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BLOQUE 6: La conflictiva construcción del estado

liberal (1833-1874).
0. Introducción
La muerte de Fernando IV abrió un gran periodo de transformación en España que
acabará con el Antiguo Régimen y dará lugar a nuevas estructuras.
A partir de 1833 predomina la inestabilidad política: el reinado de Isabel II con una
guerra, dos regencias, gobiernos, guerras civiles, pronunciamientos militares y una
Revolución. Tras ella prueba la experiencia republicana, que fracasa en dos años. Le
sigue la “Restauración” con la vuelta de los Borbones. También se produce un cambio
en la mentalidad y en la sociedad debido a las nuevas estructuras económicas.
A nivel internacional, en Europa, triunfa la Revolución Industrial (1830 y 1848) con
cambios económicos y sociales que acaba con el régimen señorial de occidente,
implanta la mentalidad burguesa, democratiza las Constituciones y desarrolla los
nacionalismos (con independencias como Bélgica y Grecia, y unificaciones como la de
Alemania e Italia).

1. El inicio del Régimen Liberal y la Guerra Carlista (1833-1843)


España sufre un periodo de incertidumbre política debido a la muerte de Fernando VII
sin descendencia masculina.
Según la ley de las Partidas, la heredera sería la hija mayor del rey, pero en el Auto
Acordado (1713) se establecía la ley Sálica francesa (excluye a las mujeres del derecho
al trono). La ley de las Partidas volvió a ser restablecida en 1812 pero Fernando VII
invalidó la Constitución. En la Pragmática de 1830 Fernando VII aprueba de nuevo esta
ley. Los absolutistas toman este acto como conspiratorio de los liberales para quitarle el
derecho sucesorio a Carlos María Isidro de Borbón (su hermano absolutista). De esta
forma la corona pasa a Isabel II (su hija con menos de 3 años) ocupándose su madre de
la regencia, María Cristina. Esto provoca una guerra civil.

1.1. La primera Guerra Carlista


Con la proclamación de Isabel II como reina, comienzan los levantamientos y la guerra
civil entre liberales y absolutistas.
Los “carlistas” se localizaron en regiones donde persistió la tradición foral y los
campesinos gozaban de cierta independencia económica (Navarra, País Vasco, Cataluña,
Bajo Ebro…). Estaban formados por el campesinado y el clero, alta nobleza y parte del
ejército de dichas regiones.
Los “cristinos” se situaron en núcleos urbanos (Madrid, Sevilla, Cádiz, Málaga, Murcia…).
Estaban formados por las clases medias, la aristocracia latifundista, la burguesía de
negocios y el campesinado sin tierras.

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Las operaciones militares de la guerra que surgen el 3 de octubre de 1833 en Toledo se
desarrollan en tres fases:
1) Se organizan las fuerzas enfrentadas y se produce el avance carlista
protagonizado por Tomás de Zumalacárregui, cuya muerte en 1835 provoca un
gravísimo revés para el carlismo.
2) Tiene lugar el fracaso de la “expedición real” (Madrid, 1837) comandada por el
propio Carlos de Borbón. También coincide con la guerra en el Maestrazgo con
el general carlista Ramón Cabrera al frente.
3) Esta fase concluye en 1840. Ambos bandos sufren una crisis interna que los lleva
a la firma del Convenio o “Abrazo de Vergara” en 1839 entre Espartero (cristino)
y Maroto (carlista). Se reconoce la rendición carlista con la condición de no tomar
represalias. En Levante y Cataluña esta guerra continua hasta la derrota del
general Cabrera (1840).
Estos sucesos se traducen en la aceptación de Isabel II, aunque garantizando los fueros
vasconavarros y dejando secuelas que intensificaron el desorden e inseguridad rural.

