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Karl Rahner

Palabras de
Ignacio de Loyola
aunjesuítadehoy
© 1990 by Editorial Sal T e r r a e
Guevara, 20
39001 Santander
C o n las d e b i d a s l i c e n c i a s
Impreso en España. Printed in Spain
ISBN: 84-293-0876-8
D e p . Legal: B I - 2 1 9 5 - 9 0
Fotocomposición:
D i d o t , S.A. - B i l b a o
Impresión y encuademación:
Grafo, S.A. - B i l b a o
3

índice

Prólogo 5

Prenotando • 6
Experiencia inmediata de Dios 6
Iniciación a la experiencia propia 8
Espiritualidad ignaciana 9
Institución religiosa y experiencia interior 11
La preferencia de Dios por el mundo 13
Participación en el descenso de Dios al mundo 15
Jesús 16
Seguimiento de Jesús 18
Servir desde la falta de poder 20
Seguimiento logrado y seguimiento malogrado 22
Eclesialidad 24
Obediencia jesuítica 28
La ciencia dentro de la Orden « 31
¿Posibilidades de transformación de 'la Orden? 32
Perspectivas de futuro 36
Prólogo

ebo hacer un par de observaciones acerca de este texto. Yo soy de la

D opinión de que habría que decir algo a propósito de lo que Ignacio puede
significar todavía hoy. Naturalmente, lo que yo diga o haga decir a Ignacio
no constituye una opinión autorizada ni un programa oficial de la Orden para
nuestros días, sino única y exclusivamente mi opinión privada y subjetiva, ma­
nifestada además con la plena conciencia de haber hecho una selección subjetiva
y de no haber dicho todo lo que habría que decir o lo que a mí me habría gustado
exponer. Cuando yo haga hablar a Ignacio en persona, el lector no debería tratar
de someter las palabras de Ignacio a ningún tipo de normas literarias; tampoco
habrá de pretender propiamente leer entre líneas lo que podrían ser confesiones
subjetivas por mi parte. Mi tarea ha consistido exclusivamente en exponer mi
opinión sobre lo que Ignacio puede significar en el momento actual. Dadas las
épocas de que disponía, no podía empezar por una presentación lo más objetiva
posible de Ignacio, su ejemplo y su doctrina dentro de su contexto histórico, para
después intentar traducirlo a nuestra época. He tenido que presentar directamente
la «traducción» de Ignacio, con la esperanza de que resulte mínimamente acep­
table y al lector le parezca digna de crédito, precisamente porque una traducción
de este tipo se basa siempre, como es lógico, en un criterio de selectividad propio
de la época del «traductor», y por eso pueden omitirse sencillamente muchas
cosas sobre las que un historiador propiamente tal debería informar. Este es el
motivo por el que me pareció que lo más sencillo era dejar hablar al mismo
Ignacio; y así lo he hecho. Que el lector intente comprenderlo y no trate de
descubrir más misterios tras esta forma literaria.

Karl Rahner, S. J.
6

Prenotando que yo diga sonara igual que las pa-


labras de mi Autobiografía, los Ejer-
cicios, las Constituciones de mi Orden
o, Ignacio de Loyola, pretendo o los miles de cartas que escribí con

Y en estas líneas decir algo acerca


de mí y de la tarea de los je-
suítas, supuesto que aún hoy sigan sin-
ayuda de mi secretario Polanco; si se
pudiese tomar tranquilamente como
parte de la sesuda sabiduría de un san-
tiéndose comprometidos con aquel es- to, entonces yo habría estado hablando
píritu que en otro tiempo determinó, metido de lleno en mi época, no en la
en mí y en mis primeros compañeros, tuya.
los comienzos de esta Orden. No voy
a contar mi vida al estilo de una bio-
grafía histórica. Ya os he dejado un
relato que todos conocéis, en el que Experiencia inmediata de Dios
expongo cómo veía yo mi vida al final
de mis días. Además, en todos estos
siglos se han escrito suficientes libros a sabes que, tal como entonces
sobre mí, unos mejores que otros. Des-
de el bienaventurado silencio de Dios
voy a intentar decir algo sobre mí, aun-
Y lo expresaba, mi deseo era
«ayudar a las almas», es decir,
comunicar a los hombres algo acerca
que resulte casi imposible y aunque lo de Dios y de su gracia, de Jesucristo
que se diga desde aquí haya de trans- crucificado y resucitado, que les hiciera
formarse nuevamente de eternidad en recuperar su libertad integrándola
tiempo, y a pesar de que el tiempo, a dentro de la libertad de Dios. Yo de-
su vez, sigue estando abarcado por el seaba expresarlo tal como siempre se
eterno misterio de Dios. Pero no te había expresado en la Iglesia, y real-
apresures a afirmar, en un exceso de mente creía (y era una creencia cierta)
ramplonería, que lo que yo diga se que eso tan antiguo podía yo decirlo
vaya a transformar de algo mío en algo de una manera nueva. ¿Por qué? Por-
tuyo, porque, para que pueda ser oído, que estaba convencido de que, primero
debería llegar a tu cabeza y, tal vez, de un modo incipiente durante mi en-
también a tu corazón, de modo que de- fermedad en Loyola y luego de manera
penderá de todas las posibles peculia- decisiva durante mis días de soledad
ridades del oyente y de su pasajera si- en Manresa, me había encontrado di-
tuación. Como teólogo, deberías saber rectamente con Dios y debía participar
que el escuchar no suprime necesaria a los demás, en la medida de lo posible,
y totalmente el decir. Si pones por es- dicha experiencia.
crito lo que a tu modo has oído, tal vez
dejarás de poner algo de lo que yo que- Cuando afirmo haber tenido una ex-
ría decir. Pero es que, además, si lo periencia inmediata de Dios, no siento
la necesidad de apoyar esta asevera-
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ción en una disertación teológica sobre miento capaz de derribar a los dioses
la esencia de dicha experiencia, como a través de su propia historia.
tampoco pretendo hablar de todos los A decir verdad, ¿acaso no os ha sor-
fenómenos concomitantes a la misma, prendido el que en mi Autobiografía
que evidentemente poseen también sus haya llegado a afirmar que mi expe-
propias peculiaridades históricas e in- riencia mística me proporcionó tal se-
dividuales; no hablo, por tanto, de las guridad en la fe que ésta habría per-
visiones, símbolos y audiciones figu- manecido inconmovible aun cuando
rativas, ni del don de lágrimas o cosas no existieran las Sagradas Escrituras?
parecidas. Lo único que digo es que ¿No habría sido muy fácil acusarme de
experimenté a Dios, al innombrable e misticismo subjetivista y de falta de
insondable, al silencioso y, sin embar- sentido eclesial? De hecho, a mí no me
go, cercano, en la tridimensionalidad sorprendió excesivamente el que, tanto
de su donación a mí. Experimenté a en Alcalá como en Salamanca y en
Dios, también y sobre todo, más allá otros lugares, me consideraran un
de toda imaginación plástica. A El, «alumbrado». Yo había encontrado
que, cuando por su propia iniciativa se realmente a Dios, al Dios vivo y ver-
aproxima por la gracia, no puede ser dadero, al Dios que merece ese nombre
confundido con ninguna otra cosa. superior a cualquier otro nombre. El
que a esa experiencia se la llame «mís-
Semejante convicción puede sonar tica» o de cualquier otro modo es algo
como algo muy ingenuo para vuestro
que en este momento resulta irrelevan-
devoto quehacer, que funciona con pa-
te; vuestros teólogos pueden especular
labras lo más elevadas posible; pero en
cuanto quieran acerca de si existe la
el fondo se trata de algo tremendo, tan-
posibilidad de explicar con conceptos
to si lo consideramos a partir de mí
humanos un hecho de esta naturaleza.
mismo, que he vuelto a experimentar
Más adelante intentaré exponer cuál
de un modo totalmente nuevo la in-
es la causa de que semejante experien-
comprensibilidad de Dios, como si lo
vemos desde la impiedad de vuestra cia de inmediatez no tiene por qué su-
propia época, en la que esa misma im- primir la relación con Jesús ni la con-
piedad lo único que hace, en definitiva, siguiente relación con la Iglesia.
es suprimir aquellos ídolos que la épo- Pero, por de pronto, repito que me
ca precedente, de un modo a la vez he encontrado con Dios; que he expe-
ingenuo y terrible, había equiparado rimentado al mismo Dios. Ya entonces
con el Dios inefable. Una impiedad que era yo capaz de distinguir entre Dios
—¿por qué no decirlo?— penetra in- en cuanto tal y las palabras, imágenes
cluso a la misma Iglesia, ya que ésta, y experiencias limitadas y concretas
a fin de cuentas, para ser fiel al Cru- que de algún modo refieren a Dios. Na-
cificado, ha de constituir el aconteci- turalmente, esta mi experiencia tuvo
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también su propia historia: una his- un acontecimiento en el que (junto a


toria que tuvo un comienzo modesto y la pervivencia biológica) se llega a ex-
casi insignificante; entonces hablé y es- perimentar la muerte como algo radi-
cribí sobre ello en un tono que ahora, cal, bien sea como una esperanza auto-
naturalmente, a mí mismo me resulta legitimadora, bien sea como la deses-
conmovedoramente infantil y que sólo peración absoluta; y es en ese mismo
permite ver lo ocurrido de un modo instante cuando Dios se ofrece a sí mis-
indirecto y distante. Pero lo cierto es mo. (No es de extrañar, pues, que yo
que, a partir de Manresa, comencé a mismo estuviera a punto de quitarme
experimentar la inefable incomprensi- la vida en Manresa). Y aunque esa ex-
bilidad de Dios de un modo cada vez periencia ciertamente constituye una
más intenso y más puro (algo que ya gracia, ello no significa que en princi-
entonces formuló mi amigo Nadal con pio se le niegue a nadie. Precisamente
su estilo bastante más filosófico). de esto es de lo que estaba yo conven-
cido.
Dios m i s m o . Era Dios mismo a
quien yo experimenté; no palabras hu-
manas sobre El. Dios y la sorprendente Iniciación a la
libertad que le caracteriza y que sólo experiencia propia
puede experimentarse en virtud de su
iniciativa, y no como el punto en que
se cruzan las realidades finitas y los partir de la experiencia de
cálculos que pueden hacerse a partir
de ellas. Dios mismo, aun cuando el
«cara a cara» que ahora experimento
A Manresa y durante el resto de
mi vida, hasta la soledad de mi
muerte en el más absoluto aislamiento,
sea algo totalmente distinto (y, sin em- nunca consideré que la gracia fuese un
bargo, idéntico), y no tengo por qué privilegio especial que se concede a una
dar ningún curso de teología acerca de «élite». Por eso di los Ejercicios a cuan-
esta diferencia. Lo que digo es que su- tos consideraron aceptable mi ofreci-
cedió así; y me atrevería incluso a aña- miento de ayuda espiritual. Incluso di
dir que, si dejarais que vuestro escep- Ejercicios antes de haber estudiado
ticismo acerca de este tipo de afirma- vuestra teología y de haber logrado con
ciones (escepticismo amenazado por bastante esfuerzo (que ahora casi me
un subrepticio ateísmo) llegara a sus produce risa) el grado de maestro por
últimas consecuencias y desembocara la Universidad de París; y antes, in-
no sólo en una teoría hábilmente for- cluso, de recibir los poderes eclesiales
mulada, sino también en la amargura y sacramentales por medio de la or-
de vivir, entonces podríais hacer esa denación sacerdotal. ¿Y por qué no? A
misma experiencia. Porque es preci- fin de cuentas, el director de Ejercicios
samente entonces cuando se produce (como le llamaréis más tarde) no trans-
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mite oficialmente, en virtud de la esen- rado raciocinio, como una exigencia de
cia última de dichos Ejercicios y a pe- la racionalidad humana (ni filosófica,
sar de su carácter eclesial, la palabra ni teológica, ni «existencialmente»).
de la Iglesia en cuanto tal, sino que
únicamente y con toda circunspección
se limita a ofrecer (si puede) una pe- Espiritualidad ignaciana
queña ayuda, con objeto de que Dios
y el hombre puedan realmente encon-
trarse de un modo directo. Los pri- sta convicción, tan simple y a
meros compañeros que tuve no estaban
todos igualmente dotados para ello y,
antes de mi época parisina, tuve que
E la vez tan desorbitada, me pa-
rece que constituye (junto con
otras cosas a las que más adelante alu-
ver cómo se apartaban de mí todos diré) el núcleo de lo que vosotros soláis
aquellos a quienes pretendía ganar llamar mi espiritualidad. Considerado
para mis planes por medio de los Ejer- desde el punto de vista de la historia
cicios. Volvemos a lo mismo. ¿Es tan de la espiritualidad de la Iglesia, ¿se
evidente, tanto para el espíritu eclesial trata de algo nuevo o de algo viejo? ¿Es
de mi época como para el ateísmo de algo obvio o resulta sorprendente?
vuestro tiempo, el que exista o pueda ¿Constituye acaso el comienzo de la
existir algo así, de tal modo que ni la «edad moderna» de la Iglesia y tiene
época antigua lo rechazara como sub- quizá más relación con las experiencias
jetivismo no eclesial, ni vuestro tiempo de Lutero y Descartes que lo que vo-
lo condenara como ilusión o ideología? sotros, los jesuítas, habéis querido ad-
mitir a lo largo de los siglos? ¿Se trata
En París añadí a mis Ejercicios las de algo que haya que relegar a un se-
«Reglas para sentir con la Iglesia»; su- gundo plano en la Iglesia de hoy y de
peré además con éxito todos los pro- mañana, debido a que el hombre ya
cesos eclesiásticos que se me incoaron casi no soporta la callada soledad ante
una y otra vez, y sometí a la aprobación Dios y trata de refugiarse en una es-
directa del Papa mi trabajo y el de mis pecie de colectividad eclesial, cuando
compañeros. Sobre esto hablaré en de- en realidad dicha colectividad ha de
talle más adelante. Pero una cosa sigue edificarse sobre la base de hombres es-
en pie: que Dios puede y quiere tratar pirituales que hayan tenido un en-
de modo directo con su criatura; que cuentro directo con Dios, y no sobre la
el ser humano puede realmente expe- base de unos hombres que, a fin de
rimentar cómo tal cosa sucede; que cuentas, utilizan a la Iglesia para evitar
puede captar el soberano designio de tener que vérselas con Dios y su libre
la libertad de Dios sobre su vida, lo incomprensibilidad? Estas preguntas,
cual ya no es algo que pueda calcular- amigo, han dejado de tener sentido
se, mediante un oportuno y estructu- para mí y, por consiguiente, no tengo
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que darles respuesta; yo no soy, aquí vo, en la muerte (en solidaridad con el
y ahora, ningún profeta de la historia Jesús agonizante y abandonado de
futura de la Iglesia; pero vosotros sí Dios), entonces, a pesar de vuestra pre­
debéis plantearos esta cuestión y tenéis tendida pastoral y de vuestra acción
que darle una respuesta que implique misionera, habríais olvidado o traicio­
a la vez una gran claridad teológica y nado mi «espiritualidad».
una decisión histórica. Y como todos los hombres son pe­
cadores y miopes, por eso mismo, pien­
Una cosa, sin embargo, sigue siendo so yo, vosotros, los jesuítas, habéis caí­
cierta: que el ser humano puede ex­ do muchas veces en este olvido y en
perimentar personalmente a Dios. Y esta traición a lo largo de vuestra his­
vuestra pastoral debería, siempre y en toria. En no pocas ocasiones habéis de­
cualquier circunstancia, tener presente
fendido a la Iglesia como si ésta fuera
esta meta inexorable. Si llenáis los gra­
lo definitivo; como si la Iglesia, cuando
neros de la conciencia de los hombres
es fiel a su propia esencia, no fuera, a
únicamente con vuestra teología eru­
fin de cuentas, el lugar en el que el
dita y modernizante, de tal modo que,
hombre se entrega silenciosamente a
a fin de cuentas, no haga sino provocar
Dios, sin preocuparse ya de lo que éste
un espantoso torrente de palabras; si
quiera hacer con él, porque Dios es
no hicierais más que adiestrar a los
hombres en un eclesialismo que les precisamente el misterio incomprensi­
convierta en subditos incondicionales ble, y sólo así puede ser nuestra meta
del «establishment» eclesial; si en la y nuestra felicidad.
Iglesia no pretendierais más que re­ Debería deciros ahora expresamente
ducir a los seres humanos al papel de a vosotros, secretos y reprimidos ateos
subditos obedientes de un Dios lejano, de hoy, de qué manera puede el hom­
representado por una autoridad ecle­ bre encontrarse directamente con Dios
siástica; si no ayudarais a los hombres, hasta llegar, en esa experiencia, al pun­
por encima de todo eso, a liberarse de­ to en que Dios se hace accesible en todo
finitivamente de todas sus seguridades momento (no sólo en ocasiones espe­
tangibles y de todos sus particulares ciales de carácter «místico), y todas las
conocimientos, para abandonarse con­ cosas, sin necesidad de desvirtuarse, le
fiados en aquella incomprensibilidad transparentan. A decir verdad, debería
que carece de caminos prefijados de hablar de cuáles son especialmente las
antemano; si no les ayudarais a hacer circunstancias más adecuadas para di­
realidad esto en los momentos defini­ cha experiencia (si se desea que éstas
tivos y terribles de «impasse» que se resulten, ante todo, nítidas), circuns­
presentan en la vida y en los inefables tancias que en vuestra época no tienen
instantes del amor y del gozo y, por por qué ser siempre las mismas que
último, de un modo radical y definiti­ traté de establecer en las «Anotacio-
11

