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Conflicto Armado, una mirada a los actores y sus interacciones

Darío Villamizar1
/ALDHU/

Es necesario recalcar la importancia de mirar la complejidad del conflicto colombiano, la complejidad


de las relaciones que existen entre unos y otros actores, y por supuesto también algo que se deriva
de eso, como lo es la complejidad para encontrar soluciones a corto y mediano plazo.

Hay muchísima preocupación derivada de hechos como el desarrollo del proceso con las autodefensas,
la lectura que se esta haciendo desde afuera es una lectura pesimista por el mal manejo y la manera
como se ha abordado el tema nacional como internacionalmente.

En un conflicto armado como el que se desarrolla en nuestro país, no siempre es fácil delimitar la
naturaleza de las fuerzas sociales, económicas, políticas y militares, involucradas en la contienda.
Tampoco sus intereses, motivaciones, y menos aún, las relaciones que se establecen entre los mis-
mos actores. Quienes intentamos acercarnos un poco más al estudio del conflicto armado interno, y
de otros conflictos, generalmente reducimos la cuestión a quienes directamente se enfrentan en el
campo de batalla. En nuestro caso, diversas guerrillas, grupos paramilitares y las fuerzas del estado,
la cosa no es tan fácil, o lo sería si no quisiéramos hacer una caracterización más profunda de
nuestra particular problemática.

En los 19 meses transcurridos del gobierno del presidente Uribe, se han registrado importantes cam-
bios en el desarrollo del conflicto, y estos tienen que ver precisamente con el comportamiento de los
actores. La dinámica de los acontecimientos actuales se diferencia profundamente en lo político y en
lo militar, de lo que ocurrió durante la administración de Andrés Pastrana.

No hay que olvidar que durante el cuatrienio anterior los grupos guerrilleros de las FARC y ELN
gozaron de la legalidad que les dio la decisión de participar en los procesos de negociación abiertos
en esa etapa. Durante el mismo período los paramilitares agrupados en las AUC, desplegaron su
actividad de muerte en los campos y ciudades con la también “legalidad” que les otorga sus estre-
chos nexos con algunos terratenientes, empresarios, caciques políticos regionales, funcionarios e
integrantes de la Fuerza Pública.

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Experto en Derechos Humanos, director del Capítulo Colombia de la Asociación Latinoamericana para los Derechos Humanos, Aldhu.

El presente texto recoge la intervencion hecha por Darío Villamizar durante el panel: Dinámicas de
la Guerra en Colombia - Un balance de la administración Uribe, realizado en el marco del proyecto
Caminos de Desarrollo y Paz, mediación de conflictos, ejecutado por la Corporación Nuevo Arco Iris. 1
Las opiniones aquí expresadas no representan necesariamente los puntos de vista oficiales de la
Unión Europea.
Para efectos de la presente exposición dividiríamos a los actores del conflicto en dos grandes gru-
pos, directos e indirectos, cosa que no es nada nueva. El primero estaría conformado por Estados
Unidos como país potencia, el Gobierno Nacional y la Fuerza Pública junto a algunos organismos del
Estado, los grupos guerrilleros y las distintas expresiones de las autodefensas en los ámbitos nacio-
nal, regional y local.

Los actores indirectos serían entonces los grupos y gremios económicos colombianos, la inversión
extranjera directa, los países vecinos y algunos otros países, especialmente de la Unión Europea, la
delincuencia organizada especialmente entorno al narcotráfico y el secuestro, la Iglesia y organiza-
ciones no gubernamentales. Sectores sociales organizados como sindicatos, movimientos de paz,
desplazados, negritudes, organizaciones de derechos humanos, grupos de familiares, indígenas y
otros organismos multilaterales internacionales.

Desde los ataques terroristas del 11 de septiembre, los intereses norteamericanos en el conflicto
colombiano se enmarcan dentro de los objetivos de la guerra mundial contra el terrorismo. Ya desde
mediados de la década del 90, Colombia figuraba en primer lugar en el mundo, como escenario de
incidentes dirigidos contra intereses de Estados Unidos, acumulando 56 en 1995 y 53 en 1996. El
interés norteamericano por controlar las actividades del narcotráfico se ha acentuado ahora que se
han establecido claramente los vínculos entre esta actividad y el financiamiento del terrorismo inter-
nacional. Colombia comparte fronteras marítimas con América Central, en la Cuenca del Caribe. Fron-
teras territoriales, marítimas, sensibles y adyacentes a los campos petroleros de Venezuela y a la
zona del canal interoceánico en Panamá.

