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Introducción
En específico en el caso del juramento que debe prestar algún testigo para
declarar dentro de lo que se conoce como audiencia civil de rendición de prueba,
el receptor debe respetar las siguientes formas consagradas en el artículo 363
del mencionado código de procedimiento:
No es casualidad, que por ejemplo algunos tipos de testigos que puedan tener
algunos tipos de facilidades a la hora de declarar en un proceso civil, sean por
ejemplo los obispos y autoridades eclesiásticas. No me referiré en esta ocasión
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en extenso a los alcances y consecuencias de la aplicación de dichas
excepciones como amago al principio de igualdad que está presente tanto en el
artículo primero de nuestra constitución política de la república, como también de
otros principios consagrados en el artículo 19 de la misma carta fundamental. Lo
anterior tiene únicamente como propósito la constatación de normas antiguas
que evidencian la continuidad de resabios que alteran lo que entenderemos
como una falta de laicismo en nuestro conjunto de normas en Chile. Estos
resabios parecen no tener alguna lógica formal con todo lo que incluso en
tiempos que podemos llamar remotos a la luz del desarrollo de la dogmática de
los derechos fundamentales, pues como veremos incluso en aquellos tiempos el
reconocimiento de lo que se conocía como libertades públicas estaba presente
en las intenciones del legislador.
Diversas pueden ser las formas en las que podemos entender la operatoria
básica de un sistema, que en este caso será el jurídico. Una de ellas es al
menos intentar dar un paso hacia sus bases estructurales y entenderlo a él
como un discurso. Si aceptamos ya aquella premisa básica de que el derecho es
un discurso entendemos que está compuesto por un conjunto de palabras que
se enmarcan dentro de un lenguaje común que establece las reglas bajo las
cuales este discurso debe estructurarse. En este caso, el lenguaje que
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en una observación dinámica de dicho discurso a través de estrategias
argumentales que lo definen en su puesta en marcha, sino más bien tratar de
entender que la elección y ordenación de palabras que dan (o dieron) sentido a
las normas que buscaremos comentar, responden a un acto volitivo que deja
evidencias de lo que comprendemos como cultura y sociedad jurídica.
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Está claro que será imposible pedir la absoluta neutralidad en términos de la
tarea legislativa, pues ya admitimos que es un acto de voluntad, pero si es
necesario decidir bajo qué parámetros debemos ajustar esa decisión de escoger
las palabras precisas para elaborar este discurso, no puede sino preferirse esta
parcialidad que representan los derechos fundamentales pues trae consigo
todos y cada uno de los propósitos con los cuales se justifica el gran conjunto de
actividades estatales, que es el servicio y respeto a la persona humana.
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derecho mismo, propio del derecho constitucional orgánico y administrativo
general que se dedican al estudio de estas instituciones. Entonces, nos quedará
finalmente entender cómo se ha desarrollado el actuar legislativo pero sólo a
través de un prisma particular, ya que no nos interesa ver al legislador como
cada uno de los participantes de una u otra cámara, sino al conjunto que reflejó
el sentir o por decirlo en palábras de Montesquieu el espíritu de las leyes.
Considero ya para tratar de ir introduciéndonos en el terreno que hemos ido
acotando que los estudios en este plano no involucran exclusivamente el
producto que elabora el cuerpo legislativo, sino además aquellos antecedentes
que en teoría del derecho pueden llamarse las fuentes materiales de las normas,
los cuales están compuestos por diversos análisis aplicados de sociología,
historia y análisis de los discursos.
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Nos referiremos acá al surgimiento de las leyes que generaron el
procedimiento o (enjuiciamiento civil) en su caso. Todo ello es producto de
una responsabilidad estatal de un Chile que recién nace, para con sus
conciudadanos de manera tal que ellos cuenten con codificación
adecuada que permita llevar a cabo sus juicios como mecanismo pacífico
de resolución de conflictos.