nes» de mis Ejercicios, aun cuando Institución religiosa


también estoy convencido de que los y experiencia interior
Ejercicios, tomados casi al pie de la
letra, podrían ser aún más eficaces que
algunas de las «adaptaciones» que, e gustaría aclarar por medio
aquí y allá, están hoy de moda entre
vosotros. Debería dejar bien claro que
el provocar una experiencia divina de
M de una imagen lo que hasta
ahora he dicho. Imaginemos
el corazón como un terreno de labran-
este tipo no consiste propiamente en za. ¿Deberá estar eternamente conde-
indoctrinar sobre algo previamente nado a la esterilidad, convertido en un
inexistente en el ser humano, sino que desierto en el que habiten los demo-
consiste en tomar conciencia más ex- nios, o ha de ser un terreno fértil que
plícitamente y en aceptar libremente dé frutos de eternidad? Puede uno te-
un elemento constitutivo y propio del ner la impresión de que la Iglesia es-
hombre, generalmente soterrado y re- tablece enormes y complicados siste-
primido, pero que es ineludible y recibe mas de riego, con objeto de irrigar y
el nombre de «Gracia», y en el que hacer fértil el terreno de ese corazón
Dios mismo se hace presente de modo mediante su palabra, sus sacramentos,
inmediato. sus estructuras y todas sus prácticas.
Ahora bien, todos estos «sistemas de
Quizá debería deciros (aunque pue- riego», si se me permite llamarlos así,
da resultar cómico) que no tenéis mo- son ciertamente buenos y necesarios
tivos para correr como desesperados (aun cuando la misma Iglesia confiese
sedientos en pos de las fuentes orien- que incluso allí donde no llegan sus
tales de la auto-concentración, como si «sistemas de riego» pueda haber co-
ya no hubiera entre vosotros fuentes de razones que produzcan frutos de eter-
agua viva; aunque tampoco tenéis de- nidad). Naturalmente, esta imagen es
recho a afirmar altaneramente que de equívoca, porque la acción de la Igle-
aquellas fuentes sólo puede manar una sia a través del Evangelio y los sacra-
profunda sabiduría humana, pero no mentos implica, evidentemente, una
la auténtica gracia de Dios. En este serie de aspectos, motivos y exigencias
momento, sin embargo, no puedo se- que no quedan reflejados en esta ima-
guir hablando de estos temas. Vosotros gen.
mismos habréis de reflexionar sobre
ellos, habréis de seguir buscando y ex- Pero sigamos con ella, porque ex-
perimentando. El verdadero precio presa perfectamente lo que quiero de-
que hay que pagar por la experiencia cir. Y es lo siguiente: junto a esas
a la que me refiero es el precio del co- aguas, en cierto modo procedentes y
razón que se entrega con creyente es- encauzadas desde fuera, destinadas a
peranza al amor al prójimo. anegar el terreno del alma (hablando
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sin metáforas: junto a las indoctrina- Pero he de volver a insistir obsti-


ciones religiosas, por encima de las nadamente en que tales indoctrinacio-
proposiciones acerca de Dios y sus nes e imperativos externos, tales ca-
mandamientos, más allá de todo aque- nalizaciones exteriores de la gracia,
llo que únicamente hace alusión a Dios sólo serán útiles, en definitiva, si se en-
en cuanto distinto de El, lo cual incluye cuentran en algún punto con esa gracia
a la Iglesia, la Escritura, los sacra- última que procede del interior. En
mentos, etc.), existe en el centro de ese esto consistió mi verdadera experiencia
mismo terreno una especie de sima, en a partir de los primeros Ejercicios que
cuyo fondo hay un manantial del que hice personalmente en Manresa, en los
brotan las aguas del Espíritu viviente que se me abrieron los ojos del espíritu
que saltan hacia la vida eterna, como y me fue dado contemplarlo todo en
explícitamente consta en el Evangelio Dios mismo. Y ésta fue también la ex-
de Juan. Como ya he dicho, esta ima- periencia que traté de comunicar a
gen es equívoca; en realidad, no hay otros en los Ejercicios que di.
oposición radical alguna entre este ma-
nantial propio de cada uno y el «sis- Me parece evidente que el ayudar
tema de riego» exterior. de este modo a que se produzca el en-
cuentro con Dios (¿o quizá habría que
Evidentemente, ambas realidades se decir: ayudar al hombre a experimen-
condicionan mutuamente. Toda invo- tar que siempre ha estado y sigue es-
cación que se haga desde fuera en nom- tando en contacto con Dios?) es hoy
bre de Dios (y aquí nos hallamos ante más importante que nunca, porque, de
otra imagen) lo único que pretende es lo contrario, se correrá el riesgo insu-
evidenciar la autoafirmación interior perable de que todas las indoctrinacio-
del mismo Dios, y ésta, a su vez, ne- nes teológicas y todos los imperativos
cesita que aquella invocación revista morales externos se hundan en esa cal-
alguna forma terrena, máxime si te- ma letal que el ateísmo contemporáneo
nemos en cuenta que ésta puede ser esparce en torno a cada individuo, sin
mucho más variada y humilde de lo que éste se percate de que esa terrible
que antes estaban dispuestos a admitir calma está, a su vez, hablando de Dios.
vuestros teólogos, y que una invoca- Lo repito por enésima vez: yo ya no
ción exterior de este tipo, en cuanto puedo dar Ejercicios y, por consiguien-
que puede constituir una llamada a la te, mi aseveración de que se puede en-
responsabilidad, al amor y a la fideli- contrar directamente a Dios sigue sien-
dad, o una apuesta desinteresada en do, naturalmente, una afirmación por
favor de la libertad y la justicia social, demostrar.
puede sonar de un modo mucho más
mundano del que a vuestros teólogos Ahora entenderás por qué digo que
les gustaría escuchar. para vosotros, los jesuítas, la principal
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tarea, en torno a la cual deben girar La preferencia de Dios


todas las demás, ha de ser la de dar por el mundo
Ejercicios. Con ello, naturalmente, no
me refiero en absoluto a esos cursos
organizados de un modo oficial que se uando digo que para el hombre
imparten a muchos de una vez, sino a
una ayuda mistagógica destinada a
que los demás no rechacen la inmedia­
C de vuestro tiempo, como para
el del mío, es posible el en­
cuentro directo con Dios, estoy refi­
tez de Dios, sino que la experimenten riéndome efectivamente a Dios, al Dios
y la asuman claramente. Esto no sig­ de la incomprensibilidad, al misterio
nifica que todos y cada uno de vosotros inefable, a la tiniebla que sólo para
podáis o debáis dar Ejercicios de esta quien se deja absorber incondicional-
forma; es preciso que no todo el mundo mente por ella se convierte en luz eter­
piense que puede hacerlo. Tampoco se na, al Dios que no tiene ningún otro
trata de infravalorar las restantes ac­ nombre. Ahora bien, es precisamente
tividades de tipo pastoral, científico o este Dios, y no otro, el que yo experi­
sociopolítico que creáis que debéis rea­ menté como el Dios que desciende has­
lizar en el transcurso de vuestra his­ ta nosotros, que se acerca a nosotros,
toria. y en cuyo fuego inconcebible no nos
consumimos, sino que adquirimos ver­
daderamente por vez primera el ser y
Pero todas estas cosas deberíais con­ la condición de eternidad. El Dios ine­
siderarlas como preparación o como fable se nos revela; y en esta afirmación
consecuencia de la tarea que también de su inefabilidad llegamos a la exis­
en el futuro ha de seguir siendo fun­ tencia, vivimos, somos amados y al­
damental para vosotros: ayudar a que canzamos validez eterna; si nos deja­
se produzca esa experiencia directa de mos tomar por El, no somos aniqui­
Dios, en la que al ser humano se le lados en El, sino que propiamente nos
revela que ese misterio incomprensible realizamos por vez primera. La cria­
que llamamos Dios es algo cercano, se tura insignificante se hace infinitamen­
puede hablar con El y nos salva por sí te importante, indeciblemente grande
mismo precisamente cuando no trata­ y hermosa, al recibir de Dios el don de
mos de someterlo, sino que nos entre­ sí mismo.
gamos a El incondicionalmente. De­
beríais examinar constantemente si Mientras que, privados de Dios, an­
toda vuestra actividad sirve a este fin. daríamos errantes por el espacio de
Y si es así, entonces puede perfecta­ nuestra libertad y de nuestras decisio­
mente uno de vosotros ser biólogo y nes en una eterna inseguridad y, al fi­
dedicarse a investigar la vida anímica nal, en un aburrimiento desesperan­
de las cucarachas. zado, ya que cualquier objeto de elec-
14

