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La minería representa alrededor del 11% del PBI, aporta más del 50% de las

divisas, contribuye con el 20% de la recaudación tributaria y comprende la mayor


parte de la inversión extranjera. Para entender su dimensión en la economía
nacional basta con compararla con otros sectores: La minería genera US$20 mil
millones en divisas mientras que se estima que la agricultura podría llegar a US$5
mil millones, y los sectores pesquero y forestal a US$3 mil millones cada uno
aproximadamente. En un escenario favorable, el BID considera que el sector
turismo debería aportar US$6.8 mil millones para el 2021.

El IPE[1] estimó el impacto agregado de la actividad minera sobre la economía y


otros sectores económicos encontrando que de cada US$1,000 millones de
exportación minera adicional se generan US$1,470 millones de PBI adicional. De
éste, más de la mitad se genera fuera del sector minero, a través de bienes y
servicios complementarios. Además, dicho el aumento en exportaciones mineras
generaría 78,156 puestos de trabajo siendo el 90% generado fuera del sector
minero. La evidencia nos indica que la inversión minera no solo es importante en
términos de generación de divisas y contribución al PBI, sino, además, genera
impactos indirectos en otros sectores, principalmente el de servicios, mediante la
generación de miles de puestos de trabajo. Es importante considerar que aquí el
IPE no hace una distinción entre empleo temporal y empleo permanente, que es
necesaria si se quiere cuantificar correctamente el impacto que tienen los
conflictos sociales en la economía del país.

La minería ha aportado recursos para impulsar el crecimiento económico y el


desarrollo de las comunidades ubicadas en la zona de influencia de los
yacimientos mineros. Conforme a la ley 27056 el 50% del total de los Ingresos y
Rentas que pagan los titulares de la actividad minera por el aprovechamiento de
los recursos minerales se distribuye a los gobiernos regionales y locales. El 20%
es destinado a las municipalidades de la provincia donde se encuentra el recurso,
el 60% para las municipalidades y provincias de la región donde se encuentra el
recurso según densidad poblacional y el 20% restante para el gobierno
regional donde se encuentra el recurso.

En un estudio sobre el impacto de la minería en la pobreza y la inequidad, Loayza


y Rigolini[2] encontraron que en las provincias donde existe actividad minera ésta
tiende a tener un efecto positivo lo que resulta en mayor consumo per cápita y
menor incidencia de pobreza y pobreza extrema. Sin embargo, los beneficios están
distribuidos de manera desigual. En cuanto al canon no encontraron impacto, lo
que demostraría el uso ineficiente de dichos recursos debido a que los gobiernos
sub-nacionales no contarían con las capacidades de gerencia pública necesarios.
De acuerdo con el IPE la entrada en operación de Las Bambas generó en
Apurímac una expansión de la economía de 31.6% durante el primer trimestre de
este año. Apurímac ha reducido la pobreza de 72% en el 2009 a 39% en el 2015.
Mientras que la desnutrición crónica infantil cayó de 39% en el 2011 a 27% en el
2014. Con Las Bambas, Apurímac sería la región que lideraría el crecimiento
económico del país. Se calcula que su economía podría crecer entre 2 y 2.5 veces,
lo que la convertiría en una de las regiones con mayor presupuesto público per
cápita de todo el país. Sin embargo, los gobiernos locales tienen una baja
ejecución presupuestal, al 27 de diciembre era de 59,5% la más baja de todas las
regiones del país.

Un estudio de Apoyo Consultoría encontró que entre 2011 y 2015 en Apurímac se


redujo la pobreza cuatro veces más rápido que en Cajamarca. Esto se explicaría
por el desarrollo de la inversión privada, mientras en Apurímac crece alrededor de
19% anual, en Cajamarca la inversión privada está estancada al haberse
paralizado Conga. Sin inversión privada, no hay oferta de empleo: en la ciudad de
Cajamarca el empleo acumuló 16 trimestres consecutivos de caída. Mientras en
Cajamarca la pobreza es de 52%, en Apurímac es de 39%. De acuerdo con el
Índice Compuesto de Actividad Económica (ICAE), Apurímac creció en el tercer
trimestre del 2016 en 223% mientras que Cajamarca cayó en 5.6%,
principalmente, como resultado de la caída del sector minero (-20.8%).

