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Dios es mujer, ¡yo le he visto!

Estaba ahí, con sus ojos perdidos en lo más profundo de una esperanza, en un
sueño que se agoniza cada vez que ve un sol diarios en sus manchadas y
callosas manos. Inerme por la ignorancia y sumergido por el hambre, bajo la
mirada cual látigo del hombre blanco. Todas los días se levanta a las 5 de la
mañana, se pone sus llanquesitos negros de caucho clavados en forma de
xicxac y desgastados por el trajín del día, una polito blanco de la campaña de
Alberto Fujimori del años 2000 un poco percudido y remendado por la parte de
las axilas, un pantalón que le regaló su vecino el día que se mudó del pueblo.
Él siempre paraba cabizbajo, pensaba que el verdadero trabajo dignificaba al
hombre y que el calvario que estaba pasando lo pasan todas las personas de su
edad.
Camina media hora hacia el río Tambopata para tomar su lanchicha y navegar
15 minutos río abajo para llegar al lugar que poco a poco va acabando con su
adolescencia. Un sitio que quema y desgarra hasta el alma más cruel, un espacio
y tiempo que devora las ilusiones y los lleva al abismo del olvido. Al llegar, camina
al rincón de siempre para agarrar su pala y un saco negro que horas más tarde
tiene que llenar para satisfacer a su jefe y pueda pagar el tan ansiado sol.
La historia empieza en nueva camajarquilla, un pueblo abrumado por la
desinformalidad y ahogado por la falta de justicia. Desgraciado al ver que sus
adolecentes están sumergidos en una situación nauseabunda, un pueblo donde
se hacen notorias la explotación en las personas que aún no cumplen la mayoría
de edad y la deforestación ilegal, una localidad que pide a gritos desesperados
un socorro para salir de la mierda donde se encuentra.
Ponsiano Llatas Rojas, es un adolecente de 14 años que jamás vio un libro en
sus manos, nunca supo que es tener una navidad en familia e ir a la escuela
para aprender a leer. Desde los 6 años trabaja en un horno donde queman a
vapor palos de madera para poder sacar carbón y luego vender ilegalmente a
empresas clandestinas. Están al aire libre llenando costales de carbón al lado de
muchos adolescentes que con tan solo mirarlos te cuentan historias. Tiene que
alcanzar a completar 10 sacos de 60 kilogramos cada uno para poder ganar diez
soles diarios y llevarle al tío que lo está cuidando para poder alimentarlo.
Los kilómetros de humo que se ve cuando empiezan a quemar los maderos,
hace referente a una cobra africana que come polvo para poder sobrevivir y
advertir que el caudillaje se sobrepone sin importar los derechos que tienen los
lugareños rurales, Una emanación que te esclaviza como errante y peregrino
bajo el sol ardiente.
Ponsiano cree en Dios, pero nunca ha visto un milagro de él. Todas las tardes
cuando lleva a casa se sienta a rezar bajo la imagen de sagrado corazón de
Jesús, le pide desde el fondo de su esencia que le ayude a darle fuerzas para
poder llenar más costales de carbón y ganarse unos soles extras. Es ahí que se
quiebra, no puede soportar la vida que está llevando, las lágrimas no le caen
porque sus ojos están secos, evaporados como nubes en el desierto.
___ ¡Qué cruel es la vida! ___ Me dijo___.
Se veía demacrado por la situación que pasa, por los errores que cometieron sus
padres. Todas las tardes se para en el lumbral de su casa, todo marchito como
flor abandonada que busca oxígeno en las tinieblas. Parecía tener un alma de
un desgastado anciano, sus cicatrices producidas por las quemaduras del
carbón advertían la crueldad y la sentencia de vivir en un rincón que es una
mierda para el Estado. Él se encontraba en una situación muy difícil, había
encontrado sentimientos que le abruman y la negada felicidad que tiene que
fingir.
___ Anoche soñé con Dios ___ Me dijo ___: ¡Dime cómo es! __ Le dije__.
Él agachó la cabeza y se demoró el tiempo suficiente para ordenar sus ideas y
decir frases que no podía entender.
___ Hasta cuando hijo perdido, hasta cuando estarás así, no seré tan
ingrato contigo, pues llora que después serás consolado __ Me dijo murmurando.
Su mirada penetró en lo fondo de mi ser y ardía en llamas de dolor al escuchar
sus palabras quebrantadas, perforando e hiriendo hasta el más duro corazón de
un periodista.
___Soñé que me agarraba de la mano y me llevaba por un camino que no
conocía, un sendero que irradiaba paz y te hacía subliminar olvidando toda
desgracia que he pasado ___ Dijo__.
___ No era hombre ___ Me dijo___.
Levantó la cabeza y con una voz escalofriante y suave como el alba en
primavera, recalco las palabras que había soñado, pero solo para él en
murmullos bajos.
Caminó unos pasos directamente hasta su cuarto, un espacio que estaba hecho
de palos de Huayo y hojas de palmera de aguaje, tenía solo tres cambiares, un
colchón lleno de chillua y una cubrecama tigre, de esas que abrigan bien en
temporadas de lluvia. Se acostó boca arriba y puso sus manos sobre su pecho
para luego soltar un suspiro de alivio.
___ Tenía pelo muy grande y resplandeciente como los rayos de sol, tan
hermoso como una aurora en invierno. Si la luna lo hubiera visto lloraría de celos
y se enfervorizaría de pecado y misterio ___ Me dijo ___.
No me mencionó más sobre el dilema de que Dios era mujer, solo se levantó de
su cama y se dirigió a coger un vaso de agua. Mientras tomaba el líquido miró al
techo de su casita y se persigno.
Ahora me quedo con la duda y por saber más sobre ese sueño de cuento, un
letargo que ni el mismo Borges lo descifraría.
Ponsiano alista su segundo cambiar para ir en la mañana al infierno terrenal y
ganarse el tan ansiado sol que es negado cuando no tienes educación y estás
perdido en la ignorancia total.
En la selva no existe la justicia ni igualdad, está pérdida por las personas avaras
y la corrupción, donde nuestra voz no tiene voto, donde la justicia es negada
para los pobres, donde un apellido es más importante que las necesidades de
un pueblo que llora lágrimas de sangre por decir que están presentes.
___ Algún día se acabará este dolor y disfrutaré de lo que me prometió Dios
en el oído ___ Me dijo ___
Después entro en su dormitorio por la puerta que da a la calle y se derrumbó de
agotamiento.

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