensando exclusivamente en mí; esto de la ciencia debería ser una pasión que
embargue a todos.
-¿No piensa hacer nada entonces?, le preguntó el detective descorazonado
al ver que Canuto se alejaba presuroso por el pasillo, dejando atrás la gran sala
de juntas.
-¿Qué cree usted qué debo hacer yo? Mire usted: Quise dejar cerrado este
asunto de los Catires (que malamente vino a cruzarse con ese otro asunto del
Gobernador de la Isla del Diablo y esa otra cosa oscura de los innombrables
Ultra), pero cuando intenté esclarecer por qué y cómo se había enredado esto
con todo eso, vine a caer en cuenta de que insistir en ello, aparte de
imprudente, era inoficioso. Y si en un principio tuve curiosidad por querer
saber algo más sobre la verdad de tal conexión, ya no la tengo tanta como para
querer jugarme con ello el pellejo.
-Pero es que el señor Canuto ... Y Lampedusa no sabía si ponerle sobre
aviso de la salida presurosa de Canuto al que ya casi no alcanzaba a ver, o
reclamarle por no cumplir con el mandato de investigar a fondo lo que la
naturaleza de sus funciones lo obligaba a investigar, pues ¿no era el presidente
del Tribunal de las Cosas Pretéritas y por Recuperar quien más estaba
obligado a hacerlo?
El alto Magistrado, desconfiando de la implícita acusación de lenidad que
creyó ver en los ojos del impetuoso Lampedusa, pudo sostener esa mirada
inquisidora, que así lo emplazaba, sin siquiera pestañear por un instante
cuando le dijo:
-Hace mucho tiempo me desentendí de cualquier asunto que involucrara
andar husmeando más allá de lo que es sano hacerlo.
Y acto seguido, devolvió al inquisidor Lampedusa esa mirada de reproche
que minutos antes él le había lanzado, cosa que recusó este con agravio. Este
urticante empate de miradas dejó al alto Magistrado hablando como si solo
estuviera hablando consigo mismo, pues siguió hablando sin reparar en la
presencia silenciosa de Lampedusa que permanecía mirándole fijamente a los
ojos con los suyos exageradamente abiertos.
-¡En mala hora hicieron su aparición los desafortunados Catires!, exclamó
para sí en voz baja estando bajo esa especie de suspensión y alelamiento en
que pareció sumergirse, a lo que Lampedusa reaccionó preguntando:
-Entonces no es cierto que fueron ellos los culpables del asesinato del
Gobernador de la Isla del Diablo, ¿verdad?, como si necesitara que le
ratificaran lo que de suyo ya se había dado por sentado.
-¿Los Catires? Hum... Alguien muy poderoso no dejó que en los archivos
del Tribunal de las cosas Pretéritas y por Recuperar reposaran las pocas
pruebas que se lograron compilar durante la efímera investigación que fue
abierta, y el caso fue cerrado. ¿Por qué? No lo sé. Este es un interrogante que
aún me hago pero no es asunto mio averiguarlo ahora. Muchos son los que
todavía esperan que permanezca oculto lo que aún no quieren que se sepa. Y a
lo mejor es cierto que debemos dejar en paz los muertos para que en paz
descansen, pues todo esto ya es agua pasada bajo el puente y es mejor dejar
que así se quede.
-Pero si los Catires no tuvieron que ver con ese asesinato, ¿por qué se los
juzgó ahora?
-¿Por qué? Por querer atentar contra el orden establecido, por eso, por su
terca y estúpida obsecación de querer traer de nuevo a cuento lo que ya una
vez fue proscrito en el pasado.
-Pero, y Canuto, ¿por qué dejó que se fuera? ¿Acaso no salió exaltado y
lleno de furia del salón al que entraron para hablar a solas? Y lo que todos
oimos, ¿no fue una amenaza velada acaso? ¿Por qué lo dejó ir entonces?
-No, claro que no. Usted se equivoca. Él no me amenazó. Su interés al
hablar así iba por otro lado, por el lado de sus finanzas, en las que creyó que
yo me interesaba, pero no hubo amenaza ninguna.
Y aquí el alto Magistrado calló lo que por supuesto sabía, que sus
antepasados, los suyos y los de Canuto, habían tenido que ver, de una forma u
otra, con ese oscuro asunto que involucró décadas atrás a su tio-abuelo. Mudo,
lo recordó estremecido en ese momento reaccionando con espanto como si por
el frente hubiera pasado el espectro de alguno de ellos, pero Lampeduza no
cejó y siguió diciéndole:
-Pero, ¡lo amenazó!, todos lo oímos.
El alto Magistrado se quedó mirándole fijamente antes de contestarle, y
finalmente le dijo:
-Sé que mi postura le parecerá cuestionable pues es usted lo bastante
honesto como para que le parezca reprochable lo que le he dicho hasta ahora,
pero si así lo cree, mucho me temo que es más ingenuo de lo que a simple
vista parece serlo.
-Ahora comprendo. Si no entendí lo que usted dijo durante el juicio, ahora
ya lo tengo claro. Entonces, el oficial mayor y Canuto ...
-Mi estimado Lampedusa, no vaya tan rápido y no saque conclusiones tan
a la ligera, que eso no está bien hacerlo. Pero una cosa si le voy a decir para
que lo tenga presente siempre: la Ciencia no va a desterrar a los asesinos de la
faz de la tierra, ni estos van a desaparecer como por arte de magia tampoco. Al
asesino hay que temerle, por eso se lo mata, le dijo casi con conmiseración el
alto Magistrado al incauto Lampedusa que seguía insistiendo en que a Canuto
había que apresarle. Y serio y ceñudo, continuó diciéndole: lo cierto es que la
vida sigue aguantando hasta ahora, y seguirá aguantando, a pesar de los
asesinos; ya veremos qué sucede luego, le dijo el alto Magistrado a
Lampedusa sosteniéndole tímidamente la mirada esta vez, pero Lampedusa
creyó ver, por un instante, en esos ojos hundidos que así lo miraban, un dejo
de tristeza. Estando bajo esa extraña sensación que le invadió al ver aquellos
ojos hundirse en su propia penumbra, sintió por un instante el repelús de un
vacío profundo que le fue desalojando, del interior de su cuerpo, toda
consistencia.
-Se lo advierto: si en algún momento llegó a interesarle saber lo que pasó
con los innombrables Ultra, es mejor que deje eso quieto y no insista en
esculcar lo que puede sacarlo de circulación. Sepa usted que la naturaleza del
Poder es la misma siempre. En el fondo, nada cambia y todo sigue igual. Y no
es que deba ser así necesariamente, aunque mucho lo dudo realmente, le dijo
finalmente, advertido de ser él también parte de ese Poder que ahora
denunciaba, por lo que, prevenido, continuó diciendo:
-No me malentienda Lampedusa. Solo le estoy diciendo que la Ley hace
transferencia de su poder a quien nombra sin que pueda evitarse que aquél que
asume ese poder sea tentado de querer ir más allá de lo permitido, por lo que
nunca puede saberse cuándo ni en qué lugar la garra asesina termina haciendo
de las suyas bajo su auspicio. Aténgase a esto que le digo y aprenda a vivir
con lo que sabe, guardando silencio. Es lo mejor. Para su bien, se lo digo. En
esta región sub sub en la que ahora nos encontramos ... y, sin quererlo, se vio
hablando en ese momento de ese oscuro pasado que quiso evitar antes
ahuyentándolo de su mente, por lo que le fue inevitable empezar a contar lo
sucedido años atrás cuando algo muy perturbador terminó envolviendo su
familia y la de Canuto en una agria disputa por el Poder, lo que casi llega a
generar un cisma político que hubiera podido desencadenar una guerra sin
cuartel de todos contra todos cuando nada lo anunciaba por estar justamente en
ese momento adelántándose una discusión amplia sobre las nuevas reglas del
juego político que regirían de ahí en adelante en la región sub sub de la
subregión en la que ahora se encontraban.
-¿Un qué?- ¡Vaya con las cosas con las que sale este Magistrado!, -pensó
Lampedusa, que estaba lejos de poder saber que era un cisma político. Curioso
por saber lo que eso era, le llamó la atención diciéndole:
-Magistrado, aquí si me cogió en babia, pues no sé que es un cisma
político.
-Sí, sí, entiendo. En la región sub sub de donde usted viene no se habla de
estas cosas, ¿verdad? Lo supuse, pero no se preocupe, que ya le aclaro lo del
cisma político. A ver, qué le digo esta vez. Hace sesenta o setenta años, no
preciso bien, comenzó a gestarse en esta zona algo que en un principio pareció
pequeño e insignificante cuando apenas empezó la matanza. Pero unos años
después, eso que en sus comienzos recibió la aprobación de todos aquellos que
en ese momento compartían el Poder empezó a salirse de madre, y sin que
nadie lo advirtiera, cuando menos se lo esperaba, se estaba llevando a todos
sin distinción camino al desbarrancadero.
El detective, que seguía sin entender nada, estaba más cabreado ahora que
antes, por lo que refunfuñó llamándole la atención de nuevo al alto
Magistrado:
-Perdone Magistrado, pero sigo sin entender.
-A ver si logro explicarme bien esta vez, le dijo el alto Magistrado, y
retornando al instante al asunto del cisma político, comenzó por decirle: Mire
Lampedusa, un cisma es una división que se presenta donde antes no la había.
Y un cisma político es una gran división entre miembros de una misma
organización política. El asunto se complica cuando esa organización es la que
está al frente manejando el Poder. El gran Poder, cojámoslo por ahí, es por lo
general monolítico. Una vez resuelta la disputa de los grupos que se lo pelean,
al quedar en manos de quien pasa a representarlos a todos vuelve y se cierra
sobre sí. Pero cuando se suceden divisiones profundas en su seno, la
estabilidad monolítica queda cuestionada, y es en esas circunstancias en que el
Poder se resiente. Bueno, es también en esas ocasiones en que suele brillar su
garra asesina. El Poder de por sí es asesino y lo es más cuando está siendo
amenazada su profunda unidad monolitica. Esto es lo normal. Lo anormal es
que, quien lo represente, arguyendo supuestas amenazas que no lo son, se
exceda en esa función de autoprotección.
-Pero, señor Magistrado, yo ....
-Veo que hace gestos de desaprobación como si siguiera sin poder entender
lo que le estoy diciendo, pero tan solo tenga presente esto que voy a decirle
por una sola vez, y espero que lo tenga bien presente de ahora en adelante:
El Poder asesino que bajo el oscuro manto de la noche actua, es el mismo
que durante el día oficia para que otros como usted, ingenuos de la Ley y del
Poder, recubran lo que pudo haberles quedado mal hecho.
No es ninguna novedad decir que a la sombra del poder dormitan los
asesinos, esto ha sido así desde siempre. Lo novedoso y preocupante del
asunto, cuando algo de esto empieza a generalizarse, es pensar que se pueda
volver contra uno si uno hace parte de ese Poder y no se aviene a lo que el
representante más representativo del Poder está dispuesto a hacer en ese
momento. Y esto fue lo que sucedió en la región sub sub durante esa época
que le señalé atrás. Sepa usted que al Poder también se lo vigila. Y cuando
más necesidad hay de ello es cuando el recurso al asesino deja de ser ocasional
para volverse permanente empezando a amenazar todo el conjunto. Si el Poder
se fracciona, su carácter monolítico se diluye y ahí es cuando suele presentarse
el cisma político al que hice mención. Y si bien las cosas en esta subregión
tienen un matiz distinto que hace suponer que ya no será posible que se den
acontecimientos tan nefastos como los que entonces acaecieron, tenga en
cuenta que el mal del Poder sigue siendo el mismo, por lo que mucho me temo
que las autoridades seccionales de sanidad le pusieron a jugar un papel que en
nada le conviene, según lo deduzco por lo que me ha contado que hizo ese tal
Cadaviedes, el actual subordinado de Canuto. Pero no deje que el resquemor y
la rabia lo obnubilen. No, no lo dude y no se engañe. Yo mismo no sé por qué
le digo esto, siendo que yo... Pero dejémonos de tonterías, mejor siga el
camino por el que discurría antes de que terminara enredado con todo esto, y
abandone, por supuesto, toda idea de querer desenterrar lo que por siempre
debe quedar enterrado bajo tierra. No tiente más la suerte, que si destino no
hay, eso no significa que uno mismo no pueda labrárselo. Cuando uno empuja
y empuja sin las precauciones ni las protecciones del caso, solo tiene un final.
