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http://dx.doi.org/10.4067/S0049-34492000000100005
Claudio Pierantoni
Docente de la Facultad de Teología
Pontificia Universidad Católica de Chile
Es evidente que para Agustín el tema de las dos ciudades se inserta en el centro
mismo de la reflexión teológica: cada cristiano para él (y es importante notar que
encontramos este concepto en un sermón al pueblo, y que el predicador recuerde
que repetidas veces él ya insistió sobre el mismo tema) debe tener la fuerte
percepción, en toda su vida, de que aquí, en la situación presente de esta tierra,
está en exilio como el pueblo de Israel en Babilonia, y que la causa de este exilio es
el pecado, y que el don de la vuelta a la "patria" es la justificación que viene de la
gracia de Dios: mientras tanto, en el desarrollo de la historia de la salvación, dos
ciudades coexisten, mezcladas en la apariencia exterior (corpore), pero bien
separadas en la realidad interior (corde), que solo Dios conoce: toda la historia
humana, pues, es la historia del desarrollo y del perfeccionamiento de estas dos
ciudades, que evidentemente son, en su esencia, realidades escatológicas.
Fecerunt itaque civitates duas amores duo, terrenam scilicet amor sui usque
ad contemptum dei, caelestem vero amor dei usque ad contemptum sui
(XIV, 28,1) (2).
"Ideo autem, cum diem iudicii dei dicimus, addimus ultimum vel
novissimum, quia et nunc iudicat et ab humani generis initio iudicavit,
dimittens de paradiso et a ligno vitae separans primos homines peccati
magni perpetratores, (
) nec sine illius alto iustoque iudicio et in hoc aerio
caelo et in terris et daemonum et hominum miserrima est vita, erroribus
aerumnisque plenissima" (XX, 1,2) (3).
Para dar una idea de la importancia existencial que el tema tiene para Agustín,
volvamos a leer la frase famosa de las Confesiones:
"Inquietum est cor nostrum, donec requiescat in te" (I, 1,1,9) (5).
Etiam tunc (scil. in sabbato vitae aeternae) enim sic requiesces in nobis,
quemadmodum nunc operaris in nobis, et ita erit illa requies tua per nos,
quemadmodum sunt ista opera tua per nos (Conf. XIII, 37, 52) (7).
Post illa (scil. bona opera nostra) nos requieturos in tua grandi
sanctificatione speramus. Tu autem, bonum nullo indigens bono, semper
quietus es, quoniam tua quies tu ipse es (Ibid. XIII, 38,53) (8).
Muy misteriosamente, Dios obra estando quieto, porque Él es "su propia quietud"
(9).
"Amen amen dico vobis quia venit hora, et nunc est, quando mortui audient
vocem Filii Dei, et qui audierint, vivent." (10).
"Nolite mirari hoc, quia veniet hora, in qua omnes qui in monumentis
sunt audient vocem eius, et procedent qui bona fecerunt in resurrectionem
vitae, qui vero mala egerunt, in resurrectionem iudicii" (5, 27-28) (12).
Agustín subraya tres particulares del texto: se dice que veniet hora, pero no se le
añade "nunc": se trata aquí de una hora futura. Además los que salen de los
monumentos solo pueden ser los cuerpos. Por lo tanto se trata aquí de la
resurrección de los cuerpos. Sin embargo –sigue Agustín– los que "escuchan la
voz", en este caso, no "viven", como en el versículo anterior (qui audierint vivent).
El motivo es claro: los que resurgen para la gloria, ya "vivían" antes, por los efectos
inmediatos de la redención; los que resurgen para la condenación, no "viven",
porque solo la vita beata merece el nombre de "vida".
He aquí la conclusión:
"Sicut ergo duae sunt regenerationes, de quibus iam supra locutus sum,
una secundum fidem, quae nuncfit per baptismum, alia secundum carnem,
quae fiet in eius incorruptione atque inmortalitate per iudicium magnum
atque novissimum, ita sunt et resurrectiones duae, una prima, <quae> et
nunc est et ani-marum est, quae venire non permittit in mortem
secundam; alia secunda, quae non nunc, sed in saeculi fine futura est, nec
animarum, sed corporum est, quae per ultimum iudicium alios mittit in
secundam mortem, alios in eam vitam, quae non habet mortem" (De Civ.
Dei XX, 6,2) (13).
