Está en la página 1de 12

MI VAGINA YA NO ESTA SANGRANTE.

Lectura hermenéutica de Mc 5, 25-35.

“La persona satisfecha tiene sus anhelos clausurados, mientras que la


esperanza es la exigencia de algo distinto”.

Son muchas las personas que a diario viven el drama de la insatisfacción y la inconformidad con su
situación vital y existencial actual, por lo cual se ven movidas a tomar decisiones y riesgos para en
alguna medida lograr alcanzar la tan deseada felicidad o por lo menos la tranquilidad de la que
adolecen en el presente. Es por ellas/ellos y por ellas/ellos que escribo estas líneas, pues me
siento deudor con quienes en alguna forma han recurrido a mi en busca de ayuda y pienso que el
trabajo que hemos realizado juntos estaría incompleto si no ampliamos y comunicamos las
experiencias vividas a otros que pueden estar pasando por momentos semejantes a los que nos
causaron angustia y dolor.

Para abordar el tema de las decisiones adecuadas e inadecuadas, vamos a servirnos de un pasaje
del evangelio de Marcos (5, 25-35), que en forma muy grafica presenta los diferentes momentos
del dolor, las alternativas y caminos que se suelen utilizar para eliminarlo o por lo menos
minimizarlo. Por lo general son equivocados los caminos que recorremos para lograrlo, y nos
producen un considerable aumento en la sensación de displacer que venimos experimentando.
Pues a nadie le gusta el dolor y el sufrimiento, por lo menos en condiciones normales, es por esto
que de una u otra forma se trata de evitarlo disminuirlo o retrasarlo. De esto nos habla la
narración evangélica alertándonos de las posibles consecuencias que podríamos sufrir por
nuestras decisiones erradas, pero sin antes hacernos ver que precisamente, estas decisiones
equivocadas hacen parte del camino que es menester recorrer para alcanzar la perseguida salud y
tranquilidad. Finalmente veremos la propuesta que el mismo evangelio nos ofrece como camino
de esperanza y salvación en medio del escozor de la vida.

25 Entonces, una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años,26 y que había
sufrido mucho con muchos médicos y había gastado todos sus bienes sin provecho alguno,
antes bien, yendo a peor, 27 habiendo oído lo que se decía de Jesús, se acercó por detrás
entre la gente y tocó su manto. 28 Pues decía: «Si logro tocar aunque sólo sea sus vestidos,
me salvaré.» 29 Inmediatamente se le secó la fuente de sangre y sintió en su cuerpo que
quedaba sana del mal. 30 Al instante, Jesús, dándose cuenta de la fuerza que había salido de
él, se volvió entre la gente y decía: «¿Quién me ha tocado los vestidos?» 31 Sus discípulos le
contestaron: «Estás viendo que la gente te oprime y preguntas: “¿Quién me ha tocado?”» 32
Pero él miraba a su alrededor para descubrir a la que lo había hecho. 33 Entonces, la mujer,
viendo lo que le había sucedido, se acercó atemorizada y temblorosa, se postró ante él y le
contó toda la verdad. 34 Él le dijo: «Hija, tu fe te ha salvado; vete en paz y queda curada de
tu enfermedad.»

El pasaje Mc 5, 25-34, es la conocida escena de la mujer que padece de flujo de sangre, y por lo
cual se encuentra en una enorme situación de desgracia vital y existencial, no solo en el plano

1
físico, sino que con gran asombro para nosotros hombres y mujeres occidentales del siglo XXI,
para quienes estas cosas nos parecen triviales y muy fáciles de sobrellevar. Pero la verdad es que
en el ambiente en donde se desarrollan los acontecimientos las cosas son de un modo bastante
diverso a como nosotros lo vemos ahora.

Esta es la primera gran enseñanza que encontramos al acercarnos a esta escena evangélica. Es
completamente imposible querer ver en una forma “objetiva” la realidad del sufrimiento de las
personas, pues cada ser humano ve desde una posición diferente la vida, dependiendo de la
configuración de su propia biografía, de modo que lo que para alguien puede ser una niñería o
algo insignificante, para otra persona es de carácter trascendental; por ejemplo: una adolescente
de 16 años se encuentra al borde del suicidio y lleva dos semanas sumida en una fuerte depresión,
la causa de dicho cuadro es, el abandono y consiguiente decepción que a producido la noticia de
que su novio un año mayor que ella, ha tenido durante el tiempo de su relación, continuos
encuentros íntimos con una de sus mejores amigas. Puede sonar trivial para una persona de
cuarenta años ejecutivo y que se encuentra realizando un doctorado en finanzas, o para un preso
condenado treinta años de cárcel. Pero para cada uno de ellos la forma como ven las cosas es
diferente y lo que le suceda a otra persona tiene poca o ninguna importancia, pero si este ejemplo
lo complementamos con otros datos tales como: que el hombre ejecutivo es el papá de chico que
realizo el desplante a la chica y el que esta en la cárcel es el padre de la niña que al ver el
sufrimiento de su hija tomo una reacción violenta que termino con la vida del infiel adolescente.
Viendo las cosas de este modo todo cambia. De forma semejante sucede en la vida con el
sufrimiento, pues solo quien lo padece sabe la intensidad e importancia que este tiene para la
propia vida.

