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Atendiendo el llamado de nuestro obispo, Monseñor Héctor Gutiérrez Pabón, para gestar
pequeñas comunidades en los barrios de nuestra Diócesis, “arraigadas en la Palabra y
en la práctica misericordiosa de Jesucristo”, el Equipo Diocesano de Pequeñas
Comunidades, ha puesto en marcha este propósito, inspirados en la experiencia fundante
de la primera comunidad apostólica y las pequeñas comunidades gestadas por San
Pablo, evangelizador urbano por excelencia, durante su recorrido misionero por Corinto,
Tesalónica, Éfeso y otras ciudades de la antigua Asia.
Los invito a que asumamos el reto de la comunicación por este medio, para consolidarnos
como una comunidad de comunidades fraternas y misioneras. Bienvenidos discípulos
animadores. Bienvenidas pequeñas comunidades.
La cosa comenzó por allá en el año 1997, cuando el equipo de trabajo pastoral de la
entonces Zona Pastoral de la Sagrada Eucaristía (EZAP) entregó a la Arquidiócesis de
Bogotá el documento sobre el discernimiento sinodal. En esta reflexión el equipo
proponía que para responder a los reclamos y peticiones de la ciudad era necesario que
la Iglesia hiciera una opción misionera. La estrategia más apropiada sería conformar
pequeñas comunidades, para promover la vivencia de la fe y dar testimonio de fraternidad
y misericordia.
Los trabajos del Sínodo Arquidiocesano concluyeron un año después, en 1998, cuando
se publicaron las declaraciones sinodales. Estas fueron acogidas con entusiasmo por
unos y con escepticismo por otros. Como dice el Evangelio: “El Sembrador regó la semilla
y cayó en diferentes terrenos” (Mt 13, 1-9). La propuesta del Sínodo, recogió el sentir de
varios actores pastorales de la ciudad en esta época y como respuesta permanente al
reclamo de una Iglesia, que aparecía diluida en la ciudad, encomendó a la iglesia de
Bogotá vivir en pequeñas comunidades la fe, para mostrar un estilo más evangélico
basado en la caridad, señal por la cual debemos ser identificados.
Para algunos el Plan global era eso: una especie de globo que volaba demasiado alto y
era imposible de alcanzar; otro más intrépido diría que la solución era conseguir una
cauchera, reventarlo y hacerlo aterrizar.
Para fortuna de la Diócesis de Engativá, monseñor Octavio Ruiz Arenas, escogió una
metodología menos cruel y puso a trabajar a los párrocos y fieles de la entonces Zona
Pastoral Episcopal de la Sagrada Eucaristía.
Durante el año 2000, se realizaron diversos encuentros y trabajos con el fin de concretar
para la hoy Diócesis de Engativá un plan pastoral. Para mí, que entonces era un chico e
inexperto seminarista, esto constituyó una gran novedad: los presbíteros discutían y se
esforzaban en ponerse de acuerdo; la pastoral no era solo las celebraciones, sino todo
un esfuerzo de planeación complejo y menesteroso. Esfuerzo, trabajo, conflictos, chistes
y por encima de todo, la fraternidad alrededor de la cual se fue construyendo el Plan
zonal.
Con esta propuesta surgió una nueva discusión y problemática… ¿Cómo se hacen las
pequeñas comunidades? ¿Cuál debe ser la pedagogía y metodología a seguir? ¿Cómo
cohesionar las distintas fuerzas pastorales de la Diócesis para abordar este tema?
Ante esto, monseñor Octavio decidió proponer que en la Zona Pastoral de la Sagrada
Eucaristía, fuera diseñada una pedagogía propia para las pequeñas comunidades y se
trabajará por crear un proceso de diálogo alrededor de este tema; permitiendo además,
que las distintas opciones metodológicas, pudieran ser desarrolladas asumiendo las
directrices generales del Plan pastoral. Como la vida se manifiesta llevándonos por
caminos insospechados… monseñor Octavio fue nombrado arzobispo de Villavicencio
en el año 2002. Esto hizo que el Plan entrara en un proceso de transición.
En el año 2003, fue creada la Diócesis de Engativá, con lo que todo lo hasta ahora hecho,
tuvo que esperar la llegada de un nuevo pastor: monseñor Héctor Gutiérrez Pabón. Y
aunque por esperado no dejó de sorprender, el nuevo obispo decidió continuar con el
plan existente, desarrollando durante el 2004, un proceso de evaluación a cargo de
monseñor Fernando Villegas, vicario general de la diócesis.
