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José Carlos Mariátegui La Chira nació en Moquegua, 14 de Junio de 1894 y murió en Lima,
16 de Abril de 1930) Ensayista peruano, uno de los pensadores más influyentes en el ámbito
de la reflexión sobre la cultura y sociedad de el Perú. Destacado activista político, fue
además el fundador del Partido Socialista Marxista Peruano.
Su madre, Amalia La Chira, se había casado con Javier Francisco Mariátegui en 1882, en el
pueblo de Sayán, de donde ella era originaria. Poco después fue abandonada por su marido,
quien la dejó a cargo de los tres hijos del matrimonio. Cuando la familia se instaló en Lima,
José del Carmen Eliseo cambió su nombre por el de José Carlos. Durante una estancia en
Huacho, Mariátegui sufrió un accidente que dañó su rodilla izquierda y, aunque fue tratado
en la Maisón de Santé de Lima, perteneciente a la Beneficencia Francesa, finalmente quedó
cojo, lo que le obligó a abandonar sus estudios escolares. Durante su convalecencia inició su
formación autodidacta con su madre y su hermana mayor.
Para contribuir al sostén de la familia entró a trabajar en el diario La Prensa como ayudante
en los talleres de linotipia y fue ascendiendo lentamente dentro del periódico. Su deseo de
incorporarse al grupo de redactores lo motivó a publicar en 1911 un artículo sin
autorización, pero a principios de 1914, tras un duro período de aprendizaje periodístico,
comenzó a escribir regularmente como redactor con el seudónimo de Juan Croniqueur. Más
adelante colaboraría en diferentes revistas sociales e hípicas como Mundo Limeño, Lulú, El
Turf, Vesperal y Alma Latina.
Su amistad con Abraham Valdelomar le permitió entrar a formar parte del entorno del
grupo Colónida. Además de sus crónicas periodísticas, escribió cuentos, poemas y dos obras
teatrales, tituladas Las Tapadas y La Mariscala, escritas en colaboración con Julio de la Paz
y Abraham Valdelomar, respectivamente, que no recibieron buenos comentarios de la
crítica.
A mediados de 1916 pasó al diario El Tiempo para realizar la crónica parlamentaria, lo cual
le permitió conocer la política de su época desde dentro. Sin embargo, mantuvo algunas de
sus actitudes decadentistas, las cuales motivarían un escándalo en noviembre de 1917,
cuando, acompañado de la bailarina suizo-argentina Norka Rouskaya y de un grupo de
escritores, se introdujeron a medianoche en el cementerio de Lima para ver danzar a la
bailarina la Marcha Fúnebre de Chopin.
Durante 1918, bajo la influencia de la revolución rusa, la prédica del presidente
norteamericano Wilson, la revista España de Luis Araquistain y de las ideas de Víctor
Maúrtua, Mariátegui se adhiere al socialismo y lanza la revista Nuestra Época, dirigida por
él mismo y por César Falcón, de la que sólo vieron la luz dos números, debido a la publicación
de un artículo antimilitarista que motivó un ataque callejero a un grupo de oficiales. Junto
a otros intelectuales y algunos obreros, fundó el Comité de Propaganda y Organización
Socialista, que tuvo muy corta vida debido a divergencias internas. Por el mismo motivo
abandonó diario El Tiempo a principios de 1919 y fundó La Razón. Codirigido con César
Falcón, dicho periódico apoyó la lucha obrera y la reforma universitaria.
Tras el golpe de Estado de Augusto Leguía (4 de julio de 1919), su línea periodística fue de
radical oposición al régimen, motivo por el cual la Imprenta Arzobispal se negó a continuar
editando el diario. En este estado de cosas, el gobierno de Leguía ofreció becas para viajar
a Europa, así que Mariátegui partió hacia Italia y César Falcón hacia España.
Cuando Víctor Raúl Haya de la Torre fue deportado como consecuencia de las protestas del
23 mayo de 1923 contra la Consagración del Perú al Corazón de Jesús, Mariátegui asumió la
dirección de la revista Claridad, dándole una nueva orientación, e impulsó la creación de la
Editorial Obrera Claridad con el fin de publicar y difundir las nuevas ideas. Todas estas
actividades se vieron afectadas en mayo de 1924 por una crisis de su enfermedad infantil
que le obligó a la amputación de su pierna derecha, condenándolo a usar una silla de ruedas
por el resto de su vida.