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puros de subordinación, reconocimiento y fidelidad a la persona
consagrada del monarca" (Circular del R. P. Provincial de Santo Domingo
a todos los súbditos de su provincia), Viva el Rey. Gazeta del Gobierno de
Chile, Santiago 14 de septiembre de 1815 en [STUVEN: 2012]
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un interlocutor. Piénsese por ejemplo en el caso de un creyente, frente a otro
que no lo es y en dicho caso podremos observar que para realizar bases de
diálogo que lleven a algún tipo de entendimiento, ello no será posible mediante
tales argumentos del tipo Porque dios así lo quiso, porque Dios es importante,
etc. Ello no quiere decir en ningún caso que en este trabajo estemos en contra
de la libre manifestación de dichas máximas de fé, pero debemos dejarlas de
lado en un buen diálogo de entendimiento que nos permita poder establecer
consensos mínimos de convivencia social y nacional.
Hemos querido realizar la anterior reflexión, basándonos en que el derecho y en
nuestro caso todo el conjunto de normas que conforman a nuestro ordenamiento
jurídico-positivo chileno tienen una base común: son un discurso que regula
estándares de convivencia social. Bajo este entendido, debemos suponer
entonces que una sana interacción entre diversos actores llamados en este caso
ciudadanos, debe tener un hilo conductor común. Esta vinculación que nos une
no puede ser algo que no se comparta de manera recíproca entre cada
integrante de dicho país, de manera tal que por este motivo la religión no puede
quedar de maner alguna en tal relación pública. Pensándolo así entonces, bajo
un mismo parámetro de reflexión es que no se entiende por qué existen este tipo
de resabios que no permiten avanzar en un plano de igualdad material frente al
estado a la hora de resolver conflictos de relevancia jurídica. Es en ese sentido
que Couso nos ilustra un poco bajo las teorías de Rawls y Habermas, el estado
actual de la sociedad Global al decirnos lo siguiente:
"El punto de partida desde el cual Rawls aborda el problema del lugar de la
religión en una república constitucional es a partir de la siguiente pregunta
¿Cómo es posible que exista en el tiempo una sociedad justa y estable de
ciudadanos libres e iguales que permanecen profundamente divididos por
doctrinas razonables religiosas, filosóficas y morales? A partir de esta pregunta
fundamental, Rawls articula una concepción de la esfera pública caracterizada
por ciudadanos que concurren a ella a defender -y eventualmente revisar- sus
ideas haciendo un uso público de la razón, esto es, planteando argumentos que
pueden ser considerados como tales por parte de otros ciudadanos que no
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comparten las mismas concepciones religiosas o espirituales. De ahí que,
continúa Rawls, en una "sociedad bien ordenada", esto es, una que se toma en
serio la idea de tratar a todas las personas como libres e iguales: "no todas las
razones (se considerarán) razones públicas, como es el caso de las razones 'no
públicas' de iglesias(...) y muchas asociaciones de la sociedad civil" [Couso:
2014] Javier Couso "Religioó n y repuó blica en la era de las "teocracias
constitucionales": el caso de Chile, en Stuven, Ana Maríóa "La religioó n en la esfera
puó blica chilena ¿Laicidad o secularizacioó n?
Todo lo anterior no hace más que reforzar entonces, la búsqueda por un nuevo
ordenamiento que reuna todas las características necesarias a la hora de
entablar una relación jurídico-procesal que se ajuste a parámetros culturales-
político-morales contemporáneos en materia constitucional, pues en dicha
relación radica de manera irrestricta la percepción ciudadana que se tiene de
cualquier tipo de consideración con todo aquello que una persona miembro de
su estado pueda profesar (o no). Esta relación jurídico procesal estará entonces
entendida como un discurso, que en el caso de un ordenamiento jurídico-
procesal, deberá satisfacer las exigencias de acceso a la justicia, igualdad y
heterogeneidad confesional, como un discurso que invita de manera o
culturalmente integradora o lo más avalorativa posible, a hacerse parte de los
procesos que rigen la resolución de conflictos de relevancia jurídica.
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Capitulo 2: El desarrollo dogmatico del Derecho al libre ejercicio de todo
culto y creencia.
