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Zambudio Navarrete-Manuales - Tarea PDF
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ÁLVAREZ LAZARO, P.: Grandes educadores. Montesino y Cáceres, Pablo Pedro. Revista padres y
maestros, nº 337, 2011, U.P. de Comillas.
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Los primeros manuales del maestro de infantil. Cristina Zambudio Navarrete
A finales del siglo XVIII se inició en España un proceso de configuración del sistema nacional
educativo, que empieza con las reformas educativas de Carlos III hacia la secularización la
enseñanza y alcanza su máxima expansión con la Ley Moyano de 1857. Las políticas
educativas llevadas a cabo antes y después de esta ley son fiel reflejo de las tensiones políticas
en el poder; primero liberales y absolutistas; y luego moderados y progresistas. Pablo
Montesino, hombre de ideario liberal y progresista, se exilió a Inglaterra entre 1823 y 1833,
durante el segundo periodo absolutista de Fernando VII. Con la muerte de este en 1833,
Montesino regresó a España como portavoz de las nuevas tendencias pedagógicas. La Regente
María Cristina, persuadida por la transcendencia de la enseñanza primaria promovida por
Montesino como cauce para reformar al pueblo y consciente del estado deplorable en el que
se hallaba la enseñanza, resolvería en el R.D. de 31 de agosto de 1834 del Ministerio de
Interior el establecimiento de Escuelas de Enseñanza Mutua Lancastariana y sobre todo de una
Escuela Normal, para la formación de los maestros.
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RODRÍGUEZ PÉREZ, J.F.: Un maestro de maestros. Pedro De Alcántara García Navarro (1842-1906) y la
Sociedad Protectora de los niños de Madrid. Foro de educación, nº 9, 2007.
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Los primeros manuales del maestro de infantil. Cristina Zambudio Navarrete
Montesino formó parte de la comisión para formar el Plan de Instrucción Primaria. Dicho plan,
debido a las circunstancias políticas que se vivían en España, se estancó hasta 1838, año en el
que se creó la primera escuela de párvulos, la Escuela de Virio en Madrid, destinada a escuela
normal. La escuela de carácter público y benéfico, fue creada por la SEPMEP, Sociedad para
propagar y mejorar la educación del pueblo. De dicha sociedad, en la cual Montesino figuraba
entre sus vocales, recibió el encargo, dado su conocimiento de la nueva educación, para que
elaborara un manual para los maestros de párvulos y estos tuvieran un asesoramiento
pedagógico. En 1850, desaparecía la SEPMEP, poco después de la muerte de Montesino.
En los años venideros las instituciones dedicadas a la educación de los más pequeños no
acababan de encontrar su naturaleza. Los métodos de Montesino iban quedando desfasados y
fue surgiendo la idea de renovar las escuelas de párvulos. Los cambios más importantes se
dieron con la Ley de Instrucción Pública de 1857, la Ley Moyano. Empezando así una segunda
fase de desarrollo de las escuelas de párvulos, impulsando la formación de los maestros e
introduciendo nuevos métodos de enseñanza inspirados por Fröbel.
Las escuelas de párvulos estaban todavía muy lejos del espíritu fröbeliano, que en la práctica
no fue asimilado hasta finales de siglo por el Instituto libre de Enseñanza. En 1876, se creó una
Cátedra de Pedagogía fröbeliana en la Escuela Normal Central de Madrid. Dicha cátedra fue
desempeñada por De Alcántara, quien escribió en 1879 el Manual teórico-práctico de
educación de párvulos según el método de los Jardines de Infancia de F. Fröbel. La Real Orden
de 1 de septiembre de ese mismo año, hacía posible que la especialidad de magisterio infantil
la pudieran cursar también las maestras.
LOS MANUALES
Pablo Montesino pretendía con su manual dar una idea clara del modo de preparar y dirigir
una escuela de párvulos a los maestros que no habían visto una escuela de este tipo antes,
para que realizaran un buen desempeño de su labor y fueran dignos representantes de las
escuelas de cara al público. En el manual indica a los maestros y maestras los puntos más
comunes de la reforma radical de la enseñanza primaria, la cual ha variado de verbal a real, de
palabras a cosas, de reglas a convicciones, de doctrinas a prácticas y de fórmulas a ejercicios
bien entendidos. Intentó componer un manual más o menos útil para quienes estaban
encargados de la educación, desde madre o nodriza que cuida de un solo niño, hasta el que
dirige un establecimiento numeroso de instrucción primaria elemental.