Más allá de los impactos en el desarrollo de las economías regionales extraídas de


información del INEI (como puede ser el caso de los impactos citados en este
estudio), no existen muchos análisis que muestren evidencia empírica sólida.
Algunos análisis parecerían sobre-dimensionar sus impactos lo que solamente
estaría contribuyendo a elevar la incredulidad sobre el rol positivo de la inversión
minera. La solidez analítica de la crítica presentada por Roberto Chang
(http://focoeconomico.org/2016/04/08/los-costos-economicos-de-los-conflictos-
mineros-en-el-peru/) a la metodología de un estudio publicado por el IPE[3],
mostraría el flaco favor que se hace al desarrollo de la minería en base a cálculos
cuestionables sobre su impacto.

Si la minería representa impactos positivos macro-económicos y además genera


impactos positivos en la economía de las comunidades aledañas, resulta
indispensable mostrar evidencia sólida sobre sus virtudes y explorar las causas
detrás del descontento social que viene paralizando las grandes inversiones
mineras. Los sucesivos gobiernos no han logrado canalizar las preocupaciones y
reclamos de las comunidades hacia soluciones concertadas, pacíficas y
sostenibles. Tampoco han sido capaces de generar un marco de referencia
legítimo para el diálogo, la construcción de coaliciones y consenso a favor de una
convivencia eficiente de la minería con las comunidades. Sin ese marco de
referencia y con comunidades que no confían en las autoridades, no tienen acceso
a información confiable, ni vías institucionales efectivas para el diálogo, la violencia
se ha convertido en el método de negociación y se ha incrementado la demanda
por un control de la violencia por parte del Estado a través de la imposición de la
“mano dura” como única respuesta “efectiva”.

En el 2010, en rechazo a la política de inversiones del TLC con Estados Unidos,


manifestantes -en su mayoría de las etnias Awajun y Wampis- tomaron una
carretera nacional durante dos meses demandando la derogación de dos
decretos que consideraban atentaban contra sus derechos territoriales. El
enfrentamiento resultó en el asesinato de 23 policías y 10 civiles. En el 2011 se
paralizó el proyecto Conga en Cajamarca cuya inversión estimada ascendía a US$
4.800 millones, debido a cuestionamientos de las comunidades sobre el impacto
del proyecto en el uso del agua. Similares críticas han hecho que un conjunto de
comunidades en Arequipa hayan impedido que el proyecto Tía María obtenga la
licencia de construcción pese a que tiene el Estudio de Impacto Ambiental (EIA)
aprobado. Las Bambas, una inversión estimada de US$10,000 millones y que
podría convertirse en el yacimiento minero más grande del Perú y en uno de los
cinco más grandes del mundo, ha paralizados su producción luego de que en
octubre se produjeran enfrentamientos que ocasionaron la muerte de un
comunero. A fines del 2016, la mina de plata Pallancata suspendió sus
operaciones, como consecuencia de la extorsión de la que era objeto.
Comunidades propietarias de las tierras bloquearon la carretera de acceso
exigiendo la renegociación de los acuerdos de compensación por uso de
tierras. De acuerdo con la Defensoría del Pueblo durante el gobierno anterior
hubo 90 personas fallecidas y 2,367 heridas como resultado de conflictos
sociales. El actual gobierno ha heredado 208 conflictos sociales, de ellos el
71% son socio-ambientales y están vinculados a actividades extractivas.

¿Por qué se producen los conflictos sociales si hay evidencia de los beneficios
que generan en las comunidades? Muchas explicaciones no apuntan a sus causas
sino a sus síntomas. No es suficiente sostener que los conflictos son solo producto
de la utilización y exacerbación de descontentos injustificados –o justificados- de
las comunidades, por parte de sectores radicales. Tampoco que se trate de un
problema de comunicación. Menos aún que esta sea producto de la ignorancia de
las comunidades.