En abril de 1928 se produjo la ruptura entre Mariátegui y Haya de la Torre por las
discrepancias con respecto a la organización de la APRA. Mariátegui denunció la ruptura
unilateral de la política de frente único por la de partido único, y la práctica política basada
en "el bluff y la mentira" propia de la política civilista. En este contexto, Mariátegui tomó
contacto con la Secretaría Sindical de la Tercera Internacional y envió delegados al IV
Congreso de la Sindical Roja o Profintern en Moscú y al Congreso de los Países Orientales en
Bakú. Con ello se iniciaron los vínculos de Mariátegui y sus colaboradores con la Tercera
Internacional.
Acorde con la nueva situación, la revista Amauta se define socialista en setiembre de 1928.
Semanas después, el 8 de octubre se funda el Partido Socialista y Mariátegui es elegido
Secretario General. El nombre del partido no estaba acorde con los requisitos solicitados
por la Tercera Internacional para ser reconocidos como su sección peruana, lo cual dio lugar
a una serie de presiones para cambiar dicho nombre por el de Partido Comunista. A fines de
1928 publica sus Siete Ensayos de Interpretación de la Realidad Peruana, uno de los libros
más lúcidos escritos sobre los problemas del Perú. La alternativa planteada por Mariátegui
se basa en una interpretación marxista de la realidad peruana, aunque heterodoxa dentro
del dogma comunista de la época.
Inició además, a través de la edición del quincenario Labor, que apareció en noviembre de
1928, una campaña pro fundación de la Confederación General de Trabajadores del Perú
(CGTP), cuyo Comité Organizador se creó en mayo de 1929. Al mismo tiempo envió
delegados al Congreso Constituyente de la Confederación Sindical Latinoamericana de
Montevideo y a la Primera Conferencia Comunista Latinoamericana de Buenos Aires. Allí se
manifestaron abiertamente las discrepancias entre las tesis peruanas y las del Buró
Sudamericano de la Tercera Internacional. Sin embargo, Mariátegui fue elegido miembro
del Consejo General de la Liga Antimperialista, organismo impulsada por la Tercera
Internacional.
En setiembre de 1929 la casa de Mariátegui fue allanada nuevamente, esta vez tras la
denuncia de un supuesto "complot judío". El quincenario Labor fue clausurado y ya no
aparecería más. Mariátegui decidió entonces viajar a Buenos Aires. Buscó el apoyo del
escritor argentino Samuel Glusberg y del peruano Luis Alberto Sánchez, que en ese entonces
se hallaba en Chile. Propició el ingreso de Eudocio Ravines, exiliado peruano en Europa, para
que se ocupase de la Secretaría General del Partido Socialista.
Sus ideas en esta etapa tienen dos claros referentes doctrinarios: el materialismo histórico
y el socialismo marxista; con ellos articuló de manera sólida y coherente una visión del Perú
que hasta hoy sigue siendo referencia obligada. En ese sentido, uno de sus libros más
difundidos, Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana (1928), representa un
auténtico paradigma de análisis político, social y cultural, y coloca a Mariátegui como
iniciador del ensayo como materia y estructura en la literatura nacional.
En el primer ensayo de los contenidos en dicha obra, se estudia brevemente la evolución de
la economía peruana, subrayando la influencia negativa que para el desarrollo de la
economía capitalista en el Perú ejerce el régimen feudal imperante. En el segundo se ocupa
del problema del indio y propugna un nuevo planteamiento que lo vincule al de la propiedad
de la tierra. El régimen de propiedad agraria es el tema del tercer ensayo. En él se hace un
profundo y minucioso examen de la situación de la economía agrícola en las diversas
regiones del Perú y de los problemas jurídicos y sociales ligados a ella. El cuarto, titulado "El
Proceso de la Instrucción Pública", constituye una contribución al análisis de los problemas
que plantea la educación peruana, desde la perspectiva del socialismo.
En efecto, Mariátegui rebasó las fronteras del historicismo positivista y los límites que
imponía el marxismo al arte, y al mismo tiempo concibió la literatura como un fenómeno
estético, histórico y social. Asimismo, es valiosa su periodización de la literatura peruana en
tres fases: colonial, cosmopolita y nacional. Fue por tanto un agudo crítico de la cultura de
su tiempo y mantuvo siempre una sensibilidad despierta y entusiasta ante las nuevas formas
artísticas surgidas entre las décadas de 1920 y 1930. Su prematura muerte truncó su obra.