En los años 2005 y 2006, se reactiva el proceso de reflexión y acople del plan pastoral,
que ahora debía ser diocesano. El núcleo de lo que fuera el Plan zonal, se retomó de
manera decidida para concretar la espiritualidad y los principios; se establecieron los
lineamientos diocesanos para las pequeñas comunidades; se construyó el horizonte
pastoral: “Hacia la Ciudad de la misericordia, más humana y más fraterna”.
“Cuando recuerdo este tiempo, me imagino cruzando una selva armado de un machete”,
recuerda el entonces vicario de pastoral Alberto Camargo. Ciertamente, fue un trabajo
dispendioso y difícil, en el que se escuchó a los fieles, se reflexionó con el clero y se
concretaron opciones fundamentales que llegaron a ser definitivas.
Si hablo de grandes opciones tendré que señalarlas:
La primera gran opción son las personas. La Iglesia no son ladrillos ni estructuras de
concreto. Lo importante es formar discípulos misioneros que sean Cristo amando y
sirviendo, haciendo florecer el reino de la paz y la justicia. Esta opción resulta
especialmente complicada para algunos que al estilo de Herodes, quieren afianzar su
hegemonía, ven el poder como medio de supervivencia. Ante esto, el Evangelio nos invita
a defender con valentía la Palabra encarnada, que florece en cada discípulo (Jn 1, 11-
14).
Una segunda gran opción fue por el contexto. La pastoral se realiza en la ciudad y para
la ciudad. Esta ciudad que le duele a Dios y por la cual llora; esta ciudad en la que habita
escondido y no lo vemos… La gran novedad que introdujo la diócesis en el discurso
pastoral, fue la reflexión sobre la “urbe”, ¡La pastoral debe ser urbana! Y esta novedad,
sin duda, ha ido generando inesperadas revelaciones en nuestro quehacer como: que no
somos nosotros los que tenemos a Dios sino que Dios está en la ciudad y nos invita a
ponernos de su parte; existen muchos territorios y subjetividades y urge proponer nuevas
formas de comunicación. Sin embargo, la ciudad para algunos profetas rebeldes como
Jonás, sigue siendo un lugar digno de castigo y destrucción. Razón que hizo
especialmente difícil la consecución de acuerdos.
Una tercera gran opción, fue concretar la espiritualidad samaritana. ¿Cómo podríamos
imaginarnos que un pontífice como Francisco, unos años después hablara de lo mismo?
Pero ¡así fue! Una opción por la Iglesia samaritana compasiva y misericordiosa, que
siente entrañablemente el sufrimiento de los más pequeños y que es capaz de ponerse
del lado de las víctimas y los marginados. La Iglesia herida, ciertamente, pero capaz de
sanar, solidaria en el dolor y madre que alimenta y da refugio. Esta visión, tiene su
problemática para algunos escribas y fariseos partidarios de la ley, que consideran que
es importante conservar los principios y hacer un esfuerzo mayor en la doctrina. Ante
esto, la Palabra del Señor siempre nos ha iluminado: “Cuidad lo uno sin descuidar lo otro”
“Misericordia quiero y no sacrificios” (Mt 9, 10-13).
La cuarta gran opción que se consiguió en este tiempo fue la de entender que la Iglesia
debe hacer misión. El fin de la evangelización es la misión, anunciar a Jesús muerto y
resucitado. Claro está, el anuncio no pueden ser meras palabras desprovistas de las
obras, más bien como dice Santiago en su carta ¡Fe viva! O sea, las palabras y las obras
son el testimonio convincente (St 2, 14-26). Esta opción genera desacomodamiento y
reta el centralismo y la visión de algunos sumos sacerdotes, preocupados por el culto,
que pretenden reducir la experiencia de Dios al confort del templo y la piedad popular.
Una vez más resuena en los oídos la Palabra del Señor: “Vayan y hagan discípulos míos,
enseñándoles a guardar lo que yo les he enseñado” (Mt 28, 19-20).
Un fruto jugoso que seguimos degustando de todo este proceso, fue el documento
llamado: Líneas pastorales para la formación de pequeñas comunidades samaritanas y
misioneras en la ciudad, publicado en 2007. Las pequeñas comunidades deberán aplicar
estos principios y ser fuente auténtica de espiritualidad. La matriz pedagógica, resultado
de este esfuerzo de análisis, será la que gestará unos años más tarde, la ruta pedagógica
de las pequeñas comunidades. Sí, desde entonces sabemos que las pequeñas
comunidades tienen dos adjetivos importantes y definitivos: son samaritanas y
misioneras.