El manual está dividido en tres partes. La primera parte es la razón del origen de las nuevas
escuelas, de su carácter y objeto. En la segunda, se describe el local y aparato necesarios para
el establecimiento de una escuela, las materias y modo de enseñanza. En la tercera se exponen
los principios generales de la educación física, moral e intelectual.
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Los primeros manuales del maestro de infantil. Cristina Zambudio Navarrete
La obra consta de una primera parte puramente teórica, en la que hace una exposición de los
principios pedagógicos de los Jardines de Infancia con la explicación y comentarios de las
doctrinas y método de Fröbel, consiguiendo una recapitulación de principios generales de
educación de gran utilidad para los maestros. La segunda parte, teórica-práctica, se encuentra
dividida en seis secciones, con un capítulo preliminar. En este capítulo se describe la
distribución y forma de un Jardín de Infancia, se da una idea de los ejercicios que practican los
niños y del material necesario. Las cuatro primeras secciones tratan sobre dichos ejercicios,
realizando interesantes indicaciones pedagógicas. La quinta sección pone de manifiesto la
consideración de los Jardines de Infancia como escuelas preparatorias con las que se facilita el
tránsito a la Escuela Elemental, buscando en todo momento la armonización del método de
Fröbel con el de Pablo Montesino. En los dos primeros capítulos de la sexta sección se da a los
maestros los consejos oportunos y se les hace las advertencias necesarias para el buen
entendimiento del método en general y la manera de disponer y dirigir los ejercicios en
particular. El último capítulo de esta sección tiene como objetivo hacer indicaciones sobre la
organización de los Jardines de Infancia.
Como tema de análisis de los dos manuales, me ha parecido interesante la difícil tarea de
elegir a los maestros que deben educar a los párvulos, cuáles deben ser sus cualidades, su
formación y si deben ser hombre o mujer.
Para ello he seleccionado del Manual para maestros de escuelas de párvulos (1840) de
Montesino, de la primera parte, los capítulos:
• Elección de maestros.
• Cualidades que deberá tener el maestro de párvulos.
• Modo de formar los maestros.
• Deberes generales de los maestros relativos a su posición social.
• I. ¿Deben ser maestros o maestras quienes dirijan los Jardines de Infancia y, en general,
las escuelas de párvulos?
• II. Indicaciones en la forma que deben dirigirse a los niños en esas escuelas.
• III. Ídem del régimen disciplinario en las mismas.
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Los primeros manuales del maestro de infantil. Cristina Zambudio Navarrete
Debido a que para ambos autores el papel de la mujer en las escuelas de párvulos, aunque a
diferente nivel, es fundamental, considero necesario contextualizar la situación de la mujer en
la educación en el periodo histórico indicado previamente, de 1833 a 1879.
Tal y como recoge González Pérez, T., “la irrupción de las mujeres en la Escuela, como
alumnas y como enseñantes, comenzó muy tímidamente en la España del siglo XVIII, si bien
no fue hasta finales del siglo XIX, con la Ley Moyano (1857), cuando se estableció la
obligatoriedad de la instrucción primaria pública para las niñas. Pero las políticas
educativas no sólo posibilitaron progresivamente la incorporación y la permanencia de las
niñas en la institución escolar. También se hizo efectivo el ingreso de las mujeres en la
profesión docente, ingreso que en un principio quedaba reducido a la enseñanza primaria
y que respondía más a una cuestión de utilidad que a un interés social por darles a las
mujeres la oportunidad de mejorar su formación para su incorporación al mercado laboral”.
“El sistema educativo construyó un modelo educativo partiendo de las desigualdades entre
sexos y hubo muchas reticencias con respecto a las niñas, porque más bien se consideraba que
las perjudicaba. A pesar de la polémica, la incorporación de las mujeres a la enseñanza
sistemática fue una realidad, aunque sin apartarse del aprendizaje acorde con la condición
femenina. El discurso del saber en la sociedad tradicional se apoyaba en las buenas
costumbres, el cuidado personal y la domesticidad, un imaginario que se proyectó tanto en
manuales escolares como en libros de lectura, difundiendo el prototipo femenino, fijando las
esferas y espacios de influencia, partiendo de la dicotomía público y privado en relación a ser
hombre o mujer. El programa educativo no inventaba nada, mantenía la tradición reforzando
roles y estereotipos sexuados. Para ello se fijaron unas materias específicas para las niñas y
jóvenes, las denominadas enseñanzas del hogar, que en la práctica se centraban en las
disciplinas domésticas y las reglas de urbanidad”. “Las maestras a comienzos del siglo XIX eran
prácticamente analfabetas: apenas poseían unos rudimentarios conocimientos. A veces sabían
leer pero no escribir, y en cambio eran expertas en catecismo, en coser y bordar. Unos
conocimientos considerados en aquel entonces suficientes para atender a las escuelas de
niñas. La instrucción se oponía a la feminidad; por ello, el objetivo no era formar a las mujeres
intelectualmente, sino prepararlas en modales, hacerlas virtuosas, útiles, sumisas y buenas”.
