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( ' infidencias de Ju a n , el d iscípulo p re d ile c to

¿Qué sintió Juan , el discípulo .mu- •!


la última cena, reclinó su cabi/.i n • i |-n
A esta pregunta intenta responde i l’<<li <• 1
Las Palabras VIVAS
este intenso y emocionado libro, li.im ¡
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la isla de Patmos, escribe en primera p e r ..... .
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la barca, la luz, el agua, la vida, la imi|< < I
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fundamentada en los mejores coracntari i
ayudar a la meditación y quizás acxd.ini.ii • -i • iilu
predilecto: “ Podía oír las palabras, conu m |>1 " . /»< •• ,
pero mi alma volaba alto en volandas de un ........ n............. ,
fundido como hierro con fuego, gota en 11 m u I
tierra, lejos de todo y cerca de nada, arn Imi .nli ,
compás ardiente de aquel infinito corazón •!<

Pedro Miguel LAMET

aulinas www.paulinas.es Paulinas


Las palabras vivas

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La isla

Hoy he vuelto a pescar. Me he sentado en la roca que mira


al poniente, mientras la brisa me acariciaba la barba y el
mar cobraba tonos de sangre entre las nubes. He lanzado
el aparejo como hace años me enseñó Pedro allá en Gali­
lea, cuando éramos una piña y desconocíamos el tumulto
interior que iba a transformar nuestras vidas:
- Hoy pescaremos con anzuelo, uno a uno, para que
aprendas a hablar con el pez. ¡No, así no, hombre! Lanza
lejos y luego espera, espera sin miedo y sin prisa. Como si
no dependiera de ti, como si tú no fueras el pescador. Así,
¿ves? Deja al mar hacer.
Aquí el mar, el Mediterráneo, es bien distinto; te pue­
de. En Tiberíades -nunca lo olvidaré- el agua era las más de
las veces mansa, espejeante, amigable, y el mar de tamaño
humano, a vista de la otra orilla. Conocíamos cada palmo de
aquel gran lago, sus pequeñas ensenadas y acantilados, sus
bancos de peces, las lomas verdes y redondas como senos
de mujer que desde él se divisaban, los puertos toscos con
olor a madera mojada, las playas como lechos blandos de
beduinos, y el viento que silbaba por las noches entre los
olivos hasta peinar las lejanas mieses, entre caminos que
siempre nos devolvían a nuestra casa de adobe después de
la brega.
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¿av palabras vivas Las palabras vivas

Aquí en P%tmos el mar se desmelena, salta sobre y fijando mi cayado en pedazos firmes de roca, sorteé los
las rocas hasta mojarme los pies, con riesgo incluso de charcos que había dejado en huecos la marea. Me eché el
derribarme, corr10 ]0 ha intentado más de una vez. Desde hatillo al hombro con solo tres peces, fruto de mi pesca,
mi destierro poi- razones de mi fe y mi testimonio, esta y, dejando detrás la bahía con forma de abrazo, subí a la
pequeña isla es mi celda, y también mi templo, mi casa colina de mi casa vislumbrada entre jirones de luna. Me
y mi atalaya desude la que pierdo estos ojos cansados de froté las manos, encendí el fuego, asé un pescado en la
leer pergaminos 0 ¿e escribirlos día y noche. El cálamo es humilde lumbre, bebí un trago de vino y me tumbé sobre
ahora mi consumo He escrito miles de palabras sobre la el lecho de piel de camello.
Palabra. He v o la d o ej alma, con los recuerdos de Jesús El viento gruñía en los travesaños mal claveteados de
iluminados por iuna sabiduría que alarga en el amor y el mi ventana. No conseguía perderme en los brazos del sueño.
pensamiento, tO(¿0 iG aprendido por aquellos caminos de De tanto escribir a veces no acabo de diferenciar bien el día
polvo y esperanza de la noche y me desvelo largas horas a la escucha de mi
Pero esta nc^he, después de meditar todo el día en la anciano corazón, que a veces se desboca como los corceles
cueva que mira ¿a Samos y contemplar una vez más cómo romanos de Séforis que me entusiasmaban de niño, cuando
el mar engulle e;se so] de oro a rodajas, entre nubes san­ mis padres me llevaban al mercado.
guinolentas, te hie preguntado: - Señor, ¿qué quieres de mí?
- Señor: Yra he escrito todo cuanto me dictaste, esa Tu silencio es más espeso que tus palabras. Cuando
palabra de fuegct) qUe eres tú mismo desde que te conocí, nos prometiste el Paráclito, yo pensaba que iba a ser como
la luz, la vida, e»j agUa que bebí de tus labios. Se acerca un sol cegador que apartaría para siempre las sombras de
el fin de mis dí%s Las escasas familias que habitan esta la vida. Pero al hombre solo le es dado asaltar el no-tiempo
diminuta isla me» ¿icen que no me acerque al mar a solas, por ráfagas instantáneas, relámpagos de luz. Luego vuelve
que tienen miedos de qUe^a mj edad, me despeñe por cual­ la noche con su oscuridad y la fe no pasa entonces de ser
quier acantilado. pero yQno pUedo alejarme de él, que me un candil titilante para no tropezar. Los años encorvan
mantiene sumergido en ti y me ayuda a cerrar los ojos. Ya mi cuerpo y el miedo golpea en ocasiones a tu puerta con
he escrito esbozcos de mi testimonio, he vertido desde mi el sinsentido, como a ti mismo te ocurrió aquella terrible
cántaro recuerdo)S y visiones, tu buena noticia y cuanto en noche de Getsemaní. Como a mí en los últimos tiempos
mis sueños y rap^os místicos he visto cada noche. Casi sin en Roma y Éfeso con las amenazas de Domiciano. Apunto
darme cuenta ham ido pasando semanas y meses enteros estuve del martirio, del que me libraste. Ahora me duelen
sin dormir con lat fiebre de volcar lo que rebosaba mi alma. los huesos en esta casucha húmeda y la fiebre arde en mi
Dime ahora, Señ|orj dime: ¿qué quieres de mí? frente mientras me habla tu silencio.
El silencio die Dios abroncaba con un bramido de mar ¿Cómo es el silencio? Como una copa vacía, una cueva
bajo mis pies. Emprendí ia vuelta como cada atardecer donde grita la noche, una barca sin velas. El silencio es el
entre las primera^ sombras con cuidado de no resbalarme, hueco abisal donde habla la vida. Me acurruco en él cuando

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Las palabras vivas Las palabras vivas

andas ausente. Entonces no pareces tú, el amigo, sino el Dios no como los de Emaús, no, que no te conocieron, sino como
grave del Sinaí, el de las tablas, las plagas, el desierto, la la energía que andaba con mis pies, habla en mis palabras
esclavitud de Egipto, el interminable éxodo de Moisés. aún y mueve mi cálamo en la noche!
- Ah, Dios mío, ¿qué quieres de mí? Con la misma rapidez que se inició, calló la lluvia y
dejó a la luna recién aseada encandilar los campos, que
Ya he cumplido mi misión. Estuve contigo desde los
olían a bendita tierra generosa. Tenía el paisaje entonces
alegres inicios galileos hasta el pie mismo de tu cruz. He
la quietud de un niño que acaba de salir del baño. El mar,
seguido tus pasos por valles y montañas. He curado en
de lejos, se había amansado, lobo dormido, y la isla de
tu nombre, he predicado tu Palabra, he luchado contra
Samos era en lontananza un monstruo marino flotando en
las primeras herejías. Me han encarcelado y azotado por
el horizonte.
proclamarte hasta que di con mis huesos en este destierro,
donde has querido que escriba a tu dictado. ¿Viene ya mi Fue entonces cuando el silencio se hizo poblado. Se
muerte? ¿El descanso en ti? ¿Qué pretendes ahora de este distinguía cada pequeño ruido amplificado por la noche,
pobre viejo enamorado? la caída de las gotas del parral de la entrada o el ladrido
lastimero de un perro lejano. Fue entonces cuando me senté
De pronto un trueno zarandeó la cabaña. Las toscas
en el poyete junto a la puerta y me quedé extático, colgado
ventanas crujieron estremecidas y parecía que iban a esta­
de ti, como tantas veces. Se suspendieron mis potencias
llar. Me levanté. Abrí la puerta. La sucesión de relámpagos
y flotaba en el aire fresco de la noche, cuando, como un
esclarecieron la noche como fantasmagóricas serpientes de
susurro se despertó la palabra interior:
luz. La isla era una aparición discontinua de ascuas de plata,
y el mar, como la hoja bien bruñida de la espada de Pedro en - Hola, Joannes. ¿Cómo estás, amigo mío? ¿Qué te
el Huerto. Al instante rompió a llover un diluvio copioso de entristece? ¿No sabes que siempre estoy a tu lado? ¿No
verano que asustaba y bendecía la tierra al mismo tiempo. significa tu nombre «el Señor es misericordioso»?
Levanté mis enrojecidos ojos al cielo y dejé que el Sentí el fuego de dentro y la luz inundando mi alma.
agua resbalara por las canas de mi barba y cabeza hasta - Te queda algo por escribir. Contarás cuanto te mostré,
empaparme como una bendición. La lluvia, ¿no era el beso durante tu estancia en Éfeso, mi vida de una manera distinta
de Dios para los campesinos hambrientos, esquilmados de los demás, desde el Logos abrasador. Has transcrito mis
por los impuestos romanos? Para los pescadores, días sin revelaciones, tu libro profètico. Esos textos iluminarán a
navegar y un antecedente de las repentinas tempestades de mis hermanos a través de los siglos. Junto a los escritos
Galilea. La lluvia es la humedad dulce que lava la tierra de Marcos, Lucas y Mateo abrirán el alma de muchos a mi
como lengua de vaca, que arrastra el polvo como limpia­ reino, desde la Palabra que te ha sido revelada. Tus misi­
ba los baiTos de aquel Jordán inolvidable, junto al que te vas les irán recordando la supremacía del amor, y tu obra
conocí y te amé como a nadie he vuelto a amar en la vida. profètica, el «Libro de la Revelación» los resplandores de
¡Qué lejos y cerca me parece ahora todo aquello! Y sin un presente que es futuro en Dios. Pero tú eres mi amigo y
embargo, ¡cuántas veces te he sentido caminar a mi lado, yo no me contento con eso. Ahora, Joannes, necesito que

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Las palabras vivas Las palabras vivas

abras tu corazón y escribas tu últimos secretos, el diario


de nuestra amistad.
- Señor: He dicho todo cuanto sé y me has revelado.
En Éfeso leí los tres relatos que mencionas. Pensé que
ellos ya habían escrito tu vida, tu biografía. Creí añadir
sabor y saber. No renuncié al detalle, puse mucho amor 2
y revelación en aquel escrito, al saltar de la anécdota a la
contemplación, del hecho al símbolo. Nadie como tú sabe
qué sabor tienen los vocablos agua, pastor, luz, camino,
El pálpito
paloma, palabra, pan y vino. Que es tu evangelio escrito
desde otro plano, desde la luz del Espíritu que nos enviaste.
¿Qué quieres ahora? Si ahora soy impresionable, entonces, joven incauto, sen­
- ¿Te acuerdas de aquella noche, cuando reclinaste tu sible y barbilampiño, lo era mucho más. Los días nublados
cabeza sobre mi pecho, Joannes? ¿Lo que sentiste, lo que me dejaban tan melancólico que casi me entraban ganas
viste entonces? de llorar y cuando Andrés tocaba la flauta todo me bailaba
Mi corazón comenzó a latir, se desbocaba al evocar­ por dentro.
lo. - Pareces una damisela, Juan, no sé cómo el Maestro
- ¡Oh, Señor!, ¿cómo no lo voy a recordar? Es el mo­ nos llama a ti y a mí «los hijos del trueno». Debe referirse
mento más sublime de toda mi vida, grabado y conservado a mí, pues lo que es por ti -m e decía mi hermano Santia­
como el mayor tesoro en el arca de mi alma. Está fuera go-.
del tiempo. Yo también he tenido siempre mucho carácter, como
- Pues bien, amigo, escríbelo. se verá. Lo debemos haber heredado de nuestro padre, un
Un trueno rezagado irrumpió en la isla y el cielo se bronco pescador que, cuando se enfadaba lograba despertar
abrió partido por un rayo. a los vecinos, pero eso no me ha impedido nunca que me
estremeciera con un jilguero, ante el rosa desperezarse
Cuando volví en mí, estaba llorando.
de un amanecer, el chisporroteo de un leño ardiendo y el
f La bahía de Patmos se extendía abierta y serena a mis canto de una mujer.
pies y abrazaba un mar surcado de espejuelos de luna, mien­
Pero los días oscuros que precedieron a la traición
tras una paz sin nombre acunaba el paisaje de mi alm a.
todo parecía distinto, caminaba junto a los doce como un
Jesús, mi amigo, una vez más había estado conmigo, sonámbulo. Los discípulos murmuraban preguntándose qué
su predilecto. era aquello y por qué Jesús había subido a Jerusalén con
lo que se le venía encima. Pedro, que era un impulsivo y
a veces más ingenuo que un cubo, reía como una catarata

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Las palabras vivas Las palabras vivas

después de aquella entrada triunfal. Funcionaba por arreba­ de mí era tan nuevo! Nos había dicho muchas veces que
tos. Podía ser un río que se despeñaba de pronto. Creía que estábamos en este mundo para servir, no para ser servidos,
al instante había cambiado el panorama y que asistíamos y que nuestro estilo no era el de amos, reyes o señores, sino
a los inicios de algo nuevo. Pero los demás sabíamos que el de los esclavos. Pero la gente no quería comprenderle.
no, que Jerusalén aquellos días era una trampa para Jesús. Los esclavos están muy mal vistos entre los judíos, siempre
Estábamos como alelados, sin entender sus latigazos en zafándonos de los imperialistas. No podía entender que el
el templo, sus maldiciones a la higuera, sus predicciones mesías se abajara así y no fuera a disfrutar de poder y mando,
funestas en una época en que hasta el más tonto sabía que como habíamos esperado y comentado en nuestros corrillos
no era tiempo de cosechar higos, y menos sus palabras, cuando él no estaba delante. A esas alturas los doce seguían
más enigmáticas que nunca. con la tabarra de verse ministros o consejeros de un reino
De todas formas me tocó como siempre arrimar el feliz, un reino mesiánico de este mundo que iba a acabar con
hombro, junto a los más íntimos, para preparar la cena. la dominación romana.
Pedro me gritó un par de veces, nervioso, como cuando Luego nos distribuimos por los triclinios. Fue enton­
me quedaba alelado en la barca contemplando los matices ces cuando Jesús hizo un gesto para que me acercara y
del mar. me sentara en el lectus tertins, como dicen los romanos,
- Espabila, Juan, que es para hoy. el diván a su derecha. A Pedro le indicó el segundo a su
Santiago discutió con las mujeres sobre cómo aderezar izquierda. Los demás se distribuyeron junto a la mesa
el cordero. Todo parecía irreal aquella noche. indiscriminadamente. Nadie sabía de qué iba aquella
cena íntima. Pero mi sensibilidad pendía del Iscariote,
La recuerdo bañada de un claroscuro tibio, con olor a
que emitía turbadas vibraciones.
primavera, casi de día bajo la luna de Nisán. Las conversa­
ciones fueron apagándose cuando entramos en el comedor, Cuanto dijo e hizo Jesús en aquella hora emocionada
que olía a limpio, bien dispuesto por las mujeres al mando de despedidas quedará escrito detalladamente. Pero ahora
primoroso de María. Ella le sonrió en el umbral, aunque sus me toca expresar, si es que lo logro, qué es lo que en aque­
ojos denunciaban una honda preocupación nada más verlo llos momentos sentí.
entrar. Cuando él pidió la jofaina y comenzó a lavamos los Desde el ventanal del cenáculo se recortaba un pedazo
pies, nos miramos sorprendidos. Cambié una mirada de de luna con un resplandor quieto e inquietante a la vez, como
inteligencia con Pedro, que rojo de indignación, se encogió de noche de enamorados que están lejos, o de despedida del
de hombros como preguntando de qué iba aquello. «Yaya novio, un sentir de alma desnuda con el ser desgarrado y a la
mesías», pensaría. Yo, conociéndole, estaba seguro de que la intemperie. Las mujeres no abrían la boca, según costumbre,
iba a organizar, lo que el Maestro aprovechó para darle una cuando sirvieron la comida. Se habían deslizado entre las
lección mirándolo a los ojos con aquel par de tizones hon­ mesas con una delicadeza femenina que dispone los últimos
dos como el infinito. Me dejé hacer ensimismado y, cuando detalles sin querer estorbar. El vino parecía más rojo y el pan
levantó la cabeza, me sonrió. ¡Verle así de rodillas delante olía a tierno, recién cocido. De los fogones venían oleadas de

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olor a asado y salsa horoset. Los rostros de mis compañeros - Quien recibe al que yo envíe me recibe a mí y quien
reflejaban una seriedad contenida, expectante. Pero lo que me recibe a mí recibe al que me envió.
llenaba la sala era la voz, su voz. Su unidad con el Padre. Sentí que ese fuego era mi
¿Cómo describir la voz de Jesús? ¡La había escuchado fuego y que aquel «yo soy» era también mío.
tantas veces! Siempre era nueva y distinta. Sonaba a río La conciencia de mi ser en Dios.
en los campos de Galilea, a ola y brisa sobre la barca; a
Entonces se estremeció. Lo dijo con voz quebrada. Aña­
copla cuando nos explicaba en la intimidad sus misteriosas
dió que uno de los presentes le iba a entregar. La descarga de
parábolas; a poder y firmeza, cuando echaba los demonios
inquietud recorrió todo el grupo de discípulos apiñados.
y curaba a los enfermos. Era una bien timbrada voz de
hombre, acariciante, joven y madura, azogada de temple y Yo apoyaba mi brazo izquierdo en el diván. No pude
fragilidad. Sonaba a padre, a amigo, a enamorado, a profeta, contenerme y recliné mi cabeza sobre su pecho, como
a discípulo, a pescador, a campesino. Tenía algo a la vez acostumbraba. Entonces el tiempo se detuvo. Sentía el
calor infinito de su piel y su corazón latir como un corcel
de muchacho y paterfamilias.
desbocado. Me encontraba en la cena de despedida y no
Aquella noche revestía una extraña fuerza y un temblor estaba al mismo tiempo en el cenáculo. Podía oír las pala­
desusado. Era la del testamento de un condenado y la de bras, contemplar los gestos, pero mi alma volaba alto en
una carta escrita en la intimidad. Atravesaba la estancia si­ volandas de un amor sin medida, fundido como hierro con
lenciosa desde una vibración nueva y tocaba fibras secretas fuego, gota en el mar, lluvia en la tierra, lejos de todo y
y dormidas del corazón. Luego recorrí los rostros uno a cerca de nada, arrebatado por el compás ardiente de aquel
uno, que conocía tan bien. Hombres rudos, acostumbrados infinito corazón de amigo.
a la recia faena y curtidos por el sol y la brisa, del color Hasta que Simón me llamó por detrás y me tocó en
del cuero. Aunque allí casi todos rezumaban una mezcla el hombro.
de arrobo enrojecido, miedo y amor. Pedro no entendía,
la mirada ausente. Judas, la cabeza baja, fija en la mesa, - Juan, averigua quién es.
fruncido, arrebujado en su angustia. Felipe, las cejas levan­ Desperté. Me bastó alzar la mirada.
tadas. Santiago, con los ojos brillantes. De pronto Jesús se - Señor, ¿quién es?
puso el manto y rompió el sortilegio.
Jesús, con el rostro encendido, me dijo que mojaría un
- Escrito está: «El que come mi pan me ha puesto la pedazo de pan en la salsa y se lo daría, un gesto de amistad
zancadilla»... Lo digo para que cuando suceda creáis que y cercanía, una deferencia irónica.
«yo soy». Lo de Judas lo sabéis: cómo se hundió en la noche, el
«Yo soy». Nunca olvidaré la fuerza de aquel «yo estremecido testamento de Jesús, su promesa del Espíritu,
soy», un aldabonazo de su unidad con el Padre. La misma sus palabras sobre la vida, su oración al Padre. Basta que
energía del «yo soy el camino y la verdad y la vida», que despleguéis los rollos de pergamino que he escrito inspirado
me atravesó. por la belleza y el resplandor de sus palabras.

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Ahora debo seguir respondiendo a su pregunta:


¿Qué sintió el discípulo predilecto cuando tenía su
cabeza reclinada sobre el pecho de Jesús?
Dicen que a la hora de la muerte transcurren en un
instante ante nuestra vista todos los acontecimientos de
nuestra vida. Algo así me ocurrió a mí en aquel ínomento.
3
Pero no como la sucesión cronológica de hechos de una
biografía, paso a paso desde el nacimiento hasta hoy, sino La barca
como si bebiera toda mi existencia en un solo trago o como
si sobre la superficie de una hoja verde se concentra todo
el sol que se contiene en una gota de agua. Como si, desde
Con los primeros latidos apareció ante mí la vieja barca.
una cima, pudiera contemplar todos los caminos que con­
fluyen en subidas y bajadas, valles y abismos en ese solo Se balanceaba como una cuna en la orilla de un amanecer
punto donde ya no hay caminos, sino solo presencia, solo en el que las aguas transparentes dejaban ver en todo su
amor sin medida. colorido las piedras redondas de la playa. Mi padre, el Ze-
bedeo, disfrutaba metiendo los pies en el agua. Me llevaba
Oía perfectamente la voz de Jesús; distinguía las re­ en volandas de niño a una de la media docena de barcas que
acciones de los discípulos, su desconcierto, su expectación
teníamos en la familia, pues poco a poco se había hecho
emocionada, su sorpresa cuando tomó en sus manos el pan con un pequeño negocio de pesca, incluso con jornaleros
y el vino. Entonces me di cuenta de que yo no era un mero
a sueldo, lo que suponía en medio de un poblado pobre
espectador. No sé lo que era. Quizás también aquella voz,
pertenecer a una familia rica.
aquel pan y aquel vino. Yo bogaba dentro del corazón del
Señor hacia un templo sin paredes que contenía todo el Betsaida, donde vivíamos, significa «casa de pesca».
mar, los paisajes del universo, un camino de estrellas que se Para mí, un nombre que rezuma frescura, redes, pies descal­
perdía en la noche sin tiempo hacia simas insondables. zos, noches junto al fuego, gritos de faenar y arriar velas, la
casa y los hermanos, el olor a pescado a la brasa. Ribereña,
He aquí lo que vi.
blanca y asomada al mar de Tiberíades, resplandecía al sol
cuando la contemplábamos desde la barca, sobre todo al
regreso de la faena como una bendición.
Con el tiempo para mí la barca se fue convirtiendo en
un símbolo de la vida, un extraño cruce de temor y confian­
za. Ni era un bote pequeño ni una barcaza grande, sino una
embarcación típica de una sociedad pobre, lo suficiente­
mente grande como para que pudieran navegar en ella diez

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Las palabras vivas Las palabras vivas

o doce personas. Solo la quilla de la proa estaba hecha de dudarlo que era el Mesías. A borbotones, igual que nos
cedro del Líbano. El resto del casco procedía de\ maderas ordenaba recoger el aparejo. En su brusquedad primaria
de pino y sauce, unidas con perforaciones y enganchadas había un entusiasmo por el que hablaba el espíritu.
con cuñas de roble, mientras que las junturas iban selladas
Pero, como suele suceder a los hombres grandotes y
con resina de pino. Se deslizaba bien dejando tras su quilla
fuertes, era al mismo tiempo frágil como un niño. Mandaba
cual corte de cuchillo las azuladas aguas.
en la barca y acabó mandando en la comunidad. Algunos
Vacía, anclada en la playa, era el receptáculo que espe­ discípulos con los años me preguntaron:
ra el trabajo y la casa de los peces revoltosos. En alta mar,
cuando arreciaban esas tempestades repentinas de nuestro - Pero, Juan, si tú eras el discípulo amado, el predi­
mar, sinónimo de riesgo y salvación. La tengo asociada a lecto, ¿por qué no te hizo a ti el jefe, eh? Tú estuviste hasta
los compañeros de la primera hora: mi hermano Santiago, el final al pie de la cruz. ¿Acaso Pedro no le negó? No hay
Andrés y su hermano Pedro. Pero sobre todo a Pedro. La quien lo entienda.
barba mojada de gotas relucientes, los ojos algo saltones, las Yo siempre les contestaba:
cejas pobladas, la voz ronca y la tez curtida de sol, parecía un - N o conocéis a Pedro. No lo habéis visto dar órdenes
rostro labrado en roca perfilándose sobre el azul del mar.
en la popa, empuñar el timón y arriar velas. Siempre fue
- ¡Suelta esa maroma, Andrés, que vas a volcar la el patrón. Además, Jesús quería demostrar que su barca
pesca! surca mares de este mundo y que su timonel es un hombre,
Tenía un carácter fuerte, apasionado, un poco mandón cargado de defectos, no un dios. Además los íntimos nunca
y cascarrabias. Podía pasar de las lágrimas a las carcajadas son buenos sucesores, ¿no os parece?
en un instante y hacer saltar la barca sobre una gran ola Mi más entrañable imagen de barca, la que me acom­
a golpe de remo. Recuerdo aquella ocasión en que Jesús paña en las noches de soledad y miedo, es aquella en la
había pronunciado un discurso muy duro en Cafarnaúm, al que faenábamos mientras Jesús dormía sobre los rollos de
día siguiente de la multiplicación de los panes y los peces.
cuerda de popa. Cuando Jesús dormía lo hacía profunda­
La mayoría de los discípulos quería echarse atrás. Por un
mente, excepto los últimos días cuando sabía que iban a
momento Jesús pensó que la nave se iba a pique, que iba a
matarle. Dormía como un niño, apaciblemente, con media
quedarse solo en el gobernalle. Entonces nos preguntó:
sonrisa en los labios. El viento agitaba su cabello y se estaba
- ¿También vosotros queréis iros? haciendo de noche. De pronto se encresparon las aguas y
- ¿A dónde iremos Señor?, solo tú tienes palabras de él, nada, ni los truenos ni relámpagos lo despertaban. Nos
vida eterna -dijo Pedro. estaba poniendo nerviosos. Pero este hombre, ¿es que no
En momentos así Pedro era el único en tomar la pa­ se da cuenta? Tuvimos que zarandearle para despertarle y
labra, pues tenía madera de líder, hecho a mandar en la con un gesto apaciguó las aguas.
mar y en la vida. Se le encendía el rostro. Cuando Jesús le Después de la muerte de Jesús, en Jerusalén, en Roma,
preguntó que quién pensábamos era él, Simón le dijo sin en Éfeso, he temido por mi vida, sobre todo en los últimos

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tiempos, que se han puesto tan mal las cosas hasta deste­ los demás, que dejamos definitivamente barcas y redes y
rrarme a esta isla. Cuando vuelven a soplar los viento^ y nos fuimos tras él.
creo que voy a perecer tragado por nuevas tormentas, ciejrro Entonces, más que el mar, fueron los caminos de polvo
los ojos y veo a Jesús plácidamente reclinado al fondo de entre sembrados, las calles de los pueblos y ciudades, las
mi barca. Entonces no grito: casas que nos hospedaban, los escenarios de nuestra vida:
- Señor, sálvanos, que perecemos. ' cojos, lisiados, niños, mujeres, hombres de turbante o cas­
co, prostitutas y recaudadores, gente y más gente en busca
Prefiero dejarle dormir acunado por el balanceo de
la barca, convencido de que el oleaje y la galerna siem­ de un agujero para abrirse a la esperanza. La mayoría de
sus discípulos, exceptuando algún agricultor, éramos pes­
pre agitan las aguas de la superficie, nunca el mar de las
profundidades. Allá siempre está Jesús recostado en popa, cadores y teníamos la querencia del mar. A Pedro, cuando
reclinado en lo más secreto de mí mismo, donde el tiempo tenía la ocasión, le gustaba decir:
y el espacio no existen, donde mi ser es uno con el ser de - Me voy a pescar.
Dios. Por lo general flotamos sobre los mares, nos deja­ Y todos nos íbamos tras él. O le llevábamos a Je­
mos llevar del oleaje, el vaivén de la vida y no le vemos sús de costa a costa a predicar y curar enfermos por los
o creemos que nunca va a despertar. Y en realidad somos pueblos ribereños. Entonces Pedro se crecía y tomaba
nosotros los que nunca despertamos, sin enteramos de que el mando. Jesús apoyaba su brazo en la amurada de la
la enfermedad, el dolor, la muerte en realidad no existen barca y hundía sus ojos en el horizonte. Era una mirada
pues son olas que zarandean, no hunden. luminosa, mezcla de penetración y un deje de tristeza
La barca nos sirvió a veces como púlpito. Cuando infinitos. Como si nadie ni nada de este mundo pudiera
estaba a la orilla del lago, se agolpaba tanta gente que le llenarla, como si su hermoso cuerpo de hombre joven no
decía a Simón que alejara un poco la barca para predicar fuera suficiente para contener ese no sé qué que traslucía.
desde el mar y que todo el mundo le viera. Era una delicia Entonces yo me acercaba a él y me apoyaba en su pecho
contemplarle con los cabellos movidos por la brisa y su y él se dejaba hacer. Al principio pensé que mis compa­
túnica blanca, la que le tejió María, silueteada por el sol ñeros iban a tener celos. Pero yo era el benjamín, el más
sobre el horizonte azul. muchacho de todos, una especie de mascota del grupo, y
Pedro estaba fuera de sí aquel día, después de haber todos me querían a su manera. También me esforzaba en
faenado toda la noche sin conseguir pescar. Jesús le mandó ser servicial y simpático con todos y cada uno.
bogar mar adentro (~Duc in altum- dicen los latinos) y Por eso he de confesar que pocas cosas me gustan tanto
echar las redes. Conseguimos tal captura de peces que el como mirar al mar. Me recuerda a Galilea. Le veo caminar
aparejo se rompía y tuvieron que pedir ayuda a otra barca. sobre las aguas en medio de la noche y tomar de la mano
Aquello era muy fuerte para un pescador que, como no­ a Pedro para que no se hundiera. Ahora que, dadas las ca­
sotros, conocíamos los secretos del mar de Tiberíades, las lamidades por las que atraviesa la Iglesia, se dice que está
bancadas mejores, y acabó por rendirle del todo, a él y a cerca el fin del mundo, me agarro de la mano de mi amigo

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y me siento con él en la popa de la barca, los ojos perdidos Entre las multitudes de un mercado, en la aglomera­
en nuestro infinito que es él mismo. Sé que vamos a zozo­ ción de un circo o un estadio, en las calles abarrotadas de
brar y sufrir calamidades, cárceles, interrogatorios, torturas, Jerusalén durante las fiestas, le hubiera reconocido. Subido
martirios, persecuciones. Pero con una sonrisa en los labios, a una torre, en lo más hondo de un abismo, desfigurado por
como Esteban cuando lo apedrearon en Jerusalén. los golpes y latigazos siempre lo reconocí, porque siem­
Por eso, repito mucho el salmo 39: «No me abandones, pre lo sentía más que verlo. Uno entre millares. Como el
Señor, no te quedes a distancia». nombre pronunciado por la persona amada.
Pido cercanía para sentirle al lado y luz interior para Como dice «El mejor cantar»:
verle.
Grábame como un sello en tu brazo,
No deja de ser curioso que, por deseo de él, después como un sello en tu corazón,
de la aparente tragedia de su muerte, nos reuniéramos de porque es fuerte el amor como la muerte
nuevo en Galilea a pescar bajo estos cielos serenos y co­ es cruel la pasión como el abismo;
bijarnos como antaño entre las sencillas paredes de la casa es centella de fuego, llamarada divina;
de Pedro. Sentados en el patio, donde vaciábamos las redes las aguas torrenciales no podrán apagar el amor
y contábamos los peces o en las largas noches de espera, ni anegarlo los ríos.
a la luz de la lumbre desgranábamos lo que había sido su (Cant 8,6)
vida, sus palabras, sus prodigios. Después de aquella larga
velada en que no habíamos pescado nada -lo peor para un El amor adivina, escruta, percibe, toca sin tocar, des­
experto como Pedro-, un pálido amanecer nos sorprendió truye distancias, une más allá del tiempo. «Fuerte como
exhaustos y descorazonados, cuando alguien nos preguntó la muerte».
en la playa si habíamos pescado algo. Le respondimos que Se desbocó mi corazón, mientras el impulsivo Pedro se
no, sin disimular nuestro enfado. ¿Encima con bromas de lanzó al agua. Aquel desayuno en la playa de rostros cansa­
mal gusto? Pedro masculló entre dientes una palabrota. No dos de la noche y empapados de mar sería inolvidable.
parecía nadie conocido, sino el típico gracioso que se ceba No sé de dónde sacó Jesús el pescado. Él, después de
en la desgracia ajena. Nos dijo que echáramos la red a la la resurrección, parecía distinto. Por eso ni Pedro, ni los
derecha de la barca. Lo hicimos de mala gana. Se rompía demás pudieron reconocerlo. Pero yo veía más allá de los
de tanto como pescamos; ciento cincuenta peces. ropajes y de ese aire etéreo aunque corporal con que se nos
Todos aguzaron la mirada. No era alguien que nos presentaba entonces.
fuera familiar en la apariencia. Pero yo me quedé contem­ Los que se aman siguen unidos en las vibraciones
plándolo desde la barca y sentí un pálpito semejante al que de la misma canción. Cantan juntos incluso después de la
me encendió en el cenáculo. El corazón tiene ojos.
muerte.
Grité:
A Pedro le sometió a un tercer grado con sus preguntas.
- ¡Es el Señor! Por tres veces le interrogó sobre la sinceridad de su amor y

28 29
Las palabras vivas Las palabras vivas

le profetizó su final. Fue entonces cuando mi amigo Pedro


preguntó por mí.
- Y de este, ¿qué?
- Si quiero que se quede hasta que yo vuelva, ¿a ti
qué? Tú sígueme.
Los doce se quedaron intrigados con esta frase de
4
Jesús. Incluso los miembros de mi comunidad de Éfeso se
han hecho la misma pregunta, sobre todo cuando escapé La noche
de las torturas de Domiciano. ¿Acaso quiso dar a entender
Jesús que yo no moriría?
¿Qué es morir? ¿Qué es vivir? El que se sitúa en el Los latidos me condujeron suavemente a un vacío inson­
amor nunca muere. Sé que, según las apariencias y los
dable, más allá del paso de las horas y los años, a una zona
esquemas usados por los hombres, moriré. Pero también
donde ni el pasado ni el futuro tienen cabida, un lugar sin
sé que desde que amo vivo en otro plano. La noche de la
nombre en el que me sentía suspendido, como colgado
cena escuché en el pecho de Jesús la canción de la vida.
de una nube y feliz. ¿Era la vuelta al seno materno? ¿Era
Entendí qué era aquello de «saltar a la vida eterna».
aquello el cielo en forma de inmensa nada?
Vi claro que esta vida es una sucesión de pasos, como
los que adelantó Jesús a Pedro en aquella conversación: Era la noche.
joven, viejo, ceñido por la ancianidad y la muerte. Pero Me vi en la pequeña azotea de mi casa de Betsaida,
Jesús estaba más allá de esa vida y ese martirio. Estaba sentado y jugando con un barquito de vela que me hizo
simplemente. mi tío, gateando a los pies de mis padres mientras to­
Yo aún vivo con él reclinado en la barca. mábamos el fresco bajo las estrellas. Salomé, mi madre,
cosía o limpiaba lentejas. Mi padre remendaba redes. Las
No hay mar que me pueda ni noche que oscurezca del
todo mi alma. Más que con él vivo en él. Como en la fiesta noches galileas son como mantos de terciopelo, suaves
junto al lago. Aquella mañana Pedro recordó otro fuego en y tibias, acariciadoras para el alma, ensanchadoras del
el patio de Anás, donde le negó. Yo le recordé dormido en espíritu. Un perfume a aleña y romero ascendía de los
la popa de mi barca, una barca ahora vacía que se estremece campos. Desde allí se divisaba entre dos palmeras nuestro
a solas en este puerto de Patmos. Me percibo como un niño mar partido en pedazos de luna. Las noches de verano
en brazos de su madre. 1 acrecentaban los sonidos: el zumbido de un insecto, el
balido de una oveja, el crujir de una barca o las oleadas
«Como un niño en brazos de su madre, así está mi
alma dentro de mí» (Sal 131,2). de una copla lejana.

Cierro los ojos y la barca de Pedro me sigue meciendo O bien las noches cálidas con Jesús a la luz de la
en el mismo soñar despierto de Jesús. lumbre.