El total de exportaciones legales colombianas ascendieron en el 2000 a 13.6 billones de pesos,


especialmente en petróleo y carbón el 40 %, productos químicos el 10 %, café 8%. Actualmente el
mercado de Estados Unidos es el destino del 50% de esas exportaciones, le sigue en importancia el
mercado de la Unión Europea con el 15%, y en tercer lugar Venezuela con el 10%. En cuanto a la
capacidad exportadora de drogas ilegales, se estima que Colombia tiene una capacidad actual de
producción en el orden de 500 toneladas de cocaína y que aproximadamente, 400 de ellas tienen
como destino los Estados Unidos y la Unión Europea. EL valor que se calcula de la salida de esas 400
toneladas hacia estos mercados, es de aproximadamente 50.000 mil millones de dólares por año.

La política norteamericana hacia Colombia tiene como prioridad, mejorar las habilidades militares
convencionales del Ejército colombiano para combatir la expansión de los grupos armados ilegales.
No hay que olvidar que esa política, es una política exterior del gobierno entorno a la ayuda militar y
su aplicación, que tiene mucho que ver especialmente con las fuerzas que se mueven al interior del
congreso, donde hay claras posiciones sobre cuál debe ser la ayuda, cuál debe ser su aplicación, y
cómo debe estar dirigida. A partir de ahí se establecen unas líneas de prioridades en esa ayuda.

Recientemente el congreso norteamericano aprobó además el uso de la ayuda militar y de policía,


que estaba restringido hacia la lucha antinarcóticos, a la inteligencia para combatir a los grupos
armados ilegales y el uso de equipos militares aprobados en el Plan Colombia, para la guerra contra
estos grupos.

En un segundo nivel tendríamos al Gobierno Nacional, la Fuerza Pública, y algunos organismos del
estado, digo algunos porque el papel frente al conflicto, por ejemplo, es mucho más activo por parte
de la Fiscalía General de la Nación, y del Congreso de la República. En otros niveles, organismos del

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estado, están cumpliendo mucho más las funciones asignadas, tanto en el nivel interno como exter-
no, el estado viene ganando legitimidad. Pese a la expansión de los grupos armados ilegales, la
Fuerza Pública y las autoridades locales han recuperado su presencia en municipios y regiones de
donde habían salido, o en donde nunca habían llegado.

El campo de acción que tiene el Gobierno para modificar su situación en el conflicto, está favorecido
por condicionamientos externos, especialmente por el papel de Estados Unidos y sus aliados, en su
guerra contra el terrorismo. De corte interno, como el amplio apoyo que los colombianos le brindan al
presidente Uribe, por supuesto que la Fuerza pública, que cuenta con todo el respaldo político y
económico del Ejecutivo, se constituye como actor de primera línea, con nuevos y mejores recursos,
en un nuevo relacionamiento con la sociedad. Esto se diferencia del papel que cumplía en gobiernos
anteriores, basada en la doctrina de seguridad nacional, y lo que sería un nuevo rol de esa Fuerza
Pública frente al conflicto armado interno, pero también a su obligación con la sociedad que directa-
mente está “beneficiando.”

La política gubernamental de seguridad democrática que se proyecta como una política de estado, ya
que esta concebida a 12 años, pretende también romper con esa desnaturalización de las funciones la
Fuerza Pública que afectaron su capacidad de combate. Incluso las más recientes exigencias del Ejecu-
tivo para responder también a exigencias de los Estados Unidos, las debe colocar en condición de
ofensiva para poder responder con los objetivos que se han trazado como derrotar el terrorismo.

En esto hay ya expresiones muy concretas como la operación Libertad, desarrollada en septiembre
y octubre de 2003 en Cundinamarca, y que obedeció a una Fuerza Pública que comenzaba a dar
resultados frente a lo que se ha denominado la burocratización de la Fuerza Pública. Están empezan-
do a salir de los cuarteles, como una exigencia del Ejecutivo, pero también, respondiendo a las
necesidades de Estados Unidos, y a la grandísima inversión que se ha realizado en recursos econó-
micos y tecnológicos.

