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El documento resume el libro histórico La Florida del Inca, escrito por Garcilaso de la Vega en 1605. Narra la expedición del conquistador español Hernando de Soto a la península de Florida entre 1539-1542 basándose en los relatos de Gonzalo Silvestre, un soldado y testigo de la expedición. Aunque Garcilaso no nombra directamente a Silvestre, se le atribuye el papel principal como fuente de información. El documento analiza los elementos históricos y novelescos en la obra de Garcil
El documento resume el libro histórico La Florida del Inca, escrito por Garcilaso de la Vega en 1605. Narra la expedición del conquistador español Hernando de Soto a la península de Florida entre 1539-1542 basándose en los relatos de Gonzalo Silvestre, un soldado y testigo de la expedición. Aunque Garcilaso no nombra directamente a Silvestre, se le atribuye el papel principal como fuente de información. El documento analiza los elementos históricos y novelescos en la obra de Garcil
El documento resume el libro histórico La Florida del Inca, escrito por Garcilaso de la Vega en 1605. Narra la expedición del conquistador español Hernando de Soto a la península de Florida entre 1539-1542 basándose en los relatos de Gonzalo Silvestre, un soldado y testigo de la expedición. Aunque Garcilaso no nombra directamente a Silvestre, se le atribuye el papel principal como fuente de información. El documento analiza los elementos históricos y novelescos en la obra de Garcil
La Florida del Inca es el título de un libro histórico- literario escrito por el Inca
Garcilaso de la Vega, quien fue el primer mestizo peruano e hispanoamericano de
renombre intelectual. Fue publicada en 1605, en Lisboa, Portugal. Es una obra que narra básicamente la expedición del conquistador español Hernando de Soto a la península de la Florida (en el continente norteamericano (1539-1542), relata las andanzas de los aventureros españoles además complementa esta narración con la descripción del ambiente geográfico y de las costumbres de los indígenas, su calidad literaria y su originalidad han sido reconocidas por las críticas en general. Logré notar que el Inca Garcilaso de la Vega no menciona es en este libro las dos crónicas sobre Hernando de Soto de la Relación Verdadera del Hidalgo de Elvas y la crónica de Rodrigo Rangel que están insertadas en la obra de Oviedo. Sus fuentes fueron, además del testimonio de Gonzalo Silvestre, las brevísimas crónicas manuscritas de otros dos conquistadores, Juan Coles y Alonso de Carmona, que por azar llegaron a sus manos. Las leyó ya terminado su libro y afirma que volvió a escribirlo para incorporar los datos que contenían. Lo más probable es que se limitase a añadir las referencias a sus nuevas fuentes; en efecto, las menciones o en algún caso las citas de Coles y Carmona aparecen al final de los episodios y no intercaladas en la narración; sirven para confirmar la versión de Garcilaso o para agregarle detalles insignificantes. No es exagerado decir que Gonzalo Silvestre fue no sólo la fuente principal de Garcilaso sino prácticamente la única. LA FLORIDA es lo que hoy podríamos llamar un "reportaje", los recuerdos de un testigo directo recogidos por un escritor. Según la historia al finalizar la expedición de la Florida Gonzalo Silvestre había pasado al Perú, donde tampoco tuvo suerte. Participó en las guerras civiles, estuvo muchas veces a punto de perder la vida, se quebró una pierna, no hizo fortuna; asegura que el virrey Hurtado de Mendoza lo embarcó con engaños a España seguramente para quitarse de en medio a un vividor. Cuando Garcilaso lo encontró estaría envejecido, enfermo, un poco amargado porque no se le reconocían sus méritos y se le negaban beneficios y pensiones. A Gonzalo Silvestre una de las mejores cosas que podía pasarle es que alguien se animase a redactar su propia historia es decir la historia de la Florida. Garcilaso había traducido el libro DIÁLOGOS DE AMOR, una obra de filosofía neoplatónica que nada tenía