Como debía ser que el que impulsara esta iniciativa fuera el clero, de 2007 a 2009 se
realizaron debates, congresos y reflexiones para generar una conversión epistemológica
que llevara a la asunción del horizonte pastoral. Por otra parte, los fieles fueron orientados
desde la escuela bíblica diocesana. Este tiempo fue de especial complejidad, casi de
confusión, se hicieron modelos y pruebas como en un tubo de ensayo. Ciertamente como
a todo científico loco, el tubo de ensayo estalló en varias ocasiones. Pero lo fundamental
se conservó, nunca se perdió el horizonte. Tras cada discusión, debate y reflexión las
cosas iban siendo concretadas.
2010 presentó el reto de la elaboración del Plan pastoral samaritano, concreción de todo
este proceso. Después de todo el esfuerzo realizado en los años anteriores, en el 2011
es entregado este plan. El referente teológico-pastoral presentado, tiene a las pequeñas
comunidades samaritanas y misioneras en su centro. Estas serán discípulas de la
misericordia, verdaderas células que renuevan el tejido eclesial y la vida de las
parroquias, al servicio de los pobres y necesitados.
Estas comunidades, aunque son el espacio vital del Plan pastoral, no son un fin en sí
mismas, sino una mediación para que la iglesia diocesana, impregne las estructuras
sociales y políticas con un testimonio coherente. Las pequeñas comunidades son la
estrategia para incursionar en la ciudad, con los mismos sentimientos de Cristo. Así son
samaritanas y misioneras.
Desde que nos fue entregado, el proceso de operativización del Plan ha sido arduo. El
vicario de pastoral Luis Eduardo Sánchez y su equipo, ha conseguido en medio de fatigas
estructurar la diócesis en campos, ámbitos y niveles de pastoral, buscando la manera
más adecuada de direccionar la acción pastoral, desde los sentidos del Plan samaritano.
Poco a poco los esfuerzos van dando frutos. Las pequeñas comunidades como espacio
vital debían ser una realidad. Por eso, el diseño de la ruta pedagógica ocupó un tiempo
relevante de esta última etapa. El primer esfuerzo realizado nos permitió conseguir
resultados. Teniendo la matriz pedagógica y los sentidos pastorales, el producto final ha
venido a ser como un pan calientito y delicioso que todos queremos probar. Con el pasar
de los años podemos mirar que, aquello que inició como una obra buena, Dios la sigue
llevando hacia un feliz término.
No ha sido nada sencillo y como dice una propaganda: “todo lo bueno necesita tiempo”.
Las pequeñas comunidades no surgen de la nada, necesitan auténticos discípulos
samaritanos y misioneros. Por eso, la Escuela diocesana del discipulado samaritano es
creada como herramienta en función del sueño diocesano. Desde 2013, la escuela se ha
ido gestando y tras un esfuerzo intenso, hoy tenemos la primera promoción de candidatos
que iniciara el programa bandera como animadores de pequeñas comunidades
samaritanas y misioneras.
En alguna ocasión escuché las palabras inspiradoras del señor obispo en una visita
pastoral, él decía: “Mientras aún tenemos tiempo, trabajemos por construir un mundo sin
guerra, donde la violencia sea solo un mal recuerdo; mientras aún hay tiempo hagamos
que lo niños sueñen y crezcan en medio de sonrisas; que papá y mamá se quieran con
entusiasmo; que los jóvenes jueguen y se enamoren… Mientras aún tenemos tiempo
hagamos lo que corresponde bien, démosle la cara con fe al destino y yo les aseguro que
habrá la paz que todos anhelamos”.
Es cierto, el tiempo nos va mostrando que podemos conseguir cosas pequeñas, pero
significativas. Ahora, cuando tenemos en nuestras manos esta posibilidad miremos el
futuro con realismo, pero también con heroísmo y esforcémonos todos por seguir
haciendo lo que corresponde.
Célula vital
La célula es la estructura biológica más pequeña, capaz de realizar por sí misma las tres
funciones vitales: nutrición, relación y reproducción. Todos los organismos vivos están
formados por células. Tomando esta definición del universo de la biología, podemos decir
que una pequeña comunidad es una estructura capaz de nutrir la fe, generar relaciones
humanas y fraternas y reproducir la imagen de Jesucristo, en cada uno de los creyentes.
