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COMENTARIO DE TEXTO: PARTES

1. CLASIFICACIÓN: tras la lectura detenida y comprensión del texto, pasamos al


primer punto. Consta de varios apartados:

a) Naturaleza del texto:


• Jurídico: cuando tiene carácter legal, emana de fuentes legales y establece
normas de derecho. Lo son: leyes y decretos de todo tipo, Constituciones,
tratados y acuerdos internacionales; en general cualquier texto político de
carácter análogo.

• Histórico-literario: carácter subjetivo, que procede de la elaboración personal


de un individuo en el que se refleja el proceso histórico: memorias,
autobiografías, cartas, artículos de prensa, obras literarias y de pensamiento
(novela o ensayos históricos).

• Texto circunstancial o narrativo: tiene un carácter objetivo porque está


relacionado o emana de un hecho histórico determinado: discursos, proclamas,
declaraciones, resoluciones o acuerdos desprovistos de carácter legal, escritos o
informes sociales o económicos.

• Texto historiográfico: cuando se trata de la obra de un historiador o autor


posterior a los hechos cuya finalidad es investigadora y científica: obras de
historia.

Algunos pueden clasificarse en más de un apartado, en ese caso debería indicarse y


justificar el por qué de cada clasificación.

b) Circunstancias espacio-temporales: cuándo y dónde fue escrito. Es imprescindible


señalar:
 La fecha precisa o más aproximada en la que el texto fue elaborado (fácil en
los casos que incluyen fecha, aunque debe realizarse una crítica para
asegurar su veracidad). En los que no, se intenta deducir del contenido del
texto. Señalar el momento histórico en el que se inscribe el texto; en los
documentos historiográficos habría que señalar dos fechas: en la que el
texto fue escrito, y a la que se refiere.
 La situación y circunstancias históricas en las que el texto fue elaborado:
señalar la localización histórica y en qué circunstancias apareció (contexto
histórico).

c) Identificación del autor: si es individual escribir una breve biografía, su relación


con el texto, su situación personal y circunstancias históricas. En el caso de que el
autor no apareciese, se trataría de intentar identificar el texto. Si el autor es colectivo,
hay que indicarlo, destacando el más importante. En caso de que el texto sea
aparentemente impersonal, habría que señalar al autor que lo inspiró o lo elaboró.

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d) Destino del texto: a quién va dirigido y cuál es su propósito: si va destinado a un
individuo o a un colectivo, y si su carácter es público o privado; si es personal u
oficial, y si trata un ámbito nacional o internacional.

2. ANÁLISIS DEL TEXTO: parte central del trabajo. Consiste en el análisis y explicación
del contenido temático del texto. Consta de varios apartados:
1. Resumen breve (3-4 líneas)

2. Explicar los nombres propios, lugares geográficos, términos técnicos y todas las
palabras con un significado que merezca la pena explicar en relación con el
sentido del texto. Aclarar y precisar las alusiones históricas, datos y hechos a los
que se hace referencia (fechas, tratados de paz, etc.)

3. Clasificar las ideas esenciales y las secundarias. Hay varias formas:


 siguiendo el orden del texto (por párrafos) y explicar las ideas de cada parte
(lo más sencillo)

 Dividir la explicación en las ideas que aparecen en el texto, desde la más


importante a la de menor trascendencia

 Una síntesis de los anteriores.

4. Interpretar el contenido del texto: elaborar una interpretación aclarando y


explicando la diferenciación entre las ideas principales y las secundarias, y hacer
una crítica del pensamiento del autor y del contenido. Se deben hacer también
algunas consideraciones sobre el estilo del texto y las características formales
externas.
¡Evita repetir el texto! si se quiere recurrir a frases del texto hay que ponerlas entre
comillas, pero sin abusar mucho.

3. COMENTARIO HISTÓRICO: se parte del texto para realizar un comentario general


relacionándolo con la situación histórica del momento. Aquí es donde se emplea la
bibliografía. Se trata de desarrollar un tema histórico en el que se encuadra el texto
comentado.
• En el desarrollo del tema histórico es necesario poner una serie de límites
temáticos y cronológicos. En cuanto los primeros, ayuda clasificar el texto como
economía, sociedad, cultural, política o relaciones exteriores. Esto facilita
relacionarlo con un hecho histórico, aunque es habitual que un texto pueda
vincularse con varias temáticas, es bueno encontrar varios temas y explicarlos
brevemente, dando siempre prioridad a uno.

4. CRÍTICA: se finaliza el trabajo con una breve valoración, haciendo alusión a la


autenticidad y exactitud del documento, posibles errores, objetividad o subjetividad,
interpretación y comparación con otros textos, y por último analizar el interés del texto
por su contenido y significación en el proceso histórico.