4. Con esta base es evidente para Agustín la interpretación alegórica del milenio
del Apocalipsis, de la que pasa a hablar en el capítulo siguiente (cap. 7). Empieza
criticando la concepción materialista del milenio, que califica de "ridículas fábulas",
en el caso de que se piense que los santos "se entregarán a los más inmoderados
festines de la carne". Sin embargo, considera "tolerable" la interpretación literal del
milenio, "si admitiera que los santos, durante ese tal sábado disfrutan, por la
presencia del Señor, de unas ciertas delicias espirituales" (ibid. 7,1). Y admite que
él también, en otro tiempo, así opinó.
Después pasa a ilustrar su planteamiento actual, con un minucioso examen
de Apoc. 20, 1-6. Aquí nos interesa solo el punto central. Habiendo ya mostrado
que la "primera resurrección" se refiere a las almas y es ahora, solo le queda por
demostrar qué significa el número de "mil años": no le es difícil mostrar que este
número es "soliditas denariae quadraturae", es decir 10 por 10 por 10, y en cuanto
"sólido perfecto", representa la totalidad del tiempo de la Iglesia:
"Aut certe mille annos pro annis omnibus huius saeculi posuit, ut perfecto
numero notaretur ipsa saeculi plenitudo" (ibid. 7, 2) (14).
En las páginas siguientes (cap. 7 y 8) Agustín sigue con su análisis minucioso de los
versículos del Apocalipsis, que no podemos resumir aquí. Sin embargo, damos un
ejemplo de la sutileza exegética en que Agustín apoya su planteamiento:
Apoc. 20, 4: "Et vidi sedes et sederunt super eas et iudicium datum est
illis et animas decollatorum propter testimonium Iesu et propter Verbum Dei
et qui non adoraverunt Bestiam neque imaginem eius nec acceperunt
caracterem in frontibus aut in manibus suis et vixerunt et regnaverunt cum
Christo mille annis." (15).
Como se ve, el texto relaciona el reinado de los santos con el juicio que ellos
ejercerán. El secreto, para Agustín, está siempre en interpretar el Apocalipsis a la
luz del Evangelio, en este caso el versículo fundamental de Mat.18,18:
A través del poder de la Iglesia se vuelve a subrayar la inmanencia del juicio divino
en la historia, lo cual hace del reinado de los justos una realidad actual, aunque
misteriosa y "escondida". De la misma manera, en todo el cap. 9, Agustín se
esfuerza de recoger todos los testimonios posibles, evangélicos y paulinos (17),
para mostrar que el "reino" ya está presente en la historia. Y sin duda, lo
repetimos, Agustín capta con esto uno de los mensajes-clave de la Buena Noticia.
Agustín trata este problema explícitamente en De Civitate Dei XXII, 29, sobre todo
en los capítulos 5-7. Parte criticando abiertamente el planteamiento platónico,
según el cual no puede haber ningún tipo de contacto entre la sustancia espiritual y
la sensible: la Biblia afirma constantemente, opone Agustín, que Dios, el cual "es
espíritu",ve a los hombres, y que el mismo "espíritu" de los profetas es capaz de
ver corporalmente a personas ausentes (ejemplo de Eliseo, que ve "a distancia" a
su siervo Giezi recibiendo los regalos del sirio Naaman, IV Reg. 5, 8-27).
Pero Agustín intenta ir más al fondo, dando una caracterización del ser espiritual.
Para esto, encuentra una base en la importante afirmación plotiniana de que el
Alma del Mundo está presente "toda entera en toda parte del mundo sensible".
Ahora bien, tanto en el De Civitate Dei, como ya en el libro IV de las Confesiones,
él relaciona este concepto con el famoso texto paulino de I Cor. 13, 9.10.12:
"Ex parte scimus, et ex parte prophetamus (...) Nunc scio ex parte, tunc
autem cognoscam sicut cognitus sum." (21)
Es importante relevar que Agustín no interpreta las palabras ex parte tanto con
referencia al hecho de que algo se quede todavía escondido a nuestro
entendimiento (lo cual no deja de ser cierto para él), sino sobre todo en relación al
hecho de que el hombre, con sus actuales "propiedades", solo puede conocer las
cosas en unadistentio temporal, no puede estar ubique totus tanto en el espacio
como en el tiempo (22). La propieded espiritual que él adquiere gracias a Cristo,
por lo tanto, es básicamente esta: poder estar, igual que Dios, y sin perder las
propiedades de la carne, todo entero por todas partes. Así se hace de alguna
manera comprensible la posibilidad que el hombre tendrá de ver a Dios en su
carne:
"Longe itaque alterius erunt potentiae, si per eos (scil. oculos corporis)
videbitur incorporea illa natura, quae non continetur loco, sed ubique tota
est". (XXII, 29,3) (23).