Así, la Iglesia, entendida como un organismo vivo, debe ser conformada por estas células
vitales.
Estable
Es célula vital que de hecho ya ha probado su estabilidad, reconocimiento y aceptación
de cada uno y de los demás. Tiene sentido de pertenencia, cohesión y solidaridad; realiza
reuniones periódicas y tiene una asistencia fiel con participación activa de todos.
Orgánica
Fraternal
Los une un principio profundo, con relaciones primarias cordiales, no mediatizadas; sin
interés particular ni prejuicios; con conocimiento, intercomunicación e interacción de
todos con todos, a nivel progresivamente profundo; lo cual sólo es posible en estructuras
pequeñas, llegando a ser verdaderos hermanos en Cristo.
Son seres humanos con rostro, nombre propio e historia, con interés positivo y cálido por
todo lo que forma parte de cada individuo. Personas queridas por sí mismas, como parte
insustituibles, que se les espera en las reuniones y se les extraña en su ausencia.
Personas que buscan tener un encuentro personal y comunitario con Jesús resucitado,
que se reúnen parar escuchar su Palabra, orar al Padre Eterno y celebrar juntos la
Eucaristía.
Manifiestan interés y comunión, que va más allá de la reunión de todo grupo; actualizando
la experiencia de las comunidades cristinas primitivas, las cuales “se mantenían
constantes en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión, en la fracción del pan y en
las oraciones” (Hch 2, 42-47).
Edificándose mutuamente
Se ayudan unos a otros a crecer en todos los aspectos, mediante la exhortación mutua y
el discernimiento en comunidad, para la búsqueda de la voluntad de Dios. Dando
testimonio de lo que Dios está haciendo en ellos y manifestando la gloria de Dios con el
servicio a los otros.
Fundamentada en Cristo
La PCSyM es Cristocéntrica, es decir, es Jesús quien prevalece siempre. El Señor está
presente en cada reunión de la comunidad. “Os aseguro también que si dos de vosotros
se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, sea lo que fuere, lo conseguirán de mi
Padre que está en los cielos. Porque donde están reunidos dos o tres en mi nombre, allí
estoy yo en medio de ellos” (Mt 18, 19-20).
Escucha la Palabra
La PCSyM tiene como núcleo la Palabra de Dios. “Muchas veces y de muchas maneras,
habló Dios a nuestros padres en el pasado, por medio de los Profetas. En estos últimos
tiempos nos ha hablado por medio del hijo, a quien instituyó heredero de todo, por quien
también hizo el universo” (Hb 1, 2).
Abierta a todos
La PCSyM es incluyente. “Y les dijo: Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva
a toda la creación” (Mc 16, 15).
Misionera
La PCSyM entiende y valora su misión. “Proclamad que el Reino de Dios está cerca.
Curad enfermos, resucitad muertos, purificad leprosos, expulsad demonios. Gratis lo
recibisteis; dadlo gratis. No os procuréis oro, ni plata, ni cobre en vuestras fajas; ni alforja
para el camino, ni dos túnicas, ni sandalias ni bastón; porque el obrero merece su
sustento” (Mt 10, 7-8).
Solidaria y comprometida
La PCSyM es solidaria con sus miembros y hermanos de la comunidad parroquial.
“Entonces dijo Jesús a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí
mismo, tome su cruz y sígame” (Mt 16, 24).
De servicio
La PCSyM es esencialmente servidora. “Entonces se sentó, llamó a los doce, y les dijo:
si uno quiere ser el primero, sea el último de todos y el servidor de todos” (Mc 9, 35).
RUTA PEDAGÓGICA
1. MATRIZ PEDAGÓGICA PARA LA FORMACIÓN DE LAS PCSYM
Las líneas pastorales son el resultado del proceso de escucha que se llevó a cabo en la
Diócesis de Engativá, en el año 2006. En la construcción del horizonte propuesto, se
colocaron como centro del proyecto de la Diócesis, dentro de la diversidad de procesos
de formación de las PCSyM.
Tres componentes sobresalen como punto de apoyo, para darle significado a las líneas
pastorales, los cuales, vistos en relación lógica con la estructura de nuestro Plan pastoral,
cada una corresponde a un campo del Plan pastoral diocesano.
