Dios, nuestro Padre, es un padre amoroso, fiel, misericordioso. No importa cuánto hayamos pecado. Antes de que le pidamos perdón, ya ha olvidado nuestra ofensa. No es un Dios que nos mide o juzga por el tamaño de nuestro pecado. Simplemente nos ama, con amor infinito. Y los hombres, muchas veces, llenos de orgullo, egoísmo y también de ignorancia respecto de la magnitud de ese amor, erramos por diferentes caminos buscando respuestas a los vacíos de nuestras vidas en cualquier lugar. Muchas veces nos alejamos de este amor pretendiendo que es muy difícil seguir a Dios, buscamos vivir solo satisfaciendo nuestros deseos y corremos sin saberlo hacia la miseria y la oscuridad. Sin embargo, nada puede alejarnos del amor de nuestro Padre del cielo, ningún pecado, ninguna mala intención, ningún fracaso, ningún camino equivocado, nos deja fuera de su plan de amor para nuestras vidas. Nuestro padre, nos espera, siempre con sus brazos abiertos, escudriñando el horizonte, esperando nuestro regreso. Muchas veces tenemos que experimentar profundas y dolorosas pérdidas para volver a buscar refugio en sus brazos .Y recién ahí valoramos todo lo que perdimos: la alegría de vivir bajo su amparo, el corazón gozoso que vive aferrado al amor misericordioso del Señor. Dios nos regaló la libertad de decidir, y lo hacemos todo el tiempo. Pero si no lo elegimos a Él, quedamos solos y desamparados, Perdidos en el pecado, llenos de temor y con un profundo vacío interior. Otros hombres, también orgullosos, y no menos egoístas, que permanecemos junto al Señor, le reclamamos osadamente cuando una oveja perdida regresa a su rebaño. ¿Cómo no es recompensado nuestro accionar?, ¿cómo nosotros los cumplidores no somos reconocidos en primer lugar antes que nadie? ¿Porque el Señor repara en aquellos que no cumplen y se abandonan al pecado? Pensamos que todo lo merecemos. La misericordia de Dios es eterna porque es eterno su amor, nada, ni nadie puede hacer que deje de amarnos, ni deje de mirarnos con la ternura de un padre, y que nos espere siempre para abrazarnos, colmarnos de regalos y hacer una fiesta simplemente para celebrar que sus hijos están cerca. Dios n o se queda de brazos cruzados, sale a buscarnos y se llena de gozo al vernos regresar. Todo es alegría cuando volvemos al Padre. Concédenos Padre la gracia de mantenernos cerca tuyo, sintiéndonos amados con plenitud, confiados en tu misericordia, gozosos y llenos de esperanza.
Hombres Sanados Por La Paternidad De Dios: Sanar Las Heridas Paternas Al Incorporar La Adopción Como Hijos Del Padre Celestial. Pasar De La Orfandad Espiritual A Hijos De Dios