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Todas las mañanas eran así, rutinarias, solo los domingos

Bocanada Antonia podía levantarse de la cama a las ocho de la mañana


Eran las seis de la mañana y se podía oler por las calles el humo para ir a misa, cosa que no le era de tanto agrado, no le gustaba
que salía de las casas, los braceros tenían fuego lento. Antonia estar en el pequeño templo del pueblo en medio de tanta
se levantó de la cama, buscó sus huaraches con la mirada, anciana principalmente; los ancianos, hombres y niños nunca
pequeños como sus pies, morenos. Se dirigió a la pequeña entraban, se quedaban en la puerta simulando escuchar el
cocina mientras su madre le repetía “cuando será el día que te sermón y odiosa voz del sacerdote, además de mirar las nalgas
levantes del catre sin que una te diga” ”floja” “guevona”. de las muchachas desde su lugar. El pueblo era bello en
Antonia tenía diez y ocho años, era fornida y de baja estatura, vegetación pero feo en convivencia. Las muchachas envidiosas,
tenía un lunar arriba del labio en la parte izquierda, a ella no le las señoras argüenderas, los niños malcriados y los hombres
gustaba ese lunar y, cada que podía lo cubría con un maquillaje morbosos y vulgares. Cada que Antonia salía a comprar a la
barato que compró cuando fue a la ciudad a visitar a una tía tienda de Don Manuel, este le entregaba lo restante a la
malmodienta. muchacha en la mano, con la intención de por lo menos rosarla,
le hablaba en doble sentido e incluso una ocasión le insinuó que
_ Agarra uno de los palos y mételo al fuego ¡No ves que se le quería tocar los senos, pero Antonia solo dijo “viejo mañoso”
apaga la lumbre! - decía su madre alardeando- Apúrale y después todo se olvidó. La madre de Antonia usaba faldas
chamaca, que tu papá espera el almuerzo. largas, las pocas que tenía, era una mujer de vitalidad
reprimida, trabajadora y fuerte como los campesinos. Su padre
_ La leña no sirve, le dije al Beto que partiera los troncos secos
un hombre grande, fuerte, de una enorme seriedad, a pesar de
que están allá afuera. - respondió Antonia altanera.
ser un hombre joven se veía viejo, resultado de su oficio.
_ Puros pretextos contigo ¡No sirves tú! Antonia tenía un hermano, muy alegre, pero poco expresivo, a
sus veinte años llevaba tres mujeres, que lo dejaron por
En el fuego estaba una olla con frijoles, toda ahumada; la irresponsable y “guevon”, “disfruta las viejas mijo, disfrútalas
cocina era rustica, oscura, pero en cierta forma acogedora. La ahora que estas joven” le decía su padre cada que lo veía en la
casa estaba formada por una pequeña sala, rustica también, dos esquina de la pequeña cancha del pueblo con una muchacha.
cuartos sin revoco y la pequeña cocina, también un baño que
parecía improvisado y estaba hasta el fondo del patio. Antonia solo salía los domingos, hora y media para ser exactos,
salía a casa de Doña Lupe, una señora viuda que quería
demasiado a Antonia, le enseñaba a tejer por un rato, después, noviembre lograba apartar el oloroso humo gris de Antonia, el
juntas salían a podar los rosales que tenía en su hermoso jardín. sol estaba radiante, las flores de cempasúchil podían verse
mover en los jardines de ese pueblo, las mujeres barrían las
Casi todas las mañanas y noches a la hora de levantarse y a la calles con escobas de hierba y los niños corrían de un lado a
hora de acostarse a dormir, Antonia flotaba, divagaba y se reía, otro. Antonia tranquilamente después de poner tortillas y
mordía la cobija roja que le había regalado su abuela en su comida en un morral color carmín, decidió seguir sigilosamente
cumpleaños para evitar que la escuchara su mamá que estaba en el olor que aliviaba sus penas, su analgésico de vida, a cada
la habitación anterior y, así evitarse las burlas que le hacían su paso lento que daba respiraba más y más profundo y sostenía el
madre y padre “Estas loca Toña, te ríes sola” “Anoche vino morral que tenía ya colgado en el hombro derecho.
toña la loca”, sin saber que quien había venido a su habitación
era esa leve nube de humo gris, esa nube que emanaba de entre _ ¡Beto! Te hacia sacando la cría y no aquí de holgazán.- Le
las rendijas de la puerta vieja de madera, que hacía a Antonia dijo a su hermano que estaba rodeado de toda aquella nube
olvidar el dolor de piernas que le provocaba el ir del otro lado gris.- Jálate pal potrero.
del rio todos los días, cundo llevaba el almuerzo a su padre; ese
humo que al principio le causaba extrañeza y que después _ No, el viejo me pidió partir toda la leña que está en la galera.
esperaba con ansia La nube gris se mantenía quieta y moldeaba la silueta de
Cierto día, a las cinco de la mañana su madre despertó a ambos.