Es evidente que una primera razón que explica el descontento social está ligada a
impactos negativos de la minería, que no son solo medioambientales, e incluyen
cuestionamientos al impacto en el acceso al agua, a la tierra y a los recursos
generados por la explotación minera. Las actividades extractivas generan
externalidades que deberían ser absorbidas por las empresas explotadoras de los
recursos, pues son las que primariamente se benefician de ellos, pero el marco
institucional vigente no garantiza que esas externalidades sean adecuadamente
absorbidas y compensadas. Un ejemplo de ello ocurrió en junio de 2000, cuando
151 kilos de mercurio líquido de propiedad de la minera Yanacocha fueron
accidentalmente derramados a lo largo de 27 kilómetros de la vía que atraviesa la
comunidad de Choropampa en Cajamarca. La empresa ofreció 100 soles por cada
kilo recuperado, sin proveer capacitación ni medios para una recuperación segura
del mercurio. 1000 personas se intoxicaron al recoger el mercurio sin ninguna
medida sanitaria. El marco institucional prevé la ejecución de Estudios de Impacto
Ambiental (EIA) para identificar las externalidades en el medio ambiente. Pero,
¿qué instituciones garantizan el análisis de otros factores como: (i) la sostenibilidad
económica de las comunidades una vez que la demanda laboral surgida por la
explotación de la mina disminuye, (ii) la protección de los derechos de las
comunidades sobre las tierras empleadas para la explotación de la mina, (iii) el
ejercicio de los derechos políticos de los integrantes de las comunidades para
participar en el manejo de la gestión de los recursos públicos generados por la
minería?, solo para citar algunos aspectos.

El desarrollo de las industrias extractivas involucra profundos impactos socio-


económicos a nivel local que tienen la posibilidad de exacerbar la vulnerabilidad de
las comunidades. Las grandes inversiones atraen trabajadores foráneos,
presumiblemente con mayor preparación que los locales y mejor pagados, a las
comunidades de las zonas de influencia, las mismas que ven sus estilos de vida
alterados por esta migración. Más aun, los trabajadores llegan a los campamentos
mineros dejando atrás a sus familias. La proliferación de servicios destinados a
atender sus necesidades tiene un efecto social y cultural en las comunidades, que
no siempre es medido ni considerado. La creación de puestos de trabajo para
mano de obra local tiene un impacto en las actividades productivas tradicionales.
La mayoría de los puestos de trabajo que se generan son para los hombres, y si
bien las mujeres de la comunidad pueden tener oportunidades en industrias
indirectas, el aumento del ingreso de los hombres no necesariamente se verá
reflejado en una mejora en las condiciones del hogar y la familia. Existe además un
impacto económico negativo, el aumento en el ingreso tiende a generar inflación,
lo que afecta directamente el consumo de bienes de primera necesidad de las
familias (Banco Mundial, 2009)[4].
Por otro lado, el impulso laboral que la minería genera en las zonas de influencia
es temporal. La mayoría de los nuevos puestos de trabajo son de mano de obra no
calificada, y no son sostenibles en la medida que solamente son necesarios
durante la etapa de construcción. Cuando esta termina y al inicio de la explotación
minera los puestos de trabajo necesarios son principalmente de mano de obra
calificada, que generalmente no se encuentra en las zonas de influencia por lo que
las oportunidades económicas generaran la migración de trabajadores foráneos.
Durante la etapa de construcción de la mina Las Bambas se generaron 18,000
puestos de trabajo, mientras que cuando comenzó la etapa de operación solo
quedaron 4,000 puestos de trabajo en su mayoría calificados. Con ello, los
miembros de las comunidades cercanas que habían sido empleados se quedaron
sin trabajo y los negocios que se habían creado para atender a los trabajadores sin
clientes. Sus ingresos cayeron considerablemente y las tensiones sociales
resurgieron.

El desarrollo de la industria minera genera una superposición de intereses: de los


gobiernos como facilitadores del desarrollo económico, y como protectores de los
intereses de las comunidades; de las empresas, por los riesgos de no obtener el
consentimiento de la comunidad para sus actividades; y de las comunidades, por
los potenciales beneficios y perjuicios que el desarrollo del proyecto les puede
generar.

La próxima semana seguiremos analizando el impacto que las industrias


extractivas tienen en el desarrollo económico y social.