ción sería, a fin de cuentas, algo finito Sería una verdadera insensatez preten-
y siempre reemplazable por otro y, por der sencillamente que todo lo real ha
consiguiente, indiferente, yo tuve la ex- de ser igualmente transparente para
periencia de que, en el espacio de esa todo ser humano por el mero hecho de
mi libertad y de sus posibilidades, el ser real y, por consiguiente, proceder
Dios infinitamente libre se adueñaba, de Dios; porque, en ese caso, cualquier
con especial amor, de una de mis po- decisión de la libertad, aunque fuera
sibilidades, y no de otra; y aquélla, y ineludible, sería indiferente.
no ésta, dejaba transparentar a Dios, Esta experiencia de la «encarna-
pero no desfigurándolo, sino haciendo ción» de Dios en su criatura, en virtud
posible amar a Dios en ella y a ella en de la cual dicha criatura no pierde su
Dios, manifestándose de este modo consistencia ante Dios por mucho que
como «la voluntad de Dios». se le a p r o x i m e , sino que i n c l u s o
adquiere validez, no ha quedado aún
Cuando, entre presentimientos y
plenamente explicitada con lo que aca-
tentativas, me veía yo en el apremio de
bo de decir. Por incomprensible que
elegir libremente entre las diversas po-
pueda parecer, existe, por parte de
sibilidades que me ofrecía esa misma
libertad, experimentaba cómo una de- quien ha llegado a un contacto tan di-
terminada posibilidad se adaptaba al recto con Dios, una especie de coope-
mismo Dios con la diafanidad de la ración en ese descenso de Dios hacia
plena libertad y se hacía transparente la finitud, la cual se va haciendo de
a El, lo cual no sucedía con cualquier este modo progresivamente buena. El
otra posibilidad, si bien todas ellas, en Dios inefable e incomprensible, el Dios
principio, podían ser pequeños signos no sujeto a ningún tipo de manipula-
del Dios infinito, dado que todas, cada ción ni de cálculo, no puede por ello
una a su manera, proceden de El. Más desaparecer de la vista del hombre
o menos de este modo (es difícil expli- orante y actuante. Dios no puede ser
carlo con claridad) fui aprendiendo, in- como un sol que permita verlo todo sin
cluso en el terreno de lo que es objetiva dejarse ver él mismo. Dios ha de seguir
y racionalmente posible y de lo que siendo algo inmediato, y casi me atre-
está permitido a nivel socio-eclesial, a vería a decir que tiene que mantener
discernir entre aquellas cosas en las todas las demás cosas, con una clari-
que la incomprensibilidad del Dios sin dad inexorable, en su finitud y relati-
límites trataba de hacerse accesible a vidad.
través de lo limitado, y aquellas otras Pero justamente eso que el amor de
que, a pesar de ser empíricamente ex- Dios que se ofrenda a sí mismo ante-
perimentables y tener sentido por sí pone a cualquier otra cosa, aparece a
mismas, seguían siendo en cierto modo esa luz implacable como lo querido y
oscuras y no transparentaban a Dios. lo preferido, como aquello que, entre
15
otras muchas posibilidades que se que- cosa, la participación en la preferencia
dan en su inanidad, ha sido escogido de Dios consistirá en el auténtico amor
y destinado a ser. Y esa preferencia di- al prójimo, de lo cual hablaremos en
vina por una determinada criatura fi- detalle más adelante. El amor a Dios,
nita la comparte el ser humano que se que parece haber dejado de lado al
sitúa dentro de los imprecisos límites mundo, es amor al mundo, es amar al
de la luz de Dios; al hombre le está mundo junto con Dios y, de este modo,
permitido y puede tomar realmente en permitirle abrirse a la eternidad.
serio esa realidad finita que, de por sí,
es amable, hermosa, definitiva y eter-
namente válida, porque Dios mismo Participación en el descenso
puede realizar, y de hecho realiza, el de Dios al mundo
inconcebible milagro de su amor al ob-
sequiar al hombre con la donación de
aturalmente, todo esto no son
sí mismo.

Al participar de esa preferencia de


Dios que le hace descender a lo finito,
N más que palabras acerca de una
experiencia, pero que no pue-
den suplirla. La experiencia de esa par-
sin que por ello Dios se empequeñezca ticipación ha de hacerse en la propia
ni la realidad finita sea aniquilada, el vida. Tampoco en este caso, como en
ser humano ya no puede seguir siendo tantos otros, puede el todo componerse
aquel ser cuyo tormento más íntimo y, de partes previamente separadas; debe
al mismo tiempo, su placer más secreto darse como totalidad, y sólo así mos-
consiste en desenmascarar el carácter trarse en su unidad y multiplicidad e
relativo e insignificante de todas y cada inscribirse, de un modo cada vez más
una de las cosas; ni puede tampoco se- incondicional, en la libertad de los
guir siendo aquel ser que, o bien ido- hombres: el prójimo ha de ser amado,
latra una determinada realidad finita, de un modo cada vez más altruista y
o bien acaba por aniquilarla. Esa ex- auténtico, en la evidencia inmediata de
periencia de participar de la preferen- la vida diaria; Dios habrá de manifes-
cia de Dios por algo que no es Dios y tarse cada vez con mayor claridad en
que, sin embargo, en virtud de dicha su absolutez; el amor a Dios y el amor
preferencia y a pesar de permanecer al prójimo han de ofrecerse cada vez
diferenciado, no puede ser ya separado más diáfanamente a la libertad del
de Dios, esa experiencia, digo, se tiene hombre en su indisoluble unidad y en
siempre que se vivencia cómo una cosa, su calidad de mutuamente condicio-
a diferencia de otra, es querida por nantes.
Dios, como ya he indicado. Pero como Y como al ser humano, que siempre
ese objeto de la preferencia de Dios es anda en busca de la diversidad del
concretamente el prójimo, y no una mundo, el amor al prójimo se le pre-
16

senta en un primer momento como lo lidad que llamamos «Dios» no tenga,


más natural, aunque al mismo tiempo para ser ella misma, ni la posibilidad
corriendo siempre el peligro de hun- ni el derecho de volverse hacia vosotros
dirse en las más desesperante decec- en virtud de su libre amor, de adelan-
pión, a causa de la vanidad del que tarse a vosotros, de hacer que en vues-
ama o del ser amado, probablemente tro interior, en el que El está presente,
hoy, como siempre, habría que empe- podáis llamar de tú al Innombrable.
zar decididamente a hacer lo que no Es éste un milagro inconcebible que
es tan evidente, a buscar al mismísimo destruye toda vuestra metafísica, y
Dios en su inmediatez, a hacer los Ejer- cuya posibilidad sólo se percibe cuan-
cicios en este sentido (lo cual, en prin- do se corre el riesgo de que sea una
cipio, no tiene nada que ver con casas realidad; un milagro que forma parte
de Ejercicios, cursillos organizados ofi- integrante de la inefabilidad de Dios,
cialmente, prolijas indoctrinaciones que quedaría reducida a pura forma-
teológicas, etc.). En todo caso, el amor lidad, sometida nuevamente a vuestra
a Dios (¡a Dios, y no a una teoría hu- metafísica, en el caso de no experi-
mana acerca de El!) constituye el fun- mentarla en su calidad de preferencia
damento último de un amor al prójimo por nosotros. Debéis guardaros hoy día
capaz de ser incondicional y de con- de pensar que ese «Tú» sea únicamente
servarse realmente libre. lo que precede a la inmersión en la
silenciosa incomprensibilidad de Dios;
Una meditación cristiana que cons- más bien, es su consecuencia, florece
tituya una experiencia de la inmediatez como culminación de nuestro aban-
de Dios hace que el mundo no se hunda dono confiado a la preferencia que Dios
ni desaparezca. Si esto mismo sucede tiene por nosotros; hace que Dios sea
con esos métodos orientales de medi- mayor de lo que nosotros creemos, con
tación que tanto os fascinan hoy, como tal de que nos consideremos a nosotros
si en el cristianismo explícito no pu- mismos como los absolutamente de-
diera hallarse nada equivalente (que sí pendientes e insignificantes.
se puede), es algo que vosotros mismos
debéis comprobar. Si así fuere, enton-
ces nada tengo que oponer a vuestras Jesús
adquisiciones orientales, puesto que
también ahí estará actuando Dios, que
ero ahora tengo que hablar de
derrama su espíritu sobre toda carne;
pero, si así no fuere, entonces tened
cuidado. P Jesús. Lo que he dicho hasta
ahora ¿acaso ha sonado como si
me hubiera olvidado de Jesús y de su
En cualquier caso, no debéis caer bendito nombre? Pues no; no lo he ol-
hoy en la tentación de creer que esa vidado. Estaba íntimamente presente
silenciosa e indefinida incomprensibi- en todo lo que he dicho, aunque ya sé
17

que, entre vosotros, las palabras han En mi época, encontrar a Dios en


de seguir un orden y no se puede decir Jesús y a Jesús en Dios no me supuso
todo de una vez. He dicho la palabra ningún problema (a no ser el del amor
«Jesús». En vuestra «historia de la es- y el del auténtico seguimiento). Úni-
piritualidad», seguramente diréis que camente en Jesús encontré a Dios. En
la devoción a Jesús que yo trato de Jesús, que era alguien tan sumamente
inculcar en los Ejercicios no es más que concreto que sólo el amor, y no la razón
la continuación y el eco de la devoción diferenciadora, puede decirnos en qué
a Jesús que, desde Bernardo de Cla- ha de consistir su imitación cuando se
raval, y pasando por Francisco de Asís, ha emprendido su seguimiento. En Je-
estuvo vigente durante toda la Edad sús, de quien se pueden contar cosas
Media, y que lo más que yo hice fue y, con ello, se cuenta la historia del
retocarla con unas cuantas ideas de- Dios eterno e incomprensible, sin que
rivadas del feudalismo medieval tar- sea posible volver a diluir esa historia
dío, que por entonces iniciaba ya su en teoría, motivo por el cual hay que
ocaso en la esfera de lo profano. narrarla siempre de una manera nue-
va, con lo que la historia adquiere con-
Admito gustosamente que podáis tinuidad.
descubrir en mí muchos indicios de ese
«jesuismo» medieval. Hoy puedo per- A partir de mi conversión, en Jesús
fectamente dispensaros de acudir al se concretaba para mí la preferencia de
Monte de los Olivos a comprobar per- Dios por el mundo y por mí mismo, la
sonalmente las huellas que allí habría preferencia en la que se hace presente
dejado impresas el Señor al subir al en su totalidad la incomprensibilidad
cielo. Pero ¿por qué habría de afligirme del puro misterio y el hombre accede
el que se me niegue toda originalidad a su auténtica plenitud. La particula-
en este asunto? ¿Acaso este «jesuismo» ridad de Jesús, la necesidad de bus-
medieval está tan anticuado, o cons- carlo en un número muy limitado de
tituye un mensaje que todavía no sea acontecimientos y palabras, con la in-
hoy del todo comprensible? ¿Acaso no tención de descubrir en algo tan pe-
está incluida en él la promesa de la queño la infinitud del misterio inefable,
realización de aquello que pretende fue algo que nunca me ocasionó tras-
vuestro moderno «jesuismo», según el tornos; el viaje a Palestina pudo real-
cual pensáis que sólo podréis encontrar mente constituir para mí el viaje a la
al hombre si anunciáis, pretenciosa e aporía de Dios; y seréis vosotros, no
ingenuamente, la muerte de Dios, en yo, los ingenuos y superficiales si creéis
lugar de percataros de que es preci- que el deseo que albergué durante casi
samente en ese hombre en cuanto tal quince años de viajar a Tierra Santa
donde Dios mismo se ha manifestado no fue más que el capricho de un hom-
y se ha prometido? bre medieval, o algo parecido al deseo
18

de un musulmán de acudir a la Meca. que puede ser asumida en la fe, la es-


Mi ansia por viajar a Tierra Santa era peranza y el amor.
la añoranza por el Jesús concreto, que
no es ninguna idea abstracta.
Seguimiento de Jesús
No es posible un cristianismo capaz
de descubrir al Dios incomprensible
prescindiendo de Jesús. Dios ha que- ero aún debo añadir algo acerca
rido que muchos, muchísimos, le en-
cuentren por el hecho de buscar úni-
camente a Jesús y porque, al exponerse
P de este Jesús y de su seguimien-
to, que puede llegar hasta la imi-
tación locamente enamorada, aunque
a la muerte, han muerto precisamente tampoco pretendo con ello ser original
con Jesús en su abandono de Dios, aun en absoluto, porque el antiguo mensaje
cuando no hayan sido capaces de de- también sale a vuestro encuentro desde
signar con este bendito nombre su des- un futuro aún no alcanzado. Es verdad
tino, ya que Dios solamente ha dejado que sólo se encuentra totalmente a Je-
que penetraran en su mundo esas ti- sús, y a Dios en él, cuando se ha muerto
nieblas de la finitud y de la culpa por- con él. Pero cuando uno se percata de
que El las había hecho suyas en Jesús. que esta solidaridad en la muerte debe
acontecer a lo largo de toda la vida,
En este Jesús pensaba yo, a este Je- entonces es precisamente cuando de-
sús amaba, a este Jesús intentaba se- terminadas peculiaridades de la vida
guir. Y de este modo descubrí al Dios de Jesús, a pesar de su carácter apa-
concreto, sin hacer de El el fantasma rentemente contingente y de su rela-
de una mera especulación que no me tividad histórica y social, cobran una
comprometiera a nada. Una especu- enorme significación. No sé si las pe-
lación de este tipo sólo se puede eludir culiaridades más concretas y triviales
si, a lo largo de la vida, se va muriendo de la vida de Jesús, que para mí fue
la auténtica muerte; y esto tan sólo como si tuvieran el carácter de ley, ha-
puede lograrse adecuadamente cuando yan de tener una importancia espe-
el hombre, junto con Jesús, acepta se- cialmente vital para todos cuantos
renamente ese interior abandono de —de un modo explícito o anónimo—
Dios que constituye el último y sor- encuentran a Dios y se salvan. No pa-
prendente grado de la mística. Ya sé rece que tenga que ser así.
que con esto no he explicado el misterio
de la unidad de la historia y de Dios. Parece haber, por el contrario, mu-
Pero en Jesús crucificado y resucitado, chos modos de seguimiento de Jesús.
en ese Jesús que a un tiempo es aban- Y no parece tener demasiado sentido
donado y recibido por Dios, se halla remitir esos diferentes modos a un co-
definitivamente presente esa unidad mún denominador, ni tratar de des-
19