30 31
Las palabras vivas Las palabras vivas

«Mientras es de día, tenéis que trabajar en las obras Un viejo fariseo frente a un Jesús joven y sereno.
del que me envió. Llegará la noche, cuando nadie puede El predicador de pueblo junto al sabio de la ley. ¡Qué
trabajar» (9,4). contraste! La paz soberana del Maestro sobrecogió a Ni­
¿A qué noche se refería el Maestro? ¿Su noche de codemo. El jefe judío le sonrió y lo reconoció como tal:
Getsemaní? \ «Has venido de Dios, porque nadie puede hacer los signos
^ \ que tú haces».
Ambivalente noche que, como dice el salmo, permite
mirar a través de ella. Porque en ella habla el Señor, que Jesús le habló de «nacer de nuevo, nacer de arriba».
custodia nuestros pasos como columna de fuego. Noche Muchas veces me he preguntado qué es nacer de nue­
de muchachas vigilantes a las puertas de la fiesta de boda vo. Para renacer hay que morir, para llegar al día hay que
mientras llega el esposo, noche a la espera del amado de atravesar la noche, para alcanzarlo todo hay que perderlo
«El Mejor Cantar», noche honda de la madre María, muerto todo, para reír hay que llorar, y para estar lleno es necesario
Jesús, noche iluminada del abrazo del recién resucitado. haber estado vacío. Hay que venderlo todo, cuanto uno
tiene, y comprar la perla rara, el tesoro escondido.
De pronto volví a ver a Nicodemo, amparado también
en su noche, su perfil judío de nariz pronunciada bajo el Nicodemo no entendía. ¿Volver al seno materno?
shofar y las filacterias al aire. Era un fariseo distinguido Aquello era una locura, una estupidez, si se entiende en
y distinto, un buen hombre, honesto, buscador. Recuerdo sentido literal. Pero a Jesús le gustaba, como a los poetas,
que yo había acompañado a Jesús entre las sombras de las hablar por sugerencia, romper el lenguaje, disparar enigmas
callejuelas descoyuntadas de los suburbios de Jerusalén, que daban en la diana de la verdad más íntima y provoca­
a la cita clandestina en una azotea con aquel hombre que ban la capacidad de desarmar los códigos de la lógica y el
quería conocerle. Algo percibió el Maestro, pues cami­ común entender.
nó a su encuentro con aire decidido para charlar con un Hay que nacer de arriba, del agua y el espíritu.
experto en la ley, para aceptar una conversación con un Del agua hablaré más adelante.
destacado representante de los fariseos, uno de aquellos
El hombre es un ser efímero: nace, se afana y mue­
«separados», los adalides laicos y poderosos del pensa­
re. No es el nacimiento del que habla Jesús. «Lo que ha
miento oficial vigente, que en principio odiaban al Señor,
nacido de carne es carne» (3,6). Comes para alimentar las
porque les desbarataba su tinglado de prescripciones, y
células, duermes para recuperar las fuerzas, te apareas para
dominantes exclusivos de Dios y del Templo, también
engendrar al hombre. Pero cuando nace un niño, ¿qué ves?
un productivo negocio, a los que él había atacado más
No solo hay un pedazo de carne viva, sino un no sé qué
ferozmente. 7
indescriptible que brilla en sus pupilas:
Tenía la barba doblemente emblanquecida por las
Ves el Espíritu, que está allí.
canas y la luna, la mirada inteligente y escrutadora, no
exenta de la desconfianza del hombre de estudios. Jesús se Cuando en la ribera del lago se levanta el viento, se
descubrió el manto y se adentró en sus ojos como solía. lleva la hojarasca. El viento en la noche me daba miedo

32 33
Las palabras vivas Las palabras vivas

de niño. Con Jesús aprendí a amar al viento. Sus palabras metros lógicos, y la experiencia de nacer de nuevo rompe
eran y son para siempre ventolera que arrastra lo viejo y códigos racionalistas, cambia hábitos, descompone planes,
trae lo nuevo. desbarata proyectos de los grandes estrategas y gente bien
Lo vimos en el Jordán descender sobre Jesús en el ordenada y segura.
trueno,
1
el
1 1
viento,
s,
la paloma cuando lo mostró el Bautist - ¿Cómo puede ser esto?
a los soldados, prostitutas, artesanos, campesinos, gente La pregunta saltó por la baranda de la azotea, cruzó
del pueblo que iba en busca de libertad. los tejados, llegó a las paredes del inmenso templo de
«Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará Jerusalén. La noche respondía con su pastoso silencio
con Espíritu Santo» ( l ,26). de víspera trágica. No llegaba la respuesta, pues Jesús
argüía siempre con palabras rompedoras, de las que
Ya aleteaba antaño sobre las aguas, hablaba con
descolocan.
sabiduría en los profetas por encima de la prudencia de
los hombres. Pero ellos siempre estaban esperando que - ¿Y tú, maestro de Israel, no lo entiendes?
viniera de veras en forma de regeneración y vida nueva. Jesús le echa en cara que se mueve de tejas para abajo,
Su viento-aliento (ruah) cambia el mundo. Es más que el habla de cosas de la tierra, ¿cómo va a poder entender las
que se apoderó de Sansón para despedazar a los leones, y del cielo?
que revistió a Otniel, Gedeón, Yefté y Saúl para alcanzar La respuesta es una serpiente.
victorias inesperadas, o se posó sobre Elíseo y otros grandes
Nicodemo frunció el ceño. Entendía aún menos.
hombres de Yahvé. Aunque la plenitud anunciada solo ven­
dría luego, con el esperado rey mesiánico, sobre el siervo La serpiente que levantó Moisés. Cuando el Hombre
que mediaría para sellar la nueva alianza, que traería el sea levantado en medio del desierto, en medio de nuestra
derecho y la justicia y transformaría a los hombres, según noche, en medio de las guerras, del miedo, de la muerte de
anunciaba Ezequiel. los niños, del odio de los asesinos, de las mujeres abofe­
teadas, de la explotación de los débiles, del poder de este
Ahora el Espíritu tenía gestos de hombre, sonrisa de mundo, podremos despertar y ver claro.
hombre, lágrimas de hombre, sudor de hombre, hambre y
sed de hombre, mirada de hombre. Estaba allí en medio «Para que quien crea en él tenga vida eterna».
de la noche, nuestra noche -las aguas sucias con toda ¿Jesús como la serpiente del Éxodo? No para juzgar
inmundicia humana del Jordán-, mirándole a los ojos a al mundo, ciertamente.
Nicodemo. El latido iluminaba dentro de mis entrañas mi propia
\

«El viento sopla donde quiere; oyes su silbido, pero noche.


no sabes de dónde viene ni a dónde va». «Sino para que se salve por medio de él».
Así sucede también con el viento del Espíritu. Nico­ Mis pobres fuerzas nada pueden. Creer es poder. La
demo no podía comprenderle porque se movía con pará­ fe, la mirada sobre aquella bandera del Gólgota. «El juicio

35
Las palabras vivas Las palabras vivas

versa sobre esto: que la luz vino al mundo y los hombres enfermedad del alma. Pudo acercarse a uno de nosotros y
prefirieron las tinieblas a la luz» (3,19). preguntar. Pudo acudir a María para implorar perdón. Pudo
Luego, pasados pocos días, Nicodemo podría quizás echarse a los pies de Jesús llorando. El prefirió cristalizarla
atar cabos en el monte de la Calavera. en su conciencia, cosificar la noche de la desesperación.
La nochq invita al diálogo y acabó por iluminar a Aún con el rescoldo de las palabras de Jesús, que
Nicodemo. Pero la noche es también oscuridad. continuaba derramándose en palabras, caminamos hacia
Getsemaní. Lo hacíamos con una mezcla de intimidad y
¡Ah, la tiniebla!
miedo, rodeándole mientras hablaba de vid y sarmientos,
¿Cómo entró la noche en el corazón de mi amigo de conservamos unidos a él. El camino se iba encendiendo
Judas? Era de los nuestros, desgranó las mismas espigas, con sus palabras de despedida. Los olivos, como monstruos
caminó los mismos caminos, juntos dormimos al raso agazapados vestidos de gris metálico bajo la luna, nos
mientras deletreábamos las mismas parpadeantes estrellas, miraban inmóviles cuando él se retiró a orar.
contábamos sucedidos cerca del fuego o departíamos sobre
«Me voy a orar», solía decimos después de una jor­
el tiempo, la pesca y la labranza. Escuchó como nosotros
nada agotadora por los polvorientos caminos y tras una
las palabras de su boca. Es cierto que aquellas vísperas de
frugal colación, sentados en la hierba o bajo un sicómoro.
muerte ninguno de nosotros entendía lo que estaba pasando.
Durante el día apenas teníamos tiempo para ir de acá para
¿Por qué subir a Jerusalén cuando sabía que conspiraban
allá, ordenar la cola de los enfermos, sacudimos el polvo,
contra él? No podíamos alcanzar a este mesías camino del
limpiarnos el sudor y oírle predicar de modo incansable.
matadero. Pero seguimos apiñados junto al guía, hasta que
Cuando era noche cerrada y el momento de descansar un
«herido el pastor se dispersaron las ovejas». En cambio,
poco, él en vez de dormir se levantaba, enfilaba la vereda
cuando Judas salió del cenáculo yo escribí: «Era de noche». hacia lo alto de la montaña u otros lugares solitarios y se
Dije más de lo que decía.
retiraba a orar, a veces la noche entera. Siempre me he
Ser hombre es caminar en la noche. Es llorar cuando preguntado qué pasaba allá arriba, cuando se echaba en
naces, conquistarte a codazos un lugar en el mundo a base de brazos del Padre.
esfuerzo, sufrimiento y superación, para luego morir. Hom­ Después de una noche en que se había retirado, uno
bre es noche, es fragilidad, miedo, incertidumbre, continuo de los doce, intrigado por aquel misterio, le pidió que nos
«. preguntarse por un absurdo y un senti do. ¿Por qué muere m i enseñara a orar como Juan había enseñado a sus discípu­
madre, por qué me deja mi esposa o esposo, por qué surgen los. No hay que olvidar que muchos habíamos sido antes
los problemas con los hijos, los sudores para obtener el pan, discípulos del Bautista.
las enfermedades? ¿Por qué, por qué lá oscuridad?
Había amanecido sobre las landas verdes de Galilea
Pero esa no era la noche de Judas. y el mar, como una piedra preciosa, entonaba abajo su
Nuestras noches pueden llenarse de luz cuando se canción azul. Nos sentamos en tomo a él como un rebaño,
profundiza en ellas. Judas optó por otra noche que es ávido de sus palabras. Fue en aquella ocasión cuando nos

36 37
Las palabras vivas Las palabras vivas

enseñó a llamar a Dios Padre, a aceptar su voluntad, a cobijarse en el sueño que devana la madeja de los recuerdos
santificar su nombre, a pedirle que se establezca en este y cura los pensamientos tristes. No supimos velar con él.
mundo su reinado, un pedazo de pan para cada día, o El Padre no venía a su noche con un poco de luz.
entrañas de misericordia, como tiene Dios mismo para
Se conectó con una nube de sombras, una lluvia de
saber perdonar sin medida y a liberarnos de todo mal.
dolor. De pronto se descargaron sobre él todo el cúmulo del
Supimos entónces que Jesús no era un jefe, ni un pacfre,
mal y la angustia humana: Niños muertos por sus propios
ni siquiera un maestro, como le llamábamos, pues se
padres, muñones sangrantes en batallas, traiciones entre
definió como nuestro hermano, hijo de un Padre que es
nuestro Padre. esposos y amigos, torrentes de odio, agresividad, violencia,
depresión, terror, amargura, explotación de los débiles y
Entonces aprendí que orar es entrar en el silencio de la pobres. Era un río negro que le anegaba. ¿Y qué hago yo
noche para intentar desde nuestra pequeñez copiar el rostro aquí? ¿A qué he venido? He pasado haciendo el bien, de­
de Dios. Un modo de silenciar el yo para que pase por mí volviendo salud y vida, predicando palabras de salvación.
la infinita bondad y que mis manos se muevan con su ener­ ¿De qué sirve? Soy un puro fracaso, me van a dejar tirado
gía; no con mis titubeantes y egocéntricos pensamientos.
incluso mis mejores amigos.
Por eso cuando anochece, en ese momento íntimo en que
se descoyuntan las sombras y aparecen los fantasmas del Cuando volvió una y otra vez a despertarnos, vimos a
miedo y la angustia, cuando los pensamientos se agrandan un Jesús de cera, con la frente entintada de un sudor san­
y revolotean como murciélagos insuperables, desvelados guinolento que nos recriminaba el no haber velado ni una
por la mente con la intención de hundirnos, miro a la noche hora junto a él. La última vez apareció más sereno, pues
de un Jesús acurrucado en su Padre y me pregunto: ¿No había pedido al Padre aceptar su voluntad. Tan sereno que
estaba siempre con Él, no era Él? Ese es el gran misterio no le perturbaron los gritos que se escucharon pronto en
insondable de la conciencia de Jesús. medio de la oscuridad, ni las antorchas que parpadeaban
entre los olivos.
Sobre todo en la última noche oscura, la de las trai­
ciones y los interrogatorios. Necesitó orar, pues en aquella Entonces una noche besó a otra noche. El gélido beso
ocasión el Padre no aparecía, se ocultó hasta el fondo, se de Judas chocó con la cálida mejilla anochecida del Maes­
hizo oscuridad, noche. tro. ¡Qué noches tan distintas! La de la traición desesperada
y la noche oscura del alma que engendra la luz.
Yo no podía soportar verlo así. Cuando íbamos a
Jerusalén nos gustaba cobijarnos en una cueva del huerto Refulgió el relámpago de la espada de Pedro. Pero no
de Getsemaní. Allí charlábamos, dormíamos y orábamos, era eso. «El que a hierro mata a hierro morirá».
sobre todo Jesús, que se iba como a un tiro de piedra bajo Se lo llevaron atado y a empellones como a un de­
un añoso olivo a intercambiar amor con el Padre. Pero lincuente hacia lo hondo de su noche: la del Sanedrín, la
la víspera de su tragedia nos sentimos agotados, porque negación de Pedro junto al chisporrotear del fuego, las
cuando viene el miedo uno no tiene ganas sino de dormir, humillaciones de los tribunales y los esbirros, vejado en

39
Las palabras vivas Las palabras vivas

lo más íntimo de su ser sensible y alma solitaria. Hasta el


definitivo desenlace de la noche en pleno mediodía del
Gólgota.
Así fue la noche que vislumbré apoyado en su pecho,
hasta que surgió la luz, como escribí en mi «Libro de las
Revelaciones»: «Noche no habrá allí. Allí no habrá noche. 5
No les hará falta luz de lámpara ni luz del sol, porque los
ilumina el Señor Dios, y reinarán por los siglos de los
siglos». Como el amanecer en que Pedro y yo corrimos
El agua
juntos hacia el sepulcro. Desde entonces he aprendido a
clamar con el salmista:
«Tuyo es el día, tuya la noche, tú colocaste la luna y Me encontraba como sumergido bajo el torrente. Verdeaban
el sol» (Sal 74,16). los helechos y el cielo intensamente azul me devolvía a la
inocencia de los primeros años, buceador de la vida. Había
brotado en mi recostada alma un manantial, la catarata
fresca de la vida.
Mi madre me lavaba encaramada sobre el poyete de
la puerta, vertiendo sobre mi cabeza un par de cántaros
con una gran sonrisa en los labios, como si derramara un
cristalino mundo de alegría. Yo, desnudo, temblando, reía y
lloraba al mismo tiempo. Desde entonces el agua ha acom­
pañado mi vida como el reverso del desierto, la sequedad
y la pobreza del pueblo judío. Hacía florecer las landas de
Galilea, corría en el Jordán, espinazo vital de nuestra tierra,
y era el paisaje, al fin y al cabo agua dulce, que llenó mis
pupilas desde niño, el lago de Genesaret.
Bendita agua. No podía imaginar cuán refrescante
y reparadora era la que se ocultaba en el corazón de mi
amigo.
Primero fue la del Bautista. El agua de Juan en las
orillas del Jordán simbolizaba para nuestra mentalidad un
cambio. Éramos jóvenes cuando corrimos hacia él. Yo,
el que más, desde luego, que frisaría los diecisiete años.

40 41
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Las palabras vivas Las palabras vivas

Hartos de una vida rutinaria y una época de explotación de nuevo en el Pueblo elegido, el pueblo de Dios. Quedarían
romana, cuando, a través de los publicanos, nos sangraban detrás sometimientos, hambrunas, esclavitudes, ataduras a
los ahorros, Juan parecía arrancado de uno de los pergami­ potencias extranjeras. Aunque Juan era solo uno «que va
nos enrollados que nos leían en las sinagogas. delante», el que precede y prepara.
- ¿Conoces al profeta del Jordán? -m e dijo mi her­ Pues aquella agua no producía el renacimiento del
mano Santiago un día en la barca con ojos desorbitados-. agua-espíritu que anunció el propio Juan, cuando señaló
Dicen que estuvo en el desierto con los esenios y ahora luego a Jesús.
bautiza en el río. Multitudes le buscan. ¿Por qué no vamos «Voy a derramar agua sobre el sequedal y torrentes en
a verlo? el páramo; voy a derramar mi aliento sobre tu estirpe y mi
Sumergido en las aguas hasta la rodilla, el primo de bendición sobre tus vástagos. Crecerán como hierba junto
Jesús atraía a gentes de todo pelaje y condición. La inmer­ a la fuente, como sauces junto a las acequias», anunciaba
sión para aquellas cabezas barbudas, calvas, de rizadas Isaías (44,33). De este modo el espíritu es agua que cala
melenas y negros o castaños cabellos, era un cambio, algo hasta el interior del hombre y le trae la vida.
así como hacerlas penetrar en el olvido. O lo que contempló Joel: «Después derramaré mi
Olvido, ¡cómo buscaban ellos el olvido! ¡Cómo bus­ espíritu sobre todos: vuestros hijos e hijas profetizarán,
camos todos el olvido! vuestros ancianos soñarán sueños, vuestros jóvenes verán
visiones. También sobre siervos y siervas derramaré mi
Tras la cabeza iba el cuerpo entero y el alma con sus
pesares, miedos, recuerdos, angustias, amores frustrados, espíritu aquel día» (3,1).
enfermedades, noches sin dormir, tristes experiencias de O cuanto leíamos en el intertestamentario libro de
infancia, hurtos, violaciones, cuchilladas, asaltos, huidas, Henoc:
desamores, abandonos. Todo se empapaba de ella cuando «Porque ante Él, la Sabiduría está brotando como agua
Juan agarraba aquellas cabezas de soldados, prostitutas, y la Gloria no decae por los siglos de los siglos. Como tie­
buhoneros, esclavos, cambistas, publicanos, levitas, cria­ ne poder sobre todos los secretos de justicia, la injusticia
das, pajes, pastores, peregrinos, bandidos, curtidores, amas desaparecerá como la sombra y no tendrá refugio, porque
de casa, pescadores, beduinos, carpinteros, agricultores, el Elegido está de pie ante el Señor de los espíritus y su
albañiles, niños o adolescentes, y los tumbaba enteros para gloria permanece por los siglos de los siglos y su poder
zambullirlos. por todas las generaciones. En él habita el espíritu de la
Con el agua se hundía el pasado y emergía lo nuevo. La sabiduría, el espíritu que ilumina y da discernimiento, el
inmersión en el agua para un israelita viene a ser un cambio espíritu de entendimiento y de poder, el espíritu de quienes
de orientación, ideas, religión, libertad para el esclavo, purifi­ han dormido en justicia. Él es quien juzga las cosas secre­
cación de los novios antes de lá boda. Expresa la ruptura con tas y nadie puede pronunciar palabras vanas frente a él,
el pasado mientras la culpa se queda sepultada para siempre porque es el Elegido ante el Señor de los espíritus, según
en el agua. Tanto como morir a la esclavitud e introducirse su voluntad» (lH en 49,1-4).

42 43
Las palabras vivas Las palabras vivas

Henoc había hablado del Elegido. Y Juan señalaba: Andábamos un día agotados bajo un sol quemante,
«Este es el Elegido de Dios». de retorno de Judea, que abandonamos cuando Jesús se
Era tanto como decir Mesías, ungido, restaurador enteró de que los fariseos sabían que estaba bautizando
escatológico y profeta. Para mí el pre-existente, el Logos. con más éxito y más discípulos que Juan el Bautista.
Cuando los delegados, entre ellos algunos fariseos, fueron Regresábamos a nuestra región preferida, la de los ale­
a ver a Juan se encontraron con una silueta de roca, piel de gres comienzos, la de los verdes praderas y manantiales
camello, barba recortada en el azul. frescos de Galilea.
- ¿Eres el elegido, el Mesías, el profeta? Entramos con tiento en Samaría -la ruta más breve-
por lo que todo el mundo sabe, la ojeriza entre judíos y
- No, no soy yo. Yo soy la voz que llama en el de­
samaritanos. Además no sabíamos por qué Jesús quería
sierto.
pasar por allí.
- Y ¿por qué bautizas si no eres el mesías, ni Elias el
- Mejor damos un rodeo -dijo alguien.
profeta?
En la mente de todos estaba que los judíos habíamos
- Yo bautizo con agua. Mirad entre vosotros, no lo
destruido el templo samaritano del monte Garizín. Todo
conocéis. Viene detrás de mí. No soy digno ni de desatarle
venía de los colonos asirios que se mezclaron con la pobla­
la sandalia.
ción hebrea y originaron una explosiva mezcla de creencias.
La embajada de Jerusalén se quedó boquiabierta. Siquén, la ciudad más próxima, había sido destruida. Ahora
Y otro día le señaló: Era el agua que iba a venir, el se llamaba Sicar.
agua-Espíritu. - Yo tengo hambre y una sed que me muero -argüyó
Dios, que había enviado a Juan a bautizar con agua, otro discípulo.
le había dicho que diera testimonio. Juan estaba unido con El mediodía agrietaba como a cuchillo los campos.
Dios, pero al que señalaba era la misma agua-Dios. Desbrozamos matas y cañizares para llegar al pozo. El de
Al principio éramos discípulos de Juan, hasta que Jacob era tosco, protegido por una cisterna y con el brocal
Jesús se separó de él y comenzó a predicar otro bautizo tapado con una madera, cerca de la parcela que heredó
que removía la mente y trastocaba las entrañas. El agua Jacob a su hijo José, un selecto territorio siquemita, donde
de su palabra no solo limpiaba, removía el mundo inte­ fueron enterrados los huesos de éste y donde las doce tribus
rior, descomponía lo compuesto, quitaba la sed de forma adoptaron a Yahvé como el Dios de Israel. Un sitio sagrado
definitiva. ' para nuestra historia.
Aquí, en mi tierra caliente, el agua alivia de la solana. El pozo se abre a una corriente subterránea de agua
Un manantial, un pozo es un descubrimiento en el camino. de lluvia, entre los montes de Garizín y Ebal. «Reúne al
Hay que atravesar sembrados, empinar caminos de polvo, pueblo y les daré agua», le dijo el Señor a Moisés. Y en
sentir el fuego en la fuente para comprenderlo. los corros, desde niño cantábamos:

44 45
Las palabras vivas Las palabras vivas

Brota, brota, pozo. Cantadle. Pozo que cavaron prín­ Por eso la conversación que se entabló en aquel me­
cipes, que abrieron jefes del pueblo con sus cetros, con diodía era una «conversación prohibida».
sus bastones. Entró con su cántaro en la cabeza de entre los ma­
torrales. Se quedó parada. La mujer no levantó la vista.
Era la algarabía del agua, y el pozo evocaba la ley, el Seguro que se dio cuenta de que era un judío. Directamente
templo, la sinagoga, incluso la ciudad santa de Jerusalén. se dirigió al pozo y echó el cubo, que al caer chapoteó en
Jesús sudaba. Gotas de luz nimbaban su frente. Se el agua. Hacía calor, un calor pegajoso. Fue Jesús quien
sentó en el brocal bajo un sol meridiano, en contraste con rompió el embarazoso silencio.
la noche de Nicodemo. Con intención, ¿acaso no era él - ¡Dame de beber!
descendiente de José?
Ella se volvió sorprendida. Bajo el manto asomó su tez
Entonces nos fuimos al pueblo a buscar comida y morena, un perfecto perfil judío. Era guapa, por eso había
dejamos a Jesús solo. tenido tanto éxito con los hombres, y se tropezó con una
Jesús solo, sentado en un pozo. «Se quedó sentado» mirada única, desarmante, poderosa, atractiva, profunda
escribiré en mi evangelio (4,6). como el mar, limpia como la fuente. Le contestó que no
Jesús a la hora sexta, a plena luz, sentado tranquila­ entendía cómo un judío se dirigía a ella.
mente. Jesús a la espera del que tiene sed. Así lo he sentido Entonces la mujer y Jesús comenzaron a hablar del
siempre, así lo veo ahora. agua.
Y apareció una mujer. Pero de dos aguas diferentes. La samaritana de aquel
Los rabinos insistían: «No hables mucho con la mujer, pozo milenario, el agua que ella acarrea dos veces al día
aunque sea la tuya. Cuando el hombre habla mucho con la para saciar la sed, cocinar, lavar los cacharros, regar las
mujer se distrae de la Ley y se prepara para el infierno». plantas, refrescar la casa, dejarla sobre el alféizar en el
cántaro transpirado para bañar la garganta seca tras el
Para un judío, que un hombre hablase en público con
trabajo del arado, ese agua que se vierte y que se pierde,
una mujer resultaba impensable. Y encima samaritana. El
un agua esencial para la vida del hombre, pero escurri­
colmo. Los judíos decían: «La mujer samaritana es mens-
diza, fiingible. Para la mujer el agua es el equivalente
truante desde la cuna», que era tanto como decir impura
a un esfuerzo humano cotidiano por subsistir, tirar del
de nacimiento, nada menos.
cordel, acarrear cántaros sobre la cabeza, fregar, limpiar,
Apareció pues una mujer en busca de agua, algo ha­ guisar.
bitual en nuestro pueblo dos veces al día, por la mañana y
Jesús habla de un agua gratis, que salta sola, que libera
por la tarde. A veces también para abrevar el ganado. De
por dentro.
hecho la fuente es un buen sitio para espiar de cerca a las
judías, que se venden caro; los jóvenes suelen ir al pozo o - Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide
la fuente para echar una ojeada a las chicas de buen ver. de beber, tú le pedirías a él, y él te daría agua viva.

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Las palabras vivas Las palabras vivas

¿Qué don es ese, qué agua es esa? - Señor, dame de esa agua, para que no tenga sed y
Jesús mismo es el agua. Pero ella no entiende. no tenga que venir acá a sacarla.
- Señor, no tienes cubo y el pozo es profundo, ¿de Desde que andamos con uso de razón vamos en busca
dónde sacas agua viva? ¿Eres, acaso, más poderoso que de agua, la deseamos con sufrimientos, sentimos su caren­
nuestro padre Jacob, que nos legó este pozo, del que bebían cia con frustración. Lo último que queda cuando morimos
él, sus hijos y sus rebaños? y nos desintegramos es un charco de agua. Y así seguimos
por los siglos. El Maestro le miró a los ojos. Y provocó el
Nuestros pozos nos dan de beber y vivimos pendientes
salto, hurgando en su intimidad, como hierro ardiente que
de ellos, tanto que nos obsesionan. Beber abrazos, beber
hiende las entrañas, allá donde su sed secreta era mayor.
miradas, beber seguridad, casas, graneros, denarios, años
Le dice que vaya por su marido y vuelva. Ella respondió
de vida, vino y rosas. Beber que no sacia al fin.
que no tenía. Y Jesús saca su verdad. Seis hombres en la
Le contestó Jesús: vida de esta mujer y seguía teniendo sed. De ahí que la
- El que bebe de esta agua vuelve a tener sed; quien conversación entre ambos retornara al agua, aunque de otra
beba del agua que yo le daré no tendrá sed jamás, pues el manera, es decir a Dios y la forma de encontrarlo.
agua que le daré se convertirá dentro de él en manantial La samaritana corrió a contarlo a su pueblo y la orga­
que brota dando vida eterna. nizó. ¿Por qué? Jesús le había adivinado las circunstancias
No es un manantial exterior, ni una acequia que abrir a de su vida, su sed interior, por tanto era un profeta. ¿No
golpe de azada, ni la que sacas a vueltas de noria o cubo. sería él el agua viva?
Estás bien hecho. Dios te creó con la fuente dentro. Pero la mujer se difuminó. Otra imagen se superpuso
Mana de tus propias entrañas. a la del pozo y la samaritana.
Reclinado sobre el pecho de Jesús, -no sé cómo ex­ Estábamos en Jerusalén a principios de otoño durante
presarlo- bebí de ese agua, me sumergía en ella, flotaba la famosa fiesta de las Tiendas. Las laderas de la ciudad,
como un hoja de laurel mecido por sus olas, la oía cantar cuajadas de chozas y tenderetes con luminarias, ante las
en mi alma y refrescar mi vida situándola más allá de todo que se comía y bebía alegremente. Diariamente desde la
lo visible. piscina de Siloé serpeaba una jubilosa procesión hasta el
El agua inundaba los montes y los valles, fecundaba altar del templo. Avanzaba desde la ciudad baja, por el
el universo, rociaba mi pequeño yo, convertido de pronto valle de Tiropeón hacia arriba, hasta el altar del Templo
en «Yo soy», caía como una bendición sobre los hombres, para conducir una jarra de oro llena de agua, destinada a
negros, blancos, rojos, morenos, amarillos, amos, esclavos, hacer libaciones.
ricos y pobres, haciéndolos iguales. El agua me convertía El último día de la fiesta era el más solemne. Con
en lago y manantial al mismo tiempo, en barco y océano, ramos de palma, mirto y sauce, con limón y cidra en las
en niño y anciano. manos, el cortejo sacerdotal avanzaba por las calles entre
Le dice la mujer: el griterío de los niños, el alborozo de las gentes y el canto

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Las palabras vivas Las palabras vivas

de los salmos. Los sacerdotes daban siete vueltas al altar «Quien tenga sed, que venga a mí y que beba el que
golpeándolo con ramos. Recordaban que Abraham había cree en mí. Como dice la Escritura: De su seno manarán
recuperado vivo a Isaac a los siete días. corrientes de agua viva».
Entonces vertían el agua sobre el vaso occidental del Pegado al pecho de Jesús sentí que Jesús no solo es el
altar, de modo que salía por uno de los cuernos del mismo. nuevo Moisés, la roca de la que brota el agua. Comprendí
Con este rito pedíamos lluvia para vivificar los campos. El cabalmente su última frase. Una vez que se bebe la Palabra,
profeta Zacarías había hablado de la fiesta de las chozas una vez que se cree en Jesús más que saciar la fe, uno se
(14,16-19). Y Ezequiel de una abundancia de agua: convierte en fuente, en pozo, en manantial, en río camino
«Me hizo volver a la entrada del templo. Del zagúán del mar.
del templo manaba agua hacia levante... El agua iba Jesús es el agua. Pero yo también soy agua que salta
bajando por el lado derecho del templo, al mediodía del a la vida eterna.
altar». Agua hasta los tobillos, hasta las rodillas, por la Las miradas de odio se afilaron como cuchillos hacia
cintura. «Era un torrente que no pude cruzar, pues habían aquel osado predicador de pueblo que pretendía convertirse
crecido las aguas y no se hacía pie; era un torrente que no en manantial frente al agua del templo y las instituciones.
se podía vadear». Se convierte en un río, desemboca en Otros murmuraban:
el mar, el mar Muerto, hasta sanearlo y engendrar vida.
«A la vera del río, en sus dos riberas crecerán toda clase - ¡Este es el Mesías, el Profeta!
de frutales; no se marchitarán sus hojas ni sus frutos se - ¿Qué decís? Vamos hombre, como que el Mesías va
acabarán; darán cosecha nueva cada luna, porque los a venir de Galilea. Vendrá de Belén, del linaje de David.
riegan aguas que manan del santuario» (47,1-11). Un Querían prenderlo, pero en aquella ocasión no le pu­
milagro de fecundidad. sieron las manos encima.
El agua de la fiesta significaba liberación del pueblo, Mi Jesús agua, mi amigo manantial se transformaría en
excitaba a la esperanza mesiánica, la figura de Moisés un hombre lacerado y colgado en una cruz: «Tengo sed»,
hendiendo en la roca. «Le dio a beber raudales de agua. diría desangrándose. Recordé su petición a la samaritana:
Sacó agua de la peña». «Dame de beber». ¡Oh, qué cansado del camino, qué
Este ambiente festivo contrastaba con el odio que agotado de la brega estaba allí, despreciado, crucificado,
crecía en la ciudad hacia Jesús. Mediaron discusiones muy varón de dolores!
ásperas entre el Maestro y los dirigentes judíos sobre su Yo estaba abajo, junto a María su madre y María la
origen y enseñanzas. de Magdala, los únicos que quedamos. Era de noche en
Fue entonces, el último y más solemne día de la fiesta, pleno mediodía, también la hora sexta. En aquel momento
cuando dio un salto y se encaramó en una piedra del tem­ supremo pedía agua. Y después de exhalar el espíritu -yo
plo. Flaco, con los cabellos al viento y los brazos en alto, lo vi-, cuando uno de los soldados le traspasó el costado,
comenzó a gritar: brotó inmediatamente de él sangre y agua. La sangre de la

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Las palabras vivas Las palabras vivas

muerte, de la entrega del pastor, del amigo que da la vida


por sus amigos.
Y el agua de la vida.
Alzado como la serpiente de Nicodemo, o como aquel
día de fiesta eti el templo, ante las miradas de todos: 6
«De su seno manarán corrientes de agua viva».
Él, mi amigo, es el nuevo templo de donde brotan los
ríos que regeneran el mundo, para que el hombre nazca,de
La hora
nuevo y de arriba. El agua-Espíritu que transforma al hom­
bre dándole capacidad de amar y hacerse hijo de Dios. Apoyado en Jesús y en su pálpito no existía el tiempo. Las
Oh agua del costado de Jesús, oh torrente de libertad horas, los días y los años transcurrían en un presente eterno,
y vida, inúndame y empapa mi tierra reseca. Oh agua, como sin duda experimentaremos algún día en el seno del
escondida en mis entrañas como el amor de mi amigo, Padre, tras la muerte, o como algunos han logrado sentir
desparrámate para refrescar el mundo y rescatarlo de la en este mundo en un éxtasis o rapto, cuando la Unidad
muerte, del engaño de lo efímero. deshace la multiplicidad que nos rodea y por momentos
descubrimos nuestra verdad en la luz que en realidad somos
Oh Jesús, tengo tu sed y tengo tu agua, que inunda
y aquí solo se nos muestra en pálidos reflejos. Pablo me
también las páginas de mi Apocalipsis, donde tu voz es
contó que había sido arrebatado así.
como «el fragor de muchas aguas»; el cántico de los án­
geles como «el murmullo de muchas aguas y el rodar de Pero la vida, de tejas para abajo, es una sucesión de
tormentas poderosas»; los himnos de los elegidos, «el rugir instantes, un pasar que, sobre todo, se revela en el envejeci­
de muchas aguas y el rodar de los truenos». En aquellas miento de nuestro cuerpo y en el continuo cambio de cuanto
visiones «el Angel me mostró una corriente de agua viva nos rodea: la taberna de Samuel es ahora una alquería y
que se deslizaba clara, como el cristal manado del trono los hijos del herrero Asclepio no han querido seguir con
de Dios y del Cordero». el negocio de su padre. Las barcas del Zebedeo, mi padre,
se habrán convertido en esqueletos de madera cubiertos de
Dame de beber en tu noche-día, descúbremela escon­ liqúenes en la playa de Betsaida. Niños nuevos jugarán en
dido en tu pecho, revélame manándote siempre desde mis sus calles y quién sabe quién habita hoy la querida y des­
propias entrañas. tartalada casa de Pedro en Cafamaún. Todo fluye. También
tuvo una duración la vida de Jesús en este mundo, aunque
desde que resucitó lo sentimos vivo, presente en el instante
eterno del no-tiempo.
Nuestra vida está hecha de una cadena de recuerdos.
Las guedejas blancas de mi abuela me hacen aún cosquillas
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Las palabras vivas Las palabras vivas

en la frente. Es mi primer recuerdo. El segundo, cuando mi invento, percibí que me miraba a mí y que en aquel instante
padre me enseñó a lanzar el aparejo bajo la atenta mirada me desnudaba el alma; la vida se me encaramaba a una
de mi madre. estrella y el paisaje se evaporaba a mi lado.
- Hijo, aprende bien. Aquí vivimos de la pesca. Entonces el Bautista se puso de pie con el rostro más
Y un metálico pececillo brincó en mis pupilas como serio que de costumbre, que ya es decir, porque Juan era
una proeza. una hombre serio, vamos, un profeta a la antigua. Y seña­
lándole con el dedo dijo imperioso:
Mientras escuchaba los latidos de Jesús, emergieron
momentos, horas que se han quedado nimbadas por la luz - Mirad, el cordero de Dios.
en el recuerdo. Lo dijo como el que está seguro, como quien no puede
La primera hora que tengo clavada en el alma es la hora dudar. Sabía que era tanto como decir el Mesías y en ara-
décima (como las cuatro de la tarde). Estábamos sentados meo también «la palabra». Pero era más: El fogoso Juan se
junto a la ribera del río, donde el Jordán besa campos más quitaba humildemente de en medio ante el paso de Jesús,
verdes en suaves meandros, y algunos discípulos del Bau­ como ante el esposo que se lleva a la novia y deja mudo al
tista departíamos alegremente descascarillando almendras. pretendiente, como cuando aparece el nuevo y verdadero
Juan había predicado una vez más con su voz de trueno patrón del barco.
y las gentes retornaban a sus casas: campesinos con sus Entonces Andrés y yo, seducidos por aquella figura,
aperos, algún soldado rezagado, un buhonero tirando del nos levantamos como un solo hombre. ¿Qué sentí? No sé,
asno. El sol comenzaba a rascar con cariño la copa de los una atracción irreprimible, una seguridad del seguimiento
árboles y un vientecillo benéfico aliviaba nuestras frentes imposible de constreñir, una certeza sin lógica que movía
cansadas. mis pies. Como «El mejor cantar»:
Andrés y yo, a la sazón discípulos del Bautista, íbamos
a buscar algo más de comer, cuando de pronto apareció ¡Oíd que llega mi amado
él. saltando sobre los montes,
brincando por los collados!
Se abrió paso entre los juncos y sonrió.
Es mi amado como un gamo,
Nadie se fijó, pero yo sentí que aquella figura blanca es mi amado un cervatillo.
se dirigía hacia nosotros. Caminaba con una distinción Mirad: se para detrás de la tapia,
natural, mezcla de sencillez y gallardía. Sus pies se posa­ atisba por las ventanas,
ban sobre la tierra como quien tañe un instrumento. Era un mira por las celosías.
hombre joven de unos treinta años, la cabeza cubierta por Habla mi amado y me dice:
un manto marrón que caía sobre la túnica blanca hasta su ¡Levántate, amada mía,
mano, mano larga que siempre recuerdo como la mano de hermosa mía, ven a mí!
un músico a punto de iniciar una melodía. No sé si me lo Porque ha pasado el invierno,

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Las palabras vivas Las palabras vivas

las lluvias han cesado y se han ido, curaciones, sus milagros, sus enfrentamientos, sus choques
brotan flores en la vega... con los fariseos, su entremezclarse con los más pobres y
¡Levántate, amada mía, enfermos, su viento y su calma, su dolor, su angustia, su
hermosa mía, ven a mí! pasión, su muerte y su gloria.
(Cant 2,8) Ahora, con los años, sigo preguntándole:

Él caminaba deprisa sin mirar atrás, haciendo crujir ¿Dónde habitas? ¿Dónde vives, Jesús? ¿De parte
los helechos de la ribera. Andrés y yo le seguíamos ace­ de quién estás? ¿Cuál es hoy tu casa? ¿Un templo, una
lerando el paso. Entonces no podía comprender el entero choza, una mansión? Solo quiero estar a tu lado. ¿Dónde
significado de la palabra «seguir»: estar a su lado, beber habitas? El mar de Galilea, la casa de Pedro, los techos de
su palabra, comer con él y también llorar, sangrar con él. los humildes, el Templo de Jerusalén, los valles verdes y
Entonces, como en el primer enamoramiento, me sentía los desiertos vacíos, la barca y el puerto, el patio de Pila-
caminar en volandas del entusiasmo. to, la corte de Herodes, el hogar de Lázaro, las calles, los
collados, el monte Tabor, los caminos de polvo y polvo,
Fue entonces cuando Jesús se volvió.
todo iba a ser tu casa y nada de eso, porque a partir de ese
Sin duda él se había dado cuenta antes de que le seguía­ momento mi casa ibas a ser tú.
mos. Pero esperó un rato, quizás para acrecentar nuestro
anhelo. Su rostro despedía energía y bondad. Dijo: Él se volvió de nuevo y sonrió:

- ¿Qué buscáis? - Venid y lo veréis.

