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del deber de estado, todos tenemos un talento especial. Nuestras madres lo conocen
instintivamente: no importa lo inútiles que creamos ser, nuestras madres serán las primeras en
detectar un talento, un don de Dios. También el director espiritual es un gran aliado a la hora de
determinar qué es lo que mejor nos sale. Nadie es buen juez de su causa, así que podemos pedir
ayuda. Una cosa que también me puede servir para evaluar esto es: ¿qué puedo ponerme a
enseñar ya mismo a cualquier grupo de personas? No necesariamente tiene que ser algo
“grande”. San Martín de Porres era hermanito lego en un convento, pero lo era con tanta
humildad y devoción que hasta los más poderosos lo consultaban. Pedro, Andrés, Santiago, Juan
eran Pescadores. Y pescadores siguieron siendo. Ese talento especial que Dios me dio, lo tengo
que poner en movimiento y cultivarlo. Tengo que convertirlo en algo concreto que hago por los
demás
¿Para quién lo hago? ¿Qué necesitan? ¿Cómo cambio sus vidas? Los talentos que Dios me dio,
mis habilidades especiales cobran sentido cuando las pongo al servicio de los demás. Si soy un
eximio pianista pero me siento en un piano eléctrico con auriculares, mi talento se desperdicia.
Somos seres en relación y Dios nos hizo nacer en una época específica, en una sociedad
específica, con unos problemas específicos. Aquí es donde nuestro plan de vida toma dimensión
eclesial, o social, o lo que sea que Dios Necesite para el aquí y ahora. ¿En qué tiempo vivo? ¿En
qué ciudad, país, o continente nací? ¿Quiénes son los que me rodean? ¿Cuáles son sus
necesidades? ¿Qué es lo que está mal, roto o incompleto que Dios necesita que yo con mis
talentos intervenga? ¿A qué necesidad concreta me llama a servir? En este paso tenemos que
pensar en convertirnos en instrumentos dóciles de la misericordia divina. Dios nos envía al
mundo para algo concreto y específico. A Agnes Gonxha Bojaxhiu le mostró un moribundo en
las calles de Calcuta, y ella lo socorrió en ese momento. Nada más. La providencia se encarga de
armar el resto, pero una vez que tengamos claro qué es lo que necesitan, ¡Lancémonos a
hacerlo!
Una vez que vimos para qué Dios nos quiere en este mundo, y cuáles son nuestros talentos
especiales para llevarlo a cabo, tenemos que resumirlo en una frase, en un lema que sea
nuestro ideal personal. Los Papas y los obispos tienen en su “escudo de armas”, un lema que
marca su servicio a la Iglesia. El Papa Juan Pablo II, por ejemplo, tenía como lema «Totuus Tuus
Mariae» que significaba: «Todo Tuyo María», dando a entender que él era el siervo de la Sierva
del Señor. Se trata de encontrar, siguiendo la guía de preguntas anterior, un lema que
identifique nuestro objetivo en la vida, qué es lo que Dios me mandó a hacer en este mundo. Y
de allí va a surgir el plan de vida: cultivar entre mis talentos todo aquello que me acerque al plan
de Dios, y alejar para siempre todo aquello que me aleje.
JULIO 18, 2017
EL PLAN DE VIDA
El «Plan de Vida» es una herramienta fundamental en la vida de todo cristiano. ¿Qué
es? Pues es una hoja de ruta. ¿Hacia dónde? ¡A la santidad! ¿Tan lejos? jajaj, sí… pero se
va poco a poco, amando cada día más al Señor y poniéndonos objetivos para vencer
esas pasiones que nos alejan de su amor y su misericordia. Un «Plan de Vida» sirve
precisamente para esto, para ponernos en marcha, para hacer concretos nuestros
esfuerzos por ser santos y llevar un itinerario espiritual que nos ayude a saber hacia
dónde debemos dirigir nuestros esfuerzos espirituales para abrirle más el corazón a
Cristo.
1. El primer requisito, el compromiso de hacerlo
El plan de vida requiere bastante
compromiso. Sin este compromiso, el
plan de vida se convierte en un plan
semanal, o mensual, y no de vida. Yo,
que soy muy inconstante puedo
parafrasear a Mark Twain cuando
hablaba de dejar de fumar y decir:
«Comenzar un plan de vida es lo más fácil del mundo: lo he hecho miles de veces». Y allí
está uno de los secretos: saber que al demonio no le gustan nada los planes de vida y
dejarlo en manos de Nuestra Madre, que es la gran educadora y ama dirigirnos hacia su
Hijo.
2. El director espiritual
Nadie gana una maratón sin tener un
entrenador y nadie es buen juez de su
propia causa. Un director espiritual es
como un director técnico: nos va a
ayudar en el momento que
establezcamos metas y nos
propongamos ir “puliendo” nuestras
imperfecciones. ¿Quién es un buen director espiritual? Puede ser un sacerdote: si ya
tenemos un confesor con quien nos confesamos frecuentemente, de allí a la dirección
espiritual hay un pequeño paso. Si no hay disponible un sacerdote, un diácono, o una
JULIO 18, 2017
religiosa, también pueden ayudarnos. Para aquellos que estamos casados, la mejor
dirección espiritual puede ser nuestro cónyuge: nadie nos conoce más, ni nos ama más,
ni nadie está más interesado en que mejoremos que nuestros cónyuges. La dirección
espiritual tiene que ser hecha por personas prudentes y con un cierto avance en las vida
espiritual, no sea cosa que un ciego guíe a otro ciego.
3. El horario o agenda espiritual en sí
El plan de vida consiste entonces en
una agenda, u horario espiritual que
nos ayude a recordarnos todas las
prácticas espirituales que tenemos
que hacer para fortalecer una virtud
o combatir un vicio que nos impida
alcanzar nuestro ideal personal. Los
monjes en el monasterio tienen un plan de vida cotidiano que se cumple con precisión
milimétrica. La vida de un monasterio es un “plan de vida”. Pero para los que vivimos en
el mundo, ese plan de vida no siempre es explícito, y tendremos que recordarlo con un
“ayuda memoria”. Esta agenda espiritual nos ayudará a concentrar nuestro esfuerzo
espiritual en una dirección determinada, con metas y objetivos fáciles de visualizar.
4. Las actividades diarias
Para hacerlo, tendremos que anotar
en una cuadrícula en la que las filas
representan nuestra vida cotidiana y
las columnas representan los días del
mes, cada actividad espiritual que ya
hacemos. Nada más que las que
hacemos cotidianamente. Por
ejemplo, si al levantarme rezo las oraciones matutinas y bendigo cada comida, pero no
hago nada más, entonces apunto esas tres cosas: oración matutina, bendición almuerzo
y bendición cena. Luego, al finalizar cada día, antes de irme a dormir, tomo ese horario
espiritual y marco con una cruz o una x todas aquellas cosas que haya hecho durante el
día, y con un guión o un punto, aquellas que haya olvidado y no haya hecho.
El horario quedaría así:
JULIO 18, 2017