prender de las distintas formas concre- breza y una humildad mentales. No


tas de ese seguimiento un modo de ser pretendo en absoluto ser original; por
uniforme, so pretexto de que, «en es- otra parte, los santos del cielo no se
píritu», se reducen a una sola. Puede someten a comparaciones mutuas;
que esto sea exacto; naturalmente que pero, prescindiendo quizá del modo ex-
existe una sola y última esencia del se- terno de vida de mis últimos años como
guimiento de Jesús, del mismo modo General de la Compañía, a partir de
que hay un solo Dios, un solo Jesús y, Manresa toda mi vida practiqué la po-
en último término, un solo y mismo breza con la misma radicalidad que
modo de ser humano y una sola vida Francisco de Asís, a pesar de que, ob-
eterna. Pero existen formas concretas viamente, su época y la mía eran social
de realizar ese seguimiento; formas que y económicamente diferentes, lo cual
son y se conservan como tremenda- suponía inevitables diferencias en
mente distintas y que parecen incluso nuestros respectivos modos de vida,
amenazarse y negarse mutuamente. tanto más cuanto que, a diferencia de
Francisco, yo deseé y tuve que estu-
¿Practicaron Inocencio III y Fran-
diar; y la diversidad que esto suponía
cisco de Asís el mismo tipo de segui-
la habría entendido y aprobado el mis-
miento, o eran ambos modos de se-
mo San Buenaventura, el cual no ha-
guimiento (ya que éste no se le puede
bría negado que yo seguía realmente a
negar a ninguno de los dos) tan distin-
Jesús pobre. No tienes más que leer mi
tos que sólo en virtud de un amor y
Autobiografía y entenderás lo que
una paciencia sin límites podían so-
quiero decir.
portarse mutuamente? ¿No hay acaso
diversidad de carismas? ¿Se puede Además, y teniendo en cuenta la si-
realmente comprender tal o cual tipo tuación de entonces, dado que el se-
de carisma que no sea precisamente el guimiento del Jesús pobre y humilde
carisma que uno mismo posee? me inspiraba un estilo de vida espiri-
Sea como sea, yo escogí el segui- tual y eclesial que no sólo era incom-
miento del Jesús pobre y humilde, y no patible con situaciones de poder mun-
otro tipo de seguimiento. Dicha elec- dano, sino que además significaba la ex-
ción no es deducible del amor concreto; clusión del poder eclesial y de todo tipo
es una vocación que sólo tiene su le- de prebendas eclesiásticas y dignida-
gitimación en sí misma, y no es en ab- des episcopales, fue para mí una rea-
soluto algo que, con independencia del lidad palpable el hecho de que mi exis-
modo concreto de entender dicha vo- tencia adquirió un carácter «marginal»
cación, pueda imponerse tan fácilmen- (valga la expresión), tanto en la esfera
te a todos los cristianos, a base de ex- de lo profano como de lo eclesiástico.
plicarles que se trata de una pobreza Y esto en modo alguno fue algo que
y una humildad de espíritu, una po- me viniera impuesto desde fuera.
20

Dado que procedía de una de las me- mirar a izquierda ni derecha, por un
jores familias vascas, y a causa de mis desmedido amor a Jesús; un Jesús a
relaciones con los grandes del mundo quien tenía que ver en toda su concre-
y de la Iglesia de entonces, me habría ción (a pesar de su finitud y relativi-
resultado muy fácil «llegar a ser al- dad) si quería encontrar al Dios infi-
guien», y además podría haberlo sido nito e incomprensible. Esto no excluye
con la tranquilidad de conciencia de en absoluto, sino que implica el que mi
que, de ese modo, mediante el poder y marginación social y eclesial supuso
el prestigio, habría podido servir de- para mí una especie de ejercitación vo-
sinteresada y desprendidamente a los luntaria en el morir con Jesús, lo cual
hombres, a la Iglesia y a Dios; tal vez constituye el juicio y el feliz destino de
hasta me podría haber convencido, sin todos los hombres, aun de aquellos que
excesivas dificultades, de que desde esa no pueden ni quieren seguir a Jesús de
posición me resultaría más fácil hacer este modo.
el bien que si me convirtiera en un pe-
queño y pobre infeliz al margen de la
sociedad y de la Iglesia. (El hecho de Servir desde la falta de poder
que después, debido a la fundación de
la Orden y a mi generalato, me haya
convertido en un personaje importan- n mi tiempo traté de evitar (y
te, totalmente distinto de lo que pre-
tendía, es harina de otro costal, y sobre
ello volveré inmediatamente).
E lo conseguí) el que los míos fue-
ran promovidos a cargos epis-
copales y cosas por el estilo. Y no por
temor a verme privado de los mejores
En suma: quería seguir a Jesús pobre elementos de mi pequeño grupo. Ac-
y humilde, ni más ni menos. Quería tualmente, cuando un jesuíta es nom-
algo que no es en absoluto tan obvio, brado obispo o cardenal, no veis en ello
algo que no se deduce tan fácilmente nada extraño; en el fondo, os parece
de la «esencia del cristianismo», algo normal que suceda y, de hecho, ha ha-
que entonces, lo mismo que hoy, no bido épocas en las que la figura de un
practicaban ni los prelados de la Igle- jesuita cardenal de la curia ha sido un
sia ni el selecto clero de aquellos países fenómeno casi constante.
que siguen considerándose el centro
del cristianismo. Quería algo cuyos ¿No os dais cuenta cómo difieren en
motivos, en mi caso, no eran de orden este punto mi mentalidad y la vuestra?
ideológico-eclesial ni crítico-social, aun Quizá digáis que eran otros tiempos y
cuando puede que tenga su importan- que hoy un nombramiento de este gé-
cia al respecto; quería algo que me ve- nero no convierte a nadie en un señor
nía inspirado pura y s i m p l e m e n t e excesivamente poderoso. No estoy de
como una ley de mi propia vida, sin acuerdo. En primer lugar, los carde-
21
nales y obispos siguen siendo hoy gente beríais traducir estas palabras al nivel
sumamente amenazada por la tenta- de teoría y de praxis para poder en-
ción del poder. Y en segundo lugar, tenderlas realmente. Deberíais pregun-
aunque tuvierais razón, deberíais pre- taros: ¿Qué significa propiamente hoy,
guntaros dónde están hoy en la Iglesia en nuestro tiempo, «pobre y humilde»?
los puestos, cargos, centros de decisión, Actualmente, cuando uno se hace je-
etc. a los cuales, para ser fieles a mi suita, se convierte, quizá con excesiva
espíritu, deberíais renunciar resuelta- rapidez y naturalidad, en una persona
mente, con el fin de servir a los hom- piadosa y en sacerdote. Pero eso to-
bres por medio de la Iglesia, pero sin davía no quiere decir que sea pobre y
«poder», confiando simplemente en la humilde. El aspecto concreto que haya
fuerza del espíritu y la locura de Cristo. de cobrar esta traducción práctica en
la realidad actual es algo que habéis
Obispos al estilo de un Helder Cá- de descubrir por vosotros mismos.
mara podéis serlo hoy con toda tran- Quizá tengan primero que descubrirlo
quilidad, porque arriesgaríais la ca- personalmente unos pocos de entre vo-
beza y el cuello por los pobres. Pero sotros, antes de que pueda resultar algo
pensad dónde se hallan las «sedes epis- manifiesto para toda la Orden. Pero,
copales», o como se las quiera llamar por amor de Dios, no os quedéis en el
hoy, en las que no debéis sentaros, aun terreno de los puros sentimientos, que
cuando pudiera demostrarse que son es algo que también pueden tener los
indispensables en la Iglesia. Soy cons- prelados de la Iglesia. Traducidas a la
ciente del problema de fondo que se situación actual, la pobreza y la hu-
plantea: ¿cómo puede una sociedad ca- mildad deben significar a nivel socio-
rismática, destinada al seguimiento ra- político (tanto en la esfera de la Iglesia
dical de Jesús, ser al mismo tiempo una como de la sociedad en general) un
Orden institucionalizada al nivel ecle- aguijón crítico, un peligroso recuerdo
sial? Naturalmente que me llenó de ale- de Jesús y una amenaza para el fun-
gría el que, viviendo todavía yo, la Or- cionamiento natural de las institucio-
den fuera aprobada oficialmente por nes eclesiásticas. De lo contrario, dicha
los Papas. Y vosotros deberíais tratar traducción no servirá de nada. Ahora
de que se renovara constantemente el bien, esto sólo puede ser para vosotros
milagro de esta identificación. Aunque un criterio, no el auténtico motivo. El
nunca os salgan bien las cuentas, in- motivo es Jesús, el que murió la muerte
tentadlo una y otra vez. Uno solo de hasta el fondo; Jesús, y no un cálculo
los dos aspectos no es bastante. Sólo la socio-político. Únicamente él puede
unión de ambos crucifica suficiente- preservaros de la fascinación del poder
mente. que, de mil diversas formas, existe y
existirá siempre en la Iglesia; sólo él
Cuando hablo del Jesús «pobre» y puede libraros de la idea excesivarrien-
«humilde» al que quería seguir, de-
22
te obvia de que, en el fondo, única- América Latina; un Francisco de Re-
mente se puede servir al ser humano gis, que compartió el destino de sus
cuando se tiene poder; sólo él puede pobres campesinos; un Friedrich von
haceros comprender y aceptar la santa Spee, que, con peligro de su vida y a
cruz de su impotencia. riesgo de ser expulsado de la Orden,
defendió a las brujas; la multitud de
jesuítas que en siglos pasados viajaban
Seguimiento logrado en horribles embarcaciones hacia el
y seguimiento malogrado Lejano Oriente, en realidad únicamen-
te para ser allí asesinados; y tantos y
tantos otros, hasta llegar a tu amigo
hora no puedo por menos de

A deciros algo acerca de la suerte


que ha corrido dentro de mi
Orden ese estilo de vida en el segui-
Alfred Delp, que, antes de ser ahorcado
en Berlín en 1945, firmó sus últimos
votos con las manos esposadas. Todos
ellos fueron ciertamente seguidores del
miento del Jesús pobre y humilde. Jesús pobre y humilde, y precisamente
Cuando se contempla esa historia des- en virtud del espíritu que yo les había
de la eternidad de Dios, inmerso en la transmitido por medio de la Orden.
voluntad amorosa de Dios, sin el cual Pero ¿y la Orden en cuanto tal?
no hubiera existido nada de cuanto
realmente ha existido y existe, entonces Tú sabes perfectamente cómo tuve
se puede considerar serena e indulgen- yo que orar y debatirme durante se-
temente dicha historia, con todo su manas a propósito de aparentes me-
sentido y haciéndole la justicia que le nudencias del estatuto de pobreza de
es debida. Entonces no se ve uno ante la Orden, con objeto de defender por
el dilema de reclamar para sí dicha his- medio de unas reglas el espíritu de Je-
toria, como si se tratara única y exclu- sús pobre y humilde; menudencias que
sivamente del resultado de la propia probablemente vosotros habríais des-
actividad, o de condenarla como una pachado en un par de horas de sensatas
traición de los hijos al espíritu del pa- discusiones racionalistas. Y sabes tam-
dre. Esto supuesto, y teniéndoos siem- bién que, considerando las cosas en su
pre presentes a vosotros, los jesuítas, totalidad con serenidad y honradez, no
he de decir que, en este punto, la Or- pude salvar para la Orden en cuanto
den, al menos hasta hoy, no ha seguido tal, por medio de reglas, el verdadero
realmente mis pasos. seguimiento del Jesús verdaderamente
pobre, como tampoco lo consiguió San
Naturalmente que entre vosotros ha Francisco (y que me perdonen los fran-
habido hombres realmente pobres y ciscanos).
humildes en su vida, y no sólo en el
terreno de las intenciones: un Pedro ¿Es que acaso dicho espíritu no pue-
Claver, el esclavo de los esclavos, en de ser defendido mediante reglas, bien
23

