Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
El Pequeño Mundo Propio Del Dr. Crandall PDF
El Pequeño Mundo Propio Del Dr. Crandall PDF
Por
Daniel Ares
“Dios es simple,
todo lo demás es complicado”
Albert Einstein
II
III
IV
VI
No hace falta decirles que durante todos esos que pasaron desde mi último
encuentro con el doctor Crandall hasta su muerte, más de una vez tuve el
impulso de volver a La Rioja para visitarlo y ver de nuevo su pequeño mundo
propio. Pero nunca me animé.
A poco de volver a Buenos Aires, descubrí que lo visto en La Rioja me
había perturbado mucho más de lo que pude prever en un principio. Imágenes
inmanejables de aquella visión inaudita, volvían a mi cabeza en flashes
imprevistos, o yo mismo las recuperaba voluntariamente para mirarlas mejor,
para entenderlas un poco más, para creerlas por fin, y para torturarme también.
Después de lo visto, nada más fue lo mismo.
La vida, el mundo, los otros, el destino, la muerte, el albur y la fe, habían
cambiado de lugar y contenido, y de dueño también. Los días pasaban y el
desasosiego crecía. La sensación de ser humano, así, perdía de a poco su
importancia, ya consciente yo de la posibilidad más que posible de ser un
moco sin nombre en manos de un borracho nunca visto... La idea de Dios,
ahora -y sin que yo pudiera evitarlo-, se fundía cada vez más seguido con la
tosca imagen de Crandall, sosteniendo vaso en mano su precario universo para
bien de una humanidad que ni siquiera lo creía... Así la lluvia dejó de ser la
lluvia, el cielo no fue nunca más el cielo, y la luna y el sol se convirtieron a
mis ojos en un par de artefactos bastante sofisticados, sí, pero ya nunca más
impresionantes. Los otros y yo, la humanidad entera, el mundo todo, la vida
misma, se redujeron de repente a un gran experimento que tal vez alguien, no
sin generosidad, desde una dimensión desconocida, contemplaba y controlaba
mientras bebía y se moría.
Por eso muchas veces tuve ganas de volver a ver a Crandall y a su mundo
pero nunca me animé. Quería olvidar, no volver a ver. Ya había visto más de lo
que podía cargar en mi memoria sin posibilidad de compartirlo amordazado
por mi juramento... En un principio traté de pensar que el tiempo con el
tiempo iba a borrar esas visiones, o por lo menos las rompería en pedazos
inconexos de una pesadilla vieja, en fragmentos de una borrachera, en
estropicios de la memoria, en fin, en algo así como el olvido. Pero no, qué
va…
Sin quererlo cada mañana esperaba en la tapa de los diarios la gran
revelación universal. Así la certeza de que un mundo paralelo existía enterrado
en La Rioja, más la certeza de que una humanidad entera estaba en manos de
un argentino alcohólico y solitario, más la certeza de que todas las barreras de
la ciencia habían sido vulneradas, más el horrible privilegio de que nadie
excepto yo lo sabía… así todo eso se devoró mi calma desde entonces. Quería
olvidar, era lo único que quería. Pero cuando parecía a punto de conseguirlo,
una nueva carta de Crandall desbarataba mis intentos.
En total fueron cuatro -las cartas- y todas ellas están aún en mi poder. Desde
ya las pongo a disposición de la prensa, del gobierno, de la justicia, de la
ciencia, del Vaticano, de la NASA, de la CIA y del que me las pida. Están
escritas a mano y es fácil cotejar su autoría. De alguna manera, son
manuscritos sagrados, y como tales, no alcanzan para probar lo que cuentan...
pero valen la hondura de su misterio y la posibilidad de sus profecías.
Las cuatro son breves y las cuatro fatales. La primera la recibí a los dos años
de nuestro último encuentro.
Aquí está.
Chumbita, setiembre de 1996.
Estimado Señor Nogueira:
Espero que usted se encuentre bien al recibo de la presente, y permítome
saludarlo por las fiestas que se avecinan, tanto a usted, como a su respetable
familia.
Por mi parte, me encuentro muy bien de salud, aunque muy desalentado con
respecto a la humanidad. El tiempo pasa y las cosas empeoran. He dotado a
mis seres de una mente poderosísima, y lo que es más grave, de una
imaginación incontrolable. El hombre es el abismo del hombre. La evolución
del mundo, por lo que pude observar, sigue tal cual nuestra historia. En
Europa se cocina algo muy feo. Hay un imperio que se expande desde el
norte. Algo me dice que no durará mucho, pero que venderá cara su derrota.
El virreinato del Río de la Plata no existe hace rato, la República Argentina
ha comenzado. Últimamente es mi mayor distracción. Fueron muy
entretenidas las invasiones inglesas. El cruce de los Andes es una epopeya
todavía por descubrir. Hasta hace poco, el país parecía estar en guerra civil,
pero algún acuerdo hubo porque de un tiempo a esta parte se los ve más
calmos. Hace un par de meses prendieron fuego París. ¿Será La Comuna?