“No sólo la formación de las maestras era deficiente, sino que la mayoría ejercían sin haber
obtenido la titulación correspondiente. Por ejemplo, en 1835 buena parte de las maestras
carecían de título. En 1839 el primer reglamento de exámenes para la obtención del título de
maestra fijó que había que hacerlo en privado ante la Comisión Provincial, a diferencia de los
maestros que era un examen público. Se les exigían las materias de labores, religión y moral,
lectura, escritura y nociones de aritmética. En definitiva, unas exigencias que marcaban menos
conocimientos que los requeridos a los maestros”. “La primera institución que se creó para
atender la formación inicial de las maestras a tenor de lo que prescribía la ley Moyano de
1857, fue la Escuela Normal Central (Madrid) en 1858. La Escuela Normal Central fue el centro
piloto que sirvió de prototipo y su plan de estudios se extendió a otras escuelas normales.
Aunque dicha ley, en su artículo 114, determinaba que el gobierno debía procurar el
establecimiento de Escuelas Normales de Maestras para mejorar la instrucción de las niñas, lo
dejó al arbitrio de las Diputaciones Provinciales y éstas no siempre se implicaron en su
establecimiento, por lo que en muchas provincias no se creó ninguna. De este modo, las
aspirantes a maestras que pretendían la titulación debían examinarse libres de todas las
asignaturas de la carrera, incluso debían superar la prueba de ingreso y, además, acreditar el
haber realizado las prácticas en una escuela pública femenina. Sin embargo, no se cumplía y en
realidad las materias instrumentales se relegaban dando prioridad a las materias de labores y
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Los primeros manuales del maestro de infantil. Cristina Zambudio Navarrete
Para Montesino, el maestro es pieza clave en una buena organización educativa, por lo que
expone de forma bastante detallada todo aquello que considera importante respecto a esta
profesión, como son su formación o consideración social.
A las escuelas de párvulos acudían un gran número de niños. Montesino consideraba que es
preferible un maestro a una maestra, al frente de una escuela numerosa, por la mayor fuerza
de carácter natural de este y al que se someten fácilmente los niños.
“Un mediano maestro auxiliado de buena maestra, sea esposa, madre, hermana o criada,
maneja bien desde 120 a 140 párvulos. Un maestro de superior habilidad puede encargarse de
150 a 200 párvulos, si el local es espacioso. El maestro y la maestra con una criada pueden
reunir y cuidar hasta 250…”.
Montesino dice que independientemente de cómo sea el grupo, siempre será necesaria una
maestra.
“En general son necesarios maestro y maestra. Si ésta no es tan a propósito para regir la
comunidad, es naturalmente más capaz de cuidar de la salud, del aseo, del alimento, etc. de
los niños, parte esencial del gobierno en estos establecimientos. La maestra es la madre
común…”.
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GONZÁLEZ PÉREZ, T.: Aprender a enseñar en el siglo XIX. La formación inicial de las maestras
españolas. Revista Electrónica Interuniversitaria de Formación del Profesorado, 13 (4), 133-143.
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Los primeros manuales del maestro de infantil. Cristina Zambudio Navarrete
En cuanto a las cualidades que considera Montesino que debe reunir un maestro, nos habla
de su instrucción y conocimientos, de sus principios religiosos y morales, de su estado físico, su
gusto por los niños y de su carácter.
“No necesitan en realidad estos maestros una instrucción grande y extraordinaria; es preciso
que sean hombres de buena razón, de fácil compresión, discernimiento y discurso para
imponerse con facilidad…”.
“Para dar a la enseñanza toda la extensión que proponemos, no basta saber leer, escribir y lo
que se dice contar […]; es preciso que tengan algo más de esta, y tenga algunas nociones de
geometría, gramática castellana, geografía e historia...”.