sea porque éstas matan el mismo es- cunstancias podrían permitir) alguno
píritu que pretenden defender, o bien de ellos llegue a ser obispo, cardenal u
porque inevitablemente han de per- otro tipo de personaje prepotente en la
mitir tal grado de libertad que su es- Iglesia? ¿Es todo esto normal o resulta
pacio pueda ser ocupado por otro es- trágico?
píritu sin contravenir la letra de la ley? Ahora bien, ¿debe esta circunstancia
¿Es que el referido estilo de vida no del pasado, precisamente en este pun-
puede ser el estilo de un grupo nu- to, condicionar el futuro de los jesuitas?
meroso sin necesidad de sufrir esencia- ¿No podrán tal vez en el futuro, lo quie-
les reducciones? ¿Acaso yo, y conmigo ran o no, llegar a ser, a nivel de Orden,
mis compañeros animados por mi mis- económicamente pobres en un sentido
mo espíritu, traspasamos realmente muy real; vivir miserablemente al día,
esa frontera decisiva cuando, en 1540, como los pobres de verdad, y aceptán-
transformamos aquel grupo «caris- dolo como lo aceptó el Jesús pobre, vo-
mático» (como lo calificaríais hoy) en luntariamente y sin subterfugios, de
una Orden aprobada por la Iglesia? modo que constituya (como conse-
Pero ¿acaso no debíamos hacerlo, sien- cuencia y no como motivo) un signi-
do así que de ese modo, y no de otro, ficativo elemento de crítica social? ¿Po-
es como han seguido actuando durante drán los jesuitas, por razones que yo
siglos los impulsos decisivos del espí- no pude prever, volver a convertirse de
ritu de Dios? pronto, de un modo totalmente nuevo
y distinto, en seres marginados dentro
¿Acaso la serena y humilde renuncia de la sociedad de la Iglesia, guardando
a la pureza y al carácter absoluto del una saludable y carismática distancia
«Ideal» no forma parte también de ese con respecto a la jerarquía, a la que,
espíritu que es el único realmente ca- naturalmente, siempre han de respe-
paz de ir aproximando poco a poco la tar? ¿No ha formulado hace poco tiem-
historia de la Iglesia y del mundo hacia po J. B. Metz algunas ideas al respecto
Dios? ¿Es verdaderamente tan extraño que deberían ser para vosotros dignas
el que en un mundo como éste, en el de reflexión? Todas éstas son pregun-
que el espíritu necesariamente ha de tas que ya me han sido respondidas en
encarnarse en una sociedad y se halla, mi eternidad; pero esta respuesta sólo
por tanto, constantemente amenazado puede ser traducida a vuestro tiempo
de muerte, la Orden se haya convertido a través de la historia en sí, y no por
para sus miembros en una instancia de medio de palabras precipitadas.
seguridad económica y de prestigio, al
menos a nivel eclesial, aun cuando en En cualquier caso, debéis los jesuitas
ella cada uno viva de un modo eco- poseer el coraje del futuro, porque tam-
nómicamente modesto y sólo en raras bién Jesús, en la concreción de su vida
ocasiones (más raras de lo que las cir- y de su muerte, constituye un estilo de
24

vida legítimo para el futuro. Lo único sas distintas y tienen, por consiguiente,
que habéis de descubrir es cómo debe distinta importancia, entonces tengo
configurarse ese coraje, a fin de que el no sólo el derecho, sino también el de-
día de mañana constituya realmente ber de diferenciar realmente, en el
un seguimiento del Jesús pobre y hu- tiempo y en la eternidad, estas distintas
milde. Hasta ahora he empleado siem- realidades, por lo que se refiere a su
pre el lenguaje de mi época para hablar importancia y a su significado. Suele
de Jesús «pobre» y «humilde». Merece insistirse en calificarme de hombre de
la pena repetir que quizá tengáis que la Iglesia; Marcuse me llama soldado
traducir estas palabras por otras, con de la Iglesia. Verdaderamente, no me
el fin de que podáis entenderlas y vi- avergüenzo de ese sentido eclesial.
virlas, sin refugiaros otra vez ni en el Tras mi conversión, siempre quise en-
puro sentimiento ni en una ascesis me- tregar mi vida al servicio de la Iglesia,
ramente privada, como con excesiva aun cuando dicho servicio estaba
frecuencia habéis hecho en el último orientado, en definitiva, a Dios y a los
siglo y medio, en que no habéis visto hombres, y no a una institución que se
buscase a sí misma. La Iglesia posee
con demasiada claridad cuál era vues-
infinitas dimensiones, porque es la co-
tra responsabilidad social con respecto
munidad creyente, peregrina en la es-
a la Iglesia en el mundo, como tam-
peranza, amante de Dios y de los hom-
poco lo ha percibido la Iglesia en ge-
bres, y está formada por hombres lle-
neral, a pesar de tantas y tan enco-
nos del Espíritu de Dios. Pero la Iglesia
miables encíclicas.
es también para mí, naturalmente, una
Iglesia concreta socialmente constitui-
da en la historia, una Iglesia de las
instituciones, de la palabra humana,
Eclesialidad
de los sacramentos visibles, de los obis-
pos, del Papa de Roma: la Iglesia je-
rárquica católica y romana. Y si se me
ambién he de deciros algo acer-

T ca de mi sentido eclesial y de
su significación para vuestro
tiempo. Supongo que todos lo esperáis,
llama hombre de la Iglesia, cosa que
reconozco como algo obvio, entonces
se hace referencia a la Iglesia en su
institucionalidad estricta y visible, a la
y no sin razón. Si lo que he de deciros
Iglesia oficial, como soléis decir ahora
depende de la importancia objetiva de
con ese tono no excesivamente amis-
los temas sobre los que, dentro de su
toso que la palabra conlleva. Efecti-
diversidad, voy hablando, entonces se
vamente, yo fui y quise ser ese hombre
me debería permitir que en este tema
de esa Iglesia, y de veras os digo que
concreto fuera muy breve. Si Dios, Je-
ello jamás me ocasionó un conflicto in-
sús, su seguimiento y la Iglesia, a pesar
superable con la radical inmediatez de
de todas sus relaciones mutuas, son co-
25

Dios en relación a mi conciencia y a sino una dimensión derivada de la in­


mi experiencia mística. mediatez con Dios, de la que ha reci­
bido tanto su magnitud como sus lí­
Pero se interpretaría mal mi eclesia-
mites y su determinada singularidad.
lidad si se entendiera como un deseo
de poder egoísta, lindante con el fa­ Dicho de otro modo: al participar en
natismo ideológico, que pretendiera el interés de Dios por el cuerpo con­
pasar por encima de la conciencia; creto de su Hijo en la historia, amaba
como si se tratara de la auto-identifi­ yo a la Iglesia y, en esta unidad mística
cación con un «sistema» que no se re­ de Dios con la Iglesia (y a pesar de su
firiera a algo por encima de sí. Dado mutua y radical diversidad), la Iglesia
que todos los hombres somos durante siguió transparentándome a Dios y si­
nuestra vida miopes y pecadores, no guió siendo el lugar concreto de esa
quiero ciertamente afirmar que no inefable relación mía con el misterio
haya tenido yo en diversas ocasiones eterno. Ahí radica la fuente de mi ca­
que pagar tributos a esa falsa eclesia- rácter eclesial, de mi práctica de la vida
lidad y, si se os antoja, podéis con toda sacramental, de mi fidelidad al papado
tranquilidad examinar honradamente y del sentido eclesial de mi misión de
mi vida al respecto. Pero una cosa es ayuda a las almas.
cierta: que mi eclesialidad no fue, en
Dado que mi eclesialidad ocupa se­
suma, más que un momento, si bien mejante lugar (y no otro) en la estruc­
imprescindible para mí, de mi deter­ tura de mi existencia espiritual, hay
minación de «ayudar a las almas»; de­ también, una vez más de modo eclesial,
terminación que sólo alcanza su ver­ una relación crítica con la Iglesia ofi­
dadera meta en el momento y en la cial concreta. Dicha relación crítica le
medida en que dichas «almas» avan­ está permitida al cristiano, porque su
zan, en la fe, la esperanza y el amor, punto de vista no se identifica sin más
hacia la inmediatez de Dios. con esa Iglesia oficial en su sola insti-
Cualquier amor a la Iglesia oficial tucionalidad externa, ya que el cristia­
que no estuviera animado y limitado no siempre se halla en la inmediatez
por esta determinación no sería más de Dios, y su inspiración, operada por
que idolatría y participación en el tre­ la gracia (por más que le sitúe dentro
mendo egoísmo de un sistema que bus­ de la Iglesia y por más que, a su vez,
ca su razón de ser en sí mismo. Pero él mismo pertenezca a la Iglesia en
esto significa, además (y de ello da fe cuanto comunidad de gracia), no tiene
la historia de mi «vía» mística), que el por qué estar mediatizada por el apa­
amor a esa Iglesia, por incondicional rato eclesiástico y puede perfectamente
que pudiera ser en un determinado ser algo de lo que la Iglesia oficial, por
sentido, no fue lo primero y definitivo medio de sus representantes, tenga
de mi «existencia» (como ahora decís), algo que aprender si no quiere ser cul-
26
pable de ignorar esas mociones del es­ cual no significa que tenga yo que dar
píritu no aprobadas en principio ofi­ aquí recetas concretas acerca del modo
cialmente. de solventarlos. Del mismo modo, la
ejecución literal de un mandato supe­
Esta relación crítica con la Iglesia,
rior no constituye la norma suprema
a su vez, es eclesial en sí misma con­
de la eclesialidad y de la obediencia
siderada, porque también la Iglesia
eclesial, por lo que yo mismo nunca
como institución, en razón del interés
goberné según dicha norma cuando
de Dios por ella, está siempre, a fin de
ocupé el cargo de General de la Orden.
cuentas, abierta y sometida a su Es­
Si fuera ésta la norma suprema, no ha­
píritu, el cual siempre es algo más que
bría en absoluto conflicto alguno en la
institución, ley, tradición escrita, etc.
Iglesia. Pero, de hecho, los hay, los ha
Naturalmente, debido a esta relación
habido (a partir de la controversia en­
entre espíritu e institución, los conflic­
tre Pedro y Pablo) con los santos y en­
tos concretos entre los cristianos caris-
tre los santos, y puede seguir habién­
máticos y los representantes oficiales
dolos.
de la Iglesia no van a desaparecer de
raíz, e incluso tales conflictos asumirán Tampoco hay en la Iglesia principio
siempre formas sorprendentemente alguno según el cual las convicciones
nuevas, de tal modo que para supe­ y resoluciones de los cristianos y de los
rarlos no se dispone de recetas y me­ representantes jerárquicos hayan de
canismos institucionales prefabrica­ sintonizar desde el principio sin nin­
dos. guna dificultad. La Iglesia es una Igle­
sia del Espíritu del Dios infinito e in­
En último término, sólo por la fe
comprensible, cuya feliz unidad sólo
puede un cristiano abrigar la convic­
puede reflejarse en este mundo frag­
ción de que hasta el final de los tiempos
mentada en elementos muy diversos
no tiene, en principio, por qué darse
cuya definitiva y satisfactoria unidad
un conflicto absoluto entre el espíritu
reside única y exclusivamente en Dios.
y la institución dentro de la Iglesia; y
por lo que a él respecta, lo único que Pero no creáis que, a pesar de mi
puede hacer es esperar humildemente eclesialidad, yo no experimenté tales
que la Providencia de Dios le libere de conflictos, o que los haya eludido me­
una situación en la que le resulte im­ diante una falsa eclesialidad. Yo no fui
posible captar la compatibilidad si­ ningún «Jenízaro» de la Iglesia y del
multánea de un dictamen absoluto de Papa. Tuve conflictos con los repre­
la Iglesia oficial y un dictamen igual­ sentantes de la Iglesia en Alcalá, en
mente absoluto de su conciencia. En Salamanca, en París, en Venecia, en
cualquier caso, esos conflictos parcia­ Roma... En Alcalá y en Salamanca es­
les y relativos que se dan en la Iglesia tuve varias semanas en el calabozo por
también son, a su vez, algo eclesial; lo m a n d a t o e c l e s i á s t i c o ; i n c l u s o en
27