que ver con América; pero la redacción de LA FLORIDA fue un proyecto que interesaba a los dos; ambos tenían algo que ganar. Además, los uniría cierta solidaridad de indianos venidos de lejos, los recuerdos del Perú, la sensación de ser víctimas de una injusticia. Aunque Garcilaso no nombra nunca a su "autor" bastaría para sospechar su identidad confirmada por otras pruebas el lugar excepcional que ocupa Silvestre en el relato. Silvestre construye su propio personaje, lo vamos descubriendo y tal vez llegamos a conocerlo mejor de lo que él podía suponer. Es muy distinto a Garcilaso, que cuando recuerda su vida suele presentarse como simple testigo, no como un héroe, aunque no le faltaron aventuras. No sería difícil, pero tampoco justo, hacer ironías sobre Silvestre, que fue uno de tantos conquistadores bravos y sin suerte. Garcilaso lo define en COMENTARIOS REALES como: “soldado famoso, testigo fidedigno, "hombre de mucha verdad". En sus escritos Garcilaso no presenta una información exacta y en los datos geográficos de LA FLORIDA son muy imprecisos. Garcilaso se da cuenta de este defecto y se disculpa en varias oportunidades, aduciendo que lo duro de la campaña impidió a los españoles levantar cartas de los territorios que atravesaban. También el paisaje es algo borroso, porque Garcilaso no lo conocía y Silvestre no supo verlo. Por otra parte, Silvestre no parece haberse interesado mucho por las culturas indígenas que encontró. Todos eran indios, con pocas diferencias entre sí, y lo define de la siguiente manera: "de donde, visto un pueblo los habremos visto casi todos y no será menester pintarlos en particular" (II, 1, 30). Aurelio Miró Quesada ha señalado, con mucho acierto, los elementos novelescos en LA FLORIDA. En este libro se destaca unos de los elementos y es: Lo fantástico, por ejemplo el caso del indio al que no le entraban lanzazos: "Los castellanos y su capitán, no pudiendo sufrir ya tanta desvergüenza, le dieron tantas cuchilladas y lanzadas que lo dejaron por muerto; aunque se notó una cosa extraña, y fue que las espadas y hierros de las lanzas entraban y cortaban en él tan poco que parecía encantado, que muchas cuchilladas hubo que no le hicieron más herida que el verdugón que suele hacer una vara de membrillo o de acebuche cuando dan con ella" (II, 2, 6). También se destaca una hazaña, digna de novelas de caballerías, con la que acaba un duelo: "...apartando la hacha con la rodela, metió la espada por debajo de ella y, de revés, le dio una cuchillada por la cintura que, por la poca o ninguna resistencia de armas ni de vestidos que el indio llevaba, ni aun de hueso, que por aquella parte del cuerpo tenga, y también por el buen brazo del español, se la ¿partió? toda con tanta velocidad y buen cortar de la espada que, después de haber ella pasado, quedó el indio en pie y dijo al español "Quédate en paz". Y dichas estas palabras, cayó muerto en dos mitades" (IV, 15). Subrayamos que lo fantástico de LA FLORIDA viene, no de la imaginación de Garcilaso, sino de la frágil memoria de Silvestre, que adornaba el pasado. Silvestre contó estos detalles y Garcilaso recogió respetuosamente su versión, sin quitar ni poner nada. No podía hacer otra cosa. Puedo afirmar que Garcilaso lo ve como un jefe sin tacha, hombre prudente que procura ganarse cuando puede la amistad de los naturales y reprime todo abuso, pero qué, a la hora de pelear, es gran guerrero "que, de cuatro lanzas, las mejores que a las Indias Occidentales hayan pasado o pasen, fue la suya una de ellas" (II, 1, 24). Testifica Garcilaso "No deben ser los caudillos tan arriscados". Pero hay en él una debilidad: De Soto desfallece cuando siente que le falta el apoyo incondicional de sus hombres. Garcilaso marca aquí el momento central de la expedición, la falta irreparable que determina el desastre: "Este fue el primer principio y la causa principal de perderse este caballero y todo su ejército. Ya en otros capítulos ha señalado algunos ejemplos de esta lealtad entre los indios y tales casos contrastan