Las líneas orientadoras, así como los campos de pastoral, constituyen la matriz
pedagógica de las PCSyM; en ella, se gestan los pasos que uno tras otro se dan y que
integran la ruta pedagógica de la PCSyM de la Diócesis de Engativá.
A continuación presentamos los seis pasos de la ruta pedagógica, que son fruto del
proceso de reflexión.
Cuadro 2.1
Éste se reune preferiblemente cada semana, para analizar el camino de las PCSyM
parroquiales, su crecimiento y desarrollo, sus problemas y sus necesidades. Se
recomienda que uno de los animadores redacte las actas de cada reunión y consigne allí,
todos los asuntos tratados y especialmente los compromisos adquiridos ya sea entre las
comunidades o con la parroquia, a los cuales se les hará evaluación y seguimiento en la
siguiente reunión.
La convocatoria se realiza conforme a los criterios del párroco y las especificaciones que
determina la parroquia.
a. Reuniones semanales
Cada mes, se hace una celebración eucarística organizada por las PCSyM, que
conmemora en comunidad, su vivencia de amor por la Palabra de Dios.
d. Convivencia
Las PCSyM de cada parroquia, celebran anualmente una convivencia con todos sus
animadores y miembros con el fin de conocerse entre sí, integrarse con las demás
comunidades y fortalecer su sentido de pertenencia. La convivencia conlleva al
fortalecimiento de la red de PCSyM parroquiales.
e. Retiros
Las PCSyM parroquiales realizan una peregrinación anual con el fin de fortalecer la
comunión de las PCSyM con la Iglesia Universal.
Cada año, las PCSyM realizan una Asamblea General del Grupo de Comunidades, con
el fin de compartir las experiencias vividas en la comunidad de comunidades.
Durante este paso las PCSyM, coordinadas por el equipo parroquial, realizan el estudio
y análisis del contexto social parroquial, sobre el cual se cimentan los programas de
proyección social en cada una de las parroquias de la Diócesis.
El arcipreste, los párrocos y los nivelistas parroquiales de las PCSyM, integran el equipo
arciprestal de las PCSyM Este grupo es responsable de las PCSyM en cada
arciprestazgo; le compete la responsabilidad de las celebraciones arciprestales y la
consolidación de la red arciprestal.
Este equipo se reúne mensualmente, para evaluar el camino de las PCSyM en cada
parroquia, analizar las etapas de la formulación de los programas de proyección social,
el funcionamiento de la red y la Asamblea anual arciprestal de PCSyM.
Las PCSyM del arciprestazgo, se reúnen en asamblea arciprestal, con el fin de compartir
en conjunto, con las demás comunidades de las distintas parroquias, su experiencia
comunitaria parroquial, de lectura de sus contextos, del desarrollo de los proyectos
parroquiales y de comunidad de comunidades. Busca retroalimentar el proceso y
fortalecerlo en la medida de las experiencias vividas en cada parroquia.
Manual del animador de PCSyM: el cual establece los pasos y metodologías para el
desarrollo de las PCSyM diocesanas.
Teología de la PCSyM, el cual contiene los principios teológicos que orientan y guían
desde la Palabra y desde el magisterio de la Iglesia la creación y crecimiento de las
PCSyM.
Guía para la lectura del Evangelio según San Marcos, el cual contiene, las preguntas e
instrucciones para la realización de la Lectio Divina de cada perícopa del Evangelio, en
las reuniones semanales de las PCSyM.
Cada dos años, las PCSyM de la Diócesis se reúnen en asamblea, para analizar el
propósito del núcleo vital del Plan Pastoral Diocesano y examinar su caminar, conforme
a los propósitos que éste establece.
Las redes arciprestales de las PCSyM, conforman la red diocesana de PCSyM, que
integran a las comunidades con su diócesis. La red es coordinada por el equipo
diocesano.
Cuadro 2.3.3.c
2.4. Paso Cuatro: Vivencia y Crecimiento. La Espiritualidad Urbana de la
Misericordia
a. Reuniones semanales
Durante este paso, la lectura de la Palabra se hace sobre el Evangelio de Lucas. Para
guiar la lectura, el equipo diocesano de la PCSyM, facilita a los animadores la guía para
la lectura del Evangelio de Lucas.
b. Celebraciones
Durante este paso, las PCSyM, coordinadas por el equipo parroquial, realizan la ideación
y estructuración del programa de proyección social, escogido en cada una de las
parroquias de la Diócesis, con base en la etapa anterior.