Ambiente, cultura y costumbres de la mujer en tiempos de Jesús.

Por eso es preciso para comprender lo que desea anunciarnos el texto en cuestión, conocer un
poco mas de cerca lo que era el flujo de sangre un una mujer judía hace 2000 años, así como las
implicaciones jurídicas, sociales y religiosas en una sociedad patriarcal y profundamente religiosa.

Hegemonía patriarcal.

Una característica dominante en los pueblos de la cultura palestina de la época de Jesús era la
hegemonía patriarcal, que estaba caracterizada por la absoluta monarquía (dictadura) del padre
sobre la familia en todos los aspectos de la vida, este fenómeno la antropología cultural lo ha
denominado como La patria potestas.

Este tipo de autoridad era extraordinariamente grande respecto a las hijas menores antes de
su matrimonio, estaban totalmente en poder de su padre. Se distinguía más exactamente:
1). La menor (qetannah, hasta la edad de «doce años y un día»); 2). La joven (naarab, entre
los doce y los doce años y medio), y 3). La mayor (bogeret, después de los doce años y
medio). Hasta la edad de doce años y medio, el padre tiene toda la potestad. “Su hija no
tenía derecho a poseer; el fruto de su trabajo y lo que encuentra pertenecía a su padre. La
hija que no ha alcanzado los doce años y medio tenía también muy poco derecho a disponer
de sí misma: su padre puede anular sus votos; la representa en todos los asuntos legales;

2
especialmente, el aceptar o rechazar una petición de matrimonio estaba exclusivamente en
su poder o en él de su delegado. Hasta la edad de doce años y medio una hija no tenía
derecho a rechazar el matrimonio decidido por su padre; puede incluso casarla con un
deforme”.

Aún más, el padre podía incluso vender a su hija como esclava, según hemos visto, pero sólo hasta
la edad de doce años. Sólo la hija mayor (por encima de doce años y medio) era autónoma; sus
esponsales no pueden ser decididos sin su consentimiento. Sin embargo, aunque la joven fuera
mayor, la dote matrimonial que la prometida debía pagar en el momento de sus esponsales era
cosa del padre.

“Esta amplísima potestad del padre podía naturalmente llevar a considerar a las hijas, en
especial a las menores, principalmente como una capacidad de trabajo o una fuente de
provecho; «algunos casan a su hija y se meten en gastos por ello; otros la casan y reciben
dinero por ello», dice una lacónica frase de la época”.

El papel de la mujer en la vida pública.

La mujer oriental no participaba en la vida pública, lo cual es también válido respecto al judaísmo
del tiempo de Jesús, aunque es preciso aclarar que esto en familias fieles al cumplimiento de la
ley.

De ello nos ilustra muy bien el profesor Jeremías gran estudioso y conocedor del tema:

“Cuando la mujer judía de Jerusalén salía de casa, llevaba la cara cubierta con un tocado que
comprendía dos velos sobre la cabeza, una diadema sobre la frente con cintas colgantes
hasta la barbilla y una malla de cordones y nudos; de este modo no se podían reconocer los
rasgos de su cara…. La mujer que salía sin llevar la cabeza cubierta, es decir, sin el tocado
que velaba el rostro, ofendía hasta tal punto las buenas costumbres que su marido tenía el
derecho, incluso el deber, de despedirla, sin estar obligado a pagarle la suma estipulada, en
caso de divorcio, en el contrato matrimonial”.

A demás, las mujeres debían pasar en público inadvertidas, es decir, no podían entrar en contacto
con nadie cuando se encontraban fuera de su casa, como lo muestra la enseñanza de Yosé ben
Yojanán de Jerusalén (hacia el 150 a. C.): un reconocido rabino de la época:

“«No hables mucho con una mujer», y después se añadía: « (Esto vale) de tu propia mujer,
pero mucho más de la mujer de tu prójimo»”.

De modo que las reglas de la buena educación prohibían encontrarse a solas con una mujer, mirar
a una mujer casada e incluso saludarla; era un deshonor para un alumno de los escribas hablar
con una mujer en la calle. Una mujer que se entretenía con todo el mundo en la calle, o que hilaba
en la calle, podía ser repudiada sin recibir el pago estipulado en el contrato matrimonial.

