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JESUS Y LOS JUDIOS DE SU TIEMPO

Escribas

Antes de entrar a describir las distintas sectas que existían en tiempos de Jesús nos vanos a referir
al grupo de los escribas. En los Evangelios, vemos que junto con los fariseos y sumos sacerdotes
aparecen una serie de personas a los que se denominan “los escribas” (en algunos textos los llaman
letrados). La presentación que se hace de ellos induce a pensar que eran un grupo organizado o que
profesaban unas ideas comunes; incluso se llega a identificar a los escribas como expertos
conocedores de la Toráh. Se llega a confundir a los escribas como una secta más, aunque en dos
ocasiones de las sesenta y una que son mencionados en el Nuevo Testamento, se habla de “los
escribas de los fariseos” (Mc 2, 16 y Hch 23, 9), de lo que se puede inferir, que había escribas que
eran fariseos, como habría, aunque no se mencione expresamente, escribas saduceos. Esto descarta
que su permanencia a un grupo fuese uniforme, había escribas en los diferentes grupos o sectas, y
que profesaran ideas comunes, puesto que los planteamientos o interpretaciones de las leyes del
judaísmo de los escribas fariseos y los escribas saduceos serian diferentes, y a menudo opuestas, en
consonancia con las creencias tan diferentes que tenían ambos grupos, como más adelante
señalaremos. Los escribas tenían como función principal la escritura y copia de documentos, con
independencia de que algunos fueran grandes conocedores de la Ley. No formaban ninguna secta,
eran un grupo trasversal que se destacaban por su capacidad para escribir y en algunos casos, por
su conocimiento de la Ley. Estas personas eran necesarias y no muy numerosas en un mundo en el
que el analfabetismo imperaba, ser escriba era una profesión que se demandaba cada vez más
cuanto más se desarrollaba una sociedad.

En el mundo rural serian requeridos para redactar contratos de matrimonio o documentos similares,
así como alguna carta, sin embargo, en las ciudades serían necesarios para muchas más actividades,
y sobre todo su estatus social sería más elevado puesto que indirectamente gozarían de un poder
que les reportaba su trabajo para los gobernantes y las grandes instituciones, tanto civiles como
religiosas. Flavio Josefo(*) en sus dos obras más conocidas, Antigüedades Judías y La Guerra de los
Judíos, presenta a este tipo de escribas cuando menciona a un conjunto de escribas del Templo que
prácticamente eran funcionarios y otros que pertenecían a la clase alta. En las fuentes judías, los
escribas, por regla general, aparecen relacionados con la Toráh como no podría ser de otra manera
puesto que ellos eran los responsables de copiar, preservar y transmitir el depósito escrito de la fe
judía. En el Antiguo Testamento se hace mención a unos escribas que son personas relacionadas
con los altos cargos de la administración, “Mandó convocar a los sátrapas, ministros, prefectos,
consejeros, tesoreros, escribas, magistrados y gobernadores de provincia para que acudieran a la
inauguración de la estatua que había erigido el rey Nabucodonosor” (Dan 3, 2) y se habla de escribas
concretos cuando se presenta a Baruc, además de cómo autor de su libro, como escriba de Jeremías,
“Entonces Jeremías llamó a Baruc, hijo de Nerías, para que escribiese en el rollo, al dictado de
Jeremías, todas las palabras que el Señor le había dicho” (Je 36, 4). En el mismo capítulo se cita a
otro escriba Safán, “En presencia de todo el pueblo leyó Baruc en el rollo las palabras de Jeremías
en el templo, desde la habitación de Gamarías, hijo de Safán, el escribano, en el atrio superior, a la
entrada de la Puerta Nueva del templo” (Je 36, 10). Esdras, que vivió en el siglo IV a. C. y que tuvo
un papel de enorme relevancia en la recuperación espiritual de Israel tras el destierro en Babilonia,
“era un letrado experto en la ley que dio el Señor, Dios de Israel” (Esd 7, 6), es decir, aparece descrito
en el libro que lleva su nombre precisamente como escriba. Pero estos ejemplos son la excepción,
puesto que a su condición de escribas se unía la de hombres cultos, estudiosos y conocedores de la
Ley. Lo normal era que un escriba (del hebreo, sopher) fuese un copista de la Ley o un secretario
que de forma paulatina se convertía en copista oficial, lo que equivalía, en cierta forma, a un
secretario oficial o de Estado y de forma excepcional, algunos de ellos, eran personas cultas
preocupados por la letra de la Ley y conocedores de las Escrituras, como los que se citan en el libro
de Esther “luego consultó a los escribas, porque los asuntos del rey se solían consultar a los expertos
en derecho (Est 1, 13). Resumiendo, se podría decir que los escribas tendrían una situación social
muy variada, que estaría comprendida entre los altos funcionarios y los simples escribas rurales. En
el Evangelio de Juan se menciona una sola vez a los escribas, en este caso junto a los fariseos, aunque
existen partidarios de que el relato de la mujer adúltera (Jn 8, 3) es un añadido posterior a su
redacción19 y que Juan es el único que no menciona nunca a los escribas. Las referencias a los
escribas en los evangelios sinópticos se reparten de forma homogénea entre ellos, Marcos los
menciona en veintiuna ocasiones, de las cuales en nueve ocasiones no los une a ningún otro grupo
o secta. Generalmente los escribas aparecen como los antagonistas principales de Jesús en
problemas relativos a la autoridad de su enseñanza. Marcos describe la actividad de los escribas en
Galilea, donde probablemente ejercían funciones de jueces locales o jefes de sinagoga (Mc 1, 22; 2,
6) y cita a escribas de Jerusalén (Mc 3, 22). Curiosamente a pesar del tratamiento poco favorecedor
que Marcos les otorga, hay un pasaje donde se presenta a un escriba de forma positiva, nos
referimos al dialogo entre Jesús y el escriba sobre cuál es el primero de todos los mandamientos,
“El escriba le respondió: Muy bien, maestro; es verdad lo que dices: el Señor es uno solo y no hay
otro fuera de él” (Mc 12, 32). Marcos implica a los escribas, junto a los senadores y sumos sacerdotes
en la preparación y muerte de Jesús. El tratamiento de Mateo en sus veintitrés referencias a los
escribas es similar al de Marcos, aunque en su evangelio hace más énfasis en los fariseos,
nombrándolos juntos, incluso en algunos pasajes paralelos con Marcos, (Mt 9, 11- Mc 2, 16; Mt 3,
24-Mc 3, 22) parece como si Mateo hubiese cambiado a los escribas sustituyéndolos por los fariseos,
que para él eran los verdaderos enemigos de Jesús. Son muy descalificadoras las cinco veces que
Mateo en capitulo veintitrés los cita juntos llamándoles “escribas y fariseos hipócritas”. Pero
también en este evangelio hay una excepción a este trato, cuando un escriba se ofrece a Jesús
diciéndole “Maestro, te seguiré adonde vayas” (Mt 8,19). Las trece referencias lucanas a los escribas
siguen la línea de Marcos y Mateo y más concretamente de este último, cuando como él, asocia a
escribas y fariseos hasta en cinco ocasiones (Mateo los presenta juntos en nueve ocasiones).

Jesús y los judíos de su tiempo. Cándido Casal.

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