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INTRODUCCIÓN

La vivienda es una edificación cuya principal función es ofrecer refugio y habitación a las
personas, protegiéndolas de las inclemencias climáticas y de otras amenazas. El derecho a
la vivienda digna se considera uno de los derechos humanos fundamentales.
LA VIVIENDA EN VENEZUELA

La política de construcción de viviendas se inicia en Venezuela formalmente el 30 de junio


de 1928, en la dictadura de Gómez, con la creación del Banco Obrero (BO), primer
organismo encargado de la labor de planificar y construir viviendas por parte del sector
público. Entre ese año y 1945 (Gómez, López Contreras y Medina Angarita) fueron
construidas 1.931 viviendas (0,03 viv. x 1.000 hab.), incluidas las de la Reurbanización El
Silencio, en Caracas. El 18 de octubre de 1945 accede al poder la Junta Revolucionaria de
Gobierno, presidida por Rómulo Betancourt, la Revolución de Octubre (1945-1948), que
incluye a la efímera gestión de Rómulo Gallegos, primera experiencia civil, en este caso
cívico-militar y democrática, se construyeron 4.826 viviendas (0,36 viv. x 1.000 hab.),
previstas en el Plan de Vivienda del BO. Ya esto da un ejemplo del bienestar que generan
los gobiernos civiles y democráticos en contraposición a los militaristas, no importa su
signo. Otro dato importante de ese trienio es que por primera vez se construyeron más
viviendas en el interior del país que en el Distrito Federal (actuales Distrito Capital y
Estado Vargas). De esa época podemos mencionar como ejemplos las urbanizaciones Los
Jardines de El Valle y Casalta, en Caracas; el Hipódromo, en Maracay y Los Morichales, en
Ciudad Bolívar. Luego adviene la Junta Militar (1948-1952), presidida por Delgado
Chalbaud y Suárez Flamerich, y BO gestiona 7.285 viviendas (0,35 viv. x 1.000 hab.).
Posteriormente, la dictadura de Pérez Jiménez (1952-1958) desarrolla la política de
“Concreto Armado” y se logró edificar 24.970 viviendas (0,79 viv. x 1.000
hab.); ciertamente una cifra significativa, pero con una característica muy negativa: 20.269
de esas viviendas fueron levantadas en el Distrito Federal (81%), es decir, la mayor parte
en Caracas y sus alrededores y por eso es que en las argumentaciones de los
perezjimenistas siempre se hace mención de las urbanizaciones Lomas de Propatria, Diego
de Losada, Lomas de Urdaneta, Simón Rodríguez y la sempiterna 2 de Diciembre (actual
23 de Enero), entre otras, todas en la capital de la república y nunca se menciona el
interior del país. A partir de 1958 cambia la historia pues la llegada de la democracia pone
en marcha otros enfoques en materia de vivienda y de urbanismo. Una de las novedades
fue el decreto del 14 de marzo de 1958 que crea el Programa Nacional de Vivienda Rural,
las famosas “casitas de malariología”, con lo que, por primera vez se empiezan a erigir
casas para los campesinos y que colaboró junto con el Banco Obrero y otros organismos
públicos en la política de viviendas de interés social, generalmente para los sectores más
desposeídos. La labor de la democracia en materia de construcción de viviendas se puede
desglosar así: 1958: 879 viviendas (0,12 viv x hab.);Betancourt (1959-1964) 33.892 (0,84
viv. x 1.000 hab.). Este mismo gobernante decretó en 1961 la creación del Sistema
Nacional de Ahorro y Préstamo (SNAP), cuya función primordial era el financiamiento para
la construcción y adquisición de viviendas destinadas a los sectores de ingreso medio de la
población, otro ejemplo de la movilidad social propia de la democracia; Leoni (1964-
1969),123.299 viviendas (2,59 viv. x 1.000 hab.), Caldera I (1969-1974), 177.329 viviendas
(3,14 viv. x 1.000 hab.); Pérez I (1974-1979), 146.398 (2,23 viv. x hab.); en este quinquenio
el Banco Obrero se transforma en Instituto Nacional de la Vivienda (INAVI), organismo
creado el 23 de mayo de 1975 y el Fondo Nacional de Desarrollo Urbano (FONDUR),
decretado el 1º de septiembre del mismo año, cuya competencia principal fue la
adquisición de tierras para la expansión urbana; Herrera (1979-1984),194.431 viviendas
(2,51 viv. x 1.000 hab.), también en este quinquenio se promulgó (el 11/08/1983) la Ley
Orgánica de Ordenación del Territorio, que preveía, entre otras cosas, la localización de
los asentamientos humanos; Lusinchi (1984-1989), 314.251 viviendas (3,47 viv. x 1.000
hab.); igualmente, se aprobó el 16 de diciembre de 1987 la Ley Orgánica de Ordenación
Urbanística, cuyas funciones principales eran la planificación, desarrollo, conservación y
renovación de los centros poblados; Pérez II(1989-1993), 253.490 viviendas (2,49 viv. x
1.000 hab.); también, el 14 de septiembre de 1989, se crearon el Consejo Nacional de la
Vivienda (CONAVI) asesorar y contribuir técnicamente en la definición de la política
habitacional y la Ley de Política Habitacional; Caldera II (1994-1999) 252.337 viviendas
(2,22 viv. x 1.000 hab.).