Todo indica que estamos a fines del siglo XIX. Sobre las aguas ya casi no se
ven grandes barquitos a vela, son todos a vapor. Me temo que el siglo XX se
acerca peligrosamente. Luego veré lo inédito. No aliento grandes esperanzas.
Lo mantendré informado.
Confío en que pronto vendrá a visitarme, y le deseo de todo corazón muy
felices pascuas.
Siempre suyo...
C.W.C
No sé a qué pascuas se refería, pero por la caligrafía, y por el aspecto
general de la carta, era fácil deducir que el autor estaba ebrio. De vino tinto,
certificaban algunas máculas sobre el papel. Pero nada de esto debilitaba lo
que decía, la desesperanza de sus palabras. Todavía me invitaba a visitarlo,
pero todavía yo intentaba olvidar.
Y ya casi lo conseguía cuando llegó su segunda carta... según el tiempo de
Crandall, un siglo más tarde.
Chumbita, octubre de 1998
Estimado Nogueira:
C.W.C.
En un intento por negar lo que leía, atento a que Crandall consideraba la
posibilidad de destruir su mundo, pensé que antes, mejor, ya que estaba, era
darlo a conocer. Destruido por destruido, quise evitar la locura, y de paso,
ganarme esa primicia que venía persiguiendo(me) desde hacía tantos años...
Pero al cabo de semanas y meses de pensarlo y repensarlo -paralizado por el
miedo-, antes de escribirle a Crandall con la propuesta, o de viajar para
decírselo, llegó su tercera carta... y entonces deseché la idea para siempre.
Chumbita, agosto 1999
Nogueira:
La conquista del espacio se desató irrefrenable. No sé qué buscan ni qué
pretenden. Perdieron el rumbo, los ganó la insensatez. Llenaron las alturas de
satélites y de naves y cositas así. Algunas explotan contra las duchas y
chamuscan los tules. Un día van a incendiar el cielo. (Esas telas tienen mucho
nylon). La luna ya la pisaron hace rato. No le hacen nada, se posan sobre la
superficie, caminan un poco por la tulipa, pegan banderitas y se vuelven. Es
evidente que quieren ir más allá. Para distraerlos, les colgué de apuro
algunas pelotas aquí y allá como planetas distantes y desiertos. Pero me temo
que no falta mucho para que descubran la verdad. Como se imagina, mi
trabajo de manutención se hace cada vez más difícil y riesgoso. Desde que
viajan por el cosmos, ya no sé dónde ponerme para que no me vean... y para
protegerme de sus naves. Ya van dos que me pegan en la cabeza, y duelen. A
veces pienso que lo hacen a propósito. Sí:¡ que me atacan! Estudié la primera
cápsula que se me clavó (en la frente), y al abrirla, comprobé que tenía dos
seres, dos hombrecitos muertos (víctimas tal vez del impacto contra mi
cabeza). Pero en cambio la última cápsula que se me clavó (en la ceja
izquierda, casi me saca un ojo), estaba vacía a no ser por una sustancia
extraña, de color amarillo, que analicé sin resultados. ¿Serán misiles? Por
qué no. Tal vez ya saben de mi existencia y han decidido aniquilarme culpado
por todos sus males. El descaro los gobierna. Quizás piensan que no me
necesitan más, pero se equivocan. Los polos ya casi no existen, están los
caños al aire, algunas islas desaparecieron bajo el agua, y el nivel de los
océanos crece peligrosamente. En busca de arena arrasaron casi todas las
playas. Sobre el norte del Pacífico hay un continente nuevo del tamaño de la
India ¡es de basura! ¡Basura urbana! ¡Plástico, cartón y espanto! ¡Y crece y
crece!... Si no me dejan acercar para hacer algo, pronto sucumbirán bajo su
propia ignorancia. No sé que buscan. Perdieron el rumbo. El futuro llegó y no
lo quieren. Tal vez me odien. Yo tampoco siento por ellos lo que sentía antes.
No venga, lo mantendré informado.
C.
La siguiente carta, la cuarta, fue la última. En sus pocas líneas terminales, se
anuncia -y al mismo tiempo se resuelve- el misterio que luego le sigue.
Chumbita, abril 2000
¡Me atacan! ¡Me descubrieron y me atacan! No son naves extraviadas: son
misiles teledirigidos, bombas, como quiera llamarles. Me atacan. Los estudié.
Son misiles o algo así. No me dejan marcas, apenas un pinchazo, pero al
abrirlas bajo el microscopio, encontré un compuesto raro. No sé con qué lo
hacen, es una sustancia nueva, desconocida para nosotros. Se lo inyecté a un
ratón y murió a los pocos minutos. Ahora cada vez que aparezco por el
espacio, tengo que ponerme un casco y un chaleco blindado. Pronto ni eso
servirá. La tecnología se desmadró. Los hombres están a merced de sus
propios inventos. Tal vez quieren reemplazarme. Siempre que aparezco voy
vestido de negro y tengo mucho cuidado de moverme por las zonas de la
noche y entre la niebla. Pero igual me detectan y me atacan. Disparan sus
mierditas envenenadas desde todos los puntos de la tierra. No conseguí que
me amen, ni siquiera que me respeten. Dudo lograr que me teman. Todo
terminó. Se acabó la filosofía, estalló la metafísica. Sólo un dilema queda:
sobrevivir, o progresar. Una de dos.