(La autora agradece los valiosos comentarios de Roberto Chang, Carlos Melendez
y Edgardo Mosqueira)

[1] Instituto Peruano de Economia “Efecto de la Minería sobre el Empleo, el


Producto y Recaudación en el Perú” Lima, 2012

[2] Loayza, Norman y Jamele Rigolini “The Local Impact of Mining on Poverty and
Inequality: Evidence from the Commodity Boom in Peru” Working Paper No. 33,
March 2015

[3] Miguel Palomino y co-autores estimado que la paralización y el retraso de la


puesta en marcha de proyectos mineros en los últimos 7 años ha producido una
pérdida de US$67.2 mil millones, lo que en términos del crecimiento del PBI
representa 16.7 puntos porcentuales o 2.2 puntos porcentuales por año. Ello
podría haber significado una reducción de pobreza de 5.7 puntos porcentuales
adicionales entre el 2008 y el 2014. Es decir que hoy la pobreza podría estar
alrededor del 17% en lugar de 22%. El Perú habría dejado de recaudar US$4,734
millones de impuestos. Instituto Peruano de Economía, El Costo Económico de la
no ejecución de los proyectos mineros por conflictos sociales y/o trabas
burocráticas, Julio 2015, Lima, Perú.

[4] The World Bank, Extractive Industries and Development Series, 2009
El sector minero será clave para el
crecimiento económico de Perú en los
próximos años
ETIQUETAS:Crecimiento EconómicoSector Minero

POR: 4 OCTUBRE, 2018

El crecimiento de 3.9% del PBI en 2017 se explica en parte por la evolución favorable de la
extracción de petróleo, gas y minerales (16.3%). Se estima que el PBI minero crecerá en 6.5%.

Para 2018, Perú crecería cerca de 4% y, para el año 2019, la tasa de crecimiento se elevaría a 4.2%,
de acuerdo con Hugo Perea, viceministro de Economía.

En 2019, se espera que la inversión minera represente el 5.1% de la inversión total, convirtiéndose
en el principal motor de la inversión privada; asimismo, la inversión no minera lograría un avance de
2.7%, alcanzando la tasa de crecimiento más alta en cinco años, según proyecciones de Apoyo
Consultoría.

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En lo que se refiere al sur de Perú, el sector minería e hidrocarburos registró un incremento de 3.0%
en 2017, sustentado en la mayor producción de cobre por parte de Southern Peru Copper
Corporation; de oro, por parte de Compañía Minera Antapaccay y Compañía de Minas
Buenaventura; y de plata, por parte de Compañía de Minas Buenaventura y Compañía Minera Ares.
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Por otra parte, según la Sociedad de Ingenieros y Automoción (SAE), existen riesgos para el
crecimiento de Perú. En especial, el flujo de inversiones mineras podría agotarse en 2020, a lo que se
suma que es poco probable que se inicie la construcción de nuevos proyectos de infraestructura que
puedan sostener los niveles de inversión. El desempeño económico del país también podría verse
afectado por la baja probabilidad de implementación de reformas que logren impulsar la
productividad en los siguientes tres años, unida a un crecimiento moderado de la economía mundial.

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Minas MoqueguaMTC PBI Pedro Pablo Kuczynski Perú PiuraProduce Puno Regiones del
norte Regiones del SurScotiabank Sector inmobiliario Sector minero Sector minería Sector pesca Sector
turismo Southern Perú