¿Qué íbamos a responder? ¿Cómo íbamos a sinteti­ Recordé sus palabras más tarde:
zar en pocas palabras lo que buscaba nuestro corazón, el «Quiero que también ellos estén conmigo donde estoy
agujero de dentro, el vacío que es ser hombre, el miedo a yo, para que contemplen mi gloria» (17,24).
vivir, la desazón del paso del tiempo, el ideal de llenar una Jesús nunca tuvo casa ni «dónde reclinar su cabeza»,
vida no de leche y miel, campos o peces, o de lucha para a diferencia de los pájaros y las zorras. En aquella ocasión
subsistir, de esfuerzo para encontrar un lugar en el mundo, dormía en una choza improvisada con matorrales junto al
de dar cabal respuesta, sentido al sinsentido? río. Cuando llegamos, ya era la hora duodécima, no lejos
Andrés y yo nos miramos. de la puesta del sol. Encendimos fuego y nos quedamos,
- Rabbí, ¿dónde habitas? -preguntamos como un solo para siempre, a vivir con Jesús. Andrés llamó a su hermano
hombre. Pedro y así comenzó todo, nuestra «primavera de Galilea»,
en aquella tarde bendita, que se ha quedado fuera del tiem­
Fue la primera vez que pronuncié la palabra rabbí,
po, como la gran «hora» de mi existencia.
Maestro. No podía imaginar entonces todo su contenido
preñado de otras palabras y enseñanzas, iluminado por la Desde entonces mi vida fue estar con Jesús, una mez­
compañía, de caminar a su lado, de dormir al raso bajo las cla de seguridad y riesgo, una nube de arrobo que engendra
estrellas, de comer en su plato, de asistir a su júbilo, sus amor y sufrimiento, y en todo caso deviene en gloria.

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Las palabras vivas Las palabras vivas

Un sol tibio color naranja besó las aguas del Jordán, las fiestas, y habían dado orden de que si alguno conociese
mientras las sombras amparaban el chisporroteo de aquel su paradero lo denunciara para poder arrestarlo. Entonces,
hogar de hierba y junco y yo sentía por primera vez que la cuando la unción en Betania, hizo alusión a su sepultura.
felicidad es algo parecido a la paz y la certeza de estar con Todos nos estremecimos. Luego con ocasión de que unos
él. Por primera vez Andrés y yo dormimos junto a Jesús. griegos que habían subido para los cultos de la fiesta, se
Sus palabras de aquella tarde estaban envueltas en la luz acercaron a mi paisano Felipe, también de Betsaida, y le
irrepetible del primer encuentro. Hoy las puedo resumir en dijeron que querían ver a Jesús, él con Andrés acudieron
una sola: presencia. al Maestro. Él respondió:
«Era como la hora décima». - Ha llegado la hora en que este Hombre sea glori­
Luego, a partir de entonces, poco a poco mis horas se ficado.
convirtieron en «su hora». La hora. Entonces aclaró el significado de su hora.
La primera vez que él mencionó su hora fue en Caná, Habló del grano de trigo que caído en tierra queda solo,
cuando María, su madre y mi madre de ella hablaré más «pero si muere, da mucho fruto». Y añadió:
adelante-, le pidió el primer milagro. Jesús, en un primer - El que se aferra a la vida la pierde, el que desprecia
momento se resistió. «Mujer, aún no ha llegado mi hora».
la vida en este mundo la conserva para una vida eterna.
Los discípulos, entonces primerizos e ingenuos seguidores,
no entendimos aquello. Pedro y los demás mascullaban Me pregunté entonces y me pregunto ahora qué signi­
lo de siempre, que se refería a la hora mesiánica, la del ficado tiene la vida y la muerte para Jesús. Como el agua
poder y el triunfo. Pero la hora no llegaba. Cuando la de la samaritana son dos, el agua que corre y buscamos con
muchedumbre le seguía entusiasmada, después de ver las sed y el agua que la quita definitivamente, hay dos vidas:
curaciones y otros prodigios, e intentaba proclamarlo rey, una que fluye con el despertar de cada día y se afana en mil
Jesús se escabullía. También cuando sus paisanos y otros pequeñas cosas, que es lo único, según creemos, tener entre
intentaron apedrearle o despeñarle, como tras hablar en la las manos. Sabemos que vamos a morir, pero preferimos
sinagoga de Nazaret, su pueblo. no acordamos mucho. La otra vida es una corriente en apa­
¿Qué hora era esa? riencia subterránea que en silencio subyace a este tiempo,
estas horas que consumimos con tanto afán y cansancio.
Comencé a entenderlo cuando el Sanedrín tomó la
Despreciar la vida no es minusvalorar cuanto nos rodea: la
decisión de darle muerte. Cuando Caifás dijo aquella frase
mar, los ríos, las montañas, los seres animados y menos aún
lapidaría sin darse cuenta de su alcance:
los hombres y mujeres. Es situarlos en su lugar. Si agarras
-N o entendéis nada. ¿No veis que es mejor que muera el miedo al paso del tiempo y a morir, si lo desprecias, si
uno solo por el pueblo y no que no muera toda la nación? te sitúas en la corriente de vida que salta a la vida eterna,
En aquel momento Jesús volvió a quitarse de en medio te liberas. Si das poder a la muerte, estás muerto en vida;
y se fue a Efraín, una ciudad cerca del desierto. En corrillos si das poder a la vida, no solo resitúas tu muerte, sino que
sus enemigos se preguntaban si Jesús iría a Jerusalén para te colocas para siempre en la vida.

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Las palabras vivas Las palabras vivas

Pero, cuando están a punto de matarte, aunque veas En los momentos tristes de mi vida he conectado con
claro, no puedes dejar de sentir el rechazo. Jesús era el la hora de Jesús y su promesa de que nuestra tristeza se
hombre más entero y más sensible que he conocido. Por convertirá en alegría. Nos lo había dicho el día aquel que
eso, después de recordar que el que le sirviera y siguiera sanó a un tullido en la piscina de Betesda y los judíos le
siempre estaría con él, añadió: dijeron al recién sanado que como era sábado no podía
- Ahora mi espíritu está agitado y, ¿qué voy a decir? transportar su camilla y estaban indignados porque se
¿Qué mi Padre me libere de este trance? No, para eso he igualaba a Dios. Nos dijo que el que oye su palabra tiene
llegado a este trance. Padre, da gloria a tu nombre. vida eterna y no es sometido ajuicio, «sino que ha pasado
de la muerte a la vida» y añadió:
Esa tentación de escapar de su hora la volvió a sentir
en el huerto -«aparta de mí este cáliz»- y la sentimos todos - Os aseguro que llega la hora, ya ha llegado, en que
cuando llega la hora de la verdad. «Pero no se haga mi los muertos oirán la voz del Hijo de Dios y los que la oigan
voluntad, sino la tuya». Hemos nacido para vivir, nuestro vivirán.
instinto se aferra a lo visible. Solo si, como Jesús, hemos Mientras escribo estas palabras pienso en los hombres
visto la corriente interior de vida y el tiempo, nuestra hora y mujeres que pierden la vida a pedazos, no solo en guerras,
triunfará sobre lo caduco. Por eso el pálpito que escuché tormentos y enfermedades, sino en el gastarse día a día tras
de Jesús sigue vivo. un arado, un yunque o una red; en las madres que pierden
Han pasado los años. Sus amigos hemos sufrido cárce­ a sus hijos, y en los hijos que ven esfumarse la vida de sus
les y persecuciones. Los que defienden esta hora transitoria padres; en las ancianas sin luz en los ojos y los que sufren
como definitiva, se aferran al poder y las cosas no soportan la angustia de vivir en el alma, que nunca se sabe cuál es
esta manera de ver. Mientras estaba posado sobre el pecho peor muerte.
de Jesús, nos dijo:
Yo les digo:
- Si el mundo os odia, sabed que primero me odió a Despertad a la vida, dejando ahora mismo vuestro
mí. Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo. Pero apego a la vida. Superad esta hora con la hora de Jesús.
como no sois del mundo, sino que yo os elegí sacándoos Su corazón, el que yo escuché, sigue latiendo. No como
del mundo, por eso el mundo os odia.
una viscera de carne perecedera, sino en la hora sin hora y
Y nos profetizó una hora semejante en la que nos el tiempo sin tiempo. ¿Que cómo escucharlo? Arrimar el
expulsarían de las sinagogas, que nos matarían pensando oído al sonido oculto del mar. Detrás de su bramido hay
que con ello estarán dando gloria a Dios. Con una compa­ un susurro. Oíd la canción secreta de todas las cosas. El
ración liberadora: la mujer que va a dar a luz y está triste gorrión, la lombriz, el sicómoro, el saltamontes, la palmera
porque «ha llegado su hora», «pero cuando ha dado a luz gritan sin ser oídas. Atended la voz que arropa en el sueño
su criatura, no se acuerda de la angustia, por la alegría de de un niño y en la mirada de los enamorados. Todos se
haber traído un hombre al mundo»: el hombre nuevo. quedan en la apariencia, en su debilidad que pasa. Mirad
Hora del tiempo junto a la hora sin tiempo. el mirar. Detrás está la corriente de vida. Si sois capaces

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Las palabras vivas Las palabras vivas

de captar ese susurro, estaréis escuchando al Hijo de Dios


y nunca más tendréis miedo.
Dame, Señor, el tiempo sin tiempo dentro de mi
tiempo.

hora.
Dame, Jesús, tu hora para que sea desde ahora mi 7
La mujer

- ¿Cómo te llamas? -le pregunté, sorprendido ante su be­


lleza la primera vez que se presentó sudorosa después por
la ladera del monte.
Venía de Magdala, la más nutrida población ribereña
dedicada al salazón del pescado, que se transporta por la
Via Maris hasta el puerto de Cesarea para la exportación.
Había oído hablar de Jesús y quería conocerle. Tenía ojos
grandes color miel y un cuerpo exuberante que concitaba
miradas y cuchicheos.
- No hables con ella -m e dijo Andrés al oído.
- ¿Por qué?
- Tiene mala fama. ¿No lo sabes? En Magdala se
rumorea. Dicen que está endemoniada, que tiene siete
demonios dentro.
- Bueno, la gente habla, ya sabes. Sobre todo de las
mujeres. ¿Qué mujer tiene buena fama en Galilea o Judea
solo por ser mujer? ¿Cuál de ellas puede hablar en público
y ni siquiera contestarle a su marido?
Pues Jesús, ya has visto, deja que varias mujeres le
sigan e incluso que nos ayuden. Sin ir más lejos, Salomé
mi madre, o Juana la mujer del panadero de Antipas. Para
él no hay griego ni judío, libre o esclavo, hombre o mujer.

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Las palabras vivas Las palabras vivas

Ya has visto cómo no tuvo ninguna dificultad de echarse justa ley judía del repudio? Un hombre puede repudiar a una
unas parrafadas con la samaritana. mujer si le es infiel, una mujer, no. Ellas siempre cargando
Mujer. con el haz de leña y con las imposiciones del marido.

Con Jesús tuvimos que cambiar nuestro modo de A María la liberó Jesús con una mirada. Sus viejos
entender la vida. De hombres que las mirábamos por en­ demonios se disolvieron como la sal en el agua. Se convirtió
cima, con suficiencia, si no con deseo, por el solo hecho en una joven alegre, transformada por el amor.
de ser hombres, a convertimos en hermanos suyos. Para Sí, porque Jesús era el novio. ¿El novio?
Jesús todos éramos iguales, hijos del Padre, renacidos por Lo cierto es que se identificó en muchas ocasiones
el agua y el espíritu. Solo con su mirada hacía recuperar y parábolas con la figura vestida de fiesta del joven ena­
la dignidad. morado que acude al encuentro de la amada. No solo para
María se unió al grupo. Con el tiempo aquella hermosa ella, sino para todos. Nos enseñó a esperar su llegada con
mujer inquieta que disimulaba sus nervios, Dios sabe cuán­ algarabía y la tensión de una cita amorosa, las alcuzas
tos problemas, con diligencia en el servicio, se convirtió encendidas y bien despiertos. El amor no tiene medida,
en extática. Solo tenía ojos para Jesús. ni miedos, ni exclusividades. El amor ya estaba en las Es­
- ¡Se ha enamorado! -decían algunos. ¿Quién se cree crituras, pero con él he aprendido algo más, su completa
ésta? gratuidad. No son las leyes de la carne y la sangre, ni la
familia concebida como seguridad, como muro protector;
A Jesús no le era indiferente. Le sonreía y aceptaba
es vivir a la intemperie desde el momento en que se ha
con gusto sus atenciones.
descubierto que todo es transitorio y que no hay ni muerte
¿Celos de María? Nunca los tuve. Me fui convencien­ ni vida, pues en el reinado de Jesús ya anticipamos la no
do de que el amor de Jesús era más grande que el mar y la posesión, la mesa común del cielo.
noche estrellada. En su corazón cabíamos todos, aunque
¡Ay, María! Cómo te fuiste haciendo mi buena amiga
tuviera predilecciones, porque él no era una esfinge, sino
en el amor gratis de Jesús. Solo yo entre los doce adivinaba
un hombre extremadamente sensible y justo.
la vibración de tus solícitos ojos; cómo palpitaba tu corazón
¡Cómo hemos reducido el amor a una posesión, a al verle venir de lejos, después de que al amanecer regre­
puras nupcias! El amor propiedad frente al amor cósmico saba de sus nocturnos coloquios con el Padre, o al lavar su
de Jesús. Con él he aprendido que a través de una mirada ropa, cocinar y servirle la comida. Se encendía tu rostro a
a unos ojos concretos, se puede otear el infinito y que los la luz de la hoguera cuando escuchábamos su palabra, la
celos son un invento del egoísmo. Cuando Jesús abrazaba explicación de sus enigmáticas narraciones simbólicas. Vo­
a otro me abrazaba a mí, y cuando lloraba por un amigo lo laba su corazón junto al mío en volandas del mismo amor,
hacía también por mí. llorábamos con el mismo llanto, reíamos con el cascabeleo
¡Qué raquíticos amores hemos inventado los hombres de aquella risa varonil del Maestro y cantábamos con él los
con certificados y exclusividades! ¿Qué me decís de la in­ salmos que hablan de la misericordia de Dios.

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Las palabras vivas Las palabras vivas

No era extraño que con aquella fuerza y atractivo pendiente de la bolsa, se escandalizó de aquel derroche
casi todas las mujeres se prendaran de él. Tal le ocurrió que debería haberse empleado en los pobres -sobre todo él
también a María, la hermana de Lázaro. Si María de Mag- mismo-, recordé los citados versos de «El mejor cantar».
dala representaba la vida a la intemperie, la otra María El amor es el mejor perfume, el ungüento que cae por la
y su hermana Marta evocaban el calor y la intimidad del barba a de Aarón (Sal 133,2).
hogar, aquello de que carecíamos más en nuestra vida No se me quita de las papilas el olor intenso de aquella
itinerante. Ambas se desvivían cuando llegaba Jesús a libra de nardo puro, que embriagó la estancia aquella noche
refugiarse en Betania, quizás su única verdadera casa, al del banquete que nos ofreció Lázaro, solo seis días antes
menos de forma intermitente. Allí estaba el Maestro a sus de la muerte de Jesús. Él estaba afectado, pues el círculo
anchas. Marta corría a lavarle los pies y guisar lo mejor de las aves carroñeras se cerraba en torno oprimiéndole el
de la huerta y el cordero más suculento de su rebaño. alma. Los judíos habían decidido también cargarse a Láza­
María tenía alma de poeta, era una mística. Se colgaba ro, porque el muerto-vivo desbarataba su estrategia. Jesús
de la mirada y los labios de Jesús en un embeleso. Y eso admitió aquel derroche como antecedente de su sepultura
al nazareno le gustaba. y así lo sugirió.
Aprendí entonces que, aunque hay que afanarse mu­ Pero sobre todo porque el amor no sabe de economías.
cho en esta vida, trastear con las cosas que nos rodean, Solo María, como mujer, entendía el don de la gratuidad, el
y si se quiere cambiar las instituciones, las naciones, los derroche que es todo verdadero amor. Cuando se anda de
imperios, el mundo a la luz de la nueva ley, nada de eso fiesta no se calcula, no sirven los pesos y medidas. Así hizo
es tan necesario como sumergirse en la mirada de Jesús, Jesús también en Caná y así hace con el hijo que vuelve
saltar aunque sea unos minutos a la vida eterna mediante a la casa del padre, el pastor que encuentra la oveja o la
la contemplación. Entonces se afina el oído para escuchar viejecita con la dracma perdida, que cuenta Lucas.
a Dios, que no está en el viento ni en el trueno, en la tem­
He aprendido de las mujeres que seguían a Jesús,
pestad o la batalla, sino en el susurro de la brisa, como dice
que estar con él es una fiesta. «Mientras el novio está con
la Escritura (IRe 19,12). A partir de ahí cualquier acción
vosotros» (Mt 9,15).
es también contemplación.
Como cuando defendió a aquella adúltera de las
Son mejores que el vino tus amores, piedras y se puso a escribir en el suelo. Hienas eran los
es mejor el olor de tus perfumes. enfurecidos judíos con los pedruscos en las manos. Si Je­
Tu nombre es como un bálsamo fragante sús no tiraba un guijarro sobre la delicada piel de la mujer
y de ti se enamoran las doncellas. sorprendida en adulterio, estaba fuera de la ley. Pero él se
(Cant 1,3) las arreglaba siempre para salir por la tangente; no sé qué
escribió con su dedo en la arenilla, qué lista de secretas
Cuando ella desparramó aquellos costosos perfumes culpas o acusaciones, para que los lapidadores, desde el
sobre sus pies, ya próxima su muerte, y el Iscariote, siempre más viejo, se fueran retirando uno a uno. No acudió a ar­

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Las palabras vivas Las palabras vivas

gumentos de la Ley, no les echó un discurso. Les tocó la Sabíamos que nuestras miradas podían llegar a ser la única
fibra más íntima, la de su responsabilidad al creerse puros, brisa suave y refrescante, un soplo en medio del fuego de
perfectos, jueces de aquella débil mujer. la soledad, el miedo, la angustia, el desprecio, el abandono,
Con una mirada despreciamos al prójimo por ser la sangre derramada.
samaritano, pecador, adúltera, leproso, ladrón, lo que sea, El sufrimiento por sí mismo no sirve de nada. Sufrir
sin darnos cuenta que en cierta medida llevamos dentro por sufrir es la idiotez más enorme que puede llevar a
tanto o más podredumbre o quizás la mayor de todas, la cabo un hombre. Jesús no acudió a Jerusalén para pasarlo
de rechazarlos, la de no ser conscientes de que esos seres mal, sino para demostrar que su verdad, cuanto nos había
humanos son un pedazo de nosotros mismos. enseñado, el amor incondicionado, es más fuerte que la
María de Magdala fue empalideciendo a medida que muerte. Yo sabía que, junto a la madre de Jesús y María
subíamos a Jerusalén. de Magdala, los tres representábamos a aquellos que han
creído, creen y creerán en el amor como sentido último de
Cada vez más flaca y desmejorada, cuando se conven­
la humanidad.
ció de que el Maestro iba como un cordero pascual a ser
sacrificado para dar testimonio de su verdad, se transmutó En medio de la noche en mediodía, María, la magda­
en un junco al viento, toda ojos y manantial de lágrimas. lena, era una antorcha que reunía las chispas de todos los
Los demás no aceptábamos la muerte por el fracaso del amores imposibles, rotos, burlados, no correspondidos,
proyecto mesiánico, tal como lo entendíamos. Ella, por entregados, libres, aparentemente destruidos por la llamada
amor al hombre Jesús, intuyó entonces que la única ma­ muerte. Ella representaba a la mujer, la esposa, la compa­
nera de seguir amándole en aquellas circunstancias era ñera, la que llora con todos los llantos secretos de una vida
ocuparse de María, su madre, la madre del facineroso, el donde el amor anda de camino hacia el Amor.
ajusticiado. Los tres recibíamos las salpicaduras de su sangre,
A trompicones y codazos conseguí abrirles paso para cuando hasta los jefes de los judíos se quitaron de en medio
que pudieran verle cargado con su cruz, después de aquella aterrorizados por la densidad de las tinieblas. Una sangre
pantomima de juicio y aquel desgarro de sus carnes. Cada que con el agua de su costado limpia y regenera. Los tres
salivazo, cada empellón, cada golpe de látigo, cada insulto estábamos, en nuestra medida, enamorados de aquella
se lo daban a ellas. sangre del cordero, que vi en mi Apocalipsis; rescatados
Cuando los demás huían como ovejas asustadas, ellas por esa sangre.
y yo sentíamos la apremiante necesidad de estar junto al Muerto Jesús, la mujer no se creía lo que habían visto
pastor. Los comentarios y las risas de la gente que nos sus ojos. Seguía colgada de su cuerpo y luego de su sepultu­
rodeaban se clavaban como puñales en nuestro pecho. La ra. El nardo y los ungüentos no podían devolverlo a la vida.
magdalena cobijaba con su brazo a la madre y yo intentaba De mañana temprano el primer día de la semana, todavía
protegerlas de la oleada humana y vociferante que rodeaba en tinieblas, espoleada por su corazón, fue la primera que
a los soldados en la comitiva que lo conducía a la muerte. corrió al sepulcro y vio la losa quitada.

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Las palabras vivas Las palabras vivas

«En mi cama por la noche buscaba el amor de mi - Seror, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has
alma: lo buscaba y no lo encontré... Por calles y plazas, puesto -reipondió aferrada al cadáver.
lo buscaba y no lo encontré» (Cant 3,1). María solo le reconoció por su voz y el modo de pro­
Asustada, vino a vemos a Simón Pedro y a mí, a de­ nunciar sunombre.
cimos que el sepulcro estaba abierto y se habían llevado ¡Ah, d nombre! Dicho por la persona amada es música
a Jesús. sutil, río amoroso, copla al niño que fuimos y al anciano
Corrimos mi amigo Pedro y yo. No era la primera que seremos. Nombren-sortilegio del amor y la noche, voz
vez que yo le sacaba ventaja y llegué antes. Además yo que acuna las entráñas, palmera en el desierto, agua para
iba en volandas de mi amor-dolor. Eché una ojeada,"vi el dromedario perdido.
los lienzos pero no entré por deferencia a Pedro. Cuando - ¡María!
entré, se me descorrió un velo y creí. Jesús era la vida y
no podía morir. ¿Cómo? No sabía explicármelo. Pero al - Rabboní.
salir del sepulcro, sentí que la mañana era resplandeciente, Maestro mío. Sus nombres se abrazaron en la vibra­
como de estreno. El huerto-jardín olía a nardos, tomillo ción del are.
y romero. Ella qaiso abrazarlo. Él se lo impidió. María tenía que
María seguía allí llorando como una obsesa. Nosotros aceptar lo intangible. La gente cree que amar es abrazar,
nos fuimos a contárselo a los demás. Ella creyó encontrarse tocar, aprehender, poseer de alguna manera al otro. Pero
con el hortelano cuando se le apareció Jesús, pues a partir la gloria del amor, aun tocando, carece de manos y dedos,
de entonces se nos mostraba de una manera muy distinta. abraza sin abrazar, toca sin tocar, besa sin besar, porque el
Era él y no era él. Por eso María no lo reconoció y preguntó infinito cate en nuestro cuerpo.
por su cuerpo, el cuerpo de hombre que se agitaba, lloraba, Jesús resucitado recrea un amor sin límites.
reía, comía, sudaba, se cansaba y podíamos estrechar como
A partir de entonces ella vio, despertó a la dimensión
un amigo.
de gloria de la vida y nos anunció lo que Jesús le había
Nos había hablado muchas veces de su gloria. Pero, dicho:
¿cómo palpar la gloria? Para sentirla hay que cambiar la
«Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro
forma de mirar. Hay gloria en el cráter de una flor y en
los atardeceres de Galilea, en la canción de cuna de una Dios».
madre y en la pulpa violeta de los higos recién cogidos del María, la mujer y yo mismo fuimos los primeros en
árbol. Hay gloria en el vino escanciado en una fiesta y en creer en la nueva dimensión de la vida.
las risas de los amigos que comparten su pan. Hay gloria
en el mar en calma y en el copo repleto de plata saltarina.
Pero no la vemos.
- Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas?

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Las palabras vivas

8
El trueno

En la soledad hosca de esta isla donde me encuentro, temo


sobre todo el rugido del viento entre las rocas y los truenos
en medio de la noche. Me trae a la memoria la otra cara del
mar y de la vida, ese lado bronco de nuestro propio orgullo,
dureza e intransigencia. Se me aparecen como fantasmas,
rostros desencajados, dedos acusadores, que me arrebatan
el sueño, los rostros del Perverso, «el enemigo» con perfiles
de cuervos siniestros, los judíos que acorralaban a Jesús,
el perseguidor Domiciano.
Creo estar asistiendo a aquella discusión en el templo,
cuando Jesús les acusó de «tener por padre al Perverso»,
el mentiroso y padre de la mentira. Con los ojos ensan­
grentados de ira le gritaron que era «un samaritano», un
endemoniado. Jesús les argüyó que él procedía de Dios y
que su palabra brota de la unidad con el Padre y que el que
cumpla su palabra «no sufrirá jamás la muerte».
Aquello les sacó de quicio:
- Ahora sí estamos seguros de que estás endemonia­
do. Abrahán murió, lo mismo los profetas, y tú dices que
quien cumpla tu palabra no sufrirá jamás la muerte. ¿Por
quién te tienes?
Y es que el que está en la vida, en la verdad, en el
camino de Jesús, ya disfruta de vida para siempre. Por eso
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Las palabras vivas Las palabras vivas

Jesús declara que Abrahán está contento con su venida, lo que seguía mandando y sacrificando todo al dios-dinero.
que indigna a los judíos de una manera ingenua: «No has Cuando el poder se utiliza en provecho propio lleva a la
cumplido cincuenta años y has conocido a Abrahán». Una injusticia.
vez más Jesús se mueve en otro plano, el del no-tiempo, Por eso Jesús, en la hora feliz en que Jesús con mi
su preexistencia: cabeza en su pecho, pidió para sus discípulos:
Si
- Os lo aseguro, antes de que existiera Abrahán existo - No te ruego que te los lleves de este mundo, sino
yo. que los guardes del Perverso.
Al final cogieron guijarros para apedrearlo, pero Jesús El hecho de haber sido amigos de Jesús y estar con
se escondió y salió del templo. él todo el tiempo, puede inducir a errores sobre nuestro
En el fondo, lo que quería decir a los judíos es que eran grupo. Es cierto que se nos pegaron algunas cosas de Jesús,
unos idólatras. El padre-ídolo es el enemigo, el diábolos. una mentalidad y un estilo que recuperamos en su plenitud
cuando el Espíritu irrumpió en nuestras vidas, como él nos
Y es que cuando se trataba de defender al Padre, se
había prometido. Pero solo éramos un puñado de hombres
ponía fuera de sí.
rudos y primitivos con sus apegos, sus maneras de ser, sus
Se desmelenó, cuando a patadas y latigazos, tiró pequeñas miserias.
los tenderetes de los cambistas y mercaderes del templo.
Como creo que ya he contado, mi mayor defecto, como
Aquella santa ira en reivindicación de la casa de su Padre,
el de mi hermano Santiago, era el carácter, que siempre me
convertida en una cueva de ladrones, transformó al Jesús ha traído problemas. Boanerges, «hijos del trueno» nos
manso que siempre habíamos conocido en un líder mo­ llamaba a ambos Jesús. Por algo mencioné siete veces el
mentáneamente violento.
trueno en mi Apocalipsis.
Y es que hemos cambiado el corazón por una bolsa Es algo que no acabo de comprender, pues, la verdad,
de dinero.
siempre me he sentido débil, un ser de carne y hueso al
El templo es idolátrico porque en él se da culto al di­ que le afecta cualquier viento. La carne en sí misma no es
nero. Junto al tesoro del santuario, nos dijo que conocerle mala, sino un estadio inacabado que puede ser cegada y
a él era conocer al Padre y el Padre es la pura gratuidad. desviada por las tinieblas, como señalo en el prólogo de mi
A Judas le pudo el dinero, que acabó por arrastrarlo a la evangelio. La carne por sí sola no es capaz de hacer hijos
mentira y al homicidio. Cuando rechazó el bocado de la de Dios. «La carne es débil» decía el Maestro.
reconciliación que le tendió Jesús, en vez de liberarse, se Muchas veces nos habló Jesús del poder y el dinero;
comió al Enemigo. que en su reino los últimos serán los primeros y que la
Detrás hay un trueno mayor, un diábolos más peligro­ justicia de Dios es la de un extraño capataz que no paga
so, otro padre-enemigo del hombre: el poder. por horas sino por actos de amor.
En la fatídica noche que nunca puedo olvidar se llama­ Mi madre era una de esas mujeres que siempre están
ba Anás, -suegro de Caifás, sumo sacerdote el año aquel- pensando en el futuro de sus hijos. Estaba obsesionada con

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Las palabras vivas Las palabras vivas

dejamos bien situados en el reino mesiánico, que creíamos Jesús se puso serio y se giró hacia todos. /
inminente y la mayoría concebía como un derrocamiento Acababa de hablar de las dificultades que se aveci­
nacionalista de los romanos, cuyo caudillo iba a ser Jesús. naban y de profetizar que en Jerusalén le iban a alentar,
Él desbarataba con sus palabras esas pretensiones, pero azotar e incluso crucificar, y esa mujer salía con estás. Solo
nosotros teníamos tan metida en la cabeza desde niños la después del tiempo pude calibrar las líneas paralelas de las
idea del Mesial libertador, que nos quedábamos perplejos palabras de Jesús y nuestras palabras. Me sentí manipu­
cuando Jesús hablaba de su previsible fracaso, que por otra lado por mi familia, porque yo nunca hubiera arrebatado
parte se veía venir, y no queríamos entender. el puesto a mi gran amigo Pedro, como demostré luego
Ibamos de camino, cuando mi madre nos cogió 'de dándole preferencia en todo momento.
la mano a Santiago y a mí y apretó el paso para alcanzar El Maestro fijó sus ojos de fuego sobre nosotros dos.
a Jesús, que casi siempre solía andar deprisa al frente del En esas ocasiones todo él despedía autoridad.
grupo, como si le urgiera predicar el reino. De pronto,
- No sabéis lo que pedís. ¿Sois capaces de beber la
nuestra madre se tiró de rodillas delante del Maestro.
copa que yo he de beber?
- ¿Qué deseas?
En nuestra insensatez le dijimos que sí:
Yo estaba convencido de que mi madre iba a meter
- Podemos.
la pata. Venía con el grupo de mujeres que seguía a Jesús,
fascinada como todas ellas. Pero yo la conocía y me temía ¿Qué copa era aquella? ¿El vino de la fiesta? ¿Las
lo peor. Ella no se cortó un pelo: copas que escanciaban las hermanas de Lázaro en su casa?
¿Las de los banquetes con publícanos que tanto criticaban
- Maestro, manda que, cuando reines, estos dos hijos
los fariseos?
míos se sienten uno a tu derecha y otro a tu izquierda.
Jesús pensaba en el vino amargo del dolor, el fracaso,
Enrojecí como la púrpura.
la sangre, las consecuencias de estar con él hasta el final.
Santiago sonreía porque, quizás basándose en la
- Mi copa la beberéis, pero sentarse a mi derecha o
predilección que Jesús sentía por mí, pensaba que los del
izquierda no me toca a mí concederlo, será para los que
Zebedeo teníamos una oportunidad de oro. Así que azuzó
mi Padre ha destinado.
a nuestra madre, no se fuera a adelantar algún otro en los
privilegios futuros. Nosotros no lo íbamos a pedir; pero Quiero aprovechar la ocasión para recordar que en su
si era una mujer, una madre la que lo solicitaba para sus reinado los criterios de mando y poder son exactamente los
hijos, quizás colara. Que por pedir recomendaciones, no contrarios a los de los gobernantes y reyes de este mundo.
quede, algo muy de madres y de tías solteras. Ella desde «El que quiera ser grande ha de ser servidor y el que pre­
luego lo hacía por un cariño mal entendido y también por tenda ser el primero, sea esclavo de todos».
verse, quién sabe, madre de dos primeros ministros de un Eso es lo que entendía por «no pertenecer al mundo,
futuro reino de Israel. aun estando en medio del mundo». Entendía «mundo»

