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Los principios son el conjunto de valores, creencias, normas, que orientan y regulan la

vida de una organización, en este caso una comunidad de curso. Estos principios se
manifiestan y se hacen realidad en nuestra cultura, en nuestra forma de ser, pensar y
conducirnos. Los principios por lo tanto, no deben ser entendidos como acciones
específicas sino más bien como ámbitos o dimensiones que pueden definir acciones o
estrategias.

Considerando la definición anterior elabore un Decálogo con 10 principios fundamentales


del quehacer de una o un docente para el aula. Esto es, una declaración de creencias y/o
normas que sean los pilares fundamentales de la acción pedagógica de una profesora o
profesor. La construcción de este Decálogo debe ser individual y debe considerar
explícitamente los aportes de la literatura utilizada en el curso. Cada principio debe ser
descrito y fundamentado. La extensión máxima es de tres páginas tamaño carta, fuente
Arial 11, interlineado 1,5.

El primer principio que considero fundamental para desarrollar el quehacer de una o un


docente en el aula es mantener relaciones de respeto y valoración tanto de los alumnos
como para con los profesores. Proveniente del latín “respectus”, se traduce como
“atención”, “consideración”, y originalmente significaba “mirar de nuevo”, de allí que algo
que merezca una segunda mirada sea algo digno de respeto. Teniendo esto podemos
darnos cuenta que constantemente los profesores debemos buscar aquello con nuestros
estudiantes (permitiendo que los alumnos puedan dar su opinión y aportar sus ideas,
poniendo en valor los conocimientos previos que trae consigo) y al relacionarnos con
otros profesores (al pedirles su opinión y realizar trabajos en conjunto se debe mantener
un clima de respeto profesional que permita el desarrollo de estrategias productivas que
sean de provecho). En el documento “Transitando hacia una educación inclusiva: breve
revisión a los paradigmas y leyes”, se estipula claramente este aspecto para con los
alumnos: “Esto permite apreciar con mayor facilidad las necesidades que cada estudiante
posee, dirigiendo la enseñanza hacia la construcción colaborativa del conocimiento y la
experiencia, dando así los medios y apoyos necesarios para una educación integral e
inclusiva (Céspedes et. al, 2013; Citado por Valenzuela y Cortese, 2017)”.

Como segundo principio que se desliga del anterior es ser innovador. La innovación
referida a que el trabajo del profesor debe estar constantemente en dinamismo, respecto
de sus estrategias de enseñanza-aprendizaje. Esto le permitirá, realizar cada vez mejores
clases y mantener a los alumnos “con ganas de aprender”. Está también unido a lo
anterior porque la innovación debe estar atingente a los intereses y necesidades que
necesitan los estudiantes: “De nada serviría si un espacio se modifica introduciendo
innovaciones en sus materiales, si se mantienen inalterables unas acciones y prácticas
educativas cerradas, verticales, meramente instruccionales” (Duarte, J; 2003)

Siendo tercer principio se encuentra la flexibilidad. Esta flexibilidad se trata que si bien
existe una planificación escrita con situaciones de enseñanza, no es un documento rígido
ni instructivo que se deba seguir al pie de la letra. Es por esto que el profesor debe estar
atento y ser sensible a las respuestas que le dan sus alumnos respecto de lo que se está
planteando, lo suficiente como para cambiar rápidamente de estrategia si observa que no
está dirigiéndose bien la clase. Éste aspecto lo aborda Liethwood cuando habla acerca de
los buenos lideres educativos. En aquel documento detalla que alguien flexible es capaz
de “(a) Adaptar sus interpretaciones en respuesta a las características de la situación; (b)
tomar control de sus pensamientos y planes; (c) identificar múltiples alternativas para
interpretar el mismo acontecimiento o resultado; y (d) modificar su repertorio de
conocimientos mediante nuevas experiencias y reelaborar sus creencias, valores y
objetivos.” (Showers y Cantor, 1985, pág. 277; citado por Liethwood, 2009).

