Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Buscando a Audrey
Ay, Dios.
Sí: ay, Dios a muchos niveles. Primero, cree que me asustó. (Cosa que es cierta,
pero no porque él dé miedo.) Segundo, cree que tiene que disculparse, lo que hace que
me sienta fatal. Y tercero, ¿qué hago ahora?
Pienso un momento y luego escribo debajo:
Un poco.
Perdona que te haya preguntado por las gafas. He metido la pata.
No importa.
Me acuerdo de tus ojos, de antes.
¿De antes?
Una vez vine a ver a Frank. Me fijé en tus ojos. Son azules, ¿no?
No puedo creer que se fijara en el color de mis ojos.
Yo también.
Pero no va a durar siempre. Estarás a oscuras el tiempo que haga falta y luego saldrás.
¡¿Soy RUIBARBO?!
Hay un largo silencio. Luego el papel vuelve a aparecer, justo debajo de mi nariz. Ha
dibujado un tallo de ruibarbo con gafas de sol. No puedo evitar que se me escape la
risa.
—Bueno, mejor me voy. —Se levanta.
—Vale. Ha sido agradable… Ya sabes, charlar.
—Lo mismo digo. Bueno, adiós, entonces. Nos vemos pronto.
Levanto una mano manteniendo la cara tercamente apartada, a pesar de que me
encantaría poder mirarle. Me digo a mí misma que tengo que volverme… pero no me
vuelvo.
Hablan de «lenguaje corporal» como si todos habláramos el mismo idioma. Pero
cada cual tiene su propio dialecto. En mi caso, por ejemplo, ahora mismo darle la
espalda y mirar fijamente hacia el rincón significa «me caes bien». Porque no he salido
corriendo a encerrarme en el cuarto de baño.
Ojalá se dé cuenta.
2.
M AM Á: Te he comprado un limpiador facial. Mira, es específico para pieles
adolescentes.
YO (leyendo la etiqueta): Para pieles con problemas de acné. ¿Crees que tengo
problemas de acné?
M AM Á: Claro que no, cielo. Pero tienes que reconocer que a veces tienes la piel un
poco…
Deja la frase a medias.
YO: ¿Cómo? ¿Sucia? ¿Asquerosa? ¿Crees que debería ir por ahí con una bolsa en la
cabeza?
M AM Á: No exageres, Audrey. No iba a decir eso.
Total, que estoy muy sensibilizada con las frases dejadas a medias. Y Linus se ha
Página 69 de 199 Visitanos en Librosonlineparaleer.com
parado en plena frase, y estoy segura de lo que iba a decir. Iba a decir: Está loca, igual
que tú.
Le doy asco. Lo sabía. Solo ha venido porque soy una especie de espectáculo, como
un monstruo de feria. ¡Pasen y vean! ¡La chica de las gafas de sol! ¡Véanla acurrucada
en el rincón!
El silencio sigue y sigue, y alguien tiene que romperlo, así que digo con aspereza:
—No pasa nada. Estoy loca. Es igual.
—¡No!
Linus parece muy sorprendido. Sorprendido, avergonzado, incómodo. Y también un
poco humillado. Como si no pudiera creer que yo haya dicho eso. (Como veis, todo
esto lo deduzco de una sola sílaba.)
—Tú no te pareces en nada a mi abuela —añade, y suelta una risita como si se
estuviera acordando de algo divertido—. Si la conocieras, lo entenderías.
Tiene una voz suave. No como la de Frank, que casi siempre suena áspera y ronca
como el ruido de un ariete. Se ríe otra vez y yo noto como si estuviera a punto de
desmayarme de alivio. Si se ríe es que no le doy asco, ¿no?
—Bueno, supongo que no volveré a venir hasta que le levanten el castigo a Frank.
—Claro.
—Tu madre piensa que soy una mala influencia.
—Para mi madre todo es una mala influencia. —Pongo cara de fastidio, aunque Linus
no pueda verla.
—Entonces, ¿no sales nunca, ni nada?
No se ha parado en medio de la frase, pero aun así el aire chisporrotea un poco. Por
lo menos, a mi alrededor. No sales, ni nada. Siento el impulso de hacerme un ovillo y
cerrar los ojos.
—No. La verdad es que no.
—Ya, claro.
—Bueno, se supone que tengo que ir a Starbucks.
—Mola. ¿Cuándo vas a ir?
Otro silencio. Me encojo un poco más. Noto cómo flotan sus preguntas alrededor del
silencio como si fueran palabras de un listado de vocabulario: ¿por qué? ¿Cómo es
que…? ¿Qué ocurre?