La carta llegó así, no tiene encabezado ni firma. Pero la letra, a la luz de las
otras, resulta inconfundible.
Un día por fin viajé a La Rioja y fui a visitar la casa de Crandall y su
bodega. Sin embargo no fue por esa última carta, ni por las anteriores. Me
llevó finalmente un recuadrito que apareció en un diario a fines de aquel año
2000, y cuyo título, bajo la escueta volanta “La Rioja”, anunciaba, fría,
secamente: "MUERE EN INCENDIO CONOCIDO CIENTÍFICO".
Era Crandall, sí.
El recuadro aquel –lo conservo todavía- dice así:
(TELAM, 2 – La Rioja) -Victima de un terrible incendio fue hallado muerto
en el interior de su finca de Chumbita, al este de esta capital, el doctor Charles
William Crandall, científico de origen riojano, cuyas teorías genéticas
despertaron airadas polémicas dos décadas atrás.
Según informaron las autoridades locales, el incendio se habría iniciado
hacia la madrugada del último martes. La finca, que poseía una bodega
subterránea ya inactiva, ardió durante más de doce horas hasta que tres
dotaciones de bomberos lograron controlar el siniestro.
Una vez ingresados al interior de la mencionada bodega, los efectivos
hallaron el cuerpo del doctor Crandall completamente calcinado.
El fuego se habría desatado allí mismo, en dicha bodega, que desde hacía
años funcionaba como depósito de trastos y maquinarias en desuso. Otrora
famosa en toda la región por su producción vitivinícola, la viña, propiedad de
la familia Crandall, cerró sus puertas hace ya varios años, y desde entonces el
fallecido académico era el único habitante de la propiedad.
Según testimonios de sus vecinos, el doctor Crandall, reconocido
internacionalmente durante su juventud, pasó sus últimos años recluido allí,
sin contacto con el mundo exterior, y afectado seriamente por el alcoholismo.
Los investigadores sospechan que tal vez el propio doctor Crandall, en
estado de ebriedad, habría desatado el trágico siniestro accidentalmente.
Entiende en la causa el doctor Mario Moreno Nieves; juez de instrucción del
juzgado número 8 de Chumbita, quien caratuló el expediente “Muerte
dudosa”, a la espera de los resultados definitivos de la autopsia ordenada por
dicho magistrado.
En cuanto pude, viajé a La Rioja y llegué a Chumbita.
Tarde, más bien.
Alcohólico famoso como era, los resultados de la rápida autopsia
confirmaron la más cómodas sospechas de los investigadores: "muerte por
accidente". La bodega había sido el foco del incendio, y allí hallaron a
Crandall calcinado, así que “según los indicios”, rezaba el informe,
“posiblemente en estado de ebriedad”, el propio doctor Crandall “habría
originado” el incendio que le diera muerte. Listo. Cosa juzgada.
Por un momento pensé en contarles todo a las autoridades y pedir una nueva
autopsia en busca de sustancias extrañas o... ¿pero con qué pruebas? ¿con sus
cuatro cartas, con su fama y su pasado?... ¿y para culpar a quién, a una
humanidad que ya no existía?... ¿quién iba a creerme? Muerto Crandall, La
Rioja tendría su nuevo loco. Desistí.
Por decisión judicial, sin herederos manifestados, la finca y lo que restaba
de sus tierras, ya estaban en venta con su bodega incluida. Fingiendo ser un
posible interesado, fui a verla.
Para qué.
La casa se había salvado del fuego, pero la gangrena del abandono se la
comía rápido. Buena parte del techo había volado o caído, el esqueleto de sus
vigas se pudría al sol, las ventanas desvencijadas, los vidrios rotos, una puerta
descoyuntada, la maleza asomando desde su interior… seguí de largo, fui
directamente a la bodega, foco del incendio.
La doble puerta a ras del piso ya no existía, ni la escalera para bajar. Eran de
madera. Sólo quedaba el agujero negro de la entrada… y me asomé para mirar.
Aquello era el Horror después del Horror.
Allí estaba el globo del mundo, quieto por fin, callado, inmóvil para
siempre, carbonizado por completo, con sus fierros al aire, perdido como
difuso entre un amasijo de vestigios chamuscados, ya casi invisible, devorado
por la negrura total que lo envolvía… eso era todo.
Eso y un cartel a la entrada de la finca como una absurdo epitafio que decía
en grandes letras blancas contra un fondo rojo: “REMATE:
OPORTUNIDAD”.
Yo lo vi.
F I N
¿Te gustó este libro?
Para más e-Books GRATUITOS visita freeditorial.com/es