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• Es importante que se analice y comente de manera clara y ordenada, y que se
haga referencia constante al texto, que no se utilice como pretexto para copiar un
tema histórico.

• Indicar la bibliografía utilizada.

• Bibliografía complementaria:

• M.V. López-Cordón Cortezo y J. Martínez Carreras, Análisis y comentarios de


textos históricos. Vol. 2 Edad Moderna y Contemporánea, Madrid,1985.

• M. Abilio Rabanal y F. Lara Peinado, Comentario de Textos históricos, Madrid,


Cátedra, 1997.

• M. Hernández Sánchez-Barba, El comentario de textos históricos, Madrid,


Tebar, 1978.

• A. Ubieto Arteta, Cómo se comenta un texto histórico, Valencia, 1976.

Para buscar información:

• Diccionario Biográfico Español, Real Academia de la Historia (consulta online):


http://dbe.rah.es/

• TRECCANI, Dizionario biografico degli italiani:


http://www.treccani.it/enciclopedia

• Diccionario Real Academia de la Historia: https://dle.rae.es/?w=diccionario

Dominio que ejerce la fortuna en las cosas humanas y cómo resistirla cuando es
adversa

No se me oculta que muchos creyeron y creen que la fortuna, o dígase la


Providencia, gobierna de tal modo las cosas del mundo, que a los hombres no les es
dado, con su prudencia, dominar lo que tienen de adverso esas cosas y hasta que no
existe remedio alguno que oponerles. Con arreglo a semejante fatalismo, llegan a juzgar
que es en vano fatigarse mucho en las ocasiones temerosas y que vale más dejarse llevar
entonces por los caprichos de la suerte. Esta opinión goza de cierto crédito en nuestra
época a causa de las grandes mudanzas que, fuera de toda conjetura humana, se vieron y
se ven cada día. Yo mismo, reflexionando sobre ello, me inclino en alguna manera a la
indicada opinión. Sin embargo, como nuestro libre albedrío no queda completamente
anonadado, estimo que la fortuna es arbitrio de la mitad de nuestras acciones, pero
también que nos deja gobernar la otra mitad, o a lo menos una buena parte de ella.

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La fortuna me parece comparable a un río fatal que cuando se embravece inunda
llanuras, echa a tierra árboles y edificios, arranca terreno de un paraje para llevarlo a
otro. Todos huyen a la vista de él y todos ceden a su furia, sin poder resistirle. Y, no
obstante, por muy formidable que su pujanza sea, los hombres, cuando el tiempo está en
calma, pueden tomar precauciones contra semejante río construyendo diques y esclusas,
para que al crecer de nuevo se vea obligado a crecer por un canal, o a lo menos para que
no resulte su fuerza tan anárquica y tan dañosa. Pues con la fortuna sucede lo mismo.

Ahora bien, si pensamos en Italia, que es teatro de semejantes revoluciones y el


receptáculo que les da impulso, vemos que es un campo sin diques ni esclusas de
ninguna clase. Si hubiera estado preservada por virtudes militares y cívicas, como lo
están Alemania, Francia y España, la inundación de tropas extranjeras que sufrió no
hubiera ocasionado las grandes mudanzas que ha experimentado, y ni siquiera la
inundación hubiera ocurrido. Y basta esta reflexión para lo concerniente a la necesidad
de oponerse a la fortuna general.
Refiriéndome ahora a casos más concretos, digo que cierto príncipe que
prosperaba ayer se encuentra caído hoy, sin que por ello haya cambiado de carácter ni
de cualidades. Esto emana a mi entender de las causas que antes expliqué con extensión
al insinuar que el príncipe que no se apoya más que en la fortuna cae según que ella
varíe […].
El papa Julio II procedió impetuosamente en todas sus acciones y halló las
circunstancias y los tiempos tan conformes a su modo de obrar, que logró acertar
siempre. Considérese la primera empresa que dirigió contra Bolonia en vida todavía de
Bentivoglio. Los venecianos la veían con disgusto y los monarcas de Francia y España
estaban deliberando aún sobre lo que harían en el trance aquél, cuando Julio II, con
valerosa rapidez, se puso él mismo a la cabeza de la expedición. Semejante paso dejó
suspensos e inmóviles a los venecianos y a los monarcas de Francia y España, a los
primeros por miedo y a los segundos por su afán de recuperar el reino de Nápoles. Pero
consiguió atraer a su partido al monarca francés que, habiéndolo visto en movimiento y
deseando que se le uniese para abatir a los venecianos, juzgó que no podía negarle sus
tropas sin hacerle una ofensa formal. Así, Julio II, con su alarde impetuoso, llevó a
cumplida cima una empresa que un pontífice más prudente no hubiera sabido dirigir
nunca […].
Concluyo, pues, que si la fortuna varía y los príncipes continúan obstinados en
su natural modo de obrar, serán felices, ciertamente, mientras semejante conducta vaya
acorde con la fortuna misma. Pero serán desgraciados, en cambio, si su habitual
proceder se opone en discordancia con ella. Sin embargo, pensándolo bien todo, me
parece que juzgará serenamente si declaro que vale más ser violento que ponderado,
porque la fortuna es mujer y por ello convive, para conservarla sumisa, zaherida y
zurrarla. En calidad de tal, se deja vencer más de los que la tratan con aspereza que de
los jóvenes, porque son menos circunspectos, más irascibles y se le imponen con más
audacia.