—Se supone que tengo que hacer una especie de terapia de exposición —digo
atropelladamente—. Salir un poquito cada vez. Pero lo de ir a Starbucks no es un
poquito. Es un mogollón. Y no puedo. Así que…
Con cada cosa que le cuento, espero que se marche. Pero no se marcha: sigue ahí.
—Es como una alergia —comenta como si fuera un tema apasionante—. Como si
fueras alérgica a Starbucks.
—Imagino que sí.
Esta conversación está empezando a dejarme el cerebro agotado. Agarro un cojín
—¿Por qué lo que piensa Linus hace que te sientas como una idiota? —pregunta
señalando la pizarra.
—Porque… —Lucho con mis propios procesos mentales—. Porque no debería
habérselo pedido.
—¿Por qué no? —replica—. Te ha dicho que no, pero eso solo significa que no le
apetece que le entrevisten o que está ocupado, o que piensa decirte que sí en otro
momento. O podrían ser muchas otras cosas. No quiere decir nada respecto a ti.
—¡Por supuesto que sí! —contesto sin poder evitarlo.
—¿Sí? —insiste ella al instante—. ¿Por supuesto que sí?
Vale, he caído en la trampa. «Por supuesto» es una de esas expresiones que hace que
la nariz de la doctora Sarah tiemble como la de un tiburón olfateando sangre. Esa y
«tengo que».
—Audrey, ¿acaso sabes lo que piensa Linus?
—No —respondo de mala gana.
—No pareces muy segura. ¿Puedes leerle el pensamiento a la gente, Audrey?
—No.
—¿Tienes superpoderes y no me lo habías contado?
—No. —Levanto las manos—. Vale, ya lo pillo. Estaba haciendo como si pudiera
leer la mente.
—Estabas haciendo como si pudieras leer la mente. —Asiente con la cabeza—. No
sabes lo que piensa Linus. Podría ser bueno, podría ser malo. Con toda probabilidad,
no piensa nada en absoluto. Es un chico. Vete haciéndote a la idea. —Su cara se arruga
en una sonrisa.
—Ya. —Sé que intenta hacerme sonreír, pero estoy demasiado confusa—.
Entonces… ¿debería pedírselo?
—Yo creo que sí.
Página 94 de 199 Visitanos en Librosonlineparaleer.com
Coge el borrador de la pizarra y borra lo de «Linus no va a venir». En su lugar
escribe:
Claro. ¿Cuándo?
Eso no lo había pensado. ¿Cuándo? Es sábado por la tarde, lo que significa que
mañana tenemos todo el día.
Y debajo hay una larga lista. Una lista muy, muy larga que llena toda la página. Estoy
tan nerviosa que ni siquiera puedo leer como es debido, pero al mirarla por encima veo
cosas como «sonrisa preciosa» y «un gusto genial para la música (eché un vistazo a tu
iPod)» y «un nombre alucinante para pedir en Starbucks».
Se me escapa de pronto una carcajada que casi se convierte en un sollozo y luego en
una sonrisa, y después, de repente, me estoy secando los ojos, nerviosísima.
Con un ruido de chapa, otra nota se cuela por la ranura y yo doy un brinco, asustada.
¿Qué más querrá decirme? No será otra lista larguísima, ¿verdad? Pero la nota dice:
¿Puedes abrir la puerta?
Siento un hormigueo de alarma que me recorre todo el cuerpo. No puedo dejar que
me vea así, encogida, pálida y hecha polvo. No puedo. Sé que la doctora Sarah me diría
que no estoy encogida ni hecha polvo, que son imaginaciones mías, pero la doctora
Sarah no está aquí, ¿no?
Durante unos segundos no me atrevo a leerla. Pero por fin la desdoblo y me quedo
mirando lo que pone. Me pica toda la cabeza de incredulidad. Se me entrecorta la
respiración mientras leo la nota. Ha escrito eso. Lo ha escrito. Me lo ha escrito a mí.
Es un beso.
Libros de fantasy y paranormal para jóvenes con los que descubrir nuevos mundos y universos.
Los libros de esta colección desprenden amor y romance. Ideales para los lectores más románticos.
La colección para niños y niñas de 9 a 14 años, con historias llenas de aventuras para disfrutar de verdad de la
lectura.
Una serendipia es un hallazgo inesperado y esto es lo que son los libros de esta colección: pequeños tesoros en
forma de historias contemporáneas para jóvenes.
Libros crossover que cuentan historias que no entienden de edades y que puede disfrutar tanto un niño como un
adulto.