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Nombre: Elkin Enríquez Villamar

Curso: 8vo Año básica

LA NOVELA DE AVENTURAS
La novela de aventuras es la esencia misma de la ficción, puesto que se gesta con el sencillo
objetivo de entretener. La aventura es aquello que se opone a la rutina, a lo cotidiano, de
ahí su valor. Es la capacidad del protagonista para enfrentarse a riesgos, misterios y
peligros. Por norma, la novela de aventuras cuenta con un final feliz: el héroe, aunque
cansado, logra al fin sus propósitos.

El Género de Aventuras
Se considera que los orígenes del género de aventuras se encuentran
en La Odisea y en La Ilíada de Homero (siglo VIII a. d C.) y, por ende,
en la épica clásica. En la primera, el héroe Ulises lucha por volver a su
hogar en Ítaca tras la Guerra de Troya. He aquí el viaje iniciático del
protagonista que será la base para las futuras aventuras narrativas.
También los cuentos de Las mil y una noches, donde encontramos a
Aladino o Simbad, el marino.

Con respecto a la Edad Media, los libros de caballerías, como El Libro


del Caballero Zifar o Amadís de Gaula, son una buena referencia. No
podemos olvidar tampoco Don Quijote de la Mancha, inspirado en ellos,
el cual cuenta las aventuras y desventuras del hidalgo Alonso Quijano, obsesionado por
salir en busca de enemigos y salvaguardar su honor y el de su amada Dulcinea.

De 1699 es Las aventuras de Telémaco, de François Fénelon, basado


en La Odisea y que continúa las aventuras en la figura del hijo de Ulises,
un libro que tuvo mucho éxito entre los jóvenes de la época, siendo el
más leído y traducido del momento. Ya en 1719 encontramos la primera
obra moderna del género, Robinson Crusoe, de Daniel Defoe, quien
basó su relato en la aventura verídica del marinero Selkirk, abandonado
como castigo en una isla desierta. Todos conocemos su éxito, tanto que
ha sido muchas veces adaptada al cine e imitada por otros autores.
Tras Crusoe, llegaron Los viajes de Gulliver, de Jonathan Swift (1726),
que, aunque en origen fue una novela satírica contra la vida política del
momento, encontró un rápido éxito entre niños y jóvenes, encantados
con las aventuras de Gulliver en Lilliput y otros lugares exóticos.Como ejemplo definitivo
del siglo XVIII, El último de los mohicanos de James Fenimore Cooper (1757), que narra
la lucha de dos amigos indios por sobrevivir durante la colonización inglesa de
Norteamérica.

Elementos de las Novelas de Aventuras


Lo primero que llama la atención de la novela de aventuras es que, siendo una subcategoría
de la novela, sus límites son ambiguos, es decir, que puede albergar en ella otros
subgéneros como el histórico, el policíaco o el romántico, por ejemplo. Muchos la
consideran un tipo de literatura juvenil, aunque todos hemos oído hablar de sus grandes
títulos y en algún momento nos hemos perdido entre sus páginas.

Por lo general, en la novela de aventuras siempre hay un viaje. Un viaje externo que el
protagonista vive, en el que se enfrentará a situaciones comprometidas o peligros, y
Nombre: Elkin Enríquez Villamar
Curso: 8vo Año básica

también un viaje interior que le hará crecer y mejorar hasta alcanzar sus metas. Siempre
será una iniciación en un saber que antes no se tenía.

El esquema salida-viaje-retorno se suele repetir en el género, creando expectación para el


lector, quien llega a las últimas páginas en busca del destino del héroe que lo ha cautivado
con sus peripecias. Sí, siempre hay un personaje principal con el que el lector se identifica
plenamente.

La acción trepidante es otro rasgo fundamental de este género, así como los diferentes
escenarios y lugares que se suceden, casi siempre exóticos. Los libros de aventuras brindan
la posibilidad de visitar lugares que, de otro modo, sería imposible: el desierto, la jungla,
alta mar, una batalla, etc.
Siglos XIX y XX: Grandes Autores
Fue en el siglo XIX cuando se produjo el auténtico auge de las novelas de aventuras y
donde encontramos las obras maestras del género.

Para empezar: Ivanhoe (1820) de Walter Scott, que cuenta las aventuras del joven caballero
Wilfred de Ivanhoe, quien tras luchar en Tierra Santa con el rey Ricardo Corazón de León,
regresa a una Inglaterra llena de intrigas durante la regencia del príncipe Juan. De algunos
años más tarde, 1838, son Las aventuras de Arthur Gordon Pym, de Edgar Allan Poe, un
relato de aventuras marineras de tipo episódico.

El prolífico Alejandro Dumas nos dejó Los tres mosqueteros (1844) con los inolvidables
D’Artagnan, Athos, Porthos y Aramis, y El conde de Montecristo (1845), donde el joven
Edmond Dantés sufre una cruel traición y fragua su venganza.

Charles Dickens publicó, en 1850, David Copperfield; Alphonse Daudet hizo lo propio en
1872 con su Tartarín de Tarascón. Un año después, el genial Julio Verne presentó La vuelta
al mundo en 80 días. Luego vendría Mark Twain con Las aventuras de Tom Sawyer en
1876, Las aventuras de Huckleberry Finn en 1884 y Un yanki en la corte del rey Arturo en
1889.

Tampoco podemos olvidar a Robert Louis Stevenson y su mítica La isla del tesoro (1883),
ni Las minas del rey Salomón (1885) de H. Rider Haggard. Para cerrar el aventurero siglo
XIX, El corsario negro (1898) de Emilio Salgari y el inquietante viaje a África de Marlow
en El corazón de las tinieblas (1899) de Joseph Conrad.

El género de aventuras continuó en el siglo XX con Las cuatro plumas (1902) de Alfred E.
W. Mason, novela en la que el joven Harry Feversham luchará por reponer su honor
después de desertar del ejército al ser reclamado para defender la colonia británica de
Jartum en África. Dos años después, James Matthew Barry publicó Peter Pan, el niño que
vivía en el País de Nunca Jamás y se negaba a crecer.

La Pimpinela Escarlata (1905) de Emma de Orczy relata la doble vida de sir Percy
Blakeney, quien para unos era un arrogante aristócrata francés de vida frívola, pero que en
realidad se dedicaba a salvar a inocentes del Reinado del Terror tras la Revolución
Francesa. Otro clásico bien explotado por el cine es el Tarzán de los monos (1914)
de Edgar Rice Burroughs, al igual que las peripecias del espadachín Scaramouche (1921)
de Rafael Sabatini.

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