Piénselo mejor, y abandone toda duda y toda pregunta al respecto. Por su
bienestar, y el mío, se lo estoy diciendo ahora, terminó por decirle el alto
Magistrado, y Lampedusa no supo si lo que le decía se lo decía compungido
por la naturaleza bastarda de todo aquello que le había dicho, o temeroso
quizás de que pudiera pasarle también a él lo que temía que pudiera sucederle
al mismo Lampedusa.
-Gracias señor Magistrado, atenderé su observación como se debe, le dijo
con voz débil Lampedusa antes de alejarse de ahí.
Ya en camino, no supo qué pensar ni qué hacer.
'Inaudito, completamente inaudito y extraño es todo lo que me ha dicho el
alto Magistrado', pensaba Lampedusa mientras deambulaba sin cesar camino
hacia ninguna parte. ¿Será que es así como él dice?, se repetía así mismo sin
hallar sosiego alguno. O, ¿será que quiere borrar toda huella deshaciendo los
pasos conmigo?
Estando pensando en esto sintió que su pecho se contraía causándole un
dolor agudo que lo hizo detenerse y respirar hondo. ¿Un Magistrado de la Alta
Magistratura ... en estas andanzas oscuras también? ¡Difícil de creer!, pero no
imposible, -pensó Lampedusa-, y una ráfaga de luz siniestra lo puso en ese
instante bajo el efecto de una extraña revelación que de pronto le asaltó como
si una epifanía suya fuera a tragárselo por entero, y al momento se dijo para sí,
con decisión absoluta: ¡Ya sé!, ¡haré lo que tengo que hacer! ¡Sí! ¡Crearé la
Orden de los Catires y esta vez tendrá forma de organización imbatible!
¡Seremos los nuevos Caballeros de la luz! ¡Armados con todo lo que podamos
viviremos ocultándonos en lo más profundo de las cloacas durante el tiempo
que sea necesario para que algo de lo que tiene que cambiar, cambie. Y si
detrás del Poder siguen estando los sanguinarios de siempre, que a ellos
también salpique la sangre fresca de los mártires!
Y sin quererlo, en su imaginación febril Lampedusa estaba dándole largas
al último engendro de lo que más tarde vendría a ser, de llevar a cabo su
iniciativa loca, el antepasado Catire de un nuevo tipo de Ultra.

Reflexiones de un sentenciado a permanecer


en estado de muerte cerebral suspendida

'Experimentando al máximo con el cerebro', dice el lema que está puesto


en el frontispicio de la entrada al laboratorio biomolecular y psiconeurológico
del centro de estudios avanzados en nanometría recientemente inaugurado.
Los científicos que en él trabajan desarrollan todas las propuestas que les
envía la Administración Central sobre posibles investigaciones a desarrollar en
el campo de las experimentaciones mentales al servicio de la industria militar
y civil. Algunas de esas investigaciones son para uso exclusivo de los
privados, pero la gran mayoría obedece a necesidades urgentes de la
Administración.
Todos los invitados llegaron puntuales a la cita de demostración de los
logros obtenidos en la experimentación que pudieron hacer aprovechando los
cerebros de algunos condenados.
La expectativa por lo que irían a escuchar crecía más por cada vez que
alguien hacía el comentario de que estaba por darse algo inusitado y
revolucionario. En ese sentido giraban todos los comentarios que hicieron los
primeros en llegar al intercambiar las noticias que varios de ellos habían
podido escuchar de labios de algunos de los investigadores el día anterior a esa
mañana en la que estaban por hacer la presentación del experimento en
ciernes.
-Antes de abordar el informe específico que todos esperan escuchar -se
anticipó a decir el Director del centro de investigaciones biomoleculares y
psiconeurológicas al darle la bienvenida a todos-, se consideró conveniente
ponerles en contexto los antecedentes. Le corresponde hacerlo al oficial
Primer Secretario de la Academia de Ciencias Exactas. Por favor señor
Secretario, comience usted haciendo el informe general previo.
-Gracias señor Director, ya mismo doy comienzo al informe, -dijo-, y acto
seguido señaló en dirección al aparato oculto tras una pared elaborada
conforme a los patrones clásicos de 1,5 partes de calcio por cada parte de
sílice, diciendo lo siguiente: el superordenador que no pueden ver por estar
detrás de esta gran pared de hormigón es el artífice de que todo lo que estaba
por darse haya podido, finalmente, ser concretado.
Dicho esto, el Primer Secretario hizo una leve pausa esperando
contagiarlos del vago optimismo que dejaba ver su joven rostro pero el
optimismo se diluyó apenas hizo el anunció de que empezaría la retrospectiva
retórica que le había sido solicitada por el Director. Sin embargo, la tal
retrospectiva retórica hubo de esperar pues antes hizo lo que todo galán de la
Ciencia hubiera hecho en circunstancias parecidas, y fue hacer primero el
reconocimiento previo de los antecesores más conspicuos:
-La biopsiconeurología, permítanme reconocerlo antes que nada, debe sus
últimos éxitos al esfuerzo denodado de los cibermatemáticos y los científicos
que lograron desarrollar la tecnología que se precisa para poder llevar a cabo
esta clase de experimentos sin que haya lugar a que se produzca daño alguno
en los cerebros vivos de quienes vayan a ser intervenidos. Una vez dicho esto,
continuó: validos de esto hemos podido conectar los cerebros de varias
personas mediante los microchips que previamente les fueron implantados y
hemos hecho el rastreo a distancia mediante los satélites que son controlados
por supercomputadoras terrestres como esta que está detrás y que ustedes no
han visto funcionando aún.
Habiendo dicho lo anterior, continuó diciendo:
Empezaré, pues, haciendo una leve retrospectiva, -como me fue solicitado
por el señor Director-, para que puedan juzgar mejor la valía de lo que aquí
tenemos para mostrarles hoy, y, de paso, para que se pueda apreciar lo mucho
que hemos avanzado desde la época primitiva en que se intervenía el cerebro
con agujas que ocasionaban, en muchos de los casos en experimentación,
efectos colaterales indeseados. Precisamente, lo que más preocupaba de esas
intervenciones de antes era que los implantes cerebrales se hacían
quirúrgicamente y sin conocimiento del paciente objeto del implante, aparte de
que eran hechas sin autorización expresa de la ley. Inclusive, hubo ocasiones
en que incluso se hizo inserción de electrodos cerebrales en cráneos de bebés
sin que mediara autorización de los padres -añadió con cara de asombro y un
tanto espantado el señor Secretario-. Pero bien, esto son cosas que pasan
inevitablemente si se quiere hacer Ciencia. Pero no es esta la cuestión
fundamental sobre la que quisiera llamar su atención ahora, aunque sea algo
que a algunos inquiete todavía. Al fin y al cabo, conejillos de indias ha habido
siempre desde que la ciencia es Ciencia. Lo que quiero decir con todo esto es
que se llegó a la conclusión de que ese no era un buen método, en especial, por
estas dos razones: una, por lo lamentable del recurso humano entonces
disponible en esas condiciones de reclutamiento forzoso que obligaba casi
siempre a tener que recurrir a vías y gentes del hampa, teniendo los científicos
que vérselas con esa clase de gentes indeseables. Y, dos, por los peligros
evidentes de sanciones posibles si se intentaba hacerlo disponiendo de los
cerebros de otros no tan criminales, terminó diciendo el Primer Secretario,
dejando ver translúcida una relativa pena por lo que creía que había sido, en su
concepto, una actuación un poco ligera y desafortunada durante esa época en
que tales experimentos se hicieron en esas condiciones.
Ahora, dijo con satisfacción y orgullo evidentes, no adelantamos ningún
implante sin que la ley lo autorice, aparte el hecho de que ahora sí contamos
con el recurso suficiente para que podamos hacerlo ajustándonos a lo que
dictan las normas al respecto. Y diciendo esto, empezó por decir lo que
realmente quería decir desde un comienzo:
-Finalmente creemos haber dado con el mayor de los éxitos, la creación
factible de un gran cerebro orgánico, anhelo de la ciencia pretérita de
entonces. Con el superordenador que está detrás funcionado a una velocidad
de procesamiento para ustedes inimaginable, pudimos investigar el cerebro
humano hasta alcanzar lo más hondo de sus entrañas, sin dañarlo. Que lo
hallamos logrado y que ahora dispongamos de esta posibilidad de indagación
plausible ... -dijo, pareciendo ausentarse antes de continuar, asunto que nadie
de los presentes notó-, no vayan a creer que es mero moco de pavo lo que está
por hacerse, pues lo que tendremos que hacer a futuro, para que este tipo de
experimentos sean práctica rutinaria ... y nuevamente pareció ausentarse
diciendo luego: no, no por nada he empezado agradeciendo a los científicos
que han hecho de la tecnología su campo de acción por excelencia y de nuevo
hago aquí expresos mis agradecimeintos a estos científicos de la tecnología
pues nada de esto se creyó posible hasta hace apenas unos cuantos años.
Muchos creímos incluso que íbamos a demorarnos mucho más tiempo del que
nos hemos demorado para alcanzar la meta a la que hoy hemos arribado.
Créanme si les digo que no fue nada fácil pasar de cirugías que consistían en
abrir un pequeño agujero por donde fuera posible introducir una aguja
milimétrica para curar una lesión cerebral, a hacer lo que después fue posible
hacer: una estimulación cerebral profunda, estimulando o inhibiendo los
circuitos cerebrales sin riesgo de que se produjera alteración alguna en
ninguna de las partes del cerebro intervenido. Solo habría que decir, sobre esto
último, que un procedimiento tan respetuoso de las condiciones del cerebro
como lo fue este, terminó igualmente siendo poco apropiado para profundizar
las investigaciones hasta el punto en el que hoy nos encontramos.
-Esto cambió bastante desde que tuvimos vía libre para experimentar con
los cerebros de los condenados, acotó el segundo al mando que parecía estar a
la espera de poder intervenir, exaltado por la buena nueva que aún no se decía,
pero lo único que logró hacer con su intervención fue desviar el asunto
científico hacia un punto ideológico aún cuestionado por quienes todavía se
resistían a que determinadas prácticas tuvieran que hacerse utilizando tales
medios, lo que fue aprovechado por uno de los oficiales presentes para hacer
elogio de la prudencia y el tacto de la Administración Central en cuanto al
manejo que se le había dado finalmente a esos problemas colaterales de la
investigación, como si hubiera habido necesidad de que ese hecho fuera
señalado y recalcado ante esa audiencia mayoritaria de batas blancas en
derredor. Sin prudencia ni tacto alguno, este oficial intervino alborozadamente
diciendo:
-¡Al fin hemos dado en considerar que los condenados puedan ser útiles a
la sociedad permitiendo que presten por fin un servicio esencial a la Ciencia!
-¡Cierto!, ¡así es! ¡Bienvenidos los Jueces y Magistrados que así lo
pensaron!, replicó con euforia el que parecía ser el menor de todos los que
acompañaban a la delegación oficial de máxima graduación de la
Administración Central que esperaban absortos guardando prudente silencio.
El oficial encargado por el Director para que fuera él quien hablara primero
quiso fijar otra vez la atención sobre el punto de interés científico que venía
ilustrando intentando retomar el tema de la estimulación cerebral profunda en
el punto en el que lo había dejado. Pero no fue sino querer volver a las
consideraciones pertinentes sobre ese asunto que quedó en veremos para que
de nuevo se deslizara sin remedio por la tangente abierta por el segundo al
mando, pues no pudo evitar mencionar que de no haber sido por las
previsiones de ley, hubieran quedado inutilizados, para la investigación, los
cerebros de todos los condenados, desperdiciando de modo deplorable una
oportunidad enorme de hacer avanzar la Ciencia.
