areciera que el espectador ve- Si el barrio entra al cine ve-
nezolano usa criterios distintos nezolano es porque es nuestra para evaluar nuestro cine a los realidad. El cine que inaugura que usa para evaluar al cine Chalbaud en 1959 será un cine norteamericano. Los mismos de compromiso social que in- que consumen sin problemas tenta reflejar las desigualdades ni críticas las obras de directo- sociales y sobre todo las injus- res como John Woo, Martin ticias que esto implica. Más allá Scorsese o Quentin Tarantino, de que los directores deben critican lo soez del lenguaje en contar con libertad artística, la cinematografía venezolana o pretender que nuestro cine de- su violencia. Quisiera defender ba reflejar una realidad distinta aquí nuestro cine de estas y a la nuestra es un sinsentido. El otras acusaciones que conside- barrio está en la pantalla por- ro injustas y producto, básica- que es nuestra vida diaria, vi- mente, de una doble moral y vamos allí o no. Como expre- de una falta de costumbre a la sión artística es normal que el hora de ver nuestras produccio- cine pretenda reflexionar sobre nes cinematográficas. este asunto. Hasta el año 1941 el barrio El malandro como protago- En el imaginario colectivo del como espacio urbano estaba nista del barrio es, en realidad, ausente. Sería de la mano de la algo que surge en los años se- venezolano se ha inscrito la compañía Avila Films, fundada tenta con películas como Soy un por Rómulo Gallegos en 1938, delincuente (C. de la Cerda, creencia de que el cine venezolano que el barrio haría su debut en 1976), Reincidente (C. de la Cer- la pantalla venezolana con el da, 1977) y más adelante con es un cine de malandros, groserías film Juan de la Calle (R. Rivero, películas como Macu, la mujer 1941), cuyo guión escribió el del policía (S. Hoogesteijn, 1987), y violencia. ¿Será verdad? propio Gallegos. Esta película, que es la película más taquillera de corte neorrealista, y de la de la historia del cine venezola- que sólo se conservan cuatro no con un millón setecientos mil rollos, narra la historia de un espectadores. En ellas se mues- grupo de jóvenes que viven en tra al malandro como producto la calle y quienes gracias a la de una situación involuntaria y ayuda de la sociedad logran sa- como resultado de las profundas lir de la pobreza y convertirse diferencias sociales que parecen en hombres de bien. Más ade- ya endémicas en nuestra socie- lante, en 1959, Román Chalbaud dad. Chalbaud no abandona al dirigiría su primer largometraje barrio ni al pobre como prota- Caín adolescente (R. Chalbaud, gonista de sus películas, pues 1959) que narra la historia de casi todas se desarrollan en zo- Juan y Juana quienes se mudan nas populares caraqueñas y sus a la capital para terminar vivien- protagonistas son casi siempre do en un rancho. los pobres. El pez que fuma 232 SIC 735 / JUNIO 2011 ventana cultural (1977), Carmen la que contaba cierta medida espera que ese do. Esto trajo como consecuen- dieciséis años (1978), El rebaño lenguaje sea el mismo que el de cia que la violencia dejó de ser de los ángeles (1979) y La oveja la televisión. ¿De qué otra ma- un producto consumible y em- negra (1987) son algunas de es- nera podemos explicar que pezó cada vez más a parecerse tas películas que presentan una quien critica al cine venezolano, a la realidad. variada tipografía de personajes por grosero, no tiene problema En nuestro cine, los que se que se asocian con la pobreza. alguno con guiones como los mueren lo hacen rapidito y sin Mendigos, prostitutas y ladrones de Martin Scorsese o Quentin mucha sangre, protegiendo así de calle son quienes habitan es- Tarantino en los que la grosería al espectador. Tal vez con la te mundo. es parte integral del diálogo? única excepción de La Hora Ce- Con respecto al lenguaje gro- Pero tal vez la afirmación más ro (D. Velasco, 2010), habría sero, podríamos decir que no absurda de las que se pueden que decir que nuestros cineas- es sino producto del habla de hacer es la de que el cine vene- tas se alejan de la violencia real la calle. El venezolano se expre- zolano es violento. Más bien ha- y siempre que ésta se muestra sa cotidianamente con groserías bría que decir que nuestro cine se intenta convertirla en un que poco a poco han perdido se ha quedado congelado en la evento poco traumático. Tal vez su valor y han pasado a formar manera en que la violencia se escandalice a algunos, pero parte integral de nuestro voca- representaba antes del año 1967, creo que más bien si algo le bulario en un status de igualdad cuando en los Estados Unidos hace falta al cine venezolano es con el resto de las palabras. Sin se presenta la impactante Bon- ser más honesto con sus espec- juzgar ni a uno ni a otro, creo nie and Clyde (A. Penn, 1967) tadores e intentar mostrar la que no es ninguna locura afir- que abrirá las puertas a lo que violencia tal como ésta es: caó- mar que el cine venezolano es se ha dado en llamar la ultra- tica, desastrosa y terrible. grosero porque el venezolano violencia. En parte, debido a Quisiera finalizar diciendo es grosero. Desde mi punto de las crudas escenas de los noti- que el cine venezolano no es un vista el problema radica en que cieros que reseñaban la Guerra cine grosero ni violento ni de la experiencia audiovisual, ha- de Vietnam, los espectadores barrio. Por cada Retén de Catia, blada en español, del venezola- dejaron de sentirse identificados Soy un delincuente o Macu, la no se da casi exclusivamente en con esa violencia falsa y sin con- mujer del policía tenemos una la televisión la cual, tradicional- secuencias en la que quien mo- Jericó (L. A. Lamata, 1991), una mente, ha evitado el uso de las ría parecía más bien que se es- Oriana (F. Torres, 1985) o una groserías. Desde 1983 hasta taba desmayando. Es por eso A la media noche y media (M. 1993 los venezolanos asistimos que los cineastas empezaron a Rondón & M. Ugás, 1999). Sólo a 97% de películas norteameri- emplear un artilugio llamado el hay que abrir los ojos para dar- canas, 2% de otros países y ape- squib, que se trata sencillamen- nos cuenta de que cada vez más nas a uno por ciento de pelícu- te de un preservativo unido a el cine venezolano refleja una las venezolanas. No es de extra- una carga explosiva de bajo ca- variedad de tópicos y puntos de ñar que el venezolano se impre- libre que se llenaba de sangre vista que se alejan de esa visión sione tanto de escuchar en el falsa. Este se hacía explotar al errónea del cine grosero. cine groserías del habla vene- momento indicado dando así la zolana a las que sencillamente sensación de que el personaje * Profesor de la Universidad Católica no está acostumbrado pues en había sido efectivamente tirotea- Andrés Bello.