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Millones de personas, en todo el planeta, se ven forzadas a abandonar su tierra y


refugiarse en otro país. La guerra, la falta de alimentos o la violación de los derechos
humanos son los motivos que llevan al refugio.
En la actualidad, el cambio climático da origen a un nuevo tipo de refugiados: los
REFUGIADOS ABIENTALES, en nuestro país cientos de personas se ven forzadas a
abandonar su tierra y refugiarse en otro lugar.

El refugiado ambiental ha sido definido como “aquel individuo que se ha visto forzado a
dejar su tierra natal, de forma temporal o permanente, debido a problemas ambientales,
poniendo en peligro su existencia y/o afectando seriamente su calidad de vida”.
La suerte del refugiado es variada. Pocos logran sonreír tras largos años de lucha, otros
esperan eternamente la hora del regreso. Los miedos, reales e imaginarios, acompañan
al refugiado por el resto de su vida. El abandono por motivos extra personales de su
hábitat natural, produce en el ser humano trastornos psíquicos. Por este motivo la
obtención de un refugio no garantiza que las personas alcancen su objetivo de bienestar y
tranquilidad. La actividad de los organismos relacionados con los refugiados es muy
importante, pero aun mas importante es la que realiza la sociedad, un factor fundamental
en su integración con nuevas costumbres.

Pero los refugiados ambientales no sólo son víctimas de los desastres naturales. Muchas
veces es la mano del hombre la culpable de los éxodos ambientales. El 3 de diciembre de
1984 en Bhopal (India), una fuga de gas venenoso en la planta química de pesticidas de
la compañía estadounidense Union Carbide provocó la muerte por envenenamiento de
30.000 personas y la migración forzosa de otros cientos de miles ante la imposibilidad de
la vida en la zona.

En Bangladesh en 1998, se produjo una explosión en una planta de la petrolera


estadounidense Occidental Petroleum. 50 kilómetros a la redonda fueron totalmente
calcinados por el fuego. Cientos de personas murieron. El 20 por ciento de Bangladesh
fue aislado durante seis meses del resto del país a causa de esa explosión, mientras el
gas, durante ese tiempo, continuaba filtrándose al medio ambiente sin control alguno.
Chernobil es también un conocido caso que provoco miles de refugiados ambientales.

En nuestro país la inundación reciente en Concordia es un recuerdo todavía fresco. El


agua finalmente bajó en el Litoral argentino y los pobladores castigados por el último
desborde de los ríos Paraná y Uruguay regresaron a sus casas, ahora humedecidas hasta
el cielo raso, convertidas en focos de dengue y lejos de toda condición mínima de
salubridad. El gobierno de Entre Ríos anunció días atrás que repartirá hasta cuatro mil
pesos por cada familia damnificada, pero la cifra es irrisoria al lado de las pérdidas
materiales, que se estiman en millones de pesos, y del daño humano y emocional, que no
puede medirse, pero se ve.

Algo similar ocurre en San Antonio de Areco, donde las lluvias, la sobrecarga del Paraná,
la existencia de canales ilegales y una carencia total de obras de infraestructura hidráulica
se combinaron para convertir la ciudad de la tradición gauchesca en una isla flotante y sin
márgenes, a punto de desaparecer. Las casas mantendrán por largo tiempo las huellas de
la inundación. Y la vida, por lo tanto, se hará cuesta arriba.

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