"Aut ergo per illos oculos sic videbitur deus, ut aliquid habeant in tanta
excellentia menti simile, quo et incorporea natura cernatur, quod ullis
exemplis sive Scripturarum testimoniis divinarum vel difficile vel impossibile
est ostendere, aut, quod est ad intellegendum facilius, ita Deus nobis erit
notus atque conspicuus, ut videatur spiritu a singulis nobis, videatur ab
altero in altero, videatur in se ipso, videatur in caelo novo et in terra nova,
atque in omni quae tunc fuerit creatura, videatur et per corpora in omni
corpore, quocumque fuerint spiritualis corporis oculis acie perveniente
directi" (De Civ. Dei XXII, 29, 6) (24).
Se puede notar en este texto que Agustín –al hablarnos implícitamente de ojos que
se dirigen hacia acá o hacia allá– no está aprovechando hasta sus últimas
consecuencias el importante idioma de la sustancia espiritual, adquirido por la
carne, que es justamente el ubique totus.
Pero lo que quiero destacar es otro punto, mucho más importante: Agustín nos
presenta estas dos soluciones como alternativas (aut...aut). Se podría observar, yo
creo, que las dos soluciones no son necesariamente alternativas: que las dos, en
efecto, podrían también integrarse perfectamente (25).
Merece la pena destacar que la teología católica, durante muchos siglos después de
Agustín, se ha inclinado a darle a este difícil problema una solución mucho más
"platónica" que él, no atreviéndose a afirmar con decisión el fuerte valor "literal"
tanto de Job 19, 26 como de I Cor 13, 9-13.
7. Finalmente, hay que agregar otro elemento esencial para completar esta rápida
presentación de la escatología agustiniana.
RESUMEN
ABSTRACT
Eschatology dominates the theological thinking of the bishop of Hippo. The heart of
christian life and faith according to him can only be understood in an eschatological
perspective, as is clear from his theology of the Two Cities. Augustines exegesis
of the Apocalypse in the De Civitate Dei aims at pointing out that the fundamental
result of the redemption has already been obtained. The "first resurrection"
mentioned in Apoc 20 is interpreted, on the basis of the Fourth Gospel, as
"resurrection of the soul", gained for us by the death of Christ. Themillennium, as a
perfect number, is consequently interpreted as the total duration of the Church. At
its end, the "second resurrection" isnt but the resurrection of the bodies, which
completes the salvific plan of God. The final contemplation of God by the human
being, soul and body, cannot, for him, be reduced to the platonic perspective of a
merely spiritual action: Augustine dares to say, although not with absolute
certainty, that in the same way as the spiritual substance "sees" corporal reality, so
also the corporal substance, due to the communicatio idiomatum, will be able to
see God.
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NOTAS
(2) "Dos amores hicieron, pues, las dos ciudades, es decir, la terrenal el
amor de sí hasta el desprecio de Dios, la celestial el amor de Dios hasta el
desprecio de sí."
(3) "Nosotros, pues, al citar el día del juicio, añadimos "último" o "final",
puesto que también ahora juzga Dios, y ha juzgado desde el comienzo del
género humano, excluyendo del paraíso y separando del árbol de la vida a
los primeros hombres, reos de gran pecado, (...) Y no ha sucedido sin Su
alto y justo juicio el que tanto en estos aires celestes como en la tierra,
transcurra de la forma más lastimosa la vida de los demonios y de los
hombres, llenísima de errores y calamidades."
(4) "Juzga Dios también, y no solo universalmente sobre el género de los
demonios y de los hombres, para que sean infelices por culpa de los
primeros pecadores, sino que también de las propias obras que cada uno
hace con el albedrío de la voluntad. En efecto, tanto los demonios, (...)
como los hombres, son castigados por Dios según sus hechos, abiertamente
con frecuencia, y ocultamente siempre, sea en esta vida o después de la
muerte."
(10) En verdad, en verdad os digo, que viene la hora, y es ahora, cuando los
muertos escucharán la voz del Hijo de Dios, y los que la
escucharán, vivirán".
(12) "No os sorprendáis, que vendrá la hora en que todos los que están en
los monumentos escucharán su voz, y saldrán, los que hicieron el bien para
la resurrección de la vida, los que hicieron el mal, para la resurrección del
juicio".