Otra de las restricciones que se refería a las mujeres era que estas debían permanecer confinadas
en sus hogares sin interesarse de lo que acontecía fuera de casa. Esta restricción era una más
rigurosa tratándose de una joven antes del matrimonio. Sobre este particular nos documenta Filon
de Alejandría:

3
“«Mercados, consejos, tribunales, procesiones festivas, reuniones de grandes multitudes de
hombres, en una palabra: toda la vida pública, con sus discusiones y sus negocios, tanto en
la paz como en la guerra, está hecha para los hombres. A las mujeres les conviene quedarse
en casa y vivir retiradas. Las jóvenes deben estarse en los aposentos retirados, poniéndose
como límite la puerta de comunicación (con los aposentos de los hombres), y las mujeres
casadas, la puerta del patio como límite»… Las mujeres judías de Alejandría; «no sobrepasan
la puerta del patio. En cuanto a las jóvenes, están confinadas en los aposentos de las
mujeres y evitan por pudor la mirada de los hombres, incluso de los parientes más
cercanos»”.

La diferencias entre los estratos sociales respecto a la mujer.

Pero todas estas condiciones varían de acuerdo con el circulo social al que se pertenecía, ya que
en la clase alta se era mucho mas estricto en cuanto al cumplimiento de las enseñanzas rabínicas,
que en los estratos bajos de la población.

Pues en los ambientes populares no se podía llevar una vida tan retirada como la de la mujer
de elevado rango que estaba rodeada de servidumbre, principalmente por razones
económicas; en estos ambientes, por ejemplo, la mujer debía ayudar al marido en su
profesión, tal vez como vendedora. No hay duda de que en dichos ambientes más bajos no
eran tan estrictas las costumbres, como podemos deducir también de la descripción de las
fiestas populares que tenían lugar en el atrio de las mujeres durante las noches de la fiesta
de los Tabernáculos: la multitud estaba allí tan despreocupada, que finalmente se hizo
necesario construir galerías para las mujeres con el fin de separarlas de los hombres.
Además, en el campo reinaban relaciones más libres. Allí, la joven va a la fuente, la mujer se
une a su marido y a sus hijos en el trabajo del campo, vende aceitunas a la puerta, sirve la
mesa. Nada indica que las mujeres observaran tan estrictamente en el campo como en la
ciudad la costumbre de velarse la cabeza; más bien existía, desde este punto de vista, una
diferencia, entre la ciudad y el campo, semejante a la que vemos entre la población árabe de
la Palestina actual. Una mujer, sin embargo, no debía estar sola en los campos, y no era
corriente, incluso en el campo, que un hombre se entretuviese con una mujer extraña.

Sin embargo, era común denominador para todas las clases sociales, el que la mujer se mantuviera
la margen de las cuestiones publicas y se limitaran en gran medida a los quehaceres domésticos.

Las hijas, en la casa paterna, debían pasar después de los muchachos; su formación se
limitaba al aprendizaje de los trabajos domésticos, coser y tejer particularmente; cuidaban
también de los hermanos y hermanas pequeños. Respecto al padre, tenían ciertamente los
mismos deberes que los hijos: alimentarlo y darle de beber, vestirlo y cubrirlo, sacarlo y
meterlo cuando era viejo, lavarle la cara, las manos y los pies. Pero no tenían los mismos
derechos que sus hermanos; respecto a la herencia, por ejemplo, los hijos y sus
descendientes P precedían a las hijas.

El mundo religioso de la mujer en tiempo de Jesús.

En cuanto a la situación religiosa, las mujeres gozaban de igual desventaja respecto a los hombres
como en los demás ámbitos de la vida, pues, su participación en lo que se refería a celebraciones y
actos culticos era totalmente pasiva y la importancia de su presencia era siempre secundaria y

4
circunstancial a la vez que episódica en muchos de los casos. Abordando este tema Jeremías
manifiesta:

“Los derechos religiosos de las mujeres, lo mismo que los deberes, estaban limitados. Según
Josefo, las mujeres sólo podían entrar en el templo al atrio de los gentiles y al de las mujeres
durante los días de la purificación mensual y durante un período de cuarenta días después
del nacimiento de un varón y ochenta después del de una hija, no podían entrar siquiera en
el atrio de los gentiles. No era usual que las mujeres impusiesen la mano sobre la cabeza de
las víctimas y sacudiesen las porciones del sacrificio; cuando se menciona ocasionalmente
que ha sido permitido a las mujeres imponer la mano, se añade: «No es que esto fuese usual
entre las mujeres, sino para calmarlas». En virtud de Dt 31,12, las mujeres, lo mismo que los
hombres y los niños, podían entrar en la parte de la sinagoga utilizada para el culto, pero
había unas barreras y un enrejado que separaban el lugar destinado a las mujeres. Más
tarde, se llegó incluso a construir para ellas una tribuna con entrada particular. En el
servicio litúrgico, la mujer se limitaba únicamente a escuchar. Ciertamente no parece
excluido que en la época antigua hayan sido llamadas mujeres a leer la Torá, pero, ya en la
época tardía, no era usual que se prestasen a hacer la lectura. La enseñanza estaba
prohibida a las mujeres. En casa, la mujer no era contada en el número de las personas
invitadas a pronunciar la bendición después de la comida. Finalmente hay que mencionar
aún que la mujer no tenía derecho a prestar testimonio, puesto que, como se desprende de
Gn 18,15, era mentirosa. Se aceptaba su testimonio sólo en algunos casos concretos
excepcionales, en los mismos casos en que se aceptaba también el de un esclavo pagano:
por ejemplo, para volver a casarse una viuda bastaba el testimonio de una mujer acerca de
la muerte del primer marido. En conjunto, la situación de la mujer en la legislación religiosa
está muy bien reflejada en una fórmula que se repite sin cesar: «Mujeres, esclavos (paganos)
y niños (menores)»; la mujer, igual que el esclavo no judío y el niño menor, tiene sobre ella a
un hombre como dueño, lo cual limita también su libertad en el servicio divino. Es por ello
por lo que, desde el punto de vista religioso, se halla en inferioridad ante el hombre”.