Las habilidades militares convencionales del Ejército colombiano para combatir la expansión del control
territorial de los grupos armados ilegales han mejorado sustancialmente a partir de 1998, como resultado
de la ayuda militar norteamericana, especialmente, se ha fortalecido la capacidad de acción y reacción.

Algunos analistas creen que aumentando hasta 250 o 300 mil hombres, el número de efectivos de las
Fuerzas Militares colombianas, para alcanzar una relación de diez a uno frente a las fuerzas disponibles
de los grupos armados ilegales en Colombia, reorganizando las brigadas y divisiones, y cuadriplicando
la capacidad en helicópteros para llegar a unos 450, el Gobierno podría lleva la guerra al enemigo,
entrar contundentemente a las zonas que han sido fortín histórico, y ganar en unos seis años.

Desde la perspectiva de la doctrina militar, la derrota de los grupos armados ilegales que hacen uso
de táctica de guerra irregular, se iniciaría cuando se logre limitar el territorio en donde estos grupos
tienen libertad espacial de acción. En la actualidad los grupos armados ilegales, disponen casi de
una libertad de acción relativa en todo el territorio nacional. En un debate que sostuvimos con León
Valencia, después de la Zona de Distensión, él hablaba de una ofensiva táctica y una defensiva
estratégica, con el crecimiento militar de la guerrilla en cuanto al accionar armado de los últimos 16
meses. Creo que ese planteamiento es relativo, pues la guerrilla si bien es cierto que mantiene una
actitud defensiva, es una actitud acumulativa de fuerzas, esperando un poco el desgaste en lo polí-
tico y en lo militar.

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Coincido con quienes dicen que el copamiento de la insurgencia va a ser mucho más fácil, llevándo-
los a su propio terreno, existe una serie de prácticas que pueden ser llevadas en lo urbano y lo rural,
pero las FARC en este momento están esperando esa ofensiva que el Gobierno se ha propuesto
realizar, sus fuerzas no han sido tocadas en lo fundamental, y eso esperan demostrarlo.

Para las guerrillas de las FARC y el ELN, el objetivo de derrocar al Estado para sustituirlo por otro, es
un aspecto que no se pude perder de vista en ningún momento. Hay la tendencia en algunos analistas,
de empezar a desnaturalizar la condición política de los grupos guerrilleros, y partir de ese análisis
en este momento, empezando a acatar la caracterización como lo hace el Gobierno y los Estados
Unidos, es bastante peligroso para efectos de un análisis técnico.

El proyecto de las FARC particularmente consiste en constituir gradualmente estados embrionarios en


gran parte del territorio nacional, y tener su control para prepararse en el reemplazo del actual. Eso no
ha sido borrado dentro de su consideración política, el movimiento bolivariano, el partido comunista
clandestino, y el mismo ejército del pueblo son los medios políticos y organizativos para alcanzar tal fin.

La acción de estos grupos se concentra en subordinar por medio de la coacción armada, la actividad
socioeconómica y política local en el ámbito municipal mediante la estrategia de amenaza y protec-
ción. En el presente las FARC parecen haber abandonado completamente la intención de construir la
legitimidad indispensable, para formar alianzas duraderas con sectores de la población civil como
base para establecer la hegemonía política de los territorios que controlan.

En cambio, parecen apostarle más al desgaste gubernamental, a las contradicciones al interior de lo


que se denomina el bloque dominante, y a la fragmentación de la Fuerza Pública. En ese sentido
juegan un papel las tres o cuatro cartas que Marulanda dirigió a oficiales y suboficiales de la Fuerza
Pública, y le apuestan a una toma del poder por medio de una victoria militar, basada en su gran
autonomía financiera, y el control coactivo de la población por medio de la intimidación y la violencia.

En el caso del ELN su capacidad militar y financiera se ha visto más golpeada tanto por los paramilitares
como por el Ejército. Los embates paramilitares debilitaron desde 1996 la presencia del ELN en Antioquia
y la Costa Caribe, las estructuras más golpeadas por el paramilitarismo, fueron las más pequeñas que
se ocupaban del trabajo político más que militar. Por consiguiente varios frentes del ELN fueron obliga-
dos a replegarse en regiones montañosas donde tuvieron que buscar apoyo de las FARC. La violenta
incursión paramilitar de 1.999 debilitó aún más la capacidad militar del ELN, penetrando zonas de alto
valor estratégico para esta organización tanto en Norte de Santander, como en el sur de Bolívar.