El Subdirector del centro de investigaciones científicas retomó el hilo de lo
que el oficial científico al mando decía en ese instante sin más justificación
que el deseo de impedir que se viera como una falla del expositor lo que era
una simple falta de coordinación de los tiempos de intervención que
previamente habían sido fijados por el señor Director, diciendo:
-Por fortuna, -confirmó asertivamente el Subdirector-, los condenados
ahora, por la causa que fuere, son los objetos vivientes que pueden ser
habilitados para la experimentación científica. Y dijo esto de manera
sentenciosa y no apresurada, como esperando ver el efecto que causaba con
ello, agregando luego: en experimentos anteriores con otros condenados ya se
había comprobado que los cerebros, conectados de forma adecuada, eran más
inteligentes poniéndolos a trabajar juntos que si se dejaba que cada uno lo
hiciese por separado. Después de muchos experimentos llevados a cabo con
los cerebros conectados de varios condenados, los científicos encontramos que
era bastante posible crear una red cerebral más poderosa que la Red de
Internet misma. Confiados en esto, nuestros científicos conectaron, a ese
ordenador que está detras, -con el que es posible capturar y trasmitir las
señales cerebrales a una velocidad de un cuatrillón de cálculos por segundo-,
los cerebros de algunos condenados que a su vez fueron conectados entre sí,
en el convencimiento de que si se enviaba un impulso eléctrico al cerebro de
uno de ellos y los otros lograban aprehenderlo en el instante mismo en que
este fuera emitido, se podría sincronizar su actividad cerebral de una forma tal
que la interface así creada vendría a ser la primera de muchas más que a partir
de ahí podrían replicarse. Ver en funcionamiento un cerebro colectivo que está
conformado por muchos cerebros individuales, y verlo actuar como un sólo
órgano del pensamiento, ¿no es esto algo maravilloso?, terminó por preguntar
el Subdirector del centro de investigaciones científicas extendiendo sus brazos
al tiempo que abría las palmas de sus manos como si quisiera abrazarlos a
todos de lo contento que estaba al poder darles tamaña noticia.
El encargado de llevar las llaves del laboratorio, igualmente alborozado, se
reafirmó en lo dicho por el Subdirector indicando a todos los presentes lo que
parecía ser la buena nueva que les tenían reservada para ese día:
-Al parecer, estimados oficiales aquí presentes, la tercera revolución tecno-
fásica está por comenzar.
-Efectivamente, así es, -terció de nuevo el Subdirector-, pues hemos
logrado organizar, por fin, un sistema de cerebros en red y convertirlos en uno
solo que presumimos trabaja y piensa coordinadamente de la misma forma que
un único cerebro orgánico.
Los científicos encargados de adelantar las últimas pruebas iniciaron la
demostración que tenían preparada ante la expectante mirada de los cuatro
oficiales de máxima graduación de la Administración Central que seguían
aguardando el momento de la presentación, manteniendo un prudente silencio.
Inició el experimento el oficial científico al mando, con una rápida, concisa
y suficiente introducción del asunto que iban a poder apreciar, diciendo lo
menos que pudo, y callando lo meramente anecdótico.
Acto seguido se dispusieron a probar el experimento con un pequeño grupo
de condenados Catires al que se les exigió que reconocieran, al final, los
patrones y la información que se les entregara cuando sus cerebros estuvieran
conectados. Y al final, todos dieron con el mismo patrón y la misma
información, en los mismos términos.
-Como pueden apreciar, básicamente hemos creado un supercerebro, o si
ustedes quieren, un primer cerebro colectivo, sentenció el director del
experimento y jefe de la sección clínicoaperturista del laboratorio de señales
neuropatológicas adjunto al centro de investigaciones eléctricas del cerebro.
-¡Claro que apenas si estamos en las preliminares!, pero desde ya podemos
considerar que el experimento es un rotundo éxito, dijo finalmente el Director
en Jefe del centro de investigaciones, dando por terminada la sesión de ese día.
Todos los presentes aplaudieron la franqueza con que allí se habló y en
especial, la del Director en Jefe.
Entre los presentes no estaba el alto Magistrado que había enviado a ese
centro de investigaciones la requisitoria para que investigaran por qué alguien
común y corriente, que además era ajeno a toda perspicacia catirista y que
probadamente había mostrado ser un desentendido de toda preocupación por
seguir viviendo, alguien que en suma no se destacaba de sus iguales, había
matado cuando nada indicaba en ese momento que tuviera la intención de
hacerlo.
El alto Magistrado quería saber cuál podría haber sido la causa para haber
actuado de esa manera, por lo que preguntaba si era posible que en el
laboratorio de relaciones espurias se pudiera restablecer la conectividad
sináptica que le había llevado a tener tan extraña conducta. De ser afirmativa
la respuesta, también quería saber si había algo que pudiera hacerse para
prevenir la ocurrencia de esos casos, antes de que sucedieran.
Al ser una demanda de concepto que no se había hecho pasar por la vía
protocolaria que toda investigación solicitada al centro requería, el Director en
Jefe la recibió con algo de desconfianza y poco interés, -aún sabiendo que
venía de donde venía-, por ser completamente inusual, desde todo punto de
vista, el procedimiento utilizado. Pero le había sido imposible rechazarla por
cuanto llegó avalada por la declaratoria de urgencia manifiesta de la Alta
Magistratura, con la siguiente anotación:
"Tratándose de un individuo del común que en nada se diferencia de la
masa andante de cualquier rincón habitado de la Subregión del SurOeste,
creemos que es, por eso mismo, un candidato ejemplar para averiguar, a través
de él, o mejor, a través del funcionamiento de su cerebro, (mientras esté en
estado de semiinconsciencia crepuscular), las condiciones particulares en las
que pueda verse reflejada la singularidad de los demás habitantes que
conviven más allá de la región sub sub de la Subregión del SurOeste que a él
se asemejan en todo lo relativo a estilo y modo de vida.
"En consecuencia, la pregunta que se les hace, y de la que se espera recibir
respuesta cuanto antes, es la siguiente: los de la Subregión del SurOeste, según
ustedes, ¿estarían habilitados para recibir pasivamente las consecuencias
tecno-fásicas que sustentan el devenir programado de las personas, tal y como
actualmente sucede en las demás subregiones?".
La respuesta que recibió el alto Magistrado, enviada de vuelta por el
Director en Jefe del centro de investigaciones a través del oficial de enlace que
estaba presente a la espera de que se le entregara el resultado de la
investigación solicitada, fue la siguiente:
CONCEPTO SOBRE LA CONVENIENCIA DE LLEVAR A LOS
CIUDADANOS DE LA REGIÓN SUB SUB DE LA SUBREGIÓN DEL
SUROESTE TODAS LAS APLICACIONES TECNO-FÁSICAS.
Una vez alcanzada la profundidad esperada mediante el mecanismo
usualmente utilizado para dar inicio al proceso de resonancia ultrafilamentosa
inducida, se esperaba poder leer los pensamientos más recónditos del hombre
en estado de semiinconsciencia.
Llama la atención el despliegue de concentración observado en el paciente,
y maravilla la pregunta que el objeto de observación se hizo estando en estado
crepuscular semiinconsciente.
Lo que el superordenador de velocidad cuatrillonaria recogió del cerebro
del investigado fue una elaboración recurrente de una sola pregunta que el
durmiente en estado de semiinconsciencia se hizo de manera incisiva e
insistente, al punto que se llegó a pensar que se estaba ante un caso de
recurrencia infinita que bien podría estar indicando una falla del sistema en
alguno de sus puntos.
-Revisado y verificado que estuvieran funcionando correctamente todos los
puntos de acceso al superordenador que fueron directamente conectados al
cerebro del semidurmiente;
-Revisado también que todos los enlaces previos a la interface conseguida
se hubieran hecho conforme al protocolo;
-Rehecho el análisis de todas las pruebas de conducción eléctrica del
cerebro,
se concluye que es imposible establecer, exactamente, el estado
psiconeurológico del semidurmiente.
La ruta seguida por la vía sináptica liberada llevó a todos a concluir que
estaban al frente de un montante de afecto en torno al cual se arremolinaron
las señales en el cerebro minutos antes de entrar en estado de semiinconciencia
por lo cual se pasó a registrarlas conforme estas devinieron una vez los datos
en la máquina lograron pasar por el canal desfibrilador de rutas emocionales
cerebrales.
La pregunta registrada que insistentemente iba y venía sin solución de
continuidad en el cerebro del semiinconsciente, fue la siguiente:
¿Puedo ser responsable y no ser culpable a la vez?
Esta pregunta, que muchos no entendimos que pudiera alguien aún
hacerse, nos impresionó sobremanera por la recurrencia infinita a la que nos
vimos expuestos una y otra vez, sin remedio.
A continuación, transcribo el diálogo que sostuvimos luego de haber
pasado por esta extraña experiencia que a más de uno dejó sin habla:
-Es curioso que aun haya quien se haga este tipo de preguntas.
-Sí, esa pregunta es muy extraña.
-Y yo que creía que esas etapas autopunitivas del cerebro ya se habían
superado, pero, al parecer, siguen ocurriendo.
-Al parecer.
-En mi concepto, la población de la región sub sub, y toda la población de
la Subregión del SurOeste, no es apta todavía para asumir el nuevo estado de
conciencia que impone la tecno-fasia.
-Ya lo creo. Difícilmente podrán acostumbrarse a los efectos de
regularización de los últimos avances tecno-fásicos.
-Es verdad. En mi concepto, no están preparados para recibirlos.
En conclusión:
Respecto a si se debe o no ampliar el espectro de las inclusiones y
trasformaciones de la red para ir habilitando progresivamente el camino de la
adecuación tecno-fásica en la Subregión del SurOeste,
la respuesta es negativa.
Al alto Magistrado, la nota que le llegó de vuelta del centro de
investigaciones no le dio ni frio ni calor. Una vez que la leyó se la guardó
pensando en hacérsela llegar al Comisionado para Asuntos Estratégicos de la
Subregión del SurOeste, a primera hora de la mañana. El alto Magistrado
creyó útil, y oportuno que su amigo pudiera hacer uso del contenido de la nota
si llegaba a considerar conveniente hacerlo durante la reunión de evaluación a
la que asistiría junto con los otros representantes de la Administración Central,
reunión en la que también estarían presentes los representantes representativos
de las distintas salas en funcionamiento en las tres subregiones que integran la
Gran Región de Occidente.

Cuando el negocio de la muerte


eclipsa toda muerte

El representante representativo de la sala de conteo y estadística para la


Subregión del SurOeste, el señor Elías Canuto, llegó cuando ya todo estaba
dispuesto para que las sesiones de evaluación comenzaran. Alrededor de la
gran mesa ovalada aguardaban sentados los representantes representativos de
las cuatro salas responsables del gobierno en las tres subregiones que
conforman, actualmente, la Gran Región de Occidente. Presidiendo la mesa se
hallaba sentado el Subjefe de la Sala de Seguridad Extensa e Inextensa del
Consejo Mundial y Primer Jefe Militar de la Administración Central para la
Gran Región de Occidente. A su lado izquierdo se encontraba el Subsecretario
General para Asuntos Militares del Consejo Mundial y segundo jefe del ala
militar de la Administración Central encargado de responder por la seguridad
de toda la Subregión del SurOeste; y a su lado derecho, el Comisionado para
Asuntos Estratégicos de la Subregión del SurOeste.
Canuto se sentó y miró en derredor suyo creyendo ver que algo se tramaba
en contra suya al notar que el Comisionado hablaba en ese instante con la
Magistrada auxiliar que estuvo a cargo de la lectura del acta durante la sesión
a la que fuera citado por el alto Magistrado dos días atrás. Su sorpresa y
desconcierto fueron mayores cuando vio que esta le hacía entrega de un sobre
sellado hablándole quedamente al oído, de suerte que, temiendo lo peor, quiso
adelantársele a todos y ser él quien golpeara primero, por lo que pidió la
palabra en el momento en que se iba a declarar abierta la sesión de instalación
y, como pudo, logró que le aceptaran la moción de procedimiento que
interpuso para que no se hiciera ninguna instalación del evento de evaluación
de las cuatro salas sin antes considerar si hacerlo era procedente o no, habida
cuenta de que estaban por suceder acontecimientos extraordinarios que a todos
afectarían gravemente, por lo que, según él, resultaba prioritario considerar
primero todas sus consecuencias antes que pensar en formalidades que no
venían al caso. Y aunque sonase extraño para un observador de fuera, Canuto
tenía las de ganar, pues más de uno estaba interesado en que ese asunto se
ventilara cuanto antes, y, en opinión de algunos, mejor ahora que después.
