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Aula Invertida
Aula Invertida
La instrucción se traslada a casa y la práctica, a clase. ¿Te atreves a dar la vuelta a tu clase?
Flipped Classroom, Inverted Classroom o aula invertida, como también se conoce en castellano, es
definida por Raúl Santiago Campión, de la Universidad de la Rioja, como:
“un modelo pedagógico que transfiere el trabajo de determinados procesos de aprendizaje que
habitualmente se producen en el aula; los sacamos fuera del aula y utilizamos el tiempo de clase
para explotar al máximo el proceso de aprendizaje del alumno”
El objetivo es aprovechar el tiempo en clase para que los estudiantes apliquen los conceptos y
contenidos a los que han accedido previamente, así como promover un aprendizaje activo que
permita que el alumno desarrolle los pensamientos crítico y analítico.
Aula Invertida podría no ser, por tanto, una metodología educativa, sino un modelo pedagógico
que puede desarrollarse mediante la aplicación de diferentes metodologías, tales como la
Instrucción entre Pares, el Aprendizaje Basado en Problemas o el Aprendizaje Basado en
Proyectos.
En 1956, el psicólogo cognitivo Benjamín Bloom dio a conocer su famosa Taxonomía de los
Objetivos de la Educación, popularmente conocida como Taxonomía de Bloom, una categorización
ideada para clasificar los objetivos de aprendizaje en niveles. La clasificación de Bloom comprendía
tres esferas de aprendizaje: cognitiva, afectiva y psicomotora. Sin embargo, es frecuente que al
hablar de Taxonomía de Bloom se hable en realidad de la taxonomía de las habilidades cognitivas
o taxonomía del dominio cognoscitivo.
En su marco, Bloom dividía el dominio cognitivo en seis niveles o categorías ordenados de lo más
simple y concreto a lo más complejo y abstracto: conocimiento, comprensión, aplicación, análisis,
síntesis y evaluación. Los tres primeros niveles corresponderían al pensamiento concreto, mientras
que los tres superiores caerían en el campo de los pensamientos creativo y abstracto.
¿Por qué es importante la Taxonomía de Bloom para el Aula Invertida? Cuando el alumno afronta
el trabajo previo, ejercita áreas diferentes a las incididas en clase. Así, con ese trabajo preparativo
trabajaría las tres primeras áreas (recordar, entender, aplicar), mientras que en el aula se
ejercitarían los niveles de mayor complejidad (analizar, evaluar y crear).
Al profesorado, apoyarse en la taxonomía le permite marcar objetivos específicos según qué áreas
desee tratar o potenciar, así como diseñar un plan de aprendizaje que permita a cada estudiante ir
avanzando desde la base hacia la cúspide de la pirámide. El educador se transforma en guía del
proceso de aprendizaje, mientras que el alumno se convierte en el centro del mismo, asumiendo
un papel necesariamente activo.
Elizabeth Millard señala 5 razones por las que usar Inverted classroom:
Este modelo pedagógico requiere del alumnado una participación activa, pues debe hacerse
(co)responsable de su aprendizaje. Este compromiso es posible gracias a un mayor grado de
motivación justificado, entre otros factores, por la expectativa de enfrentarse a algo nuevo y por la
entrada de las TIC en el aula, herramienta con la que las nuevas generaciones gozan de un alto
nivel de familiarización.
Otro aspecto a destacar es que los alumnos se marcan su propio ritmo de aprendizaje gracias a la
posibilidad de volver a visualizar o consultar el material facilitado por el maestro. Con ello,
aprenden a identificar sus propias necesidades.
Los profesores de una misma área pueden crear una base conjunta de material para instrucción
previa (vídeo, presentaciones, podcasts, etc.), lo que facilita una mayor flexibilidad a la hora de
diseñar la estrategia dentro del aula, adaptándola a las necesidades específicas de ese grupo
concreto de estudiantes.
El tiempo de clase es utilizado para que el alumno piense y reflexione en torno a los contenidos,
trabajo cognitivo potenciado por el intercambio con otros compañeros.