Celebraciones
Celebraciones
Nuestra Ruta Pedagógica en este paso subraya el proyecto de vida de la PCSyM, veamos
las tareas y actividades que le competen en cuanto a los tres niveles: Parroquial,
Arciprestal y Diocesano.
a. Reuniones semanales
Durante este paso, la lectura de la Palabra se hace sobre el Evangelio de Mateo. Para
guiar la lectura, el equipo diocesano de PCSyM facilita a los animadores la Guía para la
lectura del Evangelio de Mateo, la que el animador debe seguir estrictamente.
b. Celebraciones
Celebraciones
Celebraciones
Cuadro 2.5.3
2.6. Paso Seis: La PCSyM Signo Visible del Amor de Dios. La Ciudad de la
Misericordia, Signo Visible del Reino De Dios
La Ruta Pedagógica en este paso resalta la imagen que la PCSyM proyecta en su camino
de madurez, veamos las tareas y compromisos según los tres niveles: Parroquial,
Arciprestal y Diocesano.
2.6.1. Nivel Parroquial
a. Reuniones semanales
Durante este paso, la lectura de la Palabra se hace sobre el Evangelio de Juan. Para
guiar la lectura, el equipo diocesano de PCSyM, facilita a los animadores la Guía para la
lectura del Evangelio de Juan.
b. Celebraciones
Durante este paso, las PCSyM, coordinadas por el equipo parroquial, realizan la
ejecución del programa de proyección social, escogido en cada una de las parroquias de
la Diócesis.
Celebraciones
Celebraciones
EL DISCÍPULO ANIMADOR
El Discípulo es un laico, titulado en el Programa de formación de animadores de PCSyM,
de la Escuela diocesana del discipulado samaritano que por mandato de su párroco,
preside, anima, guía y coordina, una PCSyM. En este sentido, actúa en nombre de la
Iglesia, como colaborador del párroco, quien lo orienta y le presta todo su apoyo en la
labor pastoral que realiza.
Construir una PCSyM por la acogida del Evangelio y la conversión a Dios vivo,
siguiendo la ruta pedagógica propuesta por la Diócesis de Engativá.
Hacer de esa PCSyM una comunidad de fe, esperanza y caridad, en la cual los
creyentes reciban, comenten y oren la Palabra de Dios y se amen los unos a los otros,
como verdaderos hermanos.
Promover en su PCSyM, el espíritu samaritano y misionero, que la mueva a salir de sí
misma; para anunciar con su vida y palabras la Buena Nueva de Jesucristo.
Procurar que los miembros de su PCSM, conociendo sus realidades estén presentes
con su testimonio, palabra y acción para hacer presente la vivencia de la misericordia.
Como auténtico servidor, tomando como ejemplo a Jesús que no vino a ser servido
sino a servir y dar su propia vida.
En comunión, de corazón y de vida con la Iglesia diocesana y su magisterio.
En obediencia a su párroco.
Buscando construir la Iglesia Diocesana, mediante el arraigo en Jesucristo, Palabra de
vida, la vida en comunión y servicio a las personas y a la sociedad.
Buscando ser él mismo, un testigo de Cristo para sus hermanos, por su vida de fe, de
oración, esperanza y caridad. El Discípulo Animador vive la misericordia:
Velando por la vida de fe de sus hermanos, invitándolos a la reflexión, meditando la
Palabra y promoviendo una participación activa en la liturgia y los sacramentos.
Animando, coordinando, presidiendo y promoviendo las distintas actividades de la
PCSyM.
Animando a los laicos de su comunidad a asumir activamente el papel de transformar,
con la fuerza del Evangelio las realidades influidas por el pecado y la injusticia.
Invitando a la PCSyM a asumir los desafíos que se presentan en el contexto.
Delegando responsabilidades, escuchando opiniones y promoviendo la participación
de todos.
Impulsando el diálogo fraterno, promoviendo el surgimiento de nuevos y más variados
servicios y servidores.
Estando atento a las orientaciones pastorales de la Diócesis y del párroco, e invitando
a su PCSyM a acogerlas. Promoviendo una adhesión permanente y de corazón de las
PCSyM, a su párroco y a su obispo.
Participando en la acción pastoral de su parroquia, conociéndose y relacionándose
personalmente con las demás comunidades de su parroquia y de la Diócesis.
SÍMBOLOS
LOGOSÍMBOLO