Todo esta amplia descripción que hemos realizado de las condiciones y costumbres que se
observaban en el ambiente social, político, económico y religioso, nos ayudan a poder situarnos en
un horizonte distinto de nuestros estándares posmodernos, lo cual nos ayuda a ver con un poco
más de empatía la situación de la mujer de la que habla Mc.

Aunque descripción que hemos hecho se limita a la situación de la mujer antes del matrimonio,
nos deja ver entre líneas, que la mujer como tal no tenia un valor por si misma y en si misma, sino
que su valor y derechos estaban limitados regidos y defendidos por el varón a que perteneciera,
sea el padre o el que hacia las veces de él o del esposo, sin que ella, en alguna medida pudiera
socialmente desenvolverse de manera libre e independiente. De ahí que lo peor que le pudiera
pasar a una mujer era ser viuda y más aun quedarse soltera, ya que esto las constituía por
completo en anónimas sociales.

Actitud judía hacia las enfermedades en tiempo de Jesús.

Otro elemento que debemos considerar es la forma como en el tiempo en el que vivió Jesús se
entendía la enfermedad y la forma como era entendida, asumida y contrarrestada, ya que esto
nos posibilitara tener una mayor panorámica del cuadro que estamos analizando.

5
Los judíos del tiempo de Jesús no tenían mucho conocimiento científico de la medicina. Esto lo
demuestra creencia de que las enfermedades eran causadas por el pecado del enfermo, o de sus
parientes, y que venían en castigo por dichas acciones. Por ejemplo, el evangelio de Juan nos
ilustra esta situación cuando presenta el episodio del ciego de nacimiento, sobre el que los
discípulos le preguntan a Jesús: "¿Quién pecó, éste o sus padres, para que naciese ciego?" (Jn. 9,2).

También podemos ver que en la cosmovisión de la época, se atribuían las enfermedades a los
demonios. De allí que considerasen que la curación era el arrojamiento de estos espíritus malos.
Entre los judíos y especialmente entre la gente sencilla era considerado una persona altamente
religiosa y acreditada por Dios, quien tendría este poder. Jesús se refirió a esta práctica cuando los
fariseos lo acusaban de proceder según el poder del demonio: "Y si yo por Beelzebub echo fuera
los demonios, ¿vuestros hijos por quien los echan?" (Mt 12,27). Estos hechos explican la falta de
conocimiento médico de los judíos en aquellos días.

Pero quizá una de las mejores muestras de lo ineficaces que eran los procedimientos medicinales,
nos lo ofrece el pasaje en cuestión, pues, Marcos añade un hecho interesante en su relato de la
curación de la hemorroisa, cuando refiere que ella había sufrido muchas cosas de muchos médicos
(Mc. 5,26). Esto nos hace ver que los métodos empíricos que eran utilizados eran en gran medida
de carácter supersticioso y con gran probabilidad mágico, al atribuir a un rito de medicina
artesanal valor curativo. Muestra de esta costumbre la encontramos en la cita del Talmud de
Babilonia que refiere, que algunos rabinos basaban su autoridad en el hecho de que algunos de los
mismos rabinos se presentaban como médicos, y sin duda muchos remedios raros eran prescritos
por ellos para una mujer con esta indisposición (flujo de sangre). Si un procedimiento no daba
resultado para sanar la enfermedad, se sugería otro. Uno de éstos era el siguiente:

"Cavar siete hoyos, y quemar en ellos algunas ramas de parra que aún no tuviera cuatro
años de edad. Entonces que la mujer, llevando una taza de vino en la mano, llegue hasta
cada uno de los hoyos en sucesión, y se siente a un lado de él, y cada vez se le repitan las
siguientes palabras: Sé salva de tus enfermedades”.