Por Iván Frías


Socio de Auditoría
Con motivo de la convención minera “PERUMIN 32”, una de las más importantes del
mundo, es importante destacar lo que genera la minería en el Perú y en particular
en Arequipa. Esta actividad, siendo bien llevada, puede continuar siendo uno de los
principales motores de cambio y crecimiento de la Región.
La minería es el sector más importante en la economía del país, siendo su contribución
al PBI nacional alrededor del 15%, además, representa cerca del 60% de las
exportaciones totales del Perú y el 30% de los ingresos por renta de tercera categoría de
acuerdo con el Ministerio de energía y Minas del Perú a mayo de 2015.
El Perú es el segundo productor más grande de los principales metales, tales como el
cobre, oro, plata y zinc, a nivel latinoamericano y el cuarto a nivel mundial (según the U.S.
Geological Survey-USGS). Asimismo, según la Dirección General de Minería (DGM)
las inversiones mineras en el Perú alcanzaron los US$34,020 millones en los últimos
cuatro años, obteniendo un crecimiento del 142% en comparación con lo invertido entre el
2006 y 2011 (US$ 14,039 millones). Estas inversiones abarcan infraestructura, explotación
de mina, equipamiento de planta, exploración, equipamiento minero y preparación de
mina, entre otros.
Posición del Perú en el ranking mundial de producción minera (i)
(i)Fuente: U.S. Geological Survey-USGS, The Silver Institute; Gold Fields Minerals Services-GFMS-International Copper Study
Group -ICSG-; International Lead and Zinc Study

La actividad minera representa a la fecha aproximadamente el 50% del total de las


exportaciones peruanas, adicionalmente viene generando de acuerdo con el Ministerio de
Energía y Minas (MINEM) a mayo de 2015 un estimado de 200 mil empleos directos
relacionados a dicha actividad lo que representa aproximadamente el 1.25% de la
Población Económicamente Activa (PEA) Ocupada, sin considerar los empleos indirectos
que en suma agregada alcanzan más del 7% de la PEA a dicha fecha.
Este crecimiento se ha enfocado en diversas regiones, por lo que quisiera destacar entre
ellas principalmente Arequipa, la segunda región más económica del Perú y la que mayor
número de empleos creados por la actividad minera tiene siendo 38,003 puestos de
trabajo a mayo de 2015, además tiene la mayor cantidad de reservas probadas y
probables de cobre y plata a nivel nacional, tiene la segunda reserva más grande de hierro
y molibdeno y la séptima más grande de oro. Además, la llamada “ciudad blanca”, es la
segunda y tercera productora de cobre y oro, respectivamente, más importante a nivel
nacional; entre el año 2004 y 2014 recibió US$7,245 millones por inversión minera, la
mayor cantidad comparada con otras regiones y que representó el 15.4% del total invertido
en el Perú; ello generó la dinamización de otros sectores de la economía regional como
construcción, transporte, comercio, turismo, hospedaje, industrial y la distinta gama de
servicios que prestan muchas empresas en nuestra región para la minería. Es en este
sentido que podemos decir que la minería es mucho más que la extracción de
minerales, genera por sí misma encadenamientos y diversificación económica, fomenta
bienestar, calidad de vida, cultura y la educación en la Región.
En este contexto, Arequipa aún tiene potencial para crecer, si bien en este momento hay
una caída de los metales en el mundo, existe mucho por avanzar si se logra concretar la
cartera de proyectos mineros que tiene la Región estimada en un monto aproximado de
US$ 9,472 millones, lo que representa el 15% del total nacional (US$ 63,115 millones),
ubicándose tan sólo por debajo de Apurímac, región que posee una participación de 31%
de acuerdo a las estadísticas del Ministerio de Energía y Minas (MINEM) a mayo de
2015. Entre estos proyectos se tiene a la Ampliación de Cerro Verde (a puertas de
culminación), Pampa de Pongo de Jinzhao Mining, Tambomayo de Compañía de Minas
Buenaventura S.A.A.; ambos con su EIA aprobado. Finalmente, se tienen dos proyectos
en proceso de exploración que son Don Javier y el Zafranal, cuyas ubicaciones serán en
Arequipa y Castilla, siendo el cobre y oro los principales minerales a producir.
Cartera Estimada de Proyectos Mineros para la región Arequipa (ii)
(ii) Fuente: Ministerio de Energía y Minas – MINEM a mayo de 2015.

Sin embargo, no sólo es necesario poseer grandes reservas sino se necesita generar las
condiciones para atraer inversión minera. Esta situación a la fecha viene siendo un
aspecto clave que debemos mejorar y disponer para poder continuar con el crecimiento
sostenido de la Región, sin descuidar el impacto ambiental y el trabajo con las
comunidades, indispensable para que el binomio funcione. Es en ese sentido que, según
el Instituto Fraser, que mide la competitividad minera a nivel mundial, Perú se ubica en la
posición 30 de 122 jurisdicciones (entre regiones o países) y en lo que concierne al
aspecto de percepciones políticas nos ubicamos en la posición 52. Este aspecto es de
gran relevancia para atraer un mayor número de inversionistas mineros; pues abarca
temas como normas regulatorias, trabajo con comunidades, impacto social, inestabilidad
política, disponibilidad de capital humano, etc.

