Bolivia es hoy la nación más asaltada en su vida, y la que necesita mayores
energías para resurgir en el concierto de las potencias de América. Sufrió una dura prueba y una dolorosa tensión con los obstáculos que detienen su paso a través de las edades. Está hecha la nacionalidad. Hay un sentimiento enérgico que caracteriza el alma de la raza. Porque los pueblos, para tener un Yo, deben fundir sus sentimientos, sus glorias y sus desgracias en un gran periodo de tiempo, en inmortales tradiciones y en inmensos sacrificios. He ahí porqué el espíritu de la Grecia ha vivido después de veinte extrañas dominaciones. Y el tema más vibrante, ventilado por la prensa diaria, ha sido el de los tratados boliviano-chilenos de 1895 y 1896. En el seno mismo de Chile y en sus órganos mas autorizados han hallado sitial dos escritores bolivianos -Rodolfo Soria Galvarro y Alberto Gutierrez- y han hecho inclinar, respetuosa, la frente de los pensadores americanos ante las nobles aspiraciones de nuestra patria. Bolivia está, pues, empeñada en un problema grandioso, entre cuyos factores se siente repercutir la desesperada frase lanzada por Hamlet: ser o no ser. Pocos son los corazones que la huyen, para consagrar su simpatías a la eterna tarea de la ideas. Hay en ello un peligro moral y un peligro social. Los pueblos no pueden caer en el olvido de la verdad. Sus radiaciones deben ser mantenidas por algunos espíritus, para que no aparezcan como viejas máximas, fosilizadas. De otro modo el error y la mentira merecerían las simpatías, al preludiar una tenebrosa degeneración. Y el peligro social: la estética es un esfuerzo para crear una vida mejor. Pule el carácter, acrecienta las simpatías y modela el genio y las tendencias del hombre y de la patria, dejándoles la noble aspiración de lo bueno y lo mejor. Sin ella la sociedad se marchita y se apaga. Eso va dicho para probar que una de las causas de nuestra pobre saturación intelectual está en la preferencia que la juventud da a la prensa de combate, donde pocas veces no aparece la mano negra de la calumnia, y donde se alzan rencorosos monumentos a los que mejor saben manejarla... Hay, no obstante, algo que notar para nuestra historia literaria, en algunos diarios de la República. Un grupo de jóvenes, en Sucre, fundó "El Eco Moderno", proclamando abiertamente una escuela tan nueva como mal comprendida; el modernismo. Cayó sobre ellos una lluvia de equívocas alusiones y de pobres prejuicios. Creyóse que era el satanismo, el decadentismo...: un remedo de toda la colonia de desequilibrados parisienses, condenados por los maestros de la crítica. Y por cima de todo: la nueva vida, las nuevas ideas. Una febril propaganda. Es el tiempo de pensar en la coordinación y en la armonía de los fines. Aquí está el suelo de los luminosos paisajes y de la loca fecundidad: corazón de los valles de América. El pensamiento radia por doquiera, la voluntad no reposa, y, sin embargo, el progreso intelectual se retarda... Está esperando el surco a la simiente de nuestra cohesión, de nuestra personalidad colectiva y del común esfuerzo... La Revolución Nacional de 1952 es posiblemente el hecho más saliente de la historia contemporánea de Bolivia. Entre sus medidas se tenía un programa ambicioso de industrialización por sustitución de importaciones (ISI) y la marcha al Oriente, con el desplazamiento de numerosas personas desde el Occidente, haciendo que Santa Cruz se convirtiera en el departamento más dinámico, en términos demográficos y económicos, del país7. Las inversiones en infraestructura física fueron también muy importantes. La ISI no hizo que se abandonara a la minería, más al contrario, se invirtieron significativos recursos, con apoyo de la cooperación internacional, para sacar de su marasmo a la corporación estatal Corporación Minera de Bolivia (COMIBOL). Los gobiernos militares de izquierda de finales de la década de los años sesenta y de principios de la década de los setenta acentuaron el modelo de desarrollo del MNR, pero el auge del modelo vino con el gobierno de un militar de derecha, el del general Hugo Banzer, y con el financiamiento de los mercados privados