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vida de una organización, en este caso una comunidad de curso. Estos principios se
manifiestan y se hacen realidad en nuestra cultura, en nuestra forma de ser, pensar y
conducirnos. Los principios por lo tanto, no deben ser entendidos como acciones
específicas sino más bien como ámbitos o dimensiones que pueden definir acciones o
estrategias.
Como segundo principio que se desliga del anterior es ser innovador. La innovación
referida a que el trabajo del profesor debe estar constantemente en dinamismo, respecto
de sus estrategias de enseñanza-aprendizaje. Esto le permitirá, realizar cada vez mejores
clases y mantener a los alumnos “con ganas de aprender”. Está también unido a lo
anterior porque la innovación debe estar atingente a los intereses y necesidades que
necesitan los estudiantes: “De nada serviría si un espacio se modifica introduciendo
innovaciones en sus materiales, si se mantienen inalterables unas acciones y prácticas
educativas cerradas, verticales, meramente instruccionales” (Duarte, J; 2003)
Siendo tercer principio se encuentra la flexibilidad. Esta flexibilidad se trata que si bien
existe una planificación escrita con situaciones de enseñanza, no es un documento rígido
ni instructivo que se deba seguir al pie de la letra. Es por esto que el profesor debe estar
atento y ser sensible a las respuestas que le dan sus alumnos respecto de lo que se está
planteando, lo suficiente como para cambiar rápidamente de estrategia si observa que no
está dirigiéndose bien la clase. Éste aspecto lo aborda Liethwood cuando habla acerca de
los buenos lideres educativos. En aquel documento detalla que alguien flexible es capaz
de “(a) Adaptar sus interpretaciones en respuesta a las características de la situación; (b)
tomar control de sus pensamientos y planes; (c) identificar múltiples alternativas para
interpretar el mismo acontecimiento o resultado; y (d) modificar su repertorio de
conocimientos mediante nuevas experiencias y reelaborar sus creencias, valores y
objetivos.” (Showers y Cantor, 1985, pág. 277; citado por Liethwood, 2009).
Quinto principio es ser responsable. Esto significa que el profesor debe ser alguien que
toma el trabajo con los alumnos de manera seria porque les interesa, teniendo en cuenta
que lo que se les está enseñando a los niños es la base para su desarrollo y la conquista
de la meta que se estipulen. Implica entonces que los profesores se atengan a las mismas
expectativas y estándares que les exige a sus alumnos. Por eso la mejor manera de
transmitir valores es “predicar con el ejemplo”.
Sexto principio es educar con amor. Diversos autores explicitan que el amor (amorosidad
para otros autores) es fundamental para enseñar en las aulas y hacerlo de buena manera.
Ser amoroso implica que el profesor que se involucra profundamente en el desarrollo de
sus alumnos, está interesado en que les vaya bien y se alegra de los logros de ellos. Para
ello se debe conocer y entender a sus alumnos; y es imposible conocer sin establecer una
relación humana.
El séptimo principio es ser empático. Un buen profesor debe poder reconocer y empatizar
con los problemas y las situaciones a las que se enfrentan los estudiantes. Implica “tratar”
de ponerse en el lugar del otro, ver su perspectiva y en consecuencia, ayudarles a
desarrollar sus habilidades y competencias. Esto es difícil de alcanzar en ciertas
situaciones en las cuales, por diferentes factores, se tienen prejuicios con ciertos alumnos
denotados como “problema”. Es sobretodo en esas ocasiones en donde se debe tener
especial cuidado de representar este principio. También con los que están siendo
discriminados.
El noveno es la humildad. Tiene que ver con el anterior principio, puesto que para
aprender de los alumnos o para decidirse a estudiar, debemos tener presente que “no lo
podemos saber todo”. Esto se hace patente generalmente cuando algún alumno pregunta
y si no sabemos debemos tener la capacidad de reconocer que no sabemos (obviamente
con la promesa de investigar y traer la respuesta); ellos verán en nosotros sinceridad y
confianza, de aquella misma manera ellos dirán lo que no saben. También se puede
observar cuando se pide ayuda a otros profesores para obtener estrategias que han
tenido éxito y “copiarlas”. Como el dicho anuncia “no hay preguntas tontas, hay tontos que
no preguntan”.
Como decimo y último menciono la valentía. Para ser profesor y poner en práctica todos
los anteriores principios se necesita de ser valiente y tener arrojo en la toma de
decisiones, así como de mencionar cuando hay situaciones de vulneración de derechos,
discriminación o desigualdad. Aquello nos convierte no solo en mejores profesores sino
en mejores personas, dignas de ser respetadas y modelos para nuestros alumnos (como
menciona Liethwood, cuando se refiere a “desarrollar personas”).