Está en la página 1de 2

Enseñanza de una historia

Mi padre: de los problemas a las soluciones

Problemas tratados

- Pérdida
- Tragedias inesperadas
- Abuso
- Tiempos difíciles

Recursos desarrollados

- Empleo de los recursos internos


- Adaptarse a los retos de la vida
- Aprender a ser decidido
- Desarrollo del pensamiento lateral

Resultados ofrecidos

- Posibilidad de superar tiempos difíciles


- Todos los problemas tienen solución
- Los problemas pueden ayudar a desarrollar habilidades y aprendizaje

Mi padre aludía a sí mismo como un entendido en todas las profesiones y experto en ninguna. No
había obtenido ningún título en los estudios y carecía de cualificación profesional alguna.
Proclamaba que su enseñanza había tenido lugar en la universidad de los golpes duros.

Nacido a principios del Siglo XX, tan sólo era uno más de una familia de trece miembros. Era muy
duro alimentar a una familia de esas proporciones y costear los gastos de educación. Así pues, mi
padre pasó más parte de su infancia trabajando en las minas de carbón, que sentado detrás de un
pupitre.

Cuanto tenía 17 años se pagó el pasaje de Inglaterra a Australia trabajando a bordo de un buque
de vapor. La vida en Australia no era fácil y en su primer trabajo como peón agrícola fue tratado
como un esclavo. El concepto de abuso no estaba bien definido por aquel entonces, por
consiguiente, no tenía manera de explicar el trato de que era objeto. Sin embargo, el hombre tenía
un espíritu indomable y pronto aprendió defenderse por sí mismo.

Ahorró su exiguo salario hasta que pudo comprar una pequeña aunque pintoresca propiedad en la
que cultivó una huerta. Limpió el terreno, preparó la tierra, plantó verduras y creó un negocio.
Todos sus esfuerzos parecían verse recompensados.

Entonces, cuando pensaba que estaba logrando su objetivo, un fuego devastador arrasó toda la
zona. El fuego destruyó sus cultivos y su hogar. Perdió todo aquello para lo que había trabajado
durante tanto tiempo y con tantos esfuerzos. Endeudado y desconsolado, abandonó la tierra para
ganarse el sustento trabajando como peón caminero en la construcción de una autopista a los
largo de los escarpados acantilados de la costa, un proyecto en el que varios de sus amigos
perdieron la vida. Para obtener unos ingresos adicionales cazaba serpientes, cogiéndolas por la
cola y agitándolas en el aire como si fueran un látigo para partiles la espalda. Después vendía su
piel para confeccionar cinturones.

Una de las muchas historias que muestran sus recursos y que a él le gustaba explicar, sucedió
durante su luna de miel. Él y mi madre celebraron su matrimonio en un centro turístico en la
montaña. De regreso a casa, la cual él mismo se había construido y tras un pesado viaje por
carretera, tuvieron un reventón en una de las ruedas del coche. Mi padre se había gastado hasta el
último céntimo en la luna de miel. Incluso si se dirigía andando al pueblo más cercano, que distaba
unos kilómetros de donde se encontraban, no podía pagar ni un neumático nuevo ni lo que
costaba la reparación. Además, él era un caballero y era impensable que abandonara a mi madre
sola en una carretera solitaria.

En lugar de esto, quitó la cámara de la rueda pinchada, trepó por una cerca que había en la cuneta
y cogió un fardo de largos tallos de trigo que crecían en el prado colindante. Llevó el fardo hasta el
coche, ató los tallos firmemente y los colocó en el interior de la rueda. De esta forma pudieron
llegar a su hogar, de forma lenta y segura. Mi padre solía decir. Un problema es sólo la excusa
necesaria para ayudarte a encontrar una solución.

También podría gustarte