con la falta de fe de los españoles. Según José Durand señala a Garcilaso como un “historiador apasionado” y en ello está, justamente, el interés de su obra. Por lo demás, todos los cronistas de América lo son, de una u otra manera, y entre las primeras tareas del lector está precisar el punto de vista para corregir deformaciones. En el caso de Garcilaso, no puede negarse apasionamiento, evidente cuando se trata del Perú, y presente también en LA FLORIDA. Ciertamente, lo primero que encontramos en LA FLORIDA es la interpretación oficial: la conquista de América se justifica, si es necesario justificarla, por la evangelización de los indios y el engrandecimiento de España. Uno de los fines declarados del libro es animar a los españoles a que ganen todo el continente norteamericano antes de que lleguen a él otras potencias. Pero también se esbozan algunas críticas, dirigidas contra De Soto y los suyos. En primer lugar, el desmedido afán de riquezas los hizo olvidar su misión religiosa, y fue tal vez lo que atrajo sobre ellos el castigo divino: "que cierto se perdieron ocasiones muy dispuestas para ser predicado y recibido el evangelio y no se espanten que se pierdan los que las pierden" (II, 2, 17). Garcilaso narra, además, en varias oportunidades, cobardías y abusos de los conquistadores. Todavía esto podría cargarse a la cuenta de algunos soldados que estaban lejos de las virtudes caballerescas del jefe. Pero cabe recordar otras anotaciones sobre lo que podría llamarse la técnica de la conquista, no exenta de crueldad. Una parte de su conciencia solamente, porque sería apresurado decir que Garcilaso está en contra de la conquista; tampoco estaba a favor de ella como podía estarlo uno de los conquistadores. Garcilaso es más sutil, más secreto, su visión más compleja y profunda que la de muchos cronistas que suelen tomar partido ingenuamente. No es sólo que su juicio esté matizado con reservas, sino que tiene una raíz personal. De una parte, el lado de la madre lo llevará siempre a su defensa y exaltación de los vencidos; de otra, la figura ideal del conquistador tendrá siempre el rostro del padre. Para terminar, es preciso hacer algunas observaciones sobre la voluntad de estilo de Garcilaso. Como en todo maestro su habilidad no es del todo consciente. Lo de menos son esas observaciones algo ingenuas sobre la composición que encontramos en el propio texto de LA FLORIDA, como cuando explica en el Prólogo que dividió el segundo libro en dos partes "porque no fuese tan largo que cansase la vista, que, como en aquel año acaecieron más cosas que contar que en cada uno de los otros, me pareció dividirlo en dos partes, porque cada parte se proporcionase con los otros libros, y los sucesos de un año hiciesen un libro entero" o bien cuando acaba un capítulo diciendo: “Y porque el capítulo no salga de la proporción de los demás, diremos en lo siguiente lo que resta" (III, 16). Valen más algunos detalles de técnica narrativa que aquí sólo tocaremos muy brevemente. Las anécdotas, por ejemplo, que pueden ser mala historia, pero son buena literatura, que crean un ambiente, aligeran la narración y hacen la lectura más fácil. No es de extrañar que Ventura García Calderón y Julia Fitzmaurice Kelly las hayan recogido en antologías. En ellas tenemos a los conquistadores vistos por sí mismos y comentados por la gracia de Garcilaso que, evidentemente, disfrutaba contando estos lances y nos comunica su goce. Son escenas apretadas y ricas como esencias; Silvestre debió proporcionar a Garcilaso los elementos fundamentales pero el arte está, naturalmente, en la manera de narrar. El libro termina con la narración de la dispersión de los principales comandantes de la expedición. Sin duda la historia del inca pretende ser objetiva y veraz, pero se advierte un afán estético que da al relato una frescura inusitada. En su manera de relatar es muy común la supresión de cuanto resulte poco ejemplar, hecho que se asocia con la intención perfeccionista y depurativa que movía la pluma del inca.