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JULIA ROSA MUÑANTE MILOS

ROSITA DE PACHACÚTEC
La Historia de una niña que nació predestinada
para alcanzar la santidad:
JULIA ROSA MUÑANTE MILOS, natural del
distrito de Pachacútec, provincia y
departamento de Ica. Desde muy pequeña
demostró un apego tan grande a los pobres y
una ferviente admiración hacia los preceptos de
Dios, que en su corta vida se constituyó en la
luz que iluminó a todo un pueblo; hasta el punto
que después de su muerte, su imagen se ha convertido en un cabal símbolo de
devoción.

ROSITA DE PACHACÚTEC:
Julia Rosa Muñante Milos, más conocida como Rosita de Pachacútec, nació el 21
de julio de 1966 y murió el 10 de enero de 1974. La santidad en la visión popular la
alcanza porque, según cuentan, la niña murió asesinada luego de una violación. Su
casa se han convertido en santuario, llena de placas, cartas, fotos e imágenes que
le regalan por el milagro concedido. Allí, sentada cerca de la cama cuyo letrero dice:
La camita de Rosita, encontramos a la mamá que siempre te contará la historia de
su hija y hablará también del Niño Jesús que le regaló cuando la pequeña tenía dos
años más o menos. Dicen que Rosita era muy devota de ese niño y pedía siempre
que los pastores o negritos (como los conocen por esta zona), vengan en navidad
a danzarle y rendirle homenaje. Este ritual se ha mantenido en el tiempo y cada mes
de enero, recordando un año más de la muerte de Rosita, llegan varias bandas o
hatajos de negritos a danzar y zapatear.

ROSITA SE HA CONVERTIDO EN UN ÍCONO DE LA FE Y CREENCIA POPULAR


EN ICA
Les dicen santos populares. Son personas comunes quienes, por azares de la vida,
sufren una desgracia que en lugar de dejarlos en la estadística los convierte en
estampas de la creencia popular, se adueñan de la fe de la gente, que los vislumbra
como “sus” santos, con los que se identifican porque son como ellos; además, son
capaces de concederles milagros. Ica tiene sus santos populares y Rosita de
Pachacútec es uno de ellos.

Nace una santa. Julia Rosa Muñante Milos, mejor conocida como Rosita de
Pachacútec, nació un 21 de julio de 1966 y murió el 10 de enero de 1974 en el
distrito iqueño de Pachacútec.
Cuentan que Julia tenía apenas ocho años cuando sufrió una terrible violación en el
interior de su vivienda. Un sujeto con un cuchillo fue el victimario, quien además le
causó profundas heridas en el cuerpo que ella soportó y perdió la vida días después.
Ya todos la conocían como una niña muy devota.
LA FE Y DEVOCIÓN POR ROSITA EMPIEZA POCO DESPUÉS.
Unos vecinos llegaron hasta su casa dando a conocer que Rosita se presentaba
ante ellos porque tenían a un hijo muy enfermo. Aseguraron que ella le tocó la frente
al muchacho y dijo “qué pena que tengo, qué pena que me da, pero no tengan pena
porque su niño se va a sanar”. Y luego, milagrosamente, se recuperó.

CASA Y SANTUARIO.
La casa de Rosita se ha convertido en un santuario, llena de cartas, placas
recordatorias y fotos de sus cientos de fieles devotos que dejan en sus paredes el
agradecimiento por un milagro concedido.
Cuando era niña, cuentan, Rosita recibió de regalo un Niño Jesús, de quien era muy
devota. Su infancia fue diferente a la de otros niños; “siempre se notó su apego por
Dios”, cuenta Pablo, su hermano. Ella misma hizo su cruz de Jesús cuando tenía
aproximadamente seis años.

Pablo asegura que los milagros de Rosita iniciaron antes de su muerte. Habían
pasado tres días sin probar alimentos en su casa; sus hermanos y su mamá, por la
condición precaria en la que vivían, no tenían para hacer nada, el hambre era
insoportable. Rosita llamó a sus hermanos y les dijo “ya no lloren, aquí hay comida”.
Y en tres oportunidades la comida apareció.

Tras su muerte, la devoción por Rosita de Pachacútec se incrementó. Creyentes de


la santa del pueblo acudían a su vivienda para pedir por un milagro, muchos de ellos
llegaban de Lima y hasta del extranjero. Pablo dice que hubo quienes quisieron
evitar que creciera la historia de santidad de Rosita. “Los familiares de su asesino”,
asegura.

TESTIMONIO.
Esteban Santa Cruz Bonilla es devoto de Rosita y amigo de la familia. Nos cuenta
que hace dos años sufrió un terrible accidente que por poco le cuesta la vida. Su
rostro fue el más perjudicado y necesitaba un trasplante. Rezó mucho y se
encomendó a Rosita. Hoy se puede apreciar solo la gran cicatriz que cubre su frente
y llega hasta parte de su rostro. “Rosita de Pachacútec me hizo el milagro y me
salvó la vida”, asegura.

Cada 10 de enero, fecha de su muerte, y por su apego y devoción al Niño Jesús,


llegan decenas de bandas de negritos a zapatear en la capilla levantada por Rosita
en Pachacútec, en homenaje a su santa. La fecha de su cumpleaños también es
muy celebrada y devotos de diferentes partes de Ica, el Perú y el extranjero llegan
para dar gracias por los milagros concedidos. Rosita está en el corazón de los
iqueños.

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