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H IST O R IA SEC R ET A 337

Así pues, de este modo marchaban los


asuntos más importantes del estado. Pero
E l pueblo Λ Δ , ,
de púrpura no en mencionar aun una
^ n a a m a *°
de sus ridiculas acciones. Uno de los abo-
gados de Cesarea era un tal Evángelo, un
hombre no sin distinción, que con el viento de la fortuna so-
plando a su favor, llegó a ser propietario de numerosas tie-
rras y otros bienes. Con el tiempo compró incluso un pue-
blecito costero, llamado Porfíreon, por tres centenarios de
oro. Cuando se enteró de esto el emperador Justiniano, le
confiscó enseguida el paraje, compensándole sólo con una
pequeña parte de su valor, pues declaró que no habría sido
nunca adecuado que Evángelo fuese propietario de un pue-
blo así dada su condición de abogado356. Pero dejemos de
hablar sobre estas cosas, puesto que, siquiera brevemente,
ya hemos hecho mención de ellas.

Entre las innovaciones que introduje-


Sen adores ron Justiniano y Teodora en el estado, se
y m agistrados , , i ., i . A ,
som etidos encuentran también las que siguen. Anta-
a l em perador ño cuando el senado se presentaba ante el
emperador acostumbraba a rendirle plei-
tesía de la forma siguiente. Uno de los patricios agachaba su
cabeza junto al pecho del emperador, a su derecha, y el em-
perador le besaba en la frente y le dejaba partir, mientras to-
dos los demás, después de doblar su rodilla derecha, se reti-
raban. No era sin embargo costumbre que nadie presentara
sus respetos a la emperatriz. Pero en el caso de Justiniano y

356 P orfíreon es probablemente un pu eblecito en las cercanías de la


Cesarea natal de P rocopio. Su nombre de «púrpura» recuerda la ex c lu s i-
vida d de u so del tinte ob tenido de este m olusco (precisam ente en la costa
fenicia) por parte del em perador (cf. nota 305 y T m it in g e r , K a iser- u nd
R eichsid ee..., págs. 58-62).
338 P R O C O P IO D E CE SA RE A

Teodora, todos los demás senadores y cuantos tenían la dig-


nidad de patricios, cada vez que hacían su entrada ante ellos,
se arrojaban enseguida de bruces sobre el suelo y después
de extender cuanto podían manos y pies, tocaban con sus
24 labios un pie a cada uno antes de incorporarse357. Teodora
no se negaba a estos honores, e incluso no consideraba en
modo alguno improcedente tratar a los embajadores de los
persas y de los demás bárbaros y recompensarles con dine-
ro, como si ella tuviera sometido al imperio romano, una
situación que no se había visto nunca en todos los siglos
25 anteriores. Antaño los que frecuentaban al emperador lo
llamaban a él «emperador» y a su mujer «emperatriz» y da-
ban a cada uno de los magistrados la dignidad que tuviese
26 en ese momento, pero ahora, si alguien entablaba conversa-
ción con uno de los dos y aludía a él como emperador o
emperatriz, pero no lo calificaba de «mi señor» o «mi seño-
ra», o incluso pretendía nombrar a algunos magistrados con
otra palabra que no fuese «siervos» 358, se pensaba que era
un gran ignorante de lengua insolente y así se retiraba de su
presencia como si hubiera cometido un gravísimo error y
hubiese ofendido a quienes menos hubiera debido.
27 Anteriormente eran pocos los que accedían al Palacio y
esto incluso con dificultad. Pero desde que éstos accedieron
al poder, los magistrados en su totalidad y todos los demás
28 permanecían continuamente en Palacio. La causa era que
antaño los magistrados podían tomar independientemente
29 sus decisiones de acuerdo con lo que era justo y legal. De
esta forma los magistrados permanecían en sus sedes admi-

357 L a p r o s k y n é s is o a d o ra tio de la que habla aquí P rocopio, c on la


prosternación y el besar de los pies, era al principio un gesto de sú plica
que se g eneralizó en e l cerem on ial im perial durante e l reinado de D io cle -
ciano ( T r e i t i n g e r , K a is e r - u nd R e ich sidee ..., págs. 8 4 - 9 4 ) .
358 Cf. nota 124.

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