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Indicación de actividades

1. Documentarse sobre el caso de la obra Sumando Ausencias de Doris Salcedo


en la plaza de Bolívar de Bogotá

2. Búsqueda de registros del proceso de la obra colectiva

3. Análisis de la obra de Doris Salcedo

4. Proponer su reflexión de manera escrita y compartirla en el foro.

Producto para entregar:

Preguntas

1. ¿Qué interpretación logra usted, como espectador, a partir de esta obra


específica colectiva liderada por Doris Salcedo y cuáles son, desde su
perspectiva, las repercusiones de esta pieza en el ámbito social, por ejemplo, en
nuestro contexto inmediato?

2. ¿Qué papel juega el arte como vehículo del pensamiento, en un acto que está a
nombre de una artista, pero no es una obra realizada por ella?

3. ¿Qué opinión tendrían ustedes alrededor de categorizar Sumando Ausencias


como oportunista uso del arte con fines políticos o propagandísticos?

Criterios de evaluación

1. Los criterios de evaluación estarán ligados a: Cantidad y calidad de Posteos, es


decir, no intervenir por intervenir, sino hacerlo porque el aporte es valioso, ha sido
madurado por el estudiante e investigado desde varias fuentes desde las
puramente periodísticas hasta las analíticas (se sugiere investigar en notas de
prensa, así como en las páginas editoriales donde los columnistas dan su opinión
sobre el hecho, teniendo claro cuál es el sesgo del columnista)

2. Se evaluará la capacidad del estudiante de argumentación de sus ideas

3. Se evaluará la capacidad propositiva del estudiante de manera que sus puntos


de vista vayan más allá de su simpe opinión

4. Es importante participar a lo largo del tiempo que el foro este abierto para poder
ir debatiendo sobre las opiniones consignadas y no entrar el último día del cierre
que no permite debate sino una participación que se nota es para cumplir un
requisito.
Sumando Ausencias de Doris Salcedo en la plaza de Bolívar de Bogotá

"No nos martiricen con fotos", dice Doris Salcedo minutos después de llegar a la Plaza de
Bolívar. Son las 8:00 de la mañana., más o menos, si bien todo comenzó a gestarse media
hora antes, a las 7:30 a.m. Algunos llegaron muy temprano, con todo el frío y el horror del
Transmilenio, para mover las carpas de quienes han pasado sus noches en la plaza desde el
miércoles de la marcha silenciosa. Un viento enrarecido baja de los cerros intentando vencer
a los enruanados que trataban de dejar el sueño atrás.

Con un cerco negro y abarrotado se cierra la plaza. Al sur, frente al colegio San Bartolomé,
enhebran agujas con hilos rojos, azules y verdes. Todos esperan a la artista. Las agujas en
bloques de icopor. Las telas embaladas en cartón. Nadie las toca hasta que Salcedo llega y
quita el plástico que cubre las cajas. En su interior, 2.300 telas de 250x130cm. El plástico se
rasga, las cajas se ponen sobre el suelo y se abren. Un pequeño y tímido olor a osario pulula
la plaza.

Dos días después de la derrota del Sí, a Doris Salcedo la vieron merodeando por las aulas de
la Universidad Nacional. Por las plazas y pasillos se escucharon algunos susurros
especulando que "Doris quiere hacer algo por la paz, pero no sabe qué. Debe hacer algo
grande". A las once y cuarto de la mañana llegó un correo masivo a los estudiantes que se
reunieron en el museo de la universidad. Horas más tarde se viralizó por toda la ciudad. Una
muchedumbre de estudiantes de todas las carreras se congregó en el patio central del museo,
llegaron madres de familia, artistas, profesores, niños, abuelos y camiones llenos de tela y
carbón.

Fuera del cerco, casi excluidos, venden café, aromáticas y cigarrillos. Los que pasan por ahí
no pueden evitar ver y escuchar a la artista dar órdenes y decirle a los fotógrafos que los
dejen trabajar, que les den una hora para que puedan tomar las fotos. Como niños regañados
por su madre se alejan de Salcedo, la cazan de lejos con sus lentes. “Doris es un poco
complicada”, dice alguno.

Las telas ya están listas para ser cocidas. “Comienzas por la izquierda sin pasar las dos telas.
Después la pasas por debajo en diagonal y por encima recto” recita una de las voluntarias a
los demás. La puntada debe ser precisa, igual en todas, cada tres centímetros. Hay que tomar
cada esquina de las telas para que no toquen el suelo y no les llegue mugre. En las 2.300 telas
hay 2.300 nombres de víctimas del conflicto escritos con dos toneladas de ceniza de carbón.
Alguien dice, en broma, que las cenizas las sacó de un asado que hizo para celebrar el triunfo
del Sí, pero que al ganar el No tuvo que ver cómo utilizarlas.

- ¡Una aguja con hilo!

- Acá tengo, mira.


- Gracias, revisa si tiene bien el nudo. ¿Listo? Gracias, se decían unos a otros.

Solo podían estar aquellos dispuestos a participar de manera activa en la creación de la obra.
El museo de la Universidad Nacional se convirtió en un laboratorio. Hubo una lluvia de ideas
para fijar la ceniza en la tela. Las placas de madera con las letras tipográficas íntegras por
todas las paredes del patio. A Doris se le veía dar vueltas de un lado para otro, con su mirada
fija en los materiales, pensando en imágenes que pudiesen convertirse en el símbolo de la
deshumanización, de la guerra absurda, del dolor.

María Belén Sáez, directora del Departamento de Divulgación de Patrimonio Cultural de la


Universidad Nacional, quien apoyó la iniciativa desde el principio, invitó a la sociedad a no
olvidar, “a dejar el conflicto, la rabia. Tenemos que ir más allá de la indignación, más allá
del dolor para empezar a renacer". La ceniza empezó a llover como copos de nieve. Era como
si los muertos estuvieran escribiendo su propio nombre, a la espera de algún conocido que
dijera: "ahí está mi hijo, ahí está mi esposo, ahí está mi recuerdo de paz".

En cinco días se preparó la obra. 1.500 personas escribieron cada nombre. Una nueva bandera
de paz hecha pedazos terminaría en la Plaza de Bolívar.

Salcedo es la plaza. Dueña y señora una vez más. Dirige a estudiantes como sus soldados
diligentes, atentos y rápidos. En una hora el 20% de la plaza trepida en el ondear de las telas
que aún no descansan en el suelo. “Om ianoraianaia. ¡Om ia na!”: canta una de las voluntarias
y su voz modula en tonos para atraer buenas energías. Una puntada, dos puntadas, tres
puntadas, 100 puntadas, 1000 puntadas y para qué contarlas. La mancha crece y se ve a
Salcedo ir de un lado a otro. Revisa puntadas, toma café, espanta fotógrafos.

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