Habiendo sido el primero en haber puesto sobre el tapete la cuestión que a
muchos interesaba, se concedió que fuera él quien hablara primero al respecto,
y empezó diciendo lo siguiente:
-Deberíamos estar aquí celebrando la buena noticia, recientemente
anunciada por nuestros científicos, de que está por comenzar la tercera
revolución tecno-fásica. Deberíamos estar preparándonos para sus masivas
consecuencias y efectos insospechados, en vez de estar acusándonos
mutuamente de obrar con fines propios y no en función de nuestras
obligaciones.
Una vez Canuto introdujo el tema que a todos inquietaba en ese momento,
el silencio fue expandiéndose en la sala como mancha de aceite cuesta abajo
ensombreciendo todos los rostros. La cosa está que arde, -pensó Canuto-, y
continuó con más ahínco:
-Pero no veo cómo podríamos hacerlo sin antes aclarar varios puntos que
ponen en entredicho las ventajas de disponer, a nuestro antojo, del
funcionamiento de un cerebro colectivo orgánico único, tal y como fue
presentado por los científicos en el día de ayer. Son muchos los asuntos que de
ahí se derivan, creo yo. ¿Quién determinará -por ejemplo- su uso comercial
específico? ¿Bajo qué autoridad serán creadas las nuevas líneas de
intervención que muy probablemente abre este tipo de investigaciones? ¿Bajo
qué criterios se evaluarán las gestiones que adelante el nuevo organismo de
control que deba crearse en función de esta nueva posibilidad de control,
vigilancia y operaciones que habrán de ser necesariamente encubiertas?
¿Contra quién estarán dirigidas las acciones impulsadas bajo esta nueva
modalidad de intervención colectiva cuando ésta sea necesaria?¿Seremos
nosotros también elementos pasivos de la nueva situación así creada, o
tendremos algún tipo de control y beneficio? La tercera revolución tecno-
fásica está por comenzar, -continuó diciendo-, y nosotros aquí nos
encontramos debatiendo todavía qué hacer en esta subregión que aún no recibe
la totalidad de los efectos conseguidos por las demás subregiones desde que se
diera la primera de las revoluciones tecno-fásicas. Estoy planteando que no
debemos comenzar el trabajo de evaluación previsto si antes no abordamos y
acordamos algo al respecto de lo que hace problema actualmente. Y quiero en
esto ser específico y suficientemente claro, por considerarlo de primer orden.
Pregunto: cuando la tecnología se emplea para labores de inteligencia, se debe
controlar a través de órganos especiales, ¿no es así?
Creyendo haber dado en el clavo, Canuto se sentó satisfecho. Pero a
ninguno le pasó desapercibido el hecho de que Canuto hiciera esta última
pregunta dirigiendo su atención exclusivamente al sillón donde se encontraba
sentado el actual Subjefe de la Sala de Seguridad Extensa e Inextensa del
Consejo Mundial y Primer Jefe militar de la Administración Central para la
Gran Región de Occidente, el comandante Marcial Douglas Eisenshower,
como si fuera el único destinatario de ella. Y no solo dio a pensar que así era,
sino que buscó agrandar, con mañosos gestos sensibleros, el efecto buscado,
pero nada extraordinario pasó, por lo que sintió premura en levantar su voz de
nuevo y preguntar por una última vez, -para hacer tiempo mientras atinaba a
reflexionar sobre cómo proceder de ahora en adelante-, sobre algo que todos
ya sabían aunque algunos actuaran como si no lo supieran. Pero, no fue sino
intentar hablar de nuevo para que le sobreviniera con urgencia la necesidad de
desembarazarse cuanto antes de la serie de preguntas que se le vinieron
encima sin que él mismo pudiera hacer nada para contenerlas, acosado como
estaba por esa irrupción repentina de interrogantes en desbandada que
abrumaban su cerebro. Como pudo, a voz en cuello empezó a soltarlos como
le llegaron, y esto fue lo que todos le escucharon casi que gritar:
-¿Tendré que recordar aquí que una de las recomendaciones del Consejo
Mundial, después del desmonte de la red de internet en las demás subregiones,
fue crear un grupo de apoyo para que los forjadores de software se
coordinaran con los representantes representativos de las cuatro salas en la
Subregión del SurOeste? ¿Tendré que decir, además, lo que se dijo ese día,
porque tal vez ya ninguno lo recuerda? ¿No se dijo acaso que el grupo estaría
al servicio de las cuatro salas para brindar apoyo tecnológico sobre esta
tecnología ya en desuso en las demás subregiones, y que sólo funcionaría
durante el tiempo que demorara el desmonte de la red cuando fuera el
momento de hacer las adecuaciones tecno-fásicas? ¿No iban a ser todos ellos,
durante todo ese tiempo, un apoyo importante para el cuerpo de investigadores
encargado de adelantar la investigación criminal y de llevar a cabo el
espionaje selectivo? Y en caso contrario, ¿no sería apartado un grupo pequeño
de ellos para hacerle seguimiento a las actividades de inteligencia
emprendidas? ¿Qué ha habido de todo esto?
-El problema es que ese tal grupo no ha entrado en funciones desde que fue
creado hace ya una década como grupo aleatorio de forjadores de software,
por la sencilla razón de que no ha sido posible formalizar, como es debido, el
desmonte de toda vigilancia previa de la red por las razones que ya todos
conocemos. ¿Qué podemos hacer nosotros?, contestó sin afán ni melindre,
pero con un poco de fastidio evidente, el representante representativo de la
sala de intercomunicación tecno-fásica de la Subregión del SurOeste a quien,
al parecer, poco le importaban estas suspicacias traídas a cuento a último
minuto por Canuto.
-Sí claro, por supuesto que sí. ¿Qué podrían haber hecho ustedes? Y en
cambio le parece aleatorio lo que nuca lo fue, pues se trataba de un grupo de
apoyo y no de un grupo aleatorio. Por lo visto, la precisión no es su fuerte.
Que ustedes no pueden hacer nada lo vengo escuchando desde hace mucho
tiempo, pero, ¿de veras están interesados en hacer algo? En estas estamos
desde hace varios años, contraatacó Canuto, recordando a los presentes que,
entre tanto, la sala de seguridad extensa e inextensa seguía avanzando con el
software de control de entrada y salida de preguntas sospechosas sin que el
grupo de oficiales de vigilancia y control a su cargo fuera informado o llamado
a participar para decidir si el uso de esa tecnología contribuía a defenderlos, o
si, por el contrario, era el germen de su destrucción.
-¡Vaya teatro de operaciones el que han querido montar a espaldas
nuestras!, declaró molesto el señor Canuto. ¡Exijo y reclamo una pronta
aclaración!, o elevaré esta queja hasta el mismo Consejo en pleno si es
necesario, amenazó finalmente, fuera de sí.
Como trueno en cielo sereno cayó sobre la mesa ovalada la amenaza
proferida por el representante Canuto, dejando en estado de zozobra
momentánea al comandante Douglas, por ser el único responsable, ante los
demás plenipotenciarios del Consejo Mundial, del sentido de las decisiones
que fueran a tomarse este día. Y aunque era evidente que la cuestión a
debatirse era un asunto particular que solo afectaba a una sola subregión en la
Gran Región de Occidente, el resultado de lo que ahí se acordase también
afectaría necesariamente a la otra Gran Región en la que quedó dividido el
mundo luego del acuerdo suscrito por los representantes representativos de
todas las subregiones. No se trataba pues de garantizar solamente la buena
gestión de la Gran Región de Occidente; había que asegurar también que las
expectativas creadas y los acuerdos pactados pudieran cumplirse a
satisfacción. El comandante Douglas era consciente de que incumplir lo
pactado podía desequilibrar los pesos que lograban mantener en equilibrio el
desenvolvimiento normal del Poder Central.
Decir que el Gran Poder se obtiene despojando de él a quienes venían
poseyéndolo antes, es una perogrullada; pero decir que en esa contienda por el
Gran Poder sigue pesando el hecho de que solo se lo puede ejercer
ejerciéndolo contra quienes nunca lo han poseído, ya no lo es. Mantenerse
pues incólume, siendo parte de ese Poder, no es cosa que cualquiera puede
hacer de cualquier modo. El comandante Douglas sabía que había otras cosas
por las que la acción temeraria de Canuto podría alterar ese equilibrio precario
finalmente conseguido tras el gran desbarajuste que el asesinato del
Gobernador de la Isla del Diablo produjo en la Gran Región de Occidente. Por
esto mismo no podía permitir que lo que alguna vez fue considerado la razón
principal para que se hubiera tratado como un asunto de seguridad continental
el caso del asesinato del Gobernador volviera por sus fueros, amenazando con
introducir de nuevo a todos en el caos. El comandante Douglas era consciente,
por ello mismo, de que ni las causas de su muerte, ni nada que guardara
relación con ella, debía volver a ver la luz de nuevo. De ahí que la decisión de
llevar al seno del Consejo Mundial la queja de espionaje selectivo que hiciera
Canuto constituyera una amenaza real y poderosa que debía ser manejada con
cuidado.
La experiencia ganada en la brega por el Poder le había dejado al
comandante Douglas la enseñanza de que no había enemigo pequeño que no
pudiera hacer grandes daños, por lo que, en esta ocasión y bajo estas
circunstancias límite, creyó que no debía darse el lujo de permitir que el
fraccionamiento del Poder, en la Gran Región de Occidente, se visibilizara de
nuevo, no a tiempo con las prontas celebraciones que se llevarían a cabo en
conmemoración del día de la victoria conseguida sobre los Iluminados luego
de tantos años de dura contienda en la que no era claro cuál de todas las
facciones en pugna terminaría venciendo.
El representante representativo de la sala de códigos y difuminación de
sensores de programas de memoria no atávicos de la Subregión del SurOeste
intervino rápidamente buscando evitar que el ambiente de tensión fuera en
aumento; y en un tono no tan conciliador como hubiera querido que se
escuchara, empezó haciendo un comentario técnico que resultó ser de difícil
comprensión dado el desconocimiento que la mayoría de los presentes tenía de
los rudimentos básicos de programación que ya no eran de curso corriente en
esa zona del mundo tecno-fásicamente desarrollada, y porque ninguno había
ahí que hiciera uso ya de ese tipo de aplicaciones a las que el representante
representativo de la sala de códigos y difuminación de sensores de programas
de memoria no atávicos de la Subregión del SurOeste se estaba referiendo,
aplicaciones que habían quedado sin vigencia desde cuando fueron adecuadas
todas las instalaciones con los dispositivos tecno-fásicos que progresivamente
fueron introduciéndose en las subregiones de donde eran procedentes casi
todos ellos. Y aunque fuera notorio el esfuerzo por darse a entender
sirviéndose de un lenguaje trasparente y sencillo, no quedó claro si las dudas
que dejó en el ambiente respondían a lo complicado del tema que estaba
siendo expuesto o a la denuncia que en ese momento pareció querer estar
haciendo.
Esto fue lo que dijo el representante representativo de la sala de códigos y
difuminación de sensores de programas de memoria no atávicos de la
Subregión del SurOeste:
-Es mi deber indicar que el software de control remoto recientemente
utilizado para espiar a los Catires fue el más eficaz y el más usado por las
distintas agencias de espionaje durante la época en que este tipo de
intercomunicación en red era corriente en todas las zonas del mundo. Basta no
más que indaguen un poco en el remoto pasado para que descubran cuán
importante y necesario era para las autoridades de entonces el uso de este tipo
de herramienta tecnológica de control y espionaje. Fíjense ustedes no más en
esto: en términos de recolección de información privilegiada, con este tipo de
software ningún sitio en la red quedaba indemne, por lo que desencriptar
cualquier mensaje era posible por más recóndito y encaletado que estuviera el
cifrado. Para los que no saben a qué me estoy refiriendo exactamente, voy a
explicarles lo que con esta clase de software se podía hacer, dijo el
representante representativo de la sala de códigos y difuminación de sensores
de programas de memoria no atávicos, levantándose un poco de su asiento y
acercándose como pudo al borde de la mesa para llevar hacia adelante su
cuerpo de manera que fuera visible para todos.