Cuarto principio es ser mediador de conflictos. Como hemos visto ultimadamente en


clases, parte importante de un buen clima de aula es saber mantener una buena
comunidad de aula, esto permite o dificulta los aprendizajes. Para ello entonces es
necesario atender a los problemas y resolverlos pacíficamente, de manera efectiva y
eficaz, de tal manera que no se conviertan en conflictos latentes que luego explotan
dividiendo el curso y las relaciones. “…Vale decir, que el proceso de resolución de
conflictos constituya para las partes una experiencia de aprendizaje para la vida. Esto
implica que la escuela ofrezca condiciones para que las partes protagonistas en una
disputa superen el tradicional método adversarial de ganar a costa de la pérdida del otro,
y den paso a nuevas posibilidades que conlleven los métodos colaborativos, en que
ambas partes ganen en el proceso de resolución.” (MINEDUC, 2006).

Quinto principio es ser responsable. Esto significa que el profesor debe ser alguien que
toma el trabajo con los alumnos de manera seria porque les interesa, teniendo en cuenta
que lo que se les está enseñando a los niños es la base para su desarrollo y la conquista
de la meta que se estipulen. Implica entonces que los profesores se atengan a las mismas
expectativas y estándares que les exige a sus alumnos. Por eso la mejor manera de
transmitir valores es “predicar con el ejemplo”.
Sexto principio es educar con amor. Diversos autores explicitan que el amor (amorosidad
para otros autores) es fundamental para enseñar en las aulas y hacerlo de buena manera.
Ser amoroso implica que el profesor que se involucra profundamente en el desarrollo de
sus alumnos, está interesado en que les vaya bien y se alegra de los logros de ellos. Para
ello se debe conocer y entender a sus alumnos; y es imposible conocer sin establecer una
relación humana.

El séptimo principio es ser empático. Un buen profesor debe poder reconocer y empatizar
con los problemas y las situaciones a las que se enfrentan los estudiantes. Implica “tratar”
de ponerse en el lugar del otro, ver su perspectiva y en consecuencia, ayudarles a
desarrollar sus habilidades y competencias. Esto es difícil de alcanzar en ciertas
situaciones en las cuales, por diferentes factores, se tienen prejuicios con ciertos alumnos
denotados como “problema”. Es sobretodo en esas ocasiones en donde se debe tener
especial cuidado de representar este principio. También con los que están siendo
discriminados.

El quinto, sexto y séptimo principio tienen su fundamentación en la definición de Maturana


acerca del amor como "el espacio de conductas, así como la palabra que usamos en la
vida cotidiana para hacer referencia a la aceptación del otro, o de lo otro como un legítimo
otro en la convivencia " y al rechazo como "el espacio de conductas que niegan al otro
como legítimo otro en la convivencia". También de la dimensión ético-profesional que
explicita "La preocupación ética como preocupación por las consecuencias que nuestras
acciones tienen sobre otro, es un fenómeno que tiene que ver con la aceptación del otro y
pertenece al dominio del amor".

El octavo es la formación docente continua. Tiene relación con la innovación porque


producto de éste principio es muy probable que la otra tenga lugar, pero lo que la hace
diferente es que en la primera se puede dar en un contexto meramente
investigativo/recursivo, en cambio este principio habla acerca de plantearse retos de
crecimiento que le permitan estar constantemente en desarrollo y ser mejor profesor. Esto
significa aprender de sus propias clases (“qué me salio bien y que no y porqué”) aprender
de sus alumnos (conocimientos que quizás no estaba teniendo en cuenta o ignoraba) y
aprender nuevas técnicas de enseñanza (capacitándose en la medida de lo posible).

El noveno es la humildad. Tiene que ver con el anterior principio, puesto que para
aprender de los alumnos o para decidirse a estudiar, debemos tener presente que “no lo
podemos saber todo”. Esto se hace patente generalmente cuando algún alumno pregunta
y si no sabemos debemos tener la capacidad de reconocer que no sabemos (obviamente
con la promesa de investigar y traer la respuesta); ellos verán en nosotros sinceridad y
confianza, de aquella misma manera ellos dirán lo que no saben. También se puede
observar cuando se pide ayuda a otros profesores para obtener estrategias que han
tenido éxito y “copiarlas”. Como el dicho anuncia “no hay preguntas tontas, hay tontos que
no preguntan”.

Como decimo y último menciono la valentía. Para ser profesor y poner en práctica todos
los anteriores principios se necesita de ser valiente y tener arrojo en la toma de
decisiones, así como de mencionar cuando hay situaciones de vulneración de derechos,
discriminación o desigualdad. Aquello nos convierte no solo en mejores profesores sino
en mejores personas, dignas de ser respetadas y modelos para nuestros alumnos (como
menciona Liethwood, cuando se refiere a “desarrollar personas”).

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