“Deben ser personas de buena salud; más bien jóvenes que avanzados en edad; con toda la
actividad y energía necesarias para el ejercicio de la profesión”.
“Que sean aficionados a los niños y gusten de la sociedad de estos; bastante sufridos para
soportar la monotonía inocente de sus ocupaciones ordinarias…”.
“Conviene que tengan los maestros genio alegre y jovial; humor apacible e invariable; maneras
suaves y lenguaje decente; que sean personas de buena imaginación y buen juicio para
discurrir juegos, cuentos o historietas útiles con que entretener a los niños […] conservando
[…] bastante firmeza y autoridad para hacerla sentir cuando convenga”.
La única mención que hace a las maestras en este apartado de cualidades necesarias en un
maestro es la siguiente:
“Tanto el maestro como la maestra deben ser personas de conocidos y sanos principios
religiosos y morales; y deben tener nociones claras y exactas acerca de las virtudes morales
que se trata de fomentar en los niños, o saber en qué consisten principalmente la
benevolencia, la justicia, la piedad etc. para poderlas discernir y dirigir cuando aparecen en los
párvulos, y dar el ejemplo conveniente”.
Montesino nos explica también, el método de formar a los maestros, que es el mismo que
considera necesario para probar las aptitudes para la profesión y este es un estudio práctico.
Y hace alusión Montesino especialmente a la maestra en relación a este examen del carácter
moral, los sentimientos, las pasiones, los hábitos y la vocación, que constituyen el mérito
principal de un maestro, el diciendo:
“A igual examen deberá someterse la maestra, siempre que sea posible. Acaso es más
necesario en esta, porque la mayor desgracia para una de estas escuelas sería la de estar
encargada a una mujer inepta o abandonada”.
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Los primeros manuales del maestro de infantil. Cristina Zambudio Navarrete
Esta declaración de intenciones marcará el proceso de elección del maestro y las cualidades
que este debe poseer. De Alcántara, empieza la sección 6ª, del capítulo 1º, apartado I,
preguntándose: “¿Deben ser maestros o maestras quienes dirijan los Jardines de Infancia y, en
general, las escuelas de párvulos?”.
“…debemos dejar consignado que Fröbel da resulta la cuestión en favor de las maestras,
puesto que, siendo su método de educación un método maternal, a las mujeres quiere que se
encomiende la educación de la infancia, y por lo tanto, la dirección de las escuelas de párvulos.
[…] Y la verdad es que lo común, dondequiera que existen los Jardines de la infancia, es que
estén encomendados a la mujer, por considerarla, con sobrado fundamente, más a propósito
que el hombre para desempeñar las tareas propias de la educación de los párvulos. Exigen
estas atenciones y cuidados para los cuales no es posible que tenga el hombre la aptitud que
desde luego posee la mujer, que está en condiciones de hacer todo lo que aquéllos exigen, sin
que a nadie parezca chocante, lo cual no sucede respecto del hombre, cuya posición en ciertas
tareas de las que los párvulos imponen, es a veces embarazosa y hasta se presta al ridículo,
como se presta generalmente a él todo lo que es impropio. En la mujer, por el contrario, no
hay nada de esto, y todo parece natural”.
“La mujer, mucho más penetrante que el hombre, conoce mejor que éste el corazón humano,
y particularmente el de los niños, a quienes mantiene en el deber por el afecto, mejor que lo
hacen los maestros con sus reglamentos y sistemas de represión”.
Las cualidades que según De Alcántara debe poseer una maestra, nos las enumera en el
apartado II, del mismo capítulo y son paciencia, atención, dulzura, flexibilidad, sinceridad y
autoridad maternal (que debe ser justa, imparcial, afable y afectuosa). Además deberá ser
cordial, respetuosa con la dignidad del niño, algo severa, nunca violenta, pero tampoco
indulgente y exigente, pero con mesura.
“…las directoras de los Jardines de Infancia necesitan una vocación bien cultivada y un
aprendizaje de su profesión, así teórico como práctico, fundado en el conocimiento de la
naturaleza infantil”.
No indica que nivel de conocimientos culturales precisa, pero si hace referencia a sus
condiciones intelectuales:
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Los primeros manuales del maestro de infantil. Cristina Zambudio Navarrete
“…cualesquiera que sean las opiniones que se profesen acerca de las condiciones intelectuales
de la mujer, es lo cierto que no puede disputársele su idoneidad para el ministerio de la
educación…”.