El asunto, -como pueden ver-, es la posibilidad de hacer vigilancia a
distancia mediante un control remoto sin importar si el aparato está o no está
en ese momento en conexión con la red. Este es un tipo de infiltración que
permite llegar de forma imperceptible a cualquier lugar del computador, en
cualquier tiempo. Sabidos de esto, me permitiré hacer algunas preguntas
derivadas de lo que este pequeño dispositivo de inteligencia actualmente
representa con el propósito de tranquilizar a todos aquellos que aún temen que
se esté haciendo una utilización no prevista en las leyes que autorizaron su uso
en la Subregión del SurOeste. Muy seguramente algunos ya se han hecho estas
preguntas y es por esto que a lo mejor están inquietos queriendo saber qué fue
lo que se hizo y cómo fue que se hizo. Pregunto entonces: ¿qué cargos pueden
ser objeto de persecución y hasta dónde se puede llegar por esta vía? ¿Cuáles
deberían ser los límites establecidos? Si recuerdo bien, creía que sobre esto ya
habíamos tenido un acuerdo antes, terminó por decir el representante de la sala
de códigos y difuminación de sensores de programas de memoria no atávicos,
enrareciendo aún más el ambiente en la sala al dejar un sentimiento de duda
mayor del que había logrado insuflar en el ánimo de todos la intervención
enardecida de Canuto.
El Comisionado para Asuntos Estratégicos de la Subregión del SurOeste,
recogiendo el malestar implícito en los dos interrogantes que acababan de ser
puestos sobre la mesa, señaló:
-Tengo entendido que en esa época se denominaba malicioso al tipo de
software que se usó contra los Catires porque podía camuflarse en correos y
archivos y tenía la capacidad de encender cámaras, micrófonos o
computadores de manera remota, sin que se dieran por enterados los que así
eran investigados. Pero es bueno que sepamos que por este medio también es
posible registrar el uso del teclado y enviar archivos o implantarlos, si es
necesario. Y tengo entiendo también que algo similar fue lo que se hizo
aprovechando la existencia de los centros de cómputo dispuestos en los límites
de la Subregión del SurOeste. Por lo que me explicaron los técnicos de
GRAFOS, todos los equipos de Sonia fueron infectados con ese software
logrando controlar así todos sus movimientos en la red. Sin embargo, -y aquí
el Comisionado para Asuntos Estratégicos de la Subregión del Suroeste hizo
un alto como si de repente recordara haber escuchado algo similar antes-, sin
embargo, es mi deber insistir sobre una cuestión que ya fue insinuada por estar
muy directamente relacionada con este asunto tan sensible de la inteligencia y
la contrainteligencia que ahora preocupa, y preguntar a mi vez: ¿Quién debe
determinar en qué momento, respecto de qué, y contra quién, debe sembrarse
cualquier evidencia a partir del uso que ahora se está haciendo de este tipo de
espionaje? Estuvimos de acuerdo, desde que se decidió que era legal hacer
esta clase de intervenciones, que siempre se nos consultaría en sala plena cada
vez que se requiriera hacerlo, exponiendo las causas que así lo imponían. Veo
que se ha presentado una irregularidad que debe ser atajada antes de que sea
demasiado tarde. Yo interrogo a la audiencia respecto de si este asunto es de
responsabilidad directa y exclusiva de los representantes representativos de la
sala de seguridad extensa e inextensa y espero, del señor Douglas, su máximo
representante aquí presente, que pueda absolver las preguntas que ya se han
hecho, como las que seguidamente formularé en espera de oír de él las
respuestas debidas. Pregunto: ¿Por quién estamos expuestos a ser infiltrados y
vigilados todos, según esto que aquí se ha dicho? ¿Acaso ya no se
establecieron unas reglas específicas que deben seguirse si la vigilancia ha de
hacerse conforme al protocolo acordado? En últimas, ¿qué es lo que no debe
saberse ni intentar pesquisarse en relación con este asunto de los Ultra que a
muchos pareciera estar inquietando de nuevo?, y esta última pregunta la
deslizó el comisionado sin justificación aparente, cogiendo por sorpresa al
Comandante Douglas, quien se vio obligado a intervenir cuanto antes,
diciendo:
-Dejemos que todo esto de los Ultra y sus implícitos se decida en el
momento adecuado-, terció rápidamente el Subjefe de la Sala de Seguridad
Extensa e Inextensa del Consejo Mundial y Primer Jefe Militar de la
Administración Central para la Gran Región de Occidente. En mi concepto -se
apresuró a decir-, no es ésta la ocasión ni son éstas las circunstancias en las
que tendremos que ventilar lo que, por cierto, y en mi opinión, tendría que ser
abordado y esclarecido en algún momento. Pero no podrá ser aquí ni ahora,
eso ténganlo por seguro, dijo de manera enfática para que no hubiera lugar a
equívocos en la mente de ninguno. Por ahora les recuerdo, -siguió diciendo el
comandante Douglas-, que fuimos convocados con un propósito muy preciso
que demanda resolución pronta y eficaz, por lo que debemos, antes que nada,
sacar adelante esta reunión de evaluación, proyección ý planeación de
acciones futuras para la Subregión del SurOeste. Hay varias cuestiones que
debemos atender con urgencia antes que ponernos a esculcar un pasado que en
muy poco nos concierne ahora. ¿No se dan cuenta que la escena probable que
nos sugiere la tercera revolución tecno-fásica ya está tocando a las puertas del
inmediato futuro?, preguntó, como si fuera la primera vez que se hacía esa
pregunta en esa sala, y continuó diciendo: Si hemos de considerar bien todo
este asunto del cerebro colectivo, ¿por qué querríamos seguir empecinados en
continuar viviendo en un presente de reclamos y acusaciones mutuas del que
deberíamos haber salido hace ya mucho tiempo? ¿Qué importancia tendría
volver sobre lo que una vez fue, si ello no tiene probabilidad alguna de volver
a ser causa de movilizaciones para ninguno de los aquí presentes? Mucho me
temo que los acontecimientos recientes amenazan con sobrepasarnos y es por
esto que hago ahora este llamado de atención para que nos centremos en lo
que más debe importarnos ahora y dejemos de lado todas las suspicacias, pues
se está queriendo engrandecer con esto un pequeño asunto casi olvidado, o
mejor, totalmente olvidado si las suspicacias peregrinas de algunos no lo
hubieran vuelto a sacar a la luz de modo tan inconveniente e inesperado. El
pasado, insisto, dejémoslo atrás y permitamos que el futuro inmediato se
asiente antes que todo se desvíe hacia lo que ninguno quisiéramos que se
desviara, dijo finalmente, dando de este modo una respuesta amañada a la
solicitud de esclarecimiento de los actos de espionaje que acababan de ser
altamente cuestionados por los tres intervinientes anteriores.
Habiendo logrado, no obstante, el efecto buscado con la dosis de palabras
calculadas que logró emitir en menos de unos cuantos segundos de expectativa
ciega, -y con el propósito de impedir que se atravesase otro reclamo
improcedente que cualquiera de los presentes quisiera hacer de nuevo-, cerró
el asunto en cuestión usando la consabida llave de señalar lo urgente en
desmedro de lo importante. Y en aras de atender supuestamente a lo mejor,
hizo el llamado de atención por todos esperado 'para que nos centremos en
resolver los asuntos para los que se nos ha convocado en esta reunión',
manifestando con fuerza y determinación lo que evidentemente era para todos
una especie de cuasi orden protocolaria, habida cuenta de que aún no se tocaba
el punto neurálgico que los tenía en principio reunidos, justamente el de
determinar si era o no conveniente que se empezaran a implementar las
adecuaciones tecno-fásicas en la Subregión del SurOeste. Y sin más
miramientos que los que tuvo para decir lo que dijo, continuó diciendo
enfáticamente: De seguir por este camino de reclamos y recriminaciones
mutuas, las serias determinaciones que debemos tomar para definir el rumbo
que debe darse al mercado de las aplicaciones tecnológicas, en esta parte del
mundo, quedarían sin resolverse hoy. ¿Quiere alguno de los aquí presentes que
esto suceda?, preguntó a sabiendas de que la pregunta iba a tocar más de un
callo sensible, y sin recato alguno miró expresamente en dirección hacia donde
estaba sentado el representante Canuto esperando que recibiera con buen
ánimo el mensaje subliminal que así le enviaba, posando luego su vista sobre
el rostro impasible del representante máximo de la Oficina del Comisionado
para Asuntos Estratégicos de la Subregión del SurOeste, quien para nada
pareció alterarse ni estar sorprendido por el desenlace final del discurso
proferido por el comandante Douglas, quien terminó sellando de esa manera
toda oposición parando a tiempo lo que pensó que había sido un apoyo táctico
del Comisionado al imprevisible Canuto según creyó poder deducirlo por la
pregunta que sobre ese asunto de los Ultra deslizó en medio de todo ese cuento
del espionaje del que se venía hablando. Pero en esto se equivocaba el
Comandante Douglas, pues no era por favorecer a Canuto que el Comisionado
había hecho esa última pregunta. Con ella quiso el Comisionado satisfacer la
curiosidad manifiesta del alto Magistrado, quien, por interpuesta persona le
hizo saber, temprano en la mañana, su interés en averiguar quién de todos ahí
podría ser el que estuviera detrás de que nada de los Ultra se supiera.
El pulso del Poder estaba en su mayor tensión, por lo que el comandante
Douglas consideró que ya era hora de cerrar de una vez por todas lo que
podría ser causa de calamidades futuras si dejaba que de nuevo volvieran a
ventilarse los hechos pretéritos que confluyeron en el asesinato del
Gobernador de la Isla del Diablo.
La paciencia tiene su límite y hasta el menos hábil de los estrategas sabe
que lo peor es esperar a que suceda algo que se teme dejando que las cosas que
se digan estén salpicadas de suspicacias dirigidas a que la desconfianza se
apodere de todos. Y esto era lo que estaba pasando apenas comenzado el día,
por lo que debía a toda costa impedir que se siguiera hablando de ese
enmarañado y desafortunado asunto del espionaje selectivo, máxime
considerando que debía atravesársele a la disidencia que había dejado entrever
que existían otros puntos distintos de los mencionados por Canuto que
también deberían ser discutidos según se enteró por su edecán que le alertó
sobre ello al escuchar varios rumores en boca de los que por ahí se paseaban
caminando por entre los corrillos que espontáneamente se armaron en los
pasillos durante el primer receso que hubo temprano en la mañana. Y no era
para menos. Sabido estaba el comandante Douglas, por los informes de
inteligencia previos, que algunos allí verían con buenos ojos que se implantase
la desconfianza para poder pescar con avidez en río revuelto, por lo que su
misión en ese momento no era otra que impedir, a toda costa, que algo de esto
sucediera, dedicando todo su esfuerzo en hacer que se centrasen en aquello
que, al parecer, no era justamente lo que más les interesaba resolver.
Creyendo haber logrado conjurar toda resistencia, propuso finalmente que
se abordaran los puntos para los que fueron citados y solicitó expresamente, a
cada representante representativo de cada una de las salas de la Subregión del
SurOeste, que los informes correspondientes que fueran a rendir estuvieran
dirigidos a esclarecer si debía o no abordarse positivamente lo que por una
década había sido dejado en suspenso, de modo que la presentación fuera
conclusiva en el sentido de facilitar la toma de decisiones.
Habiendo dicho esto, el comandante Douglas le cedió la palabra al
representante representativo de la sala de intercomunicación tecno-fásica de la
Subregión del SurOeste para que presentara el informe correspondiente por ser
quien debía hablar primero en razón de la naturaleza de sus funciones.
Y este fue el informe que presentó el representante representativo de la sala
de intercomunicación tecno-fásica:
Asunto: Estado actual de la red en la Subregión del SurOeste
-Informe de la sala de desarrollo tecno-fásico:
La Subregión del SurOeste tiene varias de sus seccionales conectadas ya
con interconexión tecno-fásica. Estas seccionales a las que me refiero
alcanzaron a reemplazar parte de la antigua línea de internet durante la
segunda revolución tecno-fásica, por lo que ahora sería posible extenderla a
las demás regiones sub sub de la Subregional del SurOeste. En términos
concretos, la situación es la siguiente: actualmente tenemos 60 % de regiones
con interconexión tecno-fásica; 40%,con conexiones a la antigua línea de
internet, y ninguna con conexiones tipo internet II como la que aún opera en la
Subregión del SurOriente. Se hace referencia a la Subregión del SurOriente
porque su situación actual en cuanto al buen funcionamiento de la red nos
permite comparar y establecer las falencias que debemos resolver para poder
garantizar un funcionamiento óptimo y seguro de la red en la región sub sub
de la Subregión del SurOeste. La prioridad ahora -dijo confiadamente-, es
llenar la vía de la información con aplicaciones y contenidos tecno-fásicos que
solucionen, de paso, las actuales necesidades de la Administración Seccional.