Roma, todas las vejaciones que tuve pretar el sentido eclesial y papal de la
que soportar en defensa de mi eclesia- historia de la Orden como algo digno
lidad me costaron mucho tiempo y mu- de elogio o de reproche. Un santo como
chas fatigas: cuando el Eterno Padre Pío V trató de influir en la Orden sin
me prometió en La Storta que me ha- haber entendido su auténtica natura-
bría de ser propicio en Roma, una de leza; en la llamada «Controversia so-
las posibilidades en las que pensé que bre la gracia», la Orden y su teología
podía consistir ese «favor especial» era estuvieron en Roma a la defensiva, y
la de ser crucificado en la Roma papal. lo único que consiguió fue evitar un
Me temblaron todos los huesos del veredicto; la Orden tuvo que luchar,
cuerpo cuando fue elegido Papa Pablo en defensa de su teología moral, en
IV y mandó a su policía a registrar contra de la alianza establecida entre
nuestra casa, siendo yo ya General de Inocencio XI y el propio General de
una Orden con aprobación pontificia; la Orden, Tirso González; en los siglos
al acercarse la hora de mi muerte, que X V I I y X V I I I perdió la disputa sobre
me sorprendió sin recibir los sacra- los ritos malabares frente a unos Papas
mentos, solicité su bendición, con ob- más preocupados por una prudente de-
fensa de la ortodoxia que por dar alien-
jeto de realizar aun en aquel momento
to a lo que pudiera significar creativi-
un humilde gesto de cortesía para con
dad; la supresión de la Orden en 1773
él; cuando Polanco vino con la bendi-
por parte de Clemente X I V (mediante
ción, yo ya había muerto y, al enterarse
el sórdido texto del «Breve de Aboli-
de mi fallecimiento, la reacción del
ción» y el indigno encarcelamiento del
Papa no fue precisamente muy amable.
P. Ricci, General de la Orden, por
mandato del Papa, hechos que hoy ha-
En suma, fui y seguí siendo siempre brían motivado la movilización de Am-
una persona con sentido eclesial y pa- nesty International), bajo las presiones
pal; pero también fui perseguido y en- ejercidas por los Borbones (que muy
carcelado por eclesiásticos dotados ofi- pronto habían de ser barridos por la
cialmente de autoridad. Recordarás Revolución Francesa y que, por tanto,
que, por lo general, esa síntesis de ser- bien podían haber soportado antes un
vicio obediente y distancia crítica con poco más de oposición), no constituyó
respecto al estamento oficial de la Igle- precisamente una gloriosa gesta de la
sia (síntesis que hay que realizar a lo sabiduría y el valor papales, por mu-
largo de la historia de un modo siempre chas explicaciones que la consumada
nuevo, sin que exista una regla válida ciencia del historiador pudiera aducir;
para siempre y capaz de resolverlo el mismo San Pío X estuvo a punto de
todo, pero que se realiza una y otra destituir al General de la O r d e n ,
vez), ha estado constantemente pre- P. Wernz, porque le parecía todavía
ñada de conflictos. Hay que mirar las demasiado poco integrista.
cosas con detenimiento antes de inter-
28

Además de éstos, podrían referirse en la de mis discípulos, y tienen su jus-


otros muchos y parecidos ejemplos de tificación real en la esencia misma de
distancia crítica entre la Iglesia oficial la Iglesia.
y la Orden. Sería aún más hermoso Por eso no tenéis, en principio, por
poder afirmar que la negativa de la Or- qué avergonzarnos de que un Pablo VI
den a aceptar las dignidades episcopal no quedara demasiado satisfecho de
y cardenalicia —que constituía un ver- vuestra Congregación General 32.
dadero distanciamiento radical de los Mucho más grave fue la situación con
altos cargos eclesiásticos, a los que, na- Pío V y Sixto V, que pretendieron im-
turalmente, se acataba y respetaba— poneros sensibles cambios en las Cons-
tuvo necesariamente que provocar de tituciones. Aparte de algunos de vo-
modo natural tales conflictos, si no fue- sotros que, sin duda, presentan una
ra porque la ligazón entre la Orden y imagen un tanto extraña y que uno no
las esferas oficiales eclesiásticas adop- sabe a ciencia cierta por qué siguen
tó, de hecho, otras formas de institu- siendo jesuítas, en conjunto continuáis
cionalización que frustraron en parte teniendo, al igual que yo, un sentido
el auténtico sentido de la renuncia a eclesial y papal, y ello supone conflic-
dichas dignidades eclesiásticas. tos.
Naturalmente, con todo lo dicho no
trato en absoluto de afirmar que a lo
largo de la dilatada historia de mi Or- Obediencia jesuística
den no se hayan producido una y otra
vez identificaciones concretas entre
ésta y la Iglesia oficial, en ocasiones en
uizá sea este el momento de
las que lo más indicado habría sido
mantener una distancia crítica y una
legítima oposición. Evidentemente, la
Orden se ha hecho muchas veces res-
Q añadir al tema de la «eclesia-
lidad» algo acerca de la lla-
mada «Obediencia jesuítica».
Tampoco en este aspecto de la historia
ponsable de una culpabilidad históri-
de la espiritualidad pretendo ser de-
ca, al defender, con su miopía y su iner-
masiado original, aunque es obvio que
te inmovilismo teológico, pastoral, ju-
este tipo de obediencia es de mayor
rídico, etc., a la institución frente al
importancia en una Orden activa y con
espíritu de la Iglesia.
una tarea común que en una abadía
Pero fundamentalmente sigue en pie de monjes contemplativos. Tanto más,
el hecho de que tanto la fidelidad in- cuanto que una Orden de ámbito mun-
condicional a la Iglesia institucional dial tiene un gobierno central y, por
como la distancia critica con respecto tanto, las relaciones entre sus miem-
a ella constituyen una legítima posi- bros no pueden regularse sobre la ex-
bilidad en mi concepción espiritual y clusiva base de la amistad y el cono-
29

cimiento mutuos. En lo esencial, to- Ejercicios como base principal de vues-


davía hoy me reafirmo al respecto en tra espiritualidad.
mi doctrina y en mi praxis. La buena
disposición hacia la obediencia, la de- No voy a hablar ahora de la obe-
terminación de estar a la disposición diencia como parte del seguimiento de
incondicional de una tarea común y de Jesús. Bien es verdad que, en mi doc-
integrarse y someterse a una comuni- trina sobre la obediencia, no soy tan
dad en pro de esa tarea, sigue siendo «democrático» como para pensar que
hoy una actitud de la que no hay por siempre y en todos los casos una de-
qué avergonzarse. Las decisiones que cisión vinculante tenga más posibili-
han de tomarse en comunidad y que dades de ser la adecuada y, por tanto,
comprometen a cada uno en particular exigible cuando es tomada por una ins-
no siempre son susceptibles de ser con- tancia de decisión colectiva y no por
sultadas, discutidas y diferidas hasta un individuo, en el supuesto de que en
que todos y cada uno hayan sopesado ambos casos la decisión vaya en contra
por sí mismos la conveniencia objetiva del parecer de alguien a quien le con-
de tales decisiones. Un proceso de de- cierne. Ambas formas de toma de de-
cisión tan «democrático» podrá ser cisiones tienen sus pros y sus contras.
muchas veces algo muy hermoso, y Una toma de decisión colectiva no
siempre resulta más «transparente», y
hasta factible en pequeños grupos.
muchas veces no se sabe después a
Pero es utópico pensar que es posible
quién hacer responsable de ella. Inclu-
siempre que se requiera una decisión.
so en el mundo profano de vuestros
días no parece estar en todas partes tan
Y en tales decisiones, que casi siem-
pasado de moda un «centralismo de-
pre son, en todo o en parte, decisiones
mocrático». También en mi Orden (y
sobre cuestiones opinables, tampoco se
en esto difiere notablemente de la cons-
ve siempre con claridad por qué el so-
titución de la Iglesia) la instancia su-
metimiento a una decisión que, desde
prema la constituye un «Parlamento»
un punto de vista personal, puede que
elegido desde la base, la Congregación
no sea la mejor, ha de herir la propia
General, ante la que es responsable el
dignidad. Esto supone, naturalmente,
Prepósito General, aun cuando éste po-
que se acepta la unidad de la comu-
sea amplísimos poderes en el terreno
nidad y se desea servir a una causa
de lo ejecutivo. ¿No os ha llamado al-
común; que se posee aquella indiferen-
guna vez la atención el que este prin-
cia, aquella serenidad frente a las di-
cipio constitucional de vuestra Orden
versas posibiliddes de la vida y de la
sea distinto y más democrático que el
acción y aquella disponibilidad auto-
principio constitucional del Papado,
crítica para no darse a sí mismo de-
vigente en la Iglesia universal y por el
masiada importancia que se os enseñó
que con tanta insistencia habéis abo-
en el «Principio y Fundamento» de los
30

gado a lo largo de vuestra historia? decisiones, a pesar de su obligatorie-


¿Habéis reflexionado sobre el hecho de dad, sean algo más que decisiones opi-
que —prescindiendo de otros motivos nables, adoptadas según su buen saber
y sobre la base de vuestro democrático y entender, pero con la relatividad y
principio constitucional— no podéis las posibilidades de error de cada caso
referiros al Prepósito General de la concreto.
Compañía con el nombre de «Papa ne-
gro»? Quien esté «indiferente», sea capaz
de autocriticarse y esté dispuesto a ser-
vir calladamente a una causa común,
Además, toda la obediencia jesuítica si además posee el suficiente humor y
queda encuadrada dentro de una co- es comprensivo e indulgente con las ne-
munidad fraterna que no resulta falsa cedades y deficiencias propias de la his-
e ineficaz por el hecho de ser sobria y toria terrena, no tendrá hoy especiales
objetiva y por exigir de cada uno, en e insuperables dificultades con la obe-
verdad, una cierta renuncia al «calor diencia en una Orden religiosa. Tengo
de nido». Por lo demás, y a pesar de incluso la impresión de que un padre
que una sana obediencia constituye de familia y honrado funcionario de la
una exigencia absoluta, podéis perfec- clase media dispone hoy en la sociedad
tamente desmitologizar un tanto la de un espacio de libertad más restrin-
doctrina tradicional sobre la obedien- gido del que vosotros disponéis en la
cia, incluso lo que el buen Polanco, por Orden. A pesar de las desafortunadas
encargo mío, escribió en la famosa palabras de la Carta de la Obediencia,
«Carta de la Obediencia». No todo lo no tenéis que practicar en absoluto la
que ésta contiene es verdad eterna. «obediencia de un cadáver». Eso sí, ha-
Hoy día hay menos dificultades para béis de ser hombres desinteresados, so-
contar con la posibilidad de que un brios y serviciales. Hay una «mísitca
superior, con toda su buena fe, dé una del servicio». Pero tampoco quiero ha-
orden contra cuyo contenido el «sub- blar ahora de esto. Volviendo a la des-
dito» tenga que oponer una humilde mitologización, creo que también es
pero inequívoca negativa, sencillamen- necesaria hoy en relación a la «obe-
te porque le resulta incompatible con diencia» al poder mundano y estatal.
su conciencia. A lo largo de vuestra historia habéis
sido con demasiada frecuencia «sub-
ditos» devotos de instancias munda-
Aun cuando uno tenga fe en la Pro-
nas, aunque no deberíais haberlo sido
videncia de Dios sobre el gobierno de
si hubierais seguido las teorías de vues-
la Iglesia y de una Orden religiosa, no
tros grandes teólogos del Barroco. ¿Por
tiene por qué creer que los «superiores»
qué no defendisteis en el siglo X V I I I ,
dispongan de una línea telefónica di-
recta y estable con el cielo, ni que sus incluso por la fuerza, el sagrado ex-
31

perimento de las Reducciones del Pa- como debe existir en una Iglesia que
raguay frente al atroz colonialismo eu- quiera ser la Iglesia de todo el mundo
ropeo? ¿Acaso debíais dejaros expulsar y de todas las culturas y que no pre-
de América Latina como sumisos y tenda vender en todo el mundo el cris-
obedientes corderos? tianismo europeo como un artículo de
exportación. Ahora bien, con ese mo-
delo optimista de antropología-desde-
abajo no deberíais haber desplazado la
gracia auténticamente divina (en con-
La ciencia dentro de la Orden tra de la convicción fundamental de
mis Ejercicios) a un más allá del nivel
consciente, siguiendo la opinión de una
e suyo, me habría interesado gran parte de vuestros teólogos, que

D decir algo acerca de la historia


de la teología en la Orden, aun
cuando de ello no se pudieran deducir
piensan que con esa gracia, ajena a una
experiencia propiamente dicha, se pue-
de acceder a un conocimiento a través
demasiadas cosas para el futuro de esa únicamente de la indoctrinación exter-
teología. Pero sólo puedo hacer unas na suministrada por la Iglesia.
cuantas observaciones, lo cual no sig-
nifica que dicha historia carezca de im- Si vuestra teología, con una cierta
portancia. El probabilismo que vuestra justificación histórica, contribuyó a
teología moral defendió constituyó en aquel desarrollo de la conciencia cre-
su tiempo una enorme aportación en yente de la Iglesia que se objetivó en
la defensa del derecho a la libertad de el Vaticano I, hoy vuestra teología tie-
la conciencia individual, aunque hoy ne también la obligación de seguir de-
habría que formular de otro modo lo sarrollando aquellos planteamientos
que con ello se quería expresar. jurídico-constitucionales de la Iglesia
que se manifestaron en el Vaticano II.
C u a n d o con vuestra teología os Debéis permanecer fieles teológica-
constituisteis en los humanistas del mente (y en vuestra praxis) al papado,
nuevo modelo de pensamiento y, con porque éste es un elemento muy es-
un cierto optimismo acerca del hom- pecial de vuestra herencia; pero, dado
bre, propio de la nueva época, refle- que la configuración concreta del pa-
xionabais incluso acerca de su «natu- pado también está sujeta a una pro-
raleza» pura; cuando de todo ello ex- gresiva transformación histórica, vues-
traíais para vuestras misiones en China tra teología y vuestro derecho canónico
y la India determinadas consecuencias deberían estar sobre todo al servicio del
que Roma no quiso aprobar, todo esto papado; y así habrá de ser en el futuro,
fue, pretendidamente o no, el preludio a fin que signifique una ayuda y no un
de una antropología teológica tal y impedimento a la unidad del cristia-
32

