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Los discípulos vienen conversando por el camino hacia Emaús: ¿De qué
hablan? Desde el punto de vista del relato, no es posible saberlo, lo
podemos suponer o hacer hipótesis a cerca de aquello
sobre lo cuál podría ser posible que fuera el tema de su
conversación.
Quizá esperaban una
estrategia mejor por parte del
Maestro
O de pronto, venían hablando
de sus propios riesgos. De la
necesidad de guardarse pronto
y de no seguir en la
prosecución de la causa de
Jesús.
O es posible que vinieran
discutiendo a cerca de la
verdad o falsedad del
testimonio de las mujeres que
decían que se les había
aparecido resucitado.
Camino es camino :
Lugar de conversación, de
compartir y de intercambio de
impresiones, emociones y
revelaciones.
La iniciativa es de Jesús. El
no interrumpe su diálogo.
Quiere caminar con
ellos , escucharlos y
descubrir su realidad. La
escucha es para
comprender lo que pasa en la
vida de ellos.
Aproximarse es
disponerse a conocer y sentir
de cerca la realidad del otro.
Esto implica un cambio en nuestra pedagogía pastoral. No
podemos dar respuestas sin oír las preguntas de la gente. No está bien
enseñar lo que consideramos necesario sin oír lo que está en el corazón
del interlocutor. Debemos estar atentos a las preguntas e
interrogaciones que nos hacen. Las respuestas dependen de
las preguntas.
Tenemos que conocer a nuestra gente – Hech 18, 24-28 –
conocer sus contextos, su realidad:
Al estar cerca de la aldea a la cual iban se nota que los discípul@s han abierto su
corazón, su sensibilidad se ha despertado, el peregrino ya no es un extraño,
crece la confianza en Él y lo invitan para quedarse con ellos, para entrar a su casa.
Practicar la hospitalidad para quien ya es un amigo.
Mientras ambos discípulos escuchaban con emoción las explicaciones
sabias del Maestro, algo cambiaba en su interior. Estaban
acogiendo palabras de vida eterna, pero sin ser conscientes de ello. Lo
habían escuchado tantas veces y, sin embargo, todavía no lo
reconocían … Todavía la tristeza y el desconcierto no se habían
disipado del todo. Pero ya ardía su corazón y comenzaba a resucitar la
Un efecto tuvieron las
palabras de Jesús.
Dejaron de
considerarlo un
extraño. Lo invitaron a
quedarse con ellos. Tan
solo para evitarle el
peligro de la oscuridad?
No se lo pedían además
porque no querían perder
su compañía? Se había
ganado su confianza y su
admiración como maestro
en la explicación de las
escrituras.
La palabra de los viajeros
es, en primer lugar, una
invitación a Jesús.
Pero en el fondo se
convierte en una súplica
apremiante; es una
oración: Jesús
debe quedarse. En
este momento alcanza
la narración su
verdadero punto
culminante y gira
sobre su eje central.
Es necesario que le digamos a Jesús que se quede con nosotros, porque
atardece,
En el atardecer no todo es claridad, la oscuridad empieza a entrar y entonces
necesitamos claridad, luz, para ver. ¡Quédate con nosotros porque nos hemos
sentido consolados y fortalecidos por Ti, no queremos que sigas de largo!
Es preciso que tu persona, tu mensaje y tu Proyecto de Vida Plena
habiten en nuestros corazones, en nuestras casas.
Que Jesús se quede con nosotros para tener Vida Plena y
Abundante esto significa crecer, realizarnos, avanzar hacia la
felicidad para la que fuimos creados. Por esto la salvación no está
en la cruz sino en el seguimiento de Jesús.
Qué Jesús se quede
con nosotros es
precisamente la condición
que nos puede devolver
la felicidad a pesar de
todo. La alegría de ser lo
que somos, de vivir como
vivimos, de anunciar lo
que anunciamos, es una
condición que hará que
otros quieran hacer la
misma experiencia y
unirse a nosotros para
compartir nuestra
felicidad.