1.2. La regencia de María Cristina (1833-1840)


Inicia con una etapa de transición (1833-1834). La regente se ve sin apoyos al comienzo
de la guerra civil debido a que Cea Bermúdez (jefe de gobierno) lleva a cabo reformas
para mantener el régimen monárquico absolutista, por lo que llega a un acuerdo con los
liberales nombrando a Martínez de la Rosa como nuevo jefe (fue exiliado durante el
Trienio liberal).
Los aspectos fundamentales que configuraron la actividad política fueron:
1.2.1. La consolidación del Régimen liberal
Fue una consolidación difícil entre los propósitos de renovación y la estructura social del
país, con una burguesía débil y un campesinado tradicionalista.
Las fuerzas políticas del momento eran el partido moderado y el progresista, ambos
liberales, que discreparon en la profundidad de las reformas a partir de 1837.
El moderado estaba formado por la alta burguesía y terratenientes. Pretendían una
síntesis de lo viejo y lo nuevo: poder ejecutivo fuerte, estado centralizado, soberanía
nacional como emanación de la Corona y las Cortes, y un poder legislativo bicameral
(Senado elegido por la Corona y Congreso mediante sufragio censitario).
El progresista estaba formado por las clases medias burguesas y algunas clases del
ejército. Defendían la soberanía nacional en las Cortas con la Corona como moderador,
aceptaban el sistema bicameral, el sufragio censitario (más amplio), la libertad de prensa
y el carácter democrático. Se distanciaban del moderado en el modelo municipal
democrático y en la creación de la Milicia Nacional.

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Esta década está protagonizada principalmente por los moderados excepto en periodos
cortos y pronunciamientos militares. De los progresistas radicales surgirán las
tendencias demócrata-republicanas en la próxima década.
El movimiento constitucionalista (bloqueado por Fernando VII) se concretó ahora en el
Estatuto Real (1834) y la Constitución de 1837.
El Estatuto Real era una carta otorgada por la reina gobernadora sin elaboración ni
aprobación de las Cortes. El autor fue Francisco Martínez de la Rosa (literato y político).
En él queda plasmado un Régimen basado en la soberanía del rey y las Cortes, el sistema
bicameral (Cámara de los Próceres: aristócratas, alto clero e intelectuales elegidos por
el rey; Cámara de Procuradores elegidos por sufragio censitario). El rey gozaba de
iniciativa legal, pero se echaba de menos logros liberales como la Soberanía Nacional y
derechos fundamentales del individuo.
Los gobiernos moderados de Martínez de la Rosa y Toreno se ciñeron al Estatuto Real
dejando al ejército sin recursos económicos en la guerra y sosteniendo la censura de
prensa. La llegada de liberales exiliados y el descontento social provocó disturbios
revolucionarios y la creación de juntas locales y provinciales para hacer frente al
gobierno. La regenta acepto la dimisión de Toreno y nombró a Juan Álvarez Mendizábal
(financiero liberal progresista de prestigio con apoyo de las Bolsas europeas).
Con él se inicia la revolución liberal. Asumió carteras de Estado, Guerra, Hacienda y
Marina y realizo numerosos cambios: reforma de Hacienda y del sistema electoral
(amplio y directo), recuperación de los derechos fundamentales y del crédito para la
guerra, reclutamiento forzoso, restableció la ley de supresión de conventos ampliando
su efecto en 1836… El arreglo de la deuda y la reforma social fue posible gracias a la
desamortización, a impuestos y a empréstitos en el extranjero. María Cristina acaba
destituyendo a Mendizábal debido a las tensiones generadas con las Cortes incluso tras
nuevas elecciones de estas. Nombra a Isturiz que pidió a la reina la disolución de la
Cámara de procuradores, considerado como un acto del conservadurismo. Esto produjo
amotinamientos del ejército y pronunciamientos militares como el de 1836 de la
Guardia Real que obliga a la reina a restablecer la Constitución de 1812 y nombrar un
nuevo gobierno presidido por Calatrava y con Mendizábal como ministro de hacienda.
Tras la convocatoria de elecciones según el modelo unicameral de la constitución se
emprendió un programa revolucionario liberal: terminar la guerra y elaborar una nueva
constitución. Se restableció la legislación gaditana y continuaron con las medidas
progresistas y desamortizadoras de Mendizábal.
La Constitución de 1837 reconocía la soberanía nacional y una extensa declaración de
derechos individuales, reforzaba el poder ejecutivo de la corona. El legislativo era
compartido por las Cortes y el rey, el cual tenía derecho de veto, de disolver las cámaras
y convocar elecciones. Se establece un sistema bicameral (Senado elegido por el rey y
Congreso por sufragio censitario). El rey podía elegir sus ministros, pero eran sometidos
a la censura de las cortes.

