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Lección 2
"Por la Palabra de Jehová fueron hechos los cielos, y todo el ejército de ellos por el
espíritu de su boca (...) Porque él dijo, y fue hecho; él mandó, y existió" (Sal 33: 6, 9)
Cuando el Señor creó la tierra, era muy hermosa. Tenía enormes montañas, también
valles, colinas y llanuras. Había ríos y maravillosos lagos. Los pajaritos cantaban sobre
los inmensos árboles que rodeaban un paisaje sin igual, el león y la oveja se echaban
juntos a jugar. Un perfecto cielo era el techo de la creación y el piso era una alfombra
verde con delicadas flores.
Así, el Génesis nos explica el origen de la humanidad, el Rey del universo creó a cada
hombre y mujer a su imagen y semejanza. Por este motivo no hay base para asegurar
que el hombre nació de un proceso evolutivo de algún animal. Esta idea rebajaría la
sublime obra que realizó el Creador con sus propias manos. Aunque el ser humano fue
formado del polvo es hijo de Dios (Luc. 3: 38).
Adán fue colocado como representante del Señor sobre las diferente clases de seres
inferiores a él, estos no pueden comprender ni reconocer la soberanía de Dios; sin
embargo, fueron creados con capacidad de amar y de servir al hombre (PP). “Le hiciste
señorear sobre las obras de tus manos; todo lo pusiste debajo de sus pies; ovejas y
bueyes, todo ello; y también las bestias del campo, las aves de los cielos y los peces
del mar; todo cuanto pasa por los senderos del mar” (Sal. 8: 6-8).
Cuando el ser humano salió de las manos del Creador, era muy alto y de perfecta
simetría, gozaba de una radiante apariencia saludable y estaba vestido con una
envoltura de luz y gloria, como la que rodea a los ángeles (PP). Pero el hombre no solo
debía llevar la imagen exterior de Dios, sino también su carácter. Su naturaleza estaba
en armonía con la voluntad del todopoderoso. Era santo y feliz.
Sin embargo, luego que toda criatura viviente fuera traída ante su presencia para recibir
un nombre, encontró que cada una tenía su compañero y compañera, pero él no.
Entonces el Señor en su infinita sabiduría dijo “No es bueno que el hombre esté solo; le
haré ayuda idónea para él” (Gen. 2:18). El ser humano es un ser sociable y sin
compañía, las maravillas del Edén no hubieran podido proporcionarle plena felicidad.
Entonces el Señor creó una compañera para Adán (Gen. 2: 21-24) quien podría ser
una sola cosa con él en amor y simpatía. Eva fue creada de una costilla tomada del
costado de Adán; esto significa que ella no debía dominarle como cabeza, tampoco ser
humillada bajo sus pies como un ser inferior, sino debía estar a su lado como su igual,
para ser amada y protegida por él (PP).
Fue así como Dios celebró la primera boda, por esto, el matrimonio fue una de los
primeros regalos al hombre, además es una de las dos instituciones que, después de la
caída, llevó Adán consigo al salir del paraíso (PP). De esta manera, cuando cada
individuo camina conforme a la voluntad del Rey de Reyes, entonces el matrimonio es
una bendición que además eleva la condición física, intelectual y moral del hombre.
El Señor también preparó un hermoso huerto, para que la pareja viviera allí (Gen 2: 8) y
en medio del lugar estaba el árbol de la vida, sus frutos parecían manzanas de oro y
plata y tenían el poder de perpetuar la vida (PP). Ellos debían cuidar de ese huerto,
esto como una bendición para que el hombre ocupara su mente, fortaleciera su cuerpo
y desarrollara sus facultades mentales proporcionándoles mucha felicidad.
Aunque nuestros primeros padres fueron creados santos, Dios también los hizo libres,
con la capacidad de pensar y decidir. Por esto el árbol del conocimiento, que estaba
cerca del árbol de la vida, en el centro del huerto, había de probar su obediencia, su fe
y su amor (PP). Ellos podían comer de todos los árboles del huerto, excepto de ese
(Gen 2: 16, 17), de esta manera iban a estar expuestos a las tentaciones de Satanás,
pero si la superaban con éxito, entonces serían colocados fuera de su poder para
deleitarse por siempre en la gracia de Dios.
El gobierno divino no puede existir sin ley y el Creador pudo haber formado al hombre
incapaz de incumplirla, pero entonces la obediencia no hubiera sido voluntaria y el
hombre no sería libre, sino algo parecido a un robot.
En el Edén, Adán y Eva eran estudiantes de Dios y aprendían los secretos de la vida
en cada planta y animal, se instruían en los misterios de la creación, en las nubes y el
sol. Hoy no estamos en el Edén, pero aún en la maravillosa creación podemos conocer
a nuestro Salvador y deleitarnos en su esplendor.
Nota para padres. Esta lección está basada en el capítulo 2 del libro Patriarcas y
Profetas. Se recomienda leer el capítulo completo, también repasar Génesis 1 y 2 y
contestar junto a sus hijos las siguientes preguntas:
¿Tenemos alguna razón para pensar que el hombre viene de algún animal?