nismo. Por lo demás, bueno será que ¿Posibilidades de


estudiéis a Marx, Freud y Einstein y transformación de la Orden?
que tratéis de elaborar una teología ca-
paz de llegar a los oídos y al corazón
de los hombres de hoy; pero el punto ero todavía he de hablaros de mí
de partida y la meta de vuestra teolo-
gía, que también hoy ha de tener el
valor de formular una auténtica siste-
P y de la historia de mi ulterior
influjo (así lo espero) desde un
punto de vista totalmente distinto.
mática, sigue siendo Jesucristo cruci- Aún hoy, y basándose en lo que real-
ficado y resucitado, en cuanto que El mente ha sucedido en la historia, se
constituye la victoriosa auto-revelación sigue pensando en la Compañía de Je-
al mundo del Dios incomprensible, y sús como en una Orden dedicada a la
no una moda espiritual más que hoy enseñanza, a la erudición teológica, a
llega y mañana se esfuma. la difusión de libros, a la alta política
eclesiástica y, actualmente, a los me-
Muchas veces se ha acusado a vues- dios de comunicación de masas. Todo
tra teología de ser una especie de eclec- esto puede estar muy bien y puede res-
ticismo de ocasión. Y algo de verdad ponder a la imagen que la Orden ha
hay en ello, naturalmente. Pero, si Dios ofrecido a lo largo de sus cuatro siglos
es «el Dios siempre más grande» al que de historia.
le viene pequeño cualquier sistema con
el que el ser humano pretenda dominar Ya he dicho antes que, evidente-
la realidad, entonces vuestro eclecti- mente, la historia de los hijos no es una
cismo puede perfectamente expresar simple recapitulación de la vida de sus
también el hecho de que el hombre se padres. También he dicho que no voy
ve superado por la verdad de Dios y lo a emitir un juicio sobre el pasado de
acepta dócilmente. A fin de cuentas, la Orden. Ahora bien, supuesto todo
no hay ningún sistema en el que se esto, me pregunto por vosotros y por
pueda encerrar toda la realidad exclu- vuestro futuro: en sí misma conside-
sivamente desde el punto de vista en rada, ¿qué tiene esta historia que ver
que uno se halla. Vuestra teología no propiamente conmigo y con el estilo de
debe, por causa de una desidia para la vida que me caracterizó, especialmente
reflexión, caer en fáciles compromisos. desde mi época manresana de «Iglesia
Pero sería falso un sistema teológico primitiva» (como solía yo decir) hasta
cuya estructuración tuviera la trans- los primeros años que siguieron a mi
parencia, del cristal. También en el te- definitivo establecimiento en Roma,
rreno de la teología sois peregrinos que, antes de que el trabajo de redacción de
a través de un éxodo siempre nuevo, las Constituciones, el gobierno de la
andáis en busca de la patria eterna de Orden y mi enfermedad me absorbie-
la verdad. ran totalmente?
33

Nosotros —mis primeros compañe- ñol, italiano y francés; mendigábamos


ros y yo— no éramos ningunos sabios, a cara descubierta; nuestra catequesis
ni queríamos serlo, aun cuando Fran- a los niños pequeños y llenos de piojos
cisco Javier podía haberlo sido sin gran constituía una auténtica praxis, y no
esfuerzo, y Laínez fue un agudísimo sólo una piadosa reminiscencia, como
teólogo que causó una gran impresión sucede actualmente en la fórmula de
en el Concilio de Trento. Naturalmen- los últimos votos de vuestros profesos.
te, si uno está decidido a servir a Dios
en los hombres sin reservas, con la ra- Es cierto que fui yo quien impulsó
dical libertad del Espíritu, sin dejarse la fundación de la Universidad Gre-
atar definitivamente por nada y dis- goriana y del Instituto Germánico,
puesto a todo, entonces, evidentemen- pero también fundé la Casa de Marta,
te, habrá circunstancias en las que, si como refugio para las prostitutas de
uno es capaz de ello y la situación lo Roma; durante la carestía romana de
exige, podrá cultivar la alta teología, 1538 y 1539, organizamos una ingente
escribir libros, tal vez hasta desempe- acción de suministro de víveres para
ñar en nombre de Dios el cargo de con- los pobres, cuando en la Santa Roma
fesor de la corte, escribir cartas a prín- la gente se moría de hambre y los niños
cipes y prelados, y cosas por el estilo merodeaban famélicos por las calles;
que realmente caracterizaron de modo no traté, como se había hecho hasta
entonces, de recluir a las prostitutas en
especial la historia de la Orden durante
conventos, sino que me esforcé por
siglos. Sin embargo, en los años deci-
educarlas para que pudieran llevar una
sivos fuimos ciertamente distintos, has-
vida digna en el mundo y en el matri-
ta el punto de que la ulterior historia
monio; promoví la fundación de un ho-
de la Orden no reflejaría adecuada-
gar para jóvenes descarriadas, fomenté
mente nuestra realidad.
la creación de orfanatos, construí una
casa para judíos y mahometanos que
De hecho, éramos y queríamos ser
querían convertirse al catolicismo; no
realmente pobres; en nuestras corre-
me pareció excesivamente «mundano»
rías por Francia e Italia buscábamos
el restablecer la paz entre Tivoli y Cas-
refugio en los inmundos asilos entonces
tell Madama, es decir, volver a com-
existentes; cuidábamos a los enfermos
prometerme «socio-políticamente» a
en los hospitales (en Venecia, por
mi edad, como ya lo había hecho du-
ejemplo, trabajamos en dos hospitales
rante mi última estancia en el País
para sifilíticos incurables), y el trabajo
Vasco en 1535, cuando me albergué en
era algo muy distinto de lo que ac-
el asilo de Azpeitia y compartía con los
tualmente se exige del personal de las
pobres la comida que anteriormente
clínicas modernas; predicábamos por
había mendigado, a la vez que esbo-
las calles, empleando para ello, cuando
zaba y ponía en práctica en mi ciudad
era necesario, un galimatías de espa-
34

natal un elaborado plan de asistencia para la Orden ¿no podrá contribuir en


a los pobres. gran medida a orientarla en una nueva
dirección, precisamente para seguir
Fui yo mismo quien fundó colegios
siendo fiel a sus orígenes? En vuestra
y proyectó jurídicamente su fundación,
aún reciente Congregación General 32,
con lo cual contribuí, por desgracia, a
de 1974, proclamasteis como tarea
acomodar un tanto el estatuto de po-
principal de la Orden «la lucha en fa-
breza de la Orden, hasta el punto de
vor de la justicia» y reconocisteis «con
que en muchos países y en muchas épo-
arrepentimiento» vuestro propio fra-
cas se convirtió en una Orden de co-
caso «en el servicio de la fe y en el
legios y profesores, contra lo cual no compromiso en favor de la justicia».
tengo realmente nada que objetar, Habéis comprendido que vuestro com-
siempre que con ello no se desfigure el promiso por la justicia en el mundo
carácter y la mentalidad general de la constituye un momento interno y esen-
Orden. Pero no olvidéis que, en mi cial en vuestra misión, que no se añade
tiempo, aquellos colegios funcionaban como un accesorio más a vuestra pro-
de modo gratuito, con lo cual tenían clamación del Evangelio; habéis ha-
un carácter eminentemente político-so- blado de una «liberación plena e in-
cial, mientras que hoy nuestros cole- tegral del hombre, que conduce a una
gios tienen que resultar caros para los participación en la vida misma de
alumnos, cosa que no tengo dificultad Dios». Espero que lo hayáis dicho en
en reconocer. Habría muchas cosas pa- serio; naturalmente, vuestra situación
recidas sobre las que podríamos hablar histórica y social es totalmente distinta
largo y tendido... de mi situación en el siglo X V I , en el
Pero lo único que quería preguntar que todavía no era posible pensar que
es lo siguiente: ¿no ha olvidado hasta las transformaciones programadas y
ahora excesivamente la Orden esta fa- premeditadas de la sociedad pudieran,
ceta de mi vida? Si ha sido así, puede como ahora, constituir la tarea y el de-
que la causa haya que buscarla en una ber del amor cristiano al prójimo. Pero
necesidad histórica, y ya he dicho en pienso que, si os tomáis en serio las
varias ocasiones que no tengo la pre- conclusiones de la Congregación Ge-
tensión de apropiarme, sin más ni más, neral 32, vuestra suprema instancia de-
la historia de la Orden. Pero ¿tienen cisoria, estaréis caminando por una
que seguir las cosas de este modo? nueva ruta hacia el futuro de vuestra
única y siempre idéntica misión, y que
¿No será posible que en el futuro de en esa andadura podrá acompañaros,
la Orden vuelva a cobrar vigencia algo en el espíritu, este a quien llamáis vues-
de lo que dependió verdaderamente tro padre.
para mí el seguimiento del Jesús pobre
y humilde a lo largo de mi vida? El No me incumbe a mí profetizar cómo
desafío que la nueva situación supone ha de ser exactamente en el futuro esa
35

lucha por una mayor justicia en el ternas propias de un status socio-ecle-


mundo. En cualquier caso, es evidente siástico, aunque en este aspecto no se
que no debéis convertiros en políticos consiguió demasiado, al menos hasta
de oficio, y menos aún en caciques de vuestra época. Como afirmaba en mi
partido o en secretarios de grandes or- tiempo Melchor Cano, y realmente con
ganizaciones político-sociales, ni tam- razón, se producía con ello, dentro de
poco en meros teóricos de las llamadas la sociedad eclesial, un modo de exis-
ciencias sociales cristianas. En reali- tencia verdaderamente marginal que
dad, no debéis aspirar al poder social tenía que resultar irreconciliable con
ni afirmar que se puede servir tanto una forma de vida religiosa autorizada
mejor al prójimo cuanto mayor sea el por la Iglesia; algo así como lo que hoy
poder de que se dispone. Este puede experimenta la Iglesia oficial ante el
ser un axioma secreto de los auténticos fenómeno de los sacerdotes obreros).
políticos con el que (en parte con ra- Podéis, pues, seguir cultivando un tipo
zón, y en parte sin ella) pretenden jus- docto de teología, desarrollando estra-
tificar su oficio. Pero no puede ser un tegias político-culturales, practicando
axioma para vosotros, ni en la sociedad una cierta dosis de política eclesiástica,
civil ni en la Iglesia, ni tan siquiera en asomaros a los medios de comunica-
el caso de que dicho poder estuviera ción de masas, etc. Todo esto podéis
realmente a vuestro alcance. también hacerlo. Pero lo que no debéis
hacer es medir vuestra vida y la im-
Si ponéis en práctica el seguimiento portancia de la Orden en relación a
del Jesús pobre y humilde; si, como ya los resultados que obtengáis en esos
he dicho, asumís ese nuevo modo de campos.
marginación de vuestra vida en la so-
ciedad (marginación que quizá se os Si sólo podéis constatar con tristeza
ha de imponer en el futuro con mayor y resignación el hecho de que la Orden
intensidad que hasta ahora) no como no haya recuperado y no posea ya la
una amarga coacción, sino como una significación política y eclesiástica que
participación voluntaria en el destino tenía antes de su supresión en 1733; si,
de Jesús, quizás entonces os encontréis repito, este sencillo hecho que no hay
en el punto justo en el que poder real- por qué ocultar os llena de tristeza y
mente llevar a cabo vuestra lucha por de secreta resignación, entonces es que
la justicia. (No podéis imaginar en ab- no habéis entendido en absoluto lo que
soluto la marginación que suponía o, tenéis que ser: personas que, por causa
mejor dicho, que tenía realmente que de Dios, intentan olvidarse de sí mis-
suponer en la sociedad eclesiástica el mas; que siguen al Jesús pobre y hu-
que yo y mis primeros compañeros qui- milde; que anuncian su Evangelio; que
siéramos renunciar al hábito religioso se ponen de parte de los pobres y los
y a otras parecidas manifestaciones ex- desclasados en el combate por conse-
36

guir para ellos una mayor justicia. ¿Es cillos; y tuve, asimismo, buenos ami-
que ya no vais a poder hacer esto ahora gos, hombres y mujeres, en otras ór-
y en el futuro? ¿Acaso el poder hacerlo denes religiosas. Nunca imaginé que
depende de que la Compañía de Jesús todos ellos deberían ser jesuítas; en el
posea el esplendor y el poder que tuvo caso de muchos a los que di los Ejer-
en otro tiempo? ¿No será, más bien, cicios personalmente, el resultado con-
que dicho poder constituye, en el fon- sistió en un cambio y una renovación
do, un tremendo peligro de perder a radicales, sin que por ello se hicieran
Dios porque se intenta vivir al margen jesuítas, ni siquiera aun cuando las cir-
del trágico destino de Jesús? cunstancias externas eran de lo más
propicias y habría resultado mucho
Si no puede ni debe haber nada, ni
más fácil que en el caso de un virrey
dentro ni fuera del mundo y de la his-
como Francisco de Borja. Por supuesto
toria, ni en el cielo ni en la tierra, que
que esto es absolutamente evidente,
debáis buscar y amar de un modo ab-
pero conviene decirlo expresamente.
soluto e incondicional, a excepción úni-
camente del misterio de Dios, al que Todo estilo de vida, y especialmente
queréis entregaros sin reservas, enton- un estilo que pretende configurar al
ces vuestra propia Orden, a la que tan- hombre desde su centro más íntimo, se
to amáis, y su futuro ¿no forman parte, presenta, aun sin quererlo, con una
acaso, de las cosas que debéis aceptar pretensión de universalidad y de vali-
serenamente cuando os son dadas y, dez general y tiende a ver en los demás
con la misma serenidad, abandonarlas estilos de vida cristiana, por compa-
cuando os son arrebatadas? ¿Acaso no ración con el propio, una especie de
dije yo en mi tiempo que no necesitaría mal menor y de provisionalidad, una
más de diez minutos para recobrar la incapacidad para cumplir unas nor-
paz con Dios en el caso de que la Orden mas radicales de existencia, todo lo
desapareciera. cual se puede a lo más tolerar implí-
citamente como exponente de la limi-
tación humana.