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Las palabras vivas Las palabras vivas

como sus criterios, frente al concepto de mundo como dar testimonio de la verdad, la de un amor incondicional
cosmos, que está bien hecho. e incondicionado al Padre, desde un plan nuevo sobre el
Desde el pálpito de Jesús, la noche de la cena com­ hombre, contra los dioses menudos que lo someten, para
prendí para siempre que el círculo que atenazaba a Jesús recuperar su dignidad de hijo de Dios y encontrar la vida
era el dios-dinero, instalado en el templo, cuyo santuario definitiva. Quienes quieren adherirse a esta verdad, consti­
era el Tesoro, padre de la mentira enclavado en el corazón tuyen una nueva comunidad en el Espíritu según el proyecto
de los dirigentes. Que la ambición cristalizó en un grupo de Dios, que se sientan a una mesa a compartirlo todo desde
dominante que, en busca de su propio provecho, estaba al el amor, que es lealtad, donación y servicio».
servicio del jefe del mundo y «el orden este». ¿Cómo? Me­ No son ideas distintas de las que escribí en mi Evan­
diante un fardo de prescripciones basadas en la antigua Ley gelio, que solo las comprendí cabalmente recostado en el
interpretadas por ellos. La consecuencia es que el pueblo pecho de Jesús.
dejaba de tener opinión propia y llegaba a vivir en clave de No me he desprendido del todo del trueno que hay den­
poder y dependencia, frente al amor y la libertad. tro de mí. He sido intransigente y a veces áspero con algu­
Cuando toda aquella inmundicia, el complot del mal, nos miembros de las comunidades de Jerusalén y Efeso. En
la estructura injusta que mató a Jesús y que dominaba a un fin, qué puedo decir, el carácter se lleva hasta la sepultura.
pueblo que se dejaba oprimir por ella, los truenos cesaron, Como llevamos también al pequeño Perverso escondido
volví a acurrucarme en la paz del pecho de mi Señor. en los deseos de nuestra mente, la alimentación del «yo»
Sentí su voz que me decía: frente al nosotros, el ansia de dinero y poder, los diosecillos
de barro que asoman la oreja cuando te descuidas.
«Ven aquí, Juan, y descansa. Porque el Padre y yo
somos uno, el único Dios verdadero y Espíritu, fuerza de Os confío que a mí me basta girar la vista y mirar a
amor gratis, entrega y vida. Te apoyas no en un templo de Jesús, como tantos pobres hombres y mujeres que encon­
piedra, sino en el santuario donde brilla la gloria-amor. Su trábamos en el camino, o como Dimas desde la otra cruz,
luz inspira, frente a todo provecho y ambición personal, y pedirle ayuda para liberarme de esa carga y sentirme
un amor sin barreras. No temas. Frente al jefe del orden ligero, acunado por su mansedumbre, deslumbrado por
este, estoy yo, el rey de un orden nuevo, que en vez de tanta luz.
quitar la vida la entrego para salvaros de la muerte y co­ El mar entonces recobra su sosiego y un sol se despe­
municaros otra vida abundante, la Vida en plenitud. No soy reza dentro de tu propio corazón.
un rey con guardias ni ejército, como le dije a Pilato, ni
con servidumbre o esclavos, sino de amigos, como os he
llamado a vosotros, hermanos e hijos de un mismo Padre,
en definitiva, sin más mando y poder que el don, la oferta
de mí mismo a todos».
«Ven aquí, Juan, y escucha mis latidos. He venido a
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Las palabras vivas

9
La madre

Solo el silencio sería capaz de explicar lo que siento al


hablar de ella. O quizás todas las palabras referidas a Jesús
tienen eco en aquel rostro de mujer que se convirtió en mi
verdadera madre. Conservo sus gestos y expresiones, como
un pintor del alma guarda los rasgos de su más hermoso
modelo y aún hoy me parece estar cerrándole los ojos
cuando se quedó apaciblemente dormida para siempre.
Se deslizaba como un pluma, siempre pendiente de
complacer. Era una sonrisa y una mirada abierta al mundo,
un corazón a la intemperie, el ser más dulce y entero que he
conocido después de Jesús. Para nosotros, un alado misterio
que se nos escapaba, pues en vida de Jesús la veíamos rara
vez, como si el Maestro hubiera conscientemente preferido
que no abandonara su casa-cueva de Nazaret, donde pasó
treinta años de ocultamiento dedicados a las variadas tareas
de un carpintero de pueblo.
Solo con el tiempo comprendí que ella siempre estaba
presente de otra manera.
Jesús se la parecía en su modo de andar, la forma de
sonreír, esa zona de niño que todos conservamos y que a
veces pretendemos ocultar. Cuando Jesús hablaba del trigo,
de las ovejas, del tiempo de la siega, del modo de coser los

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Las palabras vivas Las palabras vivas

remiendos o el vino nuevo; cuando se estremecía y llegaba que lo tenían por un descerebrado. En un pueblo pequeño,
a llorar, o se quedaba como un bendito dormido en la barca el que un artesano, hijo del carpintero José y de la aldeana
o bajo una higuera; cuando reía y hasta cuando se enfadaba, María, que conocían desde niña y veían diariamente subir
amanecía en él algo del rostro dulce de su madre y las horas y bajar por agua con el cántaro en la cabeza, se proclame
tibias de su adolescencia en Nazaret. de pronto el Mesías, el prometido libertador del pueblo,
Porque, aunque Jesús hablaba mucho del Padre, tenía era muy fuerte. Por eso Jesús se quitó de en medio e iba
algo de madre. muy poco a Nazaret, y cuando iba, le recibían con malas
caras y a punto estuvieron de apedrearlo.
Lo dijo frente a la ciudad de Jerusalén, que hubiera
querido cobijar como gallina a aquellos polluelos que le La primera vez que vi a María me bailó el alma por
iban a matar. O cuando evocaba al pastor de su pueblo, un dentro.
pastor con entrañas: «Yo soy el buen pastor. El buen pastor Entró en la casa de Pedro suavemente, casi sin pisar,
da su vida por las ovejas», no como el asalariado, al que «no con esa discreción que parecía música. Bajo su manto
le importan las ovejas». Ternura de madre florecía cuando emergió un rostro joven, que no aparentaba su verdadera
nos llamaba personalmente y nos conocía por dentro, hasta edad, un perfil moreno de grandes ojos negros que cantaban
«dar la vida» por nosotros, ovejas con nombre e historia. la canción del silencio.
O aquel su gusto por curar con sus manos aliviadoras de Si hubiera que elegir una palabra para definirla esco­
la fiebre, el fuego de la lepra, la parálisis, la ceguera y el gería esa: silencio.
flujo de sangre.
Posiblemente Jesús había nacido del silencio, de sus
El trabajo duro de clavetear puertas, reparar ruedas de horas de oración en las que recibió el anuncio, por eso lo
molino, preparar la argamasa como albañil en Séforis de amaba tanto, pues sus palabras engendradoras nacían de
cualquier carpintero, no había quitado finura y expresión una intimidad de años junto a María, primero en su seno
a aquellas manos que se movían como palomas libres para y luego en una cotidianidad de descubrimientos mutuos,
cantar la paz y la alegría o la esperanza en el sufrimiento de mientras amasaba el pan, almacenaba el grano, remendaba
una madre que da a luz. Jesús era bien hombre, pero con una la ropa de José y Jesús.
porosidad y delicadeza que le hacían sufrir, y un misterio en Gracias a que ella se había abierto al silencio, podía
sus ojos que ni los más íntimos acabábamos de descifrar. hablar la Palabra.
La primera vez que vi a María fue en Cafamaún. Sin embargo permanecía en la sombra de su casa en­
Venía a una boda de unos conocidos que se iba a ce­ jalbegada y colgada de una ladera del desconocido pueblo
lebrar en Caná. El Maestro la trajo para despedirse de ella de Nazaret, una aldea que nunca ha figurado en los mapas
y presentarla a sus primeros discípulos y que conociera del Imperio romano y con tan mala fama que la gente se
la ciudad que iba a ser su centro de operaciones, antes de preguntaba si de Nazaret podía salir algo bueno.
comenzar sus correrías de profeta. No fue fácil para María, La misión de Jesús le obligó a dejarla. El tenía que
porque Jesús no contaba con el respaldo de sus parientes, cambiar de familia, para demostrar que ni la carne ni la

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Las palabras vivas Las palabras vivas

sangre aglutinaban a los suyos, sino vínculos nuevos que anunciaba que llegaba el novio. La corona de mirto, el
brotan del amor gratis. «Estos son mi madre y mis her­ chasquido de la copa contra el suelo, la voz del rabino:
manos», decía, señalando a la pobre gente un día que se «Que el Dios de Abraham y el Dios de Isaac y el Dios de
presentaron ella y sus parientes. Jacob sea con vosotros y Él os junte y cumpla con vosotros
su bendición».
Pero en su primera comparecencia en público con sus
discípulos, quiso que María estuviera presente y que fuera Cuando apareció Jesús rodeado de sus primeros cinco
dentro del estallido de color de una boda. discípulos, aprecié que algo especial estaba ocurriendo.
Donde entraba él cambiaba el ambiente, el aire de la ha­
El verdear de los campos, interrumpido por el blanco
bitación; despedía tal fuerza que nadie podía permanecer
de los almendros florecidos, anunciaba que había llegado él
indiferente. La gente se daba codazos entre murmullos de
mes de Adar y con él la primavera, una estación ungida de admiración y desconfianza. Todos estaban al cabo de la
los perfumes e ilusiones por estrenar. Solo hacía unos días calle de lo que había pasado en el Jordán y comentaban
que nos enteramos de que nosotros, los primeros compañe­ estos hechos con fascinación o con incredulidad y miedo.
ros de Jesús, también estábamos invitados a la boda. «¿No será otro amotinado, otro Judas de Galilea?». «¿Qué
En Caná la gente andaba alborotada, llenando las ca­ se habrá creído el hijo del carpintero?». «¿Puede salir de
lles de música y adivinanzas, con las fiestas. Ya se habían un taller nada menos que el Mesías de Israel?». «Fantasea
celebrado los desposorios y nos preparábamos para el o está loco, el hijo de María».
nissu ’in. Esta ceremonia era importante para el pueblo de El banquete superó todas las previsiones de asistencia.
Israel y tenía consecuencias económicas. Como los festejos En vez de ochenta personas se presentaron más de un cen­
de una boda podían durar hasta siete días, los gastos eran tenar. Me preguntaba si habría previsto viandas para tanta
considerables. Todo invitado tenía que contribuir con un gente. Entre los hachones que arrojaban una luz amarilla
regalo, que constituía en realidad una forma de préstamo sin y rojiza y una lluvia de flores que lanzaban las vírgenes
rédito. Tú le dabas a tu amigo un regalo el día de su boda, y amigas, entraron los novios en la espaciosa sala, al son de
así obtenías de este un título para que el novio restableciese la música, resplandecientes en sus vestidos blancos.
el equilibrio de pérdidas y ganancias, por medio de otro El amigo del novio nos sentó en lugar preferente, y
regalo semejante cuando se celebrase alguna boda en tu en triclinios junto a Jesús lo hicimos su madre, y Andrés,
casa. Tanta importancia se daba a esta forma de préstamo, Pedro, Felipe y Natanael y yo. Mis ojos estuvieron pren­
que hasta se podía reclamar al juez cuando se infringía. La didos de María toda la noche, sin perder detalle. Ella se
mayoría de los regalos no eran en metálico, sino objetos debió dar cuenta de mi mirada entre curiosa y enternecida,
para el ajuar, la casa, la hacienda: lo mismo podía ser una porque me dedicó varias sonrisas. Aquella dulce y serena
meca, un arcón y un par de ovejas, que canastas de alimen­ mujer nos estaba calando con solo una ojeada.
tos y bebidas para el festín de bodas. A medida que avanzaba la hora e íbamos consumien­
Las jóvenes vírgenes se aprestaban a encender sus do las viandas y corriendo el vino, el ambiente se fue
lámparas de aceite y en la calle un revuelo de muchachos caldeando y subiendo el tono de voz de los comensales.

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Las palabras vivas ' Las palabras vivas

Yo no perdía de vista al servicio, que el maestresala había doce años se escapó y se quedó en el templo. Parecía que
aleccionado antes del convite. Los sirvientes, a sus órdenes, siempre que afrontaba la misión, sus sentimientos personales
iban de aquí para allá, reemplazando fuentes y colmando se quedaban atrás, como si quisiera poner distancia de ellos y
los vasos de vino que se vaciaban rápidamente. Hasta que situarse en otro plano. Además, a partir de entonces siempre
a mitad de la cena vi cómo el amigo del novio cuchicheaba que se dirigió a María en público la llamaría «mujer», según
con los mozos de mesa. La mayoría de los invitados no intuí para trascender de la carne y de la sangre y mantenerse
se había aún dado cuenta. El maestresala, todo colorado, en liberad dentro del plan y la voluntad del Padre. Solo tres
se acercó al novio y le dijo algo al oído. Se le demudó el años después comprendí definitivamente en qué iba a con­
rostro. Hay que tener en cuenta que, si algo ha abundado sistir su auténtica, su terrible, su maravillosa hora.
en nuestra tierra siempre, es el fruto de la vid, y que el Pero allí estábamos, en la boda de unos amigos. De
nombre que usamos en hebreo para «bodas» es el mismo modo que María no quiso hacer el más mínimo caso a
que para «bebida». Con eso lo digo todo. aquellas extrañas palabras de Jesús. En medio de su sen­
No había, pues, mayor fracaso en la celebración de un cillez, su poderío era tal que actuó en libertad. Percibí que
matrimonio que en el que faltara vino. La novia, entretenida la comunicación entre ellos era diferente, una comunión
en animada charla con sus amigas, no se había dado cuenta nacida del silencio, de misteriosas palabras calladas. ¿No
aún del percance. Entonces observé que María se volvía a puede un hombre adelantar su hora si se lo pide el corazón
Jesús y le hablaba en voz baja. Pude oírlo porque estaba de una madre? Ella sabía, además, que Jesús podía, si él
reclinado al otro lado de Jesús: quería, solucionarles la papeleta. ¿Que no era un problema
demasiado importante? Quizás pocos como yo entre los
- No tienen vino.
comensales sabían que una mirada de cariño a punto puede
Lo hizo con una voz suave y firme a la vez, que des­ ser más poderosa que un abrazo, y que un pétalo guardado
prendía la confianza infinita de una madre y la seguridad como recuerdo puede llenar el corazón más cabalmente
en su hijo. En aquel momento descubrí, pese al aparente que el jardín de un rey.
papel secundario de una madre oculta, que ella reinaba en Así que María se dirigió a los sirvientes y les dijo:
el corazón de su hijo.
- Haced lo que él os diga.
Jesús le respondió:
Jesús no pronunció el menor comentario. Se levantó
- ¿Qué quieres de mí, mujer? Aún no ha llegado mi inmediatamente y salió al patio de entrada. Alineadas a un
hora. lado yacían seis grandes tinajas de piedra de seis metre-
He de confesar que en un primer momento aquella tas cada una. Estaban en la entrada del comedor para los
respuesta me sorprendió. ¿Qué le pasaba a Jesús? ¿Por qué lavatorios y la purificación antes de las comidas, como
de pronto la llamaba «mujer» y no «madre»? Y de nuevo la prescribe la ley de Moisés.
famosa «hora». ¿Otra vez la hora? Con el tiempo supe que Dirigiéndose a los sirvientes, les dijo:
María lo relacionaría con la actitud de Jesús, el día que a sus
- Llenad esas tinajas de agua.
86 87
Las palabras vivas Las palabras vivas

Los sirvientes las llenaron hasta el borde. A continua­ najas tenían doble fondo con un vino muy añejo, a los que
ción el Maestro dispuso: pretendían que Jesús acudiera a sus bodegas para mejorar
- Ahora sacad algo y llevádselo al maestresala. y aumentar la producción de sus barricas.

Los criados, entre sumisos y sorprendidos, obedecie­ La experiencia me dijo que los milagros en sí mismos
ron; le llevarop una jarra al maestresala y le sirvieron una importan poco, porque nunca faltarán los incrédulos, aun­
copa. Aquel vino, rojo como la sangre, despedía un olor que Dios los arrebatara en un carro de fuego como a Elias
intenso, ligero, alado, frutal. El amigo del novio, tras olerlo o los salvara en el vientre de una ballena, como a Jonás.
y probar un sorbo, exclamó atónito: Solo creen quienes tienen un corazón de niño, los pequeños
y limpios de corazón. Pero el pueblo suele quedarse con la
- ¡Menudo vino! ¿Pero de dónde ha salido esto? ¿Ño señal y no con lo señalado, con el vino y no con la alegría,
se había acabado? ¿Y cómo lo sacan ahora?
con el dedo y no con la luna.
Luego se fue a ver al novio.
Los campos que rodean Caná amanecieron aquella ma­
- Pero, ¿qué haces? ¿Dónde tenías escondido este te­ ñana cuajados de lirios, y la brisa me traía la voz femenina de
soro? Todo el mundo sirve primero el mejor vino y, cuando María, quebrando la tarde: «Haced lo que él os diga». Junto
los convidados están bebidos, saca el peor. Tú, en cambio, con la incógnita que para mí entonces era la «hora».
has guardado hasta ahora el mejor vino. Mi amistad con Jesús fue subiendo en calidad y hon­
Así se presentó ante nosotros María, como la que dura, como el verdadero vino de aquella fiesta y María se
arranca alegrías a su hijo Jesús. retiró de nuevo a un segundo plano en Nazaret, donde sin
Muchos milagros presencié después, pero pocos tan duda llegarían las oleadas contradictorias sobre cuanto de­
jubilosos y gratuitos como aquel. No solo porque a petición cía y despertaban sus hechos y palabras a su paso por toda
de su madre adelantó su hora, sino porque fue uno de los la tierra palestina. Muchas veces me la imaginaba solitaria
prodigios más regocijantes de la vida de Jesús, y el primero, bajo la parra que mira al poniente, entregada a sus sencillas
como para mostrar que no siempre lo más útil es lo más tareas domésticas y al amor del silencio, convencida de que
bonito ni lo mejor, y que la fiesta y el disfrute valen por su hijo iba como oveja al matadero.
sí mismos, quizás porque alegran el corazón del hombre. Ya he narrado cómo la arropé por la vía que conducía al
Y también, ¿cómo no?, que el amor juvenil de una pareja patíbulo, junto a María de Magdala y cómo los tres hicimos
forma parte de su hora y de su gloria. una piña en el Gólgota bajo la ignominia y la gloria de la
Y con vino y en convite seguimos celebrando su me­ cruz. Para escarnio de sus enemigos, Pilato había escrito
moria. Las bodas continuaron tres días más, hasta que se sobre ella: «Jesús el Nazareno, rey de los judíos». Estos
agotaron las benditas tinajas y los jóvenes se cansaron de no consiguieron que el procurador rectificara el «título» y
danzar por todo el pueblo día y noche. Hubo, como suele así quedó para que su verdad resplandeciera.
suceder en estos casos, comentarios para todos los gustos. Vi que los soldados quisieron repartirse su túnica,
Desde los que decían que había habido trampa, que las ti­ aunque, para no rasgarla, se la sortearon.

88 89
Las palabras vivas Las palabras vivas

Miré a María, que estaba al pie de la cruz con su her­ billados en el campo de batalla; de viudas sin recursos y
mana María de Cleofás y María Magdalena. Destrozada, trabajadores sin salario; de enamorados sin amor y justos
pero en pie. ¿Qué sentiría al ver la túnica sin costura que perseguidos por su justicia; de hombres y mujeres de todo
ella tejió? ¡Qué oleadas de juventud y confidencias no color y raza; de gentes sin Dios y sin esperanza.
embriagaron su recuerdo del tiempo limpio y ungido de Venid, hermanos míos al pie de la cruz.
pequeñas alegíías de Nazaret!
Desabrochad vuestras sandalias y empapaos de esta
Entonces Jesús, que tenía los ojos ensangrentados y sangre que os libera de toda angustia, sobre todo la del pro­
puestos en el cielo, bajó la mirada, y nos vio juntos. Le pio yo. Compartid conmigo este regalo, pues os represento
dijo a María:
como hermano de Jesús, el Hijo del Hombre, y desde ahora
- Mujer, ahí tienes a tu hijo. como hijo de María.
Luego, dirigiéndose a mí, su discípulo predilecto: Ella os recibe al pie de la cruz.
- Ahí tienes a tu madre. Con la sangre y agua de su costado podemos nacer
Mi tiempo volvió a pararse. de nuevo.
Su hora se convirtió en mi hora. La gloria de su sangre Yo lo vi y doy testimonio de ello.
atravesó mi pecho y me volví a sentir reclinado sobre ese Cuando logramos descolgar de la cruz aquel cuerpo
cuerpo amoratado, escupido, azotado, afrentado, crucificado, flácido y depositarlo en brazos de María, su alma entonó
moribundo. Y recibí aquel encargo como el regalo más pre­ la nana primera de la humanidad, donde todos con él vol­
cioso de mi vida. Apoyé mi mano sobre el hombro frágil de víamos a ser niños en brazos de María, como cuando José
María, que por maravilla no se derrumbaba y una corriente carpinteaba cunas imposibles y el camino que se pierde
de luz se desparramaba de mi mano. hacia el valle olía a aleña y romero, en la paz de un hogar
Me sentí más que amigo, el hermano menor de Jesús, perfecto aún no herido por las garras del dolor.
receptor de su mejor testamento. Madre de la noche y el día, madre de Jesús, mi ma­
El mediodía se colmó con la negrura de la muerte. dre:
Pero yo ya heredaba vida, el patrimonio mejor, el tesoro Vente a casa, que anochece y el mundo se ha cubierto
escondido de la vida entregada de Jesús. La sed, el vinagre, por un manto de odio y sangre. Ven, madre, encendamos
el «todo se ha cumplido» llenaron su boca. Pero yo había la lumbre, vertamos el vino y partamos el pan a los ham­
recibido la palabra mejor de mis palabras vivas: brientos de este mundo que quieran calentarse a tu lado.
Madre. Ya Nicodemo, José de Arimatea y las mujeres han traído
¿A quién representaba en ese momento Juan, el discí­ cien libras de mirra y áloe y van a enterrarlo en un sepulcro
pulo amado? Hermano de chiquillos polvorientos sin padre nuevo junto al jardín. Será la nueva cuna donde renacerá
ni madre; de jóvenes violadas y maltratadas; de enfermos Jesús para todos.
terminales que se agitan sin respiración; de soldados acri­ Ven madre, ven, ven a casa.

91
Las palabras vivas

10
El pan

En casa era un momento solemne. Mi padre se levantaba


de la mesa y con los ojos alzados al cielo pronunciaba,
como manda el Deuteronomio, su bendición sobre el pan,
las frutas, el vino y los demás bienes de la tierra. Yo le
miraba con ojos encandilados, porque sabía cuánto costaba
arrancar a los surcos o al mar vecino la comida de cada día,
las noches sin dormir de la pesca, las jomadas campesinas
bajo el sol de Galilea para cultivar el trigo, la cebada, el
aceite, los higos y luego recolectarlos.
Pero sobre todo el pan, por lo general pan de cebada,
lo que comíamos a diario, pues el trigo estaba controlado
por las empresas imperiales y destinado a los ciudadanos
romanos. Herodes el Grande debió comprar la venia de
Petronio para importar grano de Egipto cuando la famosa
hambmna, una situación que en cierto modo continuaba
en los años de mi infancia y juventud por la presión de los
impuestos. El pan era nuestro alimento básico, junto a las
cebollas, el aceite, los huevos y a en ocasiones el vino. En
casa no sufríamos tanta escasez como otras familias, gracias
al negocio de la pesquería de mi padre y a su pequeña flota
de barcas. Pero tampoco abundaba, pues mi madre recogía
con cuidado las sobras, puesto que así nos lo enseñaban
los rabinos, para no desperdiciarlo.

93
Las palabras vivas Las palabras vivas

«Bendito seas, Señor, Dios nuestro, rey del universo, el hermano de Simón, se presentó, como único recurso,
que haces germinar el pan de la tierra», dice la Mishná. Para con un muchacho que solo llevaba en la faltriquera cinco
un judío no bendecir la comida es una impiedad, algo así panes de cebada y dos pescados (6,9ss).
«como robar a su padre y a su madre». Por eso, mi padre Fue la primera vez que contemplé a Jesús en la actitud
daba las gracias por «el alimento que hemos comido y por de repartir pan. Un gesto que quedaría cristalizado en mi
cuya bondad vivimos». memoria.
Mi madre al amanecer hacía girar la muela de piedra Levantó los ojos al cielo, dio gracias, y se produjo el
y horneaba el pan de cada día en el homo familiar y rudi­
milagro.
mentario, situado en el corral de atrás. El buen olor del pan
recién hecho y crujiente me ha acompañado desde niño. Mandó sentarse a la gente sobre la hierba y nos indicó
que repartiéramos aquella en principio escasa comida. No
Pan para nosotros era sinónimo de subsistencia, de
salíamos de nuestro asombro. Las cestas, como por encan­
saciar un hambre demasiado frecuente junto con la sed de
to, se llenaban de panes y peces a medida que los íbamos
un país soleado. Por eso Jesús se identifica con el agua que
repartiendo y el valle se colmó de sonrisas y buen olor
riega la garganta reseca, el vino de la fiesta que celebra el
del pescado a la brasa. Comer siempre levanta el ánimo,
júbilo y el pan de la vida.
más para una multitud de por sí hambrienta, y todos nos
Lo comprobé una brillante mañana galilea, en vísperas preguntaban de dónde había salido tanto alimento.
de la fiesta de Pascua.
Jesús nos indicó que recogiéramos las sobras para
El sol, en plena primavera, reía en las landas verdes que nada se desaprovechara y llenamos doce cestas con el
moteadas de flores silvestres junto al embarcadero. La excedente, de lo que solo había sido un canasto de cinco
multitud, ansiosa de curaciones y de escuchar al Maestro panes de cebada. La multitud entusiasmada y satisfecha lo
esperaba a orillas del Tiberíades, desde el oeste para buscar­ agradecía con gritos, señalaba a Jesús como el profeta que
le, para pedirle más milagros. Era una multitud abigarrada había de venir a este mundo. Algunos se levantaron y subían
de gente del pueblo, tullidos, harapientos y enfermos, hom­ al altozano donde estábamos sentados con la intención de
bres y mujeres sencillos con mil necesidades. Jesús había proclamarlo rey. Él una vez más se quitó de en medio y se
pasado la noche orando en el monte y vino a sentarse con fue de nuevo solo al monte.
nosotros. Por la ladera avanzaba hacia él la muchedumbre
como un ejército de hormigas. Aquella mañana abrí mi alma al pan que pasa por las
manos de Jesús y la acción de gracias.
La pregunta que aquel día hizo Jesús ante la multitud
iba con segundas, para probamos. Aprendí que aquel pan del muchacho, mi pan, no es
solamente mío. La señal de Jesús me mostraba que el amor
- ¿Dónde comprar pan para tanta gente? es capaz de multiplicar los dones, al liberar la creación
Felipe hizo un cálculo mental. Doscientos denarios no del acaparamiento egoísta que lo esteriliza, para que se
bastarían para que a cada uno le tocara un pedazo. Andrés, convierta en pan de todos.

94 95
Las palabras vivas Las palabras vivas

Dios nos ha dado la creación para nuestro disfrute el pensamiento. Y es que la gente buscaba lo de siempre:
y para repartirla a nuestra vez sin reservamos nada. La saciarse de pan, saciarse de cosas y, sobre todo, asegurarse
figura de Jesús alzado sobre el monte dando gracias al el futuro.
Padre creaba la abundancia, que ha de contar siempre con - No me buscáis por haber visto señales, sino por haber
la colaboración de cada uno de nosotros. Andrés aseguraba comido pan hasta saciaros.
que no había pan suficiente porque nunca nos basta lo que
poseemos. No solo pan de alimento, sino pan de poder, de
éxito, de dinero, de placer, de seguridad, de cosas mate­
Cuando no se acapara, el pan se multiplica. riales. Aún dentro de nuestra comunidad, a lo largo de los
La abundancia en definitiva se convertía aquella es­ años he visto hermanos que ansian puestos para su propia
pléndida mañana en la señal de Jesús. No como el maná que gloria, o posesiones para su cotidiana estabilidad en este
nuestros padres recibieron en el desierto y estaba tasado (lo mundo. El pequeño corazón humano no quiere señales
que se pueda comer, dos litros por cabeza [Ex 16,16]). El como la invitación a la generosidad, ni darse a sí mismo,
pan de Jesús no tiene límite. Como relato en mi evangelio, sino buscarse a sí mismo.
comieron «todo lo que quisieron».
¿Qué buscamos?
Desde aquella misteriosa multiplicación he intuido que
Jesús responde:
la comunidad que sigue a Jesús tiene como misión mani­
festar la abundancia y generosidad del Padre, al compartir - Trabajad, no por el alimento que se acaba, sino por
este regalo de una tierra y un trabajo que se transforma y el alimento que dura dando vida definitiva, el que os va a
multiplica en mil dones: desde el pan de la mesa al co­ dar el Hijo del Hombre, pues a este, el Padre, Dios, le ha
bijo de los techos; desde los peces del mar y frutos de la marcado con su sello.
tierra a la ropa y los enseres del hogar; desde la madera ¿Acaso no hay que trabajar para ganar el sustento?
que abriga y apuntala, al barro y la piedra que se labra o Sí, pero sin olvidar que el pan sobre todo más que miga,
moldea en puertas, vasijas y alacenas. Era el antecedente contiene amor, un pan que no se acaba. Como el agua, el
de otro pan y otra comida, era un signo mesiánico, como pan salta a la vida eterna desde que simboliza y realiza el
a su manera captaron los judíos que se habían saciado de amor. Es un alimento con futuro.
manos de Jesús.
La gente no entendía. ¿Cuál es el trabajo que Dios
Pasamos la noche embarcados como conté en otro quiere? Jesús les dice que adherirse «al que él ha enviado».
lugar. Pero la gente, saciada en su hambre inmediata, no Los judíos insisten: ¿Cuál es la señal? Pues sus padres tu­
se quedó contenta. Quería más. Al no ver a Jesús, se hizo vieron una muy clara en el desierto: el maná, el «pan del
con botes para, navegando, ir a buscarle a Cafamaún y al cielo». Jesús les saca del pasado y les remite al presente.
hallarlo le preguntan desde cuándo se encontraba allí. Ya no es Moisés, sino que «es mi Padre quien os ha dado
Jesús no respondió, porque se había ausentado adrede el pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que baja del
y les salió como tantas veces por la tangente, adivinándoles cielo y va dando vida al mundo».

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Las palabras vivas Las palabras vivas

Entonces le piden: Tenían hambre de algo más que de pan, pero querían más
- Señor, danos siempre de ese pan. pan, hartarse del amasado por hombres, no el pan-Jesús.
Deseaban un don suyo, pero no a su persona. Seguían dis­
Pedían sin saber lo que pedían.
tantes de Jesús, viendo al hijo del carpintero, no al Hijo de
Miró Jesús a la pobre gente que le rodeaba. Hombres Dios. Querían recibir, pero se negaban a amar.
y mujeres que-siempre piden pan y muchas veces lo quie­
ren sin trabajárselo. ¿No sería este el libertador esperado, Entonces Jesús les habló del Padre, la fuente de agua
el Mesías político, el que les iba a sacar para siempre de y pan:
apuros? - Todo lo que el Padre me entrega llega a mí, y al que
No olvidaré la firmeza con que el Maestro les contestó se acerca a mí no lo echo fuera, porque no estoy aquí bajado
lleno de energía: del cielo para realizar un designio mío, sino el designio
del que me envió. Porque es el designio de mi Padre, que
-Y o soy el pan de la vida. Quien se acerca a mí nunca
todo el que reconoce al Hijo y le presta adhesión tenga vida
pasará hambre y quien me presta adhesión nunca pasará
definitiva, y lo resucite yo el último día.
sed.
Quería decir que su origen no era meramente humano,
Jesús pan. Eso significaba tanto como comérselo, darle
pues todo brotaba de su unión con el Padre.
adhesión, convertirse en cierto modo en Jesús, porque el
pan que dura es el amor concretado en Jesús mismo como Solo recostado sobre el pecho de Jesús vislumbré este
don de amor. Los ojos anhelantes, las frentes sudorosas misterio.
bajo el turbante, las túnicas viejas, las arrugas de rostros Yo me perdía, en los latidos de su corazón, en el mar
prematuramente envejecidos, los niños raquíticos, los de su amor y por tanto en su más profunda identidad, su
jóvenes sin trabajo, las mujeres agotadas, los tullidos, los unión con el Padre. Dios, Jesús en mí, me situó fuera del
mendigos, el río de seres humanos en busca del mar. Todos tiempo, en la resurrección del último día que es posible
ellos recordaban haber oído en la sinagoga aquella frase ahora mismo.
del Eclesiástico: «El que me come tendrá más hambre,
Pero las palabras vivas de Jesús eran como piedras
el que me bebe tendrá más sed» (24,21). La vieja ley les
arrojadas al lago tranquilo de la ley establecida. Enseguida
dejaba insatisfechos como el agua del pozo de Jacob a la
llegaron a los fariseos y la yesca incendió la estopa. Aquel
samaritana. En cambio el don de sí mismo, comer a Jesús,
colma y prolonga el abrazo del hombre al hombre. sujeto, aquel predicador de pueblo, el hijo del carpintero, se
había atrevido a decir «yo soy el pan bajado del cielo». Para
Entonces Jesús añadió: ellos su pretensión, al señalar su origen divino, era del todo
- Pero os dije que me habéis tenido delante y que no inadmisible. Las aves carroñeras, alertadas por la gente,
creéis. acudieron. Siendo hombre, el galileo estaba usurpando el
Habían visto el prodigio y se habían quedado con el puesto de Dios. Como Nicodemo en un primer momento,
número de magia, con la señal en vez de con lo señalado. no podían en su mentalidad aceptar que el hombre pueda

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Las palabras vivas Las palabras vivas

tener un nuevo origen en Dios, un nuevo nacimiento. La donde se manifiesta el Espíritu. Con Jesús comprendí
piedra de escándalo estaba en la humanidad de Jesús, por­ que en su don no hay Espíritu sin el don de su carne. A
que ellos separaban al hombre de Dios. La ley les impedía través de ella Dios se ha hecho visible, historia, realidad,
ver a un Dios cercano. cercanía.
Jesús replica que dejen de criticar y les dice que «nadie Mi propia carne de niño de pecho en brazos de mi
puede llegar hasta mí, si el Padre no tira de él». madre, de juguetón por la playa, de adolescente en la barca
Solo el Padre puede empujar hacia Jesús, porque es de mi padre; esta carne decrépita de anciano en la soledad
su don. de Patmos, perseguida por el procurador romano; esta
Los fariseos creen en la resurrección. ¿Cuál era en­ carne que escribe en brazos de la noche, ha adquirido en
tonces el problema? mi amigo Jesús dimensión eterna, desde que él se hizo el
don del amor del Padre.
Para la escuela farisea la resurrección era la consecuen­
cia de cumplir unas normas. Jesús afirma que la resurrección Pero la carne escandaliza.
no depende de la observancia sino de la adhesión a él. Escandalizó a los judíos y sigue escandalizando a los
- Pues sí, os lo aseguro: el que cree posee vida defi­ que buscan un Dios del Sinaí aislado y entre las nubes.
nitiva. Mientras Jesús hablaba de pan, aún podían comprender.
E hizo ante sus ojos atónitos una declaración solem­ Pero la carne, ¡ah, la carne produce controversia!
ne: Discutían:
- Yo soy el pan de la vida. - ¿Cómo puede darnos a comer su carne?
Con el maná sus antepasados murieron. Jesús amplió entonces su discurso:
- Este es pan que baja del cielo para comerlo y no - Pues os lo aseguro: si no coméis la carne del Hijo del
morir. Hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros.
E insiste: Quien come mi carne y bebe mi sangre tiene vida definitiva
y yo lo resucitaré el último día.
-Y o soy el pan vivo bajado del cielo, el que come de
este pan vivirá para siempre. Separar carne y sangre era tanto como morir.
Y pronuncia la frase con mayor carga: Solo en el Gólgota contemplé cuanto ya había expre­
- Pero además, el pan que voy a dar es mi carne para sado en la Cena. Que él iba a dar su carne muriendo. Que
que el mundo viva. solo en ese momento, cuando su carne y su sangre llegaran
a ser separadas por la violencia del odio, quedaría patente
Solo la noche de su despedida vi todo el alcance de
la vida que había en él.
estas contundentes palabras de Jesús. El maná se convertía
en el cordero de Pascua. Él es un maná distinto en cuanto Así, arrimado a su pecho, escuché la liberación de un
bajado del cielo, unido al Padre. Pero es también carne nuevo Éxodo.