Durante la administración Pastrana el ELN adelantó negociaciones de un cese de hostilidades, a


cambio de una zona de encuentro en municipios del Magdalena Medio. Sin embargo la oposición
organizada a la zona de encuentro por parte de pobladores y paramilitares, afectó el proceso que
finalmente fracaso. El ELN continúa en algunos contactos con la administración Uribe, a la vez que su
capacidad militar y financiera sigue debilitándose. Es de suponerse que las FARC tome medidas para
evitar que el debilitamiento del ELN, altere en su desmedro la percepción de la correlación de fuer-
zas, en la eventualidad de una nueva negociación con el Gobierno Nacional.

En cuanto al tema de los paramilitares, creo que se esta desarrollando la relación entre grupos
paramilitares en estas nuevas condiciones, y el Gobierno Nacional. Insisto mucho en esa alta pre-
ocupación y escepticismo, sobre todo en la comunidad internacional, a cerca de como se esta mane-

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jando el proceso, y cómo se va a ver afectada la imagen colombiana, y la del Gobierno Nacional,
frente a la comunidad internacional, especialmente en el tema de la cooperación hacia Colombia.
Estos son factores que algunas naciones toman muy en cuenta, en el momento de considerar los
temas de cooperación internacional.

C O M E N TA R I O S A L A S P R E S E N TA C I O N E S
Antonio Sanguino
/CORPORACIÓN NUEVO ARCO IRIS/

Quisiera hacer dos comentarios antes de iniciar la discusión. El primero de ellos trae a colación una
tesis de León Valencia, en la que los hechos presenciados en el país a lo largo de estos meses del
gobierno del presidente Uribe, muestran que estamos lejos de una solución militar, pero también de
una solución política. Creo que este es un rasgo muy importante para tener en cuenta, y para saber
en qué ambientes políticos y de dinámicas de confrontación militar nos vamos a mover nosotros, y en
general las organizaciones sociales y de derechos humanos.

Vamos a estar en un escenario, en una especie de pantano, donde ni la política de seguridad


democrática sale avante, ni la dinámica de reestructuración de la guerra de las FARC, ni de las
guerrillas, permite una definición militar de la guerra. Por otro lado hay una ausencia de iniciativas
en el terreno de la negociación política que nos distancia también de resolver el conflicto por la vía
de la negociación, con un corolario adicional de degradación de la guerra, y con unas dudas muy
grandes como se anotaba, en relación con lo que es el proceso de las autodefensas, en términos
de lo que ello signifique en una perspectiva de reconciliación, y de un proyecto de fortalecimiento
de la democracia.

Creo que lo más preocupante es saber si podrá haber democracia en las zonas de origen paramilitar,
si puede existir una izquierda jugando políticamente en Córdoba, Urabá, Cesar. Esta es una pre-
gunta fundamental para hacerle al proceso, al lado de las otras preguntas relacionadas con el
tema de la verdad, la justicia y la reparación, que son las preguntas típicas de la agenda de dere-
chos humanos.

Un segundo comentario es respecto a lo que significa el proceso de realinderamiento político que vive el
país, con lo acontecido en las tres últimas jornadas electorales, incluida la del Referendo. Para algunos ya
hace parte del análisis la idea de que la izquierda esta en el posfrente nacional, y si esa es una tesis
fuerte, habría que preguntarse siguiendo la metodología expuesta sobre la reestructuración de la guerra,
los efectos que eso tiene en la dinámica de un conflicto armado anclado en el Frente Nacional.

Qué pasa con unas guerrillas que anclaron su origen y su desarrollo político y militar en el Frente
Nacional, en una situación de posfrente nacional. Si la gran aspiración de las guerrillas es la existen-
cia de una izquierda civil, qué pasa en las guerrillas con la existencia de una izquierda civil exitosa
desde el punto de vista electoral, y ejerciendo un gobierno. Los efectos que esto tendrá en relación
con el aislamiento político de las guerrillas, serán importantes.

James Lemoyne decía en alguna conversación que el gran desafío de Angelino y Lucho Garzón no
sólo era el hecho de gobernar bien, sino el de eventualmente usar las fuerzas del estado para en-
frentar a las FARC, en el momento dado en que éstas torpedearan el ejercicio de gobernabilidad de

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la izquierda democrática en distintas regiones del país. Por otro lado, la existencia de un campo
político caracterizado por un polo de centroizquierda y centroderecha, plantea preguntas sobre los
efectos que esto tiene en toda la estrategia paramilitar, y sobre los nuevos escenarios políticos que
se abren para la lucha por la paz, la democracia y los derechos humanos en el país. Estos son
elementos que van a cambiar la dinámica de la confrontación en el mediano plazo, van a incidir en la
naturaleza del conflicto armado colombiano, y a generar una mirada distinta de la comunidad interna-
cional para el caso colombiano.