Prescripciones de la ley frente a las hemorragias y flujos de sangre.

Finalmente, el factor que más presión ejercía en la sociedad eran las prescripciones de la ley sobre
cuestiones de salubridad. Aunque en su origen, muchas de estas leyes fueron elaboradas como
medios para controlar epidemias que pudieran ocasionar pandemias en las tribus que vivían en el
desierto, con el paso del tiempo fueron adquiriendo un valor religioso, de manera que llegaron ha
convertirse en mandamiento y norma de derecho divino para un pueblo ya consolidado,
cuestiones que en su base eran de sentido común para la supervivencia tribal.

Por lo cual cuestiones como enfermedades de la piel, del cabello, ciclos mestúrales, poluciones
seminales o disfunciones renales, rápidamente fueron comprendidos como situaciones de
impureza ritual y luego como posible castigo por el pecado, por lo cual se procedió a exclusión de
quienes padecían este tipo de afecciones de la comunidad, como forma de mantener moralmente
el orden y control moral y religioso del pueblo. Fue así como surgió la sentencia contra la
enfermedad que presenta el pasaje de Mc que estamos trabajando.

6
“25 Cuando una mujer tenga flujo de sangre durante muchos días, fuera del tiempo de sus
reglas o cuando sus reglas se prolonguen, quedará impura mientras dure el flujo de su
impureza como en los días del flujo menstrual. 26 Todo lecho en que se acueste mientras
dura su flujo será impuro como el lecho de la menstruación, y cualquier mueble sobre el que
se siente quedará impuro como en la impureza de las reglas. 27 Quien los toque quedará
impuro y lavará sus vestidos, se bañará en agua u quedará impuro hasta la tarde. 28 Una
vez que ella sane de su flujo, contará siete días, quedando después pura. 29 Al octavo día
tomará para sí dos tórtolas o dos pichones y los presentará al sacerdote a la entrada de la
Tienda del Encuentro. 30 El sacerdote los ofrecerá uno como sacrificio por el pecado, el otro
como holocausto; y hará expiación por ella ante Yahveh por la impureza de su flujo. 31
Mantendréis alejados a los israelitas de sus impurezas para que no mueran a causa de ellas
por contaminar mi Morada, la que está en medio de ellos. 32 Esta es la ley relativa al
hombre que padece flujo o que se hace impuro con efusión de semen, 33 a la indispuesta por
el flujo menstrual, a aquel que padece flujo, sea varón o mujer, y a aquel que se acueste con
una mujer en período de impureza”. Lv 15, 25-31.

La situación existencial de la mujer del evangelio.

“25 Entonces, una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años,26 y que había
sufrido mucho con muchos médicos y había gastado todos sus bienes sin provecho alguno,
antes bien, yendo a peor”.

Después de conocer el contexto en el que se encontraba la mujer, nuestra visión y perspectiva


ante su sufrimiento cambia significativamente, ya que descubrimos que lo que a la primera
impresión era algo exagerado, por considerarlo como algo llevadero, descubrimos que las cosas
son muy diferentes de lo que pensábamos.

Pero ahora trataremos de realizar un diagnóstico existencial de la situación que experimentaba.


Aunque el evangelio nos da muy pocos datos para conocer el interior de este personaje (pues en la
literatura bíblica no se utilizan los elementos psicológicos propios del género novelesco
contemporáneo). Pero luego de conocer los diferentes elementos que entraban en juego en la
cultura de aquel tiempo, podemos reconstruir lo que seria su dama vital y la angustia que pudo
padecer esta mujer.

Posibles causas de la ausencia de un varón en la vida de la mujer.

Siguiendo un poco, lo que arriba decíamos sobre la situación de la mujer que estaba
completamente sometida al varón ya fuera este su padre o su marido, descubrimos que la mujer
que fue curada por Jesús no tenia la protección de ni uno ni otro. Este dato lo concluimos de la
información que nos ofrece la narración al decirnos que era una mujer que había padecido flujo
por doce años. Este dato nos da tres opciones posibles. La primera que era una mujer madura que
de un momento a otro comenzó a sufrir un sangrado ininterrumpido; otra posibilidad, es que
fuera una mujer que desde su menarquia presento este problema. Pues bien nos inclinamos por la
segunda opción, ya que no se hace alusión alguna a su marido y se dice de ella que podía disponer
de sus bienes a tal punto que con ellos pago los fallidos y dolorosos tratamientos con lo que
intento tener alguna mejoría; la tercera alternativa nos lleva a pensar que era una mujer que se
caso y luego fue repudiada por su marido a causa de su enfermedad. Y la posibilidad de que fuera
una viuda queda descartada, ya que de serlo así Mc lo habría puesto de relieve como lo hace en
otros pasajes.