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Las palabras vivas Las palabras vivas

Si la carne del cordero pascual fue el alimento para la Reclinado en Jesús vi un pan partido y un vino derra­
salida de la esclavitud y su sangre liberó a los judíos de la mado crecer hasta alcanzar los confines del mundo.
muerte, ahora la carne y la sangre de Cordero no solo iban a Luego, cuando comí su carne y bebí su sangre, en­
liberar momentáneamente de la muerte, sino que nos harían tendí que somos comensales de Dios. Su pan era dulce y
saltar a otra dimensión, la de la vida definitiva. amargo a la vez, y el cáliz -aquel que dudaba si éramos
- . . .porque mi carne es verdadera comida y mi sangre capaces de beberlo- sabía a un trago de dolor y gloria. Al
verdadera bebida. apartarlo de mis labios y pasárselo a los demás supe que
Entonces vi sus manos sobre el pan y el vino en la uno no puede comer ni beber solo a Jesús, sino en con-vite,
umbrosa estancia bajo el parpadeo de las antorchas y'el compartiendo vida.
claror de luna en la definitiva noche de Nisán. Y vi el es­ Y desentrañé algunas de las palabras pronunciadas
tremecimiento de los discípulos y su asombro sobrecogido, aquella noche:
colgados de la emoción de las palabras de Jesús, que estaba - Que todos sean uno; como tú, Padre, estás en mí y
anunciando la separación de su carne y su sangre en el yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros, para que
convite de acción de gracias. el mundo crea que tú me enviaste.
Vi la fracción del pan de nuestras noches de mie­ Esa era la clave del pan de vida, del cordero sacrifi­
do en Jerusalén, Roma y Éfeso y las celebradas tras su cado, del agua que salta a la vida eterna.
resurrección. Vi a los de Emaús entusiasmados, cuando
- Yo les di la gloria que tú me diste para que sean uno
narraban la rojiza intimidad del crepúsculo en que le
como lo somos nosotros. Yo en ellos y tú en mí, para que
descubrieron al partir el pan, y volví a ver a Jesús en la
sean plenamente uno; para que el mundo conozca que tú me
pálida playa recién amanecida después de la noche sin
enviaste y los amaste como me amaste a mí. Padre, quiero
pesca dándonos de comer, dándonos de vivir, preguntando
sobre el amor. que los que me confiaste estén conmigo, donde yo estoy;
para que contemplen mi gloria; la que me diste, porque me
Parece de locos querer ser comido. amaste antes de la creación del mundo.
Pero solo los cuerdos no se dejan comer de los demás, Nos miró uno por uno. Sus ojos eran como el mar y
se protegen, se parapetan del amor. Parece de soñadores el fuego al mismo tiempo, como un atardecer de otoño,
ser alimento, no solo para subsistir, sino para alcanzar vida con un deje de niño indefenso y ardiente enamorado. Iban
definitiva. Nuestras comidas de acción de gracias, recordan­ a ser sus últimas palabras antes de ir al Huerto donde, tras
do las palabras de Jesús en los hogares de la comunidad, la oración de la angustia, Judas le entregaría.
en las chozas del campo, las reuniones de los arrabales o
Añadió:
las catacumbas de Roma, nos han dado fuerzas incluso
para morir como el Maestro. Prestó fuerzas al apedreado - Padre justo, el mundo no te ha conocido; yo en
Esteban y a mi hermano Santiago, cuando fue degollado cambio te he conocido y estos han conocido que tú me
por Herodes. enviaste. Les di a conocer tu nombre y se lo daré a conocer,

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..........................................................
Las palabras vivas Las palabras vivas

para que el amor con que tú me has amado esté en ellos y


yo en ellos.
Eran las últimas palabras, el testamento, la despedida,
el fin de la actividad de Jesús. Ahora su carne iba a ser
partida como el pan, y su sangre derramada como el vino.
Nos dejaba temblorosos ante la noche negra, pero temblan­ 11
do también de amor al mostrarnos y reconocernos como
pedazos de ese pan y uvas de ese mismo vino. La luz
Ahora, mientras escribo en esta isla, me siento palpitar
con el latido de todos los hombres que, aun sin darse cuenta,
son partes del Uno. Tenía los ojos claros y la mirada perdida. La primera vez
Jesús vino a despertamos a esa conciencia a través que vi a Alcimo, el hijo de Jasón, le invité a jugar. El sonrió
del amor. y extendió las manos perdidas para palpar el aire. Yo no
entendía.
Nos creemos dispersos y vivimos encerrados en una
personalidad, un individuo en competencia con otros. Jesús - ¡Es ciego, hijo! -susurró mi madre a mi oído con
muere y se reparte para que, comiéndole, adhiriéndonos una mezcla de temor y culpa.
a él, recobremos nuestra verdadera identidad: centellas de En mi alma sensible de niño, algo retraído y frágil,
su fuego, trigo o cebada de ese pan, uvas machacadas en todo dolor dejaba marca, surcos que solo el tiempo y mi
un mismo vino de amor. nueva manera de mirar el mundo me han hecho superar. Yo
El cielo, después de la tormenta, ha cobrado tonos no comprendía por qué Yahvé, el Dios de nuestros padres,
rojizos en Patmos. había permitido que Alcimo no pudiera disfrutar del mundo
multicolor que nos rodea.
Para mí esta noche no es una isla. Escucho el latir
del corazón de mi amigo que enciende mi alma en un mar ¿Hay algo más bello que mirar? -m e preguntaba-.
volcánico que va enrojeciendo el universo. Oír, oler es hermoso, sí, hasta tocar. Pero mirar es cabalgar
Soy porque él es y, por tanto, pedazo de Dios, chispa sobre el esplendor de la vida.
del único fuego. - Este niño se queda alelado a veces -comentaban sobre
Solo soy yo mismo cuando soy amor. mí mi madre y mi padre-; siempre está quieto y mirando.
¡Qué distinto a Santiago, que no hace más que saltar!
Y es que, ¿había algo más prodigioso que sentarse
frente al mar y observar cómo las aguas se tornasolaban del
malva al rojo en los atardeceres, cuando mi padre y mis tíos
regresaban de la pesca? ¿O contemplar el fuego chisporrotear
Las palabras vivas Las palabras vivas

en los rostros de mi familia y amigos durante los inviernos todos estos preceptos, rompiendo mi pacto, entonces yo os
detrás de la casa, sentados juntos y abrigados en el corral? ¿O trataré así: despacharé contra vosotros el espanto, la tisis y
ver al pozo copiar las estrellas durante las noches infinitas de la fiebre, que nublan los ojos y consumen la vida» (26,14).
Galilea? Un insecto, una flor, el salto de un pez, las risas de La ceguera entre ellas era quizás la peor maldición.
mi madre me dejaban extasiado y a veces hasta sin habla. Entonces no sabía de otra ceguera peor que la de los
Era como si Yahvé me gritara: «¡Mira, aquí estoy! ojos. Solo al lado de Jesús aprendí a entenderlo de otra
¿No me ves?». manera.
Por eso no podía comprender que Alcimo, tan dulce El último día de la fiesta de las Chozas, de la que ya
y callado, careciera desde que nació del don de la vista.'A he referido, después que Jesús gritara que él es la roca que
veces me sentaba a su vera y le describía pacientemente mana agua y añadiera que además es la luz y el portador del
la naturaleza: nombre de Dios, los fariseos se lanzaron furiosos contra él,
- ¿Sabes cómo es un pájaro, Alcimo? sin conseguir, como he narrado, llegar a lapidarlo. Salimos
a continuación del Templo y ya en la calle, de paso, Jesús
-N o .
se tropezó de pronto con un ciego de nacimiento, por cierto
- Mira, cógelo. bastante conocido en la ciudad y por los vecinos de aquel
- ¡Qué blando es! barrio. Era sábado.
- Sí, tiene la cabecita negra y el pecho blanco. ¿Ves? Entonces uno del grupo le hizo una pregunta a Jesús
Estas son las alas y este el pico. Toma, échale migas de de las que hacía tiempo a muchos de nosotros nos quema­
pan. Ahora está comiendo. Han venido otros, y picotean ban dentro:
nerviosos. ¿Los oyes? - Rabí, ¿quién peco?, ¿él mismo?, ¿o han pecado sus
Alcimo se reía viendo pájaros fantásticos y multico­ padres, para que haya nacido ciego?
lores en el espejo imaginario de su mente. Precisamente la cuestión que me había hecho desde
Mi madre me regañaba: niño.
- Juanito, no vayas con Alcimo. Jesús respondió:
- ¿Por qué, mamá? Es mi amigo. - Ni él ni sus padres han pecado.
- Es ciego. El o sus padres pecaron. Como siempre el Maestro rompía nuestros códigos y
La enfermedad para nosotros no era sino un castigo del superaba los tópicos establecidos del pasado. Estaba claro
Altísimo. Proverbios decía que el que se burla de su padre que para Jesús la enfermedad no es un castigo, sino una
y no obedece a su madre los cuervos le sacarán los ojos oportunidad, aunque podamos a veces ser responsables por
(30,17). Solo Yahvé puede devolver la vista (Sal 146,8) y nuestros descuidos y abusos del cuerpo.
abrir los ojos (Is 35,5; 42,6; 42,18). Tremendas las palabras - ...sino que tiene que manifestarse la gloria de
del Levítico: «Si no me obedecéis y no ponéis por obra Dios.

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Las palabras vivas Las palabras vivas

Era tanto como decir que Dios no es indiferente ante acudiera a lavarse a la piscina de Siloé, situada fuera de los
el mal. Como el tullido que había curado en la piscina de muros de la ciudad, donde se efectuaban los bautismos de los
Betesda y tenía treinta y ocho años, era un muerto-viviente. prosélitos paganos. Jesús pretendía con eso su colaboración
Jesús aludió a continuación a la noche que se aproximaba, personal, para mediante tal acto fortalecer su fe.
«su noche», pero aún era de día y el día era siempre luz,
El ciego de nacimiento dio un salto, corrió, y tras la­
una oportunidad:
varse en la «alberca del Enviado», que eso significa Siloé,
- Mientras estoy en el mundo, yo soy la luz del mun­ regresó dando brincos de alegría. La sorpresa cundió en
do. los presentes. Estaba como loco, ¡el ciego veía!
Lo dijo con la misma fuerza que habló del agua o'el Jesús sabía muy bien lo que acababa de hacer. Que el
pan.
alcance de aquel gesto era para los judíos un símbolo de la
Le miré. Estaba enhiesto. Le brillaban los ojos. Me liberación de la tiranía: «Salid, los que estáis en tinieblas,
pareció una antorcha llameante en medio de las tinieblas, venid a la luz».
la oscuridad de una gente opaca que solo ve lo inmediato,
Los vecinos, acostumbrados a verle pedir limosna, se
que se queda en la ley del sábado, que necesita echar culpas
quedaron atónitos, hasta el extremo de discutir entre ellos si
para explicar los aparentes absurdos de la vida.
aquel sujeto que ahora veía era el que ellos habían visto toda
Las palabras de Isaías parecían tomar cuerpo: la vida mendigar en una esquina u otro que se le parecía.
Yo, el Señor, Él, contundente, cortó la discusión:
te he llamado para la justicia, - Soy yo.
te he tomado de la mano,
La gente le preguntó que cómo se le abrieron los ojos
te he formado y te he hecho
y el ex invidente les contó que «ese hombre que se llama
alianza de un pueblo,
Jesús» lo había hecho. Pero en aquel momento el Maestro
luz de las naciones.
no estaba allí y los judíos preguntaron que dónde se hallaba.
Para que abras los ojos de los ciegos,
El ciego dijo que no lo sabía. Pero, como era sábado, los
saques a los cautivos de la prisión y de la cárcel
«observantes» de toda la vida lo condujeron a los fariseos.
a los que viven en tinieblas.
(Is 42,6ss) Estos reiteraron las preguntas sobre el modo como había
sido curado.
Entonces Jesús escupió en tierra, hizo barro con la saliva Conclusión de los maestros de la ley:
y le untó «su barro» en los ojos del ciego. Era el mismo barro
del Génesis, el barro del alfarero con que Dios nos moldea (Is - Este hombre no viene de parte de Dios, porque no
64,7) y la saliva, símbolo para nosotros de energía vital. No observa el sábado.
solo quería curar a aquel mendigo sino remodelarlo, recrear­ ¡Cuántas veces he visto en mi vida situar la norma por
lo, renacerlo como hombre nuevo. Luego le dijo al ciego que encima del hombre! Se refugian en los mandatos, hacen un

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Las palabras vivas Las palabras vivas

castillo con los preceptos, se protegen tras los barrotes de El ciego pone los hechos por encima de las teorías:
la ley, porque a la intemperie, sin corsés ni empalizadas, se - Si es pecador yo no lo sé; una cosa sé, que yo era
corre el riesgo de ser uno mismo. Nada importa si alguien ciego y ahora veo.
sufre o está perdido o no entiende.
Todas las leyes eran papel mojado ante el regalo es­
La ley impersonal es un muro que oculta a Dios. pléndido de Jesús.
Pero otro grupo de fariseos no acababa de entender Los hechos gritan: el ciego ve, los maestros están
«cómo un pecador puede hacer tales señales». Entonces ciegos. El mendigo no entra en teologías. Ha sentido en
aquellos hombres supuestamente sabios, tocados de ricos sí mismo el amor gratuito. Dios no es un nombre, ni una
turbantes, coloridas túnicas y presuntuosas filacterias, voI: letra sin vida, es una presencia que se ha manifestado en
vieron a interrogar al mendigo, en apariencia un harapiento Jesús. Pero los fariseos erre que erre, vuelven a preguntar
sin letras pero ahora con luz en los ojos. una y otra vez.
- Y tú, ¿qué dices del que te abrió los ojos? El hombrecillo se ríe en las barbas de sus interroga­
El hombrecillo no dudó: dores:
- Que es un profeta. -Y a os lo he dicho y no me habéis hecho caso. ¿Para
No sabía quién era Jesús, pero estaba convencido de que qué queréis oírlo otra vez? ¿Es que queréis haceros discí­
era un enviado de Dios y no tuvo miedo de afirmarlo ante los pulos suyos?
profesionales de la ley. Los fariseos, divididos y mosqueados, La ironía era una bofetada. Los sabios, los expertos,
ponían en duda que aquel hombre hubiera sido alguna vez los teólogos, los mandamases montan en cólera y le colman
ciego. Así que llamaron a sus padres, a los que les debieron de insultos.
temblar las piernas al pensar que les citaban los dirigentes, - Discípulo de ese lo serás tú, nosotros somos discí­
porque estos ya habían amenazado públicamente que quien pulos de Moisés. De Moisés nos consta que le habló Dios.
confesara a Jesús como Mesías lo expulsarían automática­ Éste no sabemos de dónde viene.
mente de la sinagoga. De modo que testimoniaron que su
Una vez más las tinieblas se negaban a recibir la luz.
hijo nació ciego, pero añadieron:
Preferían la norma segura, el pasado muerto, la letra estéril
- Cómo es que ahora ve, no lo sabemos. Preguntadle por encima del espíritu ante una evidencia aplastante. Con
a él, que ya es mayorcito para explicarse. la ley en la mano creen saber lo que Dios puede hacer o
Los enemigos de Jesús se quedaban sin argumentos no hacer. Pero Dios en la persona de Jesús crea siempre lo
para demostrar el fraude de la curación. De modo que vol­ nuevo, vuelve a romper códigos, se pone a favor de la vida.
vieron a llamar al ciego. Esta vez no se fueron con rodeos, No quieren reconocer el hoy de una renacida liberación.
unánimes le piden que reconozca ante Dios que Jesús es Se niegan a que aquel Dios que les sacó en su día de una
un pecador. Basados en la moral oficial, querían forzarlo esclavitud en Egipto pueda sacarles ahora de la tiranía de
a que reconociera en él a un trasgresor. la letra muerta.

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Las palabras vivas Las palabras vivas

El sentido común del ciego se impone en este diálogo La escena se me quedó grabada. El ciego de naci­
que recojo en detalle en mi evangelio. Vuelve a reírse de los miento no solo había recobrado la vista del cuerpo. Veía
fariseos con el argumento aplastante del amor a la vida. ahora con su alma.
- Eso es lo extraño, que vosotros no sabéis de dón­ Era vidente por renacimiento.
de viene y a mí me abrió los ojos. Sabemos que Dios no
Jesús lo resumió con estas palabras:
escucha a los pecadores, sino al que le respeta y realiza
su designio, a ese le escucha. Jamás se ha oído decir que - He venido a este mundo a abrir un proceso contra
nadie haya abierto los ojos a uno que nació ciego. Si este el orden este; así los que no ven verán y los que ven que­
no viniera de parte de Dios, no podría hacer nada. darán ciegos.
Rojos de ira, sus dedos acusadores emergieron de las Entonces me acordé de Alcimo, el niño ciego de mi
amplias bocamangas de sus túnicas. Las arcadas del templo infancia, dulce y silencioso como un higo maduro, que
retumbaron con sus gritos. en su invidencia veía pájaros más hermosos que los que
- Tú naciste lleno de pecado, ¿y quieres darnos lec­ yo podía ver con mis ojos de carne. Vi a Caifás y Anás en
ciones? ¡Fuera de aquí! la ceguera de un proceso que conduciría a la muerte del
inocente y a cuantos se cierran a la nueva libertad, incluso
El ex ciego se marchó tranquilamente. Poco le podía
arguyendo fidelidad a Dios o a sus dioses: su dios-ley, su
importar lo que mascullaran aquellos maestros. Él gozaba
dios-dinero, su dios-poder, su dios-estómago. Y a todos los
de la algarabía de los colores. Podía ver sus túnicas, la be­
pequeños y pobres de este mundo capaces de ver con otros
lleza de una mujer, la sonrisa de su madre, a los chiquillos
ojos escrutadores, los del alma.
jugar en la plaza, al sol brillar en la cúpula del templo. Sabía
ahora de qué color verdiplata son los olivos, el púrpura y La luz es el resplandor de la vida y brilla en las ti­
el violeta en los tejidos del tenderete del mercado, y el rojo nieblas.
vino escanciado sobre el barro. Pero sobre todo el despertar El hombre siempre ha anhelado la luz, pero la huma­
de su vista había agudizado su mirar interior. nidad prefiere las tinieblas, la oscuridad de sus raquíticos
Jesús lo sabía y cuando se hizo el encontradizo con él deseos. Jesús es la luz del mundo. Creer en Jesús, darle
en una calle jerosolimitana, le pregunta sin rodeos: nuestra adhesión, es ponerse del lado de la verdad y la luz,
- ¿Crees en el Hijo del Hombre? que es la vida frente a la tiniebla de la muerte. Rechazar la
luz es tanto como negarse al amor. Es la noche del calvario
El ciego no sabe quién es, pero desea saberlo:
donde imperó el odio, el egoísmo, el parapeto de los que
- ¿Quién es, Señor, para que crea en él? buscan defender su patrimonio de poder y orgullo en lo
- Lo has visto: es el que está hablando contigo. establecido con letra yerta.
- Creo, Señor -respondió postrándose ante Jesús. ¡Oh Jesús, antorcha de mi vida, dame tu luz! Ahora
La luz de fuera se había fundido con la luz de dentro se apagan mis pupilas con la ancianidad, pero puedo
en una sola luz. verte, como aquella noche bendita de la cena. Tú, con

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Las palabras vivas Las palabras vivas

poco más de treinta años, yo frisando los dieciocho. Mi


cabeza ensortijada sobre tu pecho joven. Al cerrar mis
ojos reclinado en ti, vi una luz cegadora que abre ojos,
una luz que rompe límites y describí en mi «libro de las
Revelaciones»:
«A su luz caminarán las naciones, y los reyes del 12
mundo le llevarán sus riquezas. Allí no habrá noche. No les
hará falta luz de lámpara ni luz del sol, porque los ilumina
el Señor Dios, y reinarán por los siglos de los siglos» (Ap
El Mesías
21,24; 22,5).
Mi lámpara eres tú.
Para acarrear el pescado mi padre tenía un borrico al que le
«Tú, Señor, enciendes mi lámpara, tú iluminas mis
había puesto por nombre Balaán, como el dueño del asno
tinieblas» (Sal 18,29). «Y en medio de las lámparas vi una
de la Biblia. Nuestro Balaán, como todos los burros del
figura humana, vestida de larga túnica, el pecho ceñido de
mundo, era manso, sumiso y paciente como un esclavo.
un cinturón de oro» (Ap 1,13). «La ciudad no necesita que A mí me daba pena cuando lo azotaban para que corriera
la ilumine el sol ni la luna, porque la ilumina la gloria de
más, y al rebuznar quejándose me miraba con una dulce
Dios, y su lámpara es el Cordero» (21,23). «Allí no habrá serenidad que me ha costado encontrar en no pocos seres
noche. No les hará falta luz de lámpara ni luz del sol, por­ humanos. Quizás porque nos habíamos hecho amigos y
que los ilumina el Señor Dios, y reinarán por los siglos de me encantaba jugar con él y hacerlo trotar por la orilla del
los siglos» (22,5).
Tiberíades, mientras mi padre gritaba:
Me tiembla el pulso de escribir, necesito descansar. - No juegues con el burro, Juan, que tiene que tra­
En Patmos el silencio es tan perfecto que llega el lejano bajar.
rumor del mar. Me asomo a contemplarlo intermitente­
- Solo es un rato, padre, enseguida lo dejo.
mente iluminado por una luna que se oculta y reaparece
entre nubes, para recordarme ese diálogo entre la luz y las Mis amigos y yo jugábamos a que Balaán era un cor­
tinieblas que es la tarea de vivir. cel blanco y que yo sobre él era el Mesías que tenía que
venir, levantar al pueblo y liberarlo de los romanos. Pero,
Creemos ver y no vemos hasta que dejamos de ver.
cuando lo desmontaba y cansado me sentaba en la hierba,
Como el pequeño Alcimo, mi compañero de juegos de
con el azul del mar entrevisto en el ramaje de la costa,
infancia. ¿Qué habrá sido de él?
el borrico me miraba con sus ojos de cristal inexpresivo,
como diciéndome: «¿Qué te habrás creído tú, chaval?». Y
entonces yo me reía y acariciaba su panza peluda, blanca
y gris, porque sabía que le gustaba.

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Las palabras vivas Las palabras vivas

Una noche le pregunté al rabino de Betsaida: Yo le miraba extasiado como si estuviera presenciando
- Rabino, ¿quién era Balaán? la escena.
El rabino se mesó su blanca barba y respondió son­ - Pues, ni corto ni perezoso, dio un rebuzno, se desvió
riente a mi pregunta. del camino y tiró campo a través. Entonces Balaán le dio
de palos para que regresara al camino. Y hete aquí que, de
- Cuando nuestro pueblo se estableció en tierra
nuevo en el sendero, al llegar a un lugar en que se estre­
amorrea, los israelitas andaban en guerras de aquí por
chaba el paso entre viñas con dos cercas a ambos lados, el
allá, con Moisés al mando, y llegaron hasta la estepa de
ángel de la espada aparece otra vez. El borrico, al verlo,
Moab, al otro lado del Jordán, frente a Jericó. La gente
de aquellas tierras tenía mucho miedo porque había visto se arrimó a la cerca, pillándole la pierna a Balaán contra la
cómo Israel había vencido a los amorreos. Su rey, que se tapia, que le volvió a azotar al jumento para que avanzara.
llamaba Balac, pensó que nuestro pueblo, tan numeroso, El camino se hizo más angosto aún, tanto que ya no había
podía acabar con el suyo, y acudió a un vidente o profeta posibilidad de desviarse ni a izquierda ni derecha. Enton­
que se llamaba Balaán para que maldijera a ese pueblo ces, cuando el borrico vio al ángel, optó por tumbarse con
tan peligroso que había salido de Egipto. Balaán, que Balaán encima. El vidente, indignado se puso a golpearlo.
poseía el don de comunicarse con el creador, les dijo a Y entonces ocurrió algo sorprendente.
los emisarios de Balac que durmieran allí aquella noche, - ¿Qué, maestro?
que él les notificaría lo que Yahvé le dijera. El rabino abrió descomunalmente sus ojos.
- ¿Y qué dijo Dios?
- ¡Que el burro habló, Juan!
- Yahvé respondió: «No irás con ellos ni maldecirás
-¿ S í?
a este pueblo, que es bendito».
- Como te lo cuento. Dios abrió la boca del asno, que
Por tanto Balaán se negaba a ir con Balac y su gente,
le dijo a Balaán: «¿Qué te he hecho para que me golpees
que tenían miedo de los israelitas. No aceptó ni oro ni plata,
por tercera vez?». Balaán le contestó: «Que te burlas de mí.
sino que preguntó la noche siguiente otra vez a Dios qué
Si tuviera a mano un puñal, ahora mismo te mataría». El
había de hacer. Esta vez el Señor le respondió que fuera
borrico replicó: «¿No soy yo, tu burro, el que montas hace
con aquellos hombres, pero con la condición de hacer en
tiempo? ¿Me solía portar así contigo?». Su dueño contestó:
su momento lo que él le dijera.
«No». Entonces Dios abrió los ojos a Balaán, que vio al
- ¿Y qué tiene eso que ver con el burro? ángel del Señor de rodillas plantado en el camino con la
- Espera, Juan, ten paciencia. Ahora viene. Balaán se espada desenvainada y postrado ante él.
levantó muy tempranito, aparejó su borrico, aunque creo - ¿Y qué quería el ángel del Señor? -pregunté intri­
que era borrica, y se fue montado en él con los jefes de
gado.
Moab y un par de criados. De pronto apareció un ángel del
Señor cerrándole el paso con la espada desenvainada. ¿Y - Le regañó por golpear a su burro y le explicó que
qué crees que hizo el burro? había salido a hacerle frente porque seguía un mal cami­

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Las palabras vivas Las palabras vivas

no. Y que, si el burro no se hubiera apartado, él le habría radiantes en medio de la muchedumbre, a aquel soberano de
matado, dejando a la acémila con vida. Balaán reconoció paz, que cumplía una profecía:
entonces su pecado y se mostró dispuesto a regresar a su
casa. Pero el ángel le indicó que siguiera adelante con tal No temas, joven Sión:
de que hiciera la voluntad del Señor. Mira que llega tu rey
- ¿Y cuál fue la voluntad del Señor? cabalgando una cría de borrica.
- Que bendijera al pueblo de Israel en vez maldecirlo.
Pero has de saber, querido Juan, que esto no es un cuento, Pedro me echaba miradas cómplices, como diciéndome:
sino una historia que está en nuestros libros sagrados. Lo «Ya está, ya ha llegado la hora». Una hora por cierto muy
tienes en el libro de los Números (22,lss). Y no es el único distinta de la que pensábamos. En todo caso aquella entrada
lugar donde un burro es alabado; el profeta Isaías dice: no tuvo nada de los lujos propios de desfiles de los reyes, ni
«El asno conoce el pesebre de su dueño, pero Israel no me los blancos caballos ricamente enjaezados que soñábamos
conoce, mi pueblo no recapacita» (1,3). de niño, con su guardia principesca, ni una exhibición de
lanzas ni espadas. Sobre un borrico rural, como el de mi
Desde entonces yo aprecié mucho más a mi burro y
casa, engualdrapado con el propio manto de Jesús, entraba
abrigaba la esperanza de que quizás me hablara alguna
él como lo que siempre había sido, un mesías de paz, un
vez. Pero nunca salía de su manso silencio, con ese aire
de filósofo indiferente y su aguante sin límites. Aparte de caudillo de pobres, un predicador de pueblo.
que me iba haciendo mayor y la faena de la pesca me fue El Messias hebreo, o Khristos, como lo llaman los
apartando de mis juegos, nunca volví a montarlo imagi­ griegos, era para nosotros el ungido, el consagrado o el
nando que era el caballo del libertador de Israel. Y, cuando, bassileus, el rey. Desde que Juan Bautista rehusó atribuirse
con las alforjas de pescado para llevarlas a salazón, se me el título y en el primer encuentro del Jordán pensamos en
ocurría preguntarle al asno por mis dudas, nunca abrió la él, en nuestra conciencia luchaban siempre las ideas que
boca si no era para rebuznar, hasta que un día llegué a la teníamos del Mesías. La esperanza mesiánica nacía de lo
conclusión de que el burro de Balaán, no era otra cosa que más hondo de la desesperación del pueblo judío, como
la propia conciencia del profeta. puede notarse al leer el Libro de Isaías. El Mesías había de
Cuando caminábamos junto a Jesús, vimos muchos ser un rey descendiente de David, nacido en Belén, enviado
borricos en el campo y todos me recordaban a Balaán. Pero por Yahvé para restaurar el reino perdido de Israel y servir
ninguno tanto como el que montó el Maestro el día de su de guía a toda la humanidad.
entrada triunfal en Jerusalén. Era manso y gris. Al plateado No todos los judíos interpretaban su aparición de la
agitar de los olivos se unieron a su pausado caminar entre la misma manera. A diferencia del pacífico mesianismo del
multitud cientos de palmas aquel día memorable en que el libro de Isaías, los esenios del Mar Muerto, integrantes de
sol estallaba sobre los muros de la ciudad, que irrumpió en una comunidad que había sido influida por el zoroastrismo
hossanas y aclamaba a su rey. Los discípulos abríamos paso, y que existió antes de que el Señor viniera, creían que un

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Las palabras vivas Las palabras vivas

Hijo de la Luz libraría a Israel del yugo del opresor de tumo - A mí me conocéis y sabéis de dónde vengo. Yo no
-los romanos- en una guerra sangrienta en la que morirían vengo por mi cuenta, sino que me envió el que es veraz.
todos los gentiles, así como los judíos que no obedecieran Vosotros no lo conocéis; yo lo conozco porque procedo de
los mandatos del Señor tal como los expresaba la secta. él y él me envió (7,28).
El Libro de Zacarías, redactado en una época más La alarma de los fariseos estalla cuando barruntan la
cercana a la de Jesús, ya habla de un profeta que se queda posibilidad de que el pueblo reconozca a Jesús como el
solo, y que por orden divina se ve obligado a ser un pastor auténtico Mesías, lo que pondría en peligro su hegemo­
indigno y sumergirse en la ignominia, haciéndose cargo de nía, que ejercían a través del cumplimiento literal de la
los pecados de todos por puro amor de Dios. Su fracaso y ley; hasta llegar a decretar que quien lo reconociera como
sacrificio prepararía el camino al arrepentimiento general, tal sería excomulgado, que es lo que puso nerviosos a los
en un terrible marco de ruina para Israel. Pero la gente en padres del ciego de nacimiento.
todo caso esperaba un mesías de carne y hueso, un hombre Tardamos en darnos cuenta de que las verdaderas
líder del pueblo y libertador político. señales de Jesús no eran sus milagros, sino sus obras, en
Por donde pasábamos, al ver sus prodigios, todo el una palabra, la presencia en él del Padre y su acción a favor
mundo se preguntaba si Jesús era o no el que había de del hombre.
venir. Los dirigentes le instaban a que se definiera como Un momento clave para entenderlo fue su compare­
Mesías. Jesús prefería la expresión de «Hijo del Hombre», cencia frente a Pilato.
aunque también le gustaba identificarse con «el esposo»,
Todo el mundo sabe que Judea pertenece a la provincia
«el consagrado por Dios», en cuanto había sido elegido y
consular de Siria y que el gobernador romano está encarga­
ungido para una misión o, como hemos visto «el pastor»
do de administrar las finanzas y la justicia, además de ser
bueno del pueblo. Más que Mesías prefería el «yo soy». El
responsable del orden social de la región. Poncio Pilato,
no se apoyaba en una ley ni se presentaba como un legisla­
del orden ecuestre, era el quinto gobernador de Judea, que
dor, sino como un salvador desde el corazón del hombre,
sucedió a Valerio Grato y tenía a sus órdenes un numeroso
el portador del Espíritu, que él va a liberarlo de sí mismo,
destacamento militar, compuesto por unos setecientos hom­
naciendo de nuevo, gracias a sus enseñanzas de Maestro,
bres. Solía residir de forma habitual en Cesarea Marítima,
como le nombró incluso el fariseo Nicodemo.
pero con ocasión de las fiestas del templo, que congregaba
Lo más fuerte ocurrió cuando abiertamente declaró a millares de peregrinos, acudía a Jerusalén y se instalaba en
que se presentaba como alternativa al templo. La gente el palacio de Herodes, que, al convertirse en residencia del
empezaba a dudar, porque no lo veían como descendiente gobernador, tomaba el nombre de Pretorio. Pilato, siguiendo
directo de David y los sacerdotes argüían que de Galilea no su costumbre de despachar temprano, entre las seis y las siete
podían salir profetas. Hasta que comprendí que el origen de la mañana, recibió al amanecer del viernes la delegación
terreno de Jesús era secundario, pues su verdadera proce­ del Sanedrín que traía a Jesús, tras la angustiosa noche ante
dencia está en el mismo Dios: Anás y Caifás.
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Las palabras vivas
Las palabras vivas

Amanecían pues envueltas de polvo dorado las cúpulas - ¿Dices esto como cosa tuya o te lo han dicho otros
y azoteas de la ciudad santa, abarrotada para la Pascua, y un de mí?
bullir de mercaderes montaban aquí y allá sus mostradores - ¿Acaso soy yo judío? Tu propia nación y los sumos
en las calles, cuando Jesús fue conducido frente al poder in­ sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué has hecho?
vasor y pagano. La delegación del Sumo Sacerdote no quiso La respuesta de Jesús comienza por iluminarnos sobre
entrar en el recinto para no contaminarse, pues si contraían
su mesianismo, su reino:
impureza, no podían celebrar la fiesta. En realidad la antigua
celebración que recordaba la liberación del pueblo de la - Mi reino no es de este mundo; si mi reino fuera de
esclavitud se había convertido para ellos en un mero rito. este mundo, mis soldados habrían peleado para que no me
entregaran a las autoridades judías. Ahora bien, mi reino
Pilato salió fuera y miró a Jesús.
no es de aquí.
Aquel personaje no tenía aspecto de revoltoso y menos
No, su reino no es de aquí.
de delincuente. Le preguntó sobre la acusación formal que
presentaban contra él. Ante el gobernador lo acusaron al No pertenece a este orden, el de un sistema injusto
principio de «malhechor». Pilato, que sabía quién era el que oprime al hombre y se basa en el valor supremo del
nazareno, intentó primero quitárselo de en medio y despa­ dinero, el poder y la fuerza. Su reino en cambio rechaza
chárselo a los judíos para que lo juzgaran conforme a su la violencia y se construye en el servicio y el amor. Ca­
ley. Argüyeron que ellos no podían matar a nadie, con lo rece de soldados y fronteras, de palacios y fortalezas, de
que estaba claro que, aparte de carecer de facultad jurídica oficinas y cuarteles. Por eso Jesús abortó el intento de
para condenar a muerte, más que juzgarlo lo que querían violencia de Pedro en el Huerto y le dijo en otra ocasión
directamente era matarlo. a sus enemigos: «Vosotros sois de abajo, yo soy de arriba;
vosotros sois de este mundo, yo no soy de este mundo».
Brillaron en el aire el anillo del gobernador y los cas­ La realeza de Jesús pertenece a la esfera del Padre y el
cos de los soldados cuando indicó a Jesús que entrara en Espíritu, un reino que por amor comunica vida. Además él
el pretorio para interrogarle. Representante de un imperio, se nos presentaba como un Mesías que no iba a imponer
de otra raza, de un panteón de dioses ridículos caprichosos,
su reinado, sino a ofrecerlo libremente.
frente al Dios único de Israel, nunca entendió a nuestro
pueblo, y se desconcertaba al reprimirlo con armas y La respuesta descolocó a Pilato. En sus parámetros
comprobar que muchas veces los judíos le respondíamos imperialistas no cabía un rey sin ejército que no quiera
sin violencia. Su torpeza se puso de manifiesto años des­ imponerse por la fuerza.
pués cuando ahogó en sangre una revuelta de campesinos - Luego, ¿tú eres rey?
samaritanos en el Garizín. - Tú lo dices, yo soy rey: para esto he nacido, por
La primera pregunta del interrogatorio fue al grano: eso he venido a este mundo, para dar testimonio en favor
- ¿Tú eres el rey de los judíos? de la verdad. Todo el que pertenece a la verdad escucha
Jesús le contestó con otra pregunta: mi voz.

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Las palabras vivas Las palabras vivas

No dice que es «rey de los judíos», ni «el rey» sin más; te ruego que los lleves del mundo, sino que los guardes
sino «yo soy rey», pues no ha venido como Mesías de Israel, del Perverso» (17,15).
sino como liberador del hombre, de todo hombre. Nuestra comunidad, que está en medio del mundo,
Cualquiera está invitado a «nacer de arriba», cual­ no es un refugio que nos invite a evadimos de la histo­
quiera, incluidos cojos, ciegos, leprosos, pecadores, los ria, protegemos con unas normas de los otros y nuestros
más desheredados de este mundo, puede participar de esta propios miedos, sino que, en volandas del Espíritu, se
nueva estirpe real y convertirse en hombre libre, hijo de realiza aquí y ahora en favor de gente de carne y hueso, y
Dios, dueño de la creación y del don de su amor, más allá ha de provocar, como acabamos de vivir en las recientes
incluso de la muerte. persecuciones de Roma, hostilidad por parte de un orden
Mi amigo, maestro y Señor, no había venido a do­ contrario a tu verdad.
minar o gobernar, sino a dar testimonio de la verdad. La Tu verdad me quema con el calor de tus entrañas divinas
espada, el cetro, la corona de este rey no son otros que la para la realización de un proyecto creador, frente a los que
verdad a secas. ¿Qué verdad? La de Dios, la del Espíritu, se mueven por el miedo y las ambiciones de aquí abajo.
no una verdad abstracta, conceptual. No una ristra de No quieres que luchemos contra la opresión con ejér­
ideas, sino una vida que es luz, que se ha realizado pri­ citos y espadas, violencia contra violencia, sino a través
mero en él mismo y culmina en su «hora», la de la cruz, de la liberación de toda esclavitud, realizando «las obras
manifestación cumbre del amor gratuito que es entregar del Padre» (10,37), lo que nos permite descubrir dentro de
la vida. En última instancia no hay otra verdad para Jesús nosotros la fuerza de la libertad, e introducir en la historia
y para nosotros, sus seguidores, que ese amor gratuito y la justicia (17,14.16).
fiel (15,13; 1,17).
Pilato sonrió escéptico:
Oh pálpito de la verdad, latido del amor más gratis y
- ¿Qué es la verdad?
auténtico, ¿por qué a veces me olvido de ti? ¿Por qué me
refugio en la mentira de la apariencia, en la fugacidad de Acostumbrado a las discusiones filosóficas y políticas
lo visible, sin ahondar en lo invisible que oculta todo lo de las ágoras y foros romanos, pertenecía a un imperio
visible? que, a diferencia de los griegos -más preocupados por la
sabiduría y el arte-, se había volcado en la praxis del poder:
4, ¿Por qué los judas de siempre siguen en busca de
conquistar con sus legiones el mundo conocido.
treinta monedas y de graneros que se corroen, su verdad
identificada con el poder, el éxito, la fama, la belleza Pilato era un escéptico. ¿A cuántos he encontrado por
perecedera? En el latir de tu corazón, en la intimidad el mundo en mi larga vida? Los romanos se contentan con
de tu pecho, sentí la verdad de Dios hecha carne en este «pan y circo» y sus dirigentes con el orgullo, el poder y
mundo. Porque, como le dijiste a Pilato, para esto has las riquezas. Nuestro mundo está sembrado de verdades
venido a este mundo, porque tu verdad se realiza en la raquíticas a la medida de los pequeños deseos y placeres
historia humana, porque como nos dijiste en la cena: «No a corto plazo.

