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IMPORTANCIA DE LOS ALIMENTOS RICOS EN ANTIOXIDANTES EN

LA PROTECCIÓN DE LA SALUD HUMANA

Las frutas y las verduras constituyen la principal fuente de antioxidantes dietarios. Entre
las primeras destacan los berries (arándanos, moras, frutillas y frambuesas), ciruelas,
manzanas, granadas y pomelos. Entre las verduras que más concentran antioxidantes se
encuentran las espinacas, bruselas, brócoli y pimientos.

El consumo de jugos “frescos” de algunos de dichos alimentos, la ingesta de ciertos


cereales, nueces, almendras, o el de brebajes como té verde, café, y en menor grado té
negro, constituye una forma adicional de incorporar antioxidantes al organismo. Si bien el
vino tinto también constituye una muy buena fuente de antioxidantes, su consumo debe
ser muy limitado en atención a que su ingesta supone un consumo obligado de alcohol,
con los consiguientes problemas que a ello pueda suponer.

Desde un punto de vista nutricional, el consumo de alimentos ricos en antioxidantes es


actualmente considerado una de las formas más efectivas para reducir el riesgo relativo
de desarrollo y/o muerte por enfermedades crónicas no-transmisibles. Entre tales
enfermedades se encuentran las cardiovasculares (ej. arterosclerosis), las tumorales (ej.
cáncer colónico), la diabetes y algunas enfermedades de naturaleza neurodegenerativas
(ej. Alzheimer, Parkinson). En la actualidad, la evidencia científicas más recientes revela
que mientras mayor el consumo de alimentos ricos en antioxidantes, menor es la
probabilidad de sufrir patologías crónicas como las referidas. De acuerdo a diversos
estudios epidemiológicos, poblaciones que presentan un alto consumo de frutas y
verduras exhiben, relativo a poblaciones que tienen un bajo consumo de dichos
alimentos, un riesgo notablemente menor de desarrollar algunas de las patologías
anteriormente referidas. De acuerdo a diversas agencias internacionales, un alto consumo
de frutas y verduras esta claramente asociado con una menor prevalencia de cáncer
esofágico, pulmonar, gástrico y colono-rectal. A su vez, se considera que existe evidencia
“convincente” de que tal hábito de consumo esta asociado a una significativamente
menor tasa de mortalidad por enfermedades cardiovasculares. Por ejemplo, en un estudio
realizado en Finlandia sobre una población de hombres de mediana edad, se observó que
a lo largo de un período de 15 años de seguimiento, el grupo (quintil) de individuos que
consumió frutas, berries y hortalizas en el rango de 298 a 408 g por día acumuló una tasa
de mortalidad (por causas tanto cardiovasculares como tumorales) menor al 50% de
aquella presentada por el grupo cuyo consumo fue inferior a 133 g por día. Tales
resultados son coherentes con el impulso que diversas agencias internacionales de salud
y/o alimentación (OMS, OPS, FAO) han dado a la recomendación de ingerir 5 o más
porciones de frutas y hortalizas por día.

Si bien las frutas y las verduras constituyen una excelente fuente de micronutrientes
(como vitaminas y micro- y macro-minerales) y de fibras (solubles e insolubles), los
beneficios para la salud asociados a su mayor consumo son atribuidos, en forma
significativa, a la abundante presencia en éstos alimentos de un grupo de compuestos
reconocidamente activos como antioxidantes. Desde un punto de vista nutricional es
posible distinguir entre aquellos antioxidantes que son “nutricionalmente esenciales”,
como el ácido ascórbico, los tocoferoles y algunos carotenos, y aquellos antioxidantes que
no lo son, mayoritariamente representados por los polifenoles (los que incluyen a los
flavonoides y a los compuestos no-flavonoideos). La hipótesis prevalente que vincula un
mayor consumo de frutas y verduras con un efecto “protector de la salud” reside en el
postulado de que “la ingesta continua” de los compuestos antioxidantes presentes en
dichos alimentos contribuiría en forma sustancial a la defensa antioxidante contra el
estrés oxidativo que, de otra manera conduciría al desarrollo de las enfermedades
crónicas ya mencionadas. Como se sabe, el estrés oxidativo es generado cuando la
defensa antioxidante del organismo (definida en gran medida por la ingesta de alimentos
ricos en antioxidantes) es superada por la capacidad del organismo para generar radicales
libres y otras especies reactivas capaces de promover la oxidación de ciertas
macromoléculas biológicas (ácidos nucleicos, proteínas y lípidos). En efecto, el daño
oxidativo a tales macromoléculas, cuando es intenso y sostenido, compromete el correcto
funcionamiento de nuestras células y por ende, de nuestro organismo.

Cabe destacar, sin embargo, que la “protección” asociada a una mayor ingesta de
alimentos ricos en antioxidantes demanda que el consumo de éstos sea habitual (diario en
lo posible), abundante, superior a 400 g/día, y variado en cuanto a su composición.

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