En total, la Democracia Civil (1958-1998) construyó 1.496.306 viviendas (2,38 viv. x 1.000
hab) y se hicieron urbanizaciones como Caricuao (Caracas), La Trinidad (Maracaibo), La
Isabelica (Valencia), Bararida (Barquisimeto), Caña de Azúcar (Maracay), entre otras. Los
gobiernos de Chávez y Maduro, entre 1999 y 2016, construyeron 943.965 viviendas (1,81
viv. x 1.000 hab.). Sin duda alguna, nadie supera a la democracia venezolana en materia de
construcción de viviendas de interés social. (*) Datos actualizados al 3/2/2019

EL PROBLEMA DE LA VIVIENDA EN VENEZUELA


La actuación del Gobierno en materia de vivienda no es ni por mucho un ejemplo de
buena gestión. Se han construido menos del 50% de las necesidades anuales de nuevas
viviendas, siendo directamente responsable de que más de 700.000 personas no cuenten
con un techo decente. La paradoja es que con tantos planes y alborotos se han construido
en promedio solo el 60% de las viviendas del año 1992, cuando se ejecutó un golpe de
Estado que solo ha producido ruinas. Sin dejar de considerar además que la población ha
crecido en más de 4 millones de habitantes.

El déficit de viviendas es dramático y supera las 2 o 2,5 millones de unidades, a lo que hay
que añadir la necesidad de construir cada año un número cercano a 45 viviendas por cada
10.000 habitantes, es decir, unas 125.000 viviendas. Esta administración logra que cada
año más de 65.000 venezolanos no cuenten con un techo, lo cual sería una proeza si fuese
a propósito.

El gobierno con una incompetencia descomunal y preso de sus propias contradicciones no


es capaz de encontrar vías para resolver este dramático problema y la verdad es que no se
construyen suficientes viviendas por culpa del mismo. Lo limita la inestabilidad económica
que promueven sus políticas, la inseguridad jurídica que pisotea día tras día, la inflación
que encarece continuamente las obras, los costos de los préstamos y el desincentivo al
ahorro que no permite lograr una base suficiente de recursos para financiar la actividad.

La situación de la vivienda está asimismo muy relacionada con la inseguridad. En entornos


donde se malvive hacinado, sin servicios y teniendo que recorrer oscuros y peligrosos
callejones en los que no entra la policía es casi imposible impedir la criminalidad. Así que
ambos problemas pueden compartir al menos parcialmente una misma solución.

Con las alturas suficientes y dejando la mitad del suelo para calles, parques y respetando
los grados de las pendiente se puede edificar en la misma superficie más de siete
apartamentos por cada rancho previamente existente, es decir, con el suelo de unos
140.000 ranchos es posible construir más de un millón de apartamentos decentes, en un
entorno adecuado y más seguro. Las estimaciones indican que para esto se requerirían
unas 1.250 hectáreas, en las que se sustituirían mayoritariamente y de forma progresiva
los ranchos por nuevas viviendas, sin requerir de expropiación alguna.

Construir un millón de viviendas, urbanizando y con el beneficio al promotor, puede


requerir de unos 70.000 millones de dólares, una minucia comparado con lo que se ha
regalado al exterior y lo que se ha perdido entre los dedos de algunas manos, sobre todo
si se toma en cuenta que se resuelve totalmente el problema de vivienda a la clase más
necesitadas. El pago puede reconocer un 10% o 15% por el aporte del suelo y la
demolición del rancho. El resto podría ser pagado por el propietario a 30 años a un tipo de
interés igual al que obtendría el Estado para financiar las obras, con una cuota que nunca
podría superar un porcentaje del salario mínimo.

Es posible edificar un millón de viviendas adicionales en menos de 10 años a un costo final


para el Estado de 10.000 millones de dólares, logrando un enorme impacto en la
economía con la creación de miles de empleos. Un gobierno preocupado por el país
eliminaría las barreras políticas y económicas que limitan la construcción de viviendas y
comenzaría a desarrollar de una vez un plan como el propuesto en este artículo.

¿QUÉ ES UNA VIVIENDA DIGNA?

Asumiendo que hasta los momentos, en su forma más avanzada, esta debe ser familiar
urbana para satisfacer las necesidades materiales y sociales, y generar así el hábitat; una
vivienda digna necesariamente debe contar con dos elementos:
Ubicación en una ciudad. Siendo el hábitat por excelencia del hombre, solo en las
ciudades se puede materializar lo realmente urbano a través del acceso efectivo de los
espacios de uso público en los que se desarrollan las actividades que complementan a las
de habitación y trabajo, como son todas aquellas que ofrecen bienestar social y sentido de
comunidad. Además, la industria y el comercio tienen su lugar en las ciudades, y son
precisamente la principal fuente de trabajo masivo en la sociedad actual.

Adecuada para la familia. Una vivienda digna para una familia de la clase obrera debe
adecuarse al tamaño de la familia, no la familia adecuarse al tamaño de la vivienda. El
hacinamiento ha sido una constante histórica de precariedad, presente en el Manchester
de 1850 donde en un edificio de cuatro pisos vivían cientos de familias con una sola
letrina; y presente también en cualquier barrio de Latinoamérica, donde en terrenos
ocupados por las capas más sumergidas en la miseria, habitan miles de familias en
viviendas de mampostería, amontonadas unas sobre otras, sin acceso a los mínimos
servicios de agua o electricidad, negando absolutamente el hábitat humano pero
propiciando el ideal para brotes de enfermedades mortales y epidemias.
ESTADOS MENOS POBLADOS

ESTADOS CON MAYOR POBLACIÓN

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