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Las palabras vivas Las palabras vivas

El desenlace de aquella sangrienta pantomima de responder a tu llamada, que tu reinado solo significa liber­
circo lo conocéis. Pilato no encuentra culpa. Opta enton­ tad, amistad, amor.
ces por otra vía para liberarlo, ofrecer a los sacerdotes ¿Qué puede sentir un discípulo amado al ver así a
el privilegio de soltar a un reo por Pascua. Les propone su amigo escarnecido y humillado? Corría sangre por sus
la disyuntiva entre Jesús y Barrabás. Pero los dirigentes mejillas y tenía inflamado el rostro de bofetones y cubierto
judíos consideraban más peligrosa la liberación de Jesús de salivazos. Era solo el comienzo de lo que iban a llegar a
que la de un bandido, un revoltoso violento como Barra­ hacer con el hermoso cuerpo de Jesús. El pueblo pudo ver
bás. La paz y amor de Jesús podían desbaratar su tinglado, a su Mesías, su rey así coronado y ornado de púrpura.
las armas de la violencia entraban en el ámbito previsible
La estrategia de Pilato no dio resultado. Pensaba que
en que se movían.
con mostrar a los judíos aquella caricatura de rey tendrían
Oculto entre unas columnas del pretorio, vi a mi rey. bastante. Fuera, ante la multitud, dijo Poncio Pilato aquella
Los soldados habían escuchado que aquel facineroso era frase definitiva:
un pretendiente al trono. ¡Menudo rey de los judíos! Vi
- ¡Mirad al hombre!
como trenzaron una corona de espino y se la pusieron en la
cabeza y le vistieron con un manto color púrpura, mientras Gritaba que aquel era «el hombre» en cuanto tal, el
le abofeteaban diciendo: máximo proyecto de humanidad.
- ¡Salve, rey de los judíos! Por primera vez alguien proclamaba qué es ser de
¿Por qué permites, Maestro, que se rían de tu realeza? verdad hombre.
¿Qué es ser hombre? Es ser rey, a eso está destinado
Un rey del escarnio, un reinado al revés, lo contrario
por Dios, gracias al Mesías que él ha enviado al mundo.
al ideal davídico y mesiánico de nuestro pueblo. ¿Qué
No hay dignidad superior a esta. Los soldados, sin saberlo,
pretendías? A tu luz comprendí que quisiste dejarte escar­
necer como rey del orden este, para demostrar que esa no han ido despojándole de todo lo que es la falsa dignidad de
es tu realeza, que es precisamente la que quieres derribar, este mundo para dejar al descubierto al Hombre, que no es
que tu señorío nada tiene que ver con este mundo. Que no otra cosa que ser libre, rico en amor hasta entregarse del
te interesa el dominio sino una dimensión nueva, la del todo cuando sea levantado en tierra. Un mesianismo que
servicio por amor. Empezabas a convencernos que en tu la muchedumbre no puede entender. Ahora el Hombre será
cruz no habrá rey con más oprobio, pero al mismo tiempo también el blanco de su odio.
un rey más convincente que el pastor que da la vida por sus Los dirigentes no pueden soportar al que derriba la
ovejas, del amigo que se entrega a los amigos. mentira de su sistema. La tiniebla no acepta la luz.
Oh, amigo, qué difícil era para mí y mis compañeros - ¡A la cruz! ¡Mándalo a la cruz!
entender que pretendías subvertir los valores, que eres un Pilato se inhibe al encontrarlo jurídicamente inocente
rey que no deseas someter a ningún hombre, ni machacarlo y, exasperado ante sus intentos de salvarlo, se lo entrega.
con leyes y preceptos, sino invitarlo a escuchar tu voz y
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Y ellos contra la ley de Moisés de «no matarás», piden


la aniquilación del libertador, porque «se ha proclamado
Hijo de Dios». Por ser Hombre es Hijo de Dios. Pilato lo
define como Hombre, los judíos Hijo de Dios, porque un
hombre que se proclama tal es un blasfemo. No pueden
tolerar que el Mesías Hijo de Dios se identifique con el 13
Hombre.
En aquel momento la gloria humana era destruida y La vida
brillaba como nunca el amor de Dios.
Escribí que «cuando Pilato oyó decir aquello, le entró
más miedo». Las autoridades judías, al mencionar el aspec­ Una tibia tarde de otoño estaba jugando a tirar piedras al
to religioso, llegaron a ser más fuertes que Pilato. lago con mis amigos. El juego consistía en lanzar cantos
Yo, al cabo del tiempo, pues en aquel momento no rodados sobre la superficie del mar de Galilea a ver quién
podía salir de mi angustia, he comprendido la verdadera conseguía llegar más lejos y ser más diestro para que la
grandeza del hombre. piedra diera mayor número de saltos. De pronto oí a mi
En la cruz, contra la voluntad de los sacerdotes, apare­ padre, que me llamaba a gritos:
cerá su título de rey. Y todo hombre será rey, no porque lo - ¡Juan, corre, ven aquí enseguida!
proclamen así sus semejantes, sino porque sepa entregarse a Algo raro sucedía en casa. De todas partes del
sí mismo y así llegue a hacerse en plenitud hijo de Dios. pueblo subía gente cuchicheando y compungida, mientras
- ¡Mirad a vuestro rey! -dirá Pilato, tras forcejeos con se oían alaridos, como lamentos.
los sacerdotes que llegan a invocar la autoridad del César. - Mira, hijo, ya sabes que la abuelita estaba muy en­
En esta noche de Patmos te veo, Señor, colgado como ferma. Hace un rato que Yahvé se la ha llevado al seno de
el prototipo de Hombre, el Mesías, el Hijo de Dios, y me nuestro padre Abrahán.
refugio en tu pecho para liberarme de mi noche, de todas Una enorme angustia, como una argolla de hierro,
las noches del mundo. Perseguido por Roma y desterrado atenazó mi garganta y me quedé pálido, sin respiración,
a esta isla, cuando el dolor me oprime, me acuerdo de antes de que pudieran aflorar las lágrimas acongojadas
Balaán y escucho a mi burro interior recordándome que, desde mi estómago.
por mucho que me equivoque en mi camino, cada vez más - No llores, hijo mío. Ya sabes que era muy mayor.
estrecho, no hay maravilla mayor, desde que Jesús vino a Así es la vida. Todos algún día hemos de morir.
este mundo, que esta de ser hombre. Desde entonces el
despojo es riqueza, la noche día y la debilidad grandeza. La abuela Salomé era una mujer alta y vivaracha, muy
Soy hombre, destino de un Dios. alegre, que se reía de su sombra. Siempre me guardaba
dulces en su faltriquera y me decía:

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- Juanito: tú andando el tiempo serás un hombre de «La mano del Señor se posó sobre mí y el Señor me lle­
Dios y escribirás hermosos papiros que leerá mucha gen­ vó en espíritu, dejándome en un valle todo lleno de huesos.
te, ya verás. Pero tienes que ser menos respondón, ¿eh? Me hizo pasarles revista: eran muchísimos los que había en
¡Hay que ver el carácter que tiene esta criatura! Como tu la cuenca del valle; estaban resecos. Entonces me dijo:
hermano. No hay duda de que los dos sois Zebedeos de - Hijo de Adán, ¿podrán revivir esos huesos?
pies a cabezas
Contesté:
Entré en la casa de la mano de mi padre. Las muje­
res habían lavado el cadáver, que ya estaba envuelto en - Tú lo sabes, Señor.
sudarios; la estancia estaba impregnada de un perfume Me ordenó:
barato. Dos músicos del pueblo hacían desafinar sus - Conjura así a esos huesos: huesos calcinados, escu­
pífanos y las plañideras cumplían de mala gana con su chad la Palabra del Señor. Esto dice el Señor a esos huesos:
trabajo, clavando estentóreos quejidos en el aire. ¿Para Yo os voy a infundir espíritu para que reviváis. Os injertaré
qué hacen esa comedia?, me preguntaba, cuando lo que yo
tendones, os haré criar carne; tensaré sobre vosotros la piel
quería era silencio para recordar las risas de mi abuela, su
y os infundiré espíritu para que reviváis. Así sabréis que
cabeza blanca o cómo me hacía cosquillas con una rama
yo soy el Señor.
de olivo detrás de las orejas.
Pronuncié el conjuro que se me había mandado, y
Lo que yo quería, ante el primer cadáver de mi vida,
mientras lo pronunciaba, resonó un trueno, luego hubo un
era explicarme por qué antes a mi abuela le brillaban los
terremoto y los huesos se ensamblaron, hueso con hueso.
ojos y ahora parecía una muñeca de trapo, arrojada en
Vi que habían prendido en ellos los tendones, que habían
el lecho sin expresión, sin aliento. Mi padre solía recitar
criado carne y tenían la piel tensa; pero no tenían aliento.
aquello de: «¡Oh muerte, qué amargo es tu recuerdo para
el que vive tranquilo con sus posesiones, para el hombre Entonces me dijo:
contento que prospera en todo y tiene salud para gozar - Conjura al aliento, conjura, hijo de Adán, diciéndole
de los placeres!» (Eclo 41,1). «Hasta las más grandes al aliento: Esto dice el Señor: Ven, aliento, desde los cuatro
fortunas -decían- se esfuman como heno». Y yo me pre­ vientos y sopla en estos cadáveres para que revivan.
guntaba en aquel despertar a los enigmas qué hay detrás Pronuncié el conjuro que se me había mandado. Pe­
de esa negra puerta, cuando el impulso vital se escapa netró en ellos el aliento, revivieron y se pusieron en pie:
como un pájaro del cuerpo. era una muchedumbre inmensa.
Angustiado con el pensamiento de la muerte, acudí Entonces me dijo:
una vez más al viejo rabino, que intentó consolarme:
- Hijo de Adán, esos huesos son toda la Casa de Israel.
- ¡Ay, Juan, siempre tan preocupado! Anda, ven, que Ahí los tienes diciendo: Nuestros huesos están calcinados,
voy a leerte un pasaje de Ezequiel. nuestra esperanza se ha desvanecido; estamos perdidos. Por
Me senté en el suelo y escuché atentamente: eso profetiza diciéndoles: Esto dice el Señor: Yo voy a abrir

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vuestros sepulcros, os voy a sacar de vuestros sepulcros, - ¡Nuestro hermano se nos va! Hay que hacer algo.
pueblo mío, y os voy a llevar a la tierra de Israel. Sabréis Sabían cómo Jesús curaba a los enfermos y pensaron:
que yo soy el Señor cuando abra vuestros sepulcros, cuando ¿No podría hacer lo mismo por su gran amigo Lázaro? Por
os saque de vuestros sepulcros, pueblo mío. Infundiré mi eso decidieron mandarle recado cuanto antes, un mensaje
espíritu en vosotros para que reviváis, os estableceré en bien corto y elocuente: «Señor, mira que tu amigo está
vuestra tieríá y sabréis que yo, el Señor, lo digo y lo hago enfermo».
-oráculo del Señor-» (37,lss).
Yo me encontraba junto a Jesús cuando le llegó la
- ¿Los huesos secos volvieron a vivir? Pero a mi noticia. La palabra «amigo» significaba mucho para él. A
abuela la han enterrado -sollocé. nosotros, sus discípulos, nos llamaba amigos, mucho más
- Sí, Juan, ya está en el seno de Abrahán. Eso que te que discípulos o siervos (15,15). Sabíamos además cuánto
he leído es una profecía para cuando el Mesías rescate a quería a Lázaro.
nuestro pueblo. No llores, hijo. Anda, vete a jugar. - Esta enfermedad no es para muerte, sino para la
Me preguntaba si mi abuela estaría viva en algún lugar; gloria de Dios, para que así se manifieste por ella la gloria
y en los sábados, en la umbría de la sinagoga, mientras del Hijo de Dios.
cantábamos salmos, le pedía cosas, convencido de que me Lo más sorprendente es que, lejos de ponerse en
escuchaba y sonreía con un dulce de almendras en la mano. camino en aquel momento, Jesús esperó dos días donde
Aunque no dejaba de subsistir en mí la gran duda: ¿Por estábamos, en Perea, por cierto, y bastante tranquilos. Era
qué no vemos ni oímos más a los que se traga la tierra? un periodo de cierta paz, lejos de las controversias que
¿Qué demonio les pasa a los muertos? ¿Por qué no vienen había tenido en anteriores subidas a Jerusalén y la fuerte
a contarnos cómo es el otro lado? tensión creada con los fariseos. Algunos incluso habían ido
a buscarle desde Jerusalén. La gente le rodeaba y escuchaba
Solo junto a Jesús comencé a sentir, más que a com­ con interés y normalidad, mientras que, como solía, en la
prender -la fe es un ver sin ver-, qué es la vida y qué es intimidad impartía instrucciones más concretas a los doce.
la muerte. Sobre todo cuando conocí a Lázaro, su amigo Aunque, la verdad, nunca faltaban enviados de los escri­
de Betania, la alquería no lejana de Jerusalén donde vivía bas. Por entonces él intuía, y nos lo había advertido a los
apaciblemente con sus hermanas Marta y María, la que más cercanos, los sufrimientos que le esperaban. Alguno
enjugó y untó con perfume los pies de Jesús. Como he interpretó incluso que Lázaro solo estaba enfermo, que
dicho, aquella casa era un oasis para el Maestro. Se sentía no corría peligro, dado que no hizo ningún movimiento
tan amigo, tan querido, que se relajaba. de emprender el camino. Así que esperó dos días, y solo
Pocos meses antes de que le mataran, Lázaro cayó muy después nos dijo a los discípulos:
enfermo. Primero perdió el apetito, luego enflaqueció hasta - Vamos otra vez a Judea.
quedarse en los huesos y unas fiebres le quitaron las pocas Algunos se pusieron nerviosos, pues ya habíamos
fuerzas que le quedaban. María le dijo a Marta: vivido amagos de violencia e intentos de lapidación.

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- Maestro, ¿qué dices?, hace nada querían apedrearte verde del campo, divisamos a Marta que corría encendida
los judíos, y ¿vas a ir allí otra vez? hacia nosotros. Lázaro llevaba cuatro días enterrado. Me
Entonces Jesús salió con una de sus típicas respuestas estremecí al ver aquel hogar, lleno de resonancias y re­
enigmáticas: cuerdos gratos. ¡Qué vacío iba a parecemos sin el amigo!
Marta, jadeante, balbució:
- ¿No h#y doce horas de luz? Si uno camina de día,
no tropieza, porque hay luz en este mundo y se ve; uno - Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto
tropieza si camina de noche, porque le falta la luz. mi hermano. Pero, así y todo, sé que Dios te dará lo que
le pidas.
¿Qué quería decirnos Jesús? Hablaba con doble senti­
do. Si uno tiene luz interior, no tropieza. Si uno va con su La mujer desencadenó dentro de mí viejas preguntas,
verdad por delante no se equivoca. Le gustaba contraponer todas mis dudas. Entendía el morir como todo el mundo,
los símbolos: el día y la noche, la luz y las tinieblas, el como el acabóse, como el final de todo.
sueño y el despertar. La noche, su noche se aproximaba. Jesús le dijo:
Porque a continuación dijo: - Tu hermano resucitará.
- Nuestro amigo Lázaro se ha dormido; voy a des­ Ella sabía lo que Jesús pensaba acerca de la resurrec­
pertarlo. ción final, en contra de los saduceos, por eso respondió:
Los discípulos éramos demasiado rudos para entender - Sí, claro, ya sé que resucitará en la resurrección del
ese lenguaje y no sé quién respondió: último día.
- Señor, si duerme, se curará. «Ya sé, ya sé»: Consuelo vacuo. ¡Lo del último día
Jesús hablaba de otro sueño, se refería a la muerte y a sonaba tan lejano! La realidad era que ahora Lázaro no
la vida que él traía: la «vida definitiva». Entonces exclamó estaba allí; ellas se habían quedado sin su querido herma­
bien claro: no, nosotros sin un amigo, un miembro excepcional de
- Lázaro ha muerto. Me alegro por vosotros de no nuestra comunidad. Había desparecido de su vista y de la
haber estado para que tengáis fe. Ahora vamos a su casa. vida. No volverían a verle regresar del campo o sentarse
junto al fuego, comer a su lado, escuchar el tono de su voz
Todos conocíamos el riesgo de aproximamos a Jeru-
y reír y escanciar vino con él en las veladas del verano.
salén. En ese momento Tomás, el que llaman el Mellizo,
Sencillamente no estaba.
tuvo una espléndida oportunidad de callarse, por lo que
pasaría semanas después. Haciéndose el valiente, nos Entonces brillaron los ojos de Jesús.
animó diciendo: Con una voz firme y clara, la de esos momentos so­
- Vamos también nosotros a morir con él. lemnes en que él solía empezar su frase con el «yo soy»
-yo soy la luz, el agua viva, el camino, la verdad-, dijo en
Caminamos deprisa. En lontananza en las inmediacio­
medio del campo esta frase que jamás olvidaré:
nes de un aprisco de casas blancas, que brillaba sobre el
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- Yo soy la resurrección y la vida: el que tiene fe en Entonces Marta le contestó arrebatada:


mí, aunque muera, vivirá; y todo el que está vivo y tiene
- Sí, Señor; yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de
fe en mí, no morirá nunca. ¿Crees esto?
Dios que tenía que venir al mundo.
La voz de Jesús se vertió como un cántaro de agua Fue un momento cargado de fuerza y esperanza. Lá­
fresca por los prados, atravesó los sembrados, colmó la zaro estaba allí enterrado. Las plañideras seguían llorando
mañana de luz, viajó más allá de las montañas. No era la sus lamentos de oficio. Los amigos, con largas caras de
voz de un médico ni la de un taumaturgo. La vida que él velatorio seguían dentro de la casa, atendidos por María.
daba y da no es un parche para curar una herida, sino mucho
Pero la vida con mayúsculas, no la vida futura, sino la de
más, llega a anular la muerte del que la recibe, equivale a
aquí y ahora, la del despertar interior, había estallado de
resurrección, re-surrección, devolución de la vida. Ante el pronto en el corazón de Marta.
fenómeno visible de la muerte natural, la vida ulterior es
algo más que resucitar los huesos secos de Ezequiel, es toda Corrió a llamar a su hermana María y le dijo en voz
una renovación desde el fondo. No se trata de un revivir el baja:
último día, una resurrección lejana, sino de la constatación - El Maestro está ahí y te llama.
ya mismo, un ahora eterno, que podíamos ver con nuestros Apenas lo supo María, sus grandes ojos negros se
propios ojos, Jesús mismo. iluminaron, dio un salto y corrió sujetándose el manto
Nos lo había dicho ya en Jerusalén después de la cu­ donde estaba Jesús. Él no había entrado todavía en la aldea:
ración del impedido de Betesda: seguía donde Marta lo había encontrado. Los judíos que
«Os aseguro que quien oye mi palabra y cree en aquel estaban con ella en la casa dándoles el pésame, al ver que
que me envió tiene vida definitiva y no es sometido a se levantaba y salía a toda prisa, la siguieron intrigados,
juicio, sino que ha pasado de la muerte a la vida. Os ase­ pensando que iba al sepulcro a llorar.
guro que llega la hora, ya ha llegado, en que los muertos No pudo contenerse y se echó a los pies de Jesús,
oirán la voz del Hijo de Dios, y los que la oigan vivirán. los mismos que había ungido tantas veces. Quizás porque
Pues como el Padre posee vida en sí, así hace que el Hijo los pies de él eran su sitio. Y de alguna manera María le
posea vida en sí; y, puesto que es el Hijo del Hombre, le reprochó:
ha confiado el poder de juzgar. No os extrañéis de esto: - Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi
llega la hora en que todos los que están en el sepulcro hermano.
oirán su voz» (5,25ss).
El Maestro no pudo aguantar más. Al ver llorar a María
No hay que esperar para resucitar. y a la gente que la acompañaba, se conmovió, reprimió un
El paso de la muerte a la vida se produce desde el mo­ borbotón de lágrimas y preguntó:
mento mismo de la escucha. La palabra revive y catapulta - ¿Dónde, dónde lo habéis puesto?
desde dentro al hombre.
Me estremecí. Me acordé de mi abuela muerta, de
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los familiares y amigos que ya no están, del mazazo de la al modo tradicional, para reunirse con sus padres. Aquella
aniquilación física. Jesús iba a enfrentarse con ella. piedra redonda, aquella losa tremenda nos recordaba la
tremenda muerte como definitiva, una pared infranqueable
- Ven a verlo, Señor.
que separa dos mundos: el visible y el invisible, muerte
Entonces Jesús se estremeció, se le saltaron las lá­ y vida.
grimas. La gente comentaba: «¡Mirad cuánto lo quería!».
- Quitad la piedra.
Otros murmuraban: «Y uno que le abrió los ojos a un ciego,
¿no podía haber impedido que muriera este?». Entonces Marta, la hermana del difunto, exclamó:
Jesús respiró hondo y reprimiéndose de nuevo, Uegó - Señor, ya huele mal, lleva cuatro días.
al sepulcro. La tumba era una cueva cerrada con una gran Ella, la realista, siempre con los pies en el suelo, volvía
piedra redonda, no lejos de la casa. a dudar, como cada vez que enterramos a un ser querido,
Me pregunté entonces y me pregunto ahora: Si Jesús carne que poco aguanta, destinada a pudrirse.
es la vida, ¿por qué lloró entonces? Jesús insistió:
Jesús es vida, pero nunca dejó de ser también fra­ - ¿No te he dicho que si tienes fe verás el poder de
gilidad y estremecimiento humano: sonrisa de hombre, Dios?
sudor de hombre, lágrimas de hombre. Como a nosotros Recordé lo que en Galilea dijo al principio de todo a
ahora, aun iluminados por la fe, no dejan de conmovernos Natanael: «Cosas más grandes verás» (1,50).
el dolor y el llanto, la ausencia y el desgarro, la carencia
Varios hombres hicieron rodar la gran piedra, en medio
y el silencio de la muerte física. Igual que en la cruz él
de un espeso silencio. Jesús, que nos había recordado «yo
no dejaba de ser uno con el Padre, y de sangrar y sufrir
pertenezco a lo de arriba» (8,23), levantó los ojos, y dijo:
al mismo tiempo.
- Gracias, Padre, por haberme escuchado. Yo sé que
Y dijo:
siempre me escuchas; lo digo por la gente que me rodea,
- Quitad la piedra. para que crean que tú me has enviado.
Aún me parece estar viéndolo: Jesús da un paso ¿Acaso el Padre y él no son uno (10,30), están identi­
adelante mientras toda la gente se queda detrás, incluidas ficados (10,38) y tienen un mismo designio, sin que nunca
las ululantes plañideras, que ante la voz de Jesús callaron lo haya dejado solo (8,29)?
impresionadas.
Luego gritó muy fuerte:
Jesús ante el sepulcro.
- ¡Lázaro, sal fuera!
La cueva-sepulcro, ligada a los orígenes del pueblo. Su voz rasgó la tarde, retumbó en el campo. La espera
¿Cómo no evocar la cueva de Macpela, el sepulcro de paralizaba los rostros. Mirábamos impacientes la boca ne­
los patriarcas, donde fueron sepultados Abrahán, Isaac y gra de la tumba, mirábamos, como siempre que acudimos
Jacob (Gén 49,29-32; 50,13). Lázaro había sido enterrado a un entierro, nuestra propia muerte. Oímos un crujir de

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paños y un leve quejido humano. Y sucedió lo increíble. libres. Solo desde esa libertad puede uno entregar a su vez
De la oscuridad emergió una silueta blanca, titubeante. la vida a otros.
¡Era Lázaro, el amigo muerto y amortajado! Apenas podía Contemplé cómo dentro de mí reverdecían los prados de
caminar. Llevaba los brazos y las piernas cubiertos con la granja de Lázaro, los colores de los árboles frutales de su
vendas y la cara envuelta en un sudario. huerta, el nítido balido de sus ovejas, el viaje blanco de las
¿No había muerto del todo? ¿Había aguantado vivo nubes troqueladas sobre el azul de Judea. Vi claro que esta
entre tanto envoltorio en un sepulcro cerrado tres días? apariencia de vida fugaz, que cambia con las estaciones, que
No parece humanamente explicable. Solo puedo confesar arruga nuestro rostro, que nos separa de los seres queridos,
que fue en ese instante cuando perdí el miedo a la muerte es parte de la vida eterna. Reía y lloraba al mismo tiempo
y supe que morir no es dejar de vivir. con Marta y María; me asombraba con la transformación
Jesús ordenó: del duelo, con aquella liberación que rompía mis límites,
- Desatadlo y dejadlo que ande. los límites del espacio y el tiempo.

El júbilo que sentimos no puede expresarse con pa­ Lo que acababa de ocurrir originó un gran escándalo
labras. en Jerusalén. Primero todo fue fiesta y alegría, es cierto. Sus
hermanas lo abrazaron como locas, se lo comían a besos.
Pero además había otros factores que me impresiona­
Sacaron pan, vino, dátiles y almendras e improvisaron un
ban de la historia: que Jesús hubiera retrasado consciente­
convite. Era una gloria ver a Lázaro sentado a la mesa como
mente su subida a Jerusalén y se quedara dos días más en
uno más, convertido en fantasma palpable.
Perea; que se arriesgara a volver a Judea, tal como estaban
las cosas; que llorara, aun convencido de que su Padre, Muchos de los judíos que habían venido a darles el
como él lo llamaba, iba a devolver la vida a su amigo. Era pésame y que presenciaron el prodigio tomaron parte en
como si sus dos facetas afloraran a la vez o en momentos la fiesta y experimentaron tal impacto, que cambiaron de
distintos: su fragilidad y su poder, su ternura y su fortaleza. vida, creyeron en ese momento en Jesús. Otros, aún sor­
Por otra parte veía a aquellas dos mujeres jóvenes llorar prendidos, fueron con el cuento a los escribas y fariseos.
tanto por la muerte de su hermano como por su vuelta a la En Jerusalén no se hablaba de otra cosa. Lo de Lázaro iba
vida. Aun desde el punto de vista literario, la historia de a ser la gota que colmara el vaso. Los sumos sacerdotes
Lázaro era un poema dramático, un relato de una fuerza reunieron el Consejo en sesión extraordinaria para analizar
sorprendente, cuyos detalles conservé y conservo en la lo que llamaban el «caso de Jesús». Caifás tuvo un discurso
memoria tan frescos como aquel día. político sobre el supremo interés del Estado. Argüyó que
¡Ah, la muerte! el galileo estaba haciendo demasiadas señales y que si lo
dejaban correr iba a acabar por creer en él todo el mundo.
¿No es el final de la vida el punto máximo de la de­
bilidad del hombre, que culmina todas sus fragilidades Incluso usó el argumento de los romanos.
y humillaciones? ¿No es el mayor sinsentido de la vida? Fue cuando el sumo sacerdote, dijo textualmente:
Liberándonos de este miedo, Jesús nos hace radicalmente «Vendrán los romanos y nos destruirán el santuario y la

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nación». Pensaban, o les convenía pensar, que la popula­ Eso significa escuchar su voz (5,25), acercarse a él
ridad de Jesús, atizada por sus milagros, podría arrastrar (6,37ss), aceptar sus exigencias (6,63.68), comer el pan de
a un levantamiento y provocar la represión violenta de la vida (6,35-53ss), comer su carne y beber su sangre (6,54).
las fuerzas ocupantes con la consiguiente destrucción del Cuando hablaba del agua, la que salta a la vida eterna,
Templo y de la nación. ¿Comprendéis? La vuelta a la vida apuntaba al Espíritu, que da vida definitiva (4,14; 7,37).
de Lázaro saturó su indignación y su envidia y dio lugar a «Nacer de nuevo» o «nacer de Dios» es redescubrir
aquella frase clave de Caifás en la reunión: «No entendéis que somos amor.
nada -dijo-. ¿No veis que es mejor que muera uno solo por
Situarse en el amor es alcanzar la vida definitiva. De
el pueblo y que no perezca toda la nación?». Estaba diciendo
esta manera el hombre se va haciendo hijo de Dios, va
más de lo que quería decir, pues realmente Jesús moriría
encontrando la verdad, la luz en cada momento: «Yo soy
precisamente por eso, por la gente, por todo el pueblo. Desde
la luz del mundo», «yo soy la resurrección y la vida», «yo
aquel momento decidieron buscarle para matarle.
soy el camino, la verdad y la vida».
El muerto-vivo era una bofetada para los muertos que
Los judíos miraban a Lázaro como un muerto vi­
creen vivir, pero no salen de su noche.
viente. Pero al verlo salir del sepulcro yo también me vi
Por el momento nos marchamos con Jesús a una región a mí mismo. Vi a Caifás y Anás, a Pilato y a Judas, a los
próxima al desierto, a Efraín, a unas catorce millas roma­ hombres-noche muertos, a cuantos creen que la vida es
nas, unos dos o tres días de camino hacia el norte, aunque el poder del Sanedrín, del Imperio, de lo que se puede
la gente no paraba de hacer comentarios y preguntarse si adquirir con dinero. Vi detrás del sudario del amigo de
volvería para la Pascua. Jesús recién salido del sepulcro mi propio sudario, cuan­
Cuando he escrito zóe aiónos, «vida definitiva», siempre do me olvido de que soy amor y vida y me convierto en
he querido expresar algo que no acaba con la vida física, pues miedo, aversión, separación, noche.
se trata de la vida que corresponde al hombre-espíritu. No hay diferencia entre las palabras que Jesús dijo al
El proyecto de Dios es comunicar vida desde la crea­ funcionario, «Tu hijo vive» (4,50) y las que pronuncia a
ción primera a la creación de cada instante en que nace una Marta: «Tu hermano resucitará». Ambas están contenidas
flor, apunta un fruto, viene un niño. Frente a la noche del en «Yo soy la resurrección y la vida», ambas incluidas en
mundo viene la luz de la vida a recrearnos. Jesús trae toda ese espléndido «Lázaro, sal fuera», un «sal fuera» gritado
esa vida al hombre, su misión es comunicarla hasta rebosar, a cada uno de nosotros.
porque la posee en plenitud a través del Espíritu. Oh Jesús, luz de mi noche, agua de mi sed, vida de mi
Lo hace en su posición de Hombre levantado en alto muerte: llámame a salir afuera de esta corriente de men­
(3,14). La condición para recibir la vida es reconocer el tira, de visión raquítica de la historia, de este afincarme
amor de Dios, expresada en la muerte de Jesús, y, al con­ en las cosas que me rodean y de convertir a los demás en
templar en él el modelo de Hombre, tomar ese amor por instrumentos del mantenimiento de una propiedad que
norma de vida. se esfuma. Tu vida, la vida definitiva, supera nuestra

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Las palabras vivas
Las palabras vivas

muerte física, hace correr la piedra de nuestros sepulcros. formas, la «vida definitiva». Aun ahora, hecho un vejestorio
Tú me enseñaste que ser de los tuyos es no saber lo que en esta isla de Patmos, lanzo piedras al mar porque desde
es morir (8,51), pues el estado de muerte es propio del que conocí a Jesús nunca he dejado de ser niño.
que se encuentra fuera de la esfera de Dios (3,36) y estar Y su voz resuena sobre las aguas una vez más desa­
contigo es pasar de la muerte a la vida (5,24) y tu éxodo, fiando toda apariencia de muerte:
la ventana en'la que, al asomarnos, respiramos como
«Yo soy la resurrección y la vida».
criaturas nuevas.
Dijiste: «Quien cree en mí, aunque muera, vivirá».
El rabino de Betsaida me consoló de la antigua manera,
remitiéndome a una resurrección en un lejano futuro,
como señaló Marta al llegar Jesús a casa de Lázaro, un
«último día». Tú no quieres que esperemos. Ahora mismo
nos liberas del poder de la muerte, al hacernos uno contigo
y el Padre. La muerte física se desarrolla en el tiempo.
Tú eres antes que el tiempo. Desde el momento en que
amamos, rompemos los límites de horas, días, meses o
años y somos vida en un ahora que es siempre.
Solo años después llegué a saborear la escena inolvi­
dable de Lázaro. Cuando Jesús mismo resucitó, comprendí
que con la resurrección del amigo quería infundir ánimos
a nuestra fe débil, anclada en la muerte, como el perfume
a nardo nos anticipaba el momento de su partida («que lo
guarde para el día de mi sepultura») y su «reclinar la cabe­
za» era en realidad un sueño no definitivo que arrancaba en
el huerto de los olivos y termina en el jardín-huerto donde
lo encuentra vivo María la de Magdala.
Mi querida abuela no tenía que esperar al «último
día».
Cuando regresé a Betsaida no fui a orar a su tumba,
sino que me acerqué al mar de Tiberíades y como un niño
volví a lanzar cantos rodados sobre las aguas quietas del
gran lago azulado. Pues en realidad no había pasado el tiem­
po, ya que solo hay una vida que se manifiesta de diversas

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Las palabras vivas

14
El amor

Nunca olvidaré aquellas veladas de acción de gracias. Antes


de que me desterraran a esta isla, en mi querida comunidad
de Éfeso al caer de la tarde, después de la fracción del pan,
muchos hermanos me preguntaban cómo era realmente
Jesús y que les recordara sus palabras de vida. Un día una
joven se levantó y con aire tan tímido que parecía se iba a
romper, me preguntó.
- Juan, ¿qué era para Jesús el amor?
La muchacha, que se llamaba Elena, pálida como un
pétalo y flexible como un junco, dejó caer su voz de niña
en la asamblea. Sus ojos serenos y limpios revelaban cuán
poca experiencia poseía aún. Sabíamos que se había enamo­
rado de un curtidor pagano llamado Lino, y que se debatía
entre su adhesión a Jesús y el descubrimiento embriagador
de un amor recién estrenado hacia el joven griego.
Sonreí. ¿Qué palabras podría utilizar yo para definir
el amor? ¿Las de Jacob por Rachel (Gen 29,20), las de de
David por Jonatán (2Sam 1,26), las de Amnón hacia Tomar
(2Sam 13,1)?, me pregunté. No, ninguna de ellas. En las
Escrituras los hebreos usaban el término ahabah, propio
del amor entre esposo y esposa. Para el amor con deseo
entre los griegos suele utilizarse eros, hijo mitológico de

147

H(fflfflíim nm rm irnm tnm iiim m nm tn


Las palabras vivas Las palabras vivas

Afrodita. Yo escribo agapé para significar el amor como en un estallido de luz, de gloria. ¿Has visto alguna vez un
donación, la entrega, aunque en mi prólogo utilice también salto de agua, una catarata reverberando al sol? Procede
jharis para significar un amor gratuito que equivale a gloria, de un río que cae desde arriba, se despeña, llena el lago y
luminosidad, esplendor del amor leal. sigue corriendo para empapar hierbas y flores. La misma
- Las palabras, Elena, no pueden contener todo el amor agua se trasvasa de un lugar a otro y refleja una única luz,
de Jesús -respóndí- Las palabras son cortas y torpes. la del sol. Por eso, todo lo del Hijo es del Padre y todo lo
del Padre es del Hijo: «Todo lo tuyo es mío y todo lo mío
Me quedé pensativo. ¿Cómo explicarle lo que sentí
es tuyo; en ellos se revela mi gloria». Todo el que se adhiere
recostado en su pecho, aquella fusión con él, la comunión
a Jesús se inunda de esa agua luminosa, que es un mismo
con su verdad gloriosa anterior a la de su cuerpo y de §u
amor. Su ofrecimiento es universal, sin excepción alguna.
sangre? ¿Cómo definir el amor según Jesús?
El discípulo que recibe dicha agua entra en esa corriente
- El amor es la gloria, Elena, la gloria -dije exaltado. de amor que atraviesa la historia desde el principio del
- ¿La gloria? No comprendo. mundo, antes de que tú y yo existiéramos, ¿comprendes,
- Sí, hija mía. Aquella noche de la cena, de la que tanto muchacha? Es el gozo de sabernos amor, la gloria.
os he hablado, Jesús dijo en oración a su Padre: - Y, dinos Juan, ¿cómo amaba Jesús? -preguntó la
«Yo les di la gloria que tú me diste para que sean uno joven con las mejillas encendidas.
como lo somos nosotros. Yo en ellos y tú en mí, para que - Dirás cómo ama Jesús, porque su amor no es pasado,
sean plenamente uno; para que el mundo conozca que tú me sigue vivo entre nosotros. Jesús es uno con el Padre. Pero
enviaste y los amaste como me amaste a mí. Padre, quiero Dios no es un ser que ama, es más, es el amor mismo. El
que los que me confiaste estén conmigo, donde yo estoy; nos lo demostró en los años que vivimos junto a él. «Igual
para que contemplen mi gloria; la que me diste, porque que el Padre me demostró su amor, os he demostrado yo
me amaste antes de la creación del mundo. Padre justo, el el mío. Manteneos en ese amor mío». Un temblor de des­
mundo no te ha conocido; yo te he conocido y estos han pedidas atravesaba la estancia la noche de la cena, cuando
conocido que tú me enviaste. Les di a conocer tu nombre y nos dijo estas palabras. ¡Sabíamos que iba morir! ¿Os dais
se lo daré a conocer, para que el amor con que tú me amaste cuenta? Iba como oveja al matadero y sin remedio. ¡Y nos
esté en ellos, y yo en ellos» (17,22-26). estaba hablando de amor!
Ver a Jesús era ver el amor, que es la gloria. A Elena se le saltaron las lágrimas. Todos colgaban
Un silencio hondo atravesó como una descarga de de mis labios.
luz a los miembros de la comunidad de Efeso. Se miraban -N o olvidéis sus palabras, grabadlas en vuestro cora­
unos a otros estremecidos. ¿Quién había sentido en su vida zón. Para mí, más que palabras son un pàlpito, hijos míos,
un amor así? que recibí como un regalo, el fuego que brotaba de aquel
- El amor brota de la unidad con el Padre -comenté- pecho en la noche inolvidable, una centella de un incendio,
Jesús nos contó los secretos de su Padre y eso se traduce el amor del Padre:
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Las palabras vivas
Las palabras vivas