(13) "Así como son dos las regeneraciones, de las que acabo de hablar más
arriba, una según la fe, que tiene lugar por el bautismo, la otra según la
carne, que sucederá cuando llegue su incorruptibilidad y su inmortalidad,
por el juicio grande y último, así también son dos las resurrecciones: una, la
primera, tiene lugar ahora, y es la de las almas, y no permite ir a la muerte
segunda; la otra es la segunda resurrección, que no sucede ahora, sino al
final de los tiempos, y no es de las almas, sino de los cuerpos, la cual
resurrección, con el último juicio, a unos envía a la muerte segunda, a otros
a aquella vida que no tiene muerte."
(14) "O por cierto dijo mil años para representar todos los años de este
tiempo, para que con un número perfecto se indicara la misma plenitud del
tiempo."
La alternativa, descartada por Agustín, es interpretar el milenio como los
últimos mil años de la historia, es decir, el sexto milemio ("como si fuera el
Día Sexto" de la creación), que precede el séptimo, el día del descanso, el
"sábado de la vida eterna".
(15) Y vi tronos, y se sentaron sobre ellos y a ellos se dio el juicio, y (vi) las
almas de los degollados por el testimonio de Jesús y por el Verbo de Dios, y
los que no adoraron a la Bestia, ni a su imagen, y no recibieron su sello en
su frente o en sus manos, y reinaron con Cristo mil años.
(17) Uno de los más fuertes es sin duda Col. 3,1: "Si resurrexistis cum
Christo, quae sursum sunt quaerite."
(18) Es fácil notar que la doctrina del "tiempo intermedio", o del "alma
separada" entra en evidente conflicto con uno de los puntos centrales de la
teología agustiniana: Agustín constantemente afirma que Dios no está
condicionado por el tiempo, por lo tanto, para ser coherente, debería afirmar
sin duda que el alma que ya ahora descansa en Dios ("in sinu Abrahae"
como Lázaro, o "in paradiso" como el buen ladrón) no tiene por qué ser
pensada como somentida a una espera temporal. Ni siquiera en el caso de
que le haga falta una purificación ("quasi per ignem") sería necesario pensar
que esta tenga que desarrollarse en el tiempo. Hay que notar, por lo tanto,
que Agustín no se atreve a sacar todas las consecuencias de su propio
planteamiento sobre el tiempo.
(20) De Civ. Dei XXII, 29,5: " [ Links ]Sicut ergo constat videri corpora
spiritu, quid si tanta erit potentia spiritalis corporis, ut corpore videatur et
spiritu?".
(22) "Por eso tienen que ser de muy distinto poder, si mediante ellos
(scil. los ojos carnales) han de ver aquella naturaleza incorpórea, que no
está contenida en un lugar, sino que está toda en todas partes."
(23) "O ha de ser visto Dios por aquellos ojos como si tuvieran alguna
cualidad semejante a la mente, con lo cual se puedan ver hasta las
naturalezas incorpóreas (lo cual sería difícil, más bien imposible, demostrar
con algún ejemplo o testimonio de las divinas Escrituras), o, lo que es más
fácil de comprender, conoceremos a Dios tan claramente, que lo veremos en
espíritu cada uno de nosotros, lo veremos en los demás, lo veremos en sí
mismo, lo veremos en el cielo nuevo y en la tierra nueva, y lo mismo en
toda criatura entonces existente; lo veremos también a través de los
cuerpos, en cada uno de los cuerpos, adondequiera que se dirijan y alcancen
esos ojos del cuerpo espiritual".
Cómo
citar:
§ Formato Documento Electrónico(ISO)
PIERANTONI, Claudio. El fin del mundo en San Agustín. Teol. vida [online]. 2000, vol.41, n.1
[citado 2018-06-24], pp.42-51. Disponible en:
<https://scielo.conicyt.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0049-
34492000000100005&lng=es&nrm=iso>. ISSN 0049-3449. http://dx.doi.org/10.4067/S0049-
34492000000100005.
§ Formato Documento Electrónico(ABNT)
PIERANTONI, Claudio. El fin del mundo en San Agustín. Teol. vida, Santiago , v. 41, n. 1, p.
42-51, 2000 . Disponible en <https://scielo.conicyt.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0049-
34492000000100005&lng=es&nrm=iso>. accedido
en 24 jun. 2018. http://dx.doi.org/10.4067/S0049-34492000000100005.
§ Formato Documento Electrónico(APA)
Pierantoni, Claudio. (2000). El fin del mundo en San Agustín. Teología y vida, 41(1), 42-
51. https://dx.doi.org/10.4067/S0049-34492000000100005