Antonia “Toña, oye, voy pal potrero con tu papá, la vaca ya va _ ¿Quieres? Preguntó Beto.
a criar ¡Dios mediante ya haremos de ahí otro dinerito que
buena falta nos hace! Nos llevas el almuerzo temprano ¿me _ ¿Y eso cómo se hace?
oyes?” a lo que Antonia solo afirmó moviendo la cabeza. Ya a
_ Solo mantenlo en la garganta por un momento, después lo
las siete de la mañana la despertó un leve rayo del sol que
sacas.- Agregó el joven.
entraba por la ventana y que a su vez permitía ver de nuevo el
misterioso humo y oler el penetrante aroma que este traía Cuando la muchacha miró el sol, se dio cuenta que ya era
consigo. Se levantó, se sirvió café caliente que había en una demasiado tarde, salió corriendo hacia la calle y entre
olla de barro junto al fuego, después tomó de entre unas bolsas preocupada y distraída miro que el sol tenía luciérnagas de
un pan duro y se lo comió. Ni el viento que hay en el mes de colores a su alrededor, a pesar que su caminar era veloz sentía
que los pies a cada paso se pegaban y despegaban de suelo; dijo “Muchacha” ella corrió rápidamente dejando tirada su
había momentos en los que corría y se detenía, tratando de sandalia.
asimilar su sentir, la gente la observaba, pero no murmuraba,
simplemente la compadecían, por el rumor ya regado sobre el La cabeza de Antonia era en ese momento una máquina
pueblo, rumor que le ahuyentaba cortejos, hombres, amigas, del tiempo que a cada parpadeo un recuerdo venía, algunos tan
pero, a pesar de eso, la belleza que poseía la acercaba a las extraordinariamente verdaderos y otros falsamente verdaderos.
personas. Ya había contenido mucho la risa loca que le traía Ya sentada, desde una piedra cerca del rio veía su vida, la vida
consigo el humo, burlona, por eso cuando salió del pueblo soltó no realizada, y la que realizó pero que tenía olvidada: veía la
a reír; hizo puño sus manos y las puso sobre su boca para pequeña Antonia llorando al no poder pescar del rio, veía a la
simular sin ningún resultado la risa cuando pasaban los pequeña Antonia observando fijamente las tetas de sus primas
campesinos. Iba a la mitad de camino, cuando escuchó ¡Toña! mayores dentro del rio, miraba sus cuerpos desnudos mientras
¡Toña la loca! Y volteo para todos lados sin ver a nadie, su ella se tocaba sigilosamente, y su hermano espiaba de entre las
corazón latía muy fuerte, tan fuerte que lograba escucharlo, sus piedras. Todo parecía frente a ella una imagen puesta desde
ojos que eran muy bellos ahora estaban por estallar, lograban proyector de cine, en la que podía entra e interactuar. Pasaron
verse las venas, venas de un rojo vivo. Tomaba sus dedos y los tan solo unos minutos y la carretera parecía estar sola, sin
retorcía, miraba de reojo para todos lados, su mirada ningún ruido más que el del tocadiscos, sonido que ya estaba
comenzaba a tener el más terrible de los miedos, corría y se grabado en la mente de Antonia, sonido que en medio de
detenía cundo olvidaba el miedo y, cuando el miedo no estaba distorsiones y recuerdos, de siniestras notas, permanecían en
llegaban las miradas de entre los árboles, de las pequeñas fincas Antonia creando el más extraordinario y tremendo psiquis.
que atentamente ella correspondía detenida, sin mover más que Muy drásticamente el terror volvió a ella, y trataba de
los ojos y la cabeza. Sus sentidos estaban muy activos; el oído, controlarlo, su corazón brincaba, las piedras se abrían y los
podía escuchar la música que sonaba en el tocadiscos del árboles se movían en ondas, rítmicos, como el agua, cuando se
pueblo. Cuando por segunda vez miró el sol cerró rápidamente ha dejado caer sobre ella una roca; todo cambio de dirección
los ojos, y cuando los abrió estaba inclinada noventa grados cuando mirando hacia abajo, vio en su lado derecho emanar
adelante, vio venir desde la montaña del rio, que ya estaba sangre y, corriendo hacia la orilla del rio trataba de enjuagar
cerca, un becerro de oro sobre un pedestal arrastrándose solo, todo ese emanar color carmín. Con una expresión jamás vista
junto a él un anciano que al momento de pasar por su costado en ella. Después, el terror pasó levemente, y la radical
tranquilidad le permitía ver el rio, que magicamen se convertía
en un largo espejo, que se rompía cada que Antonia sumergía
en el agua al intentar limpiarse todo el carmín.

En un arranque de ocio, y también por el frenesí, se levantó y


cuando el rio se volvía un espejo largo y firme, lentamente
comenzó a caminar sobre él, con una sonrisa ligera, de
satisfacción y extrañesa en la cara, de gloria, de paz, de olvido.
Solo caminó y caminó, mientras un anciano muy anonadado la
miraba desde el puente colgante tratando de gritar afónico
¡Camina, para, camina…!”.

Fin.

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