Como vemos, Arequipa es una región minera con grandes oportunidades pero también
con grandes objetivos que no se deben dejar de lado. Retos que son una tarea en conjunto
de: Gobierno central y regional, autoridades, gremios empresariales, comunidades,
entidades privadas y, la población en general. Para ello, Arequipa debe de mantenerse
como un hub de atracción de inversiones mineras que se trasmitan por toda la región.

El 2019 es un año de gran oportunidad para el crecimiento económico


del Perú debido a que se ha reactivado la inversión minera pero se
debe mejorar la competitividad del sector, indicó Pablo de la Flor,
director ejecutivo de la Sociedad Nacional de Minería, Petróleo y
Energía (SNMPE).

“La minería será el gran motor del crecimiento en el 2019 y si


queremos ahondar esta tendencia debemos trabajar todos en apuntalar
la competitividad del sector”, dijo.

Agregó que se ha reactivado la inversión minera y este año se llevará


a cerca de US$ 6,000 millones con la puesta en marcha de Mina Justa
y Quellaveco, así como la expansión de Toromocho.

Frente a los planteamientos de algunas autoridades recientemente


electas sobre las industrias extractivas, de la Flor afirmó que la
minería es uno de los principales contribuyentes del país, pues paga no
solo el Impuesto a la Renta (IR) y las regalías, sino que tiene además
otras cargas específicas como el Gravamen y el Impuesto Especial a la
Minería.

“En los últimos 10 años (2009-2018), el sector generó el 20% de la


recaudación por impuesto a la renta corporativa, regalías e impuestos
especiales; y transfirió vía canon casi S/. 40 mil millones a los
gobiernos regionales y municipios”, indicó.

En ese sentido, anotó, es importante resaltar el estudio del Instituto de


Economía Peruano (IPE), que revela que una empresa minera en Perú
con una utilidad operativa de 30% tiene una carga fiscal de 47%, muy
superior a la vigente en nuestros principales competidores como
Canadá, Australia y Chile.

Además, puso énfasis en el carácter descentralista de la minería.

“En un país que se caracteriza por su centralismo, la minería se


encuentra presente en 17 de las 25 regiones que tiene el Perú, y es una
de las pocas actividades económicas que llega a las zonas más lejanas
del territorio nacional, a más de 3,000 m.s.n.m.”, dijo.

La minería –informó- representa más del 10% del PBI nacional, y sus
aportes del sector han sido fundamentales para cerrar las importantes
brechas sociales que arrastra el Perú.

Según la publicación “El canon, sobrecanon y las regalías en el Perú


(2008-2017)”, la inversión pública en servicios básicos para la
población se ha financiado en buena parte con los aportes mineros. En
Cajamarca, por ejemplo, la tercera parte de lo invertido en dicho
período en energía (36%), educación (34%) y saneamiento (29%)
provino del canon.

En el caso de Moquegua, casi dos terceras partes de lo invertido en


servicios provino de la minería: en energía el 68% se financió con
canon y regalías mineras, en educación esta cifra fue del 52% y en
saneamiento, del 51%. Así, esta región logró llegar a una cobertura de
agua del 95% y de alumbrado público de 92%.

A fin de apuntalar esta tendencia de crecimiento, explicó, es


importante continuar impulsando la coordinación público - privada
que se ha venido desplegando desde el 2018 a través de la mesa
ejecutiva sectorial liderada por el MEF.

“Este esquema ha permitido coordinar esfuerzos con el Estado a fin de


abordar los principales desafíos que la industria enfrenta. Además,
desde la SNMPE venimos participando activamente en Rimay,
iniciativa en la que sector público, privado y ONGs elaboramos juntos
una visión de la minería al 2030”, comentó De la Flor.

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