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Negra y Rubia.

De regreso a casa, como en cada jornada, el rostro cansado, la vestimenta y el peinado desprolijo,
ni parecido a la imagen pulcra, de mi partida por la mañana, bajé del automóvil algunos bolsos del
supermercado, salude como de costumbre. Entre otros recibí la alegría por mí llegada de Negra y
Rubia. Rubia, que tiene más contextura física y se ve un poco mayor, también tiene más
personalidad, al sentarme a la mesa, con una a cada lado mío, mirándome a los ojos, me dijo; “¿te
podemos hacer una pregunta?, - si, por supuesto le conteste, con cierta preocupación, - ¿Cómo
haces para no llegar, embarrado, mordido, herido, magullado y sin embargo con las manos
repletas de alimentos? Les aclaro, que Rubia, es una Labrador, con pedigrí, según los entendidos,
la encontramos, abandonada en la calle, enferma de “moquillo”, un virus mortal, pariente del
sarampión humano, además incrustado en su cuello, que sangraba, un alambre oxidado,
quemado con agua hirviendo aparentemente, su muslo trasero izquierdo, a causa de ello no
caminaba, moribunda, famélica y deshidratada la alzamos y la llévanos a la veterinaria. A negra,
con sus hermanos, los regalaban en una verada, es un quiltro, no es una can de raza, la elegimos
por ser la más feíta, la más debilucha y porque nos miraba con compasión. De esto hace ya unos
cinco años, por supuesto, que en sus documentos, aparecen con mi apellido, están legalmente
adoptadas, son de la familia. – Lo embarrado, lo mordido, lo herido, lo magullado, lo traigo en el
alma, por ello no son visibles, le contesté, mientras les regalaba una galleta sin sal a cada una.
Saltando, una tras otra salieron corriendo al patio a disfrutar de su manjar. Lo embarrado, lo
mordido, lo herido, lo magullado, al regresar a casa, con el amor de mi familia, se borra
,desaparece, se desvanece, al punto que tengo ganas de mañana comenzar de nuevo. (Mario
Fuentes San Martin, Escribidor.)

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