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Juan Ignacio Molina, fue un abate de la Orden Jesuita nacido en Linares, Chile el año 1740.

Desde pequeño mostró interés por el estudio, por ello, a los 15 años ingresó a la Orden Jesuita
donde adquirió una sólida preparación científica, filosófica y humanista. Él fue uno de los jesuitas
expulsados del territorio americano en el año 1767, por órdenes de Carlos III; por su forzada
expulsión hacia Europa pudo alcanzar gran renombre en los círculos intelectuales de Europa.

Antes de comentar el texto, es necesario puntualizar el contexto en el cual se enmarca su vida y


obra. 1767 fue un año decisivo pues, con el cambio de dinastía en la Corona española se buscó
una reorganización del estado el cual se basaba en un poder absoluto del Rey, por lo cual, los
estamentos que existían en las colonias españolas perdían poder, incluyendo la iglesia,
representada en América principalmente por los jesuitas. Estos últimos, durante los años
anteriores, tenían plena independencia de la Corona, pues obedecían ordenes solos del Papa, no
del Rey, sin embargo, con la llegada de los Borbones, y su deseo de poder absoluto, era necesario
erradicarlos, para que no interfirieran en lograr sus objetivos.

Debido a esta expulsión, la sociedad sufrió un gran desorden económico pues los que quedaron a
cargo fueron personas que no supieron administrar de buena manera los bienes y las tierras. Por
otra parte, todas las propiedades, los conventos e incluso los esclavos pasaron tanto a manos de la
Corona como también de particulares, lo que en algunas partes significó un levantamiento de los
esclavos quienes no querían obedecer a alguien más que sus amos, los jesuitas. Así es como el
legado jesuita comienza a desaparecer y en su reemplazo llegaron sacerdotes que en su mayoría
pertenecían a la orden Dominica o Franciscana.

Dentro de este contexto, es donde se enmarca Compendio de la historia civil de Reyno de


Chile el que fue publicado en italiano anónimamente en el año 1776 y durante unos años se le
atribuyó la autoría a Felipe Gómez de Vidaurre, sin embargo, luego de algunas investigaciones, se
pudo determinar que el autor fue Abate Molina. En cuanto a la escritura del texto, se dice que fue
casi de memoria, pues el manuscrito original fue requisado en Perú, al momento de su expulsión.

En cuanto a la estructura del texto, este está dividido en dos partes, los cuales, a su vez se dividen
en capítulos y tienen diversos apartados explicativos e ilustrativos. La primera parte, da cuenta de
la Historia Natural y la segunda, de Historia Civil. Dentro de esta última es donde se encuentran
los capítulos que serán, de manera general, revisados a continuación. Estos son, Capítulo III

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Estado de los chilenos antes del arribo de los españoles, agricultura y alimentos y Capítulo IV
Establecimiento, gobierno y artes.

En primer lugar, el capítulo III se basa en, como su nombre lo dice, la forma en que se
desarrollaba la sociedad, principalmente en cuanto a la agricultura. Así es como se comienza
fijando cuatro periodos: “De cazadores se hacen pastores, después agricultores, y finalmente
comerciantes, época que forma el hombre verdaderamente civil” (Molina, 2016, p.283).

Así destaca que en Chile, a la llegada de los españoles estaban en la tercera etapa, eran
agricultores y no explotaron la caza pues, no lo necesitaban, pues: “Parece que la agricultura
hubiese hecho ya algún progreso notable en esta nación, porque encontramos las susodichas
especies de plantas alimentarias esparcidas en muchas variedades, todas señaladas con nombres
peculiares, lo que no puede provenir sino de una larga y variada cultura” (Molina, 2016, p.284).
De esta manera, el autor demuestra el amplio conocimiento que tenían los pueblos antes de la
llegada de los españoles, tomando fuerza ya, la idea de invasión y no de conquista y
evangelización, pues como más adelante se demostrará, existían variados artefactos que se
utilizaban en España, incluso antes de la llegada de estos.

También es admirable la manera que tenían para consumir los granos que cosechaban, ya que
consiguieron diferentes modos de consumirlos a través de la cocción, moledura y tostadura de
estos mismos. “A época de que tratamos, ya no comían los chilenos los granos crudos; los cocían
en ollas aparentes, o los tostaban en la arena caldeada, operación que los pone menos viscosos y
más ligeros” (Molina, 2016, p.285), lo que da cuenta de un amplio conocimiento en las artes
culinarias.

En segundo lugar, está el capítulo IV donde se destaca principalmente la vida sedentaria que
tenían los pueblos y así se relacionan con el capítulo anterior, pues este estilo de vida los llevó a
desarrollar la agricultura y a reunirse en familias según las materias que producían. Por lo
anterior, ya se puede hablar de propiedad privada, pues cada uno era dueño de su campo, de lo
que cultivaba y de la industria de estos productos, los cuales podían ser heredados a su
descendencia.

Tenían también un solo jefe denominado “Ulmen”, sin embargo, “Se debe, pues, suponer, que la
autoridad de estos jefes fuese muy limitada, esto es, solamente directiva, y no coactiva, como ha

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sido la de todos los comandantes de las naciones bárbaras (…)” (Molina, 2016, p. 288). Lo
anterior, como ya se mencionó anteriormente, es otra muestra de lo “evolucionada” que era la
sociedad chilena, incluso antes de la llegada de los españoles.

Aquí es donde también destacan el uso de herramientas para cubrir sus necesidades primarias,
pero también las necesidades secundarias, como por ejemplo, barniz y utensilios de comida y la
creación de salinas a la orilla del mar para poder aderezar sus comidas.

A pesar de lo anterior el paso de la barbarie1a la vida civil, no es tan fácil como parece pues era
necesario una exportación de los recursos y el intercambio con otras culturas para avanzar, lo que
agrava esta situación es que los países vecinos eran muy rústicos y no tan evolucionados como
este pueblo, a excepción de los peruanos, sin embargo, como ya se dijo, no se logró hacer un
verdadero intercambio que favoreciera a la evolución hasta llegar a una “(…) perfección del
estado civil” (Molina, 2016, p. 291).

Finalmente, se puede considerar que a pesar de la brevedad de los capítulos trabajados, el trabajo
que hizo Molina es significante para poder conocer desde otra perspectiva o más bien con una
mirada mucho más acabada del Chile de aquella época, así como el autor menciona, una mirada
que antiguamente no se había hecho del país, pues “Los primeros europeos que llegaron a
aquellos países, pusieron sus miras en otros objetos menos interesantes, cuidando poco o nada de
aquella cosa que suelen llamar la atención de un genio observador al presentarse a una nación
desconocida” (Molina, 2016, p. 292) Lo que da cuenta de la mirada crítica que tenía el autor,
donde además de ser un gran estudioso de la naturaleza y civilización de los pueblos, es capaz de
criticar también la tradición que se arrastraba desde hace años. Logrando, de esta manera,
posicionar en un alto nivel la figura de Abate Molina, un jesuita que incomodó a la Corona.

1 Estado medio entre lo salvaje y lo civil, aquí es donde se encontraba Chile.

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