7
Mujer sin varón.

Sea como fuere la realidad es que ella se encontraba en la total desprotección, sin padre (quien
pudo haber muerto y ella al no contar con hermanos recibió la herencia paterna y luego la gastaría
en tratamientos médicos) que se hiciera cargo de su enfermedad.

Pero no solo no tenía la protección de un padre, sino que era a su vez carente de esposo, pues de
existir aquel, se tenía que haber encargado de pagar sus curaciones, pero el texto no dice nada de
esto. Lo cual nos lleva a concluir que a no ser de estar en situación de repudio, la mujer de que nos
habla el pasaje, era soltera y no había tenido la posibilidad de casarse debido a su continuo
sangrado.

Madre sin hijos.

La consecuencia que cualquiera de las causas mencionadas producía, era una mujer en condición
de desgracia. Puesto que no podía en ningún modo lograr el gran anhelo y la única contribución
que la persona femenina podía realizar en favor de su pueblo. Dar a luz hijos.

Esta imposibilidad no solo hacia sentir frustrada a la mujer, también la estigmatizada como no
favorecida por Dios e incluso se le podía llegar a juzgar como castigada por Dios. Y en una cultura
androcéntrica esto es uno de los peores tormentos que puede producirse en una mujer. Ser inútil
para el varón.

Impura excluida de la comunidad.

Unido a esto encontramos que nuestra protagonista no se encuentra en una eventual, sino
constante situación de impureza ritual, cultica y social, lo que la condenaba vivir excluida de a
comunidad, no solo en lo que toca a la participación litúrgica, sino que incluso debía vivir fuera de
la comunidad, ya que todo lo que tocara lo convertiría ipso facto en impuro, fuera persona,
animal o cosa.

Enferma maltratada por los médicos.

Arriba, avisamos de la poca efectividad de los tratamientos clínicos de la época para sanar el tipo
de enfermedad que la mujer en cuestión padece, por lo cual los procedimientos seguidos además
de ser dolorosos y costosos, eran en la mayoría de los casos inefectivos. Esto le ofrecía un factor
de intensidad al dolor experimentado por el enfermo, al saber que su condición era incurable, por
lo que debía de resignarse a permanecer eternamente como impuro y excluido de la comunidad.
Es fácil que algunos se hayan aprovechado de la desesperación de este tipo de enfermos para
ofrecer sus servicios sanitarios, que aunque ellos mismos sabían que eran ineficaces, les podrían
proporcionar una interesante ganancia económica.

Con seguridad todas estas situaciones las vivió y sufrió la mujer que es mencionada en el pasaje,
ya que el mismo evangelista lo pone de manifiesto.

La sumatoria de todos estos elementos, nos ayuda a configurar el cuadro existencial, que con gran
seguridad era totalmente angustioso desde los diferentes niveles de la vida. 1). En el plano físico:
Era continuo el malestar (dolor, olor, suciedad), que tenia que sobrellevar diariamente, con el

8
agravante que todo intento de curación resultaba fallido. 2). En cuanto a su proyecto de vida: Sus
posibilidades no eran muchas, ya que las mujeres de aquel entonces solo podían orientar su vida
con referencia a un varón, en especial a un esposo. Pero el sangrado vaginal era un obvio
impedimento para poder concretizar este esquema, condenándola a la soledad. 3). Socialmente:
no puede cumplir el estereotipo de la buena judía, de ser madre de muchos hijos y poder con ello
demostrar su virtud y el favor de Dios por ello, así como garantizarse el respeto y dignidad que la
maternidad conferían en su contexto vital.

La salud: un camino procesual para la salvación/felicidad.

“27 habiendo oído lo que se decía de Jesús, se acercó por detrás entre la gente y tocó su
manto. 28 Pues decía: «Si logro tocar aunque sólo sea sus vestidos, me salvaré.» 29
Inmediatamente se le secó la fuente de sangre y sintió en su cuerpo que quedaba sana del
mal”.

Tenemos claro lo que acontecía en el mundo exterior de la mujer que nos acompaña. También
hemos presentado una posible panorámica de lo que pudo ser su mundo interior. Ahora veremos
la alternativa que uso para lograr el tan anhelado bienestar.

Después de gastar todos sus bienes en médicos y de recurrir a las acostumbradas terapias, esta
mujer se vuelve intrépida y decide hacer algo así como un acto suicida, pues se arriesga a buscar
un camino nuevo e inexplorado para salir de su enfermedad.

Ella no espera en forma pasiva ser curada, sino que activamente indaga sobre como puede hacer y
adonde debe ir. Pero más aun, lo que ella ha comenzado a visualizar, es que, la felicidad/salvación
no la va a encontrar consiguiendo lo que todo el mundo le dice que debe ser la salud y
sumergiéndose en los estereotipos convencionales. Ella ya ha probado todo esto y le ha resultado
inútil y desilusionante. Por lo cual se ha atrevido a incurrir en sendas inexploradas para lograr su
curación.