internacionales de capitales. En efecto, el pináculo del capitalismo de Estado fue en la década de los años setenta. Durante el gobierno del general Alfredo Ovando Candia se había formulado la Estrategia Socio-económica de Desarrollo Nacional, uno de cuyos componentes era la industrialización de las materias primas que producía Bolivia. Ni Ovando Candia ni su sucesor inmediato, el General Juan José Torres, llegaron a ejecutar lo que se proponía en la Estrategia. Irónicamente, porque había derrocado al General Torres, fue el General Banzer el que ejecutó más decididamente la Estrategia, aunque se quedó corto en su cumplimiento. Varios planes de desarrollo se anunciaron entre 1962 y 2006 (cuadro 1). Los objetivos de esos planes generalmente no se cumplieron pero, con todo, fueron importantes como marco para la formulación de políticas y, muchas veces, para el direccionamiento de la inversión pública. Dados los bajos niveles de ahorro en esos años y los cambios en el contexto internacional, los gobiernos de la década de los años setenta y, principalmente, el del general Banzer, apelaron al ahorro externo para financiar el gasto público, especialmente el de inversiones. Con créditos externos se financiaron las más importantes inversiones públicas. Bolivia no sólo se endeudó con las instituciones financieras internacionales sino que también logró conseguir préstamos de los bancos privados internacionales, que tenían intereses más altos y plazos más cortos que los de los préstamos que provenían de acreedores oficiales. Eran también más sensibles a los cambios de la política monetaria americana9. Cuando el gobierno de los Estados Unidos decidió controlar más vigorosamente a la inflación, las tasas de interés subieron, lo que hizo menos atractivo para los bancos internacionales prestar a los países en desarrollo o aun renovarles los créditos. Bolivia, como otros países de la región, pero más importantemente, dependía de los créditos del exterior para el financiamiento de sus inversiones públicas y, más generalmente, de los déficit de su sector público. Además, como no podía renovar sus créditos, se veía en la obligación de pagarlos.
En 2009, el presidente Evo Morales promulgó la nueva Constitución Política del
Estado (CPE), que por primera vez fue aprobada en un referendo y establece la ‘refundación del país’: Bolivia dejó de ser una República para constituirse en un Estado Plurinacional con autonomías. Un hecho sin precedente ocurrió en 2013 cuando Bolivia acudió a la Corte Internacional de Justicia (CIJ) de La Haya para obligar a Chile a entablar un diálogo a fin de lograr una salida soberana al mar, como tenía en su fundación y perdió con una invasión chilena en 1879. En 2015, la Corte en La Haya se declaró competente para tratar la demanda, en marzo pasado ambos países cerraron la fase de alegatos y en apoyo a dicha demanda el 14 de marzo de 2018 se extendió una bandera de 196,5 kilómetros portada por más de 100 mil bolivianos. La nueva imagen de La Paz es la de una ciudad moderna con edificios altos, que tiene la red de transporte por cable más extensa del mundo con 22.84 kilómetros de teleféricos que la une con la ciudad de El Alto a una altura media de tres mil 650 metros sobre el nivel del mar. Desde 2014 hasta junio de 2018 el teleférico ha transportado a 136 millones de pasajeros en sus siete líneas sobre un área metropolitana que une la difícil topografía de la olla paceña con el altiplano alteño en una población conjunta de más de dos millones de habitantes. Este crecimiento promedio del PIB de Bolivia la sitúa muy por encima del promedio regional de 1,87 por ciento, e igualmente significativo es el crecimiento de su PIB per cápita que en 2005 era de mil 37 dólares y en 12 años alcanzó, en 2017, los tres mil 393 dólares. La explicación es simple. Producto de la nacionalización de los recursos en hidrocarburos y minería, la inversión pública creció de 629 millones de dólares en 2005 a seis mil 210 millones hasta mayo de 2018, y se prevé culminar este año con siete mil 411 millones de dólares. Unido a ello, por tercer año consecutivo, Bolivia tiene la tasa más baja de desempleo de