La sala en pleno será la que decida si este es el momento de hacer o no las
últimas adecuaciones para colocar a esta subregión al mismo nivel tecnológico
que tienen las otras, o al menos al nivel en el que actualmente se encuentra la
Subregión del SurOriente, terminó diciendo el representante representativo de
la sala de intercomunicación tecno-fásica.
Hecho este informe, le correspondió la palabra al representante de la sala
de seguridad extensa e inextensa.
Asunto: Rastreo en línea
¿Qué hacer? ¿Qué hay de la seguridad de la red en general?
-Informe de la sala de seguridad extensa e inextensa:
Este informe, -observó de entrada el representante representativo de la sala
de seguridad extensa e inextensa-, se basa, en su totalidad, en el informe de
rendición de cuentas recientemente entregado por el actual Director General
de Encriptación. A él debemos el éxito del control positivo de la red, y a él le
agradecimos que hiciera su trabajo bajo la pauta de confrontar cuanto antes la
amenaza de hacer saltar en pedazos toda la red subregional, cosa que hubiera
afectado el intercambio comercial que entre sí tienen las regiones y, por
supuesto, el que actualmente tiene la subregión con las demás subregiones.
Pero antes de comenzar a rendir el informe que tengo preparado, permítanme
volver sobre un asunto que quedó en suspenso esta mañana, advirtió el
representante representativo de la sala de seguridad extensa e inextensa, y en
seguida dijo:
-Un buen título para una pequeña obra de ficción podría ser el de
'ciberseguridad y malentendido', dijo, y habiendo dicho esto todos le miraron
como diciendo: ¿Y a este qué bicho raro le picó?, pues en todos causó
extrañeza el insólito comienzo con el que despabiló a más de uno. Sin
inmutarse, continuó: les recuerdo a todos ahora lo que entonces se decía en
aquellas épocas remotas en que era vigente tener este tipo de preocupaciones:
que estos sistemas de control no debían ser usados para justificar poderes de
vigilancia excesivos. Y nada de esto ha cambiado, que yo sepa. Por eso no
estoy de acuerdo con lo que se ha venido afirmando de que estamos ...
-Perdone señor representante, pero de eso ya hablamos. Por favor
concéntrese en lo que se le pidió y no nos traiga a colación ese problema de
nuevo, le pidió formalmente el comandante Douglas, visiblemente molesto al
ver que de nuevo traían a colación eso de la vigilancia excesiva.
-Bueno ... sí, por lo visto, todos estamos de acuerdo con todo eso. Incluso,
no habría que haberlo mencionado siquiera, pero lo he hecho en previsión de
que después no venga alguno a hacer el reclamo de que no se fue claro en lo
que se dijo-, señaló el representante representativo de la sala de seguridad
extensa e inextensa de la Subregión del SurOeste, mirando a todos, sin
detenerse en ninguno en particular.
Estando en estas, pidió la palabra el Subsecretario General para Asuntos
Militares del Consejo Mundial y segundo jefe del ala militar de la
Administración Central encargado de responder por la seguridad de toda la
Subregión del SurOeste, y empezó a hablar en seguida refiriéndose a lo mismo
que acababa de ser recientemente cuestionado, para asombro del comandante
Douglas y de algunos otros que no veían claro hacia dónde apuntaba
volviendo sobre eso, y como si la reconvención hecha por el Comandante no
hubiera sido explícita y precisa, pero no hubo manera de acallarlo, y esto fue
lo que dijo:
Un posible malentendido en cuestiones de cifrado. A eso se iba a referir el
representante de la sala de seguridad extensa e inextensa. Permítanme, por lo
mismo, hacer esta observación que ahora quiero hacer pues creo conveniente
hacerla para despejar ese asunto del cifrado y dejar atrás esta cuestión del
espionaje masivo que a algunos preocupa todavía; y adoptando una posición
doctoral, empezó a referir lo siguiente:
En el día de ayer estuve visitando la sede donde reposan los archivos de la
oficina-museo de recursos tecnológicos ya superados. Fui hasta allí porque
quería saber de casos anteriores en los que se hubieran presentado conflictos
significativos por el descontrolado uso de la red en asuntos de inteligencia.
Estaba particularmente interesado en conocer un caso en el que aparecieran
oficiales y privados discutiendo por causa de la ambigua definición de los
límites legales acordados para todas las actividades de inteligencia que se
adelantasen. Rápidamente encontré un suceso muy similar a este con el que
ahora el señor Canuto parece querer fustigar a la sala de seguridad extensa e
inextensa por sus labores de control en el área limítrofe. Este suceso del que
les hablaré ahora tuvo lugar antes de que se suprimiera la red de internet y, por
supuesto, mucho antes de que se hicieran los ajustes tecno-fásicos que llevaron
a la fase de internet II que aún pervive en algunas regiones, como es el caso en
la región sub sub de la Subregión del SurOriente a la que ya hizo alusión quien
me precedió en el uso de la palabra.
Tengan presente que las normas de convivencia vigentes en esa época eran
muy distintas de las que ahora nos rigen a nosotros, pues ya no tenemos esa
cosa que se llamaba prensa, ni contamos con los impertinentes periodistas,
esos individuos que se encargaban de poner a andar el corre-ve-y-dile a todo el
mundo y que siempre fueron un problema y un acicate para el Poder
constituido. A propósito, lo que pasaré a comunicarles es un excelente ejemplo
de lo que pretendo ilustrarles con todo esto.
Consideren por un momento esto que estoy por leerles:
"Instigado por una solicitud legal de juez competente para que colaborara
con una agencia oficial de espionaje, el representante legal de una gran
empresa creadora de software acude a la prensa para dar a conocer su
reticencia en colaborar con la justicia en este punto específico".
Muy bien. Con esto tenemos por ahora, dijo el Subsecretario para sí, y acto
seguido se apartó de la pantalla que tenía enfrente, preguntando a todos:
¿captan qué tiene que ver qué con qué, en todo esto? Sin esperar respuesta
alguna, continuó: dejo esta pregunta en el aire y paso a leerles lo que el
representante de ese gigante tecnológico decía, según esta nota de prensa que
aquí tengo y que ya tiene sus buenos lustros encima:
"Hacemos productos seguros para mantener la información a salvo y dar
acceso a las investigaciones oficiales siempre que se basen en órdenes legales,
pero lo que es totalmente distinto es pedir a las empresas que incluyamos una
fórmula para que se pueda acceder a los datos de los consumidores y sus
aparatos. Este podría ser un mal precedente”.
Pues bien, salta a la vista la similitud de esta situación en cuanto a la
cuestión que ahora debatimos. O al menos eso me pareció a mí al escuchar
todo lo que se ha venido diciendo desde que comenzó la reunión esta mañana.
¿En qué es similar?, se preguntarán ustedes. Ya verán. Ya verán. Entretanto,
consideren esto que aquí se dice, dijo, acomodándose en su silla para observar
mejor lo que tenía en la pantalla al frente, y empezó a leer:
"El jefe de una agencia de investigación muy poderosa le solicita al
representante de una gran empresa tecnológica que le permita acceder al
cifrado con el que se protegía el uso privado del aparato móvil de un sujeto
que había sido condenado por terrorismo, y ..., deteniéndose súbitamente para
poder recalcar mejor la razón por la cual el oficial solicitaba lo que solicitaba,
conminó a todos a que escucharan atentamente lo que seguía:
-oigan la razón que da de su petición y ya me dirán lo que piensan después:
"dado que los agentes no pudieron intervenir su sistema operativo al no
haber logrado vulnerarlo para acceder a la información en él conservada".
Muy bien. Es el oficial quien le pide ayuda al privado. Hasta ahí todo bien.
Pero, ¿cuál era el problema al que creían enfrentarse entonces los privados?,
preguntó de improviso el Subsecretario esperando recuperar el interés entre
quienes ya empezaban a cabecear, y respondiéndose de inmediato, dijo: toda
esa negativa en hacerlo era producto de una confusión, pues creían que si
accedían a lo que los oficiales solicitaban permitirían que se desconociera
masivamente la privacidad y se generara un atropello enorme a la libertad
individual de la que tanto se ufanaban en ese tiempo. ¿Estamos en esto
todavía? Ya lo creo que no, pero veamos qué querían realmente los oficiales
investigadores. Los oficiales investigadores le solicitaban al gigante
tecnológico que creara una herramienta con la que pudieran ellos disponer de
una especie de puerta trasera, -algo así como una secuencia especial dentro del
código de programación, según me explicaron-, o lo que es lo mismo, un tipo
de acceso hecho exclusivamente para que ellos pudieran entrar al dispositivo
móvil saltándose todo el sistema de cifrado inserto en él, algo que la misma
entidad tecnológica decía no poseer. Y no la poseían -dijeron los responsables
del gigante tecnológico-, para impedir que nadie, ni tan siquiera ellos, pudiera
vulnerar la intimidad de cualquiera accediendo a su dispositivo. El lado
problemático de esta petición -decían los técnicos-, era que, de crearse tal
herramienta, cualquiera que lograra hacerse a ella podría estar en capacidad de
acceder, en cualquier momento, a cualquier dispositivo móvil, con propósitos
decididamente criminales. ¿Saben ustedes qué palabras usó el delegado del
gigante tecnológico al contemplar tal posibilidad? Las mismas que quizás se
activaron en la mente de ustedes al cuestionar las labores de inteligencia y de
seguimiento que haría posible el nuevo descubrimiento tecno-fásico,
recientemente anunciado: 'peligroso, escalofriante, sin precedentes'.
Mucho me temo que se esté desviando el cauce que alimenta el afluente
que mueve al molino de la cosa pública pues la discusión a que dio origen esta
mañana la intervención del representante de la sala de conteo y estadística no
deja de estar motivada por la defensa de sus propios intereses aunque haya
sido negando esto como empezó a hablar, y esto último lo dijo el
Subsecretario mirando descuidadamente hacia el lugar en el que se encontraba
el representante Canuto; y sin pausa alguna, empezó a leer la descripción que
uno de los oficiales hizo del comportamiento de los privados de entonces:
"Parecen objetar la solicitud basados en una combinación del impacto
negativo que esto puede tener en su reputación y una estrategia de mercadeo,
además de numerosas interpretaciones incorrectas de los requerimientos de la
orden y un incorrecto entendimiento de las leyes".
-Disculpe, señor Subsecretario, pero ¿para dónde va con todo eso que está
diciendo?, le reconvino fastidiado el comandante Douglas que no veía la hora
de que dejaran de hablar de ese tema del espionaje de una vez por todas.
-No se impaciente señor Comandante, le respondió sin afanes el
Subsecretario, y continuó: tengo para mostrarles otro aspecto de la cuestión
que curiosamente se asemeja mucho a lo que aquí se ha venido planteando.
Oigan esto que declaró el delegado de otra empresa tecnológica en apoyo a la
negativa de crear ese software que les fuera solicitado por la vía legal:
"La situación es delicada. No tengo todos los detalles, pero los que
hacemos productos sabemos que si las autoridades te piden una información y
la tienes, debes darla. En esta ocasión, la petición tiene implicaciones, quieren
cambiar el software. Si se cede, será un mal precedente, una excepción que
puede repetirse. Este escenario abre un debate que nos afecta a todos”.
El que esto dijo, habiendo sido preguntado sobre si la seguridad debía estar
por encima de la privacidad, respondió pidiendo que se hiciera una reflexión
colectiva antes de tomar cualquier decisión al respecto, indicando de paso que,
hacia futuro, se iban a dar más casos como ese, por lo que solicitó que se
abriera el debate para toda la industria, diciendo:
"Toda nueva tecnología merece una discusión”.
¿Les suena familiar esta expresíón?