«Como el Padre me amó así yo os he amado: man­ esencia del hombre como amor. Hay que salir de sí para
teneos en mi amor. Si cumplís mis mandamientos, os entender este amor. Y esto para Jesús es una fiesta, una
mantendréis en mi amor; lo mismo que yo he cumplido «alegría colmada», la gloria.
los mandamientos de mi Padre y me mantengo en su Eché una mirada circular en tomo a mi comunidad de
amor. Os he dicho esto para que participéis de mi alegría Éfeso. Había niños, jóvenes, ancianos, pobres y ricos. Se
y vuestra alegría sea colmada. Este es mi mandamiento: bebían mis palabras en vilo, como si fuera un vino precioso
que os améis unos a otros como yo os amé. Nadie tiene del que no querían perderse una gota.
amor más grande que el que da la vida por los amigos. - En adelante esta será la señal de nuestra comunidad.
Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando? Jesús no nos enseñó una doctrina, sino un modo de ser, de
Ya no os llamo siervos porque el siervo no sabe lo que actuar. Muchos os hablarán de Dios, os relatarán teorías
hace el amo. A vosotros os he llamado amigos porque os esotéricas, hilvanarán conceptos, os asegurarán que sus
comuniqué cuanto escuché a mi Padre. No me elegisteis meditaciones han visto esto y lo otro. No olvidad nunca que
vosotros; yo os elegí y os destiné a ir y dar fruto, un fruto vuestro único estandarte es querer, dar la vida, como hizo
que permanezca; así, lo que pidáis al Padre en mi nombre Jesús. Vuestra identidad como grupo no se basa en leyes,
os lo concederá. Esto es lo que os mando, que os améis normas o cultos. Os conocerán porque os amáis, solo por
unos a otros». eso, un distintivo que nadie puede discutir. No olvidéis que
Todos me miraban extáticos. Luego algunos cerraron estas palabras las pronunció Jesús exactamente después de
los ojos. Solo Elena seguía con los suyos abiertos como que Judas saliera para traicionarle y un poco antes de que
platos. anunciara que Pedro le iba a negar, apenas antes también
de repartimos su pan y enseñamos a hacer lo mismo en su
- Primero, nos exhortó a cumplir «sus mandamien­
memoria: comerle para identificamos con él, para asimilar
tos», en plural -proseguí-. Luego anunció un único
mandamiento, el que los encierra todos. A lo máximo su vida, su muerte y su gloria.
que llegaron las viejas escrituras era a la afirmación del - Entonces Pedro, al negarlo, ¿no entendió el amor de
Levítico: «No serás vengativo ni guardarás rencor a tus Jesús? -preguntó un anciano recién convertido.
conciudadanos. Amarás a tu prójimo como a ti mismo» - ¡Ay, Pedro! Me parece que lo estoy viendo. Había
(19,18). Un amor, cuya norma era el propio yo. Pero el asegurado, con ese ímpetu arrollador que tenía, que iba a
hombre de carne no puede ser el referente definitivo del dar su vida por el Maestro, cuando él nos había dicho que a
bien del otro. No se trata de mirarnos en nuestro propio donde iba no podíamos seguirle por ahora. «¿Que vas a dar
espejo para amar al prójimo, pues es una imagen bien la vida por mí? Te aseguro que antes de que cante el gallo
pobre, incluso cuando nos queremos bien a nosotros me negarás tres veces», le respondió con amarga ironía.
mismos, sino en el espejo de Jesús. Solo Jesús, el Hom­ Pedro no había entendido que Jesús le lavara los pies. No
bre acabado, es quien puede mostrarnos el auténtico ser veía esa acción propia de un Mesías, del líder ansiado que
del hombre. El que ama más que su propia vida toca la venía a liberar al pueblo. Ni aceptaba que fuera a morir y

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Las palabras vivas Las palabras vivas

terminar con todo. Por eso lo negó - y tres veces, es decir - No hay muchos amores, Elena, sino uno solo. Tú
de un modo total-, porque se le había derrumbado su idea llevas el amor dentro, porque tienes la chispa de Dios, su
de libertador, y porque era débil, porque en medio de su marca desde que naciste. Jesús nos mostró la fuente y per­
arrogancia tuvo miedo, estaba deprimido, decepcionado. fección del amor. Nadie puede amar por decreto, a base de
No podía creer que Jesús desafiaba el poder no desde la apretar los puños, como para cumplir un «mandamiento».
violencia, sino desde el amor. Y el canto del gallo, testigo Esos amores por obligación están condenados al fracaso.
de su negación, hirió la noche. Lo único que tenemos que hacer es descubrir a Dios dentro
Aquella velada se prolongó hasta muy tarde. Todos de nosotros como amor. Cuando te enteras de quién eres en
querían saber más sobre el modo de vivir el amor según nos realidad, descubres tu verdadero ser, te sabes amor, nuestra
explicó Jesús en su despedida, cuando nos insistió sobre verdadera esencia.
todo en que estuviéramos tranquilos porque en el hogar La muchacha enrojeció, turbada.
del Padre hay vivienda para muchos, que él se ocuparía de - Pero, Juan, ¿mi amor por Lino, un pagano, es parte
nosotros, que ya conocíamos el camino. O la pregunta de también de ese amor?
Tomás sobre el camino que dio lugar a la respuesta: «Yo
- Si le amas de verdad, le estás amando con el amor
soy el camino, la verdad y la vida» y «nadie se acerca al
de Dios que está dentro de ti y que es uno con Dios. Si
Padre sino por mí». O la incapacidad de Felipe para enten­
en cualquier caso eso supone que ya no hay tuyo ni mío,
der lo que el Maestro había predicado toda su vida, cuando
dice: «Señor, haz que veamos al Padre y nos basta». Lo ¿cómo no va a resplandecer la gloria y la alegría en tu
amor a Lino? El Señor nos mostró la felicidad que hay en
teníamos delante y no sabíamos reconocerlo en el Hijo, el
amor hecho carne. el amor: «Que vuestra alegría llegue a plenitud». El único
camino para alcanzar la armonía interior es el amor, que
- Si os amáis, Jesús y el Padre se hacen visibles en impide que un pedazo de mí se imponga con su egoísmo.
vosotros -concluí antes de despedir la asamblea- Si vivís Superar mi «pequeño yo» no supone realmente una renun­
unidos a Jesús, como la vid a los sarmientos, el Espíritu os cia, sino descubrir mi verdadera naturaleza, mi verdadero
irá mostrando el camino.
ser. Por eso no debes mirar a Lino como la única fuente
Cuando terminamos la celebración, Elena se acercó de tu alegría, sino como una ventana donde descubres un
a mí. Seguía inquieta. No estaba satisfecha. No me habían amor mayor, una reconciliación con toda la creación y todos
comprendido del todo. Quizás por eso en Efeso me llama­ los hermanos. Si pones un límite a la entrega, aún no has
ban «Juan, el teólogo». conocido el amor verdadero que enseñó Jesús. Esta es la
- No entiendo, Juan. Según lo que has explicado, señal del cristiano.
ese amor es muy subido para mí. Yo simplemente estoy Elena se fue contenta. Era demasiado joven para saber
enamorada. que, como las tinieblas son el otro lado de la luz, el desamor,
La conduje hasta una huerta, detrás de la casa. Ya era de el odio es la respuesta del mundo oscuro al amor. Jesús
noche y las estrellas comenzaban a puntear un cielo negro. tuvo que sufrirlo en la cruz: y luego mi hermano Santiago,

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Las palabras vivas Las palabras vivas

cuando lo degollaron, Esteban en las piedras que acabaron alguno. Pero una vez más los sacerdotes, el comisario del
con él, Pedro, Pablo y tantos otros. templo y los saduceos, encargados del orden público, se
Cuando yo vivía con María, la madre de Jesús, en mi presentaron, nos echaron mano, y, como era tarde y no se
casa de Jerusalén, los años que siguieron a aquella Pascua podía celebrar juicio hasta el día siguiente, nos metieron
inolvidable, lo teníamos todo en común, después de re­ aquella noche en prisión.
cibir el Espíritu. Cuando Pedro predicó con su fuerza, se Para mí fue emocionante al día siguiente vernos
nos unieron muchos, más de tres mil. Nos reuníamos en como Jesús ante el mismo Anás y Caifás que lo habían
nuestras casas para la fracción del pan y reinaba el amor v condenado, junto a los senadores y los demás letrados.
la armonía entre nosotros. Cuantos se incorporaban a nues-~ Nos preguntaron que con qué poder o en nombre de quién
tra comunidad vendían bienes y posesiones y lo repartían habíamos hecho la curación.
según las necesidades de cada uno con alegría y sencillez Pedro estaba desconocido. Lleno de Espíritu Santo,
sincera (He 2,41). También acudíamos al Templo a orar. respondió:
Un día Pedro y yo nos encontramos en la puerta Hermosa
- Jefes del pueblo y senadores: por haber hecho un
a un lisiado, que habitualmente pedía allí limosna. Nos
beneficio a un enfermo, hoy nos interrogáis sobre quién ha
tendió la mano al pasar. Pedro le dijo:
sanado a este hombre. Pues conste a todos vosotros y a todo
- Míranos. el pueblo de Israel que ha sido en nombre de Jesucristo el
El bueno hombre nos observó suponiendo que íbamos Nazareno, a quien vosotros crucificasteis y Dios resucitó de
a ayudarle. Entonces Pedro le dijo: la muerte. Gracias a él, está este sano en vuestra presencia.
El es la piedra desechada por vosotros, los arquitectos,
- Plata y oro no tengo, pero lo que tengo te lo doy: en
nombre de Jesucristo, el Nazareno, echa a andar. que se ha convertido en piedra angular. Ningún otro puede
proporcionar la salvación; no hay otro nombre bajo el cielo
Pedro le agarró por la mano derecha y lo levantó. Al concedido a los hombres que pueda salvamos.
instante sus pies y tobillos se robustecieron, se irguió en
Los sacerdotes nos miraban alelados. ¿Éramos aquellos
un salto, echó a andar y entró con nosotros en el templo,
los pescadores galileos, simples y sin letras que conocían?
paseando, saltando y alabando a Dios. La gente no salía de
Además allí estaba el lisiado caminando. Nos mandaron salir
su asombro, pues conocían de toda la vida a aquel lisiado
del tribunal y se pusieron a deliberar. Al final concluyeron
que se sentaba junto a la puerta Hermosa. El hombre conti­
con una solución de compromiso: conminamos a no volver
nuaba agarrado a Pedro mientras las gentes entusiasmadas
a hablar más de «ese hombre». Nosotros replicamos que no
nos seguían hacia el pórtico de Salomón. Pedro aprovechó
podíamos obedecer a los hombres antes que a Dios.
la oportunidad para explicar al pueblo una vez más quién
era Jesús, que edos habían crucificado y Dios resucitado - Lo que es nosotros no podemos callar lo que sabemos
(He 3,lss). y hemos visto -respondimos con una valentía inédita.
Lo que más me asombraba era ver a Pedro, el mis­ Pero los sacerdotes no se atrevieron contra nosotros
mo que le había negado, proclamando a Jesús sin miedo porque el pueblo estaba entusiasmado, y todos los herma­

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Las palabras vivas Las palabras vivas

nos se afianzaron en la fe y las ganas de seguir proclamando de Domiciano, fui conducido a Roma, donde quedó mi­
a Jesús «con una sola alma y un solo corazón». lagrosamente frustrado un intento para quitarme la vida,
hasta que las persecuciones me condujeron a esta isla de
El hecho es que el amor de Jesús se hacía visible en
Jerusalén y el éxito nos acompañó de manera que se iba Patmos, donde me encuentro.
acrecentando el número de creyentes, hombres y mujeres, Desde aquí he escrito cartas a mis hermanos de Asia
que se reunían en el pórtico de Salomón, hasta el punto de Menor, en las que firmo como el prebyteros, el anciano,
que sacaban a los enfermos en literas y camillas para que al sobre todo insistiendo en el mandamiento nuclear del
pasar Pedro al menos su sombra les cubriese (He 5,12). amor2, cuando advertí que algunos se separaban del camino
de Jesús, pues creían conocer a Dios e incluso estar en la
Nos volvieron a detener, el Señor nos abrió las puertas
de la cárcel, y Gamaliel, un doctor de la ley, muy estimado luz y en comunión con él, pero sin reconocerle «en carne»,
por todo el pueblo, nos defendió afirmando que si nuestro como Mesías, como Hijo de Dios encamado.
proyecto no era de Dios fracasaría como los de Teudas y Por eso escribí:
Judas el Galileo. Así que nos pusieron en libertad, no sin «Lo que existía desde el principio, lo que oímos, lo
antes azotarnos y prohibirnos hablar en nombre de Jesús. que vieron nuestros ojos, lo que contemplamos y palparon
Partimos «contentos de haber sido considerados dignos de nuestras manos, hablamos de la Palabra, que es la vida,
sufrir desprecios por su nombre» (5,42). Aunque, como he porque la vida se manifestó, nosotros la vimos, damos
dicho, los primeros que tuvieron el privilegio de morir por testimonio y os anunciamos la vida eterna, que estaba de
él fueron Esteban y mi hermano Santiago. cara al Padre y se manifestó a nosotros, eso que vimos y
Después, los apóstoles fuimos enviados a confirmar oímos os lo anunciamos ahora» (Un 1,1-3).
a los fieles que el diácono Felipe había convertido en Sa­ Quise recordarles que todo el mensaje se puede resu­
maría. Cuando el perseguidor Pablo, tras su estruendosa mir en que Dios es luz y Dios es amor, frente a la tiniebla
conversión, entró en Jerusalén se dirigió a aquellos que y el odio que nos rodea. El que ama está en la luz, el que
«parecían ser los pilares» de la Iglesia, es decir a Santiago, odia en las tinieblas (2,2-11).
Pedro y yo, leconfirmamos en su misión entre los gentiles
¿Puedo resumir mejor lo que he visto y oído, lo que
y fue por entonces cuando tuve el gozo de asistir al primer
he sentido reclinado en el pecho de Jesús, que con estas
Concilio en Jerusalén. Concluido este, partí hacia Asia
palabras?:
Menor.
Finalmerte1, años después, consumado el martirio de
Pedro y Pable, me establecí en Éfeso. Durante el reinado 2- Algunos sostienen que estas cartas fueron escritas por Juan. Otros
exégetas las atribuyen a otro Juan, otro autor. En todo caso los destinatarios
parecen comunidades mixtas compuestas de paganocristianos y judeocristianos
y el tono de las cartas muestran que el autor, si no era Juan mismo, era un
1 Estos datos ro constan en los textos de Nuevo Testamento; son fruto de
discípulo suyo o miembro de su escuela o comunidad que se inspiraba en el
la Tradición y del relato de Ireneo, padre de la Iglesia, que fue discípulo de
San Policarpo, a si vez discípulo de Juan. pensamiento del apóstol Juan.

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Las palabras vivas Las palabras vivas

«Amigos míos, amémonos unos a otros, porque el Y el amor pone en fuga el miedo, todo miedo.
amor viene de Dios y todo el que ama ha nacido de Dios «En el amor no existe temor; al contrario, el amor
y conoce a Dios. El que no ama no conoce a Dios, porque acabado echa fuera el temor, porque el temor anticipa el
Dios es amor».
castigo; en consecuencia, quien siente temor aún no está
Algunos creen ver a Dios porque cierran los ojos, realizado en el amor».
tienen pretendidos raptos místicos, pero solo se conoce a
¡Qué temerosos andábamos todos después de la cru­
Dios por el amor.
cifixión y muerte! ¡Y qué alegres y animosos cuando nos
«En esto se hizo visible entre nosotros el amor de Dios: envió su Espíritu! Temor y amor no se compadecen.
en que envió al mundo a su Hijo único para que nos diera-
Lo mismo que el amor es la criba de la fe.
vida».
«Podemos amar nosotros porque él nos amó primero.
Pero el Dios invisible, ¿cómo se hace ahora visible?
El que diga: “Yo amo a Dios”, mientras odia a su hermano,
«Amigos míos, si Dios nos ha amado tanto, es deber es un embustero, porque quien no ama a su hermano, a
nuestro amarnos unos a otros; a Dios nadie le ha visto nun­ quien está viendo, a Dios, a quien no ve, no puede amarlo.
ca. Si nos amamos mutuamente, Dios está con nosotros y su Y este es precisamente el mandamiento que recibimos de
amor está realizado entre nosotros; y esta prueba tenemos
él: quien ama a Dios, ame también a su hermano».
de que estamos con él y él con nosotros, que nos ha hecho
participar de su Espíritu». Hoy en nuestro mundo y en el mundo venidero muchos
dudan y dudarán de la existencia de Dios. «No lo vemos»,
Yo le vi y le escuché, comí en su plato, caminé a
arguyen. «Puede ser un invento del hombre, una manera de
su lado, asistí a sus curaciones, le contemplé mientras
consolarse del sinsentido que es luchar para vivir y luego
dormía, lloraba, sangraba. Los gnósticos queréis volar y
conocer a Dios directamente por vuestro esfuerzo. Pero morir». Pues bien, yo os digo, podéis ver a Dios.
Dios se ha hecho carne y lo hemos visto con nuestros Cuando alguien se olvida de sí junto al lecho del dolor
propios ojos: y pasa las noches en blanco en la cabecera de un enfermo,
«Nosotros lo vimos y atestiguamos que el Padre una luz mayor se manifiesta. Cuando un hombre y una
envió a su Hijo al mundo para salvar al mundo. Si uno mujer rompen la burbuja de un amor solo, mutuo y cerrado
confiesa que Jesús es el Hijo de Dios, Dios está con él y y dan un salto al amor de los que no tienen amor, no pue­
él con Dios; por nuestra parte, el amor que Dios mantiene de explicarse solo con la autocomplacencia de la pareja.
entre nosotros ya lo conocemos y nos fiamos de él. Dios Cuando alguien suelta amarras y boga mar adentro en viaje
es amor: quien permanece en el amor permanece en Dios de solidaridad con otros pueblos y gentes, abandonando su
y Dios con él». seguridad y comodidades por el bien de otros, Dios en ellos
El eterno, el todopoderoso, el infinito, el necesario, el se está paseando por este mundo. Cuando en una reyerta
creador, todos los calificativos empalidecen ante este: entre dos que están seguros de llevar la razón, uno mira a
su hermano por encima de sus pensamientos y le quiere,
«Dios es amor».
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Las palabras vivas
Las palabras vivas

o una persona ofendida tiende su mano para perdonar, ese quedaría patente la vida que había en él. Así arrimado a su
fuego que quema el odio no lo fabrica solo el hombre. Y, pecho escuché la liberación de un nuevo Exodo.
cuando, a imitación de Jesús, un ser humano arriesga su El Espíritu que brotó con el agua y la sangre del cos­
vida y llega incluso a darla por personas muchas veces tado para liberamos es el amor, que entre nosotros solo
desconocidas, maltratadas por la injusticia, la noche de los puede manifestarse por la unión fraterna. El mundo fue
hombres, se enciende en este mundo una luz incomprensi­ creado para volver a ser Uno. Nuestros pedazos solo pue­
ble, la del Dios amor hecho de nuevo carne. den ensamblarse gracias al amor. Jesús vino para señalar
Entonces, ¿por qué no todos creen?, ¿por qué los más cuál es el sentido de estos fragmentos dispersos, a veces
se adentran en la oscuridad de la noche, aferrados a su enfrentados u ocultados por la gran noche para devolver
pequeño yo? ¿Quién puede vencer al mundo? las chispas al fuego del que estallaron.
Este mar dormido donde una vez más lanzo mi aparejo
«Todo el que nace de Dios vence al mundo, y esta es
la victoria que ha derrotado al mundo: nuestra fe; pues, me acerca y me separa de vosotros, llamándome constan­
¿quién puede vencer al mundo sino el que cree que Jesús temente desde el horizonte. Sobre esas olas me parece ver
de nuevo caminar a Jesús, que tiende la mano a nuestra
es el Hijo de Dios?».
debilidad con un amor que rompe los límites y acerca a
Tres testigos nos muestran a Jesús: el Espíritu, el agua una misma mesa a los hermanos de toda raza y condición,
y la sangre. unidos en un amor que aleja el temor para siempre.
«El que vino con agua y sangre fue él, Jesús el Mesías Vosotros también, queridos hermanos, tenéis el pri­
(no vino solo con el agua, sino con el agua y la sangre), y vilegio de recostar vuestra cabeza en el pecho herido de
el que lo atestigua es el Espíritu, porque el Espíritu es la Jesús, cada vez que lo hacéis en uno de sus pequeños y
verdad. Por tanto, los que dan testimonio son tres: el Es­ olvidados, pues él se identificó con ellos. Descansad allí y
píritu, el agua y la sangre, y los tres apuntan a lo mismo. renaced por el agua y la sangre.
Si aceptamos el testimonio humano, más fuerza tiene el
testimonio de Dios, y el testimonio del que hablamos es
de Dios, que ha dejado un testimonio de su Hijo».
El agua, la de la sed de la samaritana, la que mana
hasta la vida definitiva, la que brota del pecho lacerado de
Jesús, la que sepulta al hombre viejo en el bautismo, agua
que me inundó desde el latido de la cena.
La sangre. Solo en el Gólgota contemplé cuanto ya
había expresado en la Cena. Que él iba a dar su carne
muriendo. Que solo en ese momento, cuando su carne y
su sangre iban a ser separadas por la violencia del odio,
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Las palabras vivas

15
La Palabra

Abba, «papá», fue la primera palabra que, como casi todos


los niños judíos, pronuncié en mi vida. Los dientes de mi
padre refulgieron en una sonrisa sobre su ensortijada barba
y negro bigote de pescador. El niño había hablado. Era
como decir: el niño es un ser pensante, un animal dotado
de razón, alguien que puede comenzar a nombrar las cosas
que tiene en su entorno, un humano dotado de palabra-
proyecto, de logos, el verbo de la mente.
Así, poco a poco, mi lengua se fue desatando y re­
creando el mundo a mi derredor:
Mamá, tío, casa, pan, vino, uva, pez, cántaro, candil,
barca, almendra, trigo, olivo, cuenco, hierba, higo, barba,
copla, rama, huerta, molino, homo, flor, mar, luna, nube,
río, sol, muchacha, túnica, cálamo, mostaza, dracma, oveja,
redil, pastor...
Nombrándolas les daba, para mí, el ser.
Y cada palabra era un descubrimiento, un color, un
olor, un recuerdo. Cada palabra delimitaba mi mundo con
un sinfín de evocaciones. El fuego calentaba, quemaba,
pero además irisaba la noche de un resplandor encamado,
y expandía un olor a rescoldo que se mezclaba con el del
pescado recién sacado de las brasas. El agua refrescaba mi

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Las palabras vivas Las palabras vivas

cara y mi garganta, pero al mismo tiempo era una superficie infinito, a veces enigmáticas e ininteligibles, sobre todo
azulada y cambiante sobre la que mi padre navegaba cada cuando nos contaba esos cuentecillos o parábolas, con
día y donde al atardecer chapoteaban los remos como mú­ tantas capas o interpretaciones que cada vez parecen nue­
sica. El vino ardía rojo, alegraba y embriagaba. La arruga vas, pero siempre palabras penetrantes como cuchillos y
revelaba decrepitud y al mismo tiempo ternura junto a los acariciadoras como arrullo de madre. Palabras que caían
ojos de mi abuela! como de un manantial y refrescaban nuestra tierra reseca.
Las palabras comenzaron a dictar mi dolor y mi He comentado muchas de ellas a lo largo de estas confi­
alegría, a expresar mis deseos, a dar forma a mis sueños. dencias: luz, vida, día, noche, hora, pan, fe o vino...
Saltaban en el aire en forma de canción, o eran susurradas ~ Pero solo en la cena caí en la cuenta de que sus palabras
al oído en boca de los enamorados y nana en la cuna de eran expresiones de la Palabra, la única, con mayúscula,
los recién nacidos. Las palabras podían ser feroces, dulces, la Palabra del Padre, que era él mismo. Ya he comentado,
amargas, impetuosas y quietas. Nacer, morir, llorar, cantar, que, reclinado sobre el pecho de Jesús, perdí el concepto del
arengar, profetizar, enseñar, comenzaron a ser verbos que tiempo y me sumergí en un mar de luz, sin día ni hora.
arrastraban sentimientos. Ya no había palabras neutras, no,
Allí paladeé el sabor del no-tiempo, donde eres tú y
porque las palabras son pedazos de vida.
no eres tú, donde cuelgas suspendido de la presencia como
Y es que toda palabra de alguna manera se hace car­ si este mundo fuera solo reflejo de aquella luz y nosotros
ne. centellas en camino del único fuego abrasador, la llama de
Por eso, hay que tener mucho cuidado de cuáles y cómo amor viva del que aquí somos chispas en busca de recuperar
se pronuncian. No olvidaré una severa regañina, acompañada su cráter original para siempre.
de un bofetón, que me propinó mi abuelo un día que salté la Entendí que Jesús es la Palabra.
valla del vecino para subirme a una higuera y hurtar higos.
Por eso tengo claro que, cuando escriba mi Evangelio,
Desde entonces «higuera» y «hurtar» no fueron términos
quiero comenzarlo con un poema.
indiferentes. O las palabras del rabino, intentando consolar­
me, como ya he narrado en los momentos más tristes de mi ¿Prologar el relato de los hechos y palabras de Jesús
infancia. O las de las vecinas al gritar con ira a una muchacha con un poema? ¿No es una osadía? ¿Lo soportará el lector
«prostituta», porque se había acostado con su novio. De tanto sin abandonar enseguida la lectura? Sí, porque ese poema
decírselo ella se convirtió en lo que la llamaban. ha de ser la clave de todo el libro y del cosmos; la piedra
angular de la bóveda, el fundamento que da sentido a todas
Hasta que conocí la Palabra.
las demás palabras.
Cuando hablaba Jesús -la Palabra decía palabras-, se
paraba el mundo. Escribiré:

«Habla como el que tiene autoridad», dijeron de él Al principio ya existía la Palabra,


enseguida. Eran las suyas palabras preñadas, con sabor a la Palabra se dirigía a Dios

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Las palabras vivas Las palabras vivas

y la Palabra era Dios: Se lo oí decir al propio Jesús, como recordaréis, cuan­


ella al principio se dirigía a Dios. do exclamó que Abrahán deseó ver su día y se regocijó por
ello. Fue aquel día que, en réplica a los judíos, dijo: «Pues
Quiero desde el arranque del relato sacar a mis futuros sí, os lo aseguro, desde antes que naciera Abrahán, yo soy
lectores de este mundo, para conducirlos al no-tiempo. yo el que soy» (8,58). «Yo soy el que soy... yo soy es mi
Quiero romper sus códigos estrechos en los que se mue­ nombre”, le había dicho Dios a Moisés de sí mismo» (Ex
ven de ayer, hoy, mañana, para sumergirlos en un ahora 3,14), subrayándolo con el simbolismo de una zarza que
sempiterno. Allí no hay juventud, ni arrugas; ni dolores
ardía sin consumirse jamás, el fuego divino.
de espalda, ni placeres instantáneos, ni llanto, ni risas, ni
sudor, ni trabajo, ni descanso, ni miedo, ni muerte, ni si­ Cada vez que tengas miedo, cuando no comprendas lo
quiera fe o esperanza. Aquello es un mar de amor fuera de que te ha sucedido, cuando te veas decaer por un fracaso o
la contingencia. Quiero conducir al lector al seno de Dios. cualquier merma con que la vida te pruebe, párate y quédate
Al principio, un principio (arché dicen los griegos), del que ahí con tu ser dentro del Ser, en la ruptura de los parámetros
habla también el Génesis, cuando la tierra estaba todavía de tiempo y espacio, en la hermosa Palabra que vibra antes
desierta y vacía y la presencia divina flotaba sobre la faz de todo. Nada ni nadie te herirá del todo.
de las aguas, y «dijo Dios: ¡Que haya luz!» (Gén 1,1). Dios se dirigía una palabra eterna a sí mismo en su
Otro poema bíblico habla de ese momento anterior soliloquio infinito. «Mi Padre y yo somos una misma cosa»
a todo: (10,30). Se contaba en su interior un proyecto sorprendente
de amor: crear el hombre como espejo de Dios, para que
«El Señor me estableció al principio de sus tareas...
antes de comenzar la tierra. Antes de los océanos fui en­ pudiera libremente nacer y renacer de Dios (1,13) y más
gendrada, antes de los manantiales de las aguas. Todavía que creatura hacerse hijo (1,12), gracias a la Palabra que
no estaban encajados los montes, antes de las montañas fui «era Dios».
engendrada. No había hecho aún la tierra ni la hierba ni Me miro en ese espejo y me quedo extasiado, perdido
los primeros terrones del orbe. Cuando colocaba el cielo, en el mar de luz del proyecto del Padre.
allí estaba yo; cuando trazaba la bóveda sobre la faz del
Océano; cuando sujetaba las nubes en la altura y fijaba Mediante ella se hizo todo;
las fuentes abismales. Cuando ponía un límite al mar, y sin ella no se hizo nada de lo hecho.
las aguas no traspasan su mandato; cuando asentaba los
cimientos de la tierra, yo estaba junto a él, como aprendiz, Supe que no hay dos, sino uno.
yo era su encanto cotidiano, todo el tiempo jugaba en su No es Dios y el cosmos, sino siempre Dios. Nada
presencia: jugaba con la bola de la tierra, disfrutaba con existe fuera del proyecto divino expresado por la Palabra.
los hombres» (Prov 8,22-31). No hay criatura que no sea expresión de Dios y por tanto
Era la Sabiduría, la Palabra juguetona en Dios antes ninguna mala de suyo. Todo es un himno, el canto de Dios
del tiempo. entonado en miles de estrofas diferentes: el riachuelo, la

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Las palabras vivas Las palabras vivas

lágrima, el monte, las rocas, las vides, los olivos, el mar, las padres la ley rabínica era la luz. Para Jesús es exactamente
llanuras; y sobre todo los hombres, niños y mujeres. Todas al revés: la vida es la luz del hombre. No hay que conocer
las palabras son hijas de la Palabra y, cuando en ellas me primero la ley, como enseñaba Moisés, para obtener la luz,
acurruco, me cobijo en Dios. sino al contrario, hay que encontrarse con la vida, y ella será
nuestra luz en el camino. Jesús lo demostró con el inválido
Ella contenía vida, aquel, con el ciego de nacimiento, con Lázaro, o como le
y esa vida era la luz del hombre; dijo a Nicodemo. Aceptar a Jesús es aceptar la vida.
esa luz brilla en las tinieblas, Pero la vida y la luz no tienen un camino fácil.
y las tinieblas no la han comprendido.
Se interpone frente a ella un cerco de muerte y tiniebla,
¡Oh, la vida! ¡Cómo vi caminar a la Palabra, subirse una anti-vida que es anti-luz, no mera ausencia de luz. Esta
a la barca, curar a los enfermos, abrazarme, llorar, amar, fuerza negativa es creada por el hombre al oponerse a la
dormir, comer, morir en una cruz! Vida que comunicaba luz. Jesús vino para dar al hombre la posibilidad de salir
vida. La Palabra antes de la creación del mundo contenía de la tiniebla.
vida, una vida que iba a ser luz del hombre, la cualidad ¿Hay algo mejor que ver claro?
divina por excelencia.
De noche todos los árboles parecen monstruos y las
Nos lo dijo bien claro: «A mí me ha enviado el Padre, zanjas barrancos. En cambio de día descubres la verdad
que vive, y yo vivo gracias al Padre; pues también quien me de todo, el color de las hojas, el tamaño de un labrantío, la
come vivirá gracias a mí» (6,57). «Para que tengan vida y realidad objetiva de los peligros.
les rebose» (10,10), nos repetía como la gran motivación
Jesús sigue brillando en las tinieblas, porque estas nada
de haber venido.
tienen que hacer contra él. Pero tú, oh prodigio de liber­
¿Habéis observado la vida? tad, y yo, tenemos capacidad para situamos dentro o fuera
¿Habéis contemplado con los ojos del alma la mi­ de ellas. Cuando él nos hablaba de «aprender del Padre»
rada de un niño, el abrazo de una madre, el corretear de (5,37) y «escuchar su voz» (6,45) estaba hablándonos de
un perro, la espuma de la leche recién ordeñada, el beso situarnos en la luz: «Yo soy la luz del mundo», alternativa
de un crepúsculo, la quietud del gato, el abrazo de una a la tiniebla de los dirigentes judíos y de cuantos quisieron
enamorada? ¿Habéis vivido u os han hecho vivir, como apagar esa luz dando muerte a Jesús.
a rastras por las horas, los días y los años? Si habéis vi­ Veo el ceño fruncido de Caifás, el rostro enrojecido de
vido, habréis observado que la vida lleva dentro de sí un ira de Anás, las cuidadas cejas escépticas de Poncio Pilato.
resplandor, un fulgor con sabor a más, una sugerencia Veo a Judas dentro de su noche correr hacia la horca. Veo
de infinito. el dinero de sus siete inútiles monedas o amontonado en
Es la verdad escondida de todas las cosas que grita en los tenderetes de los cambistas y los ojos de estos brillan­
medio de nuestra noche, la luz del hombre. Para nuestros do encandilados por el oro. Veo a los sicarios disfrutando

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Las palabras vivas Las palabras vivas

morbosamente con el flagelo en mano o sorteándose la La luz perenne del no-tiempo iba a aparecer en el
túnica del Maestro. Veo la noche de Getsemaní y el oscuro tiempo.
mediodía del Gólgota. La oscuridad de los que apedreaban Esta sí que era la luz de veras, la luz de la vida proce­
a Esteban y degollaban a mi hermano, el orgullo de los dente del Dios creador, no del Dios legislador. Las leyes que
disidentes de Efeso, convencidos de que pueden meter en pretenden guiar al hombre no comunican vida, son meros
sus cabezas la luz sin límite. Y ante ellos el fúego, la luz, códigos muertos, gélidas letras sin sangre, mientras que la
la vida de la Palabra. luz de Dios es la vida misma. Juan con su bautismo preten­
La luz es pues el resplandor de la vida, y la tiniebla la día ya despertar al hombre de su situación de muerte.
opacidad de la muerte.
En el mundo estuvo
Luego daré un salto al tiempo, a la historia, mi propia
y, aunque el mando se hizo mediante ella,
historia, y me veré sumergido en las aguas del Jordán junto
el mundo no la conoció.
a un hombre desgreñado y vestido de piel camello, con una
Vino a su casa,
voz que atronaba en la tarde.
pero los suyos no la recibieron.
Y escribiré: Pero a los que la recibieron
los hizo capaces de ser hijos de Dios.
Apareció un hombre enviado por Dios, que se llamaba
Juan; este venía como testigo, para dar testimonio de la Un campesino está segando, inclinado bajo un sol que
luz y que por él todos llegasen a la fe. No era él la luz, era rocía en su frente; suda y sufre pensando en su mujer y
solo testigo de la luz. La luz verdadera, la que alumbra a en sus hijos, en que el salario no le llega por los abusivos
todo hombre, estaba llegando al mundo. impuestos romanos, sisados por los recaudadores, que
ha de pagar. Otro hombre, con el penacho rojo al viento,
Se había presentado un mensajero, un hombre saca­ conduce las legiones imperiales desde Cesarea Marítima
do de mi tierra, de mi pueblo, pero enviado por Dios. No con marcha marcial para reprimir a los sediciosos de una
pertenecía a las instituciones religiosas, no era él rabino, revuelta, mientras un grupo de mujeres lava a su paso la
ni sacerdote, ni levita. Gritaba una posibilidad de descubrir ropa en el río y un buhonero intenta en la plaza con gritos
la vida, preparaba un camino, una salida de la muerte para de reclamo vender telas, ajorcas y anillos para subsistir. El
«todos», con misión universal. Juan el Bautista, con su rico se perfuma tras salir del baño, y el pastor recoge su hato
agua, rompe ya con la tiniebla y muestra al que va a quitar al atardecer. Son gentes de este mundo. Están inmersos en
el pecado del mundo (1,29). sus tareas, juntan unas dracmas, subsisten con sus dolores
y penas, sus temores y angustias, su corta esperanza de
No era una lámpara, no tenía luz propia. Era la luna
vida, su miedo a morir. Han sido creados por la Palabra,
que refleja al sol. «Yo no soy el Mesías», exclamó (1,19).
es más, son puro reflejo de la luz-vida de ella. Pero están
Este sol, la luz divina, existía desde siempre, pero iba a
dormidos; solo ven lo que tienen delante de las narices; se
apearse entre nosotros, a manifestarse en la historia.