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libertades especializadas, pero lo es no sólo en el plano cronológico, sino
también en el plano ontológico, porque de ella fluyen todas las demás". Esta
nueva cosmovisión acerca de las libertades que poseen los hombres, dará paso
a diversos autores que buscarán justificar aquellas nuevas formas de manifestar
creencias bajo un plano de igualdad material de todas ellas, de manera tal que el
estado deberá ampararlas todas a la vez, o en caso último, omitir un
pronunciamiento al respecto. Todas estas citas presentes sacadas de Garcia Pino,
Gonzalo; Contreras Vaó squez Pablo, "Diccionario Constitucional Chileno". Cuadernos
del Tribunal Constitucional, Nuó mero 55, anñ o 2014. p.613
Sin embargo, en el caso chileno no será del todo posible, pues la permanencia
en el tiempo de una constitución como la de 1833 (catalogada por algunos como
la más duradera de américa latina), influirá de manera al menos indirecta, en la
conformación de todo tipo de leyes que desarrollan las bases jurídicas del
derecho chileno. Me refiero en particular al caso paradigmático de la permisión
del libre ejercicio de otros cultos distintos a la religión Católica Apostólica
Romana, a través de una simple ley interpretativa de la constitución, caso que
reforzará la tesis de una escasa voluntad política de realizar cambios en virtud
de un estado más liberal que conservador.
La libertad de conciencia
El derecho a manifestar todas las creencias
El ejercicio libre de todos los cultos.
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elaboración de matrices mentales, sino además, deberes de conducta que
emanen de ellas" [Tórtora:2012] Toó rtora, Hugo 2012, "Bases constitucionales de la
libertad de conciencia y culto en Chile" En Revista de Derechos Fundamentales,
Universidad de Vinñ a del Mar.
. Es entonces bajo esta concepción dogmática del contenido de esta libertad de
culto, que pudiera tener algún sentido que se practique un juramento a un testigo
bajo el artículo 363 del Código de Procedimiento Civil, invocando una figura
divina. Pero es acá donde también el autor nos entrega respuestas al plantear
que "...debiéramos derivar de ella la prohibición del Estado de impedir que el
sujeto sea forzado a atentar en contra de aquellas normas libremente
generadas en su fuero interno" (el destacado es nuestro). Es entonces no
menos cierto que parece adecuarse lo planteado por el jurista, en el sentido que
resulta al menos de manera formal inaceptable mantener este tipo de redacción
de normas jurídico positivas en virtud de un principio de igualdad e incluso
interdicción de la discriminación arbitaria.
Otra forma de argumentar que la intención real del legislador fue de respetar las
libertades consignadas en lo que podríamos llamar un tradicional catálogo de
derechos constitucionales, entendido como aquellos que fueron garantizados
al menos a partir de la constitución de 1833, es revisar las disposiciones
contenidas en el mensaje del código de procedimiento civil. En él se recoge de
manera manifiesta que la intención principal es la de la tutela de los derechos y
eso puede evidenciarse en lo siguiente:
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de acción expedito y obtener de ellas todo el fruto que deben rendir,
dotándolas de procedimientos adecuados para el ejercicio y salvaguardia
de los derechos que con mayor interés procuran amparar.
Es entonces bajo esta base, que no podemos sino desprender que el legislador
tuvo en la mayoría de los casos, la voluntad y la intención de generar un
resguardo a aquellos derechos que estuvieron principalmente incluidos dentro
de lo que llamamos el catálogo histórico de derechos fundamentales. Entonces
¿Por qué está de esta manera redactado el artículo 363? La única razón de
orden práctico que puede sugerirse entonces, es un aparente descuido del
legislador en la redacción de tal artículo. En efecto, si partimos de la común
experiencia para entender que la labor legislativa está sujeta a diversos
procesos concatenados entre sí, no será infrecuente encontrar algunos traspiés
en el ejercicio de dicha potestad. Y sería entonces una tarea importante para la
doctrina y la jurisprudencia la morigeración de dichas viscisitudes que
entorpecen aquella correcta ejecución de los procesos civiles en orden de no
afectar garantías y estatutos constitucionales presentes como parte de aquellos
ejercicios propios de la soberanía estatal.