Quédate con nosotros Señor,
porque necesitamos de tu gratuidad
para no olvidarte.
Quédate con nosotros Señor,
porque somos débiles y solo tu
fuerza nos sostiene y fortalece.
Quédate con nosotros Señor,
porque eres nuestra luz y sin ti todo es
oscuridad.
Quédate con nosotros Señor,
para conocer tu voluntad, para
comprometerme con tu Reino de Vida
Plena y Abundante.
Quédate con nosotros Señor,
para oír tu voz y seguirte en el discipulado
y la misión.
Quédate con nosotros Señor,
porque eres Vida Plena y
Nuestro Dios es fina lluvia que calma nuestra sed. Es calor que
necesita nuestra piel. Es luz que ansía nuestros ojos. Es felicidad
que creó a la persona humana para hacerla participe de ella. Es pura
gratuidad que no espera respuesta, solo anhela que su regalo haga
feliz al otro. No hay precios que pagar, no hay expiaciones que calmar
pero si, iluminados, amados, llamados, atraídos, sanados, liberados,
esperados y abrazados.
SABER CREAR FRATERNIDAD EXIGE humanizar
nuestra humanidad practicando la proximidad, la samaritanidad. Es
sentirnos hermanos en igualdad de condiciones. Es tomar a los demás
en serio “para ser la hermandad de todos”
“Y entró para quedarse ” Luc 24, 29b
Hay visitas que no solo son gratas, sino deseables; son personas a
las cuales nos encanta recibir. Y cuando se van, sentimos un poco
de nostalgia y quisiéramos volverlas a encontrar pronto.
Visitar a alguien, entrar en su
casa, es sentir deseos de verle, de
hablar con el o ella, de saber de su vida
y contarles la nuestra. Cuando
visitamos hay muchas cosas nuevas
que nos vienen y muchas nuestras que
entregamos. Por ello la visita es un
motivo de alegría y una ocasión para el
encuentro cercano.
Los discípulos acogen la visita de Jesús sin saber todavía quién era,
simplemente:
La fluidez y espontaneidad de su comunicación,
La discreción de su presencia
Y la escucha atenta de sus comentarios, les llevó a confiar en Él.
Y una visita, es un acto de confianza , entramos a la casa a
quienes sabemos que no van a traicionar la confianza que les estamos
brindando. La visita es un acto gratuito, debemos aprender a
disfrutar de visitar y ser visitados.
El oikos, la casa que fue el modelo
privilegiado de las comunidades
primitivas para vivir la experiencia de
seguimiento de Jesús. El
cristianismo no se inició como una
religión del templo sino como una
confesión de fe en torno a la casa.
Y la casa significa el hogar, la
familia, la cercanía, la amistad.
El carácter familiar del cristianismo primitivo, nos
hace pensar en la necesidad de SUSTITUIR
el modelo del templo centrado en el culto y
el sacrificio
modelo conventual centrado en el
reglamento y el horario.
Por el modelo de la casa centrado en las
relaciones de amor y de cariño mutuos. Volver a la
casa de la fe para disfrutar en ella juntos.
Jesús entró. Así también en
este día Jesús quiere entrar en
tu casa, la casa de tu vida, de
tus anhelos, de tus ilusiones y
esperanzas. La casa de la
profundidad de tu corazón. Y
no solamente entra, sino que
entra para quedarse. Ha
venido a quedarse en tu casa, y
allí, en ese quedarse, en ese
compartir contigo, se quedó
para siempre en la fracción del
pan, en la comida fraterna, en
el compartir de lo que se es y
de lo que se tiene.
SABER CONSTRUIR AMISTAD lleva a pensar en voz
alta frente al otro, a ejercer con libertad de familia la
corresponsabilidad, generar rupturas, provocar conflictos cuando la
verdad lo exige. No es dar lecciones, es estar cerca del sufrimiento y
de la esperanza del pueblo por la causa del Reino, por el Evangelio.