Es de este modo, como ella comienza a tomar las riendas de su vida y destino alejándose de lo
establecido por los patrones sociales en los que se encontraba esclava. Por eso es ella la que
busca, no espera a que alguien lo haga por ella o a que le ofrezcan soluciones. Es así como inició su
camino hacia la salud, asumiéndose como responsable y protagonista de su propio destino, sin
esperar la aprobación o el reconocimiento social y religioso de los que definían lo que estaba bien
o mal.

Esta libertad y riesgo es la que la ha llevado a reflexionar y meditar en las diferentes vías que podía
seguir rastreando para alcanzar lo que deseaba. Como nos anuncia el evangelio, ella gozaba de
una profunda capacidad de reflexión, ya que en el versículo 28, dice: “Pues decía: «Si logro tocar
aunque sólo sea sus vestidos, me salvaré»”.

Solo cuando se es capaz de pensar hacia adentro, es decir, de dirigir la mira hacia el interior y
buscar dentro las respuestas que dan sentido a nuestra vida, es cuando comenzamos a
experimentar la salud. Pues esta no consiste en que los demás nos digan que estamos curados,
antes por el contrario la salud, es la conciencia de ser si mismo sin depender de la opinión o juicio
que los otros hagan de nosotros. Cuando irrumpe en nosotros la in-dependencia, es cuando
realmente comenzamos a existir, ha ser nosotros-en-el-mundo, asumiendo el riesgo de acertar o

9
de equivocarnos, pero con la seria responsabilidad de que las decisiones son nuestras, y aunque
afecten a los demás, surgen de nuestro interior y configuran la exterioridad de nuestra vida, o sea
nuestras relaciones.

Por consiguiente la mujer del evangelio, ha empezado a vivir la salvación no al tocar el manto de
Jesús, sino desde el mismo momento en que decidió ser su propia terapeuta, autoformularse los
medicamentos que le ofrecía la vida y a tantear lo desconocido, en su caso, vivir sin flujo de
sangre. Ya que el encuentro con Jesús es el resultado de un haberse aventurado a buscar la
libertad, la independencia y la responsabilidad sobre sí. De modo que lo que hizo Jesús, no fue en
ninguna medida un acto mágico o extraordinario, por el contrario lo que él hizo es lo más
ordinario/común, ayudar a afianzar la confianza de la que se encontraba en búsqueda.

Lógicamente, ser independiente tiene un riesgo y un peligro. Este peligro consiste en equivocarse,
en ser rechazado por los que nos rodean y en salir de la seguridad que nos proporciona un mundo
que ofrece protección a cambio de esclavitud. Pero como paga de tal atrevimiento se encuentra la
salud/salvación de saberse y sentirse sanado de aquello que nos frustraba.

Es así, como ella decide emprender un nuevo camino, saliéndose de lo común. Ha tomado la
opción de vivir por ella y desde ella, ha renunciado a vivir en dependencia a un varón. Ha
descubierto que el Dios que la excluía de la comunidad, no era genuino. Esto es lo que la ha
movido a acercase a Jesús; pues las noticias que le han llegado (v. 27), sobre su mensaje y el rostro
de Dios por él presentado, llenan sus expectativas y la hacen sentirse objeto del amor de Dios.

Es claro, que la imagen de Dios que circulaba en el imaginario de aquel entonces, como en el de
nuestros días, vincula a Dios mas del lado de los ganadores, de los poderosos y de los curados que
de los que se encuentran en desventaja. Un dios de tal tipo, es lo más opuesto al mismo evangelio,
pero tristemente es el que disfruta la cultura del bienestar. Como consecuencia se huye del dolor y
de los doloridos, así como de la pobreza y los pobres, se prefiere el egoísmo a la solidaridad y se
vive más con referencia al tener y al poder que al ser y al servicio. Un dios de tales proporciones
no es más que una construcción demoniaca o anticristiana (se opone a Jesús y a su mensaje).

Siendo así las cosas, es fácil entender el difundido fenómeno que se produce en la actualidad con
referencia a las religiones tradicionales, es decir, la perdida de sentido religioso y de militancia en
asociaciones tradicionales de creyentes. La causa es doble: por un lado esta la incoherencia de los
actuales militantes que se comportan de una manera opuesta a las convicciones que profesan. Por
el otro lado, la difundida mentalidad del bienestar que invita reiteradamente a vivir una vida light,
sin sufrimientos y preocupada por la apariencia de felicidad que ofrece el mercado. Con esta
combinación de variables, la consecuencia es un mundo que excluya a los que no entran en sus
estándares de salud/bienestar, de modo que la impureza vuelve a emerger en quienes no son
“normales” o se esmeran por serlo.