No es menos cierto entonces que, como se dijera en la introducción, aquella
labor integradora y cuya finalidad es darle coherencia y sentido a la realización
de procesos por parte de la doctrina junto con la jurisprudencia puede llegar a
exceder los límites de aquello que consideramos lo legal, en un afán de salvar
aquella desaveniencia o descuido del legislador que altera el correcto actuar de
los poderes del estado. Es entonces que nos debe surgir de manera inmediata la
pregunta ¿Cómo evitamos volver de manera recurrente sobre este punto? No
parece ser de otra manera que modificando la legislación vigente, en afán de
reintegrar aquella libertad obstruida.
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¿Cómo se aborda esto desde la perspectiva general de una teoría de los
derechos fundamentales?
De esta forma, damos por sentado el argumento base de nuestro análisis, donde
entendemos que una regulación realizada por el legislador no puede establecer
restricciones totales al ejercicio de libertades (o en este caso derechos) que se
garantizan en nuestro texto fundamental. Es por esto que la sugerencia a la hora
de realizar fijaciones a las disposiciones legales pertinentes a una materia
específica es de realizar un análisis in abstracto que nos permita al menos
establecer un ámbito de acción por parte de los ciudadanos que genere una
alternativa a la conducta descrita. Sobretodo en los casos límite en los que por
ejemplo, el testimonio de un férreo testigo ateo puede ser crucial para develar la
responsabilidad profesional derivada por negligencia.
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Capitulo 3: El conflicto entre laicismo y sectarismo, a la luz de posibles
casos de juramento de testigos.
Caso 1:
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no puede desprenderse más que un discurso de manera indirecta, de corte
homogeneizante, que no aporta en algún sentido posible a una práctica cultural
y jurídica que haga parte a todos los miembros de una comunidad política.
Caso 2:
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expulse dicha norma del ordenamiento jurídico.
Capitulo 4: Conclusiones
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proceso civil común bajo la redacción de tal artículo del código de procedimiento.
Nos parece entonces necesario que exista una revisión consistente con las
dinámicas en las que se presenta la relación entre el estado y los ciudadanos, e
incluso entre normas-funcionarios-ciudadanos, pues no debemos dejar de lado
el hecho de que la cara visible del estado, son sus funcionarios y tanto es así
que la poca reflexión que existe por parte de ellos también es algo que el
legislador debe considerar a la hora de establecer políticas públicas, traducidas
en legislación positiva, que resuelvan de manera eficaz los problemas de acceso
a la justicia de toda persona que la requiera, pero que además deje de lado
cualquier tipo de vulneración innecesaria (y no proporcional) de garantías
constitucionales.
Es menester de cada operador jurídico realizar un análisis crítico de la
legislación que tenga en uso en su praxis cotidiana, de manera tal que pueda
advertir de manera oportuna -y sin que pase un siglo de por medio- aquellos
enunciados que puedan generar conflictos de manera reiterada en el tiempo, y
que además den cuenta de la baja calidad de nuestro legislador a la hora de
generar elementos en nuestro ordenamiento jurídico positivo chileno.
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Si se contribuye en repensar la forma en que nuestra arquitectura jurídica se va
consolidando, estaremos entonces en aras de aportar de manera eficaz y
significativa a un ordenamiento que puede tener todos los problemas que nos
advierte la teoría del derecho respecto al lenguaje en el cual se expresan
nuestras normas, pero que aun de esta forma, podrá evitar aquellas
vulneraciones que no parecían ser una dificultad en tiempos anteriores, más hoy,
nos generan diferencias que el estado puede corregir de manera tan sencilla,
como modificar una u otra palabra de una oración. Sabemos que no es un paso
fácil generar algún grado de autoconciencia respecto de la calidad de nuestra
legislación, pero esperamos también que estas líneas no se queden sólo en
buenas intenciones.
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realizar análisis como el que acá se presentan, sería deseable que estos
impliquen en el futuro una acogida por otros usuarios comprendidos en el
término de operadores jurídicos, y nos referimos más bien a aquellos
magistrados, jueces, fiscales y a autoridades administrativas que puedan ver en
estas líneas que siguen, una perspectiva distinta al ejercicio de su función
pública, pues no buscamos nada distinto, a la hora de querer plantear nuestras
opiniones fundadas respecto a cómo vemos queremos y sentimos a nuestra
sociedad, bajo el alero del respeto por nuestras garantías constitucionales.
Bibliografía.
Webgrafía.
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