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Las palabras vivas Las palabras vivas

debaten como si su mundo fuera eterno, a ver si pueden Pero a los que la recibieron
conquistarse una parcela en el reducido tiempo y espacio los hizo capaces de ser hijos de Dios.
en el que les ha tocado vivir. Sin saberlo andan ciegos en
la oscuridad. Hay sin embargo otra opción. Puedes levantarte, salir
de tu sueño, del camino trillado y abrir la puerta a la Palabra.
Otros oprimen, explotan, hieren, maltratan, llegan a
Hubo gente que dio ese paso. ¿Os acordáis de la inesperada
matar para conseguir lo que pretenden. Convierten el di­ acogida en Samaría (4,39), de la retirada a Efraín (11,54),
nero, el poder y el placer en ridículos dioses de sus vidas.
del episodio de los griegos (20,22)?
Ellos no solo están en la oscuridad, son la oscuridad. Es
el rechazo voluntario del mundo, de la humanidad, domi­ Una oportunidad se abre para el hombre, despertar y
nada por el pecado que es carencia de luz, desgracia de ponerse al lado de la luz, o preferir la tiniebla.
no ver el milagro de la vida. Hay que salir de esa tiniebla Viene para damos la oportunidad de convertirnos en
para encontrar la luz. «Si uno no nace de nuevo, no puede hijos de Dios. Pero, ¿acaso no lo somos ya desde que na­
vislumbrar el reino de Dios» (3,3) y solo la luz-vida les va cemos, como creaturas suyas? Pues sí, pero hay hijos que
a resucitar: «Los muertos van a oír la voz del Hijo de Dios no saben quién es su padre, que viven perdidos y sin hogar.
y los que la escuchen tendrán vida». Estos solo serán hijos si encuentran un padre.
Jesús viene a hacernos redescubrir nuestra auténtica El modo como nos enseñó a reconocerlo es respon­
identidad de luz-vida bien hecha desde la creación. diendo a nuestra auténtica naturaleza, que es el amor.
Cuando al amar nos parecemos a Dios, descubrimos nuestra
Juan el Bautista anunciaba una alternativa para desper­
identidad de hermanos y por tanto de hijos, regresamos al
tar de su sueño, liberarse de una ley y un orden institucional
en el que vivían resignados a ser muertos-vivos. hogar y podemos sentarnos de nuevo junto al fuego bajo
la sonrisa del Padre. Un amor de unos a otros como el
Esa luz existía, brillaba para todo hombre, para la amor con que Jesús nos ha amado (13,34; 15,12.17), lo
humanidad entera. Especialmente para nosotros, los judíos, que equivale a descubrimos nada menos que hijos de Dios
«su pueblo, su heredad» (Dt 27,9; Ex 15,16), sellado con como lo es Jesús. Una actividad que es ponerse en camino
el pacto de la Alianza. para seguir sus pasos, identificamos con él, con su vida y
La Palabra venía pues a su casa, a su gente, a tomar su muerte (6,35) y superar la prueba definitiva, el amor que
cuerpo, ojos, manos, pies, corazón de hombre, a hacerse his­ puede con el dolor, el miedo, la noche y la muerte.
tóricamente visible entre los suyos. Y le cerramos las puertas. Toda la buena noticia se resume en esa frase: hacemos
«Los suyos no la recibieron». La ley, la norma, «lo que está «capaces de ser hijos de Dios». Nicodemo no entendía
mandado», la letra que mata les cerró los ojos. Moisés lo eso de «nacer de nuevo» por el Espíritu, el salto que nos
había anunciado (5,46), les había prometido vida. Pero su potencia para llegar a ser hombres y mujeres completos,
pueblo cerró la puerta y su corazón al proyecto divino que hasta poder realizar sus mismas obras e incluso mayores
apareció en la amable humanidad de mi amigo Jesús. (14,12).

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Les palabras vivas Las palabras vivas

Me preguntaréis por qué, al igual que multiplicó los de otra sangre, la que rompe con la maldición de la muerte.
panes, curó a los enfermos y resucitó a los muertos, no «Detrás de mí -decía Juan- llega un varón, ese es el que
hizo el milagro de hacemos ver, de convertimos sin más en va a bautizar con Espíritu Santo» (1,30; 1,33).
hijos de Dios. Porque sencillamente eso sería tanto como ¿Recordáis al ciego de nacimiento? No sabía quién era
anulamos como personas, capaces de elegir. el Mesías, pero deseaba saberlo: «¿Quién es, Señor, para
Esta es la razón por la que Jesús no quiso ser rey, ni que crea en él?». «Lo has visto: es el que está hablando
establecer un gobierno con ministros, ejército y posesio­ contigo». «Creo, Señor», respondió el ciego y junto a la
nes. Nunca quiso gobernar así al hombre ni a la sociedad. luz de fuera, recobró la luz de dentro. Dio el paso de la
No era de los que dejan todo hecho, como un soberano- adhesión y se le abrieron los ojos del alma.
que ordena sus estados y traza sus fronteras. Quiso que
cada uno de nosotros fuéramos «capaces de hacernos Y la Palabra se hizo hombre.
hijos de Dios», libremente y no por decreto ni por ley o
instituciones. Llega el momento cumbre de la creación.
¿Por qué sopla el viento? ¿Para qué amanece cada día?
A los que le dan su adhesión, y estos no nacen de linaje ¿Por qué razón llueve, truena, hace calor? ¿Qué sentido tiene
humano, ni por impulso de la carne ni por deseo de varón, esa piedra, esta montaña, ese río, esta flor? ¿Y por qué yo
sino que nacen de Dios. tomé un cuerpo en una tierra concreta, a una hora específi­
ca, con este carácter, esta apariencia? ¿Qué diana tiene esta
¿No hemos sido creados todos por Dios? Si un borrico, flecha? ¿Por qué sufro, río, juego, ando, trabajo y muero?
una gallina, un caballo o una flor han salido de las manos
de Dios, ¿no surgieron así también Adán y Eva y todos los Muchas noches me preguntaba de adolescente por
hombres y mujeres de la historia? mi último sentido, mis lágrimas, mis deseos frustrados.
Hasta que el Logos, la Palabra o proyecto de Dios se hizo
Porque el ser humano, dotado de conciencia, es el hombre. El Hijo del Hombre que es Hijo de Dios entró en
único capaz de reconocer su linaje. No basta que tu padre
la historia para que el hombre llegue a darse cuenta de su
y tu madre se abracen y como consecuencia de su unión
íntimo ser en Dios.
canal, te acunen felices en sus brazos recién nacido. No
basta la vida biológica: nacer, crecer, alimentarse y morir.
Acampó entre nosotros.
Una centella ha puesto Dios en nuestro interior. Al reco­
nocerla somos capaces de romper el mero ciclo biológico
Acampar es igual, aunque parezca obvio, a plantar
natural. Jesús vino para señalamos esa capacidad de ser
una tienda en el campo.
luz en la Luz, de despertar por dentro a una vida distinta
que supera el mero deseo. Inaugura la pertenencia a una Nuestros padres llevaban una tienda de campaña en
familia más allá de los lazos de la carne y la sangre, la de el desierto (Ex 33,7-10), que sería reemplazada más tarde
los que renacen porque nacen de Dios. O nacen, si queréis, por el santuario de Jerusalén. Ahora la tienda y el santuario

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Las palabras vivas Las palabras vivas

han sido definitivamente sustituidos por un hombre, una en la tienda del encuentro, poique la nlu^e se había posado
«carne» que habita entre nosotros. sobre ella y la gloria del Señor llenabi|a ej santuario.

Abrirá sus ojos a los colores de su tiempo, enclavará Cuando la nube se alzaba del su m ario , los israelitas
los palos de su tienda en nuestros valles, asumirá nuestras levantaban el campamento en todas las, e^apas pgj-o cuando
pequeñeces y grandezas, comerá nuestro pan y pescará la nube no se alzaba, los israelitas esIperaban hasta que se
nuestros peces, llorará, reirá, amará como hombre. alzase. De día la nube del Señoi se Ip0sa^a sobre el san­
tuario, y de noche el fuego, en todas ,gus e^apas^ a [a vjsta
Inaugurará un nuevo Éxodo y una nueva Pascua. de toda la casa de Israel» (Ex 40,35-^gy
Será el Cordero que liberará con su sangre a la humani­ Ahora no hay lugar concieto pcara ¡a gloria, porque
dad de la muerte. Su carne, como nuevo maná, será comida desde que el Hombre ha entrado er^ ja historia., todo es
en medio del desierto de la vida y nos conducirá a la tierra gloria, gracias a Jesús:
prometida. Será entregado a la misma hora que se inmola
«Entre nosotros».
en el templo al cordero, para cambiar una pascua ritual por
una pascua de vida, rompiendo las tinieblas con la luz, en En nuestras plazas, calles, tier.ras^ casaSj caminos,
un paso de la muerte a la existencia definitiva. Conducirá dudas, deseos, enfermedades, algaraLbías, besos, abrazos,
a su pueblo hacia la liberación, en medio de la obcecación infancia, llantos, risas, juventud o ve.jez La gloria emerge
de los líderes judíos y la esclavitud de la norma. en una puesta de sol y asoma entre las ramas ¿g un árbol, es
compartida en una hogaza, brota en \una casca(ja5 brilla en
Se acaba el templo y podremos entrar en el nuevo
unos ojos, o salta plateada en una íed. es^ enCerrada en
santuario que es Jesús mismo, su humanidad, su presencia, el templo ni en el monasterio. Corre f^jjz con jos cervatillos
su palabra, «en espíritu y en verdad», como le dijo a la
del bosque y sube a las montañas ^ y ad as en el vuelo del
samaritana. Como la tienda de Moisés era transportada sin águila. Dios aleteaba ya en toda la cie;ación. Pero la Palabra
acampar fijo, la comunidad de Jesús se pone en marcha, liberó sus dimensiones estrechas, A m eras, perecederas,
estará siempre en camino hacia el Padre, no con los ojos para hacemos descubrir el definitivQ rcSp]andor de cada
fijos en la carne (poder, posesión, egoísmo), sino con la cosa, sobre todo cuando es paladead^ p^j. gj hombre.
mirada iluminada por el Espíritu.
«Entre nosotros».
Y contemplamos su gloria: Ya no hay distancia entre Dio^ y ej hombre. Como
por encanto ha desaparecido la an g i^ ja sinsentido, de
Nuestros padres en su penoso camino por el desierto no saber ni poder encontrarle. No h^y c,u£ abandonar este
vislumbraban a ratos la presencia, la «gloria de Yahvé». mundo y correr a buscailo fueia de ja vj¿a j^a vj(ja toda
Cuando inauguraron la tienda-santuario, descubrieron esa es un templo. Nada hay ya profano.
gloria: Tampoco hay un tuyo y mío, sino un n0S0|T0Sj «entre
«Entonces la nube cubrió la tienda del encuentro, y la nosotros», pues si todo resplandecí^ munc|o es comu­
gloria del Señor llenó el santuario. Moisés no pudo entrar nitario.

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Las palabras vivas
Las palabras vivas

Gloria de Hijo único del Padre. beme, cómeme, el que me ve, ve a mi Padre. La gloria del
Hijo es ahora tu gloria, la vida de Dios es tu vida. Cree en
Esta gloria no es una nube que se ilumina o fuego fatuo esto y vivirás».
en medio de la noche del desierto. No es una teofanía como «Un hijo no puede hacer nada de por sí, tiene que verlo
la que los antiguos querían ver en un diluvio o un alimento hacer al padre. Así cualquier cosa que este haga, también
caído del cielo. No es un número de magia, ni una aparición el hijo la hace igual» (5,19).
espectacular, un puro símbolo de Dios.
Esta gloria es un tú. Lleno de amor y lealtad.
Es la presencia de Jesús, Dios mismo, en mi barca, en
la ciudad de Cafarnaúm, bajo el sicómoro o sentado en la El viejo Moisés sudaba antes de esculpir en piedra las
roca junto al Tiberíades. Tiene voz, una voz cálida que aún tablas de la ley con el segundo decálogo. Había hecho a
suena en mis oídos y dice «sígueme» o «dame de beber», Dios varias peticiones, sin embargo, al exponer la última,
o «esto es mi cuerpo» o «levántate y anda» o «ahí tienes le pidió:
a tu madre». Una voz-música que transforma la peripecia - Enséñame tu gloria.
humana en una sinfonía, el miedo en una puerta, el templo
en universo. Le respondió:
Yo haré pasar ante ti toda mi riqueza y pronunciaré ante
Gloria en hebreo significa a la vez «gloria» y «rique­
ti el nombre «Señor», porque yo me compadezco de quien
za». Jesús es el heredero del Padre, posee la plenitud divina
y me la regala y yo puedo a mi vez repartir esa herencia. quiero y favorezco a quien quiero; pero mi rostro no lo pue­
des ver, porque nadie puede verlo y quedar con vida.
Dios mismo se ha hecho un tú.
Y añadió:
Las antiguas religiones construían un sancta sancto-
rum, ese lugar recóndito en medio del templo, protegido «Ahí, junto a la roca, tienes un sitio donde ponerte;
de todas las miradas, donde un sacerdote era el único cuando pase mi gloria te meteré en una hendidura de la roca
privilegiado para entrar en él y dirigirse al Dios del más y te cubriré con mi palma hasta que haya pasado, y cuando
allá, innombrable, que nadie puede osar ni siquiera mirar, retire la mano podrás ver mi espalda, pero mi rostro no lo
el Dios del Sinaí, terrible y castigador: «No te acerques. verás» (Éx 33,12-23).
Quítate las sandalias de los pies, pues el sitio que pisas es «El Señor pasó ante él proclamando: el Señor, el
terreno sagrado» (Ex 3,5). Señor, el Dios compasivo y clemente, paciente, grande en
Ahora Jesús me dice: misericordia y fidelidad» (Éx 36,6).
«Acércate, come en mi mesa, reclínate en mi costado. A Moisés no le estuvo permitido ver a Dios, es decir
Te he llamado amigo. Deja que María unja mis pies con tener de él un conocimiento personal, una experiencia
perfume y lo enjugue con sus cabellos. Tócame, toma tu inmediata del Señor.
cruz y sígueme. Ora conmigo y a mi lado esta noche. Bé-
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Las palabras vivas Las palabras vivas

Como «lleno de amor y de lealtad» puede definirse a lo pidió al Padre: «Padre, quiero que también ellos, los que
Dios. Uso el término jharis, que nunca volveré a usar en me has entregado, estén conmigo donde estoy yo, para que
mis textos y que significa en griego amor gratuito y gene­ contemplen mi gloria» (18,24).
roso, amor expansivo. Luego usaré agapé (amor) y phileó La diferencia entre Moisés y nosotros, entre la antigua
(querer de amistad). ¿Para qué? Para indicar que el amor y la nueva alianza es que para ellos ver a Dios era morir.
del Hijo es fiel; no se acaba y es leal, verdad, autenticidad Para nosotros verlo es vivir. Su cruz en medio del mundo
en el amor. es la señal de la gloria, un canto de vida.
Ahora vamos a ver la gloria a través de Jesús, sin
limitación alguna, la riqueza de Dios que reparte su Hijo De él daba testimonio Juan cuando clamaba:
único. - Este es de quien yo dije: El que venía detrás de mí
No es el Dios de espaldas de la antigua alianza. Es un se me ha puesto delante, porque existía antes que yo.
Dios cara a cara, que se nos regala espontáneamente, donde
resplandece el amor gratis. Ahora la gloria se ha hecho luz La frase de Juan el Bautista no se ha hecho vieja.
cercana y el amor vida palpable. Sigue vigente. Es el resumen del contenido de este poema-
prólogo. Cuando el Espíritu bajó sobre Jesús en el Jordán,
Desde entonces vivir es amar y comunicar luz, dar Juan negó ser el esposo y daba paso a una boda distinta y
vida.
nueva que venía a engendrar un nuevo pueblo, fundado no
No es un amor cualquiera, es un amor leal, firme, au­ en el temor, sino en el amor.
téntico, que no se acaba porque conociéndole directamente
nos convierte a nosotros también en hijos como hermanos Porque de sü plenitud
de la Palabra hecha carne. todos nosotros recibimos,
ante todo un amor que responde a su amor.
¡Oh gloria del Padre! ¡Cómo te vi anticiparte en las
tinajas de Caná, cuando adelantaste tu hora, derramarse en Cuando regresé del sepulcro, mi dolor se había conver­
vino de abundancia y agua que salta a la vida eterna, y al tido en certeza y mi noche en día. El resto de los discípulos
salir Lázaro del sepulcro, como la resurrección que anticipa aún estaban encerrados y mustios por miedo a los judíos.
«el último día», y resplandecer sobre todo en lo alto de la Temían que lo que le había ocurrido al Maestro podría
cruz, donde nos engendraste a la vida definitiva, don del sucederle a ellos de un momento a otro.
Espíritu. ¡Te hemos contemplado en el Gólgota, cuando Pero yo comencé a experimentar un deslumbramien­
de tu costado brotó sangre, tu vida, y agua, tu Espíritu, to.
derramados para crear nueva humanidad!
Desde entonces puedo haber sufrido carencias, perse­
Lo había adelantado Zacarías, el profeta (12,10): cuciones de los judíos y los romanos, duras navegaciones,
«Mirarán al que traspasaron» (19,37), y cuando mi oído incierto futuro de nuestras comunidades en Efeso, Roma,
escuchaba el pálpito de Jesús durante la última cena, él se Jerusalén y otros lugares.

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Las palabras vivas Las palabras vivas

Pero la plenitud viaja conmigo. Ahora, mediante una nueva actividad creadora, estalla
Quizás habréis sentido alguna vez cómo de pronto la vida nueva.
y sin razón aparente os inunda la alegría. Camináis por El hombre es llevado a su plenitud, a su término, me­
el campo, por las calles de una ciudad perdida, o estáis diante Jesús Mesías, la Palabra hecha hombre.
sentados tranquilamente en vuestra casa. Y una alegría sin El cosmos entero alcanza su cumbre.
nombre os inunda el corazón. En un instante vuestro cuerpo
Resuenan las palabras del profeta Jeremías:
no pesa y parecéis flotar.
Es la plenitud del Espíritu.
Mirad que llegan días - oráculo del Señor-
Desde que la Palabra se hizo carne toda la riqueza
en que haré una alianza nueva con Israel
de Dios cabe en una palabra, una sonrisa, una lágrima,
y con Judá:
un vaso de agua dado con amor. No tenéis que viajar más
no será como la alianza que hice con sus padres
allá de las estrellas, ni forzar vuestros sentidos. Dios en su
cuando los agarré de la mano
plenitud está al alcance de la mano. La gloria-riqueza de
para sacarlos de Egipto;
Dios es nuestra herencia de hijos desde el momento en que
la alianza que ellos quebrantaron y yo mantuve
nacemos de Dios.
-oráculo del Señor-;
Jesús ahora se hace vivo en el nosotros. así será la alianza que haré con Israel
El agua infinita se derrama en mi cuenco y desde cada en aquel tiempo futuro - oráculo del Señor-:
uno de nosotros se derrama a los demás como vasos comu­ Meteré mi Ley .en su pecho,
nicantes. Al comunicar amor comunicamos su gloria: «La la escribiré en su corazón,
gloria que tú me has dado se la he dado a ellos» (17,22), yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo;
«para que sean uno como nosotros somos uno, para que ya no tendrán que enseñarse unos a otros,
queden realizados alcanzando la unidad, y así conozca el mutuamente,
mundo que tú me ha enviado». diciendo: «Tienes que conocer al Señor»,
porque todos, grandes y pequeños, me conocerán
Ahora comunicamos su aliento de vida.
-oráculo del Señor—,
Porque la Ley se dio por medio de Moisés, el amor y pues yo perdono sus culpas y olvido sus pecados.
la lealtad se hicieron realidad en Jesús el Mesías. Así dice el Señor
Ya no hay letra muerta, ahora hay Palabra hecha vida. que establece el sol para iluminar el día,
No «tengo que cumplir», sino que «tengo que ser», el ciclo de la luna y las estrellas
y ser es vivir. para iluminar la noche,
que agita el mar y mugen sus olas.
Mediante la Palabra «existió todo» y «el mundo existió
(31,31-34)
mediante ella» (1,3).

182
Las palabras vivas Las palabras vivas

En tu corazón conocí la nueva ley, en tu pecho bebí la Moisés no pudo ver a Dios. Era un mediador que
nueva alianza, «conocer al Señor» de cerca, como anun­ hablaba de Dios por encargo, sin experiencia directa.
ciaba el profeta. Y ahora «grandes y pequeños» podrán Hizo lo que pudo. Intentó transcribir la ley de Dios con
acercarse a él. El amor se ha grabado en el corazón como un conocimiento intelectual, pero nunca por experiencia
nueva alianza, gracias a Jesús el Mesías. Hemos entrado en directa. Su ley solo era una preparación. Como Juan el
la intimidad de ÍDios, propia de los hijos (17,3). La forma Bautista, se limitó a ir disponiendo el camino al Señor con
de limpiarnos del mal también ha cambiado. Todo pecado aproximaciones parciales.
cae en el olvido. La venida de Jesús es una explosión de amor. Tan
Lo anunciaba Ezequiel: cerca de Dios estaba que es su Palabra, el único Dios
«Os rociaré con un agua pura que os purificará, de engendrado. Aquella tarde en que le vi por vez primera
todas vuestras inmundicias e idolatrías os he de purifi­ comencé a penetrar en el «cuarto de estar» de Dios, como
car. Os daré un corazón nuevo y os infundiré un espíritu si en su cabaña junto al Jordán me abriera la puerta de
nuevo; arrancaré de vuestra carne el corazón de piedra un sueño, su casa sin paredes, su universo de luz. El que
y os daré un corazón de carne. Os infundiré mi espíritu está «de cara al Padre» me miraba a mí, hablaba conmigo,
y haré que caminéis según mis preceptos y que pongáis podía sonreírme y cobijarme para siempre, meterme en su
corazón y envolverme en su gloria. La experiencia más
por obra mis mandamientos. Habitaréis en la tierra que
auténtica de Dios es caer en la cuenta de que está total e
di a vuestros padres; vosotros seréis mi pueblo y yo seré
vuestro Dios» (36,25-28). incondicionalmente a favor del hombre, que se ha puesto de
nuestra parte hasta el extremo de asumir nuestra fragilidad,
Ahora mi corazón es de carne, la ley interior de nuestro miedo, nuestra noche.
Jeremías se anuncia en Ezequiel como don del Espíritu.
Borrón y cuenta nueva. Hay que volver a escribir la
Esta ley no está escrita en piedra muerta, sino que habla
historia, comenzar un capítulo estremecedor de intimidad,
dentro de mí desde que Jesús se nos ha mostrado como
sentarse con él en un diálogo infinito pronunciado en tér­
vida. Las tablas de Moisés se sustituyen para el hombre
nacido de arriba, con la muerte de Jesús, en una fuerza minos de hombre.
interior que habla dentro de nosotros, un agua que no para Dios se ha explicado. Las lecciones de Moisés y los
ni parará de manar. Caducó la vieja alianza, comienza la profetas se referían a Dios con palabras torpes y términos
nueva, una plenitud y realización completa del hombre, lejanos. De pronto el corazón humano puede exclamar
que por el ejercicio del amor puede llegar a convertirse regocijado: «Ahora lo entiendo». Pero no con una lección
en hijo y alcanzar la humanidad nueva y definitiva. intelectual, sacada de un libro; no por un proceso lógico
y cerebral, sino como el enamorado entiende, la madre
A Dios nadie lo ha visto jamás;
sabe, el poeta intuye, porque «ve» sin ver, descubre sin
es el Hijo único, que es Dios,
elucubrar, sabe que ama y al amar desvela lo indecible.
el que está de cara al Padre,
él ha sido la explicación. Por palabras vivas.

184 185
Las palabras vivas
Las palabras vivas

La enseñanza de Jesús no es teórica, sino existencial. Dice el Señor, el que da testimonio de estas cosas:
Jesús se explica con sus palabras y sus hechos, con su cena
de despedida, con sus gestos, no por argumentos mentales. «¡Sí, vengo pronto!».
Y sobre todo con su muerte, manifestación suprema de su «Amén, ven Señor Jesús».
gloria-amor.
Podéis entender la última frase de mi prólogo como
que solo en Jesús hay explicación del Padre, la única fuente
para conocerlo como es, la aparición de la buena noticia
entre los hombres. El viento se ha apaciguado y llega asordinado a la isla
Ante este misterio desvelado y encamado solo puede un oleaje acariciador.
responderse con la expresión de Tomás desde la fe: Alguien ha llamado a la puerta.
-Juan: Un velero acaba de arribar al puerto de Patmos.
¡Señor mío y Dios mío! (14,9). Viene a buscarte. Tus hermanos aseguran que hay paz en
Éfeso, y que puedes regresar con tu comunidad, pues las
Pero esta vivencia con que concluyo estos apuntes persecuciones han cesado.
íntimos y con la que arrancaré mi evangelio, no es un logro
Recogí mi manuscrito y el hato de mis pertenencias
completamente alcanzado, es el comienzo de un proceso
para cada uno de nosotros, que hemos de pergeñar en y me puse en camino hacia el mar.
nuestras vidas con el proyecto de la Palabra hecha carne. Al ver la embarcación despuntando sus velas y a mis
A su lado iréis bebiendo a sorbos la verdad hasta hacerla hermanos de Éfeso esperándome para soltar amarras, me
vuestra. Nuestra divinización no es un proceso terminado, acordé de mis propias palabras, las que grité entusiasmado
es un quehacer que surge de la presencia del Hombre por desde la barca de Tiberíades y, convencido como entonces
excelencia, el modelo de Hombre, revelado en el Logos, de quién me esperaba en la playa, grité:
proyecto de Dios. ¡Es el Señor!
Lo que era imposible, porque a Dios nadie lo ha visto, Porque desde que, reclinado en su pecho, vivo de sus
está ahora al alcance de mi mano, desde el momento que el palabras vivas, ya nada ni nadie puede separarme de él.
amor incondicional del Padre se ha paseado por mi jardín, Un amanecer desleído entre madejas de nubes acari­
ha entrado en mi casa, ha muerto para que yo alcance la
ciaba la bahía de Patmos.
vida.
Y es que aún estamos de camino, aunque a su lado.
Por eso estas palabras de mi prólogo tienen su culmen en
las últimas del Libro de la Revelación, el Apocalipsis, que
escribí en esta isla de Patmos.
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186

lilllllllllllllllllllllllllllliumuiiumniuuinm iiin ii iiiu p n n im m


Las palabras vivas

Apéndice
A l que leyere

El libro que el lector tiene en sus manos no es un comentario


exegético, ni un ensayo más, ni un relato de ficción, ni un
tratado espiritual sobre el evangelio de san Juan, aunque
pueda llegar a contener algo de todo eso. Se acerca más
a la recreación literaria en línea de mi anterior libro Las
palabras calladas: Diario de María de Nazaret, que obtuvo
una excelente acogida y numerosas ediciones y lectores.
Aquella obra, una de las preferidas de cuantas he escrito,
intentaba llenar, a base de imaginación, evocación y datos
históricos y arqueológicos, las carencias existentes sobre
lo que pudo ser la experiencia vital de la madre Jesús. Pre­
tendía, como un miniaturista medieval, poner rostros, color
y paisaje, a los pocos datos que narran los evangelios.
Mi propósito de escribir algo parecido sobre el evange­
lista Juan, el «discípulo amado» y uno de los personajes más
fascinantes del entorno de Jesús, suponía un planteamiento
diferente: poner en escena a un apóstol, que escribió el texto
de los evangelios más complejo y sugerente, más teológico
y simbólico de los cuatro que conservamos.
Sobre él los especialistas se han hecho diversas pre­
guntas. ¿Son el apóstol y el autor del evangelio la misma
persona? Juan (en hebreo ’imi Yohanan, «el Señor es mise­
ricordioso») fue, según diversos textos neotestamentarios

189
Las palabras vivas Las palabras vivas

(Evangelios sinópticos, Hechos de los Apóstoles, Epístola Pero, ¿fueron Juan el Apóstol y Juan el Evangelista la
a los Gálatas), uno de los discípulos de Jesús de Nazaret, misma persona, y el autor o inspirador de otros libros del
natural de Betsaida en Galilea, hermano de Santiago el Nuevo Testamento, como el Apocalipsis y las Epístolas j oá-
Mayor, hijo de Zebedeo y, al parecer, de una tal Salomé, nicas? La tradición cristiana y la cultura universal así lo ven.
una de la mujeres que seguían a Jesús. Muchos autores lo identifican con el discípulo a quien Jesús
Pescador de oficio en el mar de Tiberíades, como amaba, el que cuidó de María, madre de Jesús, a petición
otros apóstoles, era, según se cree, el más joven del grupo del propio crucificado. Diversos textos patrísticos lo sitúan
de los Doce. Se le sitúa en Cafarnaúm, como compañero en el destierro en la isla de Patmos durante el gobierno
de Domiciano, donde habría escrito el Apocalipsis y una
y amigo de Pedro; y junto a su hermano Santiago, me--
recieron el calificativo de Jesús de n r 1S?Q Bnéy-ré’em prolongada estancia en Éfeso, constituido en fundamento
(arameo), Bnéy R á ’am (hebreo), que ha pasado por el de la vigorosa «comunidad joánica», en cuyo marco habría
griego al español como Boanerges, y que significa «hi­ concluido su evangelio y muerto a edad avanzada.
jos del trueno», por el carácter fuerte o gran ímpetu de Dejo a los eruditos la encendida discusión de si el
ambos hermanos. Juan pertenecía al llamado círculo de «discípulo amado» fue o no Juan el apóstol y si es el autor
los preferidos de Jesús, los que estuvieron a su lado en del evangelio o, por el contrario, algún miembro destacado
ocasiones especiales: la resurrección de la hija de Jairo, la de la comunidad joánica de Éfeso. El propósito de este
transfiguración de Jesús y el huerto de Getsemaní, donde libro, situado en la fronteras de la creación literaria, la
Jesús se retiró a orar en agonía ante la perspectiva de su exégesis y un tímido acercamiento a la vivencia mística,
pasión y muerte. También fue testigo privilegiado de las intenta barruntar qué sentiría Juan, el amigo de Jesús, al
apariciones de Jesús resucitado y de la pesca milagrosa reclinar su cabeza sobre el pecho del Maestro a partir de
en el Mar de Tiberíades. «las palabras vivas», conservadas en el evangelio más su-
Según los Hechos de los Apóstoles, Juan el Apóstol gerente y profundo que ha llegado a nosotros. Viene a ser
esperó la venida del Espíritu con los demás apóstoles en desde la ficción, muy respetuosa con los textos sagrados,
Pentecostés, como uno de los miembros más destacados de un comentario de Juan escrito por el propio Juan.
la comunidad, junto a Pedro, a quien acompañó tanto en la Cuentan los historiadores, que después de un especial
predicación inicial en el Templo de Jerusalén, en donde fue interés en la primera era cristiana por el texto de Mateo,
apresado y llega a comparecer ante el Gran Sanedrín por como más cercano a la mentalidad judía, en los siglos
causa de Jesús, como también en su viaje de predicación sucesivos el cuarto evangelio suscitó gran fascinación
a Samaría. entre los Padres, hasta el extremo de que Orígenes llegó
Por otra parte, Pablo de Tarso lo menciona como uno a escribir:
de los «pilares» de la Iglesia primitiva en la epístola a los
La pregunta de toda la Escritura es el Evangelio,
Gálatas, lo que hace suponer que participó en el Concilio
pero la primicia de los evangelios es el Evangelio
de Jerusalén.

190 191
Las palabras vivas Las palabras vivas
que nos ha transmitido Juan, una lectura pausada o meditativa para poder saborear su
cuyo significado profundo misterio y simbolismo.
nadie podrá capturar jamás,
excepto aquel que posó la cabeza El Apocalipsis, libro más críptico y profètico, condi­
sobre el pecho de Jesús cionado por las persecuciones del tiempo en que fue escrito,
(Inloh 1,4). excede al planteamiento de este libro, aunque no faltan en
él algunas referencias.
Desde Orígenes y Crisóstomo a los contemporáneos No buscan estas páginas, como mis anteriores aproxi­
Raymond E. Brown y Rudolf Schnackenburg, pasando por maciones bíblicas desde el género narrativo -Las palabras
Agustín, Cirilo de Alejandría, Teodoro de Mopsuestia y los calladas (2004) y El retrato: Imago hominis (2007)- un
medievales Ruperto de Deutz, Tomás de Aquino o Buena­ modo de inmiscuirme en el ámbito de los escrituristas,
ventura, se han interesado vivamente por esta versión de exégetas y teólogos, aunque haya bebido mucho en ellos,
la Buena Noticia. Hoy los especialistas se preguntan sobre sino acercar al lector, desde la vida cotidiana, el mensaje
su redacción, si procede de fuentes múltiples o ediciones abrasador que transmite Juan, consciente de que, como
diversas; su estructura; el alcance de su contenido espiritual dice Orígenes, en la frase citada, «su significado profundo
y teológico. Sobre Juan existe abundante bibliografía de nadie podrá capturar jamás». Lo que no quita que todos
la que destacaría las obras de Barrett, Bartolomé, Blank, tengamos derecho a beber en ese pozo y sacar agua.
Brown, Cárdenas, Dodd, Jaubert, Leon-Dufour, Lona,
En un mundo de inmediatez y fugacidad, como el que
Mateos-Barreto, Moloney, Poffet, Tufií, Tilborg, Schna-
nos ha tocado vivir, el evangelista Juan tiene mucho que
ckenbourg, etc. El lector interesado podrá satisfacer su
decir sobre la dimensión definitiva de la vida. Sus palabras,
avidez de estudio en esa abundante bibliografía, de la que
que a partir de la descripción realista y hasta provista de
recomiendo los comentarios de Brown, Mateos y Tuñí.
cierto humor irónico alcanzan la categoría de símbolo y,
En estas páginas, más que seguir el relato cronológico, por tanto, «saltan a la vida eterna», tocan la fibra más pro­
he preferido realizar cortes diacrónicos en cada palabra, por funda del hombre, desvanecen el fantasma de la muerte y
sintonizar con la experiencia intemporal, eterna o mística de nos sitúan en la paz de lo definitivo. Más que ofrecer una
Juan al posar su cabeza en el pecho de Jesús, como si cada biografía de Jesús en el sentido estricto que hoy damos a la
palabra viva de su Evangelio encerrara la biografía entera palabra, lo que Juan pretende es introducir al lector en una
de Jesús desde la óptica de un Juan desde que despierta a profunda reflexión y degustación acerca de la persona del
la vida eterna. Decía Karl Rahner que la palabra poética o Hijo de Dios y del misterio de la redención que en él nos
«protopalabra» es la última y más preñada palabra humana ha sido revelado. En Cristo el Mesías se ha manifestado el
antes de la palabra de Dios. Yo creo que Juan es el más amor de Dios y, por medio de él, el creyente tiene acceso a
poeta de los evangelistas, además del más místico, y por la vida eterna (14,2.23); es decir, a una vida de comunión
esa razón, he intentado que la creación literaria ayude a la con el Padre. Solo el poema-prólogo es en mi opinión el
exégesis en la confluencia de esta pequeña obra, que exige más profundo y evocador texto del Nuevo Testamento.

192
193
Las palabras vivas

Ojalá el lector, como el protagonista de este singular


relato pueda, quizás con ayuda de las páginas de este libro
o su propia meditación, exclamar con Juan tras reclinar su
cabeza sobre el pecho amigo: «Podía oír las palabras, con­ /
templar los gestos; pero mi alma volaba alto en volandas
de un amor sin medida, fundido como hierro con fuego,
Indice
gota en el mar, lluvia en la tierra, lejos de todo y cerca de
nada, arrebatado por el compás ardiente de aquel infinito
corazón de amigo».

1. La isla ................................................................. 11
2. El pàlpito............................................................. 17
3. La barca.............................................................. 23
4. La noche............................................................. 31
5. El agua................................................................ 41
6. La hora................................................................ 53
7. La mujer.............................................................. 63
8. El trueno............................................................. 73
9. La madre............................................................. 81
10. El pan.................................................................. 93
11. La luz.................................................................. 105
12. El M esías............................................................ 115
13. La vida................................................................ 129
14. El am or............................................................... 147
15. La Palabra........................................................... 163
Apéndice: Al que leyere............................................. 189

195
194

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