Se decía que la incuestionabilidad de la legitimidad del presidente Uribe, y el hecho de estar


ante la presencia de un unanimismo, eran argumentos válidos para sostener el respaldo de la
comunidad internacional al presidente Uribe. Hoy estos argumentos están seriamente debilita-
dos porque también hay una izquierda con un gran respaldo electoral en Colombia, y en escena-
rios de importante presencia política en el país. Este nuevo escenario político pone de presente
la necesidad de releer el conflicto, sobre la base de lo que algunos han caracterizado como una
realidad del posfrente nacional.

Darío Villamizar
/ALDHU/

Este año hemos asistido a unos cambios políticos fundamentales en el desarrollo del conflicto. Aún es
muy oscuro saber los derroteros que puede tomar esto a corto o mediano plazo. El silencio de las
FARC es un silencio muy preocupante, antes decíamos que cuando la guerrilla esta callada es por-
que algo grande esta tramando, pero también nos hemos acostumbrado a que cuando las FARC se
callan es porque necesitan también dejar pasar el tiempo. Es un poco la lógica de ellos, y una lógica
muy bien aprovechada para hacer el trabajo que como movimiento bolivariano están desarrollando
en algunos sectores importantes del país, y que de acuerdo a su propia lectura, los resultados son
importantes.

El otro cambio fundamental es en el campo de la negociación con los paramilitares. La promesa


que habían hecho de no desmovilizarse hasta que el último fusil de la guerrilla, y el último tiro de
los guerrilleros no fuera quemado, es una promesa que se quebró muy fácilmente. Los intereses
de fondo más o menos han salido a relucir, pero hay unos cambios drásticos e importantes. Creo
también que hay un valor político importante y muy profundo en los resultados electorales de
octubre. El resurgir de esa izquierda democrática plantea dos retos importantes, uno relaciona-
do en mostrar la capacidad que se tiene de administrar lo público, que no es fácil para una
izquierda que ha estado ajena a las administraciones desde hace diez o doce años.

El segundo gran reto es mostrar que el triunfo no fue una coalición político-electoral, o un
encuentro de amigos con ciertas identidades para lo electoral. Frente a esto hay un reto de
construcción y organización que es muy grande. En ninguno de los dos retos durante los próxi-
mos tres años se puede fallar. Si fallan en alguno, la posibilidad del 2006 se irá. Este doble
reto es mucho mayor en medio de un conflicto donde los actores armados, y para este caso las
FARC, están dispuestas a mostrar que ese no es el camino posible. Las FARC en el fondo son
enemigas de este proceso, de lo que significó el triunfo de Lucho en Bogotá, o de Angelino en
el Valle. Esto no es para ellos lo más convincente, esta en contravía de su proyecto político, y
de su proyecto de construir un estado a partir de la solidez de esa fuerza armada que vienen
desarrollando.

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Marco Romero
/CODHES/

Quiero incluir algunos puntos que vale la pena tener en cuenta en esta discusión. Hay un debate que es
importante desarrollar, respecto a lo que significa un estado fuerte. A nosotros nos han vendido la idea
de que un estado fuerte es el que tiene un alto contenido militar, pero el estado ha asumido unos costos
de legitimidad muy grandes en cuanto abandona un ideario democrático. Por ejemplo, el espectáculo
de las detenciones masivas ya se ha vuelto una broma, ayer en una reunión sobre el tema de derechos
humanos, todos decían que la Fiscalía debía estar mirando esa reunión como una buena oportunidad
para una detención masiva. Ese tipo de comentarios muestran que el estado se esta desprestigiando
profundamente también en este tema. La arbitrariedad también lleva a un desprestigio del estado.