Habiendo hecho esta pregunta, el Subsecretario se detuvo, tomó un poco
de agua, y continuó diciendo con tranquilidad y sin ningún asomo de
aspavientos, lo siguiente:
-No los voy a aburrir con los aspectos técnicos de todo esto que ni yo
mismo estoy seguro de poder dominar o entender, pero lo que sí quiero
resaltar es lo siguiente: la mayor preocupación que tenían entonces los
privados era que se produjera una excesiva concentración de poder en unos
cuantos, con capacidad para hacer daño a muchos. Y bien, finalmente no fue
posible en esa época que los oficiales tuvieran carta abierta para ejercer
vigilancia y control sin cortapisa ni medida y según las necesidades o
circunstancias del momento, tal y como ahora podemos hacerlo nosotros. ¿Por
qué, -se preguntarán algunos-, he revolcado este asunto que ni les va ni les
viene a ninguno de ustedes? Ya verán, ya verán, solo les pido calma y
paciencia hasta llegar al punto al que quiero llegar. Y aquí el Subsecretario
hizo una pausa para tomar agua otra vez y continuó diciendo: En una carta a
sus usuarios, el delegado representante de la gran empresa tecnológica advirtió
que no quería crear una puerta trasera para que cualquiera pudiera entrar y
hacer lo suyo, sin restricción ni control alguno. Y otro de los gigantes de la
tecnología de la época entró a terciar también, oponiéndose a esa iniciativa de
control, con el siguiente argumento:
"No podemos permitir que se cree un antecedente tan peligroso. Hoy
nuestra libertad está en juego".
Pregunto: ¿Estamos condenados a tener que seguir debatiendo este tipo de
argumentos? Es cierto que estamos hablando de la zona del mundo de más
atraso tecno-fásico, pero esto no da para que entre nosotros nos enfrasquemos
en esta clase de señalamientos que fueron más que comprensibles en aquella
época. Incluso, hoy podemos afrmar, perfectamente y sin ningún equívoco,
que esa fue una época inocente e ingenua, terminó diciendo el Subsecretario,
con desparpajo evidente. Pero esto no es todo lo que habría que decir al
respecto. Democracia, Libertad, Privacidad, todas estas palabras fueron
moneda corriente durante esa época en la que era muy fácil alterar el orden,
ustedes muy bien lo saben. Hoy ya no estamos en eso y no habría por qué
espantarse con estas historias de persecuciones múltiples sabiendo que
contamos con un sistema de control doble que nos garantiza que no estamos
solos enfrentando a un poderoso enemigo mientras otros hacen de las suyas
aprovechando la ocasión y solazándose de antemano con lo que esperan hacer
a escondidas nuestras. ¿No es así Comandante Douglas?, terminó dirigiéndose,
con sarcasmo y satisfacción perversa, al Comandante, quien se hizo el
desentendido como si con él no fuera la cosa, esperando que el sarcasmo se
perdiera entre la bruma del aire espeso de la sala, y que esa irresponsable e
inadecuada pregunta se fuera disolviendo por sí sola.
-Disculpen esta larga digresión- dijo el Subsecretario al observar la cara de
desagrado que puso el Comandante-, pero creí necesario hacerla para que se
entienda por qué les digo ahora que la encriptación es una herramienta en la
que tendremos que apoyarnos inevitablemente, si queremos garantizar la
seguridad ciudadana en esa zona del mundo, al menos mientras se cambian las
condiciones tecnológicas imperantes en la Subregión del SurOeste. Por esta
razón, -no lo niego-, cualquier estrategia de ciberseguridad que se adopte debe
ser equilibrada y en ningún momento debe quedar en el ambiente la sensación
de que se está socavando el libre ejercicio de los derechos consagrados en la
ley de conducción ciudadana. Esto así considerado es más que suficiente para
que sigamos adelante sin empantanarnos y sin prejuzgar todo lo que se ha
venido haciendo hasta ahora. Y para terminar, quiero hacer la siguiente
pregunta: ¿A qué viene todo este alboroto sobre estar siendo vigilados sin que
ninguno de nosotros nos demos por enterados? Una vez hecha la pregunta se
levantó un poco del asiento y alargando el brazo alcanzó la jarra de agua que
reposaba en la mesa.
El Comisionado para Asuntos Estratégicos de la Subregión del SurOeste,
-guardándose por lo pronto de informar sobre la inconveniencia de apuntalar
las adecuaciones tecno-fásicas conforme a la nota que le había sido entregada
temprano en la mañana por la Magistrada auxiliar-, pidió autorización a la
mesa para hablar, y empezó diciendo lo siguiente:
-Permítanme tomar la palabra para dar respuesta a la pregunta hecha por el
representante representativo de la sala de conteo y estadística para la
Subregión del SurOeste, el señor Elías Canuto. El señor Canuto quiere saber si
lo que se ha hecho en torno a la red de Internet en la Subregión del SurOeste
ha servido para desviar todo a esa zona gris de las cabinas que fueron
dispuestas para uso de algunos investigadores en la Estación Solar II. Pues
bien, permítanme recordarles que, -si mal no recuerdo-, el uso de programas o
sistemas de vigilancia aplicados a las comunicaciones en la Subregión del
SurOeste fue establecido de manera clara y precisa en la ley, al punto que se
limitó su uso en función de lo estrictamente necesario para el cumplimiento de
los fines que nos hemos trazado en seguridad, con lo que se buscaba
garantizar, además, que su aplicación fuera excepcional. Por eso tengo que
decirles, con vehemencia, que los controles puestos en los computadores no
están dispuestos para ejercer un mayor y mejor control sobre el poder civil que
regenta todas las áreas en la Subregión del SurOeste. Hecha esta aclaración
paso a referirles lo siguiente:
"Con ayuda de los miembros de GRAFOS pudimos acceder a la fuente
principal de donde provenían las navegaciones sospechosas en la red. Lo que
entonces hicieron -me explicó uno de sus técnicos- fue justamente aplicar el
mismo mecanismo de intervención objetado en esa época sobre la que nos
acaba de llamar la atención, muy acertadamente a mi parecer, quien me
antecedió en la palabra. Y es cuestión de agradecerle a los miembros del grupo
de apoyo a los forjadores de software que así haya sido, pues fueron ellos
quienes crearon el software de control remoto con el que pudimos intervenir a
distancia todos los dispositivos electrónicos de Sonia. De otra manera no
hubiéramos podido ejercer la vigilancia absoluta que sobre todos sus actos
pudimos ejercer sin correr el riesgo de haber tenido que hacer algún
movimiento sospechoso que hubiera podido alertarla sobre el seguimiento
diario que le veníamos haciendo. Como ya les mencioné, de no haber contado
nosotros con la ayuda que los técnicos de GRAFOS nos dieron tan
oportunamente, se hubiera presentado un retraso inconveniente para la
seguridad en toda la Subregión del SurOeste. Tengan presente, además, que de
no haberse dispuesto una vigilancia especial en el punto de salida de la
Estación Solar II, no hubiéramos podido intervenir a tiempo lo que estaba por
suceder, ni hubiéramos podido detectar, mediante el uso que pudimos hacer de
la cámara de positrones, al impostado Lampedusa. Por fortuna, nuestros
oficiales estaban listos y preparados de antemano para conjurar lo que estaba
por presentarse en la región sub sub de la Subregión del SurOeste. Claro que
no todo fue inteligencia si hemos de considerar que, de no haberse dado una
feliz circunstancia que nada tiene que ver con todo lo que pasó después, nos
hubiéramos demorado tal vez un poco más en detectar la amenaza que se
cernía sobre la Subregión del SurOeste. Y en esto quiero ser enfático al indicar
que fue por un puro azar que todo se dio como se dio, pues para nada estaba
previsto que alguien de la región sub sub de la Subregión del SurOeste fuera a
matar a un oficial, y que, quien lo hiciera, -para tranquilidad de todos-, no
hubiera sido un Catire. Pero, fíjense ustedes en esta feliz coincidencia: por
causa de este azar fue que pudimos llegar y caerle a la plana mayor de los
Catires en el propio cuartel general donde se encontraban planeando el golpe
que darían. ¿Quién iba a pensar que el error que todos evitaron cometer,
sustrayéndose todo el tiempo al control oficial mediante el aislamiento del
chip de identificación biológica que llevamos en nuestro cuerpo desde que
fuera obligatorio portarlo para todo el mundo, lo iban a cometer ellos
introduciendo en su guarida al homicida del centro de desustanciación que sí
lo llevaba puesto? Pues bien, así fue como logramos finalmente dar con la
sede del cuartel general de los Catires. Insisto y repito que fue por un
completo azar, producto de una circunstancia inesperada, que pudimos
lograrlo. Si el oficial mayor del centro de desustanciación donde ocurrió el
homicidio no hubiera activado el silicobobinador de chips de alta
condensación volumétrica, y si la imagen del homicida no hubiera sido
enviada directamente por el canal oficial de desparramamiento de imágenes,
tal vez no hubiéramos asociado una cosa con la otra. Y de no haber sido por
este feliz azar, nos hubiéramos demorado un poco más en encontrarlos y esta
sesión de hoy no hubiera podido darse sin el contratiempo de un inminente
ataque de los Catires, como quedó evidenciado durante el juicio que se les
siguió a todos ellos hace apenas tan solo tres días. Los Catires, -sépanlo
ustedes-, habían encontrado una forma de paralizar las señales de sus chips de
identificación por medios desconocidos por los oficiales que apoyan a los
representantes representativos en la Subregión del SurOeste en sus faenas de
control diaria. Por fortuna, no es tan cierto lo que aquí se ha dicho sobre que el
grupo de apoyo a forjadores de software hubiera estado del todo inactivo.
Todo lo contrario. A GRAFOS debemos el haber podido capturar a la plana
mayor de los Catires y a unos cuantos más de ellos el día que les caímos por
sorpresa en su guarida. Pero, antes de continuar con este recuento de cómo fue
que se fueron dando estos hechos, quisiera indicar que la alarma de fuego
cruzado a la que se refirió el señor Canuto, en una de sus conversaciones de
pasillo, nos está evidenciando que la desconfianza estaba corroyendo nuestro
trabajo de inteligencia más allá de lo aconsejable, por lo que todo lo planeado
pudo haberse echado a perder. Por fortuna, la inteligencia es a la
contrainteligencia, lo que los beneficios del poder son para los subalternos que
lo regentan: una concesión de los poderosos que los nombran. Y téngase
presente que de ninguna manera estamos aquí para poner en cuestión la
legitimidad de las acciones conducentes a garantizar la seguridad ciudadana,
duda que quiso dejar en la mente de todos la intervención irresponsable del
representante representativo de la sala de conteo y estadística al sugerir que
algo de este orden podría estar sucediendo. Estamos aquí, -y en esto tenemos
que estar claros todos-, para reforzar los principios y garantizar los acuerdos
que dan vida a la nueva realidad tecno-fásica que nos debe llevar por el
sendero de las reformas que habría que hacer para que todo encaje conforme al
orden mundial del manejo de las mercancías y del control de las multitudes.
Señor Canuto, -téngalo presente y nunca se le olvide-, garantizar el buen
desenvolvimiento del mercado mundial es el horizonte más inmediato de la
sala de conteo y estadística. Esa es su responsabilidad mayor para esta parte
del mundo de la que usted es el representante responsable, y no se enrede con
cuestiones que son propias y facultativas de las demás salas que conforman la
estructura de la Administración Central y la de las subsidiarias.
Dicho esto, permítanme explicarles cómo fue que finalmente terminamos
dando caza a los dirigentes Catires que por largo tiempo fueron una amenaza
latente para toda la Subregión del SurOeste. Y arrebujándose en el sillón de
cuero mientras observaba el reproductor holográfico que tenía enfrente,
continuó diciendo:
El detective Lampedusa, -un novato-, seguramente por desconocimiento de
la herramienta que le permitía bloquear el rastreo que hacíamos de todos los
que navegaban por la red en ese momento, se descubrió a sí mismo en sus
intenciones ocultas, pues no logró hacer una navegación filtrada y segura
como era su propósito, seguramente por no saber usar debidamente el
protocolo tipo que le fue entregado por la líder mayor de los Catires. Ahora
sabemos que el bloqueador de rastreo en línea utilizado por Sonia era
totalmente desconocido por los oficiales a cargo del señor Canuto pues cada
que intentaban rastrearla, ese bloqueador se accionaba automáticamente
haciendo que todo desapareciera repentinamente de la pantalla que en ese
momento observaban. Nosotros, que ya lo sabíamos, actuamos en
consecuencia, y con la ayuda de GRAFOS le dimos a la herramienta usada por
ella un uso distinto de aquél para el que había sido diseñada, logrando así
ejercer el máximo control de todas sus acciones en la red. De este modo
pudimos saber exactamente qué hacía, cuándo lo hacía, y con quién lo hacía,
estuviera o no usando su equipo. Así las cosas, la dejamos actuar todo este
tiempo haciendo como que no sabíamos dónde se encontraba, y, además,
complementario a esto, pusimos su imagen tridimensional a rodar por las
calles como si nada supiéramos de ella, mientras, secretamente, preparábamos
el golpe que daríamos para hacernos con toda la plana mayor de la
organización.