CONCLUSIÓN
El elegir el tema de la figura del maestro para el análisis de este trabajo, ha sido porque como
novata en el mundo de la educación me ha parecido interesante ver cómo debían ser los
maestros pioneros en párvulos, qué se esperaba de ellos y poder compararlo con lo que se
espera de mí.
“Durante mucho tiempo se pensó que cuidar de los niños pequeños era una tarea que
requería de mucha paciencia pero de escasa profesionalidad. Que era una tarea de mujeres
porque la naturaleza las había preparado mejor para el cuidado de los niños. Que era un
trabajo complejo (por la intensidad de la atención que requieren los niños) pero sin
demasiadas exigencias técnicas pues el objetivo era mantenerles entretenidos y vigilados. Una
visión bien alejada de la conciencia que poco a poco se ha ido gestando sobre la importancia
de los primeros años de la vida de los niños y sobre los beneficios que para el desarrollo
infantil supone una buena educación temprana” 4.
Las cualidades que se valoran de un maestro y los conocimientos y formación teórico-
práctica que se le exigen hoy día para desempeñar su función, mantienen alguna similitud con
los conceptos de hace dos siglos y algunas grandes diferencias.
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ZABALZA BERAZA, M.A. Y ZABALZA CERDEIRIÑA, M.A., La formación del profesorado en Educación
Infantil. TRIBUNA ABIERTA 2011
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Los primeros manuales del maestro de infantil. Cristina Zambudio Navarrete
Según Martín Vicente Lozano en un artículo de blog de la editorial SM 5 algunas cualidades que
un maestro deben ser:
• Paciencia.
• Entusiasmo y entrega.
• Facilidad de comunicación.
• Creatividad y decisión.
• Ser abierto y reflexivo.
• Capacidad de trabajo.
• Cordialidad y cercanía.
• Entereza y autoridad.
• Capacidad investigadora.
• Ser observador-orientador.
• Capacidad de evaluación.
• Ser motivador.
• Responsabilidad.
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http://blog.smconectados.com/2012/12/18/que-cualidades-debe-tener-un-buen-maestro/
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Los primeros manuales del maestro de infantil. Cristina Zambudio Navarrete
Podemos ver que seguimos necesitando cualidades muy parecidas y algunas más. Doy por
entendido que el hecho de que el lenguaje decente, ni De Alcántara lo indicara, ni que en los
listados se elaboran en la actualidad aparezca de forma explícita, es porque se entiende como
necesario.
En cuanto a la formación hoy día como dicen Zabalza Beraza, M.A. y Zabalza Cerdeiriña, M.A.:
“Suele ser una consideración bastante común, y pese a ello equivocada, la de que enseñar a
niños pequeños no supone mucha ciencia. Como son tan pequeños, parece pensarse, lo que
hace falta es paciencia y ser afectuoso. Lo demás es menos importante. Ése es un grave error y
una notable injusticia con respecto a las maestras y maestros de esta etapa educativa”.
“La formación no es un proceso puntual que se desarrolla durante los años de la carrera, sino
un itinerario progresivo que va pasando por diversas fases y se prolonga, como su nombre
indica, a lo largo de toda nuestra vida. La formación, se convierte así, en un esfuerzo
continuado para ir mejorando nuestras competencias aprovechando las actividades de
formación en las que hemos participado a lo largo de nuestra vida profesional”.
En conclusión, si bien sus obras están obsoletas, considero de gran valor la aportación que
hicieron Montesino y De Alcántara para la formación de los maestros de hace casi dos siglos y
para asentar las bases que permitieron el desarrollo de la formación de los siguientes que
llegaron y los que están por llegar. Encomiable me parece la labor que desarrollaron los
maestros en cuanto a condiciones y medios de los que disponían.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
ÁLVAREZ LAZARO, P.: Grandes educadores. Montesino y Cáceres, Pablo Pedro. Revista padres y
maestros, nº 337, 2011, U.P. de Comillas.
GONZÁLEZ PÉREZ, T.: Aprender a enseñar en el siglo XIX. La formación inicial de las maestras
españolas. Revista Electrónica Interuniversitaria de Formación del Profesorado, 13 (4), 133-143.
RODRÍGUEZ PÉREZ, J.F.: Un maestro de maestros. Pedro De Alcántara García Navarro (1842-
1906) y la Sociedad Protectora de los Niños de Madrid. Foro de educación, nº 9, 2007.
http://blog.smconectados.com/2012/12/18/que-cualidades-debe-tener-un-buen-maestro/
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