“Es aprender a esperar, a contramano de tanta decepción”.
“ Estando recostado a la mesa, toma el pan, pronunció la
bendición, lo partió y lo compartió ” Luc. 24, 30
No es un pan cualquiera, sino un
pan tomado, bendecido,
partido y repartido. Un pan
para la vida del mundo pues
hace que sus seguidores antes de
morder a los otros nos dejemos
comer por ellos.
Seamos como El un pan que se
parte y se reparte en bien de los que
sufren, de los que esperan nuestra
comprensión y ayuda.
Seamos seres para los demás, seres
que entregan la propia persona y la
propia vida en el servicio a los
demás. Luc 29,12 – Luc 9,16.
El pan partido es signo de su muerte en la cruz, el pan
compartido es signo de su resurrección, de su triunfo sobre
la muerte y el egoísmo que encierra toda condición humana.
Comer no es solo un acto biológico, es un acto de compartir lo que
somos y lo que tenemos. La comida común no se comparte con
todo mundo, generalmente comemos con la familia y con los
amigos, ese es el sentido de la comensalidad.
Mat. 14,13-31; Luc 9, 10-17; Mc 6,30-42; Jn 6,1-71; DA 158
Los humildes y sencillos disfrutan de la comensalidad, por ello,
cuando invitan a alguien, tiran la casa por la ventana, se gastan todo lo
que tienen, pero sonríen con emoción cuando ven que el invitado no
solo se come todo lo que se le ha servido, sino que, además, es capaz de
repetir. Entonces, hemos tenido un éxito, estamos haciendo feliz al
comensal.
Las comidas fraternas de
familia en nuestros medios, esas
ollas de sancochos
descomunales, de parrilladas en
torno a las cuales se canta, se
cuentan chistes y se traen
recuerdos gratos del pasado, son
una expresión de la
sacramentalidad de la comida
común. Son signo de la
fraternidad que se acrecienta,
del compartir que unifica y crea
mayor comunión en el amor.
Invitarnos a comer es sentir que
podemos participar de lo común
a todos y disfrutarlo juntos.
“Que este cuerpo inmolado y esta sangre sacrificada por los
hombres nos alimente también para dar nuestro cuerpo y nuestra
sangre y como Cristo, no para sí, sino para dar frutos de justicia y
de paz a nuestro pueblo” En este momento suenan los disparos …
Mons. Oscar Romero 24-03-1980
SABER CELEBRAR nos lleva a compartir lo que somos y lo que
tenemos, a partir y repartir el pan para mitigar el hambre de pan, el hambre de
Dios. Es compartir el pan de la vida, de la palabra, el pan de la historia. El
celebrar es lo que da sentido a la mesa como lugar de encuentro, de
recreación, de reencantamiento. Aquí está todo el sentido de la mesa: salir de
nosotros mismos para el bien de los demás.
Saber convertir el aula en una mesa donde se parte y comparte el
pan de la ciencia y el Proyecto de Nuestro Dios, donde se comparte el pan de
la vida plena, digna en misericordia, en justicia, dignidad y paz.
“ Sus ojos sin embargo estaban como vendados, incapaces
de reconocerlo” Luc 24, 16
Saber terminar, saber dejar huella, saber estar presente de otra manera,
saber poner cimientos, no querer entregar todo “os conviene que yo me
vaya” saber no agotar la verdad y no adelantarla, no cortar su mirada
trascendente. Creer en ellos como personas, tenerles confianza.
Lc 24, 32-35
“Creer contra toda esperanza” Rom. 4,18
El relato de Emaus
justifica por qué la
Iglesia, por la fuerza
reconciliadora del
Espíritu, está edificada en
la Palabra de Dios y en la
Eucaristía.
Somos discípul@s de Jesús y su Proyecto de Vida Plena
porque no contemporizamos con la desigualdad, la mentira, la hipocresía, la
envidia, la violencia, el egoísmo, todo lo contrario al Reino predicado
por Jesús, es decir el anti-reino.