Hicimos todo esto sin avisar previamente a los representantes de la
Subregional del SurOeste, -es cierto-, pero lo hicimos así por razones de
seguridad obvias, aclaró el Comisionado, y continuó:
La estrategia, como pueden ver, fue dejarla actuar hasta considerar llegado
el momento oportuno en que pudiéramos detenerla, garantizando el mejor de
los resultados posibles; y esto se dio cuando el detective Lampedusa hizo
justamente la pregunta que no debió haber hecho en ningún momento, pues
fue por esa pregunta que el sistema de advertencia temprana disparó la alarma
a la que el representante representativo de la sala de conteo y estadística se ha
estado refiriendo, con malestar justificado.
Espero, con esto último, haber dejado claro que en ningún momento la
medida fue tomada contra los miembros de ninguna sala en particular, y que
esta solo respondió a una decisión estratégica para beneficio de la seguridad en
toda la zona, terminó diciendo el Comisionado para asuntos estratégicos de la
Subregión del SurOeste, dejando en todos la sensación de haber sido claro y
preciso y de no haberse andado con rodeos ni con mañas al hablar.
A Canuto, sin embargo, no le quedó muy clara la vinculación establecida
por el Comisionado entre una cosa y la otra, entre el desliz del detective, razón
por la cual se disparó la alarma de fuego cruzado, y la ubicación, mediante la
focalización de la débil señal del chip del homicida, del cuartel de los Catires.
Pero al menos había logrado que la reunión se hiciera sin presencia de los
privados y en ausencia de los políticos, como era su deseo, interesado como
estaba en que no se le fuera a entregar el manejo de las salas de
desustanciación a los privados, como querían los políticos y como esperaban
los privados que fuera la conclusión a la que se llegara en esa reunión a la que
también hubieran querido poder asistir ellos.
Conforme al régimen disciplinario vigente, la objeción que pusiera
cualquiera de los representantes de cualquiera de las salas de cualquier
Subregión que fuera a ser evaluada, era suficiente para que el objeto de
revisión se acatara si la objeción estaba sustentada en alguna de las previsiones
que se tenían establecidas para ocasiones en las que este tipo de cuestiones
eran tramitadas por representante interesado.
El prevenido Canuto hábilmente logró conseguir este propósito suyo dos
días antes del encuentro. Confiado en esto, había llegado en punto de las ocho;
desconfiado, se sentó mirando receloso en derredor al temer que de él
hablaban la Magistrada auxiliar y el Comisionado, para finalmente salir airoso
de la reunión. O al menos así debió sentirse una vez comprendió que ya era
hora de no insistir más en sus reclamos de espionaje si quería dejar indemne su
intención de seguir manejando el mercado de los muertos como lo venían
haciendo él y Cadaviedes.
No dejando pues que su particular interés se notase, y pretendiendo hacer
creer a todos que actuaba bajo el ropaje de las preocupaciones institucionales,
deslizó oportunamente la idea de que la Administración seccional por él
representada había tomado la determinación de suspender de su cargo al señor
Adalberto Cadaviedes, jefe de la seccional de salud de la Subregión del
SurOeste y, en consecuencia, de todo otro subalterno que hubiere sido
nombrado por él, designando en remplazo a la oficial mayor Gertrudis
Campoamor como Directora encargada de la Seccional de Salud de la
Subregión del SurOeste, y al oficial mayor del centro de desustanciación
donde ocurrió el crimen, (oficial que era dependiente de Canuto pero también
miembro fiel de la Administración Central), como encargado, hasta nueva
orden, del centro de desustanciación en la región sub sub de la Subregión del
SurOeste.
El round estaba totalmente consumado y en la lona expuesto vibraba el
asunto de las aplicaciones tecno-fásicas sin el concomitante peligro de que los
privados pudieran hacerse a todos los centros de desustanciación activos que
en ese momento estaban bajo su jurisdicción.
Fue entonces cuando el Comandante Douglas sorprendió a todos
afirmando de improviso, -ya que nadie se lo esperaba-, que no era conveniente
ni confiable seguir insistiendo en que se hicieran los ajustes tecno-fásicos que
estaban represados en la Subregión del SurOeste. Esta última y sorpresiva
determinación les cayó a todos como pompa de jabón que no resbala por caer
en cuerpo seco, en especial a Canuto que no entendió por qué fue tomada tal
determinación que en cierto modo lo favorecía, ni por qué había sido tomada
tan de repente cuando nada parecía anunciarlo. Pero lo que ninguno supo fue
que todo eso vino a decidirlo la nota que el director del laboratorio de
relaciones espurias le había enviado al alto Magistrado, nota que este
oportunamente remitió al Comisionado quien terminó entregándosela al
Comandante Douglas, en el momento en que creyó conveniente hacerlo.
Decidido pues que tampoco esta vez verían la luz los ajustes tecno-fásicos,
los representantes de las tres subregiones, con el decidido apoyo de los
representantes del nivel central, concluyeron que lo mejor que podían hacer
para sacar el máximo provecho a esa reunión que estaba por concluir era
acordar todo lo que medianamente pudiera ser acordado hasta ese momento.
El oficial secretario nombrado oportunamente para ejercer su cargo
temporal en esa sesión última hizo su entrada preliminar indicando cuáles eran
los asuntos sobre los que ya había consenso general y cuáles los temas
sensibles que serían dejados para ser discutidos luego, reseñando el que fue
considerado por todos -según él-, como el primer acuerdo acogido
mayoritariamente, el acuerdo consistente en ratificar lo ya establecido sobre la
permanencia y continuidad de la estructura organizativa de la Administración
Central en los términos en los que venía funcionando, reformulando solo el
artículo pertinente en lo relativo a la calidad de la representación de algunos
de sus miembros, así:
Capítulo: estructura organizativa
"El consejo mundial estará compuesto por los representantes
representativos de las cuatro salas que lo conforman bajo las siguientes dos
modalidades: como representantes autónomos que controlan y orientan a los
representantes representativos de las distintas salas en funcionamiento en las
distintas subregiones, y como representantes representativos no autónomos de
los distintos centros de concentración de capital existentes en las distintas
subregiones. Los representantes representativos de las subregiones seguirán
siendo los emisarios de las decisiones que tome el Consejo Mundial. A él le
rendirán cuentas de lo que hacen y de él les vendrán las órdenes que deban
cumplir. Y todos los que dependan de ellos, sin excepción, serán llamados
oficiales, independientemente de su rango".
Respecto a la adecuación de la norma que permite adentrarse en la
intimidad de las casas y de las personas, el artículo respectivo, conforme a lo
dictado por el oficial secretario de ocasión, sería adicionado con el siguiente
ítem:
Capítulo: policía del pensamiento
"La Administración Central, representada en el consenso alcanzado por las
cuatro salas que componen el Consejo Mundial, confiere al representante
representativo de la sala de seguridad extensa e inextensa la facultad de hacer
el seguimiento a la orden expresa de que los oficiales menores, los oficiales
agentes de salud y los demás oficiales administrativos que estén por ley
encargados de prevenir la comisión de delitos en toda la Subregión del
SurOeste, sean quienes informen, a los distritos cívico militares de la zona más
cercana, sobre todas aquellas personas de las que se sospeche podrían llegar a
cometer algún delito, de forma que los científicos asignados a esta tarea de
seguimiento puedan también hacer los estudios correspondientes para detener
a tiempo a quienes no habiendo cometido delito alguno pudieren, no obstante,
llegar a desear cometerlo".
Finalmente, se determinó, (para tranquilidad del señor Canuto, y como una
concesión que le fuera dada por el jefe máximo de la sala de seguridad extensa
e inextensa del Consejo Mundial en completo acuerdo con el Subsecretario
General para Asuntos militares de ese mismo Consejo), que se formularía,
para todo uso, un instructivo de manejo del comercio de cadáveres en los
siguientes términos:
Normativa para todo tipo de trámite funerario:
Los centros de desustanciación a cargo de la Administración Central
seguirán funcionando bajo la dependencia de la sala de conteo y estadística
hasta por cinco años más, tiempo que se prevé sea el que demore la Subregión
del SurOeste en acometer finalmente las implementaciones y los ajustes tecno-
fásicos de que adolece. Por esta misma normativa queda terminantemente
prohibido vender partes de cuerpos a otros que no sean sus legítimos dueños.
Quien en vida desee vender su cuerpo puede hacerlo, pues prima su voluntad
íntima de hacerlo, pero ninguno podrá vender cadáver alguno sin que haya
constancia expresa de que hubo consentimiento previo del muerto. Quien
venda el cadáver entero o alguna de sus partes sin que exista constancia de que
hubo este consentimiento, será sancionado con la pena retributiva
correspondiente. Como esto no obsta para que desaparezca el comercio
clandestino de cuerpos, quien sea hallado culpable de agenciar esta clase de
comercio prohibido será sancionado con todo el rigor que prevé esta ley en su
parte punitiva. En cuanto a los que mueran de muerte natural y no hayan
solicitado previamente ser asistidos por ninguna compañía de órganos, o,
quienes, habiéndola solicitado no hayan podido recibir la atención oportuna
esperada, no podrán ser objeto de comercio de ningún centro de reposición de
órganos privado, por lo que los cuerpos deberán ser debidamente clasificados
y desustanciados por los centros de desustanciación que sean manejados por la
Administración Central, y todos sus órganos, así como todas sus células
madre, deberán pasar a engrosar el banco de órganos oficial sin restricción
alguna, aunque partes de los mismos podrán ser entregadas después a los
centros de formación biopatentables para su destino final, sin desmedro de lo
que se pueda hacer con los residuos que resultaren de las operaciones que se
adelanten. En cuanto a los fumigatrones que imprimen el disolvente de
luminosidad cuántica que hace compacto el residuo, éstos serán alimentados
con lo que quede de todos los cuerpos allí disponibles después de practicada
su desustanciación.
Habiendo quedado claro para todos cuáles iban a ser las líneas gruesas de
los términos de la reforma por hacer, todos los representantes representativos
se despidieron hasta una nueva ocasión, lo que quería decir, hasta que las
condiciones generales le permitieran a la Administración Central uniformar el
mundo en su totalidad, poniendo a punto la Subregión del SurOeste con las
demás subregiones en todo lo relativo a las aplicaciones tecno-fásicas.
-Es un gran alivio saber que estamos caminando por la vía correcta, le
manifestó con aires de suficiencia el representante representativo de la sala de
seguridad extensa e inextensa de la Subregión del SurOeste, al también
representante representativo de la sala de códigos y difuminación de sensores
de memoria no atávicos de esa subregión, cuando estaban dejando atrás el
salón de crisis.
-Sí, confirmó el representante representativo de la sala de códigos y
difuminación de sensores de memoria no atávicos, señalando, por su parte, que
además de ser un alivio saber que iban por la vía correcta, también lo era el
que ya se supiera cuál iba a ser el andarivel por el que discurriría el inmediato
futuro.
-¿Se refiriere usted a los distintos modos de poner en funciones el cerebro
colectivo que anunciaron los científicos?, le preguntó el representante
representativo de la sala de seguridad extensa e inextensa.
-Sí, le ratificó el otro representante.
-¿Y no le parece que lo que están pensando hacer con eso es fantástico?
-¿Fantástico?
-Sí, ¿no lo cree usted?
Pero ya el Turbotobogán de alta velocidad llegaba para partir de nuevo y
solo alcanzaron a extender su brazo derecho al despedirse.

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