Esta misma situación la vivió la mujer que es mencionada en el evangelio, ella no podía ser
contada entre los normales y los satisfechos; ella no encajaba entre el común denominador de la
mujer de su tiempo, pues no tenía varón; ella era repudiada por los “justos y moralmente”
respetados de su tiempo, pues no era como ellos (estaba enferma).

Después de dos mil años, podemos ver que las cosas no han cambiado mucho, siguen existiendo
las exclusiones de unos y las hemorragias de otros, con la consiguiente separación entre los

10
apreciados y los desdichados (que cada día aumentan). Sin embargo, no todo es sombrío y
desalentador, pues también hoy como en aquel entonces, hay hombres y mujeres que deciden
romper con el común denominador y se atreven a abrirse nuevas vías de comunicación y relación
que los ayude o que ayuden a otros a parar sus flujos de sangre. También son muchos los que a
diario tienen una experiencia diferente de Dios, por medio de un contacto novedoso con Jesús.
Con el Jesús del evangelio y no con el de la cultura del bienestar y de los satisfechos. Este
encuentro con el maestro los humaniza y los hace sensibles a las dolencias y aflicciones de quienes
los rodean, descubriendo un rostro nuevo de Dios que dirige su mirada hacia quienes están en
situación de postración. “Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes. A los
hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos sin nada”(Lc 1, 52-53).

La cultura del bienestar y del mercado han remplazado a la hegemonía patriarcal.

Claro esta, que quien se atreva a vivir este tipo de relación con Jesús y sus seguidores, debe estar
dispuesto a encontrarse con la reprobación e incluso con el rechazo y exclusión por parte de una
sociedad que camina en una dirección diferente, tal como lo dijo el maestro.

De modo que nos queda a nosotros hombres y mujeres con nuestras vaginas sangrantes la
decisión de ir en busca de la salud y al encuentro de Jesús por caminos nuevos e insospechados en
la arriesgada aventura de la fe, confiando en la voz de nuestra conciencia y siendo fieles a nosotros
mismos en nuestro caminar. Sabiendo que: “La persona satisfecha tiene sus anhelos clausurados, mientras que
la esperanza es la exigencia de algo distinto”.

Mujer nueva.

Tal vez lo más novedoso que nos muestra la mujer del evangelio es la reorientación que le da a
su vagina, pues la transforma. Ya no se limitara a cumplir una función patriarcal (placer de un
hombre, reproducción aumento de la estirpe), pues ha comprendido que lo que producía la
perdida de su vida/sangre, era precisamente el estar anclada en vivir para otros. No es egoísmo,
ya que no busca recluirse en un mundo de satisfacción individual, antes por el contrario ella se
ha dirigido a otro (Jesús), para vivir desde una humanidad solidaria y acogedora un camino
alternativo al de los hombres y mujeres de su tiempo. No la podemos considerar lesbiana,
puesto que no tenemos noticias de una amante secreta o de un grupo de mujeres de contra
corriente que protestan amándose entre ellas (como las Hinojosa). Ella se abre a nuevos
paradigmas de gratuidad, en donde lo que cuenta no es la diferencia de genero, ni otros
elementos que puedan ser motivo de división o marginación. Ella ha descubierto y Jesús se lo ha
confirmando, que hay formas diferentes de ser y de desplegarse en el mundo, sin
condicionamientos, ni exigencias previas; él no le ha pedido ni exigido que se haga discípula
suya o seguidora, la deja libre para que siga buscando, quizá con otros los caminos de la vida y
de la salud/salvación.

En esta forma ella se ha convertido en creyente del evangelio, pero vinculándose a ninguna
estructura, tampoco se ha colocado en la trinchera de los anarquistas revolucionarios. No ha
necesitado hacer una manifestación pública de su nueva situación, por el contrario la deseaba
vivir en silencio (…), Fu Jesus el que tomo la decisión de publicar el descubrimiento que ella
realizó y dar a conocer a todos los que se encontraban a su alrededor, que el estar sumergido en
cuestiones religiosas no es garantía de salud/salvación, como lo ha puesto de manifiesto Mc al

11
referir que la muchedumbre lo apretaba, es decir, que eran muchos los que estaban en contacto
con él, y a pesar de que llevaban mucho tiempo con el y que eran puros y religiosamente
practicantes, no llegaron a tener un contacto-encuentro curativo al estar en viendo y
escuchando a Jesús. Con esto se hace evidente que el mensaje del Reino no consiste
simplemente en una doctrina, un conjunto de ritos o una opción moral, es mucho mas que eso,
es hacer de la existencia una fuente de libertad y amor que capacita para vivir sin hemorragias,
impurezas, exclusiones y ayuda a todo el que desea esta experiencia. El Reino y quienes entran
en el no se caracterizan como dice Mc, por gozar de la aprobación de los “puros y sanos”, sino
por haber descubierto la entraña de lo que dijo Jesús aunque tal vez no sean conscientes de lo
que él dijo.

12

También podría gustarte