Suramérica. Este país bajó ese índice de 8,1 por ciento en 2005 a 4,48 por ciento en 2017, y hoy es considerado de ingresos medios para 6,5 millones de personas de sus 11 millones de habitantes. La reconstrucción de la identidad indígena en la Bolivia de Evo Morales La Constitución de Bolivia que impulsó su presidente reconoce los "usos y constumbres de los pueblos" para la elección de diputados y la administración de la justicia. La wiphala, el emblema multicolor de los pueblos precolombinos de los Andes, flamea en el Palacio de Gobierno de La Paz al lado de la bandera de aquella nación. Y los retratos de Túpac Katari y Bartolina Sisa, los líderes de la resistencia indígena durante la colonia, están a la par de los de los libertadores Simón Bolívar y Antonio José de Sucre. El vicepresidente boliviano, Álvaro García Linera, explica que para garantizar que "nunca más habrá una Bolivia sin los pueblos indígenas" ellos deben participar "en la gestión de los asuntos públicos y en el ejercicio del poder". COSMOVISION BOLIVIANA Concepto del cosmos Es la conjunción de dos fuerzas: cósmica que viene del universo, cielo (pachacama o pachatata) y la fuerza telúrica de la tierra. Es decir es la unión de la fuerza cósmica y telúrica que interactúan, como la pachamama la parte visible y pachacama la parte invisible del universo andino. ¿Qué es la cosmovisión andina-amazónica? Es la forma o manera particular de interpretar, concebir y ver la realidad y el mundo como una "totalidad orgánica", la vida, el mundo, el tiempo y el espacio, que posee desde siempre el poblador originario de la ecorregión andina- amazónica, los mismos que le ofrecen una explicación mitológica y la orientación valorativa de su sentido y su razón de ser. Además se manifiesta en las creencias y los valores, pero fundamentalmente en los mitos cosmogónicos, que la sustentan. Filosofía andina Los autores entienden como cosmovisión andina, panteísmo, pensamiento andino, que corresponde al conjunto de racionalidades; se trata de un modo de relación simbólica con la realidad, definido por una serie de rasgos idiosincráticos como el vínculo solidario entre cognición, emoción y una visión holística del mundo. A partir de la epistemología de la totalidad se derivan los principios filosóficos: Principio de Relacionalidad. Según este principio todo está relacionado entre sí. Ontológicamente la entidad básica es la relación y no la substancia, de forma tal que recién en base a las relaciones previamente constituidas los entes particulares se constituyen como "entes" (PCR-2009:64). En este sentido los "entes" son "concretos" sólo en tanto son concebidos interrelacionados. Principio de Complementariedad: De acuerdo a este principio "ningún ente" y ninguna acción existe "monódicamente", sino siempre en coexistencia con su complemento específico. Este complemento (con+plenus) es el elemento que "hace pleno o completo", al elemento correspondiente. Además este principio destaca la inclusión de los "opuestos" complementarios en un "ente" completo e integral. Principio de Correspondencia: Según este principio derivado de la relacionalidad, los diferentes ámbitos o aspectos de la realidad se corresponden entre sí armoniosamente. Incluye nexos relacionales cualitativos, simbólicos, celebratorios, rituales y afectivos que se manifiesta en todo nivel y en todas las categorías. Principio de Reciprocidad: Desde mucho antes que el sistema del Ayllu y Ayni fuera instaurado en el Tawantinsuyo como normas estructurales básicas de la nación, ya se practicaban a lo largo y ancho de los andes en forma no estructurada. Es la manifestación pragmática y ética del principio de correspondencia, en el sentido de que a cada acto le corresponde como contribución de complemento un acto recíproco. Según este principio, los diferentes actos se condicionan mutuamente (inter-acción), de tal manera que el esfuerzo o la "inversión'' en una acción por un actor será "recompensado'' con un esfuerzo o una inversión de la misma magnitud por el receptor. En el fondo se trata de una justicia (meta-ética) del intercambio de bienes, sentimientos, personas y hasta de valores religiosos.