Hay muchos casos en que a los ciudadanos los han detenido, enjuiciado, vuelto objetivo militar, para luego
decirles que la cosa no era con ellos. Peor aún ha sido lo que ha pasado en Montes de María, en donde el
fiscal que libera a una cantidad de personas porque no encuentra pruebas, es destituido de su carrera, lo
amenazan los paramilitares, volviéndolo objetivo militar, y le toca salir de su región. Esa imagen de arbitrarie-
dad no la resisten muchos sectores del país, y le representa un costo al estado. También le representa un
costo fumigar masivamente sin darle alternativas reales al campesinado. Lo que pasó en Bolivia con Evo
Morales debe tener más preocupado al Departamento de Estado, que cualquier otra cosa en la región.

Es un fracaso este paradigma que contempla la arbitrariedad. Creo que en Colombia ocurre algo simi-
lar. La gente de los cultivos ilícitos en el país tiene tres alternativas: irse con la guerrilla, con los paras,
o a un semáforo de una ciudad. En Arauca el estado llegó a estigmatizar a la población, y no a ganar
una legitimidad. Una cosa es que un presidente tenga un alto índice de popularidad y otra que el estado
sea legítimo, que tenga la fuerza para garantizar derechos, y políticas que satisfagan las necesidades
de la sociedad. El comentario de la Procuraduría frente a lo de Arauca es que el estado llegó militarmen-
te, y no en los campos en los que la sociedad lo esperaba, como lo es en el terreno de la crisis social.

Un estado puede fortalecerse por dos vías, volviendo el territorio una base militar, pero el caso de
Israel y Palestina muestra que con un ejército, tres veces más grande que el colombiano, y en un
territorio cien veces más pequeño que el colombiano, tampoco se resuelve el problema especialmente
si existen tensiones políticas de por medio. Este es un modelo que esta consagrado en la política de
Uribe, donde la posibilidad de recuperar el territorio es por la vía militar. El otorgar funciones de policía
judicial a los militares con el argumento de que no hay justicia, es un reconocimiento vergonzante. El
estado debería preocuparse porque haya justicia, y no por ver lo que se hace donde no existe para
generar más arbitrariedad. Comparto con quines afirman que para la guerrilla la legitimidad se construi-
rá posteriormente según los resultados de la guerra, y no sobre la base de un puente con la sociedad.

En algunas ocasiones les he dicho a los embajadores que sostienen frente a la alta elección que tuvo
el presidente Uribe la legitimidad del estado, el problema de ese argumento que implica aceptar la
legitimidad del estado, como ocurrió hace dos años, basaba en las encuestas de Pastrana. Si se
asocia legitimidad del estado con popularidad del presidente se cae en una trampa.

Un segundo punto que no hemos tocado es, ¿hasta qué grado la sociedad esta dispuesta a financiar
la guerra? Y si la ecuación: mayor número de detenciones, es igual a un mayor IVA, ayuda a resolver
el problema. De hecho en América Latina se esta buscando mantener un modelo alternativo, recesivo.
Un modelo que tiene como prioridad pagar la deuda y ganar la guerra, plantea fisuras. Frente a esto

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vale la pena preguntarse qué opción va a tomar la clase media, me parece que el Referendo ya
mostró un camino por esa vía. La clase media estaba emplazada en escoger el camino entre su
propia hambre y el discurso de la seguridad, porque la política de Uribe es que la clase media finan-
cie la guerra.

Respecto a lo que se dice de la izquierda ubicada en el posfrente nacional, yo agregaría que en la


época de Pastrana se decía que para negociar la paz se necesitaba un presidente duro, como al
estilo del El Salvador, un Cristiani de la derecha. Yo creo que se esta abriendo la idea de que la paz
también es posible si triunfa un modelo de izquierda democrática, al estilo de lo que esta ocurriendo
en América Latina. Porque un modelo de izquierda democrática erosiona la credibilidad de un proyec-
to armado, y por otro lado plantea como legítima la posibilidad de hacer transformaciones y reformas,
que son las dos cosas por donde están los cuellos de botella de la paz. Todos sabemos que la paz no
ha avanzado porque no hay una disposición del establecimiento para tocar agendas sustantivas, y
porque la guerrilla plantea una consideración militar como entrada a ese diálogo.

El mensaje latinoamericano es importante. Es una buena resistencia frente a la lógica estadouniden-


se y plantea como señal que Colombia puede igualmente ir avanzando en ese sentido, con todas las
críticas que le quepan a ese proceso, de resolver su conflicto. Todos los mensajes que uno ve en
América Latina, son favorables a una negociación en Colombia, así todos los que vengan de Estados
Unidos sean desfavorables.

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