Perspectivas de futuro No ha sido infrecuente, a lo largo de


vuestra historia, sobreestimar de este
modo, tan comprensible como necio,
ara finalizar, querría decir algo vuestro propio estilo de vida; lo cual

P sobre los que no son jesuítas. A


lo largo de mi vida, tuve dentro
de mi Orden amigos y compañeros
justifica el que muchas veces se haya
reprochado a los jesuítas su orgullo.
Pero cuando la situación histórica con-
creta hace que ni los más ingenuos pue-
muy leales, pero también tuve muchos
amigos que no eran jesuítas: grandes y dan aceptar dicha sobrevaloración del
pequeños, ricos y pobres, sabios y sen- propio estilo de vida ni semejante pre-
37

tensión de universalidad, surge el pe- sible calcular de antemano hasta qué


ligro contrapuesto: empieza uno a sen- punto seréis realmente capaces de te-
tirse inseguro en su propio estilo de ner acceso a dichas personas; de donde
vida; a no estar verdaderamente con- se deduce que el libre designio del in-
vencido de que su modo de vivir sea quietante Dios de la historia es cues-
absolutamente válido para él, y ni si- tión de esperanza, no de cálculo.
quiera medianamente apto para nadie;
Pero, por principio, tenéis una mi-
a intentar una «síntesis» de todo lo ha- sión que, de suyo, puede referirse a
bido y por haber, con lo cual no hace cualquier ser humano. Y, precisamen-
sino producir una mezcolanza, sin nin- te por ello, me es posible dirigir ahora
gún carácter específico, que supone ha unas palabras a todos los cristianos y
de ser la solución del mañana por el a todos los hombres en general, aun
mero hecho de mezclar todo lo que per- cuando soy consciente de que incluso
tenece al ayer. Pero quien está abierto lo que posee una significación general
a la infinita libertad de Dios no tendrá cristaliza siempre en una forma histó-
necesidad de atribuirse como algo pro- ricamente relativa y, por consiguiente,
pio todo cuanto existe y pueda existir, no alcanza de hecho a todos. Hecha
con objeto de no sentirse inseguro en esta salvedad, he de decir que todo
su propio modo de vivir. Cuando uno cuanto yo viví, dije y traté de hacer
posee, humilde pero tranquilamente, llegar a los hombres por mí mismo o
lo que le es propio, no tiene por qué por medio de mis compañeros, sigue
inquietarle el seguir la última moda. siendo generalmente válido.
El futuro de cada cual ha de surgir de
aquello que constituye su propio pa- Por supuesto que me puede catalo-
trimonio. gar entre las personas que figuran en
los albores de la «Edad Moderna» eu-
Me he apartado ligeramente del ropea; podría decirse que, a pesar de
tema y he vuelto a sermonear a los je- todos los elementos medievales que
suitas. Pero lo que en realidad quería viví y transmití, lo que en mí hay de
decir es lo siguiente: el mundo no ne- nuevo y de peculiar es típico de esa
cesita (y hoy menos que nunca) estar Edad Moderna que ahora está llegan-
integrado exclusivamente por personas do a su fin, aun cuando todavía nadie
que sean jesuitas o que deban ser va- sepa decir exactamente qué es lo que
loradas según la cercanía o la distancia va a venir a continuación. Podría afir-
que guardan respecto de vosotros. Sin marse que mi «espiritualidad», tanto
embargo, por principio, tenéis una mi- por su individualismo místico como
sión referida a esas personas que ni son por su técnica racional-psicológica, es
jesuitas ni desean ser una réplica de típicamente moderna y, por consi-
éstos a escala reducida. Y esto, lo re- guiente, está también a punto de de-
pito, por principio. Porque no es po- saparecer. Podría decirse que, a fin de
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cuentas, para nada influye en la mo- Pero sed prudentes y sensatos. El in-
dernidad o falta de modernidad de la dividuo nunca queda absorbido total-
subjetividad y la racionalidad indivua- mente por la comunidad.
listas el hecho de estar insertas en el La soledad delante de Dios, el sen-
monstruoso aparato de la Iglesia ro- tirse a salvo en su silenciosa inmedia-
mana y puestas a su servicio, pues se tez, es algo que pertenece exclusiva-
trata de un aparato que, por ser to- mente al ser humano. Y si esto resulta
davía más antiguo, posee aún menos más evidente en la Iglesia al comienzo
posibilidades de futuro. Pero las cosas de la Edad Moderna, entonces quiere
no son tan sencillas, al menos por lo decir que forma parte de la historia, la
que se refiere a la historia del cristia- cual no sólo no está llamada a perecer,
nismo y de la Iglesia y, en concreto, en sino que permanece y debe permanecer
lo que atañe a determinados fenóme- precisamente gracias a vosotros.
nos históricos surgidos a lo largo de la
historia de esa misma Iglesia y cuyos Pero es que, además, ¿podrá haber
comienzos tampoco permiten, sin más, alguna vez seres humanos que, por
emitir un pronóstico acerca de su fin. principio y en cualquier momento de
Pero dejemos en paz la teología de la su existencia, sean incapaces de oir la
historia. Lo único que digo es que en palabra «Dios»? ¿Podrá haber alguna
la Iglesia nada desaparece tan rápida vez seres humanos que, más allá de las
infinitas y múltiples cuestiones concre-
y tan fácilmente por el hecho de que
tas, no se pregunten acerca de lo ine-
el comienzo de su manifestación se
fable? ¿Podrá haber alguna vez seres
haya producido en un determinado
humanos que no se permitan nunca
momento de la historia de la Iglesia.
sentir auténticamente la cercanía de
ese misterio que actúa de un modo ine-
¿No será, quizá, que ese mi indivi-
fable en su existencia, como el único y
dualismo religioso que vosotros califi-
el que todo lo abarca, como la causa
cáis de «moderno» comienza de nuevo
primera y el fin prototípico; ese mis-
a hacerse absolutamente significativo
terio que, al permitirnos pronunciar
precisamente en el momento en que el
con amor la palabra «Tú», nos deja
individuo amenaza con ser absorbido
hundirnos en su abismo y hace que po-
y desaparecer dentro de una masa ul-
damos ser libres? ¿Qué ocurriría si todo
tra-organizada en este período «post-
esto fuera posible y llegara a hacerse
moderno»? No tengo nada que oponer
realidad?
(¡Dios me libre!) a que hoy tratéis de
descubrir, tanto en el terreno religioso A mí no podría asustarme nada por
como en el puramente humano, la di- el estilo. Significaría que los hombres,
mensión comunitaria, la vida de grupo, como individuos o como colectividad,
la comunidad de base fraterna, e in- habrían retrocedido al nivel de simples
tentéis sentiros integrados en todo ello. animales dotados de un cierto ingenio
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y que la historia de la Humanidad, de este mundo, a entregarse incondicio-


la libertad, de la responsabilidad, de nalmente a la incomprensibilidad del
la culpa y del perdón habría llegado a Dios que es amor y misericordia. Siem-
su fin, con lo cual únicamente se habría pre habrá hombres que, con esta fe en
alterado el modo de producirse ese fin Dios y en Jesucristo, se unan a la Igle-
que, en cualquier caso, los cristianos sia, la constituyan, la edifiquen y la
estamos esperando. Por otra parte, los mantengan, ya que no deja de ser una
hombres realmente dignos de tal nom- dimensión históricamente palpable e
bre habrían hallado la vida eterna. institucional y, para mí, encuentra su
forma más concreta (y, por tanto, más
También en el futuro se podrá ha- dura y más amarga) en la Iglesia ca-
blar de Dios, si es que se entiende real- tólico-romana.
mente lo que esta palabra significa; y
siempre habrá una mística y una mis- Y si siempre habrá este tipo de seres
tagogia de la inefable cercanía de ese humanos, quiere decir que (aunque
Dios que ha creado algo distinto de sí pueda sonar a petulante) yo siempre
con objeto de darse a sí mismo, en el tendré una misión referida a todos los
amor, como vida eterna. Siempre será hombres. Pues lo único que yo deseaba
posible instruir a los seres humanos en era ayudar a los hombres a entender y
el sentido de que derriben las imágenes aceptar lo que hasta aquí he venido
finitas de los ídolos que se crucen en diciendo. En definitiva, lo que preten-
su camino, o que pasen tranquilamente día no era propiamente un programa
de largo por delante de ellas; de que excesivamente peculiar ni una manera
no absoluticen nada de cuanto, de un especial de entender el cristianismo y
modo concreto y determinado, les sale la espiritualidad, aunque soy conscien-
al encuentro bajo la apariencia de po- te, naturalmente, de que cada persona
deres y de fuerzas, de ideologías, metas sólo puede transmitir a su manera lo
y futuros; de que se hagan «indiferen- que es válido para todos y, por eso mis-
tes» y «serenos», a fin de que en esa mo, no puede llegar a todo el mundo,
libertad, sólo aparentemente vacía, ex- ya que en cierto modo se extingue en
perimenten quién es Dios. su propia peculiaridad cuando se atre-
Siempre habrá seres humanos (y no ve a anunciar al Dios eterno y a su
importa cuántos sean, tanto en nú- Cristo. Por ello, y para terminar, diré
meros absolutos como en relación a la que también carece de importancia la
Humanidad en general, con tal de que pregunta acerca del posible efecto his-
la Iglesia siga presente como sacra- tórico de mi vida y mi doctrina. Su
mento de salvación para el mundo y silencioso eclipsamiento podría cons-
en el mundo) que, mirando a Jesús tituir su mayor logro. Porque, sea como
crucificado y resucitado, se atrevan, sea, Dios sigue siendo el-que-es-cada-
dejando a un lado todos los ídolos de vez-más-grande. ¡Que El sea bendito!
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He dicho muchas y muy diversas co­ podría haber hablado tanto como lo
sas. Sin embargo, he olvidado u omi­ que he hablado sobre los temas que he
tido otras muchas cosas que quizá tú, tratado efectivamente. De todas for­
o cualquier otro, habría deseado es­ mas, el final habría sido el silencio, en
cuchar de mis labios. Ni siquiera voy el que tiene lugar la alabanza eterna
a mencionar los temas sobre los que de Dios.
CUADERNOS
«AQUÍ Y AHORA»

a
JOSÉ M. MARDONES - RAFAEL AGUIRRE
El hombre y la sociedad de consumo
ante el «juicio del Evangelio» 24 págs.
JAVIER OSES
Profetismo e Institución
en la Iglesia 24 págs.
LUIS GONZÁLEZ-CARVAJAL
Cristianos de presencia
y cristianos de mediación 24 págs.
JON SOBRINO
Compañeros de Jesús.
El asesinato-martirio
de los jesuítas salvadoreños 48 págs.
JOSÉ ANTONIO PAGÓLA
La Eucaristía, experiencia
de amor y de justicia 24 págs.
EDUARDO LÓPEZ AZPITARTE
La moral cristiana. Sus fundamentos
para la realización humana 32 págs.
JOSÉ IGNACIO GONZÁLEZ FAUS
La experiencia espiritual
de los Ejercicios de San Ignacio 32 págs.
KARL RAHNER
Palabras de Ignacio de Loyola
a un jesuíta de hoy 40 págs.
En 1979, la Editorial Sal Terrae publicó un bellísimo libro
(actualmente ya agotado) sobre Ignacio de Loyola, con el texto
de Karl Rahner que ofrecemos en estas páginas, una breve
biografía del santo, escrita por el P. Paul Imhof, y 52 fotografías
en color a cargo del renombrado Helmuth Nils Loóse.

Dadas las características del libro, especialmente su ele-


vado precio, la obra no ha estado realmente al alcance de cual-
quier bolsillo. Por eso, y en atención al excepcional valor del
texto de Karl Rahner, Palabras de Ignacio de Loyola a un jesuita
de hoy, nos hemos creído casi obligados (al comienzo de este
V Centenario del nacimiento del fundador de la Compañía de
Jesús) a hacer absolutamente asequibles a todos estas brillan-
tes páginas, escritas con todo el saber, el aliento espiritual y el
amor a la Iglesia y a la Compañía de Jesús de que dio sobradas
muestras el ya fallecido P. Rahner, cuya figura y cuyos méritos
sería ocioso resaltar ahora.

Naturalmente, son páginas dirigidas de un modo muy di-


recto a los jesuitas; pero pueden también perfectamente leerlas
y aprovecharse de ellas quienes estén interesados en conocer
un poco más de cerca la espiritualidad jesuítica y todos aquellos
que quieran disfrutar de una visión nueva, fresca y palpitante
de lo que puede ser el seguimiento de Jesús, la experiencia de
Dios, el amor a la Iglesia, el sentido del servicio desde la falta
de poder...: elementos, todos ellos, propios de cualquier es-
piritualidad cristiana digna de tal nombre.

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