(NICOLÁS de MAQUIAVELO, El Príncipe, cap. XV, ed. Cast., Madrid, 1892-95.)

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EL ORIGEN DIVINO DE LA MONARQUÍA
J. B. Bossuet, Política deducida de las propias palabras de la Sagrada Escritura.

Artículo II: La autoridad real es sagrada

Proposición I: Dios establece los Reyes, como ministros suyos y reina por medio de
ellos sobre los pueblos. Ya hemos visto que toda potestad procede de Dios. El Príncipe,
añade San Pablo, es Ministro de Dios para el bien. Si obráis mal temblad, porque no en
vano empuña la espada, y es Ministro de Dios, vengador de las malas acciones. Los
Príncipes, pues, obran como ministros de Dios y sus lugartenientes en la tierra. “Por
medio de ellos ejerce su imperio.
Por eso hemos visto que el trono real no es el trono del hombre, sino es trono del mismo
Dios. Y para que no se crea ser particular a los israelitas el temer Reyes establecidos por
Dios, ve aquí lo que dice el Eclesiástico: “Dios da a cada pueblo su Gobernador y
manifiestamente le es reservado Israel”. El Señor, pues, gobierna todos los pueblos, y a
todos asigna sus Reyes, aunque gobierna a Israel de un modo más particular y más
manifiesto.

Proposición II: La persona del Rey es sagrada.


Por todo lo expresado ya se manifiesta que la persona de los Reyes es sagrada, y que el
cometer atentados contra ellos es sacrilegio. Dios los hace ungir por sus profetas con
unción sagrada, así como hace ungir a los pontífices y consagrar los altares. Pero aún
sin la aplicación exterior de esta unción son sagrados por su cargo, como los que
representan la Majestad Divina, diputados por su providencia a la ejecución de sus
designios. Así el mismo Dios llama a Ciro “mi ungido, a quien yo tomé por la mano
para sujetarle todos los pueblos”. El título de Cristo es dado a los Reyes, y en todas
partes se les denominan Cristo, o los ungidos del Señor. Debajo de este venerable
nombre los mismos profetas los reverencian y consideran como asociados al soberano
imperio de Dios, cuya autoridad ejercen sobre el pueblo […] Conviene, pues, respetar a
los Reyes como cosas sagradas, y cualquiera que desprecia guardarlas y respetarlas, es
digno de muerte.

Proposición III: Se debe obedecer al Príncipe por principio de Religión y en conciencia.


San Pablo, después de haber dicho que el Príncipe es Ministro de Dios, concluye así:
“Es pues necesario que les estéis sujetos, no sólo por temor de su ira, sino también por
obligación de vuestra conciencia. Por lo cual conviene servirle no exteriormente ni sólo
a la vista, como para agradar a los hombres, sino es con buena voluntad, con temor,
respeto y sinceridad de corazón como a Jesucristo”. Y también: “Siervos, obedeced en
todo a vuestros señores, no sirviéndoles sólo en el exterior”.

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Proposición IV: Los Reyes deben respetar a su propia potestad, y emplearla solamente
en el bien público.
Viniendo su potestad del cielo, como se ha dicho, no deben persuadirse ni son señores
ni dueños de ella para usarla a su capricho y antojo; sino es que deben usar y valerse de
la potestad con temor y circunspección, como de cosa que les viene de Dios, y de la cual
les pedirá cuenta[…] Los Reyes, pues, deben temblar en el usar de la potestad que Dios
les concede, y considerar cuán horrible es el sacrilegio de emplear en el mal una
potestad que viene de Dios […]
Respeten, pues, su potestad, porque no es poder suyo, sino es potestad de Dios, de la
cual se debe usar religiosa y santamente.

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