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La política reformadora se ralentiza debido a la victoria de los moderados en las
elecciones de 1837. Existían enfrentamientos políticos en el Congreso (mayoría
moderada) y en los ayuntamientos (mayoría progresista). La victoria del general
Espartero pone fin a la guerra carlista. Los moderados consiguen una nueva ley de
Ayuntamientos en contra de la Constitución: la Corona puede elegir a los alcaldes y
establecer el sufragio restringido. Provocó oleadas de protestas en 1840 hasta que se
produce un levantamiento de la Milicia Nacional y del ayuntamiento madrileño. La reina
renuncia como regente marchando al exilio, tras no aceptar una propuesta de Espartero.
1.2.2. La desamortización
El apoyo del clero a la causa carlista y la necesidad económica impulsaron la
desamortización, proyecto social y económico del progresismo liberal.
Fue una idea muy revolucionaria que consistía en la desvinculación de tierras
pertenecientes al clero y nobleza que no podían ser vendidas ni divididas. De esta forma
se reduce el poder económico de los estamentos nombrados y se dota de tierras al
campesinado para una explotación más adecuada.
Este proceso fue iniciado por las Cortes de Cádiz, continuado en el Trienio Liberal y
proseguido por Mendizábal entre 1836-1837, que declaró propiedad nacional los bienes
raíces, rentas y derechos de las comunidades religiosas; fueron subastados. Estas
subastas se llevaron mal a cabo (muy baratas y en grandes cantidades), por lo que
propició la aparición de una nueva clase de terratenientes con grandes latifundios.
1.2.3. El militarismo en la vida política española
La resolución militar de la guerra carlista y la debilidad de la burguesía convirtieron al
ejército en el árbitro de la situación política y en un arma decisiva de las grandes
revoluciones políticas. Con nombres como Espartero, O’Donnell, Prim y Martínez
Campos, el militarismo marcó la política española durante el reinado isabelino.

1.3. La Regencia de Espartero (1840-1843)


La regente recurrió al general Espartero debido a las sublevaciones de 1840 por la nueva
ley de Ayuntamientos. La suspensión de dicha ley y la decisión de disolver las Cortes
provocaron la renuncia de María Cristina a la regencia, que es asumida por Espartero.
Se prosiguió con la tarea de consolidación del régimen y desarrollo de la Constitución.
La regencia de Espartero fue muy inestable debido a la división en progresistas (radicales
que pretenden una mayor desamortización y resto del partido) y moderados
(pretendían derribar al regente con un pronunciamiento liberal). La mal aplicada
desamortización lo alejó de las masas populares y la ley de libre comercio de los
industriales y obreros.
El fracaso del pronunciamiento de O’Donnell (1841) y la revuelta de Barcelona de 1840
acrecientan la impopularidad de Espartero, que se queda sin apoyo tras las elecciones
de 1843 y le arrebata el poder el general Narváez en un levantamiento militar. Espartero
se exilia junto a liberales progresistas como Mendizábal. Las Cortes otorgan la mayoría

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de edad a Isabel con 13 años en 1843 para evitar nuevas regencias. González Bravo es
nombrado presidente mediante un golpe de estado palaciego por parte de los
moderados que llegaron del exilio de 1840. Éste establece una política regresiva,
restableciendo la ley de ayuntamientos y disolviendo la milicia nacional. Se persiguieron
liberales radicales y se aplastaron dos intentos de sublevación. En 1844 se nombra
Narváez (partido moderado) como presidente del gobierno.

2. El reinado de Isabel II. El liberalismo moderado (1844-1868)


En este periodo conservador se consolida el régimen liberal y sus instituciones político-
administrativas. Sin embargo, este régimen fue derribado en 1868 debido a la debilidad
de las bases políticas por la exclusión de los progresistas.

2.1. La década moderada (1844-1854)


Hombres jóvenes protagonizarán la actividad política de este periodo:
institucionalización del régimen liberal, normalización de las relaciones Iglesia-Estado
(concordato en 1851) y reforma de la administración pública.
La Constitución de 1845 tradujo a la práctica el liberalismo moderado: la Corona y las
Cortes son depositarias de la soberanía nacional y comparten el poder legislativo. La
Corona nombra los ministros, puede disolver las cortes, sancionar las leyes y designar
los miembros del Senado. La elección del Congreso se realiza por sufragio censitario
(propietarios, aristócratas, burgueses, profesionales liberales, altos militares y
funcionarios). En Andalucía tan solo el 1-3% tuvieron derecho a voto, favoreciendo el
caciquismo. Fue un régimen fuerte y autoritario que limitaba las tendencias progresistas
radicales y que contaba con la presencia de militares en el gobierno (Narváez, O’Donnell,
Espartero, Prim, Serrano, De la Concha…). Esta alianza de la reina con las clases
preeminentes la alejaba cada vez más del pueblo y la sociedad.
Se firma el Concordato de 1851 zanjando la ruptura entre la Iglesia Católica y el Estado,
donde la Santa Sede acepta la desamortización de bienes y el “Patronato Regio”
(derecho del Estado para presentar candidatos obispos). Por otra parte, el Estado
reconocía la unidad católica, el Estado confesional, la protección civil a la Iglesia, su
intervención en la enseñanza, y devolver tierras y pagar compensaciones económicas
por las negativas consecuencias de la desamortización al clero.
Entre las reformas administrativas destacan las encaminadas a favorecer el centralismo
político: ley territorial de provincias, cuya autoridad recaía en los gobernadores civiles;
ley de organización de ayuntamientos (1845), que otorga el derecho a la Corona de
nombrar los alcaldes provinciales y de determinadas ciudades; ley de reforma del
sistema tributario (sistema de impuestos equitativos y creación del Banco de España);
nuevo código penal (1848); creación de la Guardia Civil (1844) por parte del Duque de
Ahumada para la seguridad en caminos y vías férreas.

2.2. La revolución de 1854 y el bienio progresista (1854-1856)

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La tendencia ultraconservadora del partido moderado, las denuncias de corrupción y los
escándalos financieros provocan el fraccionamiento del partido. Esto lleva a O’Donnell
a liderar un pronunciamiento militar contra el gobierno (1854) conocido como “la
Vicalvarada” que moviliza los grupos progresistas incitando la sublevación popular.
Isabel II decide llamar a Espartero para presidir el gobierno con O’Donnell como ministro
de guerra en este nuevo periodo de confusión donde triunfa el gobierno progresista.
Las primeras medidas de este gobierno es el auto ascenso de los militares golpistas, la
recuperación de la milicia nacional y la convocación de elecciones a Cortes
constituyentes. En 1856 las cortes aprueban una nueva Constitución que defendía la
soberanía nacional, la limitación de poderes de la corona y gobierno, declaración de
derechos y la libertad religiosa. El Senado pasaba a ser electivo por sufragio censitario
con un número mayor de votantes y los Ayuntamientos y Diputaciones serían
democráticos. Pero esta no llegó a ser promulgada (“non nata”) debido a la agitación
política y O’Donnell confirmó la Constitución de 1845.
La ley de desamortización general de 1855 propuesta por Pascual Madoz afectaba sobre
todo al clero secular, al campesinado pobre y a los ayuntamientos, que perdían gran
parte de sus recursos. Permitió amortizar la deuda del Estado y financiar obras públicas,
pero supuso una nueva ruptura con la Iglesia.
La ley general de ferrocarriles de 1855 promovió la construcción de infraestructuras
ferroviarias pasando de 200km a 5000km en 7 años. También se aprueba el ancho de las
vías superior respecto a Europa para aumentar la potencia de las locomotoras, aunque
supuso el aislamiento respecto el continente.
La ley de sociedades bancarias y crediticias (1856) permitió el desarrollo del mercado
financiero moderno, las inversiones extranjeras y la creación de bancos industriales,
comerciales y de emisión.
El fracaso del bienio estuvo en el permanente clima de conflictividad social por diversas
causas: epidemia de cólera, malas cosechas, subida de precios del trigo, tensiones en las
fábricas, incumplimiento de promesas políticas, enfrentamientos callejeros y motines
en el campo de 1856. La reina aceptó la dimisión de Espartero y nombró a O’Donnell,
provocando el levantamiento de la milicia popular que fue reprimida por el general
Serrano. Este bienio finaliza con la rendición de los sublevados.

2.3. Periodo de Unión Liberal y la crisis del reinado de Isabel II (1856-1868)


La Unión Liberal fue el partido que controló la vida política de 1856-1868. Estuvo
liderado por O’Donnell, Serrano y otros miembros como Alonso Martínez, Ríos Rosas o
Cánovas del Castillo. Fue apoyado por la burguesía y los terratenientes.
Se mantuvo cierta prosperidad hasta 1863, consiguiendo ejercer sin problemas, pero la
crisis económica llevó hacia la oposición a los sectores más progresistas del partido.
En 1856 se nombra, tras tan solo 3 meses de gobierno, al general Narváez. Se suspendió
la desamortización, la libertad de imprenta y las medidas opuestas al concordato de

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1851. Se prohibieron huelgas y asociaciones obreras. La ley de instrucción pública (ley
Moyano, 1857) establece el sistema educativo vigente hasta el S.XX. Se realiza el primer
censo, se organiza la estadística del estado y la legislación financiera. Se vuelve a
nombrar a O’Donnell (1858-1867). Destaca un intento de golpe de estado carlista y la
sublevación de campesinos en Granada, ambos sofocados rápidamente.
El gobierno distraía la nación con una activa política exterior, participando en conflictos
como: el de Indochina junto a Francia, contra Marruecos para la expansión colonial en
África, y con México por la deuda debida. Se fracasó en el intento de recuperar una
antigua colonia y en el conflicto contra Chile y Perú.
En 1862 la Unión Liberal se descomponía ante la falta de objetivos políticos y el desgaste.
Demócratas, republicanos y progresistas conspiraban un cambio de régimen. Militares
como Prim y políticos como Sagasta se opusieron al sistema. En 1865 ocurrió la matanza
de San Daniel contra las protestas universitarias. En 1866 Prim se convierte en el líder
de los progresistas tras el fracaso de su pronunciamiento militar, siendo exiliado a París.
Surgieron una serie de protestas por la dura represión a la sublevación de sargentos de
San Gil ese mismo año. Narváez (presidente) respondió cerrando los periódicos,
disolviendo las cortes y persiguiendo a los que cuestionasen el gobierno.
La oposición exiliada firma un pacto en Ostende (Bélgica) basado en el destronamiento
de la reina y la convocatoria de Cortes Constituyentes mediante sufragio universal.

3. Sexenio Revolucionario (1868-1874)


En este periodo tiene lugar una vertiginosa sucesión de acontecimientos situados en la
consolidación del régimen liberal. Además, habrá un cambio en el mapa europeo y en
su clima social, así como la unificación de Italia, el surgimiento del Reich alemán, el
estallido revolucionario de la columna de París y el movimiento obrero en torno a la AIT.

3.1. La Revolución Gloriosa (1868)


Las causas de la revolución de 1868 fueron:
- Políticas: la reina había apoyado los gobiernos conservadores, los cuales
reprimían violentamente cualquier intento de protesta. El país había cambiado y
la oposición defendía un cambio decisivo para la democratización del país,
firmando el Pacto de Ostende contra la monarquía. A ellos se unen los unionistas
liderados por Serrano.
- Económicas: desde 1864 con la crisis del sector textil, del ferroviario y la caída
de la Bolsa, provocando la quiebra de sociedades, la bancarrota de Hacienda y
una crisis de subsistencia. Las clases populares, indignadas, apoyaron a los
revolucionarios reivindicando el sufragio universal, la supresión de quintas y el
cambio del sistema de impuestos.
La Gloriosa fue un pronunciamiento militar de los generales Serrano, Prim y el almirante
Topete en Cádiz bajo el grito de “Viva España con honra”. En Alcolea vencen a las tropas

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fieles a la reina. El apoyo popular vino con la creación de Juntas locales y provinciales y
la entrega de armas a la población en los “Voluntarios de la libertad”.
La reina acaba abandonando España y se crea un gobierno provisional presidido por
Serrano, junto a Sagasta en gobernación y Prim en guerra. Se disuelven las Juntas y
Voluntarios de las libertas. En 1869 se convocan elecciones mediante sufragio universal
(24% de la población).

3.2. La Constitución de 1869


En medio de la polémica entre Monarquía o República se desarrollan unas elecciones
limpias con plena libertad de opinión, donde vence la opción monárquica con Serrano
como jefe del poder ejecutivo, Nicolás María Rivero como presidente de las Cortes, que
elaboran una nueva y primera Constitución democrática:
- Proclamación de la soberanía nacional y del sufragio universal.
- Monarquía democrática y parlamentaria como forma de Estado: el rey tiene
poder ejecutivo a través de sus ministros.
- División radical de poderes: legislativo en Cortes Bicamerales, ejecutivo en
ministros gestionados por las Cortes y judicial en jueces independientes.
- Declaración de derechos individuales y sociales: libertad de opinión, prensa,
religión, derecho al voto, inviolabilidad del domicilio…
- Regulación de Ayuntamientos y Diputaciones.
- Regular las colonias de ultramar.
Se elige a Serrano como regente y a Prim como presidente de gobierno, que tratan de
buscar un candidato al trono, y desarrollar la legislación de la Constitución entre 1869-
1870: Ley de orden público, ley electoral, ley orgánica del poder judicial, ley de
enjuiciamiento criminal, ley municipal y provincial, ley sobre el matrimonio civil y nuevo
Código penal. En economía destaca la reforma de Hacienda, aranceles, aduaneros y
nuevo sistema monetario (peseta como nueva moneda).
Encontrar un nuevo rey fue complicado, hasta que el príncipe italiano Amadeo de
Saboya acepta si es respaldado por las Cortes; en las elecciones de 1870 se vota a favor.
Emprendió su viaje desde Italia y al llegar recibió la noticia del asesinato de Prim, que
tuvo grandes repercusiones políticas.

3.3. Reinado de Amadeo de Saboya (1871-1873)


Su reinado fue un fracaso debido al propio carácter del rey, tímido y poco simpático, a
que le costaba hablar el idioma, la falta de apoyo y la ausencia de Prim, que mantenía
unido al partido progresista y la coalición gobernante.
Nadie creía que la casa de Saboya fuese la solución. La oposición, los carlistas y los
republicanos hicieron de este reinado un periodo inestable en el que se produjo un
agravamiento de la guerra cubana y el estallido de la insurrección carlista. Su mala
gestión durante el gobierno de Ruíz Zorrilla le llevó a la abdicación en 1873.

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3.4. La I República
La República se proclamó el mismo día de la abdicación. La opción monárquica había
quedado agotada y los diputados votaron a favor de la república, nombrando jefe de
gobierno a Estanislao Figueras. La república llegaba en una situación caótica donde aún
no se habían resuelto los problemas de bancarrota ni las crisis del campo. Las masas
populares la apoyaron esperando una reforma social, también fue apoyada
internacionalmente por Estados Unidos y Suiza. El resto de la sociedad paso a la
oposición sumando apoyos y organizándose para el futuro. Los republicanos se dividen
entre unionistas y federalistas, y entre conservadores y radicales.
En esas condiciones la república solo podía ser un fracaso. Se produjeron levantamientos
campesinos, juntas revolucionarias y surgieron focos federalistas, que obtuvieron una
victoria aplastante en las elecciones. Figueras dimite y la presidencia es ocupada por Pi
y Margall. Éste enfrentó su tesis de estado federal organizado desde la base, con la de
Emilio Castelar de estado descentralizado.
En el proyecto de Constitución de 1873 triunfaba la línea de Castelar: establecer una
República confederal de 17 estados y varios territorios de ultramar, donde sus
ayuntamientos eran células del país con sus propias constituciones y división del poder.
También incluía una declaración de derechos similar a la del 69, declarando al estado
como laico. Esta constitución no llego a entrar en vigor debido al comienzo de un
proceso revolucionario que hundió la república. Tras la huelga de Alcoy con los
miembros de la AIT (asociación internacional de trabajadores) se sublevan los grupos
federalistas proclamando el cantón independiente de Cartagena. Le siguen juntas
revolucionarias y los carlistas aprovechan para extender su ofensiva.
Pi y Margall presenta su dimisión y las Cortes eligen a Nicolás Salmerón suponiendo un
giro hacia la derecha y reestableciendo el orden. Negándose a firmar la pena capital a
los sublevados dimite, nombran a Emilio Castelar (4º en 7 meses) suponiendo un giro
hacia el conservadurismo. Castelar obtuvo poderes extraordinarios de las Cortes,
restableció las quintas e impuso impuestos extraordinarios. A principios de 1874 el
ejército con el general Pavía da un golpe de estado y tras disolver el congreso nombran
al general Serrano como jefe de Gobierno.
Con este suceso termina la I República. El régimen de Serrano es una dictadura